¿Cuántos son los libros de la Biblia?
Eduardo de la Serna
Es sabido que en la Biblia hay muchos
libros (de hecho, en griego, “biblia” quiere decir, precisamente, “libros”, en plural; de ahí
viene “biblioteca”). Sabemos que hay “muchos” libros en lo que llamamos el Antiguo
Testamento, y también bastantes, aunque no tantos, en el Nuevo Testamento.
Podemos señalar que, en las biblias
cristianas, no hay diferencias en la cantidad en lo que llamamos el Nuevo
Testamento. Lutero y algún Papa tuvieron la tentación de sacar algún libro,
pero finalmente no lo hicieron. Así tenemos los 4 Evangelios, los Hechos de los
apóstoles, 13 cartas paulinas, Hebreos, 7 cartas no paulinas y el Apocalipsis,
es decir, un total de 27 libros.
En el Antiguo Testamento, en cambio,
la cosa no es unánime. Para empezar, en la Biblia de los judíos había dos
listas de libros. Sintetizando podemos decir que había una lista “hebrea” y una
lista “griega”; es decir para los judíos de habla "griega" o de habla "hebrea". Como el cristianismo se empezó a difundir en griego, la mayoría
de los cristianos empezaron a aceptar la lista griega (se llama “canon”, que
significa regla), aunque siempre hubo algunos que sólo aceptaban la lista
hebrea. Los griegos tenían unos cuantos libros más y también fragmentos de
otros libros. Cuando, para que pudieran leerla todos (en el imperio romano,
obviamente), la Biblia se tradujo al latín (“Vulgata”) el traductor, san
Jerónimo (fines del s. IV), sólo siguió inicialmente la lista hebrea, aunque
más tarde añadió la traducción de los libros griegos. No porque los considerara
“inspirados” (= palabra de Dios) sino porque eran muy valiosos y para que no se
perdieran y pudieran leerlo en las comunidades. Sin embargo, en muchas de esas
comunidades se fueron leyendo también al mismo nivel de los otros. Se los
incorporó en un segundo momento en el “canon”. De hecho, con el tiempo, toda
esa larga lista, incluyendo los libros “griegos”, fue tenida con el tiempo como parte del “Antiguo Testamento”.
Pero cuando Lutero traduce la Biblia
al alemán (s.XVI) se guía – en el Antiguo Testamento – por el “canon hebreo” (hebraica
veritas) y, por tanto, no incluye en su reforma, los libros “griegos” del
A.T. Esto causó tensiones y, por eso, el Concilio de Trento (1546) definió
claramente la lista y se guió por la versión latina (Vulgata) incluyendo los libros
“griegos”, cosa que, además, también se tuvo en cuenta, por ejemplo, como edición
fundamental para la liturgia católica.
En este sentido, podemos decir, a modo
esquemático, que hoy, las Biblias de ediciones protestantes no incluyen los
libros “griegos” mientras que las biblias de ediciones católicas si los
incluyen. Para reconocer unas u otras señalamos a continuación los libros “griegos”
(ponemos “griegos” entre comillas porque algunos de estos libros son originalmente
hebreos, no griegos, pero no están incluidos en el canon “hebreo” y si lo están
– sus traducciones – en el canon griego); estos son: 1 Macabeos, 2 Macabeos, Tobías,
Judit, Baruc, Sabiduría, Sirácida (a veces llamado Eclesiástico) y, también
algunos capítulos añadidos a los libros “hebreos” de Ester y de Daniel. De
todos modos, gracias a un fecundo diálogo ecuménico, hay ediciones de ambos
grupos que incluyen los “griegos” (llamados “deuterocanónicos”, es decir,
incorporados en un segundo momento en el canon) reconociendo, cada confesión,
un diferente valor a estos libros.
Con el tiempo, algunas ediciones han
dividido algún libro en dos; por ejemplo, la llamada “Biblia argentina”, el
Libro del Pueblo de Dios, separa un capítulo del libro de Baruc, según la
Vulgata y, siguiendo la Biblia griega, lo pone como libro aparte: “Carta de
Jeremías”, lo que, obviamente, no afecta el contenido, solo "parece" hacer un libro más.
Otro elemento a tener en cuenta es el
orden de los libros del A.T. ya que, si bien no hay cambios en los primeros
libros (los del Pentateuco, o “la Ley”) y los habitualmente llamados “históricos”,
sí hay cambios en el orden de los restantes. Algunas ediciones ponen al final los libros “griegos”,
mientras otras, como la Biblia latinoamericana, dejan para el final los Salmos.
El orden sigue criterios pastorales, habitualmente. Y, para ubicar los libros
en nuestras biblias deberemos habituarnos a la que tenemos (y antes de eso,
recurrir a los índices hasta que nos acostumbremos).
Queda un elemento a tener en cuenta.
¿Cuál es el criterio que fue siguiendo la Iglesia católica romana para
reconocer y aceptar determinados libros y excluir otros? (los libros excluidos
del canon son los que se suelen llamar “apócrifos”; muchos de ellos muy
interesantes para conocer aspectos o elementos de su tiempo, pero que no son
tenidos como “palabra de Dios” por las comunidades). La Iglesia sabe – cree –
que quien la conduce es el Espíritu Santo y, por lo tanto, aquello que las
comunidades (no una comunidad aislada, por supuesto) de todas partes van
aceptando y reconociendo (la universalidad es la clave, y “universalidad” en griego
se dice “katholikê) es “normativo”, es “regla” (= kanon). Por eso los libros
que las comunidades (insistimos, no una en particular) fueron recibiendo,
aceptando y reconociendo fueron recibidos por todas las comunidades. Y se
aceptaba serenamente. Recién cuando hubo un momento de conflicto, como en el caso
de la Reforma, se vio necesario hacer explícito lo que ya todas y todos asumían
como normalmente propio. En este caso concreto, cuáles son los libros que
forman normalmente nuestras biblias.
Foto tomada de https://www.tyndale.com/sites/ntv/biblias.html
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