La posverdad. Un desafío
Eduardo
de la Serna
Sin duda a partir del
(inesperado) triunfo de Donald Trump muchos empezaron a preguntarse el “por qué”.
No me interesa, en este apartado, las respuestas políticas, económicas,
sociales que muchos pueden hacer con autoridad. Y no yo. Lo que me interesa es que
el resultado de las elecciones para muchos fue sorpresivo, como lo fue el
triunfo del “brexit” en Gran Bretaña, del “no” en el plebiscito colombiano, o
incluso de Mauricio Macri en Argentina. Dentro de los muchos análisis, en los
últimos días, en diferentes partes del mundo ha sobrevolado un concepto, la “posverdad”.
Ahora sabemos que el término tiene ya un buen recorrido, una historia, unas
aplicaciones, autores, etc. Lo cierto es que la idea supone que hay un mundo,
un “algo”, que cuenta “más allá” (= post) de la verdad. Tanto se la tiene en
cuenta que para el diccionario de Oxford fue considerada “la palabra del año”. Varios ejemplos pueden verse en https://en.wikipedia.org/wiki/Post-truth_politics.
Ya se ha hablado con seriedad
también sobre el concepto de “verdad”. El mundo en general, y habitualmente con
mucha razón y sanidad, rechaza los dogmatismos (salvando las personas más
débiles, que los necesitan como al aire). Quizás también sea una exageración el
planteo opuesto, tipo “la verdad no existe”, “todo es relativo”. Hay datos
duros que constituyen “verdad”. Ganó el “no” en Colombia es “verdadero”, que
determinada cosa ocurrió (fulano murió, mengano quedó sin trabajo, zutano vino
de visita) aunque después podamos rodearlas de comentarios, análisis,
interpretaciones… El hecho verdadero no puede discutirse. ¿O sí?
Precisamente la posverdad se
plantea que no importa el “dato duro”, no importa el hecho verdadero, importa
que “se crea”. ¡Y ya! Y entonces los medios (sean los medios o las redes
sociales, etc.) pueden difundir una mentira con toda naturalidad, lo importante
es que se crea y ¡listo! Aunque luego haya ríos de tinta para desmentirla.
Desde hace años vemos en las
redes sociales que amigos nos mandan cosas que debemos alertarles que no son
ciertas: que un discurso de un cacique en la ONU, que una donación de medicamentos
por vencer, que fulano esto o aquello, etc. Los creadores de la información
saben que no es verdadera, los difusores lo creen. ¡Eligen creer! Y no importa
si es verdadero o no, lo que importa es que “quiero creerlo”, y me vuelvo
difusor de ese “dato”. La eterna sospecha en confabulaciones, o la imagen habitual de la conspiración (y los numerosos malos: "los migrantes", "los judíos", "los K", "la Iglesia") lleva a creer. Lleva a querer creer.
El jefe de la campaña del “no”
en Colombia, Juan Carlos Vélez Uribe, lo dijo claramente: no nos interesó
debatir los acuerdos, lo bueno o lo malo. Sólo nos interesó “que la gente ¡vaya a votar verraca!” Lo
mismo dijo Jaime Durán Barba a los candidatos del macrismo: no digan lo que van
a hacer, a nadie le interesa. Hablen de la familia, hagan un chiste… Y lo mismo
se afirma de Trump frente a la gente “enojada” por los gobiernos anteriores. Lo
que importa es tocar los sentimientos, no la razón. No la verdad.
Ya lo afirmaba un viejo dicho
italiano: “si non è vero è ben trovatto”
(si no es verdadero, está bien encontrado). Lo importante es mover al enojo
acá, a la alegría allá y listo, sea con globos o refranes o promesas. Nada que
mueva a la inteligencia. “El gobierno anterior robó todo”, listo… mueve al
enojo. Y se repite. “La inflación está bajando”, “ya pasó lo peor”… “¡estamos
ganando!”
Y no está de más preguntarnos,
como cristianos, ¿cómo anunciar el Evangelio ante esta realidad? Sin duda hay
mucho del “éxito pentecostal” allí. Quiero creer en un Dios titiritero, quiero
creer que mi hija está mejor, quiero creer que puedo (“tú puedes”) salir del
alcohol… Incluso los estudios de psicología social sobre “la conversión”
muestran esto con profundidad. El paso para un proceso de conversión se da en
una motivación sensible (cercanía, abrazo, visita) pero una vez dado el paso,
cuando se pregunta por la motivación, esta se expresa como “verdad”: “lo
anterior no me parecía”, “eran mentirosos”, “es más sensato”, etc…
Hace ya un tiempo escribí
sobre esto en mi blog:
«Desde distintas perspectivas, la sociología contemporánea ha trabajado y pensado el tema que se llama la “conversión”. Incluso en buenos comentarios bíblicos de hoy: por ejemplo, la búsqueda de conversiones – lo que es propio de las sectas proselitistas como era el cristianismo de los orígenes – es vista como “acciones encaminadas a incorporar personas percibidas como extrañas dentro de una comunidad particular de modo que acepten los puntos de vista sostenidos por dicha comunidad” (M. Goodman [1994]). Visto, en cambio, desde el que acepta este proceso, se lo presenta como “la reorientación de la mente de un individuo, el paso deliberado de una forma anterior de piedad a otra, un paso que implicaba la conciencia… de que lo antiguo era equivocado y lo nuevo era correcto” (A. D. Nock [1933], el autor fundamental para comprender la moderna investigación sobre el tema). (…) Los modernos estudios psicológicos, sociológicos y antropológicos “muestran que, sin minimizar el papel que juegan las motivaciones religiosas o filosóficas, es necesario considerar también los factores psicológicos, sociales y culturales que inciden en el proceso de conversión” (S. Guijarro [2013]), “hay abundantes factores personales y sociales que proveen un campo fértil para que las nuevas religiones, como el cristianismo, para las que el movimiento cristiano fue simplemente exitoso” (J. T. Sanders [2002])». http://blogeduopp.blogspot.com.co/2013/05/converso-eduardo-de-la-serna.html
En este clima de posverdad,
creo que la predicación del Evangelio se encuentra ante un gran desafío.
Especialmente porque no puede utilizar el inescrupuloso criterio de la
publicidad, la mentira o la manipulación (y si algunos los utilizaran – ¡y los
utilizan! – su conciencia y – ojalá – sus comunidades deberían reprenderlos). Y
la doctrina social de la Iglesia también debería sentirse desafiada, exigida a
no renunciar a aquello que debe anunciar aunque podamos revisar los modos y los
medios.
Mientras tanto, con la
poderosa complicidad de los Medios de Comunicación, el uso de las redes sociales
(y sus granjas de trolls) la verdad parece quedar guardada “hasta que lleguen mejores
días…” (Serrat).
Foto tomada de http://doctorpolitico.com/?p=48137&cpage=1
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