Desde el cielo se nos dice a todos que Jesús viene
a nuestra historia
EL BAUTISMO DEL SEÑOR
Eduardo de la Serna
Lectura del libro del profeta Isaías 42, 1-4. 6-7
Resumen: El llamado canto del “siervo sufriente de Yahvé” presenta
diferentes interpretaciones. Pero lo que se dice de él se dice también de
(parte de) Israel. El grupo que vuelve del exilio debe presentarse como modelo
y liberador para los demás judíos de otras regiones de la dispersión y de la
misma tierra de Israel.
El texto litúrgico de hoy pertenece al llamado “primer canto del siervo sufriente de Yahvé”. Estos cantos (habitualmente se habla de cuatro, aunque no es unánime) son bastante controvertidos en su interpretación. ¿A quién se refiere? ¿Quién es este “servidor”, “elegido”…? Se ha pensado en el grupo cautivo en Babilonia que está por regresar a la tierra, y su sufrimiento es visto como “vicario” por los pecados de todo el pueblo. Pero también se piensa que se refiere a un (pequeño) grupo que ha regresado a la tierra luego del exilio y no ha sido recibido ni aceptado por los que estaban en la región de Israel.
El himno se dirige (vv.1-4) a alguien desconocido
hablando sobre este siervo también ignorado por nosotros. En v.5 Yahvé mismo
retoma la palabra para dirigirse a partir de v.6 al siervo (vv.6-9 [vv.8-9
parecen remitir a 41,29]) e invita a un colectivo (vv.10-12) a un canto
comunitario. El destinatario es –como se dijo- desconocido, pero lo somos los
lectores… Lo que se afirma del siervo tiene connotaciones de semejanza a un rey
(tendrá el espíritu, dictará la ley, implantará justicia, implantará el derecho
cosas que también se dicen de los reyes asirios y babilonios), se parece al
libertador del que habla en c.41. Pero eso mismo se ha dicho de Israel en
41,8-10 (cf. 44,2.21; 45,4; 48,20). Es posible, entonces, que se refiera a
Israel, o a los deportados o de la diáspora. Es posible que los judíos e
israelitas que están dispersos se encuentren en un proceso de pérdida de la
propia identidad, de asimilación a la cultura imperial, e incluso de sus
dioses. A algunos del exilio, entonces, los invita a ser “luz” (v.6).
Este “servidor” tiene una tarea que realizar, por
eso recibe el “espíritu” de Yahvé (cf. Núm 11,25.29). Es la fuerza para ejercer
la conducción. Debe producir justicia, derecho, decisión (mispat, 3
veces en vv.1-4) es una intervención liberadora. Entre las dos referencias al
mispat de v.1b y v.4b destaca que se caracteriza por “no hacer” siete cosas:
- No gritará
- No alzará la voz
- No hará oír su voz (v.2)
- No quebrará (a) la caña
- No vacilará (b) la mecha humeante (v.3a)
- No vacilará (b’)
- No se quebrará (a’) (v.4a)
Queda poco de esperanza (“caña quebrada / mecha mortecina”;
cf. 1 Re 14,15; 2 Re 18,21; Is 43,17; Ez 29,6), pero este “rey” no lo dejará
perder. Los demás exiliados podrán dejarse conducir por el Israel cautivo en
Babilonia que los ayudará a concretar la liberación.
Dirigido al servidor a partir de v.6 se afirman
cuatro cosas: llamar / tomar de la mano / reservar y poner lo cual tiene
relación a los dos extremos del horizonte: el país y las islas (es lo que se
llama un merismo que consiste en aludir al todo destacando dos elementos
extremos, como “cielo y tierra”). Y lo que se destaca que hará tiene que ver
con las realidades sociales y políticas (cárceles, cadenas…). En realidad
“abrir los ojos” tiene que ver frecuentemente con la liberación de la cárcel,
ya en relatos babilónicos como en el AT (cf. Is 61,1).
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38
Resumen: Un importante discurso de Pedro sobre el envío de Jesús a predicar a los judíos se verá abruptamente interrumpido por una intervención del Espíritu Santo que lo hará cambiar de actitud. En este discurso hace alusión breve a Jesús en la historia desde el Bautismo de Juan hasta la crucifixión. La primera parte forma parte del texto del día.
Resumen: Un importante discurso de Pedro sobre el envío de Jesús a predicar a los judíos se verá abruptamente interrumpido por una intervención del Espíritu Santo que lo hará cambiar de actitud. En este discurso hace alusión breve a Jesús en la historia desde el Bautismo de Juan hasta la crucifixión. La primera parte forma parte del texto del día.
En el Libro de los Hechos, los discursos de diferentes personajes ocupan un lugar muy importante. En el texto de hoy tenemos uno de los temas centrales del libro, por lo cual la escena parece repetirse una y otra vez con la evidente finalidad de mostrar que la recepción de los “paganos” en el grupo de discípulos es algo motivado por expresa determinación del Espíritu santo. En este caso se trata de la responsabilidad expresa de Pedro (con todo lo que este personaje significa en Hechos) como responsable principal en esta recepción. Un pagano, Cornelio será recibido a partir del bautismo en la comunidad. Pero para dar ese paso fundamental se hace necesario que el espíritu santo intervenga activamente (visiones e interpretaciones). Luego de las escenas que presentan y preparan los hechos, Pedro pronuncia un discurso que es el texto litúrgico del día. Comienza con “Pedro tomó la palabra” (v.34) y pasa a una nueva escena cuando afirma que “Estaba Pedro diciendo estas cosas…” (v.44).
En los discursos cristianos (hay otros no
“cristianos”) en Hechos, es habitual una serie de referencias a la síntesis de
la obra de Cristo a partir de su pascua centralizado en la muerte y
resurrección con breve referencia a su historia. El texto de la liturgia de hoy
es el que más referencias al “pasado” de Jesús tiene, aludiendo desde su
bautismo por parte de Juan (v.37) hasta los milagros o exorcismos (v.38)
siguiendo el esquema propio de Lucas. La referencia al bautismo es la que
motiva su incorporación en la liturgia del día.
La primera parte del discurso (la que hace
referencia a que Dios “no hace acepción”, literalmente: “no mira parcialmente
la cara”; prosôpolêmptês se encuentra aquí por única vez en la biblia,
se origina en prosôpon que es la cara, el rostro; cf. Rom 2,11; Ef 6,9;
Col 3,25; Sgo 2,1.9) hace referencia, precisamente a la incorporación de no
judíos, por iniciativa de Dios, en el grupo de discípulos. En la Biblia,
habitualmente es un término judicial y se cuestiona a los jueces que hacen
“acepción” (prosôpon) en favor de los que los han sobornado, o de los
ricos contra los pobres (Dt 1,17; 16,19; Sal 82,2; Pr 24,23; 28,21; Sir 42,1;
Mal 2,9) destacándose claramente que Dios, como juez justo, no la hace (Dt
10,17; 2 Cr 19,7; Job 34,19; Sir 35,13, cosa que repite el NT, cf. Ga 2,6; 1 Pe
1,17 además de las citas señaladas más arriba). Con una cierta tonalidad
judicial, el texto destaca que precisamente porque no las hace, a Dios también
le “agradan” los paganos.
El discurso de Pedro está centrado en la relación
de Dios con su “pueblo” (laos, v.42; cf. v.41). Este discurso de Pedro
se ve interrumpido por una interrupción del Espíritu Santo (v.44) que da razón
al comentario de que Dios no hace “acepción” pero que la historia pasada no
daba cabida.
Una nota sobre la predicación a los paganos: siendo
que todo el AT y los mismos dichos de Jesús no parecían dejar cabida a la
predicación a los paganos, la novedad resulta sorprendente. Es un tema complejo
y sumamente interesante que sobrepasa este espacio y su sentido, pero
destaquemos que –quizás no siendo fiel a los acontecimientos históricos- hechos
presenta a Pedro como el primero en aceptar paganos. Pero no solamente por la
centralidad que este apóstol juega en la primitiva comunidad sino por haber
sido receptor de una intensa visión e intervención del Espíritu Santo, que es
el conductor de la Iglesia. Es decir: algo tan novedoso sólo podía concretarse
a partir de una decisiva intervención divina. Esta intervención es relatada con
insistencia (se repite tres veces la visión y su interpretación en Hch
10,1-11,18). En el discurso de Pedro, de la liturgia del día, Pedro todavía no
ha comprendido, sólo sabe que Dios le encarga hablar a los paganos. Pero lo que
dice es que debe dirigirse a judíos. Recién cuando el espíritu irrumpa (“cayó
sobre ellos”, “lenguas”, v.44-46) se dará el siguiente paso, el bautismo.
El testimonio de los apóstoles (v.39) es tema
central en Hechos desde 1,8 (cf. Lc 24,48) pero ya figura en el fragmento
omitido por la liturgia donde Pedro habla de las apariciones del resucitado y
la responsabilidad de predicar “al Pueblo” (= Israel). Lo que aquí interesa
(por la liturgia del Bautismo del Señor) es la primera parte de la referencia
histórica desde el comienzo hasta el momento anterior a la crucifixión.
La vida o ministerio de Jesús queda expresada
sintéticamente como que “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
Diablo porque Dios estaba con él” (v.38). Ya se ha dicho en otras ocasiones que
en Lucas-Hechos el Diablo aparece como el gran adversario del reino de Dios que
Jesús predica e inaugura. Ya desde las Tentaciones aparece como un “conflicto
de reinos” (Lc 4,6), y que los milagros y predicación de Jesús y los suyos
representan su derrota (cf. 10,18; 13,16), Satanás reaparece en el momento de
la Pasión (cf. 22,3.31; ver 4,13) pero no prevalece. Todo el ministerio de
Jesús, y no solo los exorcismos son vistos como enfrentamiento con el Diablo,
aunque estos sean una manifestación evidente de esta derrota del Diablo y del
paso de Jesús por la historia “haciendo el bien” (hacer el bien, euergeteô,
es algo que es Dios quien lo obra, o en lo que se está invitado a reconocer su
intervención: 2 Mac 10,38; Sal 12,6; 56,3; 114,7; Sab 3,5; 11,5.13; 16,2).
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Mateo 3, 13-17
Resumen: Juan, el Bautista descubre la diferencia entre él y Jesús, y se niega a bautizarlo. Pero el cumplimiento de lo previsto por Dios (= justicia) y la solidaridad de Jesús son su pueblo lo lleva a aceptar bautizar a su Señor.
El bautismo de Jesús –fiesta litúrgica del día- ocurre al comienzo de su ministerio. Desde los orígenes el cristianismo primitivo dio importancia a este hecho, aunque –como veremos- le causó dificultades teológicas. Mateo toma el texto de Marcos con algunos retoques y el añadido de vv.14-15 que expresamente deja constancia de esta dificultad. Veamos esquemáticamente ambos textos:
Marcos 1,9-11
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Mateo 3,13-17
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9 Y sucedió que por aquellos días
vino Jesús desde Nazaret de Galilea,
y fue bautizado por Juan en el Jordán.
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13 Entonces aparece Jesús,
que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para
ser bautizado por él.
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14 Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy
yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?»
15 Jesús le respondió: «Déjame
ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia». Entonces le dejó.
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10 En cuanto salió del agua
vio que los cielos se rasgaban
y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a
él.
11 Y se oyó una voz que venía de
los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
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16 Bautizado Jesús,
salió luego del agua;
y en esto se abrieron los cielos
y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de
paloma y venía sobre él.
17 Y una voz que salía de los
cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».
|
Como se nota, en Marcos, Juan no pone objeción
alguna ante Jesús que viene a ser bautizado, casi como si no lo reconociera,
cosa que se interrumpe con una objeción y diálogo en Mateo, de allí que Marcos
diga que Jesús “vino… y fue bautizado” mientras Mateo destaque que vino
“para ser bautizado”, cosa que ocurre después del diálogo.
Una vez bautizado los cielos simplemente se “abren”
(Marcos 1,10 dice “desgarrar”, el mismo verbo que usa en 15,38 para
hablar de la cortina del templo en la muerte de Jesús). En Marcos Jesús ve los
cielos desgarrados y al espíritu que desciende, mientras que en Mateo la
ruptura de los cielos parece ser vista por todos mientras Jesús ve al
Espíritu.
La voz del cielo se dirige a Jesús en Marcos (“tú
eres”), mientras que en Mateo parece dirigida a todos los presentes (“este
es”).
Una nota sobre el hecho histórico del Bautismo de
Jesús. Es sabido que Juan bautizaba. Probablemente se moviera a lo largo del
rio Jordán bautizando a los peregrinos a Jerusalén. Además, sabemos que tenía
discípulos, por lo que el grupo tenía una cierta teología y un cierto planteo
religioso ante la realidad. No interesa aquí profundizar la relación entre
Jesús y Juan, por ejemplo, si Jesús fue en un comienzo discípulo del bautista,
pero lo cierto es que Juan lo bautizó. Y esto ocasionó dos tipos de problemas a
las primeras comunidades. (1) reconociendo que Jesús es superior a Juan, ¿cómo
es posible que un inferior bautice a un superior?; (2) convencidos que Jesús no
tuvo pecado (2 Cor 5,21; 1 Jn 3,5), cosa que con frecuencia repite en NT, ¿de
qué pecados es que Jesús se manifiesta arrepentido hasta el punto de hacerse
bautizar? Esto provocó que ya Marcos destacara la superioridad de Jesús (“yo
los bautizo… pero aquel…”); Mateo presenta –como vemos- a Juan rechazando el
bautismo; en Lucas no parece haber bautizador (“bautizado Jesús…”) y en Juan
directamente no hay bautismo. Evidentemente al cristianismo primitivo el tema
le resultaba complicado (razón más que suficiente como para saber que realmente
ocurrió).
El cambio de Mateo “para ser bautizado”
permite preparar el paréntesis propio de vv.14-15 donde Mateo dará respuesta a
los interrogantes planteados.
Juna se opone a bautizar a Jesús porque Jesús es “más
fuerte que yo” (v.11) y por tanto puede darle a Juan un bautismo superior, “con
espíritu santo y fuego”. Pero Jesús le dice que “conviene que cumplamos” (notar
el plural) “toda justicia”. El término justicia es propio de Mateo
(3,15; 5,6.10.20; 6,1.33; 21,32; nunca en Marcos y sólo en Lc 1,75 y Jn 16,8.10
en los evangelios), se refiere al sometimiento a la voluntad de Dios. Es decir,
hay algo que Dios quiere en especial para Jesús y para Juan en ese momento
concreto en referencia al bautismo. Jesús ha de manifestar públicamente su
plena solidaridad con el pecado del pueblo y hacerse bautizar. “Cumplir toda
justicia” son las primeras palabras de Jesús en Mateo, y es programa para
mostrar a Jesús, obediente al Padre, y mostrar que los cristianos deben buscar
que “su justicia sea mayor que la de escribas y fariseos” (5,20).
Jesús ve la manifestación de Dios del espíritu, él
recibe ese anuncio de parte de Dios. Y lo que esta voz afirma (¿a los
espectadores?, ¿a los lectores?) es una conjunción de dos citas bíblicas.
“este es mi hijo” es una alusión al Sal 2,7
(ver Marcos); no se dirige a Jesús sino a Juan y a los espectadores porque
Jesús es “hijo” desde el comienzo del Evangelio (cf. 2,15). Es una referencia
al “hijo” entendido en clave real (cf. 2 Sam 7,14). Muerto el rey, el sucesor
será coronado y ungido y a partir de ese momento será “adoptado” por Dios como
hijo. Pero, probablemente para evitar una lectura triunfalista en clave
monárquica, la tradición (ya en Marcos) añade la referencia a la “complacencia”
que parece tomada de Is 42,1 (primera lectura del día). De este modo, la
filiación de Jesús no será triunfal, sino sufriente. El ministerio y la vida de
Jesús empiezan su camino.
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