Una palabra sobre la “grieta”
“Quien disimula (kryptei) la ofensa busca un amigo, quien rechaza el
disimulo (kryptein), aleja la amistad
y su casa” (Pro 17:9 LXX)
Eduardo
de la Serna
En la comunicación entre
personas lo más frecuente (aunque no lo único) es recurrir a palabras. La
palabra, oral o escrita, “dice”, comunica, expresa un universo de cosas. Las
palabras, aún las más sencillas y cotidianas, frecuentes y recurrentes tienen
un universo que las implica. Decir “casa”
no es una idea arquitectónica –aunque puede serlo – es decir calidez, cobijo,
alimento, amor (o no), familia, seguridad (o no) y muchísimas “palabras” más. Incluso,
con muchísimo frecuencia, en una palabra se encierran tantos sentidos que en
ocasiones es preciso precisarlos, o – en otros casos – éstos son utilizadas
tramposamente para que los oyentes “escuchen” una cosa cuando en realidad el dicente
está “diciendo” otra.
Me permito poner un ejemplo
antes de avanzar en la idea. El término “paz”
es – qué duda cabe – un término maravilloso, pero como tiene un universo
diferente de sentidos (la semiótica lo llama “polisémico”) se vuelve necesario
de explicar. Esto lo aprendí en las calles de Bolivia cuando al slogan del
partido del dictador Banzer, “orden, paz
y trabajo” algún ‘sabio y experto en sentidos de las palabras’ había
acotado con aerosol: orden “de los cuarteles”, paz “de los cementerios” y
trabajo “de los campos de concentración”. En el reciente plebiscito en Colombia
para rubricar o no los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla de las
FARC, obviamente – debidamente asesorados – los promotores del “no” insistieron
en que no aceptaban los acuerdos, pero sí querían “la paz”. Esto puede ser
válido para algunos, pero cualquier lector de la realidad colombiana sabe que la
“paz” que quiere el ex presidente Álvaro Uribe es, precisamente, la de los
cementerios. Así lo dijo una de las más brutales voceras de su partido, el
Centro Democrático (doble sic), María Fernanda Cabal, el ejército no está para
acuerdos sino para matar. Sólo un ingenuo (o un cómplice) puede creer que Uribe
puede querer otra paz que no sea acabar con cada guerrillero de las FARC. Sólo
así llegará la paz, es su idea.
En este sentido, el Imperio
romano – a partir de su “oficina de prensa” – insistía por todos los medios de
publicidad de entonces (monedas, monumentos, estelas, templos…) en que Roma
desea la “pax”. Esa pax era, como se
sabe, impedir todo levantamiento, tumulto, resistencia a lo largo de todo el
imperio. Para eso estaba el ejército y para eso estaban las vías romanas, ya
que “si quieres la paz, prepárate para la
guerra” (si vis pacem para bellum).
Otros creemos que la mejor forma de conseguir la paz es desarmar las manos, las
mentes, los corazones (siguiendo a grandes hombres del s.XX como Ghandi,
Romero, Helder Camara…). Pero lo que acá importa es que la palabra “paz” (buena
palabra) era la excusa para preparar la “guerra” (mala palabra). Así la guerra
era una suerte de “mal necesario” en aras a conseguir un “bien superior”.
En general hay consenso entre
los estudiosos de la Biblia, para ilustrar esto, en afirmar que la “segunda
bestia” a la que alude el libro del Apocalipsis se refiere, precisamente, a
esta oficina de prensa y publicidad (obvio que no era ese su nombre) del
imperio romano:
«Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como una serpiente. Ejerce todo el poder de la primera Bestia en servicio de ésta, haciendo que la tierra y sus habitantes adoren a la primera Bestia, cuya herida mortal había sido curada. Realiza grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del cielo a la tierra; y seduce a los habitantes de la tierra con las señales que le ha sido concedido obrar al servicio de la Bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hagan una imagen en honor de la Bestia que, teniendo la herida de la espada, revivió. Se le concedió infundir el aliento a la imagen de la Bestia, de suerte que pudiera incluso hablar la imagen de la Bestia y hacer que fueran exterminados cuantos no adoraran la imagen de la Bestia. Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre. ¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666». (Ap 13:11-18)
Es
evidente que las “oficinas de prensa” se ocupan de decir “palabras” para “seducir”,
sea en un sentido o en otro, es decir utilizando “buenas palabras” para decir
lo contrario, o atribuir “malas palabras” a los enemigos / adversarios / contrincantes
para desacreditarlos. Y es sobre esto que quisiera decir “una palabra”.
La
oficina de prensa del establishment utiliza con frecuencia la palabra “grieta”
(mala palabra) para atribuirla a los adversarios. Grieta que “nosotros”
queremos cerrar, dicen. Es verdad que – como en el caso de Uribe – nadie que no
sea cómplice o muy distraído puede pensar que, por ejemplo, Jorge Lanata está “en
contra de la grieta” y quiere cerrarla: alguien que exhibe impúdicamente su
dedo medio, que insulta a todo sujeto que no comparte sus ideas, que ultraja ofensivamente
a la ex presidenta y su equipo, no parece muy amigo de cerrar la susodicha
grieta sino por el contrario agrandarla.
Pero,
además, debemos decir que el término “grieta” connota una serie de términos en
el imaginario: desencuentro, conflicto, pelea, discordia y una serie de
remedios (reales o aparentes) diálogo, concordia, encuentro, “amor y paz”,
felicidad…
Así como
nadie sensato diría “estoy en contra de la paz”, “quiero la guerra”, nadie
diría quiero el conflicto, o la discordia, o rechazo el diálogo, o el
encuentro. Pero, antes de posicionarnos, miremos con atención la palabra y su
universo…
Una
grieta, una zanja, un abismo es – ciertamente – algo que separa. Veamos
brevemente… en la Biblia de Jerusalén (2da ed.) el término grietas (en plural)
se encuentra 4 veces, traduciendo diferentes términos hebreos; en la Biblia de
Nuestro Pueblo se encuentra también 4 veces, pero no en los mismos textos (se omite
Job y se añade Isaías 57); la 3ª edición de la Biblia de Jerusalén a los 4
textos agrega Abdías… Puesto que en ocasiones el término alude a quebradas, grutas
o cuevas, por ejemplo (en la Biblia de Jerusalén en francés, entonces, el
término polisémico “creux” lo encontramos 28 veces) veamos más en detalle. El
término bíblico más semejante al castellano “grieta” es el hebreo s’aîp, que puede significar “gruta”
(Jue 15,8.11), hendidura de la roca (Is 2,21; 57,5) o también ramas (Is 17,6;
27,10) y sobre todo neqîq,
que puede traducirse por hendidura (Is 7,19; Jer 13,4) que son las grietas de
la roca, pero en Jer 16,16 se asemeja también a “gruta”. De hecho, la Biblia griega
(LXX) traduce estos términos por trôglê
o trymalía que se asemeja a un ojo
(de una aguja, por ejemplo, Mc 10,25), pero en el caso de Isaías 2,19 utiliza sjisma (de donde viene el castellano “cisma”).
Es mucho más lo que se podría decir, sin duda, y más términos podríamos
analizar o comentar, pero esto nos permite una primera idea, la imagen (como en
castellano) de la grieta no necesariamente es una imagen negativa. Además del
término simplemente natural, su uso puede ser positivo o negativo según el
caso. De hecho, el término castellano “grieta”
proviene del latín “crepta” (o
crepitar, crujir) de donde también proviene “gruta” y “cripta”. La raíz griega krypt—
se encuentra 58 veces en la Biblia griega, pero puede significar “escondido”, “secreto”·,
“oculto” (como en una cueva). Es evidente que lo oculto, o lo secreto no es
necesariamente algo malo, uno puede ocultar o mantener en el secreto cosas negativas
o también positivas. El término “sjisma”,
ruptura no es un término frecuente. En la Biblia griega sólo se encuentra 3
veces (Jon 2,6; Is 2,19.21 y en las Odas de Salomón 6,6 = Jonás) en el sentido
de “abismo” el primero y de “gruta” los segundos. En el Nuevo Testamento, el
término se encuentra 8 veces (3 en Juan, 3 en 1 Corintios y uno en Mateo y
Marcos). En los dos sinópticos alude a la ruptura de una prenda remendada insensatamente
con una tela nueva. En 1 Corintios la fractura de la comunidad es un tema
característico de la carta (1,10; 11,18; 12,25) y se trata de la actitud que
tienen los de cierta elite social frente a los “débiles” de la comunidad
despreciándolos, desvalorándolos. Pablo, que se presenta “del lado de los débiles” cuestiona esa actitud de los “fuertes”
aunque afirma que “desde luego, tiene que
haber entre ustedes también disensiones (aquí utiliza aireseis, de donde viene herejías), para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre ustedes”
(11:19). En este caso, Pablo señala que la “ruptura” – que no es buena – sirve,
al menos, para saber qué actitud toman frente a ella los miembros de la
comunidad. Pablo sabe de qué lado debe quedar.
En el
Evangelio de Juan, en cambio las tres veces que se utiliza el término “sjisma” viene provocado por Jesús (7,43;
9,16; 10,19; aunque la idea es común en Juan, cf. 11,36-37. 45-46): todo el
Evangelio parece una suerte de “juicio” y los lectores están invitados a creer
en Jesús y quien no cree se excluye a sí mismo (queda del otro lado de la
zanja).
Una idea
semejante encontramos (sin recurrir a estos términos) en los evangelios
Sinópticos en un texto que proviene de la fuente de dichos (Q):
Mateo
dice: “No piensen que he venido a traer
paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada” (10:34) mientras Lucas
dice “¿Piensan que vine a traer paz a la tierra? No he venido a traer la paz
sino la división” (12:51). Aquí Lucas utiliza diamerismós, 2 veces en LXX [Mic 7,2, “partido, fracturado” y Ez
48,29, “porciones”] y sólo aquí en el NT. El verbo es más frecuente [20 en LXX
y 11 en NT, 8 veces en Lucas/Hechos] entendido como partir, repartir y
compartir. La raíz “merismós” es
partir, repartir (Jos 11,23; Esd 6,18; Heb 2,24) o “separación” (Heb 4,12), en Jos 13,14 es la “separación” (katamerismós) en partes de la herencia
de Dios. El uso del verbo, en Mt, Mc, Jn y también Lc alude a los vestidos del
crucificado que se “reparten”. En Lc el Reino de Satanás no está dividido (11,17.18) afirma Jesús para
resaltar que él pertenece a “otro reino”, el de Dios. La división que Jesús
trae se da en el seno de una misma familia (12,52.53), las palabras en la
Última Cena invitan a “partir” (=
compartir) la copa (22,17), las lenguas de fuego “se reparten” entre los presentes (Hch 2,3) y los que tienen
posesiones, en la primera comunidad, venden todo para “repartirlo” entre los necesitados (Hch 2,45).
De todo
esto, algo extenso y técnico, podemos sacar algunas conclusiones: en la Biblia la
fractura, división no es necesariamente algo negativo. Lo que cuenta o vale radica
en aquello que la provoca. Si la división está provocada por la vida y palabras
de Jesús, por las actitudes negativas de unos – la élite – en la cena, los
discípulos “deben quedar del lado correcto”,
de eso se trata. Obviamente que no se afirma que el conflicto, la división sea
buena. No lo es. Pero no es esa “grieta” el tema primero; el tema es la opción,
el “dónde estamos”. Frente a Jesús,
el crucificado, el calumniado, es fácil suponer que sus seguidores también lo
serán; “si a mí me persiguieron los perseguirán
a ustedes” (Jn 15,20; ver Lc 11,49; 21,12). La comunidad de Juan está en un
ambiente que les es adverso, a esos adversarios los llama “el mundo” y por eso el Jesús de Juan afirma: “Les he dicho esto para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación
(thipsis); pero tengan valor: yo he
vencido al mundo” (Jn 16:33).
Resulta
sumamente extraño, entonces, mirando nuestra realidad que algunos cristianos
estén más preocupados por el “diálogo”, por el “encuentro”, por “cerrar la
grieta” que por saber ante todo “dónde
quedar parados”. En una sociedad – como la que padecemos en nuestro país, y
en tantos otros – donde prima la mentira, donde los ricos se desentienden de
los pobres, y con frecuencia los oprimen, maltratan y hasta matan, donde
políticas económicas sumen en la desesperanza, la angustia y la tristeza a los
pobres y las víctimas de un modelo perverso, injusto y genocida, los cristianos
¿dónde estamos? Porque el encuentro del lobo y el cordero se dará “entonces”, es decir en los tiempos
ideales del futuro (Is 11,6; 65,25) en el presente “¿Cómo podrá convivir (koinônéô) lobo
con cordero, el pecador con el piadoso?” (Sir 13:17). La comunión /
convivencia es un estado ideal, y deseado, pero poner al cordero con el lobo no
es “pacifismo”, ¡es criminal! Y, especialmente los pastores, han de “quedar del lado de las ovejas” confrontando
con el lobo (cf. Jn 10,12; ver Ez 22,27; en la Biblia los lobos [14 veces] son
metáfora de lo que destruye sanguinariamente, lo que mata). Quienes creemos que
el neoliberalismo es un lobo sanguinario no queremos, en nombre del diálogo o
la grieta, quedar de su lado desprotegiendo a las víctimas o dejándolas en sus
garras. Cuando el Episcopado argentino inició – ante la crisis más terrible de nuestra
historia presente, crisis precisamente provocada por el neoliberalismo – el llamado
“Diálogo Argentino” en una carta al
Episcopado los “curas opp” decíamos:
“Ciertamente es necesario el diálogo en todo momento, y particularmente en momentos como el que vive nuestra patria; sin embargo todo nos hace creer que esta “Mesa” es de hecho una pantalla que oculta otra mesa, “la mesa del monólogo”, donde habla el Fondo Monetario Internacional, y el gobierno obedece silenciosa y sumisamente. Una pantalla que permite a muchos creer que se están poniendo las bases de una nueva Argentina mientras se sigue saqueando el país; una anestesia que permite descuartizar a un paciente dormido”. Y concluíamos afirmando que “no podemos permanecer como aparentemente “neutrales”, sino tomando una clara e irrenunciable posición en favor de los pobres y contra las causas de la pobreza, y eso deben tenerlo muy claro todos los que quieran sentarse a la mesa por todo esto, es que creemos que sería necesario que los Obispos no participen más de dicha “Mesa” y que sean públicas sus razones” (15 de marzo de 2002).
No puedo – en estos
momentos – menos que recordar la última audiencia del querido Oscar Romero con
el Papa Juan Pablo II:
- “- Usted, señor arzobispo, debe de esforzarse por lograr una mejor relación con el gobierno de su país”, le dijo el Papa. “Una armonía entre usted y el gobierno salvadoreño es lo más cristiano en estos momentos de crisis (...) Si usted supera sus diferencias con el gobierno trabajará cristianamente por la paz”.
- Romero, entonces, responde: “- Pero, Santo Padre, Cristo en el evangelio nos dijo que él no había venido a traer la paz sino la espada”.
- El Papa frio sentencia: “- ¡No exagere, señor arzobispo!”
¡No
exageraba!
Foto
tomada de https://redaccion.lamula.pe/2014/04/27/juan-pablo-ii-a-oscar-romero-no-quiero-escucharte/jorgefrisancho/
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