jueves, 30 de enero de 2020

Exorcizando el rugby


Exorcizando el rugby

Eduardo de la Serna



Debo decir que crecí en una familia donde se “bebió” rugby. Decenas de veces fui a ver partidos, especialmente de “los Pumas”. En el viejo GEBA y más tarde la cancha de Ferro. En mi familia, muchos jugaron (en CASI), y yo tuve una breve pasada por Belgrano. Como salvo en natación nunca fui bueno para los deportes lo de breve, ¡así fue! Pero, todavía hoy, me apasiona más ver un partido de los Pumas que de la selección de fútbol. Pero esto no sirve salvo para dejar claro “desde dónde” escribo.

Siempre fue una suerte de “ritual” en el mundo del rugby el así llamado “tercer tiempo”, es decir un encuentro de brindis y “algo para picar” entre los dos equipos que acababan de terminar los dos tiempos del partido. Era un encuentro para dejar claro que lo rudo del deporte no era nada que superara el encuentro y la posible amistad.

Pero “pasaron cosas”. Ver escenas donde a un caído se lo golpea, patea, o a un distraído se lo noquea, por ejemplo, no deja lugar al “encuentro de caballeros”. Si es un “nosotros contra ellos” algo dejó de tener sentido.

Hemos visto decenas de películas en las que, por ejemplo, hay “malos karatecas” y “buenos karatecas”. El “Karate kid” es un buen ejemplo… Hay quienes son “malos” y usan el karate para ejercer violencia sobre un indefenso. Este recurre a un “buen karateca” que le enseña a defenderse a pesar de las malas artes de los “malos”. Ahora bien… si se ha hecho “Karate kid” 1, 2 y 3 todo indicaría que está lleno de malos karatecas y hay una suerte de único bueno, el dulce señor Miyagi, el cual, aunque pretendiera “exorcizar de violencia” el karate, parece no lograrlo. Quizá ocurra algo semejante con el rugby en todo el mundo. No sólo en el aurea de violencia que lo rodea, sino el sabor a élite que no se junta con los demás. Van ejemplos:

  • Cuando Alejandro Puccio fue detenido por integrar una banda – con su familia – de secuestradores y asesinos, un compañero suyo del CASI dijo: “No puede ser; cuando se fue de gira me pidió que le cuide el conejo. Una persona que quiere así a los animales no puede ser lo que dicen que es”. Tal como se lee.
  • Uno de los “slogans” en el caso de Gesell (y otros mil) hace referencia a que los otros son “unos negros de m…” Así dijeron los heroicos rugbiers después de la golpiza 10 contra 1. Es interesante que incluso en lugares donde está lleno de “negros” que se mantiene la misma lógica. En Florencio Varela está el Varela Juniors, y aunque ellos sean “negros” para los sanisidrenses (Capital nacional del rugby) muchos tratan de tales a los no-rugbiers de Varela. Pareciera que hay una suerte de negrómetro y jugar o no rugby puede permitir subir o bajar 2 o 3 escalones.


Es cierto que algo semejante ocurre en otros deportes. En muchos clubes de barrio puede escucharse a encantadores padres educando a sus hijos en un partido de fútbol diciéndole a su hijo “¡matalo!” al defensor contrario, o aludiendo a toda la parentela del referí, cuando no entrando en la cancha a golpearlo. Encantador ejemplo de convivencia y respeto. Parece que el triunfo (y la meritocracia) se constituyen en un valor supremo por el que “el otro” no cuenta en nada.

Pero volviendo al rugby, algo ha ocurrido cuando se ha transformado en un deporte para los que son como uno, para los que desean “des-negrarse”, y para quienes creen que la vida es un scrum donde no se disputa precisamente una pelota ovalada sino hasta una vida. Cuando lo que se aprende no es ya un deporte en equipo sino un ejercicio de la violencia, pues algo ha podrido desde dentro un deporte tan bello. Podrido, corrompido y hasta matado. Una pena, especialmente cuando para “esos” la violencia se ha transformado en un ejemplo para la vida y así eligen vivir (y hacérselo padecer a “los otros”, a “los que no son”). Difícil poder disfrutar un partido después de esto.



Foto tomada de https://www.tercertiemponoa.com/nota/noticias/6377/rugby-violencia.html

martes, 28 de enero de 2020

Una reflexión (que quizás no sirva para nada)


Una reflexión (que quizás no sirva para nada)


Eduardo de la Serna



Desde hace bastante tiempo tengo una intuición sobre cómo somos los argentinos. Precisamente por ser intuición, es algo con mucho de incomprobable. Claro que, si todos los indicios apuntaran en la misma dirección, luego podría transformarse en “teoría”, y si luego se pudieran añadir interdisciplinariamente elementos que la confirmaran, podría ser un elemento que se consideraría constitutivo del ser nacional. Pero no pretendo tanto, sólo pensar “en voz alta” (o “en escrito”, en este caso) para avanzar en mi intuición, y ser criticado, pulido, precisado o desechado.

Lo formulo de este modo: creo que los argentinos tenemos clara conciencia de “la ley”, la asumimos e incluso estamos de acuerdo con ella... ¡Pero! En el “pero” radica el tema. Lo manifiesto con un ejemplo sencillo: es razonable, es hasta lógico, que haya leyes de tránsito. Y estoy de acuerdo con que debe haberlas. “Pero” yo estoy apurado. Y – por tanto – paso un semáforo en rojo, o voy con exceso de velocidad, o… El primer problema radica en que no tiene sentido cambiar una ley que consideramos razonable y sensata. Incluso que “yo” apruebo o considero justa. Es más, si se me consultara, yo estaría en desacuerdo con quitar semáforos, o eliminar los controles de velocidad. Son fundamentales para ordenar la ciudad. En ese caso, incluso, una encuestadora diría que “los argentinos consideran justas las leyes de tránsito” (o hasta quisieran que sean más duras todavía).

El problema no es esa ley (o cualquier otra) sino “la ley que tengo introyectada”.  La ley que me dice que “la norma debe cumplirse”. Claro que, si “yo” soy el juez de mi propia aplicación de la ley, se torna sumamente difícil la convivencia: porque “el otro” tendrá el mismo criterio. Pero “yo” creo que ese “otro” debe ser penado por hacer lo mismo que ya hubiera hecho porque iba con apuro. El tema es que el “otro” no soy “yo” (es problema del “otro”, claro).

Es evidente que si “yo” soy el juez (de mis actos, para empezar) seré sumamente “compasivo” y “comprenderé” los atenuantes razonables en la aplicación de la justa y razonable ley, y seré absuelto (por mí) de la eventual sanción que hubiera correspondido. A eso se lo puede llamar “impunidad”.

En ocasiones, ese “yo” se amplía, por supuesto. Se aplica a “otros yo”, que eso es un “nosotros” (otros yo, o “como uno”). Nosotros podemos hacer lo que otros no pueden, lo que deben omitir hacer, porque nosotros podemos hacerlo porque tenemos razón/es.

En ocasiones, ese “pero” fue introducido por la educación (sic) familiar o en la convivencia con otros “yoes”. Entonces, ese niñe crece con la conciencia de que, por ejemplo, nadie (Cacho, por caso) puede encender la calefacción en invierno; yo sí porque tengo frío.  O que nadie puede esconder dinero en una oficina de gobierno, mi amigo sí porque necesitaba “sencillo”. O que nadie puede hacer picardías salvo un amigo que me mandó un cordero por un Uber aéreo, o nadie puede provocar una pelea salvo nosotros “porque era un negro” …

Es decir, las leyes están buenísimas ¿viste?, pero si fuera el caso, podríamos no respetarlas (¡nosotros!, obvio) porque tenemos razón/es.

Y papá dirá que vive una pesadilla, no que el nene le provocó una pesadilla a otra familia, por ejemplo. Al fin y al cabo ¿quién no se divierte como quiere? Claro… hasta que “la vida le juega una mala pasada”.

Una vez me contaron que un muchacho marginal tomó una moneda y con ella rayó todo un AUDI de altísima gama. Cuando el dueño va a molerlo a palos (porque eso está prohibido, “pero” yo puedo porque me rayó el carro) el joven le dice: “- ¡Es que vos me enseñaste que yo con mi plata hago lo que quiero!

A todo esto, se lo suele llamar actuar / pensar / hablar con doble vara. Claro: la doble vara no está dada en el hecho de actuar / pensar / hablar bien o mal, sino en el “nosotros” y “ellos”. Si se quiere entender mejor todo esto, basta con leer Clarín y se comprenderá bien.


Imagen tomada de https://sites.google.com/site/senalesynormasdetransitonb/

Presentación del Señor

EL CUMPLIMIENTO DE LO ANTIGUO ES EL PRIMER PASO DE LA NOVEDAD



LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
2 de febrero

Eduardo de la Serna



Lectura de la profecía de Malaquías     3, 1-4

Resumen: la impureza es algo habitual en tiempos de Malaquías, y lo religioso no es tenido en cuenta, por eso el profeta anuncia un “mensajero” que purificará a los sacerdotes y las ofrendas para que el pueblo pueda ser puro ante Dios.



La profecía de Malaquías (“mensajero de Yah[vé]”) presenta una serie de elementos muy interesantes y debatidos, pero no los señalaremos aquí ya que el texto fue añadido a causa de la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor. Dos elementos de este texto son tenidos en cuenta: la purificación de los hijos de Leví, y la ofrenda –en el Templo- agradable a Dios. 



Todo esto viene precedido por el envío de “mi mensajero” (mala’kî) que preparará el camino. Más tarde (v.23) se nos dirá que ese enviado es Elías. En ambos casos se trata de alguien que “prepara”, que viene “antes”, y lo hará con el objetivo de que se viva “según Dios”. No es el caso señalar en detalle que ambos elementos fueron tenidos en cuenta en los Evangelios para hablar de Juan el Bautista visto como un cierto Elías “que ha de venir”. Este “mensajero” tiene que ver con el templo ya que el “Señor, a quien ustedes buscan” vendrá al Templo y con él, el mensajero (mal’ak) de la alianza. A continuación, destaca que lo que “viene” es el “el Día”, que se presenta como día terrible, será como la lejía, como el fuego, para fundir y purgar. La imagen de la purificación es la que se relaciona directamente con este mensajero que anuncia el Día. Esta purificación empieza en “los hijos de Leví”, es decir, en el sector sacerdotal de Israel. Sólo si los mediadores son “puros” la ofrenda lo será. Será “en justicia” (tzedaqá). Será, entonces, una ofrenda pura como lo fueron las primeras, cuando Judá / Jerusalén no estaba contaminada con la idolatría.



Una nota sobre la pureza: pureza dice relación a “limpieza”. Pero en el mundo antiguo se refiere a “limpio para Dios”. No dice relación necesaria con el pecado, sino con lo ritual. Lo opuesto de puro (o santo) es lo profano, es decir lo que se mueve en la “vida cotidiana” (sea malo o bueno). Algo apto para el servicio divino (para el culto, la oración, la reunión) es algo puro (aunque pueda estar en un contexto de “algo malo”). Por tanto, lo que se supone es una “purificación” ritual como algo necesario para poder participar de lo religioso. Las purificaciones suelen ser rituales, con determinados ritos queda puro uno que quedó impuro por diferentes razones: por tocar sangre, o cadáver, por ejemplo. El contacto con extranjeros (es decir, los que no son miembros del “pueblo santo” de Dios) también hace impuros, y es un tema importante en Malaquías. Los injustos, los usureros, los que no tienen en cuenta al “hermano” también lo son por no mostrar “temor de Dios” (v.5). Lo habitual en estos tiempos es la sensación que parecen tener los injustos de que Dios está “lejos” y no se entromete en nuestra historia (Mal 2,17; 3,7-8.13.15.18). De esto pretende hacerse cargo de parte de Dios este mensajero anunciado.





Lectura de la carta a los Hebreos     2, 14-18

Resumen: La muerte de Jesús es muerte liberadora de los pecados, pero –para el autor de la carta a los Hebreos- es más aun, es indicio de un nuevo sacerdocio que comienza con su resurrección, un sacerdocio totalmente nuevo y único, caracterizado por su credibilidad y misericordia dadas por su “semejanza” a los seres humanos en todo.



La carta a los Hebreos (en realidad una homilía puesta por escrito) y como buen predicador empieza mostrando a Jesús dentro de las categorías tradicionales dando, a medida que avanza el discurso, trazas para poder mostrar la novedad que él quiere señalar: la cristología sacerdotal. El texto litúrgico de hoy concluye esta primera parte tradicional y deja el tema planteado para avanzar. Concluye lo que viene señalando con un “por lo tanto” (oun) dando un sentido liberador a la muerte de Jesús. Una serie de verbos destacan esto: “aniquilar (katargeô, texto casi exclusivamente paulino del NT) al señor de la muerte”, liberar (apallassô, tener autocontrol, no depender de fuerzas externas), expiar (hiláskomai, fuera de aquí, solo en Lc 18,13 en el NT). Pero todo esto está señalado aquí para dar el siguiente paso: en todo esto Jesús se “asemejó” en todo “a sus hermanos”.



Una característica del sacerdocio de Israel es, precisamente, la “separación”. Para poder concretar la “pureza” (ver nota en la primera lectura) el sacerdote es un “separado” de sus hermanos. Israel es un pueblo “separado” de los demás pueblos; la tribu de Leví es “separada” de las demás tribus; el clan de Aarón es separado de los demás clanes… Lo propio del sacerdocio en Israel son las separaciones para “aproximarse” lo más posible a Dios. La novedad que destaca la carta a los Hebreos, por el contrario, es que lo propio del sacerdocio de Cristo es “asemejarse”. Se hace semejante en todo “menos en el pecado” (4,15).



Sin duda esto es una novedad abismal con respecto al sacerdocio antiguo. El único sacerdocio del N.T., el de Jesús, tiene como propio su actitud de “asemejarse”, y su diferencia con el “sacerdocio antiguo” es abismal. Es notable que –para profundizar esta novedad- destacará dos elementos fundantes de este nuevo sacerdocio que desarrollará en lo que sigue de la carta (ya fuera del texto litúrgico de hoy); ser misericordioso y ser creíble. La corrupción de los sumos Sacerdotes era tan seria que la institución estaba totalmente degradada. Su credibilidad era nula, y Jesús es presentado como “creíble” (pistós); pero además, como “misericordioso” (eleêmôn). Si algo caracteriza a la misericordia es “aproximarse” a los “míseros”, a los caídos; todo lo contrario de la separación ritual del sacerdocio antiguo. Esta misericordia se expresa como solidaridad, de allí que la experiencia de la prueba (peirazô, esa prueba liberadora que “expió” los pecados) permite “ayudar” a los que son a su vez “probados” (peirazô). Esta cercanía, semejanza, lo lleva a experimentar la prueba. Nada más lejano de la actitud de separarse de las experiencias difíciles; la solidaridad de Cristo lo lleva a vivirlas y en esa situación de asemejarse, poder ayudar y liberar. La novedad del único sacerdocio de Cristo es tal que nada parecía preverla. De allí que el resto de la carta se dedicará a mostrar su sentido en la Biblia y su novedad absoluta y definitiva.



Evangelio según san Lucas     2, 22-40

Resumen: Los padres de Jesús son celosos cumplidores de la Ley de Moisés. Y cuando corresponde, presentan a Jesús en el Templo. Pero en esto, algo está comenzando. Un varón y una mujer de Dios hablan a todos del niño, y los tiempos nuevos empiezan.



Muchos elementos conforman el relato de la liturgia de hoy. El esquema es sencillo:



Purificación de “ellos” (vv.22-24)


Un varón justo / una mujer justa, reconocen al niño (vv.25-35 / 36-38)


Sumario conclusivo (vv.39-40)





El texto es muy complejo e interesante; pero para la celebración de hoy señalaremos solamente aquello que hace a la liturgia del día. El texto comienza y termina con una referencia a que los padres de Jesús actúan conforme a “la Ley” (vv.22.39). Esto es algo importante en Lucas (cf. 2,21.41; cf. Hch 1,12), y precisamente “conforme a la ley” presentan el niño al Señor.


Destaquemos que en el mundo antiguo es propio de las personas religiosas ser agradecidos con la divinidad que nos ha dado sus dones. Precisamente por eso, por ejemplo, se le ofrecen las primeras crías de ganado, o las primicias de la cosecha. Sin embargo, en Israel no se ve con buenos ojos “ofrecer” a Dios el hijo primer nacido; los sacrificios humanos son aborrecidos (aunque hubo algunos casos detestados por la Biblia; 2 Re 21,6; cf. Lev 18,21; Dt 18,10; 2 Re 23,10; Gén 22,1-19). Podríamos imaginar las ofrendas de este modo: a Dios se le puede dar lo mismo que se puede comer, es como si Dios lo “comiera”. Caso contrario, aquello que no es “puro” para ser alimento no se ha de “ofrecer”, y por tanto se ha de “rescatar”. Es decir, se ofrece algo sustitutivo, como un cordero o un cabrito. Este es –fundamentalmente- el caso de los hijos, en este caso de han de presentar una “res menor”, y, si no alcanza el dinero, para hacerlo presentarán dos tórtolas o dos pichones (Lev 12,7b-8), se los rescata, se le “presentan” a Dios. 


El Evangelio extrañamente informa que es el tiempo de la purificación de “ellos”. No se refiere a la madre, que debe purificarse después de la maternidad, sino de “ellos”; es posible que esté aludiendo a que con la presentación de Jesús ha comenzado el “día” y así “los hijos de Leví” sean purificados porque la ofrenda que se ha presentado en el Templo es perfecta (cf. Mal 3,3, primera lectura). 


Ante esta presentación se acercan al Templo –como es frecuente en Lucas- un varón y una mujer (cf. 13,18-21; 15,4-10; etc.) que hablan públicamente del niño. La “esperanza en la consolación de Israel” y la “esperanza en la redención de Jerusalén” enmarcan la doble escena (vv.25.38). En medio de esta unidad, Lucas incorpora (como lo ha hecho en otras ocasiones, cf. 1,46-55; 1,68-79; 2,14) un canto que manifiesta la realización de las esperanzas de Israel con la alegría de los “pobres de Yahvé”. 


La escena concluye con un relato sobre el crecimiento del niño, semejante a lo dicho sobre Juan, el Bautista (1,80) que parece a su vez remitir a Samuel: “iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahvé como a los hombres” (1 Sam 2,36).


Foto tomada de sanchoamigo.wordpress.com

viernes, 24 de enero de 2020

Cuando la palabra esconde la verdad


Cuando la palabra esconde la verdad


Eduardo de la Serna



Cosa complicada y maravillosa “la palabra”. Esos signos vocales y/o escritos con los que podemos comunicarnos los seres humanos, y revelar algo. Desde lo sencillo y cotidiano, hasta momentos sublimes. Hay miles de veces que pareciera que la palabra no alcanza, y entonces empezamos con gestos (los latinos tenemos, por ejemplo, la tendencia a acompañar y/o reforzar las palabras con gestos de cara o de manos), y hay ocasiones – muchas, con frecuencia maravillosas – en las que la palabra pareciera no alcanzar y florece la metáfora, y con ella, la poesía. Pero no es a esto que quiero referirme ahora.

En otras ocasiones, la palabra no dice la realidad. Entramos en el terreno de la mentira. La mentira no necesariamente indica una suerte de culpabilidad. Puede ser la difusión de un error, “yo creía que…” y, entonces, al pronunciar la palabra esta no es concorde con los hechos. Es decir, aunque “objetivamente” lo dicho sea mentira, no necesariamente hay un “mentiroso”. Depende, por ejemplo, en la conciencia de que lo dicho es o no como se dice. Pero tampoco es a esto que quiero referirme.

Todavía queda otro aspecto, al que tampoco quiero aludir, pero no es malo señalarlo. La palabra de la “diplomacia” suele ir pronunciando palabras “de a poco” en orden a conseguir o decir la palabra definitiva después (o, en ocasiones, no la definitiva, pero sí lo mejor que se puede conseguir). Esto, que puede tener su lógica en las relaciones internacionales, o en la búsqueda tozuda de la paz, no aplica (lo repito enfáticamente: ¡no aplica!) a las relaciones interpersonales, especialmente patriarcales: ¡no, es no! Y bien haría el “macho” en aprenderla aunque eso significara ser “derrotado” en la conquista de un trofeo (lo digo con ironía: la mujer, para esos tales, no es una persona con la que interactuar, sino un trofeo a conseguir y ostentar).

A lo que me quiero referir es a la cantidad de veces en que la palabra se utiliza para esconder, tapar, disimular. “Murió Fulano” (lo que en los hechos es un dato adquirido) no dice todo, y con frecuencia esconde si lo que queremos esconder es que Fulano “fue asesinado”. Así tapamos el conflicto: muertes hay miles, pero asesinato implica obviamente un asesino (o asesina, o varios, o varias). Y por tanto algo que debemos mirar, buscar, denunciar, analizar, y – eventualmente entrar en el conflicto que llevó a Fulano a ser asesinado. Y, mirando nuestro presente, es notable la cantidad de cosas escondidas que emergen (o se sumergen) en las brevísimas declaraciones de Lucas Pertossi, uno de los rugbiers participantes en la muerte (= asesinato) de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell.
  • “Es una lástima, no sé qué van a hacer algunos (de los coparticipantes) con su laburo”
  • “me duele… lo que pasó, arruinar una familia… estuve, son mis amigos y a ellos no los voy a dejar morir”
  • “Salimos a divertirnos”
  • “la vida nos jugó una mala pasada”
  • “no me voy a condenar ni me voy a entregar”

Todo esto da para un serio análisis de muchas de estas palabras. ¿Qué van a hacer con su laburo? Pues, si son condenados por la justicia independiente (si la hubiera, claro) pues simplemente “perderán el laburo”. Listo. Como le sucede a todos los que están presos. ¿No?

En realidad, lo que pasó no fue que arruinaron “una familia”. No la hubieran arruinado (¡y sí lo hicieron!) si no hubieran asesinado a Fernando. Arruinarla fue la consecuencia de los actos homicidas, no fue “lo que hicieron” sino “los efectos” de lo hecho. Pero, es evidente, y notable, Fernando no existe en todo el discurso.

Es sensato que uno defienda a los amigos, pero ¿en todas las circunstancias y situaciones? “No los voy a dejar morir” a ellos, a Fernando, pues sí; no importa, total está invisibilizado. Queda escondido detrás de “salimos a divertirnos” (¡qué encanto! ¡Cómo se divierten los chicos!). ¡Qué picardía que el divertimento de ellos “arruine una familia”! pero, ¿qué se le va a hacer? Es divertidísimo moler a patadas y trompadas a un muchacho indefenso. Es lo que hacen “los amigos”.

Quizás habría que decirle que “la vida” no les “jugó” ninguna “mala pasada”. Para empezar, no se trata de la vida, sino de la muerte. Además, la vida “no juega”, los que juegan son “los vivos” (o los que creen estarlo), y no se trata de una “mala pasada” a ellos, sino de algo que “ellos” le provocaron (divirtiéndose, “jugando”) a Fernando: la muerte.

Que no se va a entregar es una idea polisémica. Porque ya está detenido, no es prófugo. Si lo que significa es que no va a bajar los brazos, es un tema personal. Es bueno pelear para deshacer, en la medida de lo posible, lo malo hecho y buscar repararlo, y “salir adelante”. En esto, nada que objetar. Pero eso lo une a “no me voy a condenar”. Lo que es de esperar es que, si fue responsable, partícipe, o aplaudidor divertidísimo, sea condenado por el Poder Judicial, no por “él mismo”. Si él no se condena, eso solo habla a las claras de la impunidad que tienen incluso para consigo mismos los “nenes de mamá”. Para empezar, es de esperar el fallo judicial. Y si él fue en algo, en poco, o en mucho responsable (sus dichos no parecen decir “nada” responsable) pues sería bueno que la conciencia sí lo condenara. No para hundirse definitivamente, sino para crecer en la vida, para que esa “condena” le sirva para ser alguien que mañana (porque ayer y hoy ya es tarde) pueda aportar algo, a sí mismo, a sus familias, a sus amigos… A esos amigos a los que no quiere “dejar morir”.

En nuestro tiempo se suele hablar con frecuencia de “empatía” (en – pathos, sentir, padecer). Se trata de una actitud que nos mueve hacia el otro y su dolor [la misma que no puede demostrar Pato Bullrich usando el hecho para justificarse y referir a las pistolas Taser como si hubiera habido policías en ese momento y lugar. No fue un policía sin Taser el que no pudo frenar a los rugbiers grandotes, fue el indefenso Fernando]. Pero los breves dichos de Lucas Pertossi sólo muestran empatía por sus amigos, ninguna por el que ellos asesinaron, ausente en sus palabras. Y la vida no es un scrum, Lucas. Y en la vida, en la sociedad, en tus vacaciones divertidísimas, no sólo está “la gente como uno”. También hay miles de Fernandos que quisieran que la vida les juegue la buena pasada de volver a su casa, encontrar a su familia y a los suyos, quizás con el sueño de mañana ser humanos, y no pumas.


Imagen tomada de https://www.ofrases.com/frase/23502

miércoles, 22 de enero de 2020

El pecado de la domesticación


El pecado de la domesticación


Eduardo de la Serna



“Domesticar” es adaptar algo a la “domus” (= casa). El hecho en sí, no es ni bueno ni malo. Es simplemente algo que hacemos. Obviamente, en muchas ocasiones, al domesticar “matamos” algo que pertenece al “domesticado”; en otras, simplemente se produce una adaptación sin que pierda su propiedad. Veamos ejemplos:

  • Los animales salvajes no son “domésticos” (aunque en algunos casos, de ciertas especies, se habla de “semi-domésticos; es el caso del elefante asiático, el dromedario o el chita, por ejemplo; o que dentro de una misma familia los hay domésticos y los que no lo son, como es el caso de la llama y la alpaca, o el guanaco y la vicuña, dentro de los camélidos). Que no muera (por caso las tortugas o ciertas especies de pájaros) no los transforma en domésticos. Es el instinto el que lo lleva, al animal, a vivir una situación de stress que lo afecta notablemente [de ninguna manera hablaré de “libertad”, o de esas tonterías de “persona no humana”. Hay zoológicos de excelencia; pienso en el de Berlín donde los animales están libres de stress sin pretender su “domesticación”; y rechazo la decisión “cambiemita” de cerrar los zoos públicos (los privados no se tocaron) de Argentina, aunque sí debían modificarse totalmente]. 
  • Adoptar un perro de la calle (¿o debería decir “perro en situación de calle”?) sin duda implicará pretender que el perro se adapte a su nueva situación. Rápidamente el perro puede aprender, sin stress, que no debe romper almohadones o las demás cosas que puede o no hacer para convivir “en la casa”.


Estos dos ejemplos de animales me sirven para avanzar en mi reflexión. De una acción negativa hablaré aquí. En otra ocasión he escrito de la domesticación de los santos (los casos de Romero, o el Cura Brochero son sintomáticos). Pero hoy quiero avanzar todavía más. Y para empezar señalo un ejemplo, patético por lo real, triste por lo simbólico, grave por la distorsión: la Virgen de Itatí.

Es sabida la enorme devoción por la imagen de la Virgen de Itatí en el noreste argentino. Pegada a la actual basílica está la pequeña iglesia original, de barro. Pero la afluencia de peregrinos (y sin duda otros temas no tan santos… económicos como era de esperar) motivó la construcción de la gran Basílica actual. Como suele ocurrir, sobre el altar mayor se hizo un gran retablo donde se colocaría la imagen “milagrosa” de la Virgen. Pero, ¿qué ocurrió? El retablo quedó pequeño, la Virgen no entraba. La solución era fácil y evidente: ¡se recortó la base de la imagen! ¡Listo! No era cosa de reformar el retablo. Pareciera que los planes humanos son más sólidos que los de Dios.

Y yendo de lleno al tema, miremos los Evangelios. En ellos encontramos un Dios que se comunica con la humanidad, su amiga. No para dar órdenes y mandatos, no para castigar o premiar, ¡para encontrarse y encontrarnos! Dios tiene algo que decir, y para quienes creemos en Dios no parece sensato no escucharlo; de amistad se trata. No se trata de obediencia estilo fundamentalista, se trata de encuentro. El problema empieza, en este caso, cuando Jesús es domesticado y también lo es su palabra. Este Jesús, este Evangelio “a nuestra imagen y semejanza”, podemos decir, por lo menos, no es ciertamente Jesús. Soy yo mismo metamorfoseado. Entre paréntesis, me resulta curioso que en las mil diferentes imágenes de Jesús que nos hemos dado haya tanta ambigüedad o contradicción. Muchos cristianos “pusieron el grito en el cielo” por un Jesús gay que difundió Netflix, pero no decían nada del Jesús de ojos celestes, rubio y totalmente afeminado de docenas de estampitas o posters. Parece que uno de esos jesuses era de la casa, ¡era rubio!, el otro no [y no me refiero al tema gay, sino a la aceptación de uno y rechazo de otro porque no es “de casa”]. Pero volvamos al tema: Jesús fue ese judío lo suficientemente conflictivo para que las autoridades políticas y religiosas quisieran sacárselo de encima. Callarlo primero, desacreditarlo después, estigmatizarlo y – finalmente – asesinarlo. Esto es obvio indicio de que su mensaje y su persona no eran “domésticos”. Veamos otro ejemplo: la cruz. En tiempos antiguos, pocas cosas había más escandalosas, si las había, que la cruz. Tanto que muchos escritores romanos ni siquiera la podían nombrar (‘leño infame’, ‘suplicio servil’... decían). Pablo habla del “escándalo” de la cruz, y de que hay quienes terminan negándola transformándose en enemigos de la cruz. Pero con el tiempo (tiempos constantinanos) la cruz fue domesticada, y encabeza altares, pechos o domicilios, “in hoc signo vinces” (con este signo vences). Y, digámoslo claramente, si la cruz no conserva su grave nota de escándalo, pues ya no es “la cruz”, es una caricatura.

La predicación de Jesús lo llevó a la muerte, pero hoy la hemos domesticado y es hasta “cool”, o lindo, o amable leer el Evangelio. A lo sumo nos exige “ir a misa”, o hacer o dejar de hacer determinadas cosas (especialmente sexuales, claro), todas ellas de las que el Evangelio no habla. El Evangelio nos invita a un camino que no es “fácil” y “divertido”, porque el amor no lo es: el amor nos hace más plenamente humanos, lo que es diferente. No es fácil y divertido pelear por la causa de los y las pobres, nuestrxs hermanxs. Especialmente cuando su pobreza es causada, y mucho más especialmente, cuando es causada por quienes se llaman a sí mismxs cristianxs. No es cómodo compartir vida y tiempo con los pobres, esos que tienen piojos y “feo olor” (“hedor” lo llama Rodolfo Kusch), es mucho más placentero compartir la mesa abundante y los perfumados aromas de los acomodados. Y no digo que no se pueda ir, pero… esos anfitriones ¿son capaces de compartir su mesa con los pobres o ir a sus casas? Porque de fraternidad y sororidad hablamos [es el tema del rico del Evangelio que no quiere dar los bienes a los pobres… ese del camello y el ojo de la aguja]. De eso trata el Evangelio. La “buena noticia a los pobres” no significa que los que no lo son no puedan tenerla. ¡La tendrán!, pero si comparten con los pobres la mesa y el abrazo. La casa, ya que de domesticación hablamos. Pero si nos hacemos ese Jesús o ese Evangelio a nuestro modo, ese tal ¿es Jesús? ¿Es su Evangelio? Porque creo que si el Evangelio no nos está confrontando continuamente en el test de la fidelidad, es muy fácil (y cómodo) el corrimiento. Y en ese caso, lo que tendremos delante no es el hambriento, el sediento o desnudo, en enfermo o encarcelado que nos revelan a Jesús, sino yo mismo. El Evangelio no se asemeja a un espejo, por cierto.

Es cierto que en el Evangelio me encuentro con Jesús, pero ese Jesús que caminó y comió con nosotros es a ese que encontramos en el y en la pobre, en el caído al borde del camino al que estamos invitados a aproximarnos y poner en acto la actitud de padecer con él (com-pasión). Si el Evangelio no nos mueve hacia los y las últimos de nuestra historia, si no nos sacude “las tripas” (idea que subyace en el término compadecer en griego, splagjnizomai) ante el dolor y las víctimas, uno bien puede preguntarse si no lo hemos domesticado transformándolo en un libro de autoayuda. Si el Evangelio no es “buena noticia” a los pobres, pues no es a Jesús a quien hemos encontrado, sino a nosotros mismos. Aunque nos veamos “mejorados” con barba, rubios y de ojos celestes, “como debe ser”. Un Evangelio domesticado no es la Buena Noticia de Jesús, se parece bastante más a una selfie.


Foto tomada de https://www.religiondigital.org/america/Card-Barreto-Pascua-cuidando-Creacion-religion-iglesia-dios-jesus-papa-francisco-fe-amor-misterio-resurreccion-Luz-semana-santa_0_2112388747.html

martes, 21 de enero de 2020

Los nenes de mamá


                                                 “Los nenes de mamá”

Eduardo de la Serna



Parece que en nuestra sociedad (y otras, porque no es un proprio) hay un grupo de personas habituadas a hacer lo que quieran, cuando quieran y cómo quieran, sin que sus acciones sean penadas cuando perjudican a terceros. Los “terceros”, precisamente, son simplemente “daños colaterales”, o simple divertimento. “Yo” puedo hacer lo que quiero. Me divierto como quiero. Sea tirando manteca al techo, corderos a una pileta o golpeando a un joven indefenso. El rugbi me da un status que me lo permite. O el dinero. En otro terreno se llama impunidad. Puedo porque quiero. Y nada ni nadie me lo deberían impedir. Porque estoy habituado a que todos y todas (nunca todes) celebren mis picardías. Tú puedes. ¡Qué vivo que es! Si hasta los papás le compran el título para que no tenga que hacer esfuerzos, de ingeniero, por ejemplo… de una universidad privada, obviamente, quizás católica, para alegría de Boggiano. La cosa es que “yo” (que soy el centro) hago lo que me venga en gana. Es lo que me enseñaron desde chiquito. Es lo que aprendí.

Obviamente, son los que después ensalzan el individualismo. Resulta cuanto menos patético que esos tales después hablen de “emprendedores”, de “meritocracia”, o de igualdad de oportunidades, como si una patota de rugbiers tuviera la misma oportunidad de defensa que la que tiene un joven sólo e indefenso (y ¿por qué y de qué debería alguien defenderse en una sociedad civilizada? ¿Es la manera de dirimir conflictos?) … Yo me divierto como quiero… con mi plata hago lo que quiero… O como si un pobre – qué sí va a las universidades públicas, mal que le pese a la despreciable Mariu – tuviera la misma ocasión de tener un título comparado con quien lo ha comprado. Desconozco, en mi caso, cuáles serían los méritos del mejor equipo (¿de rugbi?) de los últimos 50 años…

Y esto, de corderos y rugbiers, no es sólo un hecho aislado; es macrismo explícito. Es sencillamente poner en práctica lo que un grupo de nenes de mamá, impunes, violentos de guante blanco hicieron a todo un pueblo. Y fueron aplaudidos por hacerlo tanto por las mamás de los nenes como los que sueñan con ser como ellos desentendiéndose (o perjudicando) a todo el resto. Algo así como un 40% de ilusos que creen que alguna vez podrán subir a un helicóptero con un cordero, o que podrán jugar al rugbi y ser aplaudidos hasta matar porque “¡si, se puede!”

Una vez, Fito Páez dijo “me da asco Buenos Aires”… Pues sí, me da asco. Y no es problema de corderos, y menos de rugbi (el Che Guevara jugó rugbi, muchos en mi familia también, y también yo). El problema es cuando por hacer esto o aquello me creo importante; o – peor aún – superior a los demás. Me desentiendo de los demás y sus sufrimientos. A veces lo llaman empatía. El neoliberalismo y la empatía son contrapuestos. La empatía es mirar a los hermanos y sus dolores, y – en todo caso – poner mis capacidades al servicio de la comunidad, de los pobres, de los que sufren. Es saber que en el mundo en el que vivimos, y en el país en el que vivimos, “no puedo” tirar un cordero desde un helicóptero a una pileta, por más que ya estuviera muerto. Es una cachetada al dolor de los pobres. No puedo. Y mucho menos puedo matar a golpes (y en patota, para peor, para más síntoma de cobardía) a un joven. Puedo porque quiero, dirían los nenes. 

Lamentablemente están entre nosotros. Y muchos, siguen y seguirán, impunes.

Foto tomada de https://www.infobae.com/opinion/2020/01/19/ideologia-del-macho-rugbier/

Comentario domingo 3A

El escenario está preparado para que el reino irrumpa en la historia
DOMINGO TERCERO - "A"

Eduardo de la Serna

 


Lectura del libro del profeta Isaías     8, 23b-9, 3

Resumen: en claro contraste con los momentos de opresión que han vivido los judíos por parte de los asirios, el profeta destaca la alegría plena que tendrá su origen en el fin de la opresión, el fin de la guerra y el nacimiento (o coronación) de un rey que establecerá la siempre esperada justicia y el derecho.

Un gran canto comienza en Isaías. Es un canto de acción de gracias al comienzo (8,23b-9,4) para pasar luego a cantar el nacimiento del príncipe que traerá la paz y la justicia. Yahvé aparece como el que ha conducido los momentos de sufrimiento a los que el rey asirio ha sometido a su pueblo, pero ahora avanza –siempre conducido por Yahvé- un cambio de situación. No es evidente si por “camino del mar”, “del otro lado del Jordán” y “región de los Gentiles” se refiere a la misma región o a tres zonas diferentes, pero lo cierto es que desde el norte de Israel viene la novedad. El contraste está presentado entre un andar “a oscuras” (cf. 22.23) y ver una “gran luz”. El verso siguiente, explicitando esta “luz” irrumpe con la imagen de la alegría (¡5 veces en el párrafo!), la comparación visible es la alegría del campesino por la cosecha, o la del botín al haber vencido una guerra.

La razón de la alegría son tres motivos comenzado cada uno por  (= porque): el fin de la opresión (v.3), el fin de la guerra (v.4) y el nacimiento de un rey de paz (v.5). El motivo de la alegría tiene que ver precisamente con la desaparición del yugo asirio (Jue 7,15-25), pero también alude a los opresores internos que oprimen a los pobres del pueblo. La imagen es la de la bota opresora y el manto lleno de sangre los cuales serán quemados (cf. Jos 7,21-23). Acabada la opresión y acabada la guerra, la razón de la alegría es obvia. Pero falta un paso (omitido en la liturgia) que es el nacimiento de alguien que se ocupará de que se instauren el “derecho y la justicia” (mispat,we tsedaqa, v.6), los mismos oprimidos cantan y celebran su nacimiento (“nos ha nacido”). En el contexto de Isaías es probable que se refiera al nacimiento del rey Ezequías (cf. Is 7,14, el Emmanuel, o quizás, un siglo más tarde, al rey Josías). De todos modos, esta parte está omitida por la liturgia. Sin embargo es importante notar que el centro de esta alegría, y de toda la escena, no está puesto en el niño, sino en Dios.



Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     1, 10-14. 16-17

Resumen: Pablo se ha enterado por información oral que en la comunidad de Corinto se han dividido en “partidos” a causa del entusiasmo que algunos predicadores causan en los miembros de la comunidad. Pablo los remite a las causas mismas de la unidad: la cruz y el bautismo invitándolos a tomar en serio estos elementos.


A diferencia de lo que hace en otras cartas, Pablo comienza con una “exhortación” (v.10). El objetivo es frecuente en la carta: evitar las “divisiones” (sjísmata, que como se sabe es frecuente en toda la carta) para lo cual pretende que todos tengas “un único hablar”. Así serán y tendrán una misma “mente” (nous).

Pablo se manifiesta sumamente preocupado por esta división (y lo veremos en muchas partes de la carta); tan preocupado está que no duda en mencionar la fuente de la información: “los de Cloe” (nombre femenino). Debe ser conocida en la comunidad, aunque no sepamos si se trata de trabajadores o familiares de ella, si es de Corinto o de Éfeso (donde está Pablo). Ellos cuentan las “discordias” (éris) de la comunidad.

La división viene dada porque “cada uno de ustedes” anda diciendo por su parte “yo soy de…” La comunidad se ha practurado en “partidos”. Y se los menciona expresamente: yo de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas y yo de Cristo.

1.    Hechos de los Apóstoles nos informa sobre Apolo. Pablo vuelve a mencionarlo al final de la carta, en 16,12. Lucas nos dice que era un “judío elocuente, versado en las Escrituras” (Hch 18,24). Priscila y Aquila completan su conocimiento. A continuación, viajó desde Éfeso a Corinto (Hch 18,24-28). Esto invita a pensar que la élite de la comunidad haya quedado fascinada por su predicación.
2.    Cefas es el nombre arameo de Pedro (salvo en Ga 2,7-8 Pablo siempre lo llama por su nombre semita). Sabemos que era el responsable de la predicación a los judíos (no es evidente si se trata de las personas judías o los territorios mayoritariamente judíos; Ga 2,9).Por eso es imaginable que su grupo fuera el grupo de origen semita de la comunidad.
3.    El grupo de Cristo causa dificultades. Algunos niegan su existencia. Es posible que se trate de aquellos que rechazan “las mediaciones”, en este caso la de los apóstoles para el anuncio del Evangelio (en esta carta se ve en otras ocasiones que hay quienes rechazan otras mediaciones).

Lo cierto es que se han formado cuatro grupos y eso para Pablo es intolerable.

La cruz de Cristo nos reconcilia a “todos” con Dios, y “todos” estamos con-crucificados juntamente con él (Ga 2,19); el “bautismo” nos incorpora en Cristo a “todos”. La obra de Cristo en nosotros no da sentido a estas divisiones: El bautismo (nos “sumerge” en Cristo y por lo tanto es causa de unidad) nos da un nombre nuevo, nombre que se “invoca” (1,2), nombre en el que nos “exhorta” (1,10). Los corintios se reúnen “en el nombre” de Jesús (5,4) que nos “justifica” (6,11). La fe, que es fruto de la predicación, remite a este “nombre” (Rom 1,5), que muestra a Dios mismo (Rom 2,24; 9,17) por lo que quien “invoque el nombre del Señor se salvará” (Rom 10,13).

Pablo –lo dice expresamente- bautiza muy poco. Y así, al hacer referencia al bautismo, nadie puede invocar su “nombre” (vv.14.16) porque su ministerio es el de la evangelización” (v.17). Está llamado a anunciar “buenas noticias” en las comunidades.

Una nota sobre los partidos: algunos han tenido en cuenta que posiblemente la causa de la división fuera causada por los encandilados por la predicación de Apolo, y el contraste con la de predicación de Pablo que parece no haber sobresalido en ello (cf. 2 Cor 10,10; ver 1 Cor 2,1.4). Esta actitud parece haber motivado que otros destacaran las cualidades o preferencias por otros (o por ninguno). Sin embargo, es importante señalar que Pablo no critica a uno u a otro partido, ni tampoco defiende al suyo; a Pablo le resulta intolerable que en la comunidad haya partidos.

Una nota sobre el Evangelio: la palabra “evangelio”, en griego, comunicar “buenas noticias” es un término que tiene una cierta presencia en la Biblia griega (cf. Is 52,7) pero también es muy frecuente en el ambiente imperial romano. Se utiliza para celebrar el nacimiento, la madurez o la coronación del emperador, o sus triunfos militares. Pablo lo utiliza (como lo hace con otros términos) sin dudas en ambos sentidos, y en este último es fuertemente contracultural, más aún cuando lo hace ligado a la “cruz”, otro aspecto claramente romano. Pablo anuncia que la “buena noticia” no viene dada por un triunfo militar ni es celebrada en el culto imperial sino que un crucificado (por los romanos) es el origen de esta buena noticia que él predica.


Para concluir esta parte, Pablo destaca que no predica con “palabras sabias” para no “aniquilar” o “vaciar” (transformar en nada, kenôthê [de donde proviene kênosis]) la cruz de Cristo. La característica paradojal de la cruz es el contraste de la nada más absoluta de una persona, pero que en ella se comunica a la humanidad la plenitud del poder divino de vida. La elocuencia (¿de Apolo?), las apariencias de sabiduría corren el riesgo de entusiasmarse con el predicador y hacer “desaparecer” la fuerza infinita que se transparenta de la nada de la cruz.



Evangelio según san Mateo    4, 12-23

Resumen: Mateo presenta el ministerio de Jesús ubicándolo geográficamente, llamando junto a sí a los primeros discípulos y en un breve sumario mostrando su predicación del reino de los cielos. Sigue a Marcos con interesantes añadidos. El terreno para empezar su ministerio está preparado.


Jesús está comenzando lo que llamamos su “vida pública”, su ministerio y Mateo señala tres elementos: el traslado de Jesús a Galilea, un sumario de su predicación y el llamado de los dos primeros pares de hermanos. Los tres elementos están tomados de Marcos, aunque –especialmente en el primero- Mateo añade elementos propios.

Jesús se encontraba en la región del Jordán, pero ante la captura de Juan por parte de Herodes Antipas, Jesús se muda hacia el norte (vv.12-16). A una región muy cercana a la frontera. Se trata de una huida a la región fronteriza para escapar si el peligro acecha. Se muda a Cafarnaúm, una muy pequeña ciudad del lago de Galilea (para darnos una idea, mientras Nazaret parece haber tenido unos 400 habitantes, ahora Jesús se traslada a una “ciudad” que tenía entre 600 y 1500 habitantes por lo que la arqueología nos muestra).

Como es habitual en Mateo, este movimiento de Jesús es justificado con un “cumplimiento” de lo dicho por el profeta. Con algunas diferencias que son interesantes de ver:


Isaías 8,23-9,1
Mateo 4,15-17
Como el tiempo primero ultrajó a la
tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí, 
así el postrero honró el
camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los Gentiles.

¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,


camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles!
El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras de muerte, una luz brilló sobre ellos.
El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido.


El texto tomado por Mateo del A.T. sigue la Biblia griega (la Biblia hebrea dice “región de los gentiles” mientras LXX afirma “Galilea de los gentiles”) y acota que las sombras son “de muerte”. La salvación que en Isaías empezaba desde el norte (ver comentario a la primera lectura) es comenzada ahora que se “cumple” el oráculo del profeta, por la presencia de Jesús en la región. Omitiendo el marco político de Isaías, Mateo señala que quién llena de luz las regiones del norte es la actividad de Jesús.

Una nota sobre el “cumplimiento” del Antiguo Testamento: Particularmente en Mateo,pero también en otros escritore del N.T. se insiste en el “cumplimiento de las Escrituras / los oráculos” de los profetas. Sería falso entender que Dios ha pensado y planeado la historia dejando “tiempos vacíos” esperando que se llenen en el futuro. Eso significaría que la historia está “digitada” por Dios, “planeada”. Y sería sumamente difícil, entonces, explicar el mal en el mundo y la historia. Los profetas hablaron a su tiempo, y esperaban que sus palabras se concretaran en su presente o en un futuro inmediato. Sin embargo, pasado el tiempo, muchos judíos y cristianos vieron o interpretaron que esos dichos volvieron a realizarse de una o de otra manera. Como si se “llenaran” de nuevo contenido (“llenar” y “cumplir” es el mismo verbo). De ese modo, el cumplimiento de las escrituras ha de entenderse como una “re-lectura” y no como una “predestinación” de futuro.

El mensaje de Jesús (v.17) es el mismo que en 3,2 había pronunciado Juan, el Bautista (ver Mt 10,7). La diferencia vendrá dada por qué entiende cada uno que es este “Reino de los cielos” que se avecina. Todo el Evangelio se dedicará a mostrarlo. Ciertamente el reino predicado por Juan es un reino de castigo y fuego muy distinto del predicado por Jesús. De allí que Juan se pregunte si Jesús es “el que ha de venir”. De paso es importante notar que debido a sus destinatarios provenientes del judaísmo, Mateo prefiere señalar que el reino es “de los cielos” y no “de Dios”. Lo usa como sinónimo (ver 21,25 donde es evidente que “cielos” alude a Dios) y no debe entenderse que Jesús se refiere al “cielo” como lo entendemos contemporáneamente, la morada de Dios.

El llamado de los dos pares de hermanos (vv.18-22) está tomado de Marcos y salvo pequeños detalles es idéntico. Son relatos construidos de un modo semejante: El primero mencionado es Simón, de quien se aclara que es el llamado “Pedro”, cambio de nombre que se realizará en 16,18, pero se lo menciona desde el comienzo por la importancia que ocupa en la comunidad y en este Evangelio. La primera comunidad empieza a gestarse.

Recorrer, enseñar, predicar y sanar pasan a ser en el sumario conclusivo una suerte de síntesis del ministerio de Jesús (v.23).


 Foto personal