martes, 1 de diciembre de 2020

Domingo 2 de Adviento B

 Juan, el preparador de caminos

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO – "B"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro de Isaías     40, 1-5. 9-11

Resumen: Un discípulo de Isaías comienza una serie de poemas invitando a Israel, tanto en el exilio como en la tierra de Judá a escuchar la palabra de Dios y reconocer en ella la intervención del Dios de la alianza en la historia.


El así llamado “segundo Isaías” (aunque hoy muchos piensen más bien en una colección de poemas de varios autores) comienza su mensaje de “buenas noticias” para el grupo del pueblo angustiado en el exilio babilónico. En el comienzo (40,1-11) habla Dios, habla “una voz”, luego “otra voz” y finalmente alguien se dirige a Jerusalén / Sión para que ella hable. En el cuerpo del libro parece que el que habla es Isaías, pero en el contexto de 40-55 (“deutero-Isaías”) logra que el texto quede abierto a los lectores.

El autor le habla a un grupo (“ustedes”) de parte de “su Dios”, y lo que dice es dirigido a “mi pueblo”. La fórmula de la alianza se re-fortalece, especialmente en momentos en que parece que Dios la ha olvidado, o roto a causa del pecado del pueblo. La fórmula “su Dios” vuelve a repetirse en v.9; “mi pueblo – su Dios” es fórmula de la alianza, y Dios la reafirma. En ese contexto, el “consuelo” doblemente anunciado es “de parte de Dios”, a causa de su intervención liberadora (vv.2.5.11). Pero los cautivos están en Babilonia, y también quiere dirigirse a Jerusalén (v.2) hacia donde se dirigirán los cautivos al regresar. El pretérito (de destrucción de Jerusalén y cautiverio de los exiliados), es tiempo pasado y se invita a mirar al futuro. Se debe hablar “al corazón” para buscar convencer a la ciudad. Lo que se ha de hablar se enuncia con un triple “que” el cual alude a la liberación (cumplida la milicia / pagada la injusticia / recibido de Yahvé).

Lo que la voz ha de gritar alude al “camino”. El regreso por los 1000 kms de desierto, atravesando los montes y valles de Siria, es aludido de modo simbólico ya que el camino no es “del pueblo” sino de “nuestro Dios” (v.3). Esta manifestación de Dios en valles y montes, rocas y lo escabroso, manifestará a todos que Yahvé ha hablado” (v.5). Esta suerte de intervención divina sobre la naturaleza permitiendo al “pueblo” (en realidad a la elite) regresar del cautiverio es releída como una suerte de “nuevo éxodo”; así como Dios liberó del faraón, liberará de los babilonios; como abrió el mar, abajará las montañas. La hierba y la flor que se marchita parecen aludir claramente a la potencia babilónica a la que se define como perecedera. Lo único duradero y permanente, a pesar de todo, es el Dios de la alianza.

Una y otra vez se invita a un redactor a gritar y hablar (vv.3.5.6.8.9 destaca claramente la importancia y fuerza de la palabra, algo que los babilonios afirman como constitutivo del poder de Marduc, su dios supremo).

De golpe entra en escena un personaje femenino (hay quienes han pensado – y no habría que descartarlo – en que uno de los profetas que conforman el grupo de “deutero-Isaías” sería una mujer) que es llamado Sión / Jerusalén, calificada de “mensajera”. Debe gritar y, además, buscar una altura para ser escuchada por todas las ciudades de Judá. Este grito tiene un triple “he aquí” que destaca el anuncio (su Dios / el señor Yahvé / su salario y paga). Nuevamente el “su Dios” remite a la alianza (v.1) repetida en voz alta a todas las ciudades; esta venida es con “poder” lo que refuerza la “gloria”. Esta imagen viene acompañada de la imagen del pastor (v.11) de quien se destacan los gestos de cariño. La imagen de la fragilidad de corderitos y paridas sin duda se dirige metafóricamente a los que regresan heridos del cautiverio babilónico.

La centralidad en el tema de la palabra (que será más claramente especificada a lo largo del libro de 40-55) es importante, y lo será particularmente en la relectura de la que se apropia el Evangelio del día [ver comentario].



Lectura de la segunda carta de san Pedro     3, 8-14

Resumen: algunos se han introducido en la comunidad cuestionando la confiabilidad del Señor y su palabra ya que no ha venido, como había dicho. El autor destaca que la medida del tiempo de Dios es muy diferente de la humana, y que la demora no está causada por su falsía sino por su compasión.


El contexto literario de la llamada “segunda carta de Pedro” revela que se han introducido en la comunidad “falsos maestros” (algo propio del cristianismo de fines de la segunda generación y la tercera; algo que puede fecharse cerca del año 100 en adelante). Una de las cosas que estos “falsos maestros” intentan introducir en la comunidad es la negación de la “venida” de Jesús ya que nada ha cambiado y ya han muerto “los padres” (= los discípulos directos de Jesús).


… dirán en son de burla: «¿Dónde queda la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres, todo sigue como al principio de la creación». (3:4)

 
A diferencia de ellos que “ignoran” (v.5) el autor afirma que sus destinatarios “no deben ignorar” (v.8, lanthanô) y hace una referencia “distorsionada” del Salmo 90:

"Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche". (90:4); a eso alude el apócrifo de los Jubileos refiriendo a la muerte de Adán, poco antes de cumplir los mil años: “faltándole setenta años para los mil, pues mil años son como un día en la revelación celestial” (Jub 4,30). Probablemente se haya releído en el sentido de referir a lo efímero de la vida humana ante Dios y a la incapacidad humana de “medir” los tiempos. Pero resaltando a Dios como “señor del tiempo”. En este caso, el tema no está en la demora sino en la paciencia de Dios que espera (cf. Num 14,18; Sal 86,15; Jl 2,13; Jon 4,2; Mt 18,26.29; Rom 2,4; 9,22; 1 Pe 3,20):


Y será que, después de los siete días, el mundo que aún no está vigilante, será despertado y morirá el mundo corrupto. Entonces la tierra restituirá a los que en ella dormían, el polvo a los que viven en aquel silencio y las moradas devolverán las almas que les fueron encomendadas. Y se revelará el Altísimo sobre el trono del juicio: pasará la misericordia y será apartada la longanimidad… (4Esd 7:31-33)


 La idea de “paciente con ustedes” indica una acción en favor de… Es el ofrecimiento de la salvación, para que “todos” lleguen a la conversión.

Así destaca una serie de elementos que hemos encontrado en estos días litúrgicos: “el día” del Señor, la venida imprevista “como un ladrón” (cf. 1 Tes 5,2; Mt 24,43; Lc 12,39; Ap 3,3; 16,15). La imagen del fuego como elemento que pone fin a una era es característico. Ante esta situación se dirige de un modo lógico a los destinatarios conminándolos a un modo de vida adecuado a este “día”. De este modo se destaca el contraste entre los cielos viejos y los cielos nuevos, los primeros destruidos por el fuego, los segundos que vendrán según la promesa señalada en aquel “día”; tiempos de “justicia”. Pero para esto es necesaria la esperanza ya que los tiempos de Dios son diferentes a los humanos, pero son tiempos de salvación para “todos”.

Sin embargo, hay un elemento importante: la burla sarcástica pone en duda el honor del Señor; su palabra no es confiable, los tiempos lo indican. El autor quiere “defender el honor” del Señor mostrando tanto un sentido “teológico” del tiempo, para lo que alude al Salmo 90, y a que la palabra es veraz, sólo que su consabida compasión demora la intervención con la esperanza de la conversión. La demora no es indicio de su incumplimiento sino de su compasión.


Evangelio según san Marcos     1, 1-8

Resumen: Marcos comienza su Evangelio. Luego del título presenta la figura del Bautista a la luz de la expectativa judía en la venida de Elías, y preparando el camino de conversión para la llegada de los tiempos esperados.


El comienzo del Evangelio de Marcos está cargado de densidad, por lo que comentar toda la unidad sería mucho más extenso de lo deseado. Veremos, entonces, sintéticamente los elementos que no destaquen la figura de Juan, el Bautista, que parece el motivo principal de su incorporación en la liturgia de Adviento para dedicar particularmente la atención a esta parte.

Marcos comienza su Evangelio con un título, el cual es programático. Nos indica que Jesús mismo es “buena noticia” (= evangelio) ya que es “mesías” (= Cristo) e “hijo de Dios”. Esto es algo que desarrollará en toda su obra que está marcada por estas dos confesiones de fe. Pedro reconoce a Jesús como “el Cristo” (8,29) y un centurión afirma, ante el Crucificado, que verdaderamente era “el hijo de Dios” (15,39). Así, toda la primera parte del Evangelio se dirige al reconocimiento de Jesús como mesías, pero toda la segunda parte pretende mostrar a los lectores “qué tipo de mesías” es Jesús: uno crucificado.

Luego de esta presentación el texto comienza aludiendo al profeta Isaías. Sin embargo, hay que destacar que (1) la primera parte de la cita no pertenece a Isaías; (2) Marcos – como también se hace en Qumrán, por ejemplo – relee el texto de Isaías, como veremos.

La frase “envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar el camino” (v.2) pertenece, en realidad a Malaquías. Éste profeta quiere destacar que ante la venida futura del “día de Yahvé”, en la que Dios descargará su castigo sobre el pueblo pecador, antes dará a su pueblo una última ocasión de arrepentimiento y conversión. Pero este “mensajero” no es cualquiera, se trata del mismísimo Elías:


«1 He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien ustedes buscan (…) 2 ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es él como fuego de fundidor y como lejía de lavandero. 3 Se sentará para fundir y purgar. Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán para Yahveh los que presentan la oblación en justicia. (…) 9 De maldición están malditos, porque me defraudan a mí ustedes, la nación entera. 10 Lleven el diezmo íntegro a la casa del tesoro, para que haya alimento en mi Casa; y pónganme así a prueba, dice Yahve Sebaot, a ver si no les abro las esclusas del cielo y no vacío sobre ustedes la bendición hasta que ya no quede (…) 14 Han dicho: Cosa vana es servir a Dios; ¿qué ganamos con guardar su mandamiento o con andar en duelo ante Yahveh Sebaot? (…) 16 Entonces los que temen a Yahveh se hablaron unos a otros. Y puso atención Yahveh y oyó; y se escribió ante él un libro memorial en favor de los que temen a Yahveh y piensan en su Nombre. (…) 19 Pues he aquí que viene el Día, abrasador como un horno; todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja; y los consumirá el Día que viene, dice Yahveh Sebaot, hasta no dejarles raíz ni rama. (…) 22 Acuérdense de la Ley de Moisés, mi siervo, a quien yo prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel. 23 He aquí que yo les envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. 24 El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema. (Mal 3,1-24)


La expectativa en la venida de Elías era algo común en muchos grupos judíos (con diferentes características entre uno y otros). En este caso, Elías vendrá a preparar el “camino” antes que Dios descargue su ira en su “día”. 

Es a continuación (v.3) que se encuentra el texto de Isaías [ver la primera lectura], pero mientras en Isaías el “desierto” era tema de la predicación, como una suerte de nuevo éxodo, el texto según la biblia griega destaca el “camino” como tema de la predicación la cual se realiza “en el desierto”. El “camino”, entonces, alude a la vida de los destinatarios de la predicación de Juan, y es este “camino” el que debe ser enderezado y preparado a fin de ser “camino del Señor”. 

Dicho esto, mostrando el cumplimiento de las escrituras, pasa a presentar la persona de Juan. Se señala que bautiza y proclama conversión “en el desierto” conforme había sido dicho. Habitantes de “toda” Judea y Jerusalén eran bautizados confesando su pecado. Para presentar más claramente a este personaje, alude a su vestimenta y su dieta. La dieta es propia del desierto (langostas y miel silvestre, que son – obviamente – alimentos puros; cf. Lev 11,21-22) y sin duda remarca el ascetismo de Juan. La vestidura, en cambio, es notable, manto de pelo y cinturón de cuero: es la misma que llevaba Elías (cf. 2 Re 1,8; cf. Zac 13,4) con lo que Marcos insiste en el rol de Juan como el profeta esperado. Las referencias a los caminos y sendas que han de ser preparados y enderezados (v.3), el bautismo de conversión y perdón de los pecados (v.4), que los habitantes “confesaban sus pecados” (v.5) marca la preparación a la llegada de aquel que “viene detrás de mí” (v.7).

Sin embargo, Juan, que “predica un bautismo” (v.4), afirma que éste es más débil que el bautismo que se avecina (v.8), este es con agua, aquel será con Espíritu Santo. Esta debilidad de Juan queda resaltada en la comparación con el sirviente que en la casa desata las correas de las sandalias al señor que viene (v.7).

Pequeñas notas históricas: la figura de Juan y su predicación están debidamente atestiguadas en las fuentes históricas. Los grupos bautistas fueron algo habitual, y no parece que haya que relacionarlos necesariamente con Qumrán. El cristianismo, con el tiempo, parece haberse “molestado” con el hecho de que Jesús fuera bautizado; no solamente porque Jesús es tenido como “superior” a Juan, sino porque además, es “sin pecado”. Así, los diferentes evangelistas, crecientemente, intentan explicar este hecho. En ese sentido ha de entenderse la referencia a que Jesús es “más fuerte” y que su bautismo es superior (vv.7.8).


Foto tomada de vdjgr.blogspot.com

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