De cine se trata
(a partir de la película "Argentina 1985")
Eduardo de la Serna
Muchas
veces pasa, cuando una película enfrenta personajes o acontecimientos
históricos que se escuchan voces, me refiero a voces que algo saben del tema,
por cierto, que la cuestionan por alguna inconsistencia histórica o sobre los
personajes, o sobre otro tema interesante (los cuestionamientos sobre un
detalle que se le escapó al director y aparece un avión por allá o una cosa
extraña por acá, son meros detalles y divertimentos). Y, para empezar, no les
niego ni un poco el derecho a hacerlo:
+
ante la película “Thérèse”, de Alain Cavaliere (1986), una carmelita descalza
me decía “adentro (= en el carmelo, en la clausura) las cosas son distintas”.
+
ante la película “María Magdalena”, Garth
Davis (2018), un eminente biblista cuestionó, por ejemplo, que hubiera velas y
no lámparas (inexistentes en el tiempo) en una escena.
+ ante la película “Amadeus”,
de Miloš Forman (1984), muchos amantes de la música cuestionaron el rol dado en
la misma a Salieri.
Los ejemplos pudrían
multiplicarse en extenso. Y estos cuestionamientos, y seguramente otros,
podrían responderse en detalle. Claro que hay varias preguntas previas que quizás
vuelvan innecesarios los planteos. Señalemos que una película pretende ser una
expresión artística, y nadie cuestionaría a pinturas del Renacimiento que en un
pesebre los pastores usen ropas inexistentes, o que en una cena se utilicen
utensilios anacrónicos; otro ejemplo maravilloso es la presencia de un “cui” en
la Última Cena en la catedral de Cuzco (la rata es un animal impuro, para el
mundo bíblico, Isaías 66,17). Alguien (un director) quiere expresar algo a unos
destinatarios (los espectadores, conocidos o supuestos) para lo que toma en
cuenta acontecimientos o personajes históricos de ayer que le sirven para decirlo
hoy. No pretende ser una fotografía, un documental, un archivo, aunque recurra
a ellos.
Creo que la clave radica en
preguntarnos qué quiere (o qué logra; a veces sin quererlo) comunicar el autor.
Y dialogar con ello. Es válido que no me interese (o no me guste), y que yo prefiera
otra mirada. En este sentido, que esto fue “así” o que aquel personaje fue “asá”
es secundario. Es importante para conocer los hechos, probablemente sí; o
incluso, y es importante, para preguntarnos por qué el autor, que los conoce (o
que probablemente los conozca) los modifica al comunicarlos.
+ en la película Romero (John
Duigan, 1989), el protagonista muere en la consagración del cáliz de la misa,
cuando en realidad Romero muere en el final de su homilía. Sin duda el autor
quiere – en una sucesión de escenas que nos “llevan” a eso – mostrar que la
sangre de Cristo y la sangre de los mártires se fusionan. ¿Verdadero? No. ¿Verdadero?
¡Sí!
He escuchado cuestionamientos
sobre la película “Argentina 1985”. No me interesan los que nacen de la
negación (aunque sean en nombre de la supuesta “verdad completa”). Y, para que
se entienda quiero dejar clara mi mirada. No tengo una buena opinión formada sobre
el fiscal Strassera, y mi opinión sobre Moreno Ocampo es peor todavía. Entiendo
que la película (que aún no vi) lo presenta como una especia de “llanero
solitario con su fiel amigo Toro”, y coincido tanto en la crítica que hizo Juan
Manuel Soria Acuña (el Cohete a la luna, 23 de octubre 2022) como en la que
hace Claudia Feld (Página 12, 24 de octubre 2022), pero mi pregunta es otra. No
soy ajeno al 1985… ni al 1976, ni al 2022. Y, para ilustrarlo, me permito una
analogía (y aclaro que no comparo acontecimientos, de ninguna manera, sólo un
aspecto). Todos hemos visto o podido ver, una y mil veces películas sobre la
Shoa, mejores o peores, más o menos creativas, pero en ese “una y mil veces” subyace
un elemento fundamental: ¡no olvidar! El olvido, la amnesia, el Alzheimer son
nocivos para cualquier sociedad. Y, entre nosotros, hemos vivido demasiado
recientemente, un gobierno que hizo todo para que reine el olvido (efectos que
siguen demasiado presentes entre nosotros); obviamente esa intensión amnésica
revela no solamente dónde se posicionan los ejecutores en nuestra historia,
sino sus claras pretensiones actuales. Entonces, una película (¡y mil!) que nos
ayuden a seguir haciendo memoria, no solo es bueno, sino también indispensable
si queremos no disolvernos como sociedad en la nada misma. Después vendrá el
debate histórico serio (no la chicana de candidatos, o comunicadores – que en
un tiempo creyeron ser periodistas – sobre hechos, números o justicia); ese es
otro tema.
Que muchos, especialmente jóvenes
(porque sino después viene el escándalo por la cantidad de jóvenes en tal grupo
neo-nazi o en la campaña de cual candidato de derecha) puedan escuchar una voz
que no han escuchado no creo que sea bueno, ¡creo que es esencial! Pero
teniendo claro que de cine se trata. De espectadores también.
Foto tomada de https://defensoria.org.ar/noticias/a-44-anos-de-la-primera-ronda-de-las-madres-de-plaza-de-mayo-el-mensaje-de-la-defensoria/
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