El accionar de las termitas
Eduardo de la Serna
Todos sabemos cómo y cuántas veces una casa edificada y bien
cimentada puede irse carcomiendo por debajo, deshaciendo cuando aparecen las
termitas. Van reduciendo a polvo lo que era firme, y un día, al caminar
sentimos como hueco el piso ayer sólido y otro día una rajadura, y luego un
pozo, para finalmente, si no se ha combatido a tiempo el mal, ver cómo la casa
entera se derrumba.
Toda edificación precisa ser solida (e incluso el Evangelio lo
compara con la fe y una casa edificada sobre roca o edificada sobre arena y las
consecuencias de resistencia o no ante la tormenta; Mt 7,24-27 / Lc 6,48-49).
Una sociedad se
edifica sobre valores. Es habitual que en una familia se cuenten historias del
abuelo, o los antepasados. La memoria hunde raíces y se alimenta y nutre de la
historia. Es la historia la que hace sólida la memoria. Y no es casualidad que
haya habido quienes nos cambiaron la historia por animales, quienes vieron como
si estuvieran angustiados los personajes de la historia de independencia, o que
directamente no se interesaron por mantenerla viva. La historia alimenta la
memoria y da fuerzas y raíces al ser.
Toda relación
necesita darse sentido en la confianza. Una pareja no puede consolidarse sin
ella. Y la confianza nace de la verdad. Cuando esto ocurre, puede aparecer la
duda o el miedo, la ausencia temporaria, pero la confianza, sostenida por la
verdad hace que nada se deshaga. Creo. Confío. Por eso, cuando se reemplaza la
verdad por el márquetin, el envase hueco y sin contenido, la mentira o la no
verdad sistemática, eso también es una política de estado. Una política al
servicio de la desarticulación, del desmembramiento, de la desconfianza y la
sospecha. Y del espionaje, por cierto. Una sociedad sin verdad es un conjunto
de individuos movidos por el sálvese quien pueda, que cada quién sea
meritócrata de sí mismo y emprendedor de lo que sea, pero siempre sin otros que
solo serían clientes, nunca amigos o hermanos. Triste sociedad en la que el
otro o la otra sea siempre motivo de sospecha o de temor. La patria es el otro,
nos dijeron.
Y una sociedad
no puede funcionar sin justicia. La justicia que es pilar de la democracia. Y
sabemos qué pasa en un edificio sin pilares. La justicia nos permite vivir con
la confianza en que hay un poder oficial que permite desenvolverse libremente a
los justos y sanciona a los injustos. Y sabemos bien, por lamentable
experiencia, lo que ocurre cuando los poderosos hacen lo que quieren, cuando
quieren y como lo quieren con la complicidad de un poder (per) judicial que les
permite solidificarse y poner sus propios cimientos y amurallarse. Una sociedad
en la que la justicia está ausente es una sociedad en la que los poderosos
pueden, valga la obviedad, y pisan a quienes quieran, cuando quieran y como
quieran. Pobre esa sociedad; pobre una patria edificada sobre víctimas y
levantada sobre cadáveres.
Así, resulta
evidente que, si una sociedad se edifica y solidifica con memoria, verdad y
justicia, es obvio que se desarticula, carcome y deshace con amnesia, mentira e
injusticia. Resulta evidente el sentido de las políticas de las termitas
amarillas en los pasados 4 años, y más evidente aún la persistencia,
insistencia y resistencia de Madres, Abuelas y demás Organismos de Derechos
Humanos para que la sociedad sea, para militar la memoria, para buscar
empecinadamente la verdad y para poner cimientos firmes de justicia. Que a
ellas, ¡Dios y la Patria las aplaudan!
Foto tomada de https://www.rentokil.com/es/blog/7-evidencias-para-saber-si-tienes-termitas/
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