lunes, 30 de septiembre de 2024

El camino abierto por Jerónimo

El camino abierto por Jerónimo

Eduardo de la Serna




En un nuevo aniversario de su fallecimiento, en la Iglesia se conmemora hoy a san Jerónimo (30 de septiembre 420). Había nacido en la década de 340 en Estridón, quizás en la actual Croacia (se desconoce el lugar exacto ya que fue destruida por los godos en 379).

Es bueno destacar previamente algunos elementos para entender su contexto:

  •          Pasados los tiempos de persecuciones a los cristianos después de Constantino, muchos cristianos, con mayor o menor entusiasmo, con mayor o menor vehemencia empezaron un modo de vida, individual o comunitario que fue el “monacato” (de “monos”, unidad… el acento estaba puesto en el modo de vida de cada quién).
  •          La diferencia teológica entre las escuelas de Alejandría (centrada en la lectura alegórica de la Biblia) y de Antioquía (una lectura literal) estaban en pleno auge.
  •          Los debates teológicos, particularmente trinitarios, eran muy vehementes, especialmente entre oriente y occidente (y es de recordar que Jerónimo es occidental pero mucho tiempo de su vida lo pasó en oriente).
  •          Es de recordar que los nombramientos de los obispos (incluido el obispo de Roma) eran elegidos por el pueblo y los presbíteros del lugar.

Jerónimo tiene una gran curiosidad intelectual, y se inicia en Roma, donde empieza a profundizar a los clásicos (Cicerón y Virgilio), luego en el norte de Italia se integra a un grupo de devotos, viaja luego a Antioquía (donde profundiza sus estudios y conoce la escuela bíblica), allí vive como ermitaño – tal como era su temperamento, exagerado en mortificaciones y ayunos – y se dedica al estudio del hebreo. De nuevo en Roma es valorado por el papa Dámaso quien le hace varias consultas bíblicas y le pide la revisión del texto de la Biblia en latín (Vetus Latina). A la muerte de Dámaso, el nuevo obispo de Roma es más tradicionalista, por lo que Jerónimo, acompañado de un grupo de mujeres de la aristocracia (Marcela y Paula con sus hijas, especialmente) se dirigen a Tierra Santa; viaje que motivó – como era de esperar – diversos comentarios. Se trasladan a Belén donde fundan monasterios masculinos y femeninos donde Paula y sus hijas se asientan. Jerónimo se dedica a escribir, y, particularmente entre el 390 y el 405 traduce la Biblia al latín.

Acá es importante notar algunos elementos. En el mundo grecorromano se había recibido la traducción griega de la Biblia, por lo que una versión latina era mal mirada; para “peor”, como se sostenía que los judíos habían deformado la Biblia intencionalmente, una traducción directa del hebreo era altamente cuestionada. Pero desde el s. V al IX empezó a alcanzar reconocimiento hasta que, desde el s. X fue tenida por “Biblia oficial” de la Iglesia, y se conoció – por su popularidad – como Vulgata. En sus comentarios bíblicos, Jerónimo, atraído por Orígenes combina las posiciones de las escuelas antioquena y alejandrina; pero ya en los aportes al papa Dámaso fue sumamente criticado por los tradicionalistas (cosa que continuó, como vimos, al traducir la Biblia entera al latín). Jerónimo no se caracterizaba por la mesura en las palabras, por lo que, a las críticas de los tradicionalistas respondió, sencillamente, con insultos. Su falta de temperancia, por ejemplo, lo lleva a alejarse de Orígenes y a polemizar con Agustín entre muchos otros, a lo que ha de sumarse una importante vanidad.

Sin embargo, la enorme producción literaria, especialmente en el terreno bíblico, lo ha llevado a ser contado entre los cuatro grandes Padres latinos de la Iglesia.

Ahora bien – y sería grave esclerosarse en un momento fijo de la historia – la valoración de la Vulgata, por ser tenida por “oficial”, llevó a importantes extremos. Valga a modo de ejemplo lo dicho por Melchor Cano op (+ el ¡30 de septiembre! de 1560):

se demuestra la autoridad de la antigua traducción Vulgata, y que no hay que recurrir ahora a los textos hebreos o griegos (…) Los doctores hebreos, nuestros enemigos, procuraron con ahínco corromper el texto hebreo, para hacerlo contrario a nuestros ejemplares, como dice Eusebio [H.E., IV, 18; en realidad Eusebio cita a Justino]. Y los griegos, con el mismo empeño, violaron el Nuevo Testamento en muchos pasajes para acomodarlos a sus teorías [De Locis Theologicis XIII].

Hubo que esperan nada menos que hasta Pio XII para que esto fuera mirado en la Iglesia con otros ojos:

Procure (el exégeta), por lo tanto, con diligencia adquirir cada día mayor pericia en las lenguas bíblicas y aun en las demás orientales, y corrobore su interpretación con todos aquellos recursos que provienen de toda clase de filología. Lo cual, en verdad, lo procuró seguir solícitamente San Jerónimo, según los conocimientos de su época; y asimismo no pocos de los grandes intérpretes de los siglos XVI y XVII, aunque entonces el conocimiento de las lenguas fuese mucho menor que el de hoy, lo intentaron con infatigable esfuerzo y no mediocre fruto. De la misma manera conviene que se explique aquel mismo texto original que, escrito por el sagrado autor, tiene mayor autoridad y mayor peso que cualquiera versión, por buena que sea, ya antigua, ya moderna; lo cual puede, sin duda, hacerse con mayor facilidad y provecho si, respecto del mismo texto, se junta al mismo tiempo con el conocimiento de las lenguas una sólida pericia en el manejo de la crítica. (Divino Afflante Spiritus [30 de septiembre – día de san Jerónimo - 1943] 12).

La importancia y trascendencia de esta encíclica queda reflejada en el texto de Carlos Mugica sobre “el rol del sacerdote” donde al preguntarse sobre el compromiso político de los presbíteros lo primero que dice es

En el año 1943, Pío XII dio una encíclica que se llama Divino Afflante Spiritu. Es una vuelta a la Escritura. Antes la Biblia estaba prohibida para los católicos. Y la Biblia es un libro muy carnal, muy concreto. En la Biblia no se define al hombre como un animal racional. Esa es una definición aristotélica pero no una definición bíblica. En la Biblia el hombre es polvo que respira. Es alma corporizada; cuerpo animado; no hay separación entre alma y cuerpo, inconcebible para el hebreo.

A modo de conclusión creo bueno señalar que Jerónimo, con todo su temperamento a cuestas, fue un gigante que puso en el centro de la vida eclesial la Palabra de Dios. Esta palabra, como a los profetas, a Jesús o a Pablo, o a Jerónimo le provocó incomodidades, incomprensión y persecuciones.

Como ocurre en todas las instituciones humanas, los grandes momentos suelen transformarse en “monumentos”, con lo que se “rutiniza el carisma”, al decir de Max Weber. Es por eso que – para quienes creemos que el que conduce la Iglesia es el Espíritu Santo – cada tanto se dejan ver nuevos personajes que vitalizan lo rutinizado, que dejan soplar los nuevos vientos de los nuevos tiempos… Sea Jerónimo, sea Pio XII y el Concilio Vaticano II (con la maravillosa Dei Verbum) y sean aquellas cosas que “el espíritu dice a las iglesias”. El desafío, ayer y hoy, no queda en admirar los monumentos – cuya belleza es incuestionable – sino en saber que estos marcan rumbos y caminos. De caminar se trata…


Nota: en este texto, de ninguna manera pretendo omitir o ignorar el aporte (y más que aporte) fundamental en los trabajos bíblicos de Marcela, Paula y Eustoquia. Simplemente el intento de estas líneas se dirigen a la lectura bíblica más que al /a los traductor /es/as.


Pintura de Caravaggio, Escritura de San Jerónimo (1606), en www.italy-villas.es/en-italia/2017/atracciones-turisticas/museos/obras-destacadas-borghese


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