miércoles, 24 de marzo de 2021

El accionar de las termitas

 El accionar de las termitas

Eduardo de la Serna




Todos sabemos cómo y cuántas veces una casa edificada y bien cimentada puede irse carcomiendo por debajo, deshaciendo cuando aparecen las termitas. Van reduciendo a polvo lo que era firme, y un día, al caminar sentimos como hueco el piso ayer sólido y otro día una rajadura, y luego un pozo, para finalmente, si no se ha combatido a tiempo el mal, ver cómo la casa entera se derrumba.

Toda edificación precisa ser solida (e incluso el Evangelio lo compara con la fe y una casa edificada sobre roca o edificada sobre arena y las consecuencias de resistencia o no ante la tormenta; Mt 7,24-27 / Lc 6,48-49).

Una sociedad se edifica sobre valores. Es habitual que en una familia se cuenten historias del abuelo, o los antepasados. La memoria hunde raíces y se alimenta y nutre de la historia. Es la historia la que hace sólida la memoria. Y no es casualidad que haya habido quienes nos cambiaron la historia por animales, quienes vieron como si estuvieran angustiados los personajes de la historia de independencia, o que directamente no se interesaron por mantenerla viva. La historia alimenta la memoria y da fuerzas y raíces al ser.

Toda relación necesita darse sentido en la confianza. Una pareja no puede consolidarse sin ella. Y la confianza nace de la verdad. Cuando esto ocurre, puede aparecer la duda o el miedo, la ausencia temporaria, pero la confianza, sostenida por la verdad hace que nada se deshaga. Creo. Confío. Por eso, cuando se reemplaza la verdad por el márquetin, el envase hueco y sin contenido, la mentira o la no verdad sistemática, eso también es una política de estado. Una política al servicio de la desarticulación, del desmembramiento, de la desconfianza y la sospecha. Y del espionaje, por cierto. Una sociedad sin verdad es un conjunto de individuos movidos por el sálvese quien pueda, que cada quién sea meritócrata de sí mismo y emprendedor de lo que sea, pero siempre sin otros que solo serían clientes, nunca amigos o hermanos. Triste sociedad en la que el otro o la otra sea siempre motivo de sospecha o de temor. La patria es el otro, nos dijeron.

Y una sociedad no puede funcionar sin justicia. La justicia que es pilar de la democracia. Y sabemos qué pasa en un edificio sin pilares. La justicia nos permite vivir con la confianza en que hay un poder oficial que permite desenvolverse libremente a los justos y sanciona a los injustos. Y sabemos bien, por lamentable experiencia, lo que ocurre cuando los poderosos hacen lo que quieren, cuando quieren y como lo quieren con la complicidad de un poder (per) judicial que les permite solidificarse y poner sus propios cimientos y amurallarse. Una sociedad en la que la justicia está ausente es una sociedad en la que los poderosos pueden, valga la obviedad, y pisan a quienes quieran, cuando quieran y como quieran. Pobre esa sociedad; pobre una patria edificada sobre víctimas y levantada sobre cadáveres.

Así, resulta evidente que, si una sociedad se edifica y solidifica con memoria, verdad y justicia, es obvio que se desarticula, carcome y deshace con amnesia, mentira e injusticia. Resulta evidente el sentido de las políticas de las termitas amarillas en los pasados 4 años, y más evidente aún la persistencia, insistencia y resistencia de Madres, Abuelas y demás Organismos de Derechos Humanos para que la sociedad sea, para militar la memoria, para buscar empecinadamente la verdad y para poner cimientos firmes de justicia. Que a ellas, ¡Dios y la Patria las aplaudan!

 

Foto tomada de https://www.rentokil.com/es/blog/7-evidencias-para-saber-si-tienes-termitas/

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