Encontrándose con su Hijo, la Madre nos marca el camino
Fiesta de la Asunción de María al encuentro con su Hijo
15
de agosto
La
liturgia de la fiesta de la Ascensión de la Virgen María hasta Dios no es algo
que se encuentre en la Biblia. Por eso, predicadores/as, animadoras/es de
comunidades, catequistas, etc. podrán tomar de los textos algunos elementos
para después dar un paso más en orden a la fiesta que se celebra: que la Madre
de Jesús “ya está”, participa plenamente de la vida plena con su Hijo y la “comunión
de los santos”. Solo señalaremos, por eso mismo, los elementos bíblicos que
permitan profundizar el sentido de la liturgia.
Lectura del libro
del Apocalipsis 11,19; 12,1.3-6.a. 10ab.
Resumen: la visión
de una mujer en el Apocalipsis fue en ocasiones pensada en clave mariana,
aunque esta mujer representa, en realidad, al pueblo de Dios que da a luz al Mesías
y es perseguida por el imperio romano.
El
libro del Apocalipsis presenta una serie de visiones (7 visiones). Una de ellas
presenta una mujer embarazada que se enfrenta con un dragón rojo. Esta mujer
dará a luz al Mesías, por lo que imaginar que se trata de María ha sido una
lectura frecuente. Pero el texto continúa, y “muerto y resucitado” (elevado
hasta Dios y su trono) y la mujer sigue. Es llevada al desierto donde será
alimentada 1260 días (42 meses, 3 años y medio). Aunque la imagen permita
pensar en la madre de Jesús, todo indica que esta mujer se refiere al pueblo de
la alianza. Es este pueblo (al que con frecuencia los profetas, por ejemplo,
imaginan como una mujer). Ese mismo pueblo, que ha dado al Mesías, ahora se
encuentra en una situación de conflicto y persecución (la mitad de siete [3 y
medio y sus variantes] suele ser usada como signo de persecución). El imperio
romano continúa persiguiendo a la Iglesia, el pueblo de Dios, pero su Dios lo “alimenta”,
y lo cuida como ya había hecho en el desierto.
Lectura de la
primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 20-26. 28
Resumen: La resurrección de Cristo da
comienzo a una novedad que llegará a su fin en el momento en que todos
resuciten. Las autoridades han matado a Jesús, y esas fuerzas del mal han de
ser vencidas preparándose así el triunfo definitivo sobre la muerte en la
resurrección. Así Dios recibirá el reino de manos de su hijo.
Pablo dedica un extenso capítulo a hablar sobre la resurrección.
El motivo está causado porque algunos de la comunidad niegan la resurrección de
los cuerpos. Luego de haber presentado testigos de la resurrección de Cristo,
va a destacar – y a esta sub-unidad pertenece el texto litúrgico del día – la
relación entre la resurrección de Cristo y la de sus seguidores (vv.12-34).
Como fariseo que es, Pablo cree que en “el día del Señor”
comenzarán las resurrecciones (Dn 12,2), y, como seguidor de Jesús, cree que
ese “día” ha comenzado con la Pascua. La resurrección de Cristo no es aislada,
sino “primicia” de las demás
(vv.20.23. Por eso, para él, negar “las”
resurrecciones” implica negar “la”
resurrección primera.
El tema comienza con una afirmación tajante que contrasta con las
suposiciones (“si no hubiera…”, vv.12.29): “¡pero no! ¡Cristo resucitó!” La
referencia a las primicias aquí es temporal y es metáfora que refiere a la
precedencia, como la prenda de herencia (cf. 2 Cor 1,22; 5,5), o el
“primogénito” (cf. Rom 8,29). La referencia a los frutos prepara el tema del
“cuerpo” nuevo que desarrollará en vv.35-49.
Adán fue “primicias” de la humanidad.
Porque por un hombre la muerte
y por un hombre
la resurrección de los muertos (v.21)
Porque como en Adán todos mueren
Así en Cristo todos
revivirán (v.22)
Cuando
ocurra la “venida” llegará “el fin”. Esto ocurrirá cuando Jesús entregue a Dios
el Reino. Sin duda este versículo es decisivo en la incorporación del texto en
la liturgia del día. En Pablo el “reino” es algo presente, pero también futuro,
que se heredará. El verbo “reinar” también se encuentra pocas veces (x9, pero
en muy pocos versículos). Esta
doble dimensión presente y futura (propia también de la referencia al reino del
Jesús histórico) puede entenderse también como “la vida en el espíritu” que en
Pablo es presente, pero con una profunda carga escatológica.
El
esquema de esta parte parece concéntrico:
A.- después de destruir todo
principado, poder y dominio (v.24)
B.- reinar... enemigos bajo sus pies
(v.25)
C.- El último enemigo: la muerte (v.26)
B’.- Todas las cosas… bajo sus pies
(v.27)
A’.- después de someter todas
las cosas (v.28)
La
resurrección de Cristo da comienzo a una nueva era que culminará con la
resurrección de todos. En este caso se habrá vencido el último enemigo para el
reino: la muerte (v.26).
El
contexto es real ya que no sólo encontramos la referencia al reino/reinar sino
que la cita de los dos salmos 8 y 110, habitualmente cristológicos en el NT
aluden al dominio (“bajo los pies”) con elementos propios (“enemigos” el Sal
110, “sometimiento” el Sal 8). El Salmo 8 puede entenderse como una relectura
del relato de la creación, lo cierto es que la referencia a Jesús como Adán
(nuevo / último) permite mostrar el reinado sobre la (nueva) humanidad. El Sal
110 alude al rey davídico reforzando el reinado con lo que se destaca que Jesús
realiza y plenifica la voluntad de Dios para la humanidad.
El
reinado de Cristo debe enfrentar a los enemigos: príncipes (arjê), poderes (exousía) y dominios (dynamis).
Los dos primeros vuelven a encontrarse en Lucas 12,11; 20,20 aludiendo a las
autoridades públicas (cf. Tit 3,1). La exousía
y dynamis también se encuentran en
Lucas (4,36; 9,1; 10,19) para referir al poder sobre los espíritus inmundos o
demonios. No es evidente que se refiera, entonces, como sí lo parece en los
escritos deuteropaulinos a figuras espirituales. Es posible que se aluda a los
poderes contemporáneos (ver 1 Cor 2,6.8) que se dejan conducir (= reinar) por
su rechazo al reinado de Dios. El contexto anti-imperial no debe excluirse.
+ Evangelio según san Lucas 1,39-56
Resumen: la liturgia celebra el encuentro de dos
mujeres, ambas gestando, ambas representando, a su vez a los hijos que vendrán:
Juan y Jesús. Y este encuentro se canta litúrgicamente como signo evidente del
compromiso de Dios con la historia humana.
Comenzando con “María
se fue” y terminando con “María volvió” el relato se enmarca narrativamente.
Hacia el final, encontramos como añadido, un himno que está entretejido de
citas del AT. Dentro de la parte narrativa, encontramos otra idea que se repite
“saltó de alegría en mi seno” (vv. 41 y 44) dejando en el medio una doble
bendición: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu seno”. María
es bendecida como mujer y madre; y también es bendecido el hijo por venir al
que se confiesa como “Señor”.
El relato precedente
nos había presentado a las dos mujeres. La mayor, anciana y estéril, presentada
con los modos clásicos del AT, con un marido sacerdotal, y un hijo profeta, nos
recuerda un pueblo, el pueblo de la Antigua Alianza. La mejor, joven y todavía
virgen, acreedora de la primera bienaventuranza del Evangelio: “feliz la que ha
creído” y que será reconocida por “todas las generaciones”. Más adelante Lucas
nos dirá que María -como también los discípulos- “son los que escuchan la
palabra de Dios y la cumplen” (8,21); más dichosa que por ser madre biológica,
es bienaventurada por escuchar la palabra de Dios y guardarla (11,27-28) ya que
ella pidió que se “haga en mí según tu palabra” (1,38).
Isabel aparece, lo
mismo que su hijo desde su seno, como quienes muestran el camino nuevo que
empieza en esta humilde muchacha de pueblo, María, y en el fruto que lleva en
su seno, al que desde ya reconocen su superioridad.
La visitación,
entonces, es un encuentro entre el AT y el NT, entre lo que prepara el camino,
y el camino en sí, entre el mensajero de Buenas Noticias, y la misma buena
Noticia.
El himno, conocido
como Magnificat, pone en boca de María el canto de los pobres de Yahvéh.
Es el canto de la confianza en la intervención de Dios en la historia que
pretende ser manejada por los poderosos. Dios tiene todavía una palabra que
decir en la que mira la humildad de María, y obra en ella las maravillas que
acompañan la historia de su pueblo. Esa intervención de Dios se caracteriza por
una inversión de los valores que se consideran importantes, algo que después
será característico del Reino de Dios: la situación de los pobres y de los
ricos se invertirá, lo que es coherente con la bienaventuranza (6,20.24). Así,
Dios mirará atentamente la situación de su pueblo, que parece abandonado por la
opresión de los poderosos. Esta intervención decisiva de Dios, que comienza en
Jesús, es motivo de alegría. Así el AT y el NT se encuentran en la intervención
decisiva de Dios que mira y cuida las víctimas de la historia y se hace cargo
de ellos. Y María, del lado de los pobres de Yahvé canta feliz, mostrando una
religiosidad que en nada es alienante (Pablo VI), el gozo de un Dios que queda
del lado de las víctimas.
La visita de María a
Isabel es un encuentro de alegría, un encuentro de solidaridad y un encuentro
de la vida compartida.
Isabel y María se
encuentran; una anciana y una joven, una estéril y una virgen, ambas gestando,
llenas de Espíritu Santo, radiantes de gozo. Una mujer, signo de los tiempos
antiguos, bendecida por Dios recibe una visita inesperada que la llena de
felicidad. Aunque su felicidad no le impide proclamar una mayor, la de aquella
que “ha creído”.
María, que recibe la
primera “bienaventuranza”, no será feliz por ser madre de Jesús, sino por su
fidelidad, por su fe, por poner en práctica las palabras de Dios. Eso lo canta,
como pobre de Yahvé, en un himno que entreteje referencias del Antiguo
Testamento. Pobre que se alegra por la intervención de Dios en la historia que
-en este caso- la incluye; intervención que no sólo se manifiesta en la joven
virgen, sino también en su acción en favor de los pobres y alegrándose por la
parcialidad de Dios en su favor. Así, el Antiguo Testamento, representado por
Isabel y los textos citados, y el Nuevo Testamento, representado por María y el
reconocimiento de que Dios “ya” ha intervenido, se unen y festejan. La
Visitación es encuentro, encuentro de las promesas de Dios realizadas en la
historia.
La Visitación
es, también, anticipo de otro encuentro: el de Juan y Jesús. El precursor lo
reconoce y salta de alegría, el “Señor” es garantía que Dios no se ha olvidado
de nuestra historia, y sigue fiel a su compromiso. El mismo que canta María y
que anuncia Isabel. Es fiesta de un Dios que sale al encuentro de la humanidad,
que se acerca a sus dolores, que se compromete con las víctimas de la historia,
quedando desde el primer momento de su lado. Hoy, toda la historia de la
salvación nos sale al encuentro y nos recuerda, una vez más, de qué lado está
Dios en nuestro presente.
Imagen tomada de http://delamanodemaria.com/?p=9268
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