Pensar nuestra situación actual desde el Apocalipsis
Eduardo
de la Serna
Los fundamentalismos suelen
recurrir a lecturas “a la letra”, y – para ellos – el Apocalipsis resulta un
texto ideal para crear miedos. Los miedos suelen engendrar seguimientos ciegos.
Pero señalemos algunas cosas
previas antes de entrar en un texto que puede aportarnos elementos para la
reflexión:
- La literatura apocalíptica (no hay “un” apocalipsis, sino que hay cientos. El “apocalipsis” es un modo de escribir en un tiempo concreto de persecución, de angustia y desazón, un tiempo en el que la muerte está “a la vuelta de la esquina”.
- Los apocalipsis tienen una serie de elementos comunes: ante la muerte inminente, Dios no se ha desentendido de su pueblo y está allí.
- Los apocalipsis suelen recurrir a imágenes que, en ocasiones, se parecen más a sueños que a profecías. Y en ellos, es frecuente que se mueva entre extremos: bien-mal, vida-muerte, verdad-mentira… Y para estas imágenes, los animales y los colores suelen ser significativos.
- Una característica de los apocalipsis es mirar e interpretar “el fin” (no se refiere a una debacle mundial, sino “al fin del mundo tal como está”). Para ello suele haber un intérprete (habitualmente un ángel) que se dirige a un personaje importante (Daniel, Henoc, Baruc… o Juan) interpretando lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá.
- Pero al señalar lo que ocurrirá no se refiere a las diferentes cosas que irán pasando sino a que, finalmente, Dios intervendrá en favor de sus amigos.
En el “Apocalipsis de Juan” se
señalan siete cosas que tienen a su vez siete elementos: siete cartas a siete
iglesias, siete copas, siete visiones... Después de una gran visión, en una
gran liturgia todo se dispone para que se abra un libro (un rollo) que está sellado
con “siete sellos” (obviamente recién cuando se abra el séptimo es que el rollo
podrá abrirse). La apertura de los primeros cuatro rollos provoca la aparición
de cuatro caballos (los cuatro jinetes). El número 4 en la literatura apocalíptica
denota universalidad (4 elementos, 4 puntos cardinales…).
Veamos, ahora la emergencia de
estos cuatro jinetes con sus caballos:
Vi al Cordero que abría el primero de los siete sellos y oí a uno de los cuatro vivientes que decía con voz de trueno: Ven.Vi un caballo blanco y a su jinete con un arco; le pusieron una corona, y salió vencedor para seguir venciendo.Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: Ven.Salió un caballo color fuego; al jinete le encargaron que retirase la paz de la tierra, de modo que los hombres se matasen. Le entregaron una espada enorme.Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: Ven. Vi salir un caballo negro y su jinete llevaba una balanza en la mano.Oí una voz que salía de entre los cuatro vivientes: Se vende una ración de trigo, por una moneda de plata y tres raciones de cebada también por una moneda de plata; pero no hagas daño al aceite ni al vino.Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: Ven.Vi salir un caballo amarillo; su jinete se llama muerte y los acompaña el que representa el reino de la muerte. Les han dado poder para matar a la cuarta parte de los habitantes del mundo, con la espada, el hambre, la peste y las fieras. (Ap 6:1-8)
Hay muchos elementos en debate
en esta parte. No entraremos en eso.
¿Quién es el caballo blanco?
Algunos piensan que se trata de Jesús resucitado (ver 19,11) pero la imagen de los “cuatro” parece
que debe entenderse a todos en el mismo nivel. No se trataría, entonces de uno
que enfrenta a los restantes tres.
Lo que tiene en su mano es un arma de Guerra: un arco. La imagen de “vencer” en
Apocalipsis es ambigua; por ejemplo Jesús y los suyos son “vencidos” (11,7; 13,7)
pero Jesús y los suyos serán a su vez “vencedores” (5,5; 12,11; 17,14; 21,7)
por lo que señalar que este jinete “salió como vencedor para seguir venciendo”
no es fácl de señalar a quién se refiere. La imagen de los caballos y los
colores parece tomada de Zacarías 6,1-7). Parece tratarse, entonces de “la Guerra”,
así, sin más.
El segundo caballo, con una espada enorme y de color rojo fuego. El color de la sangre. Lo que
hace el jinete es quitar de la tierra “la paz” porque se trata de la violencia.
Al quebrarse la paz, los seres humanos se degüellan entre sí (como Jesús es “cordero degollado” en cap. 5,6.9.12).
El tercer caballo, negro
(quizás la oscuridad) presenta un relato más extenso con una nueva palabra que salía de entre los Vivientes. Si el primero
tenía un arco y el segundo una espada, este tiene una balanza. Se trata de la
justicia. Es frecuente en los profetas la balanza tramposa para estafar a los
pobres (ver Os 12,8; Am 8,5; Mi 6,11; cf. Ez 45,10…). Lo que dice la voz puede
ser una indicación de lo que debiera ocurrir (cosa muy dudosa) o – más bien –
una crítica de lo que está ocurriendo. Se trata del valor injusto que se cobra
al trigo y la cebada. Un denario es un jornal; lo que cobra un trabajador por
un día (¡12 horas!) de labranza, cosecha, etc (ver Mt 20,2). Cobrar el precio
de un jornal entero por un litro de trigo, o tres de cebada es un robo.
Recordemos que, por ejemplo, el pan de cebada es el pan de los pobres (cf. Jn
6,9). El precio cobrado por “la injusticia” es entre 10 y 12 veces más caro que
lo habitual. Por ejemplo, en una época de carestía total, así dice Cicerón:
En efecto, como le estaba permitido tomar
cereal para su granero en virtud de un senadoconsulto y de leyes, y el Senado
había estimado el cereal en cuatro sestercios el modio [8,75 litros] de trigo
en grano y dos el de cebada, ése, tras haber añadido la partida de cebada al
total del trigo, llegó a una tasación con los agricultores de tres denarios
cada modio de trigo. (Cicerón, Verrinas III, 81)
Pero, a la vez que
cobran exorbitantemente la comida de los pobres, no modifican los precios de lo
que podemos llamar “clases medias” (las categorías son nuestras; es evidente
que no se puede hablar de ese modo aludiendo al mundo antiguo). El aceite y el
vino son artículos usados, pero no de primera necesidad (es lo que lleva el
samaritano y con lo que limpia al herido; cf. Lc 10,34). Los precios de estos productos más suntuarios no son modificados por
la injusticia.
El cuarto caballo es de color verdoso. Quizás se trate del verde que
se va apagando cuando el pasto es cortado (algunos, por eso, traducen
amarillento). Este tiene expresamente un nombre: ¡muerte! Detrás de él va el
Hades (el lugar donde “duermen” los muertos). Nuevamente el Apocalipsis recurre
al número cuatro: la cuarta parte de la tierra es dominada por la muerte y
cuatro “agentes” la llevan a cabo: la espada (como el segundo caballo), el
hambre (como el tercero) y la peste (así traducen muchas biblias, aunque el griego
dice “thanatos” que es muerte) y las fieras. La muerte campea, pero no es total, solo una cuarta
parte.
A partir de la escena
de los cuatro caballos / jinetes, el relato cambia su estructura. Los dos primeros
sellos suscitan acontecimientos y se deberá esperar (con un largo paréntesis
del cap. 7) la apertura del séptimo y último sello. Pero no podemos menos que
anotar algunos elementos.
La situación crítica,
propia de la literatura, muestra que hay una serie de conflictos que se desatan
sobre los seres humanos: guerras, violencias, injusticias y muertes. Pero,
ciertamente, nada de esto está en el plan de lo querido por Dios y es contra
esto que se invita a los lectores a confrontar. Ciertamente el principal adversario
es el imperio romano contra el que se escribe el libro en su totalidad. Y con
él todos los imperios. Es Roma la causante de guerras, violencias, injusticias
y muerte. Pero también lo son todos aquellos que hacen suya la causa de Roma.
Y entre estos, no se
puede menos que tener presentes a los responsables de la injusticia en los precios
desentendiéndose de los alimentos necesarios y fundamentales sin preocuparse
por los precios de lo suntuario (cf. 18,11-15). Si (a ojo) calculamos un litro
de trigo como un kilo de harina y un jornal en $ 1000, cualquiera entendería
que cobrar $ 1.000 el kilo de harina más que un robo es un genocidio. Eso
mientras no se modifican los precios de lo que los pobres no pueden comprar (la
alimentación de los pobres en ocasiones no era sino pan y algo de vegetal o
frutal que pudieran conseguir; el vino era prácticamente inaccesible y propio
de banquetes).
Valga esta reflexión
para aquellos que, desde su situación de poder, son capaces de despedir trabajadores
o suspenderlos, o aumentar los precios sin justificativo alguno. No hice sino
pensar en ellos al escribir esto. Con desprecio, debo señalarlo. Con mucho
des-precio.