Una
breve clasecita de humanidad
Eduardo
de la Serna
El término hebreo leb suele traducirse al castellano por “corazón”.
En realidad, este expresa el interior de la persona humana, la sede de las
decisiones y – con mucha frecuencia – el ámbito del pensamiento (“duros de
corazón” bien podría traducirse con frecuencia por “cabezas duras”, por
ejemplo). En nada se asemeja, por lo tanto, al uso habitual que le damos, como
sede de las emociones, la sensibilidad y los afectos. La Biblia griega es judía
en sus concepciones, aunque la lengua no lo sea. Así, al traducir leb por kardía mantiene la misma idea (el ejemplo es patente en Génesis 6,5
donde todos los “pensamientos que engendraba el corazón [leb/kardía] humano eran maldad”). El Nuevo Testamento mantiene la
misma idea (insisto, son judíos): “¿por qué piensan mal en sus corazones?”
(Mateo 9,4 // Lucas 5,22),”no digas en tu corazón” (Romanos 10,6), “pondré mis leyes en sus corazones, y en su mente las
grabaré” repite la carta a los Hebreos (10,16).
Por tanto, mal haríamos en
leer los textos bíblicos y transportar nuestras imágenes a la concepción
antropológica judeo-cristiana.
En ocasiones, sin embargo,
algunas biblias traducen “corazón” donde el griego usa otros términos, como es
el caso de splágjna. El término no es
muy frecuente en la Biblia (28x) de las que 11x se encuentran en el testamento
cristiano. También se refiere al interior humano, pero especialmente a las vísceras.
Por ejemplo, se dice que Judas cayó y se desparramaron sus splágjna, esto es, sus entrañas. En la Biblia se ama con las
entrañas (amor “entrañable”); así lo dice el proverbio: “El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito
se le conmoverán sus entrañas” (Sir 30,7). Lucas señala las “entrañas de
misericordia de nuestro Dios” (1,78). Pablo suele ser afectivo con sus
comunidades, y cuando usa el término splágjna,
la Biblia de Jerusalén traduce (imprecisa pero comprensiblemente) “corazón” (2 Cor 6,12; 7,15; Fil 1,8; Flm
7.12.20; cf. 1 Jn 3,17). De hecho, existe también el verbo splagjnízomai (que, salvo en 2 Macabeos 6,8, es exclusivo de los
Evangelios y que, salvo en las tres ocasiones que se utiliza en parábolas, es
una actitud exclusiva de Jesús); es justo traducirla por com-padecerse,
con-sentir… Es sinónimo de misericordia (tener el corazón [cordis] con los miserables, los que están en la miseria).
Valga toda esta distinción
para señalar algunos detalles actuales: el jefe de gabinete de cinismo dijo que
desde Jesús la Iglesia ha planteado el tema de la pobreza como prioridad.
Permítame el teólogo aclarar… el tema son “los pobres”, no la pobreza. Y los pobres
porque son hermanos (y hermanas, acoto, aunque no sea bíblico). Además, los
pobres son “el tema” desde Israel. Quizás el biblista oficial no ha leído, por
ejemplo, a los profetas, pero es así. Y lo mismo ha de decirse de la Ley. En
segundo lugar, tener las entrañas con los que sufren o padecen es propio de los
discípulos de Jesús y – me gustaría aclararle al hermano ministro – también es propio
de la humanidad. Sólo quien (y no lo digo en sentido bíblico), sólo quien no
tiene “corazón” puede permanecer indiferente ante la pobreza creciente
engendrada por las políticas oficiales; sólo quien no tiene corazón permanece indiferente
ante dos hermanos en situación de puente quemados por in-humanos; sólo quien no
tiene corazón permanece indiferente ante cuatro casi niños perseguidos y
baleados por las fuerzas de la provincia de Buenos Aires; sólo quien no tiene
corazón permanece indiferente ante los niños con hambre en escuelas sin gas y
con maestros muertos, o en hospitales vaciados… o jubilados sin medicamentos ni
calefacción, o trabajadores desolados al llegar a la fábrica súbitamente
cerrada por empresarios también inhumanos. Que exhiban sonrisitas emponchadas o bailes
desarticulados no los transforma en humanos, quizás sólo un remedo.
El corazón, las entrañas, nos
constituye humanos, ministro. Y la indiferencia, el hacerse los distraídos, o cambiar
de tema (como hablar de asfalto cuando se habla de hambre, o de asados al
hablar de computadoras), todo eso los constituye en inhumanos. Un gobierno sin
corazón. O, si quiere ser preciso, un gobierno sin splagjnízomai, aunque pronunciarlo sea casi un imposible para el iletrado
presidente. Un gobierno sin corazón, sin alma (desalmado; el alma en la Biblia
[nefesh /psyjê] es con frecuencia
sinónimo de vida) es un gobierno de muerte. Sencillamente. Sinceramente.
Imagen tomada de https://compuiiigpo31712327.wordpress.com/insensibilidad/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.