Un “hoy” militante
Eduardo
de la Serna
Los ejércitos, en el mundo
antiguo, eran variados. Las batallas también lo eran. Y pensar una de ayer con
la mente de hoy sería falsificar todo desde la raíz. Eso no significa que no
importara vencer y evitar ser derrotados, pero eso de que “en la guerra todo se
vale” no figuraba en la mente antigua.
En este sentido, y me pretendo
limitar a un solo aspecto, es interesante (con todo lo que eso significa) el
uso metafórico de las imágenes militares: “Pablo” invita a Timoteo a “pelear”
valientemente (batallar, strateúô), y se invita a pelear contra lo que
nos impide dedicarnos de pleno a la causa del Evangelio (a lo que suelen llamar
“carne”, pero que no debe entenderse en sentido sexual; 2 Cor 10,3; Sgo 4,1; 1
Pe 2,11). A aquellos que “luchan” del mismo bando, Pablo los llama “compañero
de armas” (systratiôtes, Flm 2; Fil 2,26), aunque nuestras armas son las
de “la luz” o “de la justicia” (Rom 13,12; 2 Cor 6,7) o “de Dios” (Ef 6,11.13),
la “fe y el amor” son coraza (1 Tes 5,8; o “la justicia” lo es, Ef 6,14) y el
casco es “la esperanza” (1 Tes 5,8; Ef 6,17). Los ejemplos podrían
multiplicarse; lo cierto – y es lo que acá interesa – la vida de fidelidad al
proyecto de Dios es vista como una lucha, como una “militancia”.
Ciertamente, una batalla
requiere “milicias” que combatan por la misma causa. Nuestras “armas” no son “carnales”
sino que “son el poder de Dios para demoler
fortalezas, destruir teorías” (2 Cor 10:4). Por eso, por ejemplo, Pablo es
encarcelado (Fil 1,30), y se invita a Timoteo a “combatir el buen combate de la
fe” para “conquistar” la vida divina (1 Tim 6,12). Lejos está, como se ve, el
nuevo Testamento de presentar el seguimiento de Jesús como algo “piadoso”, o
light. Se trata de “militancia”. Claro que, además, esto está dicho en el
contexto del Imperio Romano, en el que su presencia por doquier, y su celo
excesivo por cualquier cosa o palabra que pudiera interpretarse como un
peligro, lo que volvía doblemente “militante” el seguimiento de Jesús (las prisiones
de Pablo, por ejemplo, son buen ejemplo de esto).
Como
decíamos, los tiempos son diferentes. Hoy no es ayer (ni mejor ni peor, simplemente
diferente), pero militar el Evangelio es siempre un compromiso. Entender que “nuestra
lucha” es contra “la carne” y entonces estamos invitados al “ayuno”, o que es
contra las voces “del mundo” por lo que se nos invita intensamente a la “oración”
es malentender el Evangelio y el tiempo presente. Se trata del “proyecto de
Dios”, es decir su “reino”. Dios reina allí donde vemos y vivimos como hermanos
y hermanas a los y las otrxs, allí donde combatimos el hambre y la injusticia,
donde enfrentamos la discriminación y el odio, donde enfrentamos el miedo y la
desesperanza. ¿Qué el “enemigo” es poderoso? Eso sí que siempre fue así, y a
ese “enemigo” es al que la Biblia suele llamar “diablo”, el que busca
separarnos, ayer y hoy, del proyecto de Dios. Proyecto de
fraternidad-sororidad, de reconocimiento de (solamente) un padre, Dios. Ese “enemigo”
busca denodadamente enfrentarnos los unos con los otros, volvernos indiferentes
a sus sufrimientos, o creernos “superiores” (o convencernos de que somos “inferiores”),
o encerrarnos en un egoísmo “meritocrático” de “emprendedores” donde cada quien
debe buscar su propia “felicidad” ignorando la vida (o no-vida) de otros y
otras. El amor no figura en su horizonte, ciertamente… Y el amor, lo repite
Jesús, nos invita a mirar a las y los otrxs como más importantes que, incluso,
nuestra propia vida (Jn 15,13). Ciertamente, pocas cosas – si alguna – más militantes
que el amor al que Jesús nos invita (Jn 13,1).
Muchos/as
podemos creer, hoy, que esta militancia tiene una dirección mientras otros/as
creer que el sentido es otro, pero siempre encontrándonos en un objetivo común:
la vida plena y feliz de las hermanas y hermanos. Sería, por lo menos, torpe
creer que unos y otros somos adversarios, o peor aún, enemigos. El enemigo es
el hambre, la injusticia social, la dominación y opresión, la falta de acceso
universal a la salud y la educación, al vestido y el descanso… O las fuerzas que
buscan imponerlos.
Ciertamente,
porque hoy la batalla tiene otros instrumentos, el honor y la fidelidad a la
palabra dada no figuran contemporáneamente en el horizonte. Y sería también torpe,
ignorarlo. La mentira constituye a los poderosos como elemento central de su
poder. La injusticia también. Y la opresión. Y desconocerlo sería ir como
corderos al matadero. El combustible que alimenta la militancia, ciertamente, es
la esperanza. Militar es conocer la propia causa, conocer las fuerzas adversas,
es establecer estrategias (notar los términos griegos señalados al comienzo) y –
no está de más recordarlo – saber que la causa es más importante que nada, que
la vida (y la no-muerte) de las hermanas y hermanos es más importante que nada,
y – no está de más recordarlo – como decía “uno”, sobre todo, “no perder la
ternura”.
Foto tomada
de https://www.turismoreligioso.travel/circuitos-turisticos/huellas-de-peregrinos/
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