Un paso más sobre la tensión creativa entre teoría y praxis
Eduardo de la
Serna
Días pasados
señalé la tensión entre el ámbito de las ideas y la realidad de su realización
práctica.
Quisiera aquí
dar un paso más.
Jesús, la “palabra
que se hizo carne y acampó entre nosotros”, es expresión obvia de los límites
que siempre tienen los seres humanos, por ejemplo, límites del tiempo y límites
del espacio. A Jesús, por eso, se lo puede tocar, abrazar, o incluso matar.
Jesús tenía hambre y sed, lloraba y reía, se enojaba y alegraba. A Jesús es factible
invitarlo a comer a nuestra casa donde puede ser acogido o también cuestionado;
puede ser visto e imaginado…
El Espíritu
Santo, en cambio, no tiene forma, como no la tiene el viento, el agua o el
fuego, no es posible aferrarlo, y se cuela por donde quiere o donde encuentra
un resquicio. Es novedad permanente, no puede ser imaginado más que
metafóricamente como paloma o lenguas de fuego…
Las personas
que quieren seguir a Jesús y ser conducidas por el Espíritu de Dios tienen,
evidentemente, esta tensión entre ellos mismos. Tienen en cuanto seguidoras de
Jesús, todos los límites propios de la humanidad, cada quién con sus propias
características, pero, en cuanto guiadas por el Espíritu Santo, incapaces de
definir o limitar con precisión. Ciertamente, no en cuanto a lo humano, al
tiempo y al espacio, a lo concreto, pero sí en cuanto a la gracia, al soplo del
Espíritu y su recepción.
Es a esto a lo
que en otras ocasiones nos hemos referido como “domesticación”. Ciertamente
estas personas hicieron estas cosas concretas, escribieron estos textos,
fundaron estas casas, dijeron estas cosas, pero el Espíritu que inspiró y movió
todo ello, el Espíritu al que ellas siguieron, escucharon, por el que se
dejaron conducir no es aferrable, y siempre tiene nuevas luces, nuevos
impulsos, nuevos torrentes, ayer, hoy y mañana. Cuando no dejamos que estas
personas sigan vivas, cuando las volvemos estatuas o estampas, textos sin
contextos, las acomodamos a nuestra vida, a nuestros preconceptos y las “secamos”.
Jesús, en
Marcos, propone el discipulado como una nueva “casa” (domus, en latín,
de donde viene “domesticar”), en ella Jesús habla y explica, celebra y festeja,
es casa de una comunidad (no es un monoambiente, por cierto).
Estamos en
tiempos de intenso individualismo: la espiritualidad y los cantos son
individuales (“ven a mi vida”, “se mueve en mi”, “llévame…”) e intimistas en
los que no hay “nosotros”; y la sociedad se guía con el mismo espíritu, (“mi
libertad”, “cada uno se las debe arreglar”), la libertad, por ejemplo, no es la
vida de un pueblo sino “mía”.
Ciertamente
no es esa la vida de Jesús que se vive en “asamblea” (en griego ekklesía,
de donde viene Iglesia) y se expresa en el amor; el seguimiento de Jesús
siempre supone otros… muchos otros. La relación “Jesús y yo” es evidente
manifestación de un Jesús domesticado, un Jesús muy parecido a mí, hecho – por mí
mismo – a mi “imagen y semejanza” … Así podemos ver, además, que se muestren
personajes que en su tiempo se dejaron conducir a lo inesperado por el Espíritu
Santo, pero a los que se los ha manipulado, domesticado, acotando sus
novedades, desafíos, profetismos e inseguridades.
Resulta
curioso, en ocasiones, escuchar hablar de, o citar a grandes personajes, pero
huecos de toda novedad, acomodados a nuestros propios preconceptos y vacíos de
toda espiritualidad. No está de más recordad la cantidad muy importante de
veces que los profetas (y no solo ellos) supieron cuestionar los ritos bien
hechos, los actos de culto realizados “como se debe”, pero vacíos de la vida
que debería buscar ser fiel al proyecto de Dios para su pueblo. No es cuestión
de citar a Mugica, Romero, Casaldáliga, Angelelli o quien se quiera… Fueron
personajes maravillosos por medio de quienes sopló el Espíritu en su tiempo y
espacio, sin duda, pero es ese mismo espíritu el que ayer los impulsó y hoy
quiere seguir impulsando a su pueblo; no se trata de su “carne”, tiempo y
espacio o praxis, sino que – partiendo de ella, sin duda – discernir por dónde
sopla hoy el Espíritu de Dios, para que Romero, Mugica, y tantas y tantos
testigos, no sean una estampita sino una palabra que hoy nos sigue desafiando y
cuestionando e impulsando a un mañana nuevo.
Imagen tomada de https://amerindiaenlared.org/contenido/20502/recuperar-el-halito-del-espiritu/
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