El maravilloso poder de los símbolos
Eduardo de la Serna
Nuestra
vida, ¡gracias a Dios!, no es matemática, aunque también lo sea. Hay cosas,
¡cientos de ellas! que nos mueven y conmueven y no son lineales, frías, claras
y distintas. La camiseta de un equipo de fútbol, una bandera, un beso, por
ejemplo, mueven en nosotros y nosotras fibras más íntimas y profundas que ver
la palabra escrita. Es más, cuando queremos entrar en honduras, las palabras
sentimos que no nos alcanzan, y el cuerpo empieza a moverse, las manos se
agitan (las latinas especialmente) y, aparecen las metáforas para ir siempre
mas allá. Alguien dijo una vez que muchos, muchísimos años antes que la
humanidad haya llegado a la luna (si es que llegó, acoto) ya habían llegado
allá los poetas. ¿Se puede negar, semejante aserto?
Pues
bien, cuando los cristianos queremos hablar de lo más importante de nuestra fe:
la resurrección de Jesús, sin la cual, ¡nada! al decir de Pablo, nos
encontramos con el mismo problema. Las imágenes no alcanzan, y recurrimos a la
luz, un amanecer, un camino en subida, etc. Los Evangelios, con otra cultura y
ambiente, del mismo modo recurrieron a un compañero desconocido que resultó ser
el Resucitado, por ejemplo, y, sobre todo, a la tumba vacía. Por supuesto que,
en este caso, cabía la posibilidad de un robo de cadáver, y allí estaba la
antesala de la fe. “Creemos” que Dios lo resucitó (más allá de otra metáfora
que tiene que ver con el cuerpo). La tumba vacía muestra de qué lado de la
grieta se posiciona el Padre-Madre Dios que, de ese modo, valida la vida y
palabras de su hijo; la tumba vacía revela que la muerte “no puede atar”, o no
tiene la victoria sobre la humanidad; la tumba vacía resplandece como signo que
la vida es más fuerte que la muerte.
La imagen de la tumba [que acompaña esta nota], desde “adentro”, con la mirada puesta en la luz, nos invita a ser militantes de la vida, a ir siempre más allá de lo “claro y distinto” para jugar la vida, arriesgar la vida, sembrar la vida. Pero esa misma imagen resulta significativamente parecida al “pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo”,
otro símbolo de la vida que triunfa sobre la muerte. Un símbolo que es Memoria, hacer memoria, traer al hoy la historia y las luchas, la siembra y la esperanza; símbolo que es Verdad, que desarma – para el que quiere ver – las armas de la mentira, que permite ver el camino y caminar como pueblo de vida; símbolo que es Justicia, porque la muerte violenta – como la de Jesús, como la de los 30.000 – quiso silenciar vidas para silenciar sueños y caminos. No está mal ese símbolo que nos traslada del ayer al hoy, no para establecer identidades, que no las hay, sino para mirar caminos a transitar. ¡Hay que seguir andando, nomás!
Foto
tomada de https://www.religiondigital.org/memes_del_alma/busqueis-muertos-vive_0_2549445037.html
Seguir encarnando la Resurrección es el mayor desafío. Gracias Padre Eduardo, gracias a quien hizo el dibujo y sobre todo gracias a los y las 30.000 y sus madres que lo inspiraron. Nunca más...y hasta la esperanza siempre!
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