Profecías, apocalipsis y… Duhalde
Eduardo de la Serna
En el lenguaje de la calle, el cotidiano, por profecía se entiende
el anuncio de que algo va a ocurrir. Ahora bien, ¿cómo sabe el emisor que eso “va
a ocurrir”? Las fuentes pueden ser varias: desde revelaciones del más allá, hasta
conocimientos esotéricos, desde un buen análisis de los signos que “allí están”
pero pocos, o nadie sabe o quiere ver hasta ser un auténtico estadista. Digamos
algo de este último grupo, para entender mejor. Los estadistas, analizando,
pensando las cosas que los rodean creen que la realidad, el país, el mundo se
dirige en una dirección, y – por lo tanto – ponen los medios para evitar los
perjuicios y aprovechar los beneficios de esa situación. Veamos un ejemplo
conocido: Juan Domingo Perón creyó, y motivos no le faltaban, que era inminente
una Tercera Gran Guerra. ¿Qué hacer? ¿Cómo prepararse? ¿Cómo aprovechar? Si se
acopian productos que los grupos afectados necesitarán, dedicados como estarán
al conflicto, se podrá aprovechar para venderlos y hacer buenos negocios. Pero,
la tal Guerra no sucedió (o no aconteció como estaba prevista), y los negocios
no ocurrieron. En el sentido popular puede decirse que falló la profecía. Hay,
también, otros tipos de profecías: en la Biblia, por ejemplo, en ciertas
ocasiones se anuncia que ocurrirán cosas que de hecho ya ocurrieron (se las
llama profetia ex eventu), que tienen la intención de preparar para
otros acontecimientos que, estos sí, se aguardan. Hay también las que se denominan
“profecías autocumplidas” que son las que engendran en sí mismas lo que
ocurrirá. El miedo suele ser gestor de muchas de ellas: me anuncian que algo me
ocurrirá y es tanto el miedo que eso me provoca que termina finalmente ocurriendo.
En la Biblia, a diferencia de esto, el o la profeta suele ser alguien que ante
la realidad habla de parte de Dios y la confronta. El gran biblista judío
Abraham Herschel afirmaba que los profetas “sienten-con” (en griego syn-pathia)
Dios y por eso les enoja lo que a Dios enoja, les duele lo que le duele a Dios
y les da placer lo que a Dios le da placer. No para sí mismos, sino frente a la
realidad, por ejemplo, la realidad de los pobres (el huérfano y la viuda).
La apocalíptica, que no es profecía, ni un poco (y algún biblista alemán
del siglo pasado afirmaba que se parece más a la “sabiduría”), es vista como el
anuncio de cosas terribles que se avecinan. Dios o el caos (que para algunos se
parecen) prepara momentos espantosos para un futuro matemáticamente cronometrado
(porque – pareciera – que primero pasarán cosas “A”, más tarde ocurrirá “B”
hasta que, al llegar a “Z” todo acabe). Dejo de lado la imagen de Dios que todo
esto supone (un dios del que elijo ser ateo, por cierto). En este caso, la
humanidad no puede salir de un sino que la ha sumergido y solo queda
aguardar paciente y pesimistamente que todo ocurra. No queda claro por qué
ocurrirá eso, si tiene o no causas, y – peor aún – si se podría o no evitar. Tampoco
es esto la apocalíptica en la Biblia. Esta, en general, habla ante la realidad
presente mostrando cosas que están ocurriendo, aunque en un lenguaje que los poderosos
y violentos no puedan comprender fácilmente. De resistencia se trata. Los
griegos o los romanos nos están matando u oprimiendo (del s.II a.C. al s. II
d.C. aprox.), por lo que hay que invitar a los “nuestros” a resistir. En algunos
casos con las armas, en otros con la no violencia, según los diferentes
apocalipsis de tiempos bíblicos.
En medio de estos dos términos usados en el uso común, aparece “profetizando
apocalipsis” inminentes el exsenador en ejercicio interino de la presidencia
Eduardo Duhalde. Anunciando cosas terribles: golpe de estado, ruptura de la
democracia. Luego de un análisis que quiso ser inteligente y estadístico
partiendo de los antiguos golpes de estado en Argentina (con ese mismo
criterio, mirando la infinidad cantidad de guerras ocurridas en Europa
podríamos anunciar la inminente fractura de la Unión Europea y la proximidad de
una Conflagración Mundial de espanto) hizo su anuncio. Y dejo de lado otras “profecías”
incumplidas de este mal estadista. La pregunta importante es ¿quién es el
emisor? En general es conocido y no necesita presentación. Simplemente, a modo
de memoria, vivo a escasas cuadras de donde ocurrió la “Masacre de Pasco”, un
21 de marzo de 1975. Un grupo de opositores, especialmente el concejal rival Héctor
Lencina, al entonces intendente interino de Lomas de Zamora, Eduardo Duhalde,
fueron masacrados por la Triple A con zona liberada. Desde entonces comenzó su “carrera”
política. Se sabe a quien/es representa. Es el mismo que, siendo presidente
interino favoreció con la pesificación asimétrica al grupo Clarín, recontra
endeudado por la compra de los canales de cable de todo el país para conformar Multicanal.
No es, por lo tanto, ajeno al oligopolio de los medios que semejante personaje
vuelva a aparecer en los medios para descargar sus anuncios de profecía
apocalíptica, en momentos en que algunos están en claro periodismo de guerra.
La reforma judicial y la declaración de los servicios de comunicación como “servicio
público” les hizo enterrar el hacha. Y deberemos acostumbrarnos a escuchar a
decenas de “profetas de infortunios”, como los llamaba Juan XXIII. Por lo
menos, sabiéndolo perderemos el miedo y así, la posibilidad de que se cumplan
sus anuncios retrocederá 10 casilleros.
Foto tomada de http://todosobreelteg.blogspot.com/2018/11/que-ese-el-teg-aqui-su-resena-historica.html
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