El problema de nuestro autoritarismo
Eduardo de la Serna
Cuando empezaba a surgir en los
medios el intolerante que hoy conduce los destinos de la Argentina hacia el
abismo, solía criticar a los gritos a quienes le hablaban de “neoliberalismo”.
Él elegía “liberalismo” a secas. Sus gritos, en este caso, lograron que casi
nadie hable ya de su “neo-liberalismo”, aunque en el caso del energúmeno
conserva cierta razonabilidad. Nada “neo” viene de sus usinas.
Y, dentro de lo que defendía a los
gritos es que de ninguna manera se puede cuestionar el (neo) liberalismo,
porque “viene de libertad” (Macri decía que “gauchada viene de gaucho” …;
parece que estos especímenes han comprado un elemental diccionario etimológico
y se solazan en demostrarlo). Claro que recordarles que “comunismo” viene de “común”
y “fascismo” de “fascio (= unidad), como también lo es “falange”, los desconcertaría,
por lo que omitiré este exceso de academicismo.
No deja de ser cierto que las grandes
palabras conservan una nota de ambigüedad que requieren ser interpretadas,
motivo por el cual el engendro repite una, y otra, y otra vez la definición (sic)
de un “prócer” al que sólo él calificaría de tal; no sea cosa de que alguien
confundiera o confundiese la libertad como algo que es “común”, o propio de un colectivo.
Vade retro!
Sería torpe identificar fascismo
solamente con Mussolini, nazismo solamente con Hitler o comunismo solamente con
Stalin. No deja de ser interesante que los dos primeros fueron elegidos en sus
cargos por el voto popular. El Nationalsozialismus (= nazismo) es visto,
en cierto modo, como un tipo de fascismo. Su característica es la exaltación de
algunos valores para mantener ciertas cohesiones, que implican opresión de
minorías, oponiéndose a toda noción de igualdad, para lo cual “los otros” son
vistos como enemigos. El abuso del poder es algo característico, sin ninguna
expectativa de justicia, hacia las víctimas de la intolerancia.
Un elemento muy importante en el
sostenimiento del poder hegemónico en el autoritarismo es la centralidad de la
propaganda. Es sabido el rol principal de Joseph Goebbels en el Partido Nacionalsocialista
Obrero Alemán, o el Ministerio de Propaganda italiano… Esto servía, no
solamente para resaltar y sostener la centralidad de la personalidad del
conductor, sino también para la creación del sujeto principal y preponderante
de la unidad (= fascio) nacional: “el enemigo”. Este provoca, además,
una mayor cohesión interna, motivada por el miedo, el odio, el desprecio.
Señalando todo esto, cabe una
pregunta inicial. ¿puede decirse que la propuesta de Milei es fascista? Quizás
la respuesta sea sí, solamente si se añadiera un “de pacotilla” en el adjetivo.
Y no se entienda esto como un cierto reconocimiento de los restantes fascismos,
¡que no lo es!, sino una todavía mayor degradación del “nuestro”. El rechazo a
todo lo colectivo, por ejemplo, degrada aún mas el autoritarismo, solo
sostenido por el “Capital” y por el “ministerio de propaganda” todopoderoso que
es un periodismo que del nombre solo tienen que “periódicamente” bombardean
cerebros y conciencias. Aprovechando el emblemático miedo de la “clase media”
de mirar un centímetro para abajo (y para peor, mirando desde el hombro de la
oligarquía, con lo que el miedo se transforma en fobia).
Solamente desde esa “altura” (micro
altura) puede, por ejemplo, pensarse que Milei es inteligente, que es un tipo
preparado, que sabe mucho. Basta verlo sentado en la punta de la silla,
pidiendo urgentemente irse (¡mamá [= Karina], me quiero ir!), siempre aferrado
a una carpetita o algo en la mano para sentir seguridad, presto a los gritos e
insultos, y repitiendo sloganes que parece no comprender, y datos
incomprobables o falsos, lo que está “empíricamente comprobado”. El reciente
discurso en Davos, en el que pudo ilustrar a un auditorio de ignorantes sobre
el “PBI del año cero”, algo que solo Conan desde ultratumba ha podido
aportarle, no fue si no una catarata de sandeces, tonterías, falsedades y
búsqueda de enemigos inexistentes. Pero el problema principal, creo, es que
tanto Hitler como Franco, Mussolini como Stalin han dejado sombras nefastas en
la historia y ya no están. Este engendro, todavía, gobierna un país. El (por
ahora) nuestro.
Foto tomada de https://stock.adobe.com/ar/images/fascio-di-legna/65107312
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