jueves, 26 de junio de 2025

El fundamentalismo y la pereza

El fundamentalismo y la pereza

Eduardo de la Serna



Con el título «Exégesis bíblica en la sociedad contemporánea: Conflictos, fundamentalismos y resistencias» se ha desarrollado en Costa Rica, los días 23 a 27 de junio el III Congreso Internacional de Estudios Bíblicos [el I en Buenos Aires, el II en Bogotá]. Como suele ocurrir en este tipo de congresos, hay conferencias y mesas temáticas con paneles. Ante la invitación a participar, hice llegar a los encargados una propuesta de reflexión frente al fundamentalismo la cual fue aprobada para participar en una mesa con otros tres panelistas sobre el tema. Del mismo participé de modo virtual porque, obvias razones económicas, me impidieron participar presencialmente del mismo.

Como suele ser lo habitual, tuve que realizar mi comunicación en 15 minutos. Y, acá mi inconformidad. Cuando presenté mi propuesta, tenía la sensación que el tema era bastante serio y merecía un detenido análisis; las 6 páginas que yo presentaba me resultaban pobres, limitadas, insuficientes. Y, tener que comunicar esto en 15 minutos, reducía ese texto todavía a la mitad. Sé que ese es el modo en que los congresos se realizan, por tanto, nada tengo que decir a la organización, pero debo confesar mi cada vez mayor incomodidad con “la Academia”. Creo que impone un corsé a congresos, artículos, conferencias que terminan más concentrados en la forma que en el contenido, y, entonces, algo se evalúa si sigue las normas X, si presenta o no un abstract, si las palabras clave (que las veo totalmente absurdas e innecesarias) son adecuadas, en lugar de concentrarse en la seriedad o no, lo desafiante o no, lo propositivo o no del texto. En lo personal, yo colaboraba con cierta frecuencia en revistas académicas y me han desalentado absolutamente (por no añadir, todavía, el excesivo protagonismo que se atribuyen algunos árbitros desalentando todo diálogo, debate o análisis) … En lo personal (que no es importante, porque lo que cuenta es el buen desarrollo del congreso, por cierto) terminada mi presentación quedé con una insatisfacción muy profunda, como que los participantes perdieron 15 minutos en los que no se les aportó nada. Una pena. Especialmente porque creo que el tema – como dije – sí es importante para pensar y desafiante para la acción.

Acá presento el texto original, como fue enviado a los organizadores.


Palabras clave: pereza, individualismo, nutrimiento de la palabra, otro evangelio, responsabilidad pastoral.

 Introducción

Es sabido que la pereza constituye uno de los llamados “siete vicios capitales”. Algunos pensamos que es quizás el más grave de todos,[1] especialmente porque en los restantes puede haber una variante positiva, como cuando se habla de “sana envidia”, o de “justa ira”, por ejemplo. La pereza, en cambio no toma la decisión de levantarse, de ponerse en camino, del esfuerzo arduo.

Es sabido que históricamente en nuestro Continente, la lectura de la Biblia estaba ligada no solamente al esfuerzo, sino también, en no pocas ocasiones, al martirio. Esto era habitual, ya en tiempos y lugares distintos, en los que tener una Biblia, y que esta revelara ser muy usada, sería tenido por algo subversivo en tiempos pasados.[2]

La proliferación de grupos fundamentalistas en América Latina y el Caribe es harto evidente. Ya es sabido – y no es acá el caso de profundizar la idea – la relación entre muchos de estos grupos con el proyecto de dominación del Norte, pero no es menos cierto que la lectura fundamentalista “ha sido recibida” en muchísimas comunidades de distintas iglesias cristianas.

Siendo, como se había dicho, que América Latina y el Caribe es “el continente de la Biblia”,[3] no era fácil eliminarla del horizonte popular; mucho más sencillo, y a su vez conveniente para quienes la veían como un peligro, era “domesticarla”. Domesticar la Biblia significaba descartar de ella toda mordiente que afectara la realidad y que comprometiera a comunidades en su transformación.

A esto, creo, que se ha de añadir, el auge de los individualismos: el individualismo en las espiritualidades: intimismos, espiritualismo desencarnado y sin “otros”, que se refleja en cantos en primera persona del singular, o en modos de piedad, pero también el individualismo en corrientes políticas, etc. En este caso, el texto bíblico “me habla a mí”, a “mi situación concreta”, sin un “nosotros” …

Es en este contexto que, creo, y deteniéndome especialmente en quienes tienen responsabilidades pastorales (ministros, catequistas, celebradores), que es el ámbito donde entra la pereza. La lectura literal, sin el esfuerzo del análisis, de la crítica, del contexto, del estudio, es ciertamente más fácil, más cómodo. Es más fácil dejarse enseñar por las mini series “Moisés”, o “The Chosen”, que cuestionar, leer, investigar. Y, en esto, creo, radica la gravedad de la irresponsabilidad pastoral.

Si los que tienen responsabilidades en las comunidades recurren a fundamentalismos evidentes, ¿por qué cuestionaríamos ese mismo modo de lectura en quienes de ellas y ellos han aprendido?

Y no me refiero, en este caso, a los fundamentalismos bíblicos en los que incurren evidentemente funcionarios políticos (como sería el caso de Jair Bolsonaro o Javier Milei, por caso) gravísimos, por cierto, sino directamente a las responsabilidades “pastorales”, eclesiales.

En otra ocasión hemos propuesto que hay diferentes lecturas de la Biblia que se deben retroalimentar mutuamente: una pastoral, una popular y una académica.[4] Una lectura de mero escritorio, sin contacto con el Sitz im Leben und im Tode del pueblo que vive, celebra y padece, puede terminar en dar respuestas insustanciales a preguntas bizantinas; una lectura popular sin la anterior puede aproximarse, por ejemplo, al fundamentalismo,.

Mirando u oyendo reflexiones o documentos pastorales (por cuestión de pertenencia me referiré particularmente a lo que ocurre dentro de la Iglesia católica romana, pero, por lo que sé, no es exclusivo de ella) es habitual que se publiquen textos escritos en los que los autores dicen lo que ellos creen que deben decir, a lo que, después, se le añaden algunos textos bíblicos a modo casi decorativo; en ocasiones se citan textos de los que estudios académicos dicen cosas muy diferentes; e, incluso, en otras oportunidades, ni siquiera se cita la Biblia.

Es verdad que los documentos “oficiales” de la Iglesia católica romana dicen que la Biblia ha de ser “el alma de la teología”[5], y, por tanto, también debiera serlo de la pastoral, pero no es menos cierto que eso en la práctica casi no ocurre.

Es evidente, por cierto, que una homilía o una pastoral no han de ser una “clase de Biblia”, pero no es menos verdadero que la Biblia, lo que ésta dice a su pueblo, ha de nutrir la palabra o el texto y ha de ser su punto de partida.

Biblia

La referencia a los pastores en Ezequiel 34 alude claramente a los reyes de Judá: no se han ocupado de su pueblo, se han “apacentado a sí mismos” y el pueblo está disperso (clara alusión a las consecuencias de la destrucción de Jerusalén de 587 a.C.).[6] La referencia a David (v.23) confirma que, por pastores, se alude a la monarquía a la cual se responsabiliza, por su mal ejercicio, de la “dispersión” de las ovejas de Israel, especialmente las débiles. Por tanto, Dios mismo se ocupará de alimentarlas y llevarlas a los montes de Israel (v.14), el alimento será la justicia (v.16).

Es muy probable que el texto de Ezequiel haya inspirado el discurso de Jesús en Juan 10, sobre el buen pastor.[7] Sin embargo, es interesante destacar las diferencias. Mientras el texto de Ezequiel pone su acento en los malos pastores (a los que el profeta contrastará con Dios, el pastor quien, luego, llamará a David), en Juan no se hace referencia a los malos pastores sino a Jesús como pastor bueno (lit. bello).[8] Sin embargo, sí hay contraste entre los que entran o no por la puerta (v.1), los que son o no seguidos por las ovejas (vv.4-5). Los primeros son calificados de ladrones y salteadores (vv.1.8.10) o también de extraños (v.5), que, sin entrar por la puerta, escalan al redil, y lo hacen para “matar, sacrificar y destruir” (v.10); los segundos no son conocidos por las ovejas, y – por lo tanto – ellas no los siguen; el mutuo conocimiento entre pastor y oveja está ausente: él no conoce sus nombres, ellas no conocen su voz (vv.3-4). Sin embargo, el contraste principal está dado por el cuidado de la vida: los ladrones buscan “robar, sacrificar y destruir” mientras el pastor Jesús se pone delante del peligro arriesgando su vida (psyjê, vv.11.15.17) en favor de las ovejas para que tengan vida (zôê, v.10) pero una vida “eterna” (v.28), es decir divina, lo cual constituye “un mini Evangelio”.[9] De allí que aquí el contraste esté dado entre el pastor, a quien pertenecen las ovejas, con el asalariado, que no arriesgará su vida ante el peligro. La vida, y vida plena del rebaño, es la clave del relato, vida que trae Jesús, (a quien conocemos, nos conoce y reconocemos su voz).

En la Segunda Carta a los Corintios,[10] Pablo debe defenderse de quienes le han cuestionado su apostolado. Ya en 1 Cor 9,1 vemos que hay quienes niegan que él sea en verdad “apóstol”, algo que, para Pablo, constituye un motivo de jactancia por la gracia de Dios (1 Cor 15,10). Sabemos que hay quienes han ofendido a Pablo o a alguien del equipo apostólico, y esto motiva su defensa. Pero esta crítica supone, a su vez, el reconocimiento, por parte de los corintios, de otros ministros, de los que Pablo afirma críticamente: que él no se recomienda a sí mismo (3,1; 5,12), como sí lo hacen sus adversarios, (10,12), ya que es recomendado por Dios (4,2; 10,18) y lo hace como ministro de Dios (6,4) y deberían haber sido los mismos corintios quienes lo hicieran (12,11). Precisamente porque actúa delante de Dios es que no “falsifica la palabra de Dios” sino que manifiesta la verdad (4,2). Pablo y su equipo no “negocian” con ella, sino que actúan con sinceridad, con pureza de razones (2,17). Por un lado, se ha de tener en cuenta que Pablo tiene una relación tensa con (o con algunos de) los corintios, particularmente en el terreno económico. Es probable, por un lado, que muchos le cuestionen que sea realmente apóstol puesto que Jesús dijo que los suyos debían ser mantenidos por la comunidad, y, en este caso, Pablo no acepta dinero de ellos (particularmente de los corintios) sino que trabaja con sus propias manos para autoabastecerse. Así resuena muy irónica la frase de 2 Cor 12,13: “¿En qué fueron menos que otras Iglesias salvo en que yo no me convertí en una carga para ustedes? Perdónenme esa ofensa”. Por otra parte, Pablo intenta, en toda la carta, mostrar una identificación simbólica entre el apostolado, que él reivindica para sí y su equipo, y el crucificado: el apostolado está marcado por el sello de la cruz. [11] Los falsos apóstoles (11,13), a los que – nuevamente con ironía – califica de “apóstoles excelsos” (11,5; 12,11), predican “otro espíritu”, “otro evangelio”; Pablo predica sin cobrar y “nadie me privará de ese honor” (11,10), es la gracia la que actúa en la debilidad (palabra clave en ambas cartas a los corintios):[12]

Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad». Por tanto, con sumo gusto seguiré jactándome sobre todo en mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo.

Por eso me complazco en mis debilidades, en los insultos, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. (12,9-10)

La debilidad es expresión de Jesús crucificado (13,4) y manifiesta la fidelidad de Pablo al apostolado. Los falsos (o excelsos) apóstoles no predican con verdad la palabra de Dios, negocian con ella, se jactan de sus propias fuerzas (es decir, no en la de Dios).

Una de las características que tiene, en Pablo, el verbo “jactarse” (kaujaomai) es que la clave no está en sí mismo sino en el objeto de la jactancia. Jactarse por la obra de Dios de la que el apóstol es un mero instrumento, es dar cabida a Dios y su gracia en el seno de la comunidad, en cambio, jactarse en las propias fuerzas, es mirarse a sí mismos antes que a aquellos con los que se tiene una responsabilidad pastoral.[13] El primer modo se asemeja a “gloriarse” (doxazô, de hecho, muchas traducciones ponen “gloriarse” donde Pablo dice kaujaomai, lo cual puede prestarse a confusiones) lo que es siempre positivo por cuanto edifica a la comunidad. En cambio, el segundo modo, se asemeja a fysióô, que es hincharse, pavonearse, es decir, mirarse a sí mismos: “La ciencia [gnôsis], hincha [fysióô], el amor [agápê], edifica [oikodoméô]” (1 Cor 8,1). Es interesante que “pavonearse” es algo característico de los corintios [el verbo aparece solamente 7 veces en el NT, 6 de ellas en 1 Cor]. La edificación de la comunidad es lo que cuenta, para Pablo. Ese es el sentido de su apostolado, mientras otros se miran a sí mismos, negocian, se aprovechan…

Pereza

Mirando estos textos, que se podrían multiplicar, es oportuno preguntarnos por la responsabilidad o la pereza pastoral en la responsabilidad con el pueblo de Dios. ¿Cuál es el nutrimento que, como pastores, se está dando al pueblo? Porque, es evidente, que un pueblo subalimentado será un pueblo débil o frágil frente a la dificultad. La fortaleza, necesaria para enfrentar la tormenta, las raíces, o los cimientos sobre los que se edifica la comunidad, que están en el origen del término hebreo amén, requieren una predicación sólida y firme a su vez.

Ya desde el comienzo de sus escritos Pablo celebra que los tesalonicenses recibieron su predicación como lo que verdaderamente es: “palabra de Dios” (1 Tes 2,13).

Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?” (Rm 10,14)

La fe / creer, palabra central en Pablo (142 veces), nace de la predicación (cf. 1 Cor 15,11), pero – como es sabido – una casa edificada sobre arena no resiste la tempestad, mientras que edificada sobre roca (YHWH es mi roca) puede resistir.

Como hemos visto, tanto en 2 Corintios, como también en Gálatas, Pablo confronta con quienes han predicado “otro Evangelio” (2 Cor 11,4; Gal 1,6-7). La predicación paulina, dirigida a los paganos, les insiste que son verdaderamente miembros del pueblo de Dios a partir del bautismo; ya no es necesaria la circuncisión que los convertiría en prosélitos. Sumergidos “en Cristo” los bautizados se unen y reciben plenamente los dones de Dios. Esta predicación le trae a Pablo numerosas dificultades por parte de los que él llama “el Israel según la carne” (1 Cor 10,18), “los de mi raza según la carne” (Rom 9,3); sin circuncisión – afirman – no hay verdadera incorporación en la comunidad. Para Pablo es la recepción del espíritu lo que nos integra en el “Israel de Dios” (Gal 6,16), con una “circuncisión en espíritu” (Rom 2,29). Por eso, ese “otro evangelio” es, a su vez, “otro espíritu” (2 Cor 11,4). Por eso, con mucha frecuencia Pablo es perseguido por sus “hermanos”, precisamente por su predicación (Gal 5,11). La novedad de su anuncio tiene su raíz en el espíritu (Rom 7,6), es una “nueva alianza” con espíritu (2 Cor 3,6). Con su raíz farisea sería de esperar que Pablo se hubiera limitado a invitar a los paganos a incorporarse a Israel por el bautismo de los prosélitos y la posterior – e indispensable – circuncisión; pero la novedad que él descubre lo lleva a anunciar que el espíritu de Dios se recibe en el bautismo (1 Cor 12,13). Pero esta novedad le provoca, como decimos, dificultades y persecuciones. No solamente la ruptura con Pedro o con Bernabé sino, también, la presencia frecuente de misioneros que predican lo contrario en las comunidades paulinas, anuncian “otro evangelio”. Sin embargo, Pablo, por el bien de aquellos a los que se dirige les dice que a los judaizantes “ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para ustedes la verdad del Evangelio” (Gal 2,5). El bien de la comunidad es aquello que Pablo no cede, a pesar que eso significa cárceles, azotes, torturas… (es decir, semejanza con la cruz). Ciertamente no es la comodidad, lo fácil, lo que Pablo elige y vive.

La responsabilidad con las comunidades exige predicar el Evangelio del reino. Es verdad que el individualismo que señalábamos, sumado a la comercialización con la palabra de Dios (no son pocas las motivaciones económicas en pastores y pastoras en la concreción de un anuncio de un evangelio light) conducen a la superficial y cómoda “teología de la prosperidad”.[14]

La responsabilidad de los pastores y pastoras en la predicación en las comunidades, no puede estar movida por la pereza. Es su compromiso alimentarse seriamente de la palabra de Dios, y, nutridos por ella, compartirla a su vez con el pueblo que les ha sido confiado. La realidad de nuestra América Latina es grave, la situación de injusticia, violencia, opresión es creciente. Y la palabra de Dios no puede ser una excusa para predicar la resignación.[15] La palabra bien nutrida y nutriente permitirá al pueblo la resistencia, y, quizás también, elementos para que la sociedad cambie y se asemeje un poco más (o mucho más) a algo más parecido a lo que Dios, quiere, eso que Jesús llamó “Reino de Dios”.



Notas

[1] Eduardo de la Serna, Los vicios capitales, Buenos Aires, ed. Paulinas 1997, 101.

[2] Cf. María López Vigil, Piezas para un retrato, El Salvador: UCA ed., 2014, 281.

[3] Cf. Rafael Aguirre, La utilización política de la Biblia, Estella (Navarra), Verbo Divino 2024, 161.

[4] E. de la Serna, “La Biblia y la Teología de la Liberación. Un desafío”, Alternativas 44 (2012/2) 37-52.

[5] Concilio Vaticano II, Dei Verbum 24. Incluso, cuando Juan Pablo propone un examen de conciencia en la Iglesia al aproximarse el tercer Milenio, la primera pregunta que se formula es “¿En qué medida la Palabra de Dios ha llegado a ser plenamente el alma de la teología y la inspiradora de toda la existencia cristiana, como pedía la Dei Verbum?”, Tertio Millennio Adveniente 36.

[6] Paul M. Joyce, “Ezekiel”, en John J. Collins et al, The Jerome Biblical Commentary for the Twenty-First Century. Third Fully Revised Edition, London – New York: t&t Clark 2022, 996.

[7] Cf. Xavier Léon-Dufour, Lecture de l’Évangile selon Jean, tome II, Paris: Ed, du Seuil 1990, 380-381.

[8] Jean Zumstein, El Evangelio según Juan (1-12) [BEB 152], Salamanca: ed. Sígueme 2016, 439.

[9] Mary L. Coloe, John 1-10 (Wisdom Commentary), Collegeville, Minnesota: Liturgical Press 2021, 255.

[10] Cf. E. de la Serna, “Segunda carta a los Corintios”, en A. Levoratti (dir.) en Comentario Bíblico Latinoamericano, Estella (Navarra): Verbo Divino 2003, 859-894.

[11] Sobre el tema ha escrito Santiago Guijarro en Servidores de Dios y esclavos vuestros. La primera reflexión cristiana sobre el ministerio [BEB minor 17], Salamanca, 2011, aunque no resalta que se trata propiamente del ministerio del apostolado ni la identificación de este con el Crucificado.

[12] Cf. E. de la Serna, “El ‘Cuerpo de Cristo’ en San Pablo”, Proyección 272 (enero-marzo 2019) 71.

[13] Cf. E. de la Serna, Primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. Comentario [Estudios Bíblicos 72], Estella (Navarra), Verbo Divino 2019, 49.57.100

[14] R. Aguirre, La utilización política de la Biblia 181-185, “El fundamento bíblico de la teología de la prosperidad es extremadamente endeble”, 185.

[15] “No puedo predicar la resignación” decía el beato mártir Enrique Angelelli, Crisis 13 (1974) 54-57 (lo mismo afirmaba Eva Perón, Mi Mensaje, https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/eva-peron-mi-mensaje cap. 21).

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