La actitud no-religiosa de Etty Hillesum
Eduardo de
la Serna
Algo que es
llamativo, leyendo las últimas cartas de Etty Hillesum es el contraste notable
con su diario y que sirven aquí de punto de partida. Me explico…
Leyendo
atentamente su Diario resulta evidente, incluso para una lectura superficial,
cómo va aumentando abrumadoramente la “presencia de Dios” en sus textos hasta
el punto que en los últimos meses pareciera que no hace sino hablar con Dios.
Sin embargo, es llamativo que en las cartas que envía posteriormente (recordar que
el 13 de octubre de 1942 finaliza el cuaderno 11 de su diario; solo 16 cartas son
contemporáneas al diario, las restantes 55 son posteriores) – particularmente
las que escribe estando en el campo de concentración de Westerbork – Dios pareciera
“casi ausente”.
Señalemos,
para comenzar, unos pocos elementos previos. Todo indica que Etty siguió escribiendo
y llevó la continuación de su diario (lo que sería el cuaderno 12 y – quizás –
siguientes) en su viaje final a Auschwitz. Obviamente este fue destruido, lo que nos
impide conocer cómo siguió ahondando su experiencia vital y de encuentro con
Dios.
Por otra parte,
es muy importante – creo – destacar lo que ella misma afirma en su Diario el
¡viernes santo! 3 de abril de 1942:
Cuando
escribo estas cosas, todavía me siento un poco avergonzada, como si estuviera
escribiendo sobre los asuntos más íntimos de los íntimos. Mucho más avergonzada
que si tuviera que escribir sobre mi vida amorosa. ¿Acaso existe realmente algo
tan íntimo como la relación del ser humano con Dios? Cierto desagrado por lo de
ese reciente grupo de Oxford. Tan exhibicionista. Tan público haciendo el amor
con Dios. Y luego todos esos piadosos pequeñoburgueses y esas viejas solteronas
en busca de un hombre. ¡No! Jamás algo así. Tal vez esté bien vivirlo una vez,
por la experiencia. Pero es algo demasiado respetable como para que uno vea todo el
asunto como si fuera una obra de teatro.
Ella afirma
que eso
es
tan íntimo como los gestos de amor de los que no se puede hablar a menos que
uno sea un poeta (…) se debe tener el coraje de decirlo, el coraje de
pronunciar el nombre de Dios (…) S. [Julius Spier] me dijo una vez, que él
tardó mucho tiempo en atreverse a decir ‘Dios’, como si encontrara algo ridículo
en ello, a pesar de ser creyente (14 de diciembre 1941).
Y acá mi
primera intuición: creo que Etty va descubriendo y ahondándose más y más en el
encuentro con Dios, pero eso es algo que se reserva para sí misma y por eso no
es visible en sus cartas. Obviamente que eso se refleja hacia “afuera”, pero no
hablando de Dios sino en el servicio a las demás personas “concentradas” en el
campo, en la actitud frente a su familia, en la negativa a “odiar al enemigo”
(¡y no ‘cualquier’ enemigo!), en asumir la muerte inminente con paz y alegría.
Pero no nombrando a Dios, porque eso es algo íntimo y personal.
Pero
todavía, creo, hay un elemento más. Solemos identificar - ¡horror! – a Dios con
una “religión”. En las obras de Etty, la palabra “religión” se encuentra,
solamente, 6 veces, 3 de las cuales, en una cita de terceros, dos veces hace
referencias a otras personas y solo una – ¡fascinante! – aplicada a sí misma: le
cuestionan su lenguaje (porque usa “debemos”) y le afirman que eso es “moralista”;
¿eso no es ser inflexible?, le replican, a lo que ella acota: “Sí, pero una
moralista que ha ensanchado sus horizontes gracias a la psicología y la
religión” (25 de enero 1942). El término “Dios”, en cambio, se encuentra 314 veces
en su obra. Incluso llega a decir – en su última mención a San Agustín, pocas
páginas antes de terminar el cuaderno 11 (9 de octubre de 1942):
Voy
a retomar a San Agustín. Es tan austero y tan ferviente. Y tan lleno de
sencilla devoción en sus cartas de amor a Dios. En verdad, esas son las únicas
cartas de amor que uno debería escribir: cartas de amor a Dios.
Creo que se
puede afirmar que Etty se empieza a encontrar con Dios “a paso de gigante”;
logra “desenterrarlo” (26 de agosto 1941). Para ello la ayudan, por un lado, la
enorme sensibilidad ante la belleza, desde la importancia grande que tiene en
su vida la hermosura de una flor hasta poder afirmar que “hay algo de ‘Dios’ en
la Novena de Beethoven" (8 de junio de 1941; texto omitido en la edición inglesa
del Diario, pero está incluido en las ediciones castellana, italiana y alemana;
en el original holandés dice: «in de Negende van Beethoven iets van ‘God’ is».).
Para entender su pasión por la belleza es importante recordar que, para ella, “una
poesía de Rilke es tan real e importante como un muchacho que cae con su avión
de combate” (13 de agosto 1941).
También afirmará
que «“Perderme” en una persona ha desaparecido de mi vida, pero quizá me queda
el deseo de “perderme” en Dios o en un poema» (17 de diciembre de 1941). El 3
de octubre insiste con Dios y la poesía: «No llevo un poeta en mi interior,
pero sí un trozo de Dios que podría convertirse en poeta. En un campo de
concentración como ese se necesita un poeta que sienta la vida allí, también
allí como poeta y sea capaz de cantarla».
Además de
su amor por la belleza, Etty es mujer de lecturas, y a pesar de un primer
momento en el que afirma “podría leer la Biblia todas las mañanas, pero creo
que aún no estoy preparada para ello” (8 de junio 1941) con el tiempo, la
Biblia será uno de sus “libros de cabecera”, tanto que espera poder llevarla en
su traslado a Auschwitz.
Esta
noche soñé que tenía que hacer la maleta. Me movía en la cama pensando qué
zapatos llevar, todos me hacían daño en los pies. ¿Y cómo iba a meter en una
maleta o mochila toda mi ropa interior, comida para tres días y mantas? Y tenía
que encontrar sitio en algún sitio para la Biblia. Y, si era posible, para el
Libro de horas de Rilke y las Cartas a un joven poeta. (7 de julio 1942)
El 28 de
junio de 1942 afirma:
He
intentado incursionar en la Biblia desde distintos ángulos antes. Una vez a
través de San Juan, otra a través de los Salmos, y así sucesivamente. Pero
ahora he decidido comenzar desde el principio del Antiguo Testamento, y cada
mañana doy un paso más con el estómago vacío. Debo preguntarle a mi amigo
lector de la Biblia por qué encuentro ese primer capítulo tan conmovedoramente
ingenuo.
Y antes de
esto, decía:
Todavía
me falta paciencia para pasar el tiempo entre flores, escuchando música,
contemplando cuadros y leyendo la Biblia. Todavía tengo que aprender todo eso,
aprenderlo toda la vida. Pero creo que estoy empezando (4 de abril 1942).
Los textos
podrían multiplicarse, pero lo que parece importante es notar que Etty no busca
en la Biblia un “manual para la vida” (incluso no tiene problemas en acceder a
un escrito “apócrifo”, “El Evangelio de los Doce”; citado el 29 diciembre 1941
y el 20 marzo 1942), no teme mencionar textos del Nuevo Testamento con
naturalidad (la preferencia por el cap. 13 de 1 Corintios es evidente, el 27 de
febrero 1942: “por enésima vez”). Etty sencillamente busca a Dios.
Y,
finalmente, no se puede omitir el último texto que se conserva de Etty: la
impresionante carta postal que dirige, el 7 de septiembre de 1943 a Christine
van Nooten, arrojada desde el vagón que la conduce a su destino final, al que
se dirigió cantando, donde afirma que «abro mi Biblia al azar y me encuentro
esto: “el Señor es mi cámara alta” …» ¡Etty llevó su Biblia hasta Auschwitz!
Ella fue
encontrando a Dios, pero no habló sobre él sino en raras ocasiones, simplemente
lo “mostraba” en sus palabras y sus actos.
Jopie
Vleeschhouwer fue testigo del momento en que Etty sube al tren y este parte con
destino de muerte (carta del 7 de septiembre 1943 dirigida a Han Wegerif y
otros). Allí afirma que al momento de enterarse, Etty “se derrumbó, pero al
cabo de una hora ya se había recuperado” … ella “recorrió el andén… charlando
alegremente, riendo, con una palabra amable para todos aquellos que se cruzaban
en su camino, llena de humor chispeante, tal vez un poco melancólico, pero
típico de nuestra Etty”. Allí ella le dice: “llevo conmigo mis diarios [lamentablemente
perdidos, como dijimos] y mis Biblias [Antiguo y Nuevo Testamento] y mi
gramática rusa y a Tolstoi" (…) "El tren parte y los mil deportados se van (…)
después de su partida fui a hablar con una amiga rusa y con algunos de sus protegidos.
Y la forma de reaccionar ante su marcha lo decía todo sobre el amor y la
confianza que ella les dio a esas personas”.
Etty, salvando lo escrito y perdido en sus diarios donde seguramente no hacía sino mencionarlo o cantarlo, durante el último año, no hablaba de Dios a los que la rodeaban; eso se lo reservó para su interior, pero al hablar, actuar, o escribir en sus cartas a terceras personas, no hablaba de Dios, sino que revelaba a todos ese Dios que había ido encontrando y siguió conociendo: un Dios, como se ha dicho, “sin apellido”, sin adscribirlo a tal o cual “religión”, un Dios que le salió al encuentro. A eso, se lo suele llamar “mística” - y de ojos bien abiertos - que, en lenguaje trascendental, es lo más parecido a la poesía.
- o - o - o -
Un ejemplo cabal de esto, lo narra Etty en su diario (20 de septiembre 1942). El texto es confuso, ella parece estar hablando con su gran amiga Jopie, la hija de Klaas Smelik, quien será el responsable de la publicación de los diarios, en Westerbock. Allí dice:
Pasaron noches enteras antes que pudiera confesarle un sentimiento tan íntimo, el más íntimo que pudiera haber. Y deseaba muchísimo decírselo, era como darle un regalo. ¿Recuerdas?, entonces salí de noche de mi barracón. Fue tan bonito. ¿Sabes? Y entonces, entonces yo... oh, fue tan hermoso. Y sólo pude decírselo a la noche siguiente delante de los arbustos. Él (sic) contuvo la respiración, me miró en silencio y dijo: '¡Qué hermosa eres!"
Señalo lo confuso ya que el diálogo es con Jopie (mujer) pero dice "él" (en holandés "hij", pronombre masculino). Es de notar que no se conservan cartas de Etty a Jopie ni a la inversa posteriores a esto (si una a padre e hija del 3 de julio de 43), como para vislumbrar las consecuencias de este momento en el que ella se decidió a "hablar de Dios" (así lo dice la versión francesa, pero esta frase no se encuentra en las restantes, ni en el neerlandés). Lo interesante y lo que aquí cuenta es con qué cuidado y pudor ella se decide a hablar de Dios en un momento sublime y con una persona especial, como "un regalo".
Nota posterior a esta pequeña confusión. Jopie Smelik es amiga de Etty, como se dijo (ella suele poner sobrenombres - aquí el problema - se llamaba Johanna; muere en 1986); pero en el campo de concentración de Westerbock ella entabla una relación muy profunda con "Joos" Vleeschhouwer, tal el sobrenombre de quien en realidad se llama Joseph Isidoor y se conoce como ¡Jopie! El uso del masculino en toda la unidad mencionada invita a pensar que es a él, y no a su amiga, a quien ella ha referido su amor a Dios. Es de notar una interesante diferencia: estando Etty en Westerbock escribe una durísima y extensa carta a Jopie y su padre Klaas - a la que referí más arriba - narrando la "vida" (sic) en el campo de Concentración (Cta 46, 3/7/43). En ese mismo campo, ella conoce a "Joos", a quien llama "mi compañero de armas" (D 15/9/42; C 14); en carta 13 (22/9/42) lo llama por su apellido (también Ctas 16. 17. 24. 27), "mi fiel compañero de armas Vleeschhouwer (Cta 19; carta "D", 24/8/43, también aquí "hermano de armas"). En una carta de Maria Tuinzig a Christine van Nooten se refiere a él como "el amigo de Etty" (11/9/43). Él comparte la estancia con Etty en Westerbock, es testigo de cuando ella es llevada al tren de la muerte (y escribe la carta indispensable a amigos de ella contando todos los últimos momentos [6-7/9/43] y finalmente es enviado con su mujer Cato a Tröbitz donde ambos mueren). La confusión por el nombre no quita ni un ápice a la hondura y la intensidad con la que Etty vive íntimamente su "amor a Dios".
Foto tomada de https://www.feinschwarz.net/etty-hillesum-uebersetzen/
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