“El pueblo, cariñosamente, me llama ‘Evita’…”
Eduardo
de la Serna
Intransigente, resentida, fanática,
puta, y otros adjetivos más le regalaron los que luego, cuando enferma y
muriendo, pintaron en paredes “viva el cáncer”.
Militante, compañera,
peronista, santa le decían los que cariñosamente la llamaban y llaman “Evita”.
No seré yo quien esboce una
biografía de Eva Perón al cumplirse 100 años de su nacimiento (7 de mayo de
1919). Sólo quiero en estas líneas abrazarla. Ella murió antes que yo naciera. En
mi ambiente familiar, era casi una mala palabra. Pero viví también otros
ambientes. Después conocí gente que trabajó con ella y, sobre todo, gente que
se supo amada por ella. Conocí historias cargadas de pasión y, sobre todo, de
profundo respeto por los pobres. Debo confesar que hasta hace poco, había dos
personajes que me conmovían profundamente. Uno negativamente, hasta las vísceras…
de desagrado y repulsión (y digo “hasta hace poco” porque ahora hay algunos más
en este grupo, gobierno mediante): Videla. Y otra que me conmociona y me
emociona el corazón: ¡ella! Veo videos o escucho audios de Evita y no puedo no conmocionarme.
Cuando leí “Mi Mensaje”, me
sentí profundamente identificado con lo que dice, por ejemplo, de las
jerarquías eclesiásticas y de la religión. Siendo feminista entiendo que peleó
hasta el fondo por un lugar justo para la mujer en una sociedad totalmente
patriarcal. No solamente logrando el voto femenino. Enamorada de los pobres se
acordaba del tamal que una mujer humilde le dio en el recorrido del tren, o
entró vehemente (¿cómo si no, ella?) al banco donde una pobre viejita no era atendida.
La dignidad de los hogares de la fundación hasta los sencillos detalles de las
cortinas, el cuidado de los niños, los únicos privilegiados, el desprecio a los
obsecuentes y al Imperio. La lucha por la justicia… ¿cómo no amarla?
Lamentablemente nada se ha
organizado oficialmente en su homenaje. No esperaba menos de un gobierno de la
oligarquía y la entrega, explotador de los pobres, de los niños y los ancianos.
Manipulador de la justicia, lacayo del imperio. Una pena que no hubiera una
fuerte “movida” de memoria de una de las más grandes personalidades de toda la
historia argentina. Pero el corazón de su pueblo la sigue llamando “Evita”. Está
“en el alma de su pueblo”. Y eso es siembra. Siembra de una cosecha que
esperamos, donde una patria justa, libre y soberana permita que nuevamente se
ilumine su monumento y se ilumine el camino de los olvidados. Donde vuelva a
estar presente en billetes y actos y olvidemos (y juzguemos) definitivamente la
infamia. Además de “ella”, también es bandera... “Bandera a la victoria.” Y
muchos nos negamos a arriarla.
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