Leyendo y recordando a Jeremías
Eduardo de la Serna
Resulta que avanzaba el ejército
babilónico. El más poderoso de su tiempo. Y, tras su paso, y todos lo sabían,
deportación, crímenes, exilios, desmembramientos, violaciones, destrucción. Y
avanzaba resueltamente. ¿Quién podría detenerlo?
En Israel el terror estaba en las
mentes de todos. Algunos pudieron escapar; Egipto parecía una buena solución. Pero
¿y la mayoría? ¿Dios podrá protegernos?, se preguntaban. Y acá empezó un
debate. Incómodo debate. Político debate.
Estamos en la tierra que Dios nos ha
prometido, está el rey, que es “hijo de Dios” por adopción, está, nada menos, que
el Templo. ¡No pasarán! Repetían muchos. El profeta Jananías lo repetía con
signos y palabras: ¡No pasarán! Esto alivió considerablemente a muchos… la
mayoría. Con Dios de nuestra parte, y con la confirmación de la palabra del profeta,
podremos tener un poco de paz. El ejército babilónico será poderoso, pero
¡Quién como Yahvé! Definitivamente no lo lograrán. Estamos salvados,
concluyeron muchos; el rey y los sacerdotes respiraron aliviados.
Pero resulta que había otro profeta.
Un tal Jeremías. Y este profeta dijo todo lo contrario: si un profeta dice que
todo está bien, seguro que es un falso profeta. Es más, ¡sí pasarán! Y
Jerusalén y el templo pasarán a un buen recuerdo. ¿Y Dios? Dios se ha
desentendido… se desentendieron de Dios, ¿y ahora lo llaman? Lo siento, si
hubieran vivido como Dios quería, sin explotarse unos a otros, sin reconocerse
mutuamente como hermanos, si hubieran encontrado a Dios en la historia, hoy la
historia sería distinta. Carcomieron las raíces del proyecto de Dios, ¿por qué
extrañarse que hoy Dios se haya retirado y todo se desmorone?
Pero, Jeremías, ¿no estás mirando que
tu palabra es “políticamente incorrecta”? Con eso se desalienta la resistencia.
Es más, estás cerca de ser acusado de traidor a la patria. Lo mejor que se
puede hacer es silenciar la voz del profeta que socaba las raíces del statu
quo… preso, amenazado, sentenciado a muerte. ¿Y Dios? ¿Qué dice Dios? Lo siento,
Jeremías, pero tendrás que decirles que Dios “se fue”. Que vayan al templo a
protegerse, ya que “no pasarán”. Que se atrincheren en la tierra santa, ya que
es casi una cueva de bandidos donde están protegidos y seguros.
Parece que don Jeremías, cuando vio
la realidad… la dura realidad… y la vio desde Dios, no hizo una “evaluación
política”, no siguió el consejo de Jananías, y – a veces contra su misma voluntad,
y contra su propia seguridad – habló de parte de Dios. Quería callarse, pero
una brasa lo quemaba desde adentro y ¡no podía!
Tuvo que hablar. Si, hasta parece, para que no lo maten, finalmente un grupo de
amigos se lo llevó a Egipto. En su tiempo, aunque quería callarse, no pudo. La fuerza
de Dios no se manifestó en la defensa de la ciudad sino en la palabra de
Jeremías. El análisis político que tapaba y hasta negaba el proyecto de Dios
fue finalmente tapado por los cadáveres sembrados por el ejército babilónico.
Hubo que esperar años, ¡muchos años!, hasta que la voz de Jeremías se
recuperara y el pueblo de Dios volviera a escucharla. Y marcara rumbos, caminos
y esperanzas.
Leyendo “La
Verdad los hará libres” y viendo que la Conferencia Episcopal “evaluaba
políticamente”, que el marxismo, que pueden ganar los “pinochetistas”, que el
mal menor y demás sandeces, recordaba a Jeremías. Y mirando el silencio
episcopal de ayer, de hoy y – lamentablemente – casi seguro también de mañana,
vuelvo a recordar a Jeremías. Y mirando y leyendo textos episcopales,
tristemente, recuerdo a Jananías. De memoria, y de Dios se trata… ah, y también
de falsos profetas.
Imagen tomada de https://buenanueva.es/los-falsos-profetas/
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