martes, 30 de abril de 2019

Comentario Pascua 3C

El difícil y glorioso seguimiento por amor

DOMINGO TERCERO DE PASCUA "C"

Eduardo de la Serna




Lectura de los Hechos de los Apóstoles     5, 27-32. 40b-41

Resumen: Los “apóstoles” son continuadores del ministerio de Jesús, y como él predican en el Templo, y como él son maltratados por las autoridades judías. Pero el espíritu santo los anima a continuar su misión.


El libro de los Hechos parece, en cierto modo, un conjunto de discursos sabiamente entremezclados con testimonios de los apóstoles. De hecho ese es el “objetivo” del libro: “se predicara… ustedes son testigos” (Lc 24,47.48; cf. Hch 1,8; 2,17-18). En este caso, el Sanedrín convoca a “los apóstoles” (anteriormente había convocado a Pedro y Juan, cf. 3,11; 4,13.19). Puesto que en ambos casos se los encarcela (5,3; 5,18), se les prohíbe “enseñar en nombre de Jesús” (4,18; 5,28), a lo que responden que se ha de “obedecer a Dios antes que a los hombres” (4,19; 5,29), son amenazados, se les reitera la prohibición y son liberados (4,21-22; 5,40), se repite que el pueblo los parecía por lo que no pueden castigarlos (4,21; 5,26) probablemente se trate de una misma escena duplicada por Lucas (es algo que hace en más de una ocasión).

En el texto litúrgico se encarcela a “los apóstoles”, lo que parecería aludir a “los Doce”. Milagrosamente son liberados (cosa que ocurrirá también con Pedro  en 12,7-10 y con Pablo en 16,25-28) y entonces vuelven al Templo a predicar. Es interesante recordar que el Templo es el lugar de la enseñanza de Jesús al final del Evangelio de Lucas (cf.19,47; 21,37) y de los apóstoles en el comienzo de Hechos (2,46; 4,2; 5,21.25). Ante esto, predicar a pesar de la prohibición, los apóstoles son llevados al Sanedrín. El que habla – una vez más – en representación de los Doce es Pedro (v.29), y lo que el autor pone en su boca es uno más de los múltiples discursos del libro.

Como es frecuente en los textos de la liturgia pascual el discurso presenta una breve síntesis del ministerio de Jesús culminando con su muerte y resurrección (“Dios resucitó al que ustedes le dieron muerte… Dios lo exaltó”, v.30-31): “nosotros somos testigos”.

Breve nota sobre “ustedes le dieron muerte”: es lamentablemente frecuente escuchar una lectura antisemita de esta fórmula que se repite en Hechos (2,23; 4,10; 5,30; 7,52; 13,28). Como se ha dicho, Lucas intercala discursos con breves síntesis de la vida, muerte y resurrección de Jesús adaptadas a los diferentes momentos del ministerio de los Doce y demás testigos. En los discursos a judíos se hace referencia a la responsabilidad de las autoridades y “los habitantes de Jerusalén” (13,28). Sin embargo, es de notar que a su vez Lucas insiste en que obraron “sin saber” (13,28; cf. Lc 23,34). Sin duda, desde una perspectiva histórica, hubo responsabilidad en (algunas) autoridades judías en el asesinato de Jesús, pero responsabilizar al “pueblo” judío es ciertamente falso, y  - mucho peor aún – responsabilizar al pueblo judío de todos los tiempos. Antisemitismo que mucho dolor y sangre ha causado, por cierto.

La muerte de Jesús y su resurrección, atribuida al “Dios de nuestros padres” (= de Israel) es “para conceder a Israel la conversión” (vv.30-31). El testimonio que los apóstoles dan de esto es posible por la presencia del “espíritu santo” (v.32).

El castigo de los apóstoles les permite una más plena identificación con el crucificado, algo que también Hechos presenta a lo largo de su obra. La comunidad es continuadora de la predicación y el testimonio del Señor.



Lectura del libro del Apocalipsis     5, 11-14

Resumen: la visión inaugural del centro del libro del Apocalipsis culmina con un canto litúrgico en homenaje al cordero degollado, pero de pie, resucitado. Todas las alabanzas de todos los pueblos cantan un amén festivo porque el libro de la vida podrá abrirse.



En uno de los frecuentes himnos litúrgicos que están presentes en el libro del Apocalipsis concluye la gran visión de cc.4-5. Se repite insistentemente que se trata de una visión (4,1.2; 5,1.2.5.6.11), pero en el final encontramos un “canto nuevo” (v.9) interrumpido extrañamente por una referencia a “oír en la visión” (v.11) que le da conclusión.

Los que se ven son un número incontable de ángeles: “miríadas de miríadas y millares de millares”, término tomado de la visión de Daniel 7,10 donde estos innumerables sirven a un “anciano” y en el tribunal de abren los libros. La referencia al libro y a los ancianos también la encontramos en Ap 5,1.5… Se presenta un “cordero degollado” que toma el libro para abrirlo (5,4-7) y entonces, ante este momento sublime, por el que se conocerá los nombres de los inscritos en el libro de la vida (3,5; 20,12; 21,27), la liturgia celestial estalla de alegría. Este es el contexto del texto litúrgico. Más adelante, el Cordero comenzará a quitar uno a uno los siete sellos que impiden abrir el libro (6,1-8,1).

Es interesante, como es habitual en la literatura apocalíptica que el canto destaca la dignidad del cordero. Es digno de abrir el libro (5,2), cosa que nadie lo era hasta entonces (5,4), porque con su sangre derramada “compró” seres humanos de todo el universo (5,9) “para Dios”. Y lo que se canta que recibe el cordero a causa de su dignidad es: el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza (5,12). Notar que se dicen siete cosas. El acento no está, entonces, en destacar el sentido de cada una, sino que en cierta manera todos significan lo mismo, se trata de la felicitación que merece ante todos el cordero por su dignidad. Esto es ante “toda criatura” y – como también es frecuente en los apocalipsis – se señalan cuatro elementos. El cuatro denota la universalidad (cuatro son los elementos, cuatro los puntos cardinales): en el cielo y en la tierra, bajo tierra y en el mar (5,13). Todos, entonces, son testigos que la alabanza que merece el cordero y responden reconociendo otras cuatro cosas: la alabanza y el honor y la gloria y el poder (5,13; estas cuatro estaban en las siete cosas recién mencionadas, ahora en sentido de universalidad). Los “cuatro” vivientes se postran para adorar diciendo “amén” con lo que concluye en himno y puede comenzar el desenlace: el Cordero comenzará su misión de abrir el libro.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     21, 1-19

Resumen: Nos encontramos con dos escenas en las que se manifiesta el resucitado a los suyos. Un signo en el “mar” permite reconocerlo como “Señor”. Pedro, por su parte empieza a seguir a Jesús en un amor capaz de dar la vida por su amigo.



Es sabido que el capítulo 21 de Juan ha sido añadido al cuarto Evangelio por un redactor de su misma “escuela”. El uso del “nosotros”, por ejemplo, es buen indicio de eso (v.24) como también la referencia a la muerte del “discípulo amado” (v.23).

El texto tiene una serie de elementos que pueden resultar extraños al Evangelio de Juan, como la referencia a “los hijos de Zebedeo” (v.2), nunca mencionados en el texto, como también la aparición del Resucitado en Galilea, mientras en el cuerpo del Evangelio ésto ocurre en Jerusalén. Finalmente, Jn 20,30-31 tiene las apariencias de un párrafo conclusivo, pero esto vuelve a repetirse en 21,25.

Las escenas son dos: la pesca en el lago y el diálogo entre Jesús y Pedro. Veamos:

La pesca en el lago (21,1-14): El relato tiene una introducción, cuerpo y conclusión. En la introducción: la decisión de Pedro de ir a pescar, acompañado por los demás (vv.2-3). El intento es infructuoso. El cuerpo: un extraño desde la orilla, a quien el Discípulo amado reconoce, provoca una pesca sorprendente. La referencia al discípulo y a Pedro pone fin a esta parte (vv.4-8). La conclusión viene dada por el encuentro entre el desconocido, ahora reconocido como “el Señor” y los discípulos – que permanecen como en penumbras – y Pedro (vv.9-14).

La escena tiene bastante semejanza con el Evangelio de Lucas (que suele tener bastantes contactos con el cuarto Evangelio en varias ocasiones). Pero veamos:

El lago de Tiberíades recibe ese nombre solamente en Juan (6,1.23), Marcos y Mateo lo llaman “mar de Galilea” (Mc 1,16; 7,31; Mt 4,18; 15,29; también Juan prefiere “mar”: 6,1.16.17.18.19.22.25) y Lucas “lago” (lo cual es más exacto) de Gennesaret (5,1; cf. 8,22.23.33). A lo que se hará referencia es a la “manifestación” (faneroô; término habitual en Jn: x0 en Mt y Lc, x3 en Mc y x9 en Jn) de Jesús resucitado, término que se repite en v.14 encerrando la escena en una inclusión.

Los que acompañan a Pedro son tres pares de personajes: Tomás, el Mellizo y Natanael, que son propios de Juan (en la lista de los Doce de los Sinópticos se menciona a Tomás, pero no sólo no tiene protagonismo, como sí lo tiene en Juan, sino que además no se alude a él como “mellizo”); “los de Zebedeo”, que jamás son mencionados en Juan, y sí lo son en los Sinópticos (x6 en Mt, x4 en Mc x1 en Lc, en la escena paralela a Juan) y finalmente “otros dos” no mencionados. Más adelante sabremos que uno de todos estos (¿cuál?) será el “Discípulo amado” (v.7; este discípulo volverá a escena en v.20).

Pedro les dice “voy a pescar”; la semejanza con los relatos sinópticos, y en especial Lc 5 permite entender que Pedro da por concluida la “etapa ilusoria” de ser “pescador de hombres”. Podemos parafrasear así: “Jesús nos había invitado a ser pescadores de hombres, pero hemos fracasado. A él lo mataron, volvamos a donde empezamos, empecemos de nuevo a pescar peces”. Los restantes (sumando siete no es improbable una idea simbólica en el sentido de “todos”) deciden acompañar a Pedro. En este sentido no parece diferente a lo dicho por los discípulos de Emaús: “nosotros esperábamos… pero…” (Lc 24,21). La conclusión a esta parte introductoria, “no pescaron nada”, prepara el reencuentro.

El amanecer marca el comienzo de la etapa central. Un extraño, que los lectores sabemos es Jesús, les pide pescado (lo cual será una ironía, porque luego sabremos que tenía, v.9). La invitación a tirar la red a la derecha y sus efectos son narrados muy brevemente (en contraste a como lo relata Lucas: “en tu palabra…”). Esto provoca el reconocimiento del Discípulo amado que se dirige a Pedro aludiendo al desconocido como “el Señor”, término habitualmente utilizado para referir al glorificado. Pedro se ajusta el vestido exterior – no tenía puesto el manto – y se arroja al mar para llegar antes a la orilla desde donde jalará la barca y la red.

Probablemente se esconda una nueva ironía en la referencia a las brasas ya que Pedro se calentaba a las brasas con los guardias cuando niega a Jesús (18,18); la alusión a las tres negaciones que vendrá a continuación permite pensar en esta “preparación”. Los especialistas han elaborado muy diferentes y hasta opuestas opiniones acerca del sentido del número 153, la cantidad de peces. En general, sin embargo, hay consenso en que no conocemos el sentido o la intención del autor, pero se acuerda en afirmar que el sentido es misionero. Así, mientras Pedro y los amigos deciden volver atrás dejando de pescar personas para volver a los peces, la ausencia de peces y su contraste con los 153 “peces grandes” renueva el ardor misionero en la comunidad. No parece conveniente buscar excesivas connotaciones simbólicas a los términos. Juan utiliza aquí ijthys para referir a “peces”, mientras que en su evangelio, en el cap.6 al hablar de la multiplicación de los panes y los peces, prefiere opsaríon. Pero hay una cierta semejanza entre ambas escenas (no solamente la expresa referencia al “mar”), estos peces serán mencionados junto a los panes (6,5.7.9.11.13…; 21,9.13) y que Jesús los “tomó… y los dio”.

Expresamente el texto nos afirma que los discípulos “no sabían que era el Señor”, esto fue una “manifestación”. Una vez más, en Juan, el “milagro” es lo menos importante. Lo que cuenta es el reconocimiento a Jesús que en este hecho se esconde, en este caso la manifestación del resucitado y la confesión de fe en él como “Señor”.

El diálogo con Pedro (21,15-19): este diálogo se repite en un esquema semejante por tres veces: triple pregunta de Jesús, triple respuesta de Pedro y triple encargo. Entre una y las otras hay diferencias:


Pregunta
Respuesta
Encargo
1
¿Me amas más?
Te quiero
Apacienta corderos
2
¿Me amas?
Te quiero
Vigila ovejas
3
¿Me quieres?
Te quiero
Apacienta ovejas

Es interesante preguntarse si hay o no diferencias en las preguntas de Jesús y los encargos. No la hay en las respuestas de Pedro.

Amar” traduce el verbo agapaô, “querer” el verbo filéô; ¿son diferentes? No interesa tanto saber si son diferentes en la lengua griega (o castellana) sino si lo son en Juan. Siendo que el personaje principal del Evangelio (luego de Jesús, por cierto) es el “discípulo amado” (13,23; 19,26; 21,7.20) quien también es llamado “al que Jesús quería” (20,2) parece que no han de verse diferencias entre las tres preguntas. En 5,20 se afirma que “el Padre quiere al Hijo", y en 3,35 “el Padre ama al hijo”; en 11,3 que Jesús quiere a Lázaro mientras en 11,5 se afirma que lo ama. "Amar" y "querer", en este texto parece que han de entenderse como sinónimos.

La pregunta “me amas más que…” puede entenderse de dos modos, como un masculino o como un neutro. Es decir, “más que estos” o “más que estas cosas”. Siendo que la referencia final supone que Pedro perderá la vida, es probable que convenga entenderlo en este último sentido. El término “cordero” (arníon, tan frecuente en Apocalipsis [x25] se encuentra sólo aquí en los Evangelios (en 1,29 y 36 Juan utiliza amnós). Oveja (próbaton, 19x en Juan, especialmente en el cap. 10 referido al “buen pastor”, 15x). El término “apacentar” (bóskô) se encuentra en el primer y tercer encargo, un sinónimo, que hemos traducido por cuidar, dar de pastar, poimaínô en el segundo (ambos se encuentran sólo aquí en Juan). Es muy probable, entonces, que Juan fuera alternando estilísticamente los términos amar/querer, apacentar/cuidar, corderos/ovejas a fin de dar dinamismo a la escena que, sin duda alguna, tiene su centro en la conclusión que refiere a la muerte de Pedro (“más que estas cosas”). El climax evidentemente está dado por la tercera pregunta ante la que Pedro “se entristece”. Es evidente que la tristeza no viene dada por la supuesta desconfianza de Jesús acerca del amor de Pedro sino por una expresa referencia a la “tercera” vez aludiendo a las tres negaciones (recordar la referencia a las “brasas”).

Con un característico doble “amén” (en verdad, en verdad…) Juan presenta un dicho de Jesús. En este se hace referencia al contraste entre el Pedro joven y el viejo, el ir donde quiere y donde no quiere porque “otro lo atará”. Este contraste entre dos momentos de Pedro hace expresa referencia a su muerte: “con esto indicaba la clase de muerte con la que iba a glorificar a Dios”. Sin duda esto es indicio que cuando fue compuesta esta etapa redaccional del cuarto Evangelio, Pedro ya había muerto. De aquí surge la posterior leyenda, sin seguridad histórica alguna, de una muerte por crucifixión, y – más aún – con la cabeza hacia abajo. El contraste entre los “dos Pedros” está dado entre el Pedro negador y este Pedro que está dispuesto al amor extremo, “hasta arriesgar la vida por los que se quiere (filós)”, 15,13. Aquel Pedro “siguió” a Jesús (18,15; ver 13,36) para negarlo y negarse (“no soy”, 18,17.25), no lo “siguió” hasta perder la vida. “Este Pedro”, en cambio, perderá la vida por Jesús ("otro te llevará"), y por eso él le confirma: “sígueme” (v.19).

El texto continúa con una nueva escena en el que Jesús y Pedro dialogan acerca del discípulo amado omitida por el texto litúrgico.

Una breve nota sobre el discípulo amado y Pedro: durante mucho tiempo los estudiosos aparecían preocupados por la identidad del discípulo amado, siendo “Juan” el candidato casi excluyente, aunque hay también otras propuestas, incluso femeninas. Hoy en general, no solamente no parece que determinar la persona sea lo principal, aunque es frecuente dudar que se trate de uno de los Doce, y se piensa en un discípulo anónimo de la zona de Jerusalén, sino también que se mira con atención a la comunidad que se ve en él reflejado. Esta comunidad tiene una tendencia creciente a sectarizarse. De allí que el evangelio lo presente con frecuencia junto a Pedro (en todas las escenas salvo al pie de la cruz el Discípulo amado está junto a Pedro). Parece un modo de afirmar que aunque haya una clara predilección por este discípulo, Pedro también (y sus comunidades) son discípulos y cercanos a Jesús. De hecho, y esto parece lo principal en el cuarto Evangelio, la nota principal del discipulado viene dada en el amor. No pareciera haber  una jerarquía en este evangelio, importa la relación de amor con Jesús (de allí la importancia también de mujeres, como expresamente se afirma de Marta y María, 11,5). Pedro podrá tener relación con las ovejas/corderos de Jesús cuando confirme el amor que había negado.


Foto tomada de julioarria.wordpress.com

martes, 23 de abril de 2019

Comentario Pascua 2C

El resucitado es el crucificado

Segundo domingo de Pascua 

Eduardo de la Serna



Lectura de los Hechos de los Apóstoles     5, 12-16

Resumen: La comunidad anuncia a Jesús pero también continúa con su ministerio de predicar y hacer signos y prodigios ante el mundo. Lo anuncia con hechos y palabras.

Después de desarrollar una serie de relatos que nos preparan para el surgimiento del primer grupo de discípulos (“movimiento de Jesús”), y antes de dar comienzo a la misión de la Iglesia, Lucas nos presenta un sumario (el tercero), es decir una síntesis de lo que hace la comunidad. El texto a primera vista parece un poco confuso e irregular, por ejemplo, afirma que “nadie se atrevía a unirse al grupo” y a continuación “que el número crecía”. Súbitamente el relato pasa a hablar de Pedro dejando el “todos” con el que había comenzado. Pero veamos:

Después de dos sumarios (2, 42-47; 4, 32-35) se alude expresamente a que “por mano de los apóstoles” se realizaban terata kai semeía, «prodigios y signos». Esta frase se repite en 2,22.43; 4,30; 5,12; 6,8; 7,36; 14,3; 15 12. Es una fórmula que proviene de los LXX, la Biblia griega, donde frecuentemente describe las acciones extraordinarias de Dios en favor de Israel por intermedio de los profetas (por ejemplo, Ex 7,3; Dt 4,34; 28,46; 29,2; 34,11; Sal 135,9; Is 8,18). Hasta ahora, el que hablaba y obraba era Pedro, y acá se aludirá a los “apóstoles” que en Lc-Hch refiere habitualmente a los Doce (es de él que viene la frase “los doce apóstoles”; en otros textos del NT es diferente). Como en 3,11 esto ocurre en el pórtico de Salomón (ver Jn 10,23). Testigo de estos “signos y prodigios” es el pueblo (v.12) que habla elogiosamente de los apóstoles (v.13) lo cual ciertamente aumenta el honor del grupo. Ahora bien, ¿quiénes son “los otros” que no se atreven a juntarse? Puede deberse a algunos impactados y con temor por lo ocurrido con Ananías y Safira (5,1-11) o gente que está en otra parte del templo distante de donde se juntan los discípulos, no es algo evidente en el texto. Como es habitual en él, Lucas exagera afirmando que van “todos” al encuentro y “todos” son curados (v.12.16; recordar, por ejemplo, el “todos” de Lc 15,1-2). Así el número de “creyentes” sigue creciendo (ver 2,41.47b; 4,4). Ya se había señalado – en un sumario anterior - que “todos los creyentes vivían unidos” (2,44) y tenían “un solo corazón y una sola alma” (4,32); aquí se señala que están con “un mismo espíritu” (“unánimes”, v.12b). Este término, salvo una vez en Rom 15,6 es exclusivo de Hechos en el NT (x10). Se aplica a la oración “unánime” de la primera comunidad (1,14; 4,24), unánimes van al templo (2,46) y en general indica algo hecho de común acuerdo, en conjunto y unidad. Es interesante que sea algo que se dice insistentemente de las comunidades ideales que Lucas presenta de modo idílico en los comienzos del libro. Este grupo es calificado de “multitud” (vv.14.16), y expresamente son señalados “varones y mujeres”. Desde el comienzo las mujeres son destacadas en la comunidad (1,14), tanto varones como mujeres son encarcelados (8,3; 9,2; 22,4), ambos géneros hacen crecer la comunidad (8,12; 17,4.12; 21,5) además de aquellas mujeres mencionadas por su nombre como Tabitá, Lidia, Prisca y otras. Siendo que las encontramos desde el comienzo, es lógico suponer que cada vez que se hable de “la comunidad”, “los discípulos” o que cada vez que se utilice un plural, debamos reconocer también a las mujeres en ese grupo.

Abruptamente en v.15 parece retomar la tradición de Pedro que encontrábamos en los primeros capítulos. Algunos lo ven como ruptura. De hecho el sumario es muy semejante a Mc 6,35-36, texto que Lucas no pone en el mismo lugar que Marcos, quizás reservándolo a fin de ponerlo aquí. No es la única vez que Lucas omite algo de Jesús en Marcos en el cuerpo del Evangelio y lo pone – pero aplicado a discípulos - en Hechos; por ejemplo ver Mc 16,64 / Hch 6,11; Mc 15,11 / Hch 6,12; Mc 14,57-58 / Hch 6,13-14 o Mc 4,12 / Hch 28,26-27. En este caso, el sumario aplicado a Jesús por Marcos, se aplica a Pedro (y uno semejante se aplicará más adelante a Pablo, en otro paralelo típico de Hechos entre estos dos personajes, 19,11-12; es típico también de Hechos mostrar que cosas que hace uno, también las realiza el otro).

Continuando la obra sanadora y exorcista de Jesús la comunidad primitiva da comienzo a su  ministerio de anunciar el Evangelio.



Lectura del libro del Apocalipsis     1, 9-11a. 12-13. 17-19

Resumen: una visión inaugural muestra a Jesús que se dirige a "Juan" presentándose a sí mismo para que luego él se dirija a las Iglesias con características que el A.T. atribuye a Dios.

Después de una breve introducción (1,1-3), el libro del Apocalipsis empieza con un canto litúrgico conducido por un guía y respondido por la asamblea (1,4-8). Terminado el canto (algo que será muy frecuente e importante todo a lo largo de un libro con grandes párrafos litúrgicos) nos encontramos con la primera visión, preparatoria a lo que vendrá (las visiones preparatorias son algo también habitual en el libro). Jesús mismo se le presenta al “vidente” y se manifiesta. Esto será una suerte de introducción a los próximos dos capítulos, las cartas a las 7 Iglesias. Así se ha dicho – quizás de un modo algo simplista - que en 1,4-8 el texto habla a Jesús, en 1,9-20 se habla sobre Jesús y en 2-3 es Jesús mismo quien habla.

El vidente se presenta como “Juan”. Siendo que es propio de la literatura apocalíptica la “pseudonimia”, es decir poner el texto bajo el nombre de grandes personajes históricos como Moisés, Adán y Eva, Henoc, Daniel, Baruc quizás se trate de una alusión simbólica. Así en este libro parece aludirse a la tradición de algún gran personaje de antaño, quizás al apóstol. De todos modos, el texto empieza aludiendo al “testimonio” a causa del cual el autor se encuentra en una isla, Patmos. “Testimonio” en griego es “martyría”, otro tema característico de la literatura apocalíptica, propia de tiempos martiriales.

Lo que vendrá a continuación es una “visión” ocurrida el “día del Señor” con lo cual retomamos el clima litúrgico. Se le encarga al vidente escribir a las siete iglesias lo que verá, con lo que prepara los próximos dos capítulos. De hecho, cada carta empieza con una referencia al remitente de la misma aludiendo a un aspecto diferente de esta visión (“esto dice el que tiene las siete estrellas…”, “el que tiene la espada aguda de dos filos”, etc.). 

La “visión”, en realidad comienza en v.12 ya que antes nos encontramos frente a una “audición”. La descripción del personaje comienza entre siete candeleros de oro y finaliza describiendo que “en la mano tiene siete estrellas…”. Lo que se destaca del personaje es que es “como un hijo de hombre”, y a continuación se señala su vestimenta, su cabellera, ojos, pies. La mayor parte de estas descripciones remiten a textos del A.T., particularmente del libro de Daniel, una nueva característica de todo el libro que alude constantemente a textos del AT. Sobre el libro de Daniel es importante señalar que si bien es cierto que habla de un “hijo de hombre” (7,13) éste es puesto en contraste con cuatro bestias que representan cuatro pueblos opresores de Israel (probablemente babilonios, persas, y griegos, ptolomeos y seléucidas). A diferencia de estos, el hijo de hombre también representa un pueblo, Israel, que en contraste con la deshumanización bestial de los otros viene a inaugurar una era de humanización. Esta figura, el hijo del hombre, sin embargo, fue adquiriendo características más personales con el paso de la literatura apocalíptica. En nuestro texto, concretamente, se refiere sin dudas a una persona individual y personal (es interesante que los nombres-títulos “Jesús” y “Cristo” no son muy frecuentes en el Apocalipsis, (x14 y x7 respectivamente) pero indudablemente se refiere a Él.

Ante esta visión, “Juan” cae en tierra – algo que en la Biblia ocurre cuando se está frente a Dios - y nuevamente “escuchamos” la voz que – en este caso - interpretará lo que ha visto y prepara lo que sigue. El que habla se presenta como “el primero y el último” (v.17), el primer título es dado a Dios en el AT (Is 44,6) y en este libro se traspasa a Jesús (nueva característica de esta obra es aplicar a Cristo títulos propios de Dios). Pero esto es interpretado a partir de la muerte y resurrección de Jesús: “estaba muerto, pero vivo”, por eso es “el viviente”. Y por eso es el que tiene la llave capaz de liberar de la muerte (v.18) a los que residen en ese “lugar” (= el Hades). La característica de Jesús vivo por la resurrección de entre los muertos será un elemento más de los muchos que atraviesan todo el libro (p.e. ver 5,6; 14,1). Y concluye señalando que debe escribir lo que es y lo que sucederá. Sin duda se refiere al presente de la/s Iglesia/s, en su situación de tensión y conflicto y su promesa de plenitud a los que se mantengan fieles (los “testigos”). El intérprete (que haya alguien que interprete – generalmente un ángel - también es algo característico de los apocalipsis) aclara que los candelabros y las estrellas son los siete ángeles de las siete iglesias a los que dirigirá la palabra (y la orden de escribir) en los siguientes dos capítulos.

Lo cierto es que “el que vive” por la resurrección (“para siempre”) da el sentido al presente de las comunidades, se dirige a la realidad concreta de las Iglesias y las invita a modificar de actitud o mantenerse en fidelidad, según sea el caso, para que los tiempos críticos en los que se escribe la inviten a mirarse en el “hijo del hombre” y dejarse conducir por él.


Evangelio según san Juan    20, 19-31


Resumen: en dos escenas Jesús se aparece a su comunidad otorgando los dones plenos esperados para el final de los tiempos. Por otra parte, se resalta la identidad entre el resucitado con el crucificado en los signos visibles de la cruz, pero - como el discípulo amado - el Evangelio se dirige a quienes creerán sin ver y así alcanzarán la vida plena de Dios.

El día de la resurrección está concluyendo. De madrugada, María Magdalena fue al sepulcro (20,1); más tarde María se encuentra con Jesús a quien confunde con el “jardinero” (20,15) y lo comunica a los “discípulos” y al atardecer de ese mismo día tiene lugar la aparición a “los discípulos”. No sabemos quiénes eran los que estaban en este relato (por lo cual “los discípulos” como conjunto son los que deben ser tenidos en cuenta en el relato), sólo sabemos quién faltaba: Tomás, que será el protagonista, junto con Jesús, de la próxima y última escena. Esta unidad tiene entonces dos partes separadas por una semana (a fin de que la nueva aparición del resucitado vuelva a ocurrir en domingo). La ausencia y presencia de Tomás marca el elemento - nuevo en la segunda - que las relaciona, pero no hace falta caer en el fundamentalismo de preguntar si entonces Tomás no recibe los dones dados por Jesús en la primera visita.

Empecemos señalando que la presencia de Jesús con las puertas cerradas (v.19.26) parece intentar aludir a que Jesús no ha vuelto a la misma vida pasada: su cuerpo es el mismo, pero es a su vez distinto, es glorificado. Como en la escena que sigue, las palabras de Jesús reconocen el don de la paz (shalom, algo necesario en medio del “temor”; no es justo decir que la paz ya está entre ellos – a causa de la ausencia de verbo, lit. “la paz con ustedes” - ya que el temor y la alegría posterior parecen desmentirlo) que Jesús les otorga (vv.19.26) y a continuación “les muestra las manos y el costado” reforzando así la idea de que “el resucitado es el crucificado”, continuidad y diferencia. Esto dicho anticipa la escena de Tomás, pero también nos adelanta que lo que dirá luego de los que “creen sin ver” no se refiere a los discípulos sino a los lectores del Evangelio.

La alegría y la paz nuevamente otorgadas tienen una nueva dimensión. No se trata simplemente de repetir un saludo y que los discípulos se “alegren” por verlo resucitado, la “paz” y la “alegría” son dones escatológicos, como es escatológico todo el ambiente de esta escena. La resurrección de Jesús empieza a derramar sobre los suyos, los discípulos, los dones esperados para el final de los tiempos. Precisamente el gran don, el que engendra los anteriores, es el Espíritu que ahora entrega el resucitado. Nosotros lectores ya sabemos que sobre el pequeño grupo al pie de la cruz – los creyentes representados en la madre y el discípulo amado - se ha dado el espíritu (19,30), como estaba anunciado (7,39). Pero el espíritu – ver los dichos del Paráclito (ver 14,16.26; 15,26; 16,7, siempre en el discurso de despedida) - no se derrama sobre el pequeño grupo, sino sobre todos los creyentes para ser testigos (20,22; ver 15,26-27).

Ahora bien, como se puede ver en una lectura integral de todo el Evangelio, uno de los elementos centrales de la cristología joánica es presentar a Jesús como “enviado” del Padre. El “enviado” (semítico: “sheliah”) es una institución característica para la cual la persona tiene “la misma autoridad que tiene quien lo envía”, es decir, lo que dice, lo que decide, lo que deja de hacer es el mismo ‘enviador’ quien lo hace. Siendo Jesús “enviado del Padre” evidentemente pronuncia su misma palabra, opera sus mismas obras como queda claro todo a lo largo del Evangelio. “Enviado” en griego se dice con dos términos, pempô y apostellô (de donde viene “apóstol”). Así podemos decir que en el cuerpo del evangelio de Juan sólo hay un “apóstol” que es Jesús. Sin embargo, una vez resucitado, Jesús “envía” a sus discípulos así “como el Padre me envió” (ver 13,16.20; 17,18), y – en coherencia con los textos mencionados - es un envío “al mundo”.

A continuación les da la capacidad de hacer llegar a todos el perdón de Dios (en un texto que tiene cierto contacto con Mt 16,19; 18,18).

La escena queda abruptamente interrumpida – no hay despedida ni partida - con la referencia a la ausencia de Tomás. En un diálogo entre ambas escenas los asistentes confirman que han “visto al Señor” (nuevamente se confirma que la alusión a los que creen sin ver no se refiere a ellos) pero Tomás manifiesta explícitamente su incredulidad yendo más allá de la visión, él quiere tocar.

Ocho días más tarde la escena inicial vuelve a repetirse, como dijimos, pero ahora Jesús se dirige directamente a Tomás invitándolo a hacer lo que había solicitado e invitándolo a no ser increyente sino creyente. La escena concluye con la magnífica confesión de fe de Tomás, “Señor mío y Dios mío”.

Pero veamos algunos elementos fundamentales para entender más plenamente esta unidad: como se ha dicho, la paz y la alegría no son un simple saludo. La paz ya había sido anunciada por Jesús para su vuelta (14,27-28; 16,33; ver Is 52,7, 60,17, 66,12); y también la alegría (14,19; 16,21-22; ver Is 51,3 11, Sal 35,9). El “soplo” podría aludir al relato de la (nueva) creación (Gen 2,7; Sab 15,11) pero parece también coherente con la imagen de la resurrección en alusión a Ez 37 en el relato de los “huesos secos”; la humanidad resucita por el poder creador de Jesús resucitado. La referencia a perdonar y retener se mueve entre dos extremos, y tiene la apariencia de lo que se llama un “merismo”, es decir una figura retórica que quiere señalar la totalidad moviéndose entre dos extremos. En este caso parece simbolizar el control total del acceso a la casa (ver Is 22,22 con términos similares, que también inspira – como dijimos - a Mt 16,19 y 18,18). Puesto que la escena refiere a “los discípulos” sin especificar, parece que debe entenderse que es toda la comunidad creyente la que recibe este “ministerio”.

Los discípulos ya habían escuchado palabras semejantes de María Magdalena que “había visto al Señor”, pero el texto no dice nada sobre las consecuencias de esto (lo que podría estar incluido si creemos que Juan ha desarmado el texto – como hemos dicho la semana pasada - y puesto la reacción de los discípulos al comienzo de la unidad). Las mismas palabras dicen ahora los discípulos a Tomás: “hemos visto al Señor”.

La respuesta de Tomás a los discípulos marca un segundo estadio en su itinerario de fe –luego de la ausencia - Está dispuesto a dejar su incredulidad si es que el resucitado se ajusta a sus criterios, pero «si no» (ean me) cumple sus condiciones, permanecerá en la incredulidad, “no creeré” (ou me pisteuso). Tomás exige “tocar” a Jesús así como María quería aferrarse a su cuerpo (20,17); Tomás – ahora al menos está presente - exige experimentar el cuerpo resucitado del crucificado. Pero el sentido fuerte de “tocar” y “meter” parece destacar, además, la continuidad entre el mundo pasado y presente de Jesús (algo que el paso a través de las puertas refuta, como dijimos). Para creer, Jesús debe aceptar sus exigencias.  Al aparecerse Jesús manifiesta aceptar las condiciones de Tomás, pero a su vez también pretende: “y no seas incrédulo, sino creyente…” (no hace falta destacar la reiteración e importancia del verbo “creer”). Nada indica que Tomás tocara, ahora es él el que acepta la condición de Jesús y manifiesta su fe. Lo que había ido mostrándose en el Evangelio sobre “la palabra” en 1,1-2, el uso por parte de Jesús del absoluto “yo soy” (ver 4,26, 8,24.28.58; 13,19; cf. 18,5.8), y su afirmación «yo y el Padre somos uno» (10,30 y también 10,38) llegan a su “climax” en esta confesión de fe: “Señor mío, Dios mío”. Se ha destacado que el emperador Domiciano (81-96 d.C.)  quería ser venerado como Dominus et Deus noster (Suetonio, Domiciano 13). El ambiente del “culto al emperador” era muy importante en el imperio romano, y quizás sea el trasfondo del dicho, pero no hace honor al texto entenderlo solamente como una confrontación, aunque esta exista; el dicho debe entenderse especialmente en el contexto del mismo Evangelio y su texto (cf. Sal 35,23; Am 5,16).


La confesión finaliza con un dicho de Jesús, “Dichosos los que no han visto y han creído” abriendo así el relato a los lectores del Evangelio, a un nuevo tiempo histórico (17,20; cf. 1 Pe 1,8). Pero no es justo, tampoco, descuidar – en una misma proyección a los discípulos y al tiempo de los lectores del Evangelio - que ya antes, del discípulo amado se había destacado que creyó sin ver (20,8). Eso es lo que están invitados a confesar los destinatarios del cuarto evangelio, y ese ejemplo están (estamos) invitados a seguir.

En los vv.30-31 se presenta la conclusión de todo el Evangelio, el “para qué” fue escrito: “para que crean” y creyendo “tengan vida” (divina). “Juan” ha hecho una selección de signos en esta obra con esta finalidad, “que crean”. No se debe descuidar que este creer aquí se señala explícitamente: “que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios”, algo que en el Evangelio es confesado por Marta (11,27). Siendo idénticas palabras a las de Pedro en la llamada “confesión de fe de Pedro” (Mt 16,16), seguramente debería referirse a Marta con idéntica idea, “confesión de fe de Marta”; por eso a ella Jesús le aclara “el que crea en mí, aunque muera vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees?” (11,26; notar en ambos casos – de Marta y de la conclusión del Evangelio - la centralidad de “creer” y su relación con la "vida" divina). Siendo esta la máxima confesión de fe del Evangelio, no se debería dejar a Marta en un segundo lugar al leerlo. Pero – en este caso concreto de la liturgia de la fecha - siendo esta la conclusión de todo el Evangelio, la unidad merecería un desarrollo mucho más extenso. Simplemente reiteremos aquí la estrecha relación entre fe y vida (divina), eso es lo que el autor del Evangelio pretende. Esos son los “creyentes” – y discípulos amados - y esa es la comunicación de la vida “resucitada” para “todo el que cree”.


Dibujo tomado de http://www.parroquiavilanova.es/2011_04_01_archive.html

sábado, 20 de abril de 2019

“Si hubiera sabido” ¿o “si hubiera escuchado”?


“Si hubiera sabido” ¿o “si hubiera escuchado”?


Eduardo de la Serna



Una de las cosas que se ven, escuchan o leen cada vez con más frecuencia en estos días es “yo no sabía”, o “no me imaginé”, o “me desilusionó”, o “no creí qué”... Todas referidas a la debacle nacional a la que nos sigue llevando inexorablemente el gobierno (o des---) de Cambiemos. Y se me ocurre pensar.

Una de las características que los estudios bíblicos reconocen de los profetas es que “saben leer la realidad”. Los profetas no son sujetos o sujetas que adivinan o intuyen el futuro, sino quienes leen desde Dios el presente. Veamos: la historia de Israel (tal como se leía entonces, por cierto) reconocía que a medida que el pueblo olvidaba a Dios, Dios lo olvidaba a él; y entonces, los pueblos vecinos los despojaban, oprimían o incluso, esclavizaban.

  • Por eso la idea de “este sí es un buen camino” o, por el contrario, “por este camino nos estrellamos” es característico de los profetas.
  • La idea de mirar la realidad: “si oprimimos a los pobres, si nos desentendemos del huérfano o la viuda” nos disolvemos como pueblo de hermanos, que es lo que debiéramos ser.

Esa es la mirada de los profetas. El gran estudioso judío Abraham Herschel afirma que la característica de los profetas es su “simpatía” con Dios (del griego syn = con; pathos = sentir). Los profetas sienten lo que y como siente Dios ante la realidad, positiva o negativa. Entonces, decir, “si seguimos por este camino nos vamos a estrellar” no es hablar del futuro, sino del pasado. Es haber mirado la historia del pueblo con la mirada puesta en Dios y puesta en el pueblo. Y saber las consecuencias obvias del obrar de tal o cual manera.

Decir que alguien se sorprendió, o se decepcionó con lo que está haciendo el gobierno argentino (y tantos otros neoliberales de América Latina) es haber sido (¿y seguir siéndolo?) un ciego que no quiere ver, o un sordo que no quiere oír. Simplemente.

Desde que asumió el gobierno de Cambiemos el grupo de Curas en Opción por los Pobres lo dijimos a quien quisiera oír. Durante todo el año 2016 escribimos cartas quincenales “al pueblo de Dios” señalando y alertando lo que estaba ocurriendo y lo que iba a ocurrir: ¡esto mismo que hoy está ocurriendo! ¿Fuimos adivinos? ¡De ninguna manera! ¿Sabios y expertos politólogos? ¡Tampoco! ¿Profetas (en el sentido bíblico, no en el sentido habitual)? ¡Sin duda! Bastaba con mirar la historia, bastaba con tener un oído en el Evangelio y un oído en el pueblo. Con escuchar los dolores que ayer le provocaron los capataces de Egipto.

Es cierto que uno escucha hoy a periodistas (o los que fungen de tales; más de uno, en realidad, operadores del modelo), o a curas que hasta “ayer” hablaban de “la realidad” que hoy se manifiestan sorprendidos, decepcionados, “no me imaginé” … Y “dan ganas” de responderles varias cosas. A algunos periodistas se les puede recomendar que pasen al así llamado periodismo deportivo (que vende bastantes globos, así que una mancha más no le hace nada al tigre). A algunos curas se les puede recomendar que renuncien a los cargos o suplementos y se dediquen a escuchar los clamores de su pueblo, o – para decirlo con metáforas francisquistas – que tengan “olor a oveja”. Insisto, los curas opp desde que empezó el neoliberalismo remozado de Macri y sus huestes, los mejores corruptos de los últimos 100 años (ya no son 50… por la inflación, quizás) señalábamos que rumbo a esto íbamos. Es cierto que no faltaron las voces (muchas que ahora dicen “si hubiera sabido”) nos cuestionaron, nos criticaron y dijeron que hacíamos política, etc… “Un oído en el Evangelio y un oído en el pueblo” repetía el Pelado Angelelli, ese que no murió en un accidente (como decían los eclesiásticos amigos del poder… es decir, que se metían en política, pero en “otra política”). Ese oído en el pueblo le da raíces al Evangelio; ese oído en el Evangelio propone la utopía del Reino de Dios al pueblo. El gran teólogo luterano Karl Barth afirmaba que hay dos lecturas que un cristiano no debe dejar de tener cada día: el evangelio y el periódico (claro que Barth no se refería a Clarín, o La Nación, por cierto… era inteligente). Es que, sin escuchar el sufrimiento de las víctimas, y escucharlo con los oídos de Dios, lo que digamos no será de parte de Dios, sino de parte del “poderoso caballero”, ese Don Dinero que ya Jesús nos avisaba que el que sirve al Dinero, odiará a Dios (o viceversa). Desde ese “lugar” es lógico “estar sorprendido”, o “decepcionado”.

Dan ganas, como decía, de repetirles: “nosotros te avisamos”. Pero ahora no es cosa de pedir esa autocrítica a los ciegos y sordos voluntarios. Ahora es cosa de decirles que escuchen al pueblo… a ese que ayer podía encender un ventilador en verano, o comer un asado cada tanto, o dar leche (leche de verdad) a sus hijos en su propia mesa… Aunque fuera fruto de un “plan” sus hijos comían (y sus padres compraban). Quizás escuchando al pueblo (sintiendo, pathos) entiendan de otro modo el Evangelio. No está mal, al menos, para esta Pascua.


jueves, 18 de abril de 2019

Un alivio ante tanta angustia


Un alivio ante tanta angustia

Eduardo de la Serna



Desde principios de siglo pasado, en los estudios bíblicos se afirma que no pueden leerse bien los textos sin tener en cuenta el Sitz im Leben. La terminología alemana se ha transformado en un clásico e indica el “sitio”, el lugar, el tiempo en el que se vive al escribir, decir, cantar un texto. Por ejemplo, es habitual señalar que el Sitz im Leben de algunos salmos es la liturgia en el Templo en tiempos del post exilio. Y eso ayuda a entender, a “ubicar” un texto y no sacarlo de contexto. Con ironía se suele decir, también en los estudios bíblicos que “un texto fuera de su contexto es un pretexto”.

Desde la segunda mitad del siglo pasado, la teología de la liberación que se piensa y dice en América Latina y el Caribe sabe, con la misma lógica, que no se puede “hablar de Dios” (teo-logía) sin tener en cuenta el Sitz im Leben. ¿Cómo hablar del Dios de la vida, por ejemplo, a personas a las que su vida las ronda constantemente la amenaza de la muerte por hambre, enfermedades de la pobreza o violencia? Precisamente en este mismo contexto el enorme teólogo salvadoreño (nacido en España, salvadoreño de elección) Jon Sobrino, ha insistido que tampoco se puede dejar de tener en cuenta el “Sitz im Tode”, esto es, el ámbito mortal en el que la vida amenazada (o “muerte” lisa y llana) en el que se piensa, se escribe, se reflexiona. Sin duda no es lo mismo pensar (en el caso de la teología, no es lo mismo “hablar de Dios”) desde un cómodo escritorio ‘europeo’ que desde un barrio lleno de “olores”, llantos o hasta disparos. Y pensar que no se puede “hablar bien de Dios” en ese clima mortal es no entender nada del Dios, el Padre de Jesús.

Precisamente, desde nuestro Sitz im Leben und im Tode es que quiero pensar. Es un tópico escuchar “hablar” de los pobres… Pero no es lo mismo que hablen de los pobres las encuestas (no felices, aunque coherentes) de la UCA, que hable de los pobres el FMI, o notar que hasta Macri habla de los pobres (en todos estos casos, los pobres no son personas, sino números) a que, por el contrario, hable de los pobres quien está “en medio” de ellos (¿puede hablar bien [= ortodoxia] de los pobres quien no ha olido las pieles y ropas ahumadas en invierno, los mocos y los piojos de los chicos, las malformaciones por la pobreza, o las risas de las “manadas” de niños en los comedores?).

Se suele decir que para acercarse a realidades sociológicas hay dos miradas, a una se la llama “emic”, que es la mirada de alguien que “está en medio” de la realidad, la otra es la “etic”, que es la del que intenta conocer (por ejemplo, intelectualmente); por caso: un buen investigador emic vivirá por años en la comunidad que intenta “estudiar” mientras que uno etic intentará leer todo lo que se ha escrito sobre ellos. Sin duda alguna, la vida de los pobres (la mirada emic) le es totalmente ajena al gobierno, salvo cuando exhibe a su “amiga pobre”, Margarita Barrientos, para simular sensibilidad, de la cual carece. Otra mirada, partiendo de las encuestas (= números), por ejemplo, intenta aproximarse a una realidad. El Sitz im Tode de nuestros barrios, concretamente, les es totalmente desconocido y si aplican medidas, estas serán partiendo de una mirada “desde fuera”, no conocen otra. Es evidente que desde una mirada “etic” (no ética, por cierto) el gobierno se entera que los pobres están mal. Y eso, en mi opinión, no le importa en lo más mínimo. Es lo que vinieron a hacer. Pero hay algo que los angustia y tienen la necesidad de aliviar esa carga que les preocupa: se llaman “elecciones”. Y todo indica que cada día que pasa “la gente” está peor, que cada vez hay más bronca; es eso lo que experimentamos en el día a día los que queremos estar en medio de “la gente”. Y acá viene la necesidad urgente de buscar un “alivio”. Pero el tema es que el alivio no es para “la gente”, para los que sufren, los pobres, las víctimas de este modelo que día a día hace que más y más “caigan” en la pobreza (porque, a diferencia de la escuela pública, en la pobreza sí se cae… y no es fácil levantarse). Las medidas del gobierno caricaturizadas en un video espantoso tienen un Sitz im Tode: las elecciones. Es evidente. Todo tiene “fecha de vencimiento” en octubre. No son medidas hasta que no haya hambre, o hasta que no haya desocupación… “Der Tod” que les interesa es la propia, la muerte de los pobres son “efectos colaterales” de su batalla contra el “populismo”. La muerte de su proyecto (de muerte) es lo que les angustia y quieren aliviar. La repetida palabra “alivio” es lo que ellos quieren experimentar ante la caída vertiginosa de las encuestas (= números). Si las elecciones (= números) los beneficiaran (¡Dios y el pueblo no lo permitan!) experimentarán el alivio que les permitirá seguir desentendiéndose de los pobres y las cruces que ellos les han impuesto. No deja de ser irónico que después de habernos hablado de la “pesada herencia” ahora pareciera que lo que les da alivio es aplicar las medidas que – según su estudiado discurso – nos llevaron a esto de lo que nos quieren salvar: créditos “blandos”, control de precios, dólar y tarifas ancladas, paritaria docente… La ironía está a la vista, pero la dejamos pasar. Como también está a la vista que hemos pasado de la pesada herencia a “los últimos 50 años”, luego los 70 años, Marcos Peña habló de 100 años y a este paso terminarán pidiéndole perdon a la “querida reina” británica por haber rechazado a los magníficos invasores en 1806 y 1807.

Fuera de todo esto, volviendo al Sitz im Tode que los angustia y por el que buscan un alivio electoral simplemente me queda decir, como decía Carlos Mugica, que “el pueblo tiene paciencia, pero la paciencia tiene un límite”. El límite de la vida es la muerte, y tozuda y esperanzada, “la gente”, se resiste a morir, y quiere vivir. Vivir dignamente.



miércoles, 17 de abril de 2019

La esperanza de la luz


La esperanza de la luz


Eduardo de la Serna



-.I.-

Es oscuro, es la noche
no ves nada, ni el camino
no hay salida, ni esperanza
no hay un otro, no hay amigo;
y para peor se oyen cosas
que hacen temblar los oídos,
se ven sombras en la sombra,
se escuchan todos los ruidos.
Temblamos todos de miedo,
temblamos, y no hay nada de frio;
a veces nos susurramos
palabras que den alivio,
pero otras veces callamos
abrazados, ateridos.

.-II-.

Pero después de un tiempo de noche,
pareciera que está aclarando;
rojizo se ve el horizonte,
se oye un ave cantando.
Las sombras ya tienen formas
y los rostros se van mostrando,
se ven nubes, se ve el cielo,
se ven caminos andados.
Y la mañana se acerca,
y la nada se va alejando,
y la esperanza aparece,
no hay mal que dure cien años”.

.-III-.

Y esta imagen conocida
de noche y día alternando,
de muerte y vida en conflicto,
de alegrías y de espanto,
nos grita, a pesar de todo,
que la muerte es solo de un rato,
que después triunfará la vida
y la noche se va apagando.
Se irá la noche macrista (*)
con hambre y desocupados,
se irá la muerte y su fuerza,
callarán los gritos de espanto.
Porque en la tierra y en el cielo
la vida viene cantando,
y resplandece la vida
de Jesús resucitando.

(*) referencia al gobierno neoliberal de Mauricio Macri

 Felices Pascuas

Foto tomada de https://www.youtube.com/watch?v=V-7LdRt42Mc