sábado, 4 de enero de 2025

No hay muerto malo…. Y Lanata

No hay muerto malo…. Y Lanata

Eduardo de la Serna


Dicen que “no hay muerto malo”, y si alguien osare criticar a un muerto, salen voces tipo ¿cómo vas a decir eso? (el sentimentalismo parece que puede más), y hasta hay quienes osan avanzar: no podés decir eso de alguien que no se puede defender…

La reciente muerte de Jorge Lanata parece haber hecho cundir por doquier esta imagen. Y lamento ser disruptivo… (no exclusivo, por cierto).

Quiero comenzar comentando algo sobre otro muerto reciente: Jimmy Carter. Es cierto que en sus últimos tiempos se hizo pública su defensa de los Derechos Humanos en el mundo, pero – que me perdone don Jimmy – no puedo olvidar que, siendo presidente de los EEUU, monseñor Oscar Romero le escribió una carta pública pidiéndole que no envíe más armas a El Salvador porque eran utilizadas para asesinar salvadoreños. No tuvo respuesta, ¿cómo osa un simple obispo de una republiqueta bananera pretender poner límites al Emperador? Además, todos saben, especialmente los republicanos, que la venta de armas pone en movimiento el aparato productivo de los EEUU… Carter tampoco se puede defender (como no pudieron las decenas de miles de personas asesinadas con armas gringas).

Pues bien… volvamos a don Jorge. Creo que nadie negará que Lanata era una persona muy creativa, y, además, alguien que sabía comunicar muy bien. No vienen al caso referir anécdotas varias que conozco de primera mano, desde los tiempos de Página 12; tampoco cuando en un nuevo emprendimiento editorial fundó un nuevo diario del que huyó dejando en la calle a decenas de trabajadores. Con un ego del tamaño de su cuerpo, creyó parecerse a Michael Moore e hizo un documental sobre la Deuda externa en la que parecía no haber responsables importantes, ni Martínez de Hoz, ni Cavallo, ni el FMI fueron denunciados claramente… Del mismo modo cuando intentó aparecer con casco como corresponsal de guerra, o amagando ser historiador publicando dos tomos sobre los “Argentinos”. Ya aparecía el Lanata que reservaba la rebeldía para los gestos, la ropa y los modos, pero dejando atrás los contenidos. Recuerdo cuando la revista “Veintitrés” (fundada por él, entonces como “Veintiuno”…) conmemoró los 10 años (él habló en el acto, aunque la revista ya estaba en otras manos) que fingió no comprender el destrato que le propinó Hebe de Bonafini.

Mi amiga María Fernanda sostiene que el único argentino que resiste un archivo es León Gieco… pues bien, es evidente que Lanata no lo resistía. Su posición ultracrítica a Clarín mutó a ser su periodista estrella. Y allí mostró su capacidad puesta al servicio no de informar, no de comunicar noticias, sino de operar al mero servicio de los intereses de los amos. No extrañó a nadie – se llama corporación – que recibiera Martín Fierros, ¡y hasta de oro!, aprovechando, entonces, los micrófonos y el rating para seguir operando. Nadie ignora su campaña contra “la Morsa”, el aliento a las retroexcavadoras patagónicas o su apoyo a las tareas encomendadas a otro operador, este desde el escenario del poder judicial, Claudio Bonadío, y decenas de perversidades más. Es evidente que haber comenzado desde el buen periodismo le fue útil para travestirse en operador político simulando seguir en el servicio de la comunicación, pasando a otro tipo de “servicio”. Muchos entendimos tarde por qué Bernardo Neustadt lo señaló como su sucesor en lo que algunos creyeron periodismo puesto al servicio de “Don Dinero”, es que “habemos” quienes creemos que el periodismo es otra cosa.

 

Foto tomada de https://redaccionrosario.com/2011/03/23/11397/

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