sábado, 21 de diciembre de 2024

Comentario a las lecturas Navidad del Señor

La génesis de Jesús y la de la historia 

NATIVIDAD DEL SEÑOR

25 de diciembre
Eduardo de la Serna



La fiesta de la Navidad propone diferentes lecturas según los momentos de la celebración. La lectura del "día" es el prólogo del Evangelio de Juan (Jn 1,1-18) pero está es también la lectura del 2do domingo de Navidad. Por ese motivo comentaremos aquí la lectura que se propone para la Vigilia (Mateo 1,1-25).

Lectura del libro del profeta Isaías     52, 7-10

Resumen: La venida de un mensajero divino en Sión comunica la buena noticia de la liberación de la opresión babilónica expresada como liberación y consuelo por la donación de la paz, el bienestar y la salvación. Es allí que Dios, y no Marduk, empieza a reinar en Jerusalén.


El así llamado “Segundo Isaías” se dirige a la élite que se encontraba en el exilio en Babilonia. Los sentimientos de los exiliados eran mezclados: castigo divino, “Dios se ha olvidado de nosotros”, “estamos pagando las culpas de otros”, etc. En este contexto de angustia, el profeta viene a cantar la esperanza, que se concreta históricamente en el fin de la situación de angustia y esclavitud. Lo que cuenta en este poema, más que el mensajero son sus pies ya que se detendrá en el tema de la llegada del mensajero y el tema del “camino”. Y el contenido expresado con tres términos cargados de sentido bíblico: paz (salom), bienestar (tôb) y salvación (yesu’á); son bienes sociales, económicos, políticos y espirituales. Hacen referencia a situaciones concretas, y en estos tres términos se sintetiza la felicidad del pueblo que se espera y anuncia. El mensajero no es especificado, y la receptora de las “buenas noticias” es Sión. Todo esto es especificado en que “reina tu Dios”. Ciertamente de este modo se entra en contraste con la realeza de los dioses babilonios. Por ejemplo, así dice el relato babilónico de la creación:

“… tú, Marduk, eres el más honrado de los grandes dioses. Tu decreto no tiene par, tu orden es Anu. Desde este día inalterable será tu sentencia. Ensalzar o humillar estará en tu mano. Tu expresión será veraz, tu mandamiento será indiscutible. ¡Ninguno de los dioses salvará tus límites! Necesitando adorno para las sedes de los dioses, esté el lugar de sus santuarios en tu lugar. ¡Oh Marduk!, ciertamente tú eres nuestro reivindicador. Te hemos concedido la realeza sobre el universo entero. Cuando en la asamblea tomes asiento, tu palabra será suprema” (Enuma Elis IV,4-15).

Los salmos de “Yahvé rey” lo repiten (47,9; 93,1; 96,10; 97,1; cf. Is 24,23). Esto está dicho muy lejos de Babilonia y debe comunicar seguridad a los oyentes. El “rey Marduk” está al caer. Los guardias de los alrededores ven venir la noticia y se propaga por doquier con júbilo indescriptible. Dios mismo está llegando en esta noticia.

La Jerusalén devastada y solitaria a la que se dirige la noticia, recibe dos verbos que son clave de todo el profeta: “consolar” y “redimir”. Tan importante es el primero que el Segundo Isaías es conocido como “el libro de la consolación”. Con ese verbo arranca toda la obra (40,1) y se acumulan ambos en esta unidad: 51,3.12.19 (consolar), 51,10; 52,3 (redimir) pero señalado como algo ya realizado (no futuro, como 40,1). La ciudad en ruinas (v.9) recibe la buena noticia de una promesa ya realizada (lo político es evidente). Para actuar con más libertad, Dios se “arremanga” (v.10; cf. Ez 4,7; Sal 74,11). Si antes el acento estaba en los pies, ahora se ubica en las manos como expresión del obrar de Dios. Y este obrar de Dios, su brazo, su salvación es visto por “todas las naciones”, o por los exiliados en todas las regiones que ven que nadie, sino sólo Yahvé es actor en la liberación de los suyos.

Los vv.11-12 culminan la unidad literaria relacionando con el éxodo, tema también importante en el Segundo Isaías, pero es omitido en el texto litúrgico del día.

Sin duda, la relectura del mensajero entendido como Jesús que viene a “evangelizar” (anunciar buenas noticias) es decisiva en la selección del texto en la fiesta de Navidad.


Lectura de la carta a los Hebreos     1, 1-6

Resumen: Poniendo en una línea de continuidad y superación la antigua y la nueva alianza, con sus mediadores: los profetas y el hijo y los destinatarios: los padres y “nosotros”, el autor de la homilía prepara todo el texto mostrando la novedad aportada por cristo, entendido desde una perspectiva sacerdotal a partir de una lectura cristológica del A.T.


Un comienzo solemne presenta la gran homilía llamada “carta a los Hebreos”; una larga oración de cuatro versículos. El punto de partida es la comunicación de Dios con la humanidad, en el pasado y en el presente obviamente contrastándolos. “De muchas formas y muchos modos en el pasado” (polymerôs kaì polytropôs) en el pasado (pálai) habló Dios a os Padres. Los mediadores de esta comunicación fueron los profetas. En los “últimos días” nos habló “en su hijo”. Ciertamente el contraste pasado -  presente se refuerza por los medios de comunicación escogidos: profetas – hijo. Y los días “esjaton” (= finales) dan sentido a esta novedad. La novedad del hijo viene dada por su ser heredero, a lo que se añade su relación (diá) con la creación (“las edades”) y por una relación tan estrecha con Dios (= Hijo, que en Hebreos es notablemente más elevado que en los primeros escritos cristianos) que no se separa de la “gloria” de Dios y no manifiesta una fracción sino la totalidad de la imagen, es “imagen perfecta”. Así “sostiene” (presente) todo lo creado en su intervención en la historia (pasado). Así se prepara la lectura del Sal 110 que será fundamental en toda la obra, comenzando por la cristología tradicional, de la primera parte del sermón (1,5-2,18) cuanto la cristología sacerdotal que se desplegará en adelante. 

La lectura añade los vv.5 y 6 cambiando el sentido del texto. En el sermón la introducción “de su primogénito en el mundo” alude a la entrada gloriosa de Cristo en el “mundo venidero, del que venimos hablando” (2,5), pero al introducirse en el texto de Navidad se alude a “este mundo” y por tanto cambiando el sentido del texto se refiere a la encarnación, y no a la Resurrección.

La importancia de la antigua alianza entendida como “revelación” y –por lo tanto- como válida, pero superada por la nueva alianza será importante en toda la obra y el motor de su lectura bíblica en toda la homilía, aquí reflejada no solamente en los tiempos verbales e históricos sino en la mención a los “padres” y a “nosotros”. En este caso la importancia de lo antiguo –visto como palabra- y por tanto mediado por los profetas, y la plenitud de la palabra del Hijo. Este movimiento del hijo  desde la preexistencia a la exaltación culmina con una menciona los ángeles, para señalar –y lo repetirá a continuación- la superioridad de Cristo sobre ellos, y la insistencia a sus destinatarios de que son continuación y plenitud del Israel antiguo de la promesa. Es en esto donde cuatro momentos son referidos: la preexistencia, la función sostenedora del universo, la salvación y la exaltación gloriosa (cf. Sab 7,25-26). La traducción de los términos griegos es difícil ya que se pueden presentar diferentes opciones: ¿es reflejo o es irradiación? (apaugasma), ¿es impresión, sello o reflejo? (jaraktêr). La ambigüedad quizás sea adrede y pueda entenderse que Cristo es irradiación o reflejo, e impronta o sello del ser divino. Haciendo eco de la palabra creadora de Génesis 1, la estrecha relación entre el Hijo y el Padre sostiene lo creado por su “palabra poderosa”. La acción expiatoria comienza –sutilmente al principio- a insinuar el tema sacerdotal y sus efectos (1,3; 9,13-14.22.28; 10,2.22; 12,24). Estar sentado a la diestra de Dios es –como se dijo- alusión al Sal 110, tan importante aquí (1,13; 8,1; 10,12).

Evangelio según san Mateo     1, 1-25


Resumen: Dios se dirige a José en sueños para expresarle que también él tiene un rol que jugar en el plan de salvación que comienza en el embarazo de María. Darle el nombre a Jesús implica poner a Jesús en el contexto de la historia, en la genealogía. Y así empieza a cumplirse todo lo anunciado por los profetas llevándolos a plenitud.


Para comprender el Evangelio de hoy es conveniente mirar todo el contexto ya que conforma una unidad. En 2,1 Jesús ha nacido y unos magos de Oriente vienen a visitarlo. Pero este cap. 1 tiene dos partes bien marcadas que aluden a lo mismo:

 

1,1: Libro de la generación (génesis) de Jesús, el Cristo

1,18: De Jesús, el Cristo, su generación (génesis) fue así:

 

Como en seguida diremos, la segunda parte (1,18-25) es la continuación o complementación de la primera (1,1-17).

 

Podemos decir que toda la primera perícopa en sí misma queda incompleta. Así como se encuentra, no dice nada. Teóricamente quiere mostrarnos que Jesús es “hijo de David, hijo de Abraham” (1b) pero la genealogía muestra precisamente que no lo es. Basta con ver el esquema para notar que el relato queda interrumpido e incompleto: toda la genealogía (= historia) sigue el mismo esquema: A engendró a B / B engendró a C / C engendró a D… pero al llegar a José no afirma “José engendró a Jesús” sino que “Jacob engendró a José, el esposo de María de la que nació Jesús, el llamado Cristo” (v.16). Podemos decir que toda la genealogía se ve frustrada ya que José no es el que ha engendrado a Jesús, y ese parece el sentido de toda la primera parte, mostrar la incompletez. Luego empieza el segundo aspecto de esta “génesis”. 

 

Toda esta primera parte (1-17) sigue un sencillo esquema, como dijimos, que se ve interrumpido por la mención a mujeres. Los autores no están de acuerdo con el motivo. Algunos han supuesto que de ese modo se prepara la última mujer, María, pero no se dice que “José engendró de María a Jesús” como es el caso de las anteriores. Por eso muchos piensan que esas cuatro mujeres no tienen relación con la mención de María, que es otro tema. En ese caso, es posible que las cuatro sean incluidas por ser extranjeras, es decir, no judías. Con lo cual el universalismo que el Evangelio propone (ver 28,19: “a todos los pueblos”) empieza a estar preparado en la misma genealogía de Jesús.

 

En la segunda parte, la que da sentido a la anterior, se afirma que José y María estaban casados (cosa que ya había dicho el v.16) y que María quedó encinta “por el espíritu santo”. Sin duda no es acá el espacio para el análisis histórico, sino para tratar de leer qué quiere decir Mateo en esta unidad. Sin duda quiere dejar claro, antes de empezar la narración, que el embarazo de María no tiene origen humano. Siendo este el caso, la reacción de José tiene dos lecturas posibles:

 

     1.      José sabe que él no ha sido el responsable del embarazo de su esposa y decide divorciarse de su mujer infiel; 

      2.        José sabe que el hijo tiene origen divino y no quiere ser obstáculo al plan de Dios en María, por lo que decide dar “un paso al costado”.

 

Hay una serie de términos que nos invitan a preferir la segunda variante:

 

José es “justo”, lo que implica que es “cumplidor de la voluntad de Dios”. Y no parece que sea cumplir la voluntad de Dios un simple “divorcio” ante una mujer supuestamente pecadora. No consta que hubiera apedreamiento en este tiempo, pero parece que algún tipo de manifestación pública ante el adulterio sería de esperar de un “justo”. En cambio, un justo sí puede pretender no ser obstáculo a lo que Dios está obrando en su mujer. Hay que recordar que “repudio” (v.19) no necesariamente ha de entenderse como “rechazo”, sino también es simplemente “separación” con lo cual ambos (especialmente la mujer) quedan liberados para hacer una vida independiente. 

 

El ángel le dice “no temas”, que no se trata de un temor en cuanto al posible engaño, sino el temor reverencial, lo que explica el deseo de José de retirarse porque Dios está interviniendo en María. 

 

El término “porque” (gar) puede entenderse de los dos modos: “no temas, tu mujer no te ha sido infiel… no temas, porque no es otro hombre sino es el espíritu santo el que ha actuado en ella”, pero también puede leerse como “no temas a causa de la intervención del espíritu santo… no tengas temor reverencial porque (a causa de) la intervención sea del espíritu”. 

 

Leyendo el texto en este sentido, el ángel no le dice a José una verdad que ignoraba sino que lo invita a seguir junto a María ya que también él tiene un rol: “tú le pondrás por nombre Jesús” (v.21). Habitualmente el nombre lo elegía la madre (Gen 29,31-30,24; 35,18; 1 Sam 1,20), aunque a veces lo hacía el padre (Gen 16,15; 17,19; Ex 2,22); este, en tiempos del N.T. le era impuesto al hijo en la circuncisión, al octavo día (Lc 1,59; 2,21), y como sabemos en este caso (como en el de Juan), el nombre es elegido por Dios (v.21; cf. Lc 1,13.31).

 

Los sueños (onar) como revelación de Dios ocupan un lugar importante en Mateo (cf. 1,20; 2,12.13.19; 27,19 [sólo estos en todo el NT]) y en cierto modo recuerdan la relación de otro José, también hijo de Jacob, con los sueños en Gen 40 y 41. 

 

Lo cierto, y aquí lo fundamental, es que este José, “hijo de David” (v.20) recibe el encargo de tomar a María y darle nombre al hijo por nacer. Desde ahora será “Jesús, hijo de José” (cf. Lc 3,23). Pero entonces, al “darle el nombre” (= dar el apellido), Jesús pasa a completar la genealogía que estaba trunca, ahora también él es “hijo de David”, y esta es su “génesis”.

 

Mateo relee ahora el texto de Isaías 7 que hemos comentado más arriba. Es muy frecuente en todo su Evangelio destacar el “cumplimiento” (plêroô) de lo dicho por los profetas (1,22; 2,15.17.23; 3,15; 4,14; 5,17; 8,17; 12,17; 13,35; 21,4; 26,54.56; 27,9; en Marcos, en cambio, sólo ocurre una vez, 14,49; y dos en Lucas: 4,21; 24,44). Mateo quiere mostrar a su comunidad que la Iglesia es el Israel fiel que da plenitud (plêroô) a las Escrituras porque en Jesús, sus palabras y obras, han alcanzado dicha plenitud. Por otra parte, es interesante notar que las diferentes escenas de los relatos de la historia previas al ministerio de Jesús son jalonadas por sendos cumplimientos de las Escrituras.

 

El relato termina con un versículo, omitido en la liturgia, que viene a reforzar lo que ya sabemos: durante el tiempo que vivieron esperando el nacimiento de Jesús, José y María no tuvieron relaciones sexuales (v.25). Con esto el autor quiere reforzar lo antedicho: este nacimiento ocurre sin intervención humana. No hace referencia concreta a la vida de ambos después de este momento que es lo único que le interesa señalar.

 

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