jueves, 12 de junio de 2025

Un Dios que no es indiferente

Un Dios que no es indiferente

Eduardo de la Serna



Al igual que los “vicios capitales” no son pecado (aunque así se los llame con frecuencia), creo que lo mismo hemos de decir de los “sentimientos”.

El dicho de Dios a Caín nos permite entenderlo con precisión:

Si no haces lo bueno no la levantarás (la cabeza), pero si no haces lo bueno, a la puerta está el pecado echado. Sin embargo, tú puedes dominarlo. (Génesis 4,7)

El pecado está “a la puerta”, en el “capitel”, de cada quién depende (“puedes dominarlo”) dejarlo entrar o no. Sabemos que Caín no lo hizo.

Esto, en cierta manera, se asemeja a la “tentación”, es decir, algo que nos impulsa a no hacer “lo bueno”. Eso no es, necesariamente, “algo malo”, pero lo prepara. Y es necesario “dominarlo”, precisamente para evitar que “entre”, que traspase “la puerta”.

Obviamente, tanto los vicios capitales como los sentimientos nos impulsan, nos “tientan”, nos preparan a no hacer “lo bueno”, y – precisamente por ello – es bueno evitarlos, es sensato evitarlos.

Que, frente a un acontecimiento, por ejemplo, se sienta algo que no es bueno, no es, de por sí algo malo, pero… Si sintiera alegría o placer, por ejemplo, por la muerte o la desgracia de alguien por el solo hecho de que él o ella me desagrada, ¿cuánto falta para entrar en el terreno de “lo malo”? Puedo no apedrearla, por cierto, pero puedo sembrar odio en otras personas, por ejemplo; o alentar a otras personas a hacerlo… Y, de esa manera puede comenzar un “alud de nieve” creciente que, ciertamente, una vez comenzado, ya no podemos “dominar”. Y habrá quienes se sientan tranquilos por no haber sido quienes sepultaron una casa, conformándose con ser – nada menos – que quienes arrojaron una “pequeña bola”.

Insisto: “sentir” envidia, ira, celos o demás cosas “no buenas” no son necesariamente algo malo, pero la clave está en qué hacemos con ello. Incluso es posible aprovecharlo en orden a “lo bueno” y, así, “levantar la cabeza”. Caín podría haber salido al campo para abrazar a su hermano Abel. Hizo lo contrario.

Curiosamente, Caín – y también Abel – eran personas religiosas. Presentó su ofrenda a Dios (Gen 4,3), pero no es cosa de ritos o de ofrendas, sino de obrar conforme a los caminos que Dios nos propone; reconocer en Abel su hermano, ser su “guardián”, en este caso. Porque, después, el Dios de la Biblia es un Dios que no puede permanecer insensible frente al grito del sufriente, lo que la Biblia llama “clamor”. Y la que ahora “clama” es la “sangre de tu hermano” (Gen 4,10; es interesante que el sustantivo “hermano” se repite provocativamente 7 veces en este breve texto).

Estamos en momentos de mucho odio, desprecio, ira, sentimientos negativos frente a Fulanas o Menganos. Pareciera que “todo” nos invita a “dar rienda suelta” a esos sentimientos que nos hacen andar con la cabeza gacha, sin poder levantarla para mirar a Dios y a las hermanas y hermanos. Se nos repite una y otra vez que “no odiamos lo suficiente”. Se nos invita a celebrar la desgracia de algunas o algunos por el solo hecho de ser objeto de ese odio. Y, “en cristiano”, resulta que Dios nos pregunta por nuestro “hermano” (o “hermana”). Y, con frecuencia, como Caín, nos desentendemos de su suerte.

Estas líneas, pretenden ser una breve reflexión, pero, también, un llamado de alerta. Alerta a quienes odian. Simplemente recordarles que “a la puerta”, acechando, está la posibilidad de dar muerte a hermanas o hermanos, y Dios, no puede, no sabe, no quiere permanecer indiferente ante ello.


Imagen tomada de https://www.ecured.cu/Alud

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.