Eliseo, el profeta marginal
Eduardo
de la Serna
En Israel, hubo muchos profetas con modos de actuar
y vivir muy diferentes entre sí. Eliseo, por ejemplo, el sucesor o heredero de
Elías (2 Re 2,1-15) – así como Josué había sido sucesor o heredero de Moisés
(Núm 27,18-23; Dt 34,9) – no parece muy semejante a la mayoría de los profetas
que conocemos.
Para empezar, se nos dice que forma parte de un grupo marginal, que vive en las afueras de las ciudades (2 Re 4,8-17. 42-44), y en conflicto constante
con los reyes de Israel, descendientes del rey Omrí. Esta situación de conflicto
lo llevará a intervenir activamente en la elección de un rey vecino (1 Re
19,15; 2 Re 8,7-15) y alentar el derrocamiento del propio (2 Re 9,1-10).
Por otra parte, Eliseo – a diferencia de Elías – anda no en soledad sino siempre rodeado de grupos de profetas (2 Re
2,3.5.7.15; 4,1. 38; 5,22) que lo llaman respetuosamente “padre” (2 Re 13,14;
ver 2,12). Estos grupos de profetas, eran comunes en la antigüedad en esta
región, y conocemos su modo de actuar, de entrar en trance, profetizar y de vivir
por muchos escritos de la época que se conservan (ver 1 Re 18,26-29);
obviamente, la mayoría de estos no eran creyentes en Yahvé, pero en este caso
sí lo eran. Con frecuencia estos grupos proféticos eran consultados por
diferentes personas para conocer una palabra, una propuesta, o la voluntad de
los dioses frente a diversas circunstancias: ¿Qué hacer o dejar de hacer? ¿Debo
emprender esta campaña o no? ¿Y esta alianza? Muchas autoridades dependen de
estos profetas hasta para recibir un embajador, o dejarlo esperando hasta que
las señales sean o no favorables.
Cuando se compone el libro de los Reyes, notamos que el
autor – o autores – recogió un conjunto de anécdotas de Eliseo – también de
Elías – probablemente recopilado por sus discípulos (1 Re 19,16-21; 2 Re 2-13).
Lo que le interesa al recopilador – porque forma parte fundamental de su
catequesis – es algo característico del profeta: su intensa y exclusiva fe en
el Dios de Israel, Yahvé. El conflicto con la familia real – con la que también
se enfrentó Elías – tiene que ver precisamente con el abandono de estos de la
fe yahvista, y la propaganda y propagación de los dioses de las tribus cananeas, en especial
el llamado Baal (ver 1 Re 21,23-29 y 2 Re 9,1-10). Sin duda, esto es algo a
señalar: las autoridades solían reconocer y consultar este grupo de profetas,
como hemos dicho, pero en este caso son despreciados y marginados precisamente
por ser profetas de Yahvé y no de Baal. Un problema que quizás Eliseo no pudo
manejar es que quién él había ungido para reemplazar a la dinastía de Omrí, el
general Jehú, resultó ser terriblemente sanguinario (2 Re 9,11-10,36), lo que
años más tarde será criticado por otro profeta, Oseas (Os 1,4).
Resulta interesante notar que Eliseo, cosa que no
suele constar que ocurra con los demás profetas, fue llamado al seguimiento por
su maestro Elías (1 Re 19,19-21), es ungido por éste (1 Re 19,16), y realizan
ambos una serie de hechos muy semejantes, puestos a modo quizás de “vidas
paralelas” (comparar: (ver 1 Re 17,7-16 y 2 Re 4,1-7; 1 Re 17,17-24 y 2 Re
4,18-37; 2 Re 2,12 y 2 Re 13,14). Otro elemento a tener en cuenta es que Eliseo
se caracteriza por una serie de hechos milagrosos – y otros legendarios – que
superan a los de su maestro (ver 2 Re 2-6; y también 13,20-21).
Cuando los Evangelios – en especial san Lucas – nos
presentan a Jesús, nos dirán que en algunas cosas se asemeja a Eliseo (ver Lc
4,27), y que, en muchas otras, lo supera claramente (ver 2 Re 4,42-44 y Lc
9,12-17; 1 Re 19,20 y Lc 9,61-62).
A diferencia de la mayor parte de los profetas que conocemos por la
Biblia, Eliseo no es tan reconocido por el contenido de sus palabras como por
sus acciones, sean estas políticas o populares; en eso se parece más a los
profetas de su ambiente histórico y geográfico, como dijimos. Pero a semejanza de los profetas
bíblicos, Eliseo se caracteriza por una firme adhesión al Dios de Israel, en
quien pone toda su confianza. Cuando se enfrenta con los reyes, lo hace por eso
mismo, y cuando realiza signos, o milagros, estos pretenden que el Dios Yahvé sea
el único reconocido entre su pueblo. La fe y confianza en Dios es el único
motor del obrar del profeta, y es – a su vez – el único objetivo de sus
acciones. ¿Y de las nuestras?
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