Cuando la palabra es gratis
Eduardo
de la Serna
Se suele decir que “hablar es
gratis”, y se repite, y se cree, y se afirma y se asegura: hablar es gratis.
Pero ¿lo es? o, al menos, ¿siempre lo es?
Porque en los Medios de
Comunicación, los que hablan “cobran” (lo cual es absolutamente sensato y justo…
cuando comunican datos, o partes de verdades). Su palabra es un producto, y –
quiero señalarlo – un producto que en muchos casos es nutritivo, es sano
consumir. Pero en ocasiones su palabra es ponzoñosa, diluyente, que comunica
mentiras, miedos, que distrae de lo importante, o muestra como importante lo
insustancial… y en ese caso, el producto que venden es nocivo. El problema es
que nosotros “no pagamos”, es gratis. Eso creemos. Pero no… porque es evidente
que muchas y muchos cobran por decir, y no está de más saber quiénes pagan. Y
qué ganan con que algo se diga, o algo se calle. Porque alguien gana con que se
diga una mentira.
Veamos un ejemplo sencillo: si
por la palabra logramos crear una psicosis, miedo o pánico yo venderé más papel
higiénico, alcohol en gel, o medicamentos. Me es provechosa esa palabra.
Pero me quiero detener un poco
en la palabra desde la fe. La palabra “religiosa”. Y quiero empezar con un
ejemplo que, creo, es fácilmente reconocible: una conocida, médica, tenía su
mamá grave. Internada. Un grupo fundamentalista se le acercó a la cama del
hospital diciéndole que, si tiene fe, su mamá sanará. Ella le respondió con un
improperio: “¡es decir, si mamá se sana es gracias a vos que viniste a
comunicarme el mensaje, y si se muere es por mi falta de fe!”. Son palabras muy
fáciles de decir y que no comprometen en nada al que las pronuncia.
Escuchar a pastores y curas
decir que, si rezamos con fe, el coronavirus no entrará en nuestros hogares es
de la misma calaña de la anterior. O “expulsar” el virus con una palabra. O “profetizar”
o comunicar mensajes divinos…
Hay palabras muy fáciles de
decir; y que no suponen ninguna responsabilidad. Y el que las pronuncia, es
precisamente, un irresponsable. Hay gente en estado de pánico, o con una
inseguridad atroz, hay gente confundida absolutamente o desorientada en qué
hacer o no, hay gente indiferente que se desentiende de los demás y “se va de
vacaciones” o se despreocupa de la cuarentena, y ante tanta crisis es justo, es
sensato, es necesario que quienes tienen (tenemos) una palabra que decir, esa
palabra sea “pesada”, evaluada, discernida. En la Biblia se utiliza en ocasiones el
verbo “dokimazô” que es evaluar, se
refiere a los expertos en reconocer una pesa verdadera o falsa. o una moneda
auténtica o no… Y se utiliza (especialmente san Pablo) para evaluar personas,
nuestro propio comportamiento o reconocer que algo viene o no de Dios.
Y si “hablar es gratis” en el
sentido de que cualquiera puede hablar, a lo mejor nos toque a nosotros “evaluar”,
discernir las palabras para que no le sea gratis al que las pronuncia cuando
sus palabras son nocivas.
En tiempos de noticias falsas
que nos inundan las redes, de palabras vacías o fáciles (incluso “en el nombre
del Señor”) creo que hay una serie de criterios que pueden servir para “pesar”
la densidad de las palabras.
+ El que habla (o sus mandantes) ¿ganan al decir esas palabras? (no que sea malo ganar, según el caso, pero saberlo es fundamental).
+ Si no gana (o ganara) nada ¿por qué lo dice? (sin duda que existe la gratuidad absoluta… el amor es gratuito, para ser precisos; pero nunca falta algún psicópata calvo vestido de diácono, por ahí).
+ Las palabras ¿son de cuidado? El cuidar (que en italiano es “curar”, y no es casualidad; de donde viene decirles “curas” a los ministros ordenados) es fundamental, pero también hay quienes en nombre del cuidado sobreprotegen, absorben, fagocitan a los otros.
Creo que un criterio
fundamental, que sintetiza lo anterior, es el económico (aunque esté disfrazado
de Evangelio o de Salud). El cuidado de los y las demás, si nace del amor, si
nace de Jesús, buscará la vida y vida gratuita y abundante de todes y no se
esconderá detrás de un frasquito de “nardo puro”.
Foto tomada de https://www.elespanol.com/opinion/tribunas/20190302/peso-palabras/380081990_12.html
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