lunes, 3 de diciembre de 2018

"Viera que lindo es mi pais, paisano". ¡Al fin se fueron los 20!


Viera que lindo es mi país, paisano”. ¡Al fin se fueron los 20!


Eduardo de la Serna



La basura mediática, habitualmente llamados trolls, quiere comparar dos fiestas, una, la del teatro Colón brindada a los visitantes con motivo del G20 y otra una murga, obviamente grotesca. Forma parte de la campaña, evidentemente. Que me permitan, entonces, hacer otras comparaciones. Porque hay otros parámetros, quizás más sensatos. O más justos. Hubo una fiesta llena de presidentes (de izquierda y de derecha, antes que algún trollito me interrumpa), con espectáculos callejeros desde el Cabildo al obelisco. Y después los presidentes caminaron por la calle y la gente los pudo ver, y hasta tocar, si quisiera. Fue el bicentenario del primer gobierno patrio (25 de mayo de 1810). Es más, podemos también recordar que entre los muchos planes para esa fiesta se incluía un fin de semana largo mostrando ciencia y tecnología en pleno centro, cortando calles, claro. El gobierno municipal, del dizque ingeniero Mauricio Macri no lo autorizó y por eso se decidió mudar la exposición a un terreno en el municipio de Vicente López, cedido a tal efecto, con la oposición del macrismo. Tecnópolis. A la que los incipientes trolls entonces llamaban “negrópolis”. Y no puedo menos que recordar a TN diciendo en ese entonces "no venga al centro", quizás luego inspirando a la ministra.

Pero volvamos a la fiesta: multitudes impresionantes caminaban, bailaban, festejaban los 200 años de un sueño que empezaba a ser realidad (con tropiezos, como era de esperar en tantos años; unitarios y federales, civilización y barbarie, conservadores y radicales, peronistas y anti-peronistas... Una grieta, le dicen). En contraste con esto, estos días, parece que hubo otra fiesta. Un montón de presidentes, con otros dueños del mundo (Lagarde no es presidenta, que yo sepa… Infantino preside, me dicen, el mayor "centro de tráfico de esclavos”, pero no un país), pudieron visitar la ciudad. Pero sin ciudadanos. ¡Qué bella es la Argentina sin argentinos! (esos que son tan malos que no importa balearlos por la espalda o dejarlos que se ahoguen, o cosas semejantes… si no saben siquiera organizar un partido de fútbol). Un espectáculo en el mejor teatro argentino, pero sin su ballet estable, con sub-contratados y super-explotados bailarines aptos para las lágrimas de cocodrilo de alguno, los aplausos de otros y la ausencia de la mayoría.

Y queda, sin embargo, una pregunta… ¿de qué sirve el G20? ¿Qué provecho le trae al país organizador? Dejemos de lado los gastos multimillonarios en decenas de cosas justo en el momento en que al gobierno le explota en su cara la crisis auto-generada… ¿qué aprovecha? Y dejemos, también, de lado los papelones del tardío encuentro de mal francés de Michetti, la falta de protocolo musical con el presidente chino al que, para peor, lo recibe un emperadorzuelo que funge de gobernador en Jujuy. Dejemos de lado los 100 desplantes de Trump al presidente anfitrión que mascullaba “-le pertenezco”. Dejemos también de lado que aparece un mirasol grande en el conurbano, que hay lagartijas (gekos, en realidad), serpientes, chimangos y caranchos, hay menos pájaros y más cotorras y hasta un temblor en Buenos Aires, pero nada de hablar de cambio climático, que parece que no existe al decir de Trump, y su coro bolsonarezco. ¿Qué le aporta a nuestro país? ¿A nuestra gente? ¿A los pobres? “Esa te la debo”, dirá el coro oficial. Al fin y al cabo, no es para eso que se realizan estas cumbres. La ciudad sitiada y vacía, sin espectáculos populares ni transporte público supo mostrar para quién era la fiesta, quién importa y quienes no. Y cualquier protesta tiene protocolarmene clara su respuesta de plomo. Y, mientras tanto, para convencernos que tiene corazón, uno llora simuladamente emocionado.



Foto tomada de youtube

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