Adán, “el hombre”
Eduardo de la Serna
Recientemente comentamos sobre la figura de Eva, la primera
mujer. Es oportuno, entonces, ampliar la imagen comentando ahora sobre su
compañero: Adán.
Como allí decíamos, el término hebreo “Adam” significa a la
vez “hombre” (es decir ser humano), o también varón, también tierra o el color
rojo, y en algunos textos es el nombre que recibe el primer ser humano (y
primer varón), formado de la tierra (roja).
Por ejemplo, es muy frecuente en la Biblia leer “los hijos
de Adán”, que es lo mismo que decir “los seres humanos” (ver Dt 32,8; Sal 8,5;
11,4; 12,2.9 etc; Sir 40,1). Es interesante señalar que, a veces, no es
sencillo traducir el texto; por ejemplo, en Gen 2,19 dice que cuando Dios
modela de la tierra a los animales los presenta ante “el adam” para ver
qué nombres les ponía. En ese caso, si bien puede traducirse que los lleva ante
“Adán” quizás sea preferible entenderlo como que se los presentó “al hombre” (ser humano)…
Más fácil es la traducción en 5,1, por ejemplo, ya que habla de los
descendientes “de Adam”. El artículo “el hombre” se encuentra en el primero y
está ausente en el segundo, lo cual ayuda en la traducción.
Al comenzar la lista de descendientes parece más fácil
entender que “Adán ‘conoció’ (= es decir, tuvo relaciones sexuales) con su
mujer (‘isha’)” y concibió un hijo. Es decir, es más fácil ver que aquí se
refiere a la persona concreta y no a la humanidad en general.
En otros casos también es evidente cómo traducir ya que (por ejemplo, en Gen 1,27) dice que Dios creó al “adam”, “varón y mujer los creó”, con lo que se refiere a la humanidad en general, a la “especie humana” y no a una "persona concreta".
Dicho esto, ¿qué podemos decir del personaje “Adán”?
Señalemos que muy poco, aunque debamos añadir lo que refiere al “primer hombre”
porque, aunque se entienda referido al ser “humano” a su vez se refiere a él,
personaje, como es el caso de su ubicación en el jardín de Edén.
Como comentamos al hablar de Eva, es probable que toda la
primera parte del texto del jardín se refiera a adam como al ser humano, es
decir “varón y mujer”, pero en un momento – para combatir el mal de la soledad
– de la costilla del varón, Dios forma a la mujer (pero ahora llamados en hebreo
ish e isha’ respectivamente, es decir no “Adán” y “Eva”).
La armonía entre ellos y con las cosas creadas resulta
evidente hasta que se introduce un elemento disolvente que es la desobediencia
al proyecto de Dios (“no comerás”). Esto se manifiesta en la “vergüenza” a la
que se la relaciona con la desnudez (en algunas ocasiones la Biblia identifica
“las vergüenzas” con la desnudez, ver Is 47,3). Es decir, la primera pareja
“descubre” que estaban desnudos porque se les abren los ojos al desobedecer el
mandato de Dios; pero no se les abren esos ojos para descubrir caminos nuevos,
sino para ver sus carencias.
Es decir, en muchos textos no hay propiamente hablando, un
primer “varón” sino un primer ser humano; una primera humanidad que rompe su armonía con
Dios, entre sí y con la naturaleza a partir de la desobediencia primera. Lo que
hace, o lo que rompe, o lo que proyecta “Adán” es, en realidad, algo propio de
la humanidad. No es fácil distinguir algo del primer “varón” de algo de “la
humanidad”. Pero lo cierto es que esa humanidad, a partir de su quiebre en la
relación con Dios rompe a su vez con los demás y con la “creación”.
En la narración, el principio de la humanidad pasa
abruptamente de hablar del “primer ser humano” al que llaman “hombre”, es decir
“adán”, a nombrarlo llamándolo “Adán”. Y a partir de su nombre empieza la larga
historia de la humanidad.
Pero con el tiempo, la “persona” de “Adán” es figura de la
primera humanidad desobediente, y contrasta con la nueva humanidad empezada por
Jesús (“el nuevo Adán”) que se caracterizará por la obediencia y la fidelidad
al proyecto de Dios. Así “Adán” pasa a ser imagen de una humanidad infiel a
Dios (Rom 5,14), desobediente y “pecadora” (1 Cor 15,22) y Jesús es propuesto
como modelo de la humanidad nueva, renovada y liberada (1 Cor 15,45).
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