lunes, 25 de mayo de 2020

Ayudando a mirar

Ayudando a mirar

Eduardo de la Serna


Movidos por malas experiencias, o guiados por estereotipos, o por una mala (y a veces injusta) publicidad, hay una serie de colectivos sociales que no aparecen a la vista de todos en estos días de pandemia. No aparecen salvo para los que pueden ver. Todos sabemos – y aplaudimos – a los servicios de salud, a los vendedores de elementos esenciales, a los servicios públicos, a los camioneros desde recolectores a proveedores. Todos sabemos, o podemos ver, también el lado perverso de la historia, desde comunicadores sociales que alientan e incitan a la muerte, empresarios desentendidos de sus trabajadores, de sus empleos y salarios, y economistas que miran números y - ¡ay, una vez más! – con la gente afuera. Pero hay algunos colectivos, en muchos, y muchísimos casos, mal mirados, con razón o sin ella, que le están “poniendo el pecho” a la pandemia y a la gente. Y no aparecen a la vista de los “mostradores de realidad” (¡!). Se me ocurren tres grupos, y seguramente pueden señalarse más: en la docencia, el poder judicial y el clero. Y me refiero a estos precisamente porque encuentro en ellos algo interesante de pensar: son grupos que permiten una formidable mediocridad, un maravilloso “dejar pasar, dejar hacer”, pero a su vez también permiten una serie de heroísmos, dedicaciones y verdaderas consagraciones que no siempre son reconocidos (o lo son, muchas veces después de muertos).

Hemos sigo testigos y testigas de las decenas de veces que se cuestionó a los docentes, que “tienen 3 meses de vacaciones”, que no trabajan, o de padres y alumnos que los golpean por una mala evaluación. Y en estos momentos, resulta, se ve en cientos de docentes una importante revitalización del eterno rol de padre/madre, de trabajador social, enfermero, y – de paso – también docente. Se ven docentes poniendo toda su capacidad creativa en modos hasta ayer impensados de enseñar y aprender. “Peleando” con los celulares (y a veces con los padres que no dan abasto para recibir las tareas de los 4 hijos en el único celular de la casa, que además también lo utilizan los padres y madres). Se ven maestras madrugando para preparar los bolsones de comida que los chicos llevarán a sus casas con la intención de que dure para todo un mes. Se ven videos con diferentes espacios de creatividad, desde el Himno Nacional, en fecha patria, cantado y en lenguaje de señas hasta el aprovechamiento de plataformas de los ministerios de Educación y de Cultura que tienen “oferta” casi para cualquier cosa. Y los espacios universitarios que, además de las clases, muestran a las claras, y a la vista de los no-ciegos, por qué son buenas, útiles y fundamentales las universidades dispersas por tantas partes de la Patria. Y, además, los aportes desde la super sopa hasta el aprovechamiento doble de los respiradores o la detección temprana del covid-19 (me niego al femenino).

También tenemos, y las noticias nos dan más que motivos para ello, una pésima opinión del poder judicial. Más aun al revelarse el manejo del mismo por parte del anterior desgobierno. Algo que era sabido, pero no probado ni testimoniado. No hace falta pensar en sectores fácilmente detestables empezando por la Corte y llegando a Comodoro Py. Y los especímenes que viven burlándose de la justicia reclamando que funcione, con apariencia de que lo que se pide, en realidad, es poder cobrar. Pero resulta que hay un poder judicial que no aparece en los medios. Y me detengo (y no es el único caso) en la justicia que hasta ayer (hace casi 12 años) se llamaba “de menores”, y quizás por eso para tantos sea una “justicia menor”. Precisamente un espacio que (si lo quiere, claro) tiene todas las posibilidades de incidir positivamente en favor de les niñes, jóvenes y también familias. Jueces y juezas que tienen miedo al contagio, pero están “al pie del cañón” donde hay una necesidad. Que es un derecho. Y hay quienes se ocupan – fiscales, abogados/as, jueces/zas y no sólo en guardias sino acompañando las responsabilidades virtuales, dictando amparos o sentencias, recorriendo kilómetros para estar donde se debe, y – además – preparar una clase, rendir un examen o amamantar un hijo. Y, sobre todo, cuidándose y cuidando a los/as pibes/as. Mientras la tele enfoca el reposo del comodoro.

Es habitual que la relación de la mayoría con los curas sea en celebraciones: misas, bautismos, casamientos, primeras comuniones… responsos. Nada de eso se vive ahora. Los curas parece que hubieran desaparecido. Sumemos, a la imagen habitual, los casos de pederastia, lo que transforma a unos cuantos en verdaderos monstruos (¡y lo son!). Sumemos a esto la presencia y declaraciones episcopales, no siempre felices (pocas veces felices, quizás). La imagen de los curas, entonces, se resume a lo sagrado o a lo terrible. Nada muy grato, por cierto. Y, quizás, haya que sumar a quienes parecieran tener una suerte de compulsión sacramental y celebran misas en los techos o bendicen desde helicópteros. Pero hay, también, otro clero. Y no me refiero solamente (aunque también) a los que tienen y sostienen comedores (¡que tanta falta hacen en estos tiempos!) sino a los que ponen su creatividad al servicio de la gente. Desde los medios de comunicación (radios comunitarias, por ejemplo), hasta los modos más novedosos de comunicar buenas noticias. Al fin y al cabo, para eso existe la Iglesia: para anunciarlas. Pero que sean buenas de verdad, y no ilusiones, ficciones u opio del pueblo. ¿Cómo anunciar buenas noticias, aunque sean pequeñas, pero que sean verdaderas, en estos tiempos donde todo parece oscuro y negativo? También ese desafío requiere creatividad. Y fe. Y lo hay. Mucho.

Estos tres casos que señalé (e insisto que han de haber más) no suelen salir en los Medios. Casos que requieren mucha creatividad, mucho estudio, mucha dedicación. En realidad, los 3 exigen saber que el sentido de estas vidas no está en ellos mismos sino en aquellos a quienes servir. “El que no vive para servir, no sirve para vivir” se decía. De eso se trata.

 

Imagen tomada de https://www.marketingdirecto.com/marketing-general/marketing/4-principios-para-escapar-de-la-mediocridad-en-la-era-de-la-experiencia


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