La resurrección es el regalo de Dios a todos sus amigos por igual
DOMINGO TRIGESIMOSEGUNDO - "C"
Eduardo de la Serna
Lectura del segundo libro de los Macabeos 6,1;
7, 1-2. 9-14
Resumen: el tiempo de los llamados “Macabeos”, en el contexto de las persecuciones llevadas a cabo por Antíoco IV se caracterizaron por una profundización en la reflexión teológica en lo que respecta al sufrimiento del inocente. El martirio pone en crisis la teología, y surgirá en algunos ambientes, la confianza en que Dios resucitará a los fieles. Así, siete hermanos son martirizados y ellos confiesan de modo creciente esa confianza.
Los dos libros de los Macabeos representan dos teologías muy diferentes. El primero se encuentra más cerca de la perspectiva sacerdotal, mientras que el segundo es más “popular”, y está más cerca de una perspectiva laical. Éste último, que se lee en la liturgia de hoy, manifiesta una firme confianza en la resurrección futura de los muertos. El martirio de aquellos que se mantienen fieles a las leyes de Dios resulta fuertemente crítico para la teología judía. Era de esperar que Dios bendijera a los buenos-justos y castigara a los malos-injustos, pero la realidad parece muy otra. Y ya no se trata solamente de que los buenos no parezcan bendecidos, sino que directamente son asesinados por vivir coherentemente con la voluntad de Dios. ¿Dónde está Dios? Esta pregunta –que es la pregunta de todos los tiempos ante el sufrimiento del inocente- encuentra en algunos ambientes una respuesta: la resurrección. Sin duda en un primer momento por resurrección ha de entenderse que Dios “re-creará” a los buenos para que vivan bien y felices esta misma vida (es decir, continuarán comiendo y bebiendo, engendrando hijos y padeciendo lo cotidiano).
En
tiempos de Antíoco IV (año 168 a.C.) , la situación fue muy grave para los
judíos fieles: se quemaron los rollos de la Ley, se realizaron juegos
gimnásticos en el Templo, profanándolo, y se obligó a la población a comer
carne de cerdo. Este es el contexto de la lectura; entre muchos, una madre será
testiga del asesinato de sus siete hijos (el número tiene –como es sabido- una
fuerte connotación simbólica) que no aceptan la obligación de comer carne
porcina; esto es consecuencia del buen ejemplo dado (6,28) por Eleazar también
en su martirio. Uno a uno sus hijos enfrentan la muerte confiados –precisamente-
en la resurrección futura que esperan. El texto litúrgico abrevia
considerablemente el texto (de los 41 versículos se leen 16; sin duda
suficientes para tener idea del tema y ubicarlo en su contexto. Es bueno leer
todo el texto a fin de señalar la crueldad creciente del “rey” y la fidelidad
de los hermanos y su madre (y ver cómo evoluciona también el pensamiento a
medida que se despliega). A nivel narrativo el relato crea un suspenso luego de
la muerte de los seis primeros (que confiesan cada vez con más claridad su
confianza en la resurrección) introduciendo un discurso de la madre a su hijo
menor. Así se añade un nuevo elemento, que tanto ella como éste señalarán que
es el valor expiatorio de la muerte en favor de su pueblo.
Lectura de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica 2, 16-3, 5
Resumen: El autor invita a los destinatarios a rezar por él y los suyos a fin de que a todos llegue el consuelo y la “buena esperanza”, pero también que la Palabra de Dios se siga propagando a pesar de las dificultades que algunos ponen a su propagación. Pero Dios no se desentiende de los suyos.
El clima del final de la segunda carta a los Tesalonicenses es de oración para que el consuelo que viene de Dios llegue a los “hermanos”. El amor de Dios es la fuente de este consuelo. La “consolación eterna y la buena esperanza” aluden al futuro pero de la vida presente. Sin oración, la vida es estéril.
En 3,1 resume (loipòn),
por lo que el texto es a su vez comienzo y final de lo antedicho. Nuevo comienzo
que a su vez concluye con una nueva oración. La referencia es a la “palabra del Señor”, que esta se
propague. Pero a su vez alude a personas malignas que se oponen a esa palabra.
En este sentido, la referencia al “maligno” es posible que no esté aludiendo a
un ser espiritual, sino concretamente a estas personas que se oponen a la
Palabra aunque de un modo personalizado. Hay, entonces un contraste entre el
anuncio de la palabra y la oposición a la misma. La oración por “nosotros” (“Pablo” y su grupo,
probablemente) incluye verse libres de estos malignos con el fin de que la
palabra se propague. Sin embargo, la nota es claramente consoladora (3,3)
remarcando la fidelidad de Dios, él es creíble. La ironía se ve claramente en
griego, por el juego de palabras: “pues no de todos (es) la fe (pístis), creíble (pistós) es el Señor” (3,2.3).
+ Evangelio según san Lucas 20, 27-38
Resumen: los saduceos, que no creen en la resurrección, le plantean a Jesús una pregunta mostrando el absurdo de esta teoría. Pero Jesús, recurriendo a la misma Ley y a las tradiciones les muestra su fundamento bíblico y enfrenta su teología conservadora.
No es mucho lo que sabemos de los “saduceos históricos” puesto que la secta parece haber desaparecido con la destrucción del Templo por parte de los romanos en el año 70, y los escritos que tenemos son fundamentalmente posteriores a esa fecha y además bastante anti-saduceos. Sin embargo, distintos autores que no se conocen entre sí (como los escritos del Nuevo Testamento [ver Hch 23,8], el historiador Flavio Josefo y escritos rabínicos) coinciden –entre otras cosas- en señalar que “los saduceos no creen en la resurrección”. Y este es el tema del Evangelio de hoy.
Por
Flavio Josefo sabemos que no aceptan los mismos libros de la Biblia que los
fariseos, no aceptan –por ejemplo- la tradición oral, como éstos:
“Lo que yo ahora explicaría es esto: que los Fariseos han dado a la gente muchos mandamientos por la tradición de sus padres, que no están escritas en las leyes de Moisés; y por eso es que los Saduceos las rechazan, y dicen que debemos estimar como obligatorias sólo aquellos mandamientos que están en la palabra escrita, y no debemos observar aquello que es sacado de la tradición de nuestros antepasados” (Josefo, Antigüedades judías 13:297).
Lo
que no es evidente es qué significa “las
leyes escritas”. Es decir, los saduceos, ¿sólo aceptan los libros llamados
de la Ley (= el Pentateuco)? No es evidente, ya que el primer libro de los
Macabeos, que parece cercano a la teología saducea, cita el Salmo 118 en 4,24,
y cita Sal 79,2-3 en 1 Mac 7,16-17 (“según
la palabra escrita…”). Ahora bien, es evidente que si niegan la
resurrección no consideran textos inspirados ni el libro de Daniel (ver 12,2)
ni 2 Macabeos (7,9.11.14.23, texto de la primera lectura) donde se habla
expresamente de la resurrección.
Una nota sobre los
saduceos. La secta saducea toma su nombre de Sadoq, sacerdote de tiempos de
David (2 Sam 15,24-37; 17,15; 19,11-12). Hay diferentes opiniones entre los
estudiosos, pero hay consenso en que la secta está conformada por la élite
sacerdotal de Jerusalén. Tuvieron conflictos en tiempos de los Macabeos a raíz de
la elección del Sumo Sacerdote, y también se enfrentaron con la secta de los
esenios por el mismo motivo (por eso algunos de estos deciden seguir a uno al
que llaman “Maestro de Justicia” yéndose al desierto en el Mar Muerto). En
tiempos romanos, en especial desde los “Herodes”, su relación con el poder
político fue de mutuo entendimiento y negociación. Su posición y teología es
abiertamente conservadora.
El
punto de partida de los saduceos en el Evangelio de hoy es la llamada “ley de levirato”. Esta ley (Dt 25,5) establece que el hermano de un muerto
debe engendrar un hijo con la viuda si aquel no hubiera dejado descendencia a
fin de que la herencia continuara su línea familiar. El tema –ciertamente
extraño a nuestros oídos- tiene sentido en la herencia y la tierra a fin de
evitar su entrega o su dispersión. “… el
primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano difunto; así su
nombre no se borrará de Israel”. El objetivo según los saduceos es “levantar [exanístêmi] la semilla del hermano”
(v.28, la frase no se encuentra en Dt 25, sino que es semejante a lo que se
encarga a Onán en Gen 38,8 pero éste se niega a hacerlo eyaculando en tierra,
de allí el castigo de Dios por negarse a dar descendencia a su hermano muerto,
seguramente con la intencionalidad de apropiarse de la tierra de su hermano
mayor). El verbo exanístêmi es un
compuesto de anístêmi, “levantar” que
suele usarse en el sentido de alzarse, ponerse de pie, pero también puede
usarse de “resucitar” (cf. 9,8.19; 16,31; 18,33; 24,7.46).
El
planteo hecho por los saduceos intenta combatir por el absurdo la teoría de la
resurrección imaginando siete hermanos que no dejan descendencia (¿en alusión
irónica y descreída a los siete hermanos martirizados con esperanza en la
resurrección en 2 Macabeos 7, libro que –como dijimos- los saduceos rechazan?).
La
respuesta de Jesús (vv.34.35) hace mención a “este mundo / esta era” (ver 16,8) y el “otro mundo / otra era” (ver 18,30). “Ser considerados dignos” (cf. Hch 5,41; 13,46) en voz pasiva indica
que es Dios el que los considera tales. La referencia a “la resurrección de los muertos” (v.35) [“en aquel mundo y en la resurrección de los muertos”] muestra que
Lucas define la “nueva era / mundo”
como el tiempo de la resurrección. En este nuevo tiempo no “se casarán ni serán dados para casamiento”
(la voz activa y la voz pasiva en este caso alude a varones y mujeres, ya que
estas no “se casan” sino que “son dadas en matrimonio”); pero esta práctica
alude a algo propio de “este mundo”,
como se ve también en Lc 17,27 (cf. 1 Cor 7,38-39).
El
texto está construido evidentemente en paralelismo antitético:
Hijos de este mundo / Se casarán o serán desposados
Los dignos de aquel mundo / no se casarán o serán
desposados
La
referencia a la resurrección –que recién mencionamos- como sinónimo de “aquel mundo” rompe un poco el paralelo,
y puede haber sido añadida por Lucas para reforzar la idea. Por otra parte, la
típica concepción de la escatología judía de los “dos eones” (= dos eras) es
evidente en el texto.
Una nota sobre los
dos eones: la referencia a este tiempo y el tiempo futuro es frecuente en la
literatura bíblica cuando se empieza a desplegar la escatología. Pero no es
unánime el modo de entenderse. Es muy posible que para los primeros cristianos
(¿y para Jesús?) no haya que entenderla como dos períodos sucesivos sino que “aquel tiempo” (o era, o mundo) se pueda dar en el seno
de este mismo eón [el término eón viene del griego aiôn que es el término usado aquí y que se puede traducir también por
“era”, “mundo” o “tiempo”]. En Pablo es evidente –por ejemplo- que los que
viven en el tiempo del espíritu (los “espirituales”) están viviendo en “este tiempo”, pero no deben ser “carnales”,
es decir “de la era de la carne” ya
que hemos recibido el don escatológico del espíritu. Es decir, no se refiere a
un futuro indefinido (“cielo”) sino
al presente, pero que no podemos mirar o volver al modo de vida del pasado eón
(ver 1 Cor 3,1; o Ga 5,16-25). Es evidente que –especialmente por el añadido “en
la resurrección”, Lucas proyecta el tema
a una “escatología final”. Como se ve
en 17,22-35 los días de Lot, o de Noé son tiempos donde se come, bebe,
comercia, de casan. No se lo afirma negativamente –por cierto- pero se señala
que hay un después que cambia todo, como con Noé y el diluvio, Lot y la
destrucción de la inhospitalaria Sodoma. Como la resurrección.
Los
cuerpos serán distintos en este mundo y en aquel. La procreación sexual es
vista aquí como perpetuación de la vida a causa de la mortalidad. Ahora bien,
si “ya no mueren” ya no tiene sentido
–así entendido- el matrimonio. Ser “como
ángeles” (isággelos, única vez en
el NT) alude a “seres espirituales”.
Es interesante que mientras el Salmo 104 en hebreo decía: “tomas por mensajeros
(mal’ak) a los vientos (rûh) / a las llamas de fuego por
ministros (srd)” en el griego afirma:
“hizo a sus ángeles (ággelous)
espíritus (pneúmata) / y a sus
ministros (leitourgóus) fuego
ardiente” (Sal 104 [103] 4). Los ángeles son seres espirituales. El apócrifo
llamado de Henoc afirma que debe dirigirse a los “vigilantes celestiales” y decirles de parte de Dios:
“Ustedes, santos espirituales, vivos con vida eterna, se han hecho impuros con la sangre de las mujeres, en sangre mortal han engendrado, sangre humana han deseado, produciendo carne y sangre como hacen los que son mortales y perecederos (…) Ustedes, por el contrario, eran al principio espirituales, vivos con vida eterna, inmortales por todas las generaciones del universo. Por eso no les di mujeres, pues los espirituales del cielo tienen en él su morada” (1 Hen 15,4-7).
Ideas
semejantes se encuentran en otros escritos apócrifos, como 2 Baruc, e incluso
en Pablo (1 Cor 15,35-50). Ser “hijos de
Dios” e “hijos de la resurrección”
son sinónimos en este caso (v.36); en 10,6 se dice “hijos de la paz”, en 16,8 “hijos
de la luz” (en contraste con “los
hijos de este mundo”). Es interesante que “hijos de Dios” es un modo de aludir a los ángeles especialmente en
la literatura apocalíptica releyendo Gen 6,2 (a eso alude –por ejemplo- el
texto de 1 Hen citado más arriba).
Tampoco
es evidente qué debe entenderse por “ángeles” (algo en lo que los saduceos no
creen, como señala Hch 23,8). Sin duda son seres espirituales, pero su función
no siempre es entendida de modo unánime: su nombre indica “mensajeros”, pero
esto puede indicar a los mensajeros de un anuncio divino, o también a los que
llevan ante Dios el culto vivido rectamente, o también los intérpretes de un
“misterio”. Tampoco es evidente si los ángeles tienen sexo. La referencia a Gen
6 que recién señalamos, y algunos textos apócrifos permiten entender a los
ángeles como varones. E incluso a veces, parecen circuncidados. Un texto del
mismo libro de Henoc parece que también debe entenderse de este modo:
“Ustedes, por el contrario, eran al principio espirituales, vivos con vida eterna, inmortales por todas las generaciones del universo. Por eso no les di mujeres, pues todos los seres espirituales tienen en él [en el cielo] su morada” (1 Hen 15,6-7).
Sin
embargo, esta imagen masculina de los ángeles no es unánime. Y resulta evidente
que en el texto de la discusión con los saduceos Jesús entiende que los ángeles
no tienen sexo (sobre esto volveremos enseguida).
La
frase de Jesús citando Ex 3,6 corrige un poco el texto de Marcos ya que en este
Dios le dice a Moisés que es “el Dios de Abraham…”, en Lucas, en cambio, Moisés
dice (o “hace conocer”, “revela”, ¡en
presente!) a Dios (= Señor) como el “Dios
de Abraham…” Moisés es autoridad en Lucas (16,29.31; 24,27.44; Hch 3,22;
26,22).
“Entonces”
(dè) Dios es Dios de vivos, en el presente es Dios de Abraham, de Isaac
y de Jacob. La frase “todos viven para él”
es ambigua en griego. Puede querer significar presente continuo porque para
Dios no hay tiempo, o que están presentes “en
él”, en el sentido de que Dios los “levanta”.
El apócrifo 4 Macabeos dice que los mártires confían en vivir “como nuestros padres Abraham, Isaac y Jacob
que viven para Dios” (4 Mac 7,19; cf. Rom 6,10).
Sin
embargo es probable que al señalar que Yahvé es el Dios de Abraham, Isaac y
Jacob no esté señalando que es el Dios al que ellos adoran, sino que es el Dios
que se ocupa de ellos.
El
llamado Testamento de Judá afirma: “Luego
volverán a la vida Abraham, Isaac y Jacob…” (25,1). Es posible que la idea
–expresamente ligada a la resurrección- es que Dios los devolverá a la vida por
la fidelidad de Dios a sus amigos. Ellos no quedan abandonados a la muerte
definitiva en el Sheol. Es importante recordar que la idea de la resurrección
empieza a cobrar fuerza en Israel especialmente a raíz de la dura experiencia
del martirio. ¿Dónde está Dios que permite que asesinen a sus fieles? Pues Dios
los resucitará. Y esa resurrección –como tantas cosas en Israel- se remonta a
los orígenes.
La
referencia a que los muertos y resucitados “ya
no pueden morir” (que como vimos está dicha de los ángeles en el libro de
Henoc) y destacar que son “como ángeles” es también polémica con
los saduceos que –como se dijo- no creen en ellos. El uso de “hijos de Dios” que –como también
señalamos- alude a los ángeles en las relecturas de Gen 6 viene a aludir que
también el tema de los “ángeles” se remite a la Torá. Es decir:
puesto que los saduceos hacen un planteo a Jesús con citas de la Torá, él no
puede responder con textos proféticos (como Dan 12,2) ya que los profetas no
tienen la autoridad que tiene la Torá. Por eso Jesús remite al Éxodo y a
Abraham, Isaac y Jacob. Y lo mismo hace al referir a los ángeles como “hijos de Dios” leyendo Gen 6. Sin duda
Jesús está cerca de la teología de los fariseos en todos estos temas.
Una nota desde una
perspectiva de género:
no hay duda que la mirada de los saduceos en particular (y de los judíos de
tiempos de Jesús en general) es una mirada desde el varón. Los sectores
sacerdotales eran particularmente androcéntricos, como el libro del
Eclesiástico lo manifiesta; la mujer cuenta para dar descendencia a uno de los
siete hermanos. “¿De quién será mujer?”
es la pregunta. La mujer es “de” un
varón, sea este su padre o, luego, su marido. No importa la mujer, importa la
posesión, en la pregunta de los saduceos. Del mismo modo en ciertas
concepciones sobre los ángeles –como vimos- estos son varones y no precisan
mujer ya que como viven para siempre no precisan reproducirse. [Notemos, entre
paréntesis, que este tema de la reproducción visto como “prolongación de la vida” también está latente en el texto. Los
hijos son una suerte de “resurrección”,
los hijos que esta mujer no tiene y no prolonga, “no levanta (¿resucita?) el
nombre” del difunto.] Sin embargo, Jesús asume una imagen de los ángeles
como seres que no tienen sexo, y señala que ellos (mujeres y varones) serán “como ángeles” (isággelos). La mujer –en ese entonces- no podía “tomar marido” sino que era “tomada por esposa” (de allí la voz
activa (para el varón) y la voz pasiva (para la mujer) en referencia al matrimonio (vv.34.35), pero
Jesús remarca la igualdad de ambos géneros “los
que sean dignos de la resurrección”, “en
la resurrección” son “como ángeles”,
“hijos (e hijas) de Dios” y “en aquel mundo”
no habrá quien tome y quien sea tomada en matrimonio.
Foto
tomada de jehuelreal.blogspot.com
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