martes, 30 de mayo de 2023

Una ‘palabra’ sobre el nuevo arzobispo de Buenos Aires

Una ‘palabra’ sobre el nuevo arzobispo de Buenos Aires

Eduardo de la Serna



De muchos ambientes me escribieron o llamaron para conocer mi opinión, o para aportar datos sobre el nuevo obispo elegido para suceder a Mario Poli como arzobispo de Buenos Aires. A todos, obviamente, les dije lo mismo: nunca nos encontramos, nunca hablamos, nunca nos conocimos más que de referencias; sería insensato dar una opinión que pretenda ser seria sobre él, entonces.

Obvio que oí hablar de él, y sé que él oyó hablar de mí. Escuché decir sobre él cosas buenas y otras no tanto, y sé que él ha hecho referencias a mí en ocasiones, pero nunca las escuché de su boca, como dije. Hay cosas que son públicas, por lo que sólo podría dar mi opinión sobre ellas, pero no aportaría dato alguno: fue “cura villero” (en La Cava, histórica villa de San Isidro; primero como vicario del querido Anibal Filippini y, luego de un intervalo en otra parroquia, Santa Clara, volvió a La Cava, esta vez como párroco); es amigo de Sergio Massa y Malena Galmarini; fue elegido obispo auxiliar de la diócesis de Lomas de Zamora (se ordenó el 3 de marzo de 2018) y, menos de año después (3 de enero de 2019), fue elegido obispo de Rio Gallegos. No es habitual que un auxiliar permanezca tan poco tiempo, por lo que se pueden inferir situaciones que desconozco, pero sé, por curas amigos de la zona, que, en general, los curas de Lomas guardan de él un buen recuerdo. No sé cómo fue su paso por la Patagonia (provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego). También acá he recibido miradas diversas de conocidos y conocidas.

Además, he leído algunos comentarios a raíz de su nombramiento. Un conocido periodista (sic) de un gran (sic) diario argentino, que se autopercibe especializado en temas religiosos, hizo lo que mejor sabe: ¡nada! Dio alguna información ya conocida y cuando amaga analizarla la empobrece y superficializa. Es su expertise. Y, también, he leído algunas repercusiones tanto de un ex capellán militar, como también de algunos personajes públicos; creo que son comunicadores, aunque no comunican, sino que operan. Y viendo lo allí escrito, escuchado lo dicho, tengo bien claro dónde debo y quiero “pararme”. Curioso que los que no cuestionaron la bicicleteada de más de una hora por las calles de Roma del prescindible cardenal Poli le cuestionen a García Cuerva una “V” junto con Malena Galmarini, curioso que los que no cuestionan a un capellán que en su homilía por un coronel difunto cite frases de “el coronel” cuestionen que en una misa por Perón él cite frases de Perón. Aunque en realidad no es curioso… curioso hubiera sido lo contario; eso es ‘lo’ que son.

Finalizo con una frase que he leído de alguien que no sé quién es (aunque parece ser conocido… son las ventajas de no ver TV): afirma que este nombramiento es parte del “claro intento de Francisco por destruir la Iglesia católica”, esto, dicho por alguien que se autopercibe como “católico”, uno que afirma que “no reconoce” a García Cuerva como “representante” (sic) de la “Iglesia católica, apostólica y romana” (sic) y que es “un miembro del peronismo que usa sotana para engañar a la gente” (recontra sic). En tan pocos renglones, tantos elementos que manifiestan su ignorancia no merecen respuesta, quizás una carcajada. Vaya, entonces, una mueca burlona ante semejante tontería.

Repito: no lo conozco, por lo que no daré mi opinión; mis “sensaciones” que nacen de los comentarios de amigos y amigas no aportarían nada y no sería serio destacarlas. Deseo que Buenos Aires tenga un buen obispo; fue mi diócesis de origen de la que me fui en 1987 algo espantado – finalizada la dictadura – no por los “intentos” sino por las “concreciones” episcopales en orden a “destruir la Iglesia católica”; una diócesis donde los curas eran funcionarios de un CEO que fungía de Cardenal y donde los pobres eran despreciados o ninguneados. Ojalá la ciudad tenga un obispo que sea pastor, hermano de los pobres, palabra clara – ni cómplice ni censora – ante la realidad, no tan cercana al poder que este le cierre la boca con regalos ni tan adversaria que le haga condenar todo y siempre. Un pastor que anuncia el Evangelio a los pobres y que deje a Dios reinar, no poniéndose él en el centro. Un pastor que no quiera trepar para ser importante, sino que descienda para ser servidor de todas y todos, en especial de las víctimas y los últimos. En ese caso podré decir una palabra.


Imagen de Romero en la Abadía de Westminster tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Romero_Westminster.jpg

Comentario a las lecturas de Santísima Trinidad "A"

El amor extremo de Dios


SANTÍSIMA TRINIDAD – “A”



Eduardo de la Serna





La Santísima Trinidad es un tema central y principal de nuestra fe cristiana, pero no es un tema que se encuentra explicitado en la Biblia. Así, las lecturas no desarrollan este tema (aunque la lectura de san Pablo lo insinúa, como se verá). En cierto modo podemos decir que estas son seleccionadas por dos razones: porque dicen “algo” sobre Dios, y porque comienza –en cierto modo- a vislumbrarse el tema trinitario. Acotemos que decir que no son temas explicitados en la Biblia no implica decir que no son temas “importantes”, o que no tienen “fundamento”, puesto que sí lo tiene, como se dijo. La tradición eclesial, y en especial la tradición apostólica y sub-apostólica (que también valoran los hermanos protestantes) se expresa en los primeros concilios, como los de Nicea y Constantinopla donde el tema es explicitado, y forma, por lo tanto, parte fundamental de nuestra fe. Sin embargo, aclarado esto, nos dedicaremos en este espacio a comentar los textos bíblicos, con los límites señalados, pero para ayudar a descubrir sus riquezas.


Lectura del libro del Éxodo     34, 4b-6. 8-9

Resumen: El Dios de Moisés se presenta como un Dios de cercanía en favor de su pueblo a pesar de su actitud caracterizada por las iniquidades y pecados. Dios se caracteriza por su ternura y su amor.



El texto del Éxodo, como lo es en general el conjunto de la Torah es confuso y entremezclado; se ha hablado de una serie de documentos que lo conforman. Lo cierto es que parecen descubrirse más de una mano en él. Mientras Moisés quería ver la gloria de Dios (33,18) más adelante Dios le afirma que él mismo escribirá sus palabras en las tablas de piedra que Moisés ha tallado (34,1). Esta imagen más antropomórfica de Dios contrasta con lo que sigue donde Dios desciende “en la nube” (v.5). Moisés allí “proclamó el nombre” de Yahvé. Esto ocupa el centro del relato, destacándose en él los atributos que la Biblia afirma de Dios:


Como se afirma en otras partes destacando los atributos propios del Dios de la Biblia, se lo menciona como «Mas tú, Señor, Dios clemente [rahûm] y compasivo [hanûn], tardo a la cólera [’f], lleno de amor [jesed] y de verdad [’emet]» (Sal 86,15; 103,8; 145,8; cf. Jl 2,13; Jon 4,12). Lo primero: “misericordioso y clemente” (Neh 9,17.31; Sal 11,4). Por su parte, el par “amor y verdad” se encuentra x36 en el A.T., por ejemplo: Sal 25,10; 26,3; 40,11.12; 57,4.11; 61,8; 69,14; 85,11; 89,15; 108,5; 115,1; 117,2; 138,2. 


Cada uno de estos términos merecería un amplio comentario –especialmente porque no han de entenderse en el sentido que utilizamos habitualmente. Simplemente resumamos diciendo que rahum (clemente) puede entenderse como ternura, el amor de madre; hanûn (compasión) se entiende como misericordia, gracia; ’f (cólera) es el enojo, resoplido, amargura; jesed (amor) es solidaridad, responsabilidad, gracia, gratuidad, confianza y ‘emet (verdad) es fidelidad, lealtad, firmeza, constancia. Todo esto se predica de Dios a quien se lo llama “Yahvé”.


Yahvé es el nombre que la Biblia da a su Dios. Decir el nombre es en cierta manera definirlo, es reconocer función, o capacidad. Todas estas capacidades se dicen del Dios de Israel; a esto ha de sumarse que el mismo nombre alude al “ser” [el nombre puede querer decir “yo soy el que soy” en el sentido reduplicativo que contrasta con los ídolos, que no son, o también “yo soy el que estoy (contigo)” en el sentido del Dios que camina con su pueblo]. Este es el Dios al que Moisés proclama, al que le reconoce que:


castiga los males hasta la tercera generación pero perdona y ama por mil generaciones” [este párrafo, v.7 está omitido por la liturgia]. El acento aquí está –obviamente- en el contraste entre tres o cuatro que castiga y que persona “por miles”. Israel no ha sido un pueblo fiel, pero…


A continuación se afirma que Moisés “cae en tierra” y desde allí –precisamente por la capacidad de perdonar de Dios, que acaba de señalar, pide el perdón para Israel que es “un pueblo duro de cabeza” recibiéndolo como su herencia. Postrarse es algo que se hace ante Dios (Gen 24,26.48; Ex 4,31; 12,27; Num 22,31; 1 Cro 29,20; 2 Cro 20,18; 29,30; Neh 8,6) aunque también es posible una postración reverencial ante un rey (Ex 43,28; 1 Sam 24,8; 1 Re 1,16.31) o ante un hombre de Dios (1 Sam 28,14). “Si hallé gracia (hen, favor; muchas veces semejante a hesed), camine el Señor (’adôn) con nosotros” perdonando nuestras “iniquidades (‘ôn) y pecados (hama’t)” y “haciéndonos tu herencia (nhl)”. Dios camina en medio de su pueblo a pesar de ser “cabeza dura” (Ex 32,9; 33,3.5; Dt 9,6.13).

La Biblia no “define” a Dios, no dice “cómo” es en un sentido teórico, pero no duda en mostrar su obrar en la historia caracterizado por su actitud siempre presente en favor de su pueblo.




Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto     13, 11-13

Resumen: Terminando su carta a los corintios, Pablo los invita a un modo de vida concreto, caracterizado por el amor y la paz lo cual será reflejo de la presencia de Dios entre ellos, expresado como gracia, amor y comunión como una especie de característica de Cristo, el Padre y el Espíritu respectivamente.


Con un nuevo vocativo, hermanos, Pablo concluye exhortativamente la carta. Lo que él pretende de la comunidad son frutos de la presencia del espíritu como la alegría y la paz, que deben comunicarse entre sí. Pero también pretende la plena preparación (katartizô), que se consuelen (parakaleô, 18 veces en 2 Cor), y tengan un mismo sentir (Flp 2,2; 4,2; Rom 12,16), es decir, que la comunidad crezca unida, frente a tantas semillas y signos de desunión que ha enfrentado. De este modo, estará presente entre ellos el Dios del amor y la paz. 


El saludo mutuo, beso santo y el saludo de parte de los santos es propio de las conclusiones paulinas (Rom 16,16; 1 Cor 16,20; 1 Tes 5,20). La novedad, quizá de las más sorprendentes, viene dada en el versículo final, uno de los textos aparentemente más trinitarios del NT sólo comparable al final de Mateo (28,20). ¿Es un texto tomado de alguna liturgia? Es posible, pero parece preferible suponer que el texto fue luego adoptado por su ritmo litúrgico. Probablemente la división frecuente de los corintios y los signos de desunión lo hayan hecho presentar como contraposición la unidad divina. Las operaciones son atribuidas a cada persona ya que la gracia la remite a Cristo, el amor a Dios (Padre) y la comunión es fruto de la presencia del Espíritu. Si el Dios de amor y paz está en medio de la comunidad pacificada y unida, estos dones definitivos se harán presentes definitivamente y serán generadores de unidad, de común-unidad.


Los frutos definitivos de la presencia del Espíritu, don escatológico por excelencia, son la paz, y la unidad. Pablo entiende que esto también es iniciativa divina, pero que debemos pedir, y trabajar para que llegue a nosotros. Por eso lo principal es ver que esos mismos dones, junto con el amor se dan en el seno mismo de Dios (Trinidad). Por eso es de esperar que también se den en el seno de la comunidad cristiana y por ello debemos trabajar y -especialmente- debemos pedir a Dios sus dones. Podemos decir que la unidad y la diversidad en la Trinidad son el reflejo de lo que deben ser todas las relaciones humanas, desde las políticas a las eclesiales. Así la comunidad llena de Dios estará en condiciones de anunciarlo con la vida a los varones y mujeres de todos los tiempos y lugares.




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     3, 16-18

Resumen: Dios ama paradojalmente a aquellos que lo rechazarán, y la manifestación de ese amor es la donación de su Hijo único, el amado. El amor es lo que muestra a Dios tal cual es.



El cap. 3 de Juan presenta el encuentro y diálogo entre Jesús y Nicodemo; sin embargo, en algún momento (entre los vv.13 y 15) el texto parece abandonar el diálogo y pasar a ser un monólogo de Jesús y Nicodemo desaparece; algunos afirman que se pasa a un himno cristiano sobre el amor de Dios. Ciertamente esto ocurre antes de v.22 donde Jesús se traslada a Judea. 


Lo que se destaca es que “Dios amó al mundo”, y tanto que “dio” a su “Hijo único”. Es interesante que, en general, el término amor (verbo y sustantivo) en la primera parte del Evangelio (Jn 1-12) fundamentalmente se dice de Dios o de otros, mientras que en la segunda parte (Jn 13-20/21) se dice del Hijo. En este caso, se destaca el destinatario del amor de Dios: el mundo, y la medida: dar al Hijo. El mundo, en general, en Juan es el ambiente hostil a Dios y a Jesús, sus enemigos. Sin duda el ambiente en el que la comunidad joánica vive se encuentra con un amplio ambiento hostil a la que cualifican de “mundo” (kosmos). Dios, que ama primero, lo amó, pero el mundo lo ha odiado: “no lo conoció” (1,10) aunque quite “el pecado del mundo” (1,29) y es “el Salvador del mundo” (4,42), da “vida al mundo” (6,33) y es su luz (8,12; 9,5; 12,46; cf. 1,9) pero odia a Jesús y a los suyos (7,7; 15,18; 17,14; cf. 16,20) porque Jesús no es “de este mundo” (8,23), ni lo son los suyos (15,19; 17,16), que tiene como “príncipe” al diablo (12,31; 14,30; 16,11), por eso no recibe al Espíritu (14,17), no conoce a Dios (17,25), porque no tiene la paz verdadera (14,27), con su Pascua Jesús ha “vencido al mundo” (16,33) porque su “reino no es de este mundo” (18,36). Es decir, no se refiere a dos “universos”, como el “cielo y la tierra” sino a dos grupos diferenciados por creer o no en Jesús.


Lo paradojal viene dado en que Dios ama a quienes serán sus adversarios, y como manifestación de ese amor se señala la donación de su Hijo, al que llama “único” reforzando el amor y la intimidad (1,14.18; probablemente pensando en Abraham e Isaac, cf. Gen 22,12.16). En Juan el “amor” (agapê) es tema clave. Dios amó “al mundo” (3,16; 1 Juan 4,9) aunque los “hombres” amaron las tinieblas (3,19), tanto ama  que nos llama hijos (1 Juan 3,1). El Padre ama al hijo (3,35; 10,17), y el hijo al Padre (14,31), los amigos se aman (11,5). El amor de Jesús “a los suyos” fue hasta “el extremo” (13,1) e invita a amar “como él” (13,34; 15,12), “hasta dar (= arriesgar) la vida” (15,13; 1 Juan 3,16), tanto que el “amor” revela a los “discípulos” (13,35). Hay relación entre “amor” y “mandamientos” (14,15) pero el mandamiento es el del amor (15,17). Hay una interrelación de amar a Jesús, a Dios, y ser amado (14,21.23.24; 15,10; 17,23.26; 1 Juan 4,7.12). El que ama a su hermano permanece “en la luz” (1 Juan 2,10), tanto que no ama a Dios quien no ama a su hermano (1 Juan 3,17; 4,20), pero Dios siempre ama primero (1 Juan 4,10.19) y el amor hace desaparecer el temor (1 Juan 4,18). El amor del Padre por el mundo viene mostrado por su “don”, Jesús es don de Dios para que el mundo se salve y tenga vida.


La relación viene dada por “creer”, y el contraste entre “perecer” – tener “vida eterna” que en v.17 se aclaran como “juzgar” y “salvar”. Esta relación “perecer” – “ser juzgado” y tener “vida eterna” y “salvación” viene dada por el verbo “creer” y “no creer” (en tiempo perfecto, es decir, no haber creído y seguir en esa actitud increyente), que es creer “en él” (el Hijo único) o no creer “en el nombre” (= la persona). Los que “no creen” son los que constituyen “el mundo” a pesar del amor que Dios les ha manifestado ya que su salvación-vida eterna es lo que Dios quiere y ha manifestado en su amor. 


el video del Evangelio en
https://youtu.be/nYLUfcL046w
o también en 
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/05/video-del-evangelio-de-la-santisima.html


Icono tomado de mertonpito.blogspot.com

lunes, 29 de mayo de 2023

Video del Evangelio de la Santísima Trinidad "A"

Video del Evangelio de la Santísima Trinidad "A"


o también en

https://youtu.be/nYLUfcL046w

Eduardo

¡Nos veremos, querido Gustavo!

¡Nos veremos, querido Gustavo!

Eduardo de la Serna


Hoy se fue el querido Gustavo Rey. Se “nos” fue. Ya estaba pidiendo pista hacía meses. Creo que tenía más motivos y personas por encontrar allá que las que lo encontrábamos acá. Creo que estaba en actitud de “¡ya está!” Pero eso no nos quita ni un cachito de tristeza a los que lo hemos querido. ¡A los muchos que lo hemos querido!

Viejo cura del MSTM, uno de los dos únicos firmantes del Manifiesto de los Obispos del Tercer Mundo de una diócesis con un obispo tan conservador que lo suspendió del ministerio por largo tiempo por el pecado de trabajar. Cuando – como otros curas MSTM – viajó a Cuba, y acrecentó su pecado, logró de todos modos sobrevivir como cura. Cura de y para la gente, para los pobres, para el pueblo. Siempre con una salida ocurrente; aunque esta fuera crítica siempre tenía ese humor que lo caracterizaba. Recuerdo cuando en nuestro encuentro se hizo presente Herrero del Pozo su pregunta mordaz: “-¿Y vos qué sabés cómo vive su fe nuestro pueblo?”, o cuando le comentó a González Faus que había leído muchos de sus “libritos” (La Humanidad nueva tiene 645 págs.; Los pobres. Los vicarios de Cristo, tiene 366; Otro mundo es posible… desde Jesús, tiene 446… lo de “libritos” no lo entendíamos; aunque tenga varios otros más breves), o los chistes inesperados (yo no lo conocía el 1986, el Primer Encuentro nacional y recuerdo las carcajadas que suscitó alguna ocurrencia). Hasta el año pasado, cuando ya su salud no se lo permitió, era de los poquísimos con “asistencia perfecta” a todos los encuentros de los curas opp, y fue uno de los tres a quienes le pedimos que diera su testimonio sobre Carlos Mugica con motivo de los 40 años de su martirio. Allí, nuevamente, sorprendió con su broma inesperada cuando públicamente le dice a la espléndida Chunchuna Villafañe: “- Chunchuna, ¿a vos no te dijeron que tenés que besar a los del panel?” (a lo que, entre risas, Chunchuna accedió, por cierto).

Miembro de “la Cofradía”, y, por lo tanto, seguidor persistente del “viejo” Tello, Gustavo insistía tozudamente en escuchar a la gente y andar por esos caminos. Tozudo hasta el punto de no querer tener teléfono, por lo que comunicarse con él era casi una hazaña cuando un vecino no se encontraba; generoso, amigo, hincha de Racing, peronista. Un tradicional MSTM del conurbano, al que extrañaremos, aunque ya nos fue preparando para eso, y, sabiendo que él será un motivo más para que queramos, algún día llegar donde ya estará él tomando agua (a menos que en el Reino, con el Vino Nuevo al fin haya empezado a tomar vino abandonando allí su solidaridad con los Alcohólicos Anónimos) y esperándonos con esos asados de novillito que solía conseguir y solían ser abundantes. Abundantes como su vida. Abundantes como lo que ahora habrá alcanzado. Abundante como lo que nos anuncia.



domingo, 28 de mayo de 2023

“Piensa mal y ¿acertarás?”

“Piensa mal y ¿acertarás?”

Eduardo de la Serna



Una serie de acontecimientos recientes me hacen volver sobre los dos tomos “La Verdad los hará libres”. Me encuentro que, no solamente hay una presentación de los volúmenes (sin esperar el tercer tomo, acoto) en diferentes lugares y medios que no logro mensurar a la vista del contenido, sino que también descubro una férrea defensa de los mismos en España e Italia, por ejemplo, algo que no parece tener demasiada lógica. ¿Por qué tanto por un par de libros que, al pensar de muchos – entre los que me incluyo –, es muy poco lo que aportan, con novedades casi escasas, análisis por lo menos discutibles en ocasiones y demás cosas que ya he señalado?

Si me guiara por el famoso dicho “piensa mal y acertarás”, la verdad se me ocurren bastantes malos pensamientos, debo confesarlo.

Pero de golpe me encuentro con que, en su reciente viaje a Hungría, el Papa Francisco dialogó con los jesuitas; es bueno recordar que Francisco Jalics, uno de los dos jesuitas desaparecidos cuando Jorge Mario Bergoglio era provincial de la Compañía de Jesús en Argentina, era de nacionalidad húngara, lo cual hizo pertinente la pregunta, de uno de los presentes, por su caso. En su respuesta, con elementos extraños y discutibles, Francisco añadió:

«…hace un mes, la Conferencia Episcopal Argentina publicó dos tomos de los tres previstos con todos los documentos relacionados con lo sucedido entre la Iglesia y los militares. Allí pueden encontrar todo» [https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-05/francisco-jesuitas-hungaros-sean-autenticos-dispuestos-cambiar.html].

Ya he señalado que, al analizar el tema, afirman recurrir a los textos más serios, y entre ellos recurren a ¡¡¡Wikipedia!!! (sic) además de a fuentes ciertamente “francisquistas”. No me parece mal que se las consulte, siempre y cuando se incorporen también “otras campanas” … al menos para poder “encontrar todo” (y dejo de lado el “ninguneo, no solamente de Orlando Yorio en el dialogo, sino también de la Facultad de Teología y los demás invitados – casi todos de la misma “campana”, debo aclarar – en la elaboración de los dos tomos).

Y, entonces, me pregunto ¿irá por ahí la defensa cerril de dos tomos que, de otro modo, dudosamente trascenderían algunas facultades teológicas en sus cátedras de historia de la Iglesia? Valga mi duda.

 


viernes, 26 de mayo de 2023

La “reforma” quedará para otra ocasión…

La “reforma” quedará para otra ocasión…

Eduardo de la Serna



Quiero empezar mi reflexión comentando algo que me ocurrió en estos días y, creo, puede servir de punto de partida.

Hace unas cuantas semanas, un periodista italiano me escribió para formularme una serie importante de preguntas para que fueran publicadas en una revista italiana que, por lo que sé, es bastante importante. Me tomé un tiempo en responderlas (por escrito) y bastantes días después él me dice que en la editorial le habían dado menos espacio que el previsto, así que las preguntas se reducirían más o menos a la mitad. Me mandó el texto cómo quedaría a lo que le di mi acuerdo y, finalmente, ayer me mandó el .pdf de como quedó el texto. Allí encuentro una serie de preguntas, pero – sobre todo – que además, omitieron la última pregunta con su respuesta, la referida a los dos tomos de “La Verdad los hará libres”. Allí dije, en pocas palabras, lo que ya había dicho más extensamente en mi blog. Lo transcribo:

Han salido dos volúmenes. El primero más “histórico”, el segundo revelando los documentos de archivos (vaticanos y de la Conferencia episcopal). He escrito varias páginas sobre ambos tomos (sumados son unas 1.800 páginas) en mi blog (en más de una entrada). Creo que son un aporte, pero limitado. La parte histórica (y teológica) es, por lo menos discutible en ocasiones, cuando no limitada y en ocasiones pobre. Los documentos sólo se limitan a estos archivos, pero no hay casi nada del contexto en el que ocurren, lecturas históricas, archivos complementarios, etc. Por eso digo “limitado”. Sirve para conocer un poco más, pero para muchos de los que estamos en tema, hemos de reconocer que no nos ha aportado casi nada nuevo, a lo sumo tener más elementos para saber X cosa del obispo Tal.

Curiosamente a las preguntas originales, antes de mi respuesta, el periodista añadió una última, precisamente sobre los dos volúmenes. Es decir, a él le parecía interesante mi opinión. Pero no es él quien toma las decisiones. Debo señalar que mi opinión, dada en el blog, es enormemente más crítica que lo allí respondido.

La editora de la revista dice:

Lo entiendo, pero nosotros que fuimos los primeros en presentar los dos volúmenes con tantos artículos, hemos dado un juicio más cuidadoso y matizado. No digo que sea necesario decir que todo está bien, pero es un juicio que hay que articular y que conviene dar con prudencia una vez que haya salido también el tercer volumen... Me temo que omitiré esta pregunta y respuesta: se necesita más espacio para discutir incluso una crítica.

Podría preguntar si la pregunta está formulada pero solo cuenta si es favorable, porque, caso contrario, la que “ellos” han dado es superior, entonces ¿para qué la formulan? Además, quisiera saber qué es, para ella un juicio “cuidadoso y matizado”. Lo que me queda claro es que hay cosas que no se pueden decir. A eso, algunos lo llamamos censura. Pero claro, los dos volúmenes son mas “oficiales” que mi opinión marginal; además, de mi sospecha creciente de que (en los volúmenes y su apoyo cerrado) hay algo más. El Papa acaba de decir en Hungría que “ahí está la verdad”, cosa que yo pongo muy en duda y la pregunta sigue.

Obviamente nunca más colaboraré con Il Regno, quizás porque entienda que El Reino es otra cosa. Lo cierto es que curiosamente, cuando muchos insisten en hablar de “la primavera” que ha traído el Papa Francisco en la Iglesia, y muchos – o algunos, no importa – creemos que no es tal, estas actitudes (y otras que nos regala la Iglesia contemporánea, como algunos nombramientos) nos invitan a pensar en el gatopardo. Y curiosamente, algunos a el gatopardismo lo llaman lampedusiano, y eso “me suena conocido”. Lampedusa, ¡sí!


Imagen tomada de https://amerindiaenlared.org/contenido/22075/jesus-de-nazareth-pobres-y-reino-de-dios-acentuaciones-en-jon-sobrino-/

jueves, 25 de mayo de 2023

Debería haber ido a la plaza, hoy

Debería haber ido a la plaza, hoy

Eduardo de la Serna




Me dicen que alguien no fue hoy a la Plaza porque no estuvo invitado… no estaba en el “top 300” de los convocados en el escenario; claro que yo tampoco lo fui. Pueden mirar cualquier toma del palco y ¡no me verán! Quizás el tema sea cómo mirar… Si me miro yo o si miro la motivación de la convocatoria y así me sienta o no convocado; o, me sienta o no pueblo, me sienta o no feliz por aquello que se conmemoraba. El tema es si lo importante soy yo, o si es el pueblo.

También dicen que Cristina, finalmente, no marcó rumbos, caminos, o – peor aún – no decidió cantar “una más” ¡para que no la jodamos más! ¿Para qué ir si algo que quiero y espero, aunque no imagino, por eso de tener comprensión de textos, no se va a conseguir? Claro que, y eso lo sabe alguien que “es pueblo”, como ella misma dijo, lo sabe bien: el pueblo se mueve por símbolos… Cuando, hace años, cantábamos “aparición con vida” sabíamos que eso no era probable, pero simbólicamente seguía siendo canto. Como el hit del día, “¡Cristina, presidenta!”, quizás…

Ir a una marcha es ver rostros… saludar gente (incluso muchos para mí desconocidos que me reconocen vaya uno a saber bien cómo o qué imagen de mí se han formado). Dicen que, en 1810, también llovió; y el día del “show de Bonadío”, también. En ocasiones una lluvia no detiene una convocatoria, si hasta hubo una marcha mediocre llena de paraguas, hace unos años… En todo caso, uno se cambia la ropa mojada ¡y listo! Y si París bien vale una misa, Cristina bien vale una mojadura.

Habitualmente suelo ir a este tipo de marchas. No tanto a escuchar un discurso (hay marchas en las que lo que menos me interesa es el mensaje… ¡me importa el encuentro! Aunque hoy – o con Cristina – el discurso es constitutivo). Y en las marchas yo camino, voy y vengo a ver a la gente… caras y gestos, como se dice, jóvenes y viejos, ¡y niños!, mujeres y varones, grupos o gente suelta, y miro para escuchar, o aprender, o celebrar. Ver canto y risa, ver tensión y bronca, ver pueblo, en suma. Pueblo, ese que hace muchos, muchos años fue allí mismo para “saber de qué se trata”, y hoy reincidió para que alguien nos ayude a ver, precisamente algo de eso mismo.

Hoy, bajo la lluvia me saludó uno. Estaba en un puesto de venta de libros y me presentó al encargado. Este me saludó como si yo fuera importante y me regaló “La Razón de mi vida”, de Evita. Con mi nula diplomacia le dije que ya lo tenía y me dijo, “sí, pero no tiene este que yo le regalo”. Obvio que lo traje feliz, aunque un poco mojado.

Con un parate meteorológico habló Cristina, y – como pocas veces pasa, solo con muy pocos – no habló para ser escuchada; lo que hizo fue que dialogó con el pueblo. Pueblo que, como siempre, habla en sus cantos y en sus ritmos. Cristina hablaba, el pueblo hablaba…

Una pena que no haya ido hoy a la plaza quien debiera haber ido; si hubiera estado, y tuviera oídos, quizás hubiera escuchado. Un placer que hayan – hayamos – ido los miles y miles que fuimos. Y cantamos. Y caminamos. Y celebramos. Y nos miramos… Y volvimos con la sensación de que, en estos tiempos, sencillamente ¡de militancia se trata! ¡Tarea para el hogar!

 

Foto tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Cristina_Fern%C3%A1ndez_junto_a_N%C3%A9stor_Kirchner_en_la_Plaza_de_Mayo_-_Junio_de_2008.jpg

El sacerdocio en Israel

El sacerdocio en Israel

Eduardo de la Serna



Quizás lo primero que debemos decir al hablar del sacerdocio en Israel es que es muy diferente de lo que nosotros entendemos hoy por sacerdocio. Y para entenderlo bien es importante no pretender de uno lo que es propio del otro. Algo de lo que diremos ya lo hemos señalado, pero intentamos profundizar esto.

Comencemos diciendo que – a diferencia de muchos otros pueblos de la época, como Egipto, Grecia y Roma – el sacerdocio judío era exclusivamente para varones. Y añadamos que no era algo a lo que alguien podía aspirar por una “vocación”. En Israel había doce tribus (referidas a los Doce hijos de Jacob), y los pertenecientes a la tribu de Leví eran sacerdotes. Es decir, uno que no era levita, no podía de ningún modo ser sacerdote, y un levita no podía no pretender serlo. El sacerdocio era “genético”, no optativo, como ya dijimos brevemente en otro apartado.

Como se nota en la raíz del término, el sacerdote era el encargado de lo “sacro”, lo sagrado. Y es muy importante entender qué era para el mundo antiguo (judío y también no judío) lo sagrado (o lo santo): se trataba de lo que era exclusivamente del ámbito divino. Algo que solo pertenecía a Dios o los dioses y no podía pertenecer a los humanos, lo cual era lo contrario de lo “profano” que era lo propio de los humanos y no podía pertenecer a los dioses. Como se ve había "un muro" infranqueable entre "lo sagrado" y "lo profano". Y esto abarcaba todos los órdenes de la existencia, buenos o no tanto. Había tiempos sagrados, lugares sagrados, personas sagradas, comidas sagradas, vestimentas, etc. Un sacerdote, entonces (persona sagrada) no podía vivir “a la manera humana”, porque así “profanaría” su consagración. Dentro de la tribu de Leví, además, había una familia (la de Sadoc) de la que surgía el sacerdote principal (sumo sacerdote), que como se ve también era "genético", aunque en tiempos de los griegos y los romanos era frecuente que este fuera elegido o depuesto por el poder político, para evidente escándalo de los judíos.

Por supuesto que nadie negaría que se trataba de seres humanos, pero, entonces, al entrar en los ambientes sagrados (es decir, en lugares sagrados, como el Templo; en tiempos sagrados como la fiesta de la Purificación) el sacerdote se debía someter a una serie cuidadosa – casi obsesiva – de purificaciones (es decir, santificaciones). Desde la tarde anterior debía evitar cualquier cosa que pudiera, eventualmente, hacerle contraer una impureza (tocar cadáver o sangre, tener relaciones sexuales, encontrarse con personas paganas [impuras], etc.), luego, al amanecer, debía proceder a purificaciones rituales (baños purificadores con aguas puras), luego colocarse vestiduras sagradas, luego realizar un sacrificio para purificarse y recién después podía ofrecer un sacrificio por el pueblo. Si algo se omitía o no estaba bien hecho, el sacrificio era nulo. Los rituales de purificación lo iban santificando cada vez más, se iba separando de "lo humano", y, por eso – recién entonces – podía ser “mediador” entre Dios y la humanidad.

El viejo rey Salomón, se cuenta, edificó un templo (cerca del año 950 a.C.) que fue destruido por los babilonios en el año 587 a.C. Poco tiempo antes, por una reforma, se estableció que en todo Israel habría un solo lugar de culto, el templo; por lo que cualquiera debía peregrinar a la ciudad santa para cualquier sacrificio; y esto siguió y sigue así en Israel. Tiempo después se edifica un “segundo templo” que se termina de levantar en el año 515 a.C y que el rey Herodes amplía y restaura (según un modelo bastante griego, pero monumental); Herodes muere sin que este esté terminado y se concluye en los primeros años del año 60, pero los romanos lo vuelven a destruir en el año 70. Desde entonces, hasta hoy, los judíos no tienen templo, y - por lo tanto - tampoco tienen sacerdotes. Para ubicarnos bien, por ejemplo, el Templo de Jerusalén (de tiempos de Jesús) era muy grande: cerca de 500 mts x 300 mts. Todo eso era un gran “atrio” dentro del que estaba el edificio del templo propiamente dicho. Allí podían ir todos los que estuvieran en la ciudad, pero solamente los judíos podían entrar en el edificio. Una vez adentro, nuevos portales impedían el ingreso de las mujeres. Luego, se ingresaba en la parte santa (altares de sacrificios, incensarios, etc.) donde sólo podían ingresar los sacerdotes. Finalmente, dentro de la parte principal había un lugar (el santo de los santos) donde sólo podía ingresar el sumo sacerdote, una vez al año (como se ve, aquí se concentra la persona sagrada, el tiempo sagrado y el lugar sagrado). El templo, al igual que la estructura religiosa de Israel era absolutamente piramidal.

Señalemos, finalmente, que el sacerdocio y su servicio al pueblo era algo “ritual”; es decir, por ejemplo, una serie de ritos borraban el pecado, una serie de ritos volvían puro al impuro, etc. El templo, además de con las ofrendas y lo que las acompañaba (venta de animales puros, etc.), era mantenido por un impuesto anual que todo varón judío adulto debía realizar una vez al año.

Se podría decir mucho más (había distintos “escalafones” dentro del sacerdocio, y funciones, etc.) pero señalemos para concluir que, como sabemos, Jesús pertenecía a la tribu de Judá (como David), no a la de Leví, por lo tanto, ¡Jesús era laico! De hecho, no solamente Jesús no fue sacerdote, sino que tampoco lo fueron sus compañeros; y los ministerios que se fueron dando en la progresiva organización de la comunidad tampoco lo eran. Es bueno preguntarnos si muchas cosas contemporáneas (modo de entender el sacerdocio, templos, lo “sagrado” [tiempos, lugares, vestimentas], etc. no se parecen más al sacerdocio de Israel que a la novedad aportada por Jesús. Es otro capítulo.

 

Imagen tomada de https://www.tiempodeesperanza.net/2010/11/el-segundo-templo-de-jerusalen.html

martes, 23 de mayo de 2023

Víctor Codina, sencillamente un teólogo

Víctor Codina, sencillamente un teólogo (1931- 2023)

Eduardo de la Serna



Un teólogo es alguien que “habla de Dios”, y, cuanto más hondamente lo hace, pues mejor teólogo será. Hay algunos que creen que para ser buen teólogo es imprescindible hablar raro, y casi pareciera que cuanto más raro hablan, mejores teólogos son. Hay algunos, seguramente por esto, que entienden que sólo es posible ser buen teólogo cuantos más libros haya leído (y si son libros raros, pues mejor, entonces). Cuantas más bibliotecas haya frecuentado mejor teólogo será, por cierto. Y, entonces, cuando se proponen nombres de teólogos ejemplares, se vuelve imprescindible recurrir al Norte… bien al norte. Nada bueno puede salir de Nazaret, parecen decir, en una especie de síndrome de Natanael.

Hace casi 50 años, cuando todavía no había ido a Bolivia en memoria de Luis Espinal, Víctor Codina escribió preguntándose si se puede hacer teología en un barrio marginal, y la respuesta (que retomó esta semana, pocos días antes de morir) fue sencilla: para hablar de Dios hay que “ver” dónde está, es lo que se llaman los “lugares teológicos”, y Jesús ha dicho que se lo encuentra en los márgenes. Un año antes también había vuelto sobre el tema: “no se puede hacer teología desde un despacho”.

En la Bolivia que eligió pudo ver la muerte de los niños, el clamor de los pobres, las Comunidades de Base… y desde ese lugar escribió. Eligió hablar de Dios desde los pobres, desde el altiplano, desde la mina y el lago, y desde allí pensó la Iglesia, y por tanto bajó más todavía dejando soplar al Espíritu Santo, contándolo… Dialogó con Oriente y con la poesía, con los íconos y con la cultura, con la espiritualidad y la fiesta. Habló porque escuchó, mostró porque miró. Y, como el que seguramente sea el mejor teólogo cristiano (porque nadie ha de haber hablado de Dios mejor que él), habló también en parábolas.

Por cuestiones familiares, según dijo, tuvo que regresar a su Cataluña natal. Y poco después, en medio de la enorme crisis de la Compañía de Jesús en su Bolivia amada, partió al encuentro del misterio. Y ahora podrá confirmar que es en la sencillez y la pequeñez, en lo simple y en la fiesta donde se puede hablar mejor que nunca, mejor que nadie, del Dios que es vida, que es liberación, que es pascua. Gracias, amigo Víctor. Sencillamente por todo.


 Foto de Víctor Codina con los curas en opción por los pobres (2003)

Comentario a las lecturas de Pentecostés "A"

Jesús se va sin dejarnos solos

DOMINGO DE PENTECOSTÉS


Eduardo de la Serna



Lectura de los Hechos de los apóstoles     2, 1-11

Resumen: los apóstoles están juntos en Jerusalén, según Jesús les ha indicado, esperando “la promesa” de Dios, a fin de que, habiéndolo recibido, puedan salir a anunciar a todos el Evangelio, la predicación de Jesús. El espíritu viene sobre ellos y se manifiesta en las lenguas que deben proclamar a todo el mundo y en la palabra única que deben anunciar, “la buena noticia del reino”. Al recibir el espíritu, la Iglesia recibe el impulso desde Dios para el desempeño de su misión evangelizadora “hasta los confines de la tierra”.


Comentando el comienzo de Hechos de los Apóstoles, el domingo pasado, de la Ascensión, mostramos (remitimos allí) las expresas semejanzas que Lucas pone entre el comienzo del ministerio de Jesús y el ministerio de la Iglesia. En este caso, por cierto, la presencia del Espíritu, que impulsó a Jesús, el descenso de ese espíritu de modo físico, o corporal, una voz o ruido del cielo… Si Lucas quiere señalar que comienza el “tiempo de la Iglesia”, va a destacar que el gran protagonista de todo esto es –precisamente- el Espíritu Santo.

Hay que recordar que los apóstoles, para Lucas, están en Jerusalén aguardando “la promesa” que Dios ha hecho con los suyos. Jerusalén, por otra parte, es la meta de las grandes peregrinaciones litúrgicas de los judíos, especialmente en las tres grandes fiestas: las tiendas (otoño), la pascua y ¡pentecostés! (estas en primavera). Es por eso que se mencionan tantos judíos oriundos de tantos lugares (partos, medos, elamitas…).todos han ido, como es habitual, a la ciudad santa. Y allí están los discípulos de Jesús esperando el espíritu.

El texto tiene dos partes que parecen contradictorias aparentemente. Al derramarse el Espíritu, los apóstoles comienzan a hablar “en otras lenguas según el espíritu les concedía expresarse”. Por otro lado, a continuación el enfoque cambia y ya no se trata de que se hablan diferentes lenguas sino que al que habla “cada uno lo escucha en su propia lengua”, lo cual es evidentemente algo opuesto. Probablemente esto señale dos elementos teológicos diferentes que el autor quiere destacar. Ambos signos (y ambos en relación a la palabra) son la consecuencia visible del don del Espíritu Santo sobre la comunidad de discípulos.

Las así llamadas “lenguas” son una consecuencia de la presencia del Espíritu Santo en Hechos (ver también 10,46; 19,6). Del mismo modo que los “signos y prodigios” (2,19.22.43; 5,12; 6,8; 7,36; 14,3; 15,12) estamos ante manifestaciones del espíritu. Evidentemente Lucas quiere hacer patente en estos hechos que se trata de una intervención divina (precisamente la mala interpretación de que se trata de que están borrachos (v.13) requiere mostrar de un modo indudable que se trata del obrar de Dios. De todos modos, por tratarse, como es evidente, de un texto programático que alude al comienzo de la misión de la Iglesia, seguramente no hemos de descuidar que a “toda lengua” debe llegar la predicación de los apóstoles. Deben ir “hasta los confines de la tierra” y allí todos deben escuchar la palabra de Dios.

Pero por otro lado, nos encontramos ante una escena extraña, el texto dice que “cada uno lo escucha hablar en su propia lengua”. Esto es raro ya que por lo general todos entendían el griego. Es decir, no hacía falta ningún milagro para ser comprendidos, sin embargo algo quiere destacar Lucas aquí. Nuevamente el tema es la lengua, pero ahora hay una lengua que todos comprenden cada uno con su propiedad. Se ha pensado que Lucas quiere mostrar los efectos contrarios de la dispersión de lenguas ocurrida en Babel. Es posible (aunque el texto de Babel diga otra cosa, así parece haberse leído en este tiempo), pero si es el caso, no parece que debamos encontrar aquí el eje principal de interpretación del relato. El Evangelio es la palabra que deben anunciar, y debe ser comprensible para todos. Lo que todos entienden son “las maravillas de Dios”. Este término, “maravillas” (megaleia) es la única vez que se encuentra en el NT. En Dt 11,2 se refiere a la manifestación de Dios a los presentes (ver 2 Mac 3,34; 7,17), son manifestaciones que llegan “hasta el cielo” (Sal 70,19). Es un término habitual en el libro del Eclesiástico (17,8.10.13; 18,4; 36,7; 42,21; 43,15; 45,24). El término viene de “megas” (grande, que sí es frecuente). La construcción es semejante a la que María dice en el Magníficat: “ha hecho en mi favor maravillas (megála) el poderoso, Santo es su nombre” (Lc 1,49). Dios actúa en medio de la humanidad, se manifiesta. Y estamos invitados a reconocer esa intervención. Tal es el caso de los milagros (en ambos sentidos) que debemos mostrar a todas las naciones en todas las lenguas. El Evangelio debe ser conocido y aceptado, debe crecer.

Pero esta tarea misionera de llegar a “toda lengua” (cf. Fil 2,11) no es algo que podamos desplegar sin la intervención de Dios. La Iglesia no puede comenzar su ministerio sin el Espíritu que la empuja, la impulsa y la llena de vida. Gente de todos los pueblos puede escuchar la palabra de Dios y –a partir de su fe- recibir el bautismo, y comenzar a su vez ellos a dejar crecer el Evangelio.



Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     12, 3b-7. 12-13


Resumen: El espíritu es el que anima y fortalece a la comunidad. El que hace que los diferentes miembros de la ekklesia estén al servicio los unos de los otros enriqueciendo el “cuerpo” y siendo gestores de unidad en la plena vivencia de la diversidad.


En 12,1 comienza una nueva sección de la carta a los corintios. Como los otros, empieza con “con respecto a…” (7,1.25; 8,1; 12,1; 16,1.12) que parece ser –en cada caso- la respuesta que da Pablo a preguntas que los corintios le han formulado por carta (7,1). En este caso, la pregunta es acerca de “los (los dones o las personas) espirituales” y Pablo desarrolla el tema en tres grandes partes, concluyendo en 14,40. Los vv.1-3 constituyen la introducción a toda la unidad. El capítulo 12, por su parte tiene también tres grandes partes. En este caso, el texto litúrgico mezcla, sin un criterio literario aparente, la última parte de la introducción y la primera parte de cada una de las dos primeras unidades (vv.4-10 y vv.11-12). No es fácil entender el criterio de los cortes, aunque la centralidad en el tema del Espíritu, propio de la celebración de hoy, queda destacada. Veamos brevemente:

En la introducción, Pablo presenta un contraste entre el pasado y el presente de los destinatarios, un tiempo “sin espíritu”  y el tiempo “con espíritu”, tiempo actual “en la fe”. El contraste llega al extremo de enfrentar dos actitudes: la máxima blasfemia con la máxima confesión de fe. Decir que “Jesús es anatema”, es algo imposible de decir si ese tal tiene el espíritu, y la gran confesión de fe, “Jesús es Señor”, es algo sólo posible de decir “en espíritu”. Esto pone la fe como el criterio de pertenencia, una fe movida por el espíritu de Dios. Si uno confiesa a Jesús, ese tal tiene el espíritu de Dios.

Sin embargo esos dones espirituales son “distribuidos” (v.4), y tienen su origen en Dios, en el espíritu. A cada uno Dios le da diversos “carismas” para el provecho de la comunidad (v.7). Pablo enumera algunos de esos carismas (lo cual es omitido en el texto) y más adelante continuará mencionando otros. Es decir, no pretende presentar una lista exhaustiva de los dones, sino mencionar algunos para destacar la pluralidad y variedad, pero en el sentido de la unidad.

El texto está cortado, como dijimos, y comienza solamente la primera parte de la metáfora del cuerpo. La imagen del cuerpo y los miembros destaca la unidad y la diversidad; esto parece haber sido tomada de la filosofía estoica, donde era una metáfora común. Sin duda la unión de los cristianos en Cristo es tal que genera una unidad indisoluble, para Pablo. 

Pero veamos brevemente el tema del espíritu en esta unidad. Para empezar, es sensato suponer que Pablo no está pensando en la “tercera persona de la Santísima Trinidad”. Sería anacrónico. El espíritu es el gran don de Dios para los últimos tiempos; se dona y envía su fuerza para que la comunidad pueda mantenerse fiel a los caminos de Dios. Este es el don que se da a la comunidad y por el cual proclama su fe ("Jesús es Señor"), es la fuerza que unifica el cuerpo y sus miembros, y que manifiesta en cada miembro diferentes “carismas” a fin de que toda la comunidad se enriquezca y crezca. Este don, recibido en el bautismo es gestor de unidad en la comunidad eclesial, del mismo modo que los miembros lo son en el cuerpo del que forman parte.




+ Evangelio según san Juan     20, 19-23

Resumen: Jesús se va, pero el espíritu es derramado para continuar en la comunidad con sus mismas características, y así poder vivir conforme al testamento que Jesús deja en su discurso final.

El segundo domingo de Pascua hemos comentado este Evangelio (aquí se encuentra sólo la primera parte, la escena “sin Tomás”, allí se incluía la segunda parte también). Repito ese texto y añado aquí una nota sobre el Espíritu en Juan. Es evidente que este texto hoy es puesto en la liturgia por la referencia al envío del Espíritu.

El día de la resurrección está concluyendo. De madrugada, María Magdalena fue al sepulcro (20,1); más tarde María se encuentra con Jesús a quien confunde con el “jardinero” (20,15) y lo comunica a los “discípulos” y al atardecer de ese mismo día tiene lugar la aparición a “los discípulos”. No sabemos quiénes eran los que estaban en este relato (por lo cual “los discípulos” como conjunto son los que deben ser tenidos en cuenta en el relato), sólo sabemos quién faltaba: Tomás, que será el protagonista, junto con Jesús, de la próxima y última escena. Esta unidad tiene entonces dos partes separadas por una semana (a fin de que la nueva aparición del resucitado vuelva a ocurrir en domingo). La ausencia y presencia de Tomás marca el elemento -nuevo en la segunda- que las relaciona.

Empecemos señalando que la presencia de Jesús con las puertas cerradas (v.19.26) parece intentar aludir a que Jesús no ha vuelto a la misma vida pasada: su cuerpo es el mismo, pero es a su vez distinto, es glorificado. Como en la escena que sigue, las palabras de Jesús reconocen y otorgan el don de la paz (shalom, algo necesario en medio del “temor”; no es justo decir que la paz ya está entre ellos –a causa de la ausencia de verbo, lit. “la paz con ustedes”- ya que el temor y la alegría posterior parecen desmentirlo) que Jesús les otorga (vv.19.26) y a continuación “les muestra las manos y el costado” reforzando así la idea de que “el resucitado es el crucificado”, continuidad y diferencia. 

La alegría y la paz nuevamente otorgadas, tienen una nueva dimensión. No se trata simplemente de repetir un saludo y que los discípulos se “alegren” por verlo resucitado, la “paz” y la “alegría” son dones escatológicos, como es escatológico todo el ambiente de esta escena. La resurrección de Jesús empieza a derramar sobre los suyos, los discípulos, los dones esperados para el final de los tiempos. Precisamente el gran don, el que engendra los anteriores, es el Espíritu que ahora entrega el resucitado. Nosotros lectores ya sabemos que sobre el pequeño grupo al pie de la cruz –los creyentes representados en la madre y el discípulo amado- se ha dado el espíritu (19,30), como estaba anunciado (7,39). Pero el espíritu –ver los dichos del Paráclito (ver 14,16.26; 15,26; 16,7, siempre en el discurso de despedida)- no se derrama sobre el pequeño grupo, sino sobre todos los creyentes para ser testigos (20,22; ver 15,26-27).

Ahora bien, como se puede ver en una lectura integral de todo el Evangelio, uno de los elementos centrales de la cristología joánica es presentar a Jesús como “enviado” del Padre. El “enviado” (en hebreo “sheliah”) es una institución característica para la cual la persona tiene “la misma autoridad que tiene quien lo envía”, es decir, lo que dice, lo que decide, lo que deja de hacer es el mismo ‘enviador’ quien lo hace. Siendo Jesús “enviado del Padre” evidentemente pronuncia su misma palabra, opera sus mismas obras como todo a lo largo del Evangelio queda claro. “Enviado” en griego se dice con dos términos, pempô apostellô (de donde viene “apóstol”). Así podemos decir que en el cuerpo del evangelio de Juan sólo hay un “apóstol” que es Jesús. Sin embargo, una vez resucitado, Jesús “envía” a sus discípulos así “como el Padre me envió” (ver 13,16.20; 17,18), y –en coherencia con los textos mencionados- es un envío “al mundo”.

A continuación les da la capacidad de hacer llegar a todos el perdón de Dios (en un texto que tiene cierto contacto con Mt 16,19; 18,18).

La escena queda abruptamente interrumpida –no hay despedida ni partida- con la referencia a la ausencia de Tomás. En un diálogo entre ambas escenas los asistentes confirman que han “visto al Señor” (nuevamente se confirma que la alusión a los que creen sin ver no se refiere a ellos) pero Tomás manifiesta explícitamente su incredulidad yendo más allá de la visión, él quiere tocar.

Centrándonos en el tema del "Espíritu" podríamos señalar la importancia que en Juan tiene el personaje al que llama “paráclito”, o detenernos en el “envío”, que tan importante es el en Cuarto Evangelio. O la relación entre el espíritu y la comunidad joánica. Intentaremos –brevemente- un camino intermedio.

Las Biblias contemporáneas tienden a no traducir la palabra griega “paráclito” que antiguamente se traducía por consolador, abogado, etc. Es que el término “paráclito” es muy amplio y abarca esos elementos y también otros más. Como se sabe, las referencias al paráclito se encuentran en el largo discurso de despedida de Juan (Jn 13-17). Como una suerte de “testamento” de Jesús, él prepara a los suyos para su partida, y reconoce como verdaderos “herederos” a aquellos que vivan como él, en este caso, “el amor, como yo los he amado”. El paráclito aparece como una suerte de personaje que Jesús enviará cuando se vaya. Por eso “conviene” que se vaya ya que si no, no recibirán el paráclito. Si miramos algunos términos que se le aplican: verdad, envío, está con los discípulos, que el mundo no puede recibir ni conoce, que enseñará, son términos que se aplican también a Jesús en Juan. En cierta manera el Paráclito es una nueva manera de presencia de Jesús glorificado en medio de los suyos. Es un enviado a una comunidad, y con una misión concreta, que esta comunidad sienta la presencia en su vida cotidiana, en el conflicto, en conocer la verdad.

Un elemento interesante que concentra “el misterio” en Juan es el momento de la muerte de Jesús. Allí, afirma Juan, Jesús “entregó su espíritu”. El grupo al pie de la cruz resume, en cierto modo, la primera Iglesia: dos personajes con fuerte carga simbólica están allí (al decir “simbólica” por supuesto que no negamos su entidad real): el discípulo amado y la madre de Jesús. Que a partir de este momento serán “madre e hijo”. Hay elementos (no tantos como los que luego desplegarán los Padres de la Iglesia a partir de Justino) para pensar en la madre como una suerte de “Eva”: hay referencia a un jardín, a una mujer-madre, a una costilla. Y hay un discípulo que es amado, que tiene profunda intimidad con Jesús en la pasión, lo acompaña en la cruz, lo reconoce resucitado y cree, sin ver, en Jesús. En cierto modo, la novedad que Jesús trae, la nueva comunidad de discípulos está allí en la cruz, y a ellos “entrega su espíritu”. En un instante Juan concentra pasión y envío del Espíritu, algo que luego desarrollará en el relato que nos toca comentar.

Mirando el término “espíritu”, en Juan no es muy frecuente, como lo es en otros (19x en Mt; 23x en Mc; 36x en Lc [+ 70x en Hch] y 24x en Jn). Luego de una alusión al Bautismo de Jesús –no mencionado en Juan- habla de un “nacimiento” según el espíritu que refiere a los discípulos a partir de nuestro bautismo, a una verdadera adoración “en espíritu”, las palabras de Jesús “son espíritu y vida”. En 7,39 señala expresamente que el Espíritu lo recibirán los seguidores a partir de la glorificación de Jesús, esto es, a partir de la Pascua. Fuera de esta mención expresa, debemos esperar al discurso de despedida para escuchar hablar del Espíritu como un don. Este don, presentado como paráclito, como se ha dicho, es un modo nuevo de presencia de Jesús entre los suyos: espíritu de verdad, enviado y maestro, que no hablará por su cuenta, como ocurre con el enviado. Luego de estos anuncios, quedan los dos textos finales a los que hemos hecho referencia: Jesús, que en la cruz “entrega su espíritu” y que a los discípulos reunidos (¿quiénes?, no se dice) les entrega su espíritu en un soplo.

La comunidad de los discípulos de Jesús continúa, Jesús se va pero no se desentiende de nuestra suerte. El y el Padre envían un paráclito, alguien con las mismas características de Jesús para que los discípulos puedan vivir el testamento que ha dejado, vivir el amor los unos a los otros como él nos ha amado.

el video con comentario al Evangelio en
https://youtu.be/vDW5X-yV8po
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/05/video-del-evangelio-de-pentecostes-a.html


Dibujo tomado de http://ismaelojeda.wordpress.com

lunes, 22 de mayo de 2023

Video del Evangelio de Pentecostés "A"

Video del Evangelio de Pentecostés "A"



o también en

https://youtu.be/vDW5X-yV8po

Eduardo

El daño de la envidia

El daño de la envidia

Eduardo de la Serna



Hace mucho tiempo escribí sobre “la envidia”. En la lista de los mal llamados “pecados capitales”. Allí distinguía diferentes tipos, incluso las envidias positivas y constructivas que nos llevan a superarnos. El problema radica, decía, y repito, cuando la envidia nos lleva a pretender la destrucción de la persona o del objeto envidiado; de lo que vemos (el término envidia viene de videre, ver) que alguien tiene o es. En ese caso, esta se alimenta del odio, que busca la destrucción de lo que vemos y detestamos, sea objeto o sea sujeto. No puedo soportar que alguien tenga lo que no puedo tener, o que sea lo que no puedo ser, y, entonces, pretendo y hago todo lo que esté a mi alcance para la eliminación, sea del objeto sea del sujeto. Si solo se tratara de una bronca interna el problema no sería demasiado grave, porque sólo me carcomería mi interior, pero cuando sale afuera el problema se agrava; y es peor aun cuando trasciende el pequeño círculo de odiador y odiado (u odiada). Por supuesto, cuanto más grande sea el sujeto u objeto de mi envidia, cuanto más grande sea mi capacidad o espacio de daño, el problema sería mayor. No es lo mismo si el problema queda encerrado entre cuatro paredes que si trasciende todas las fronteras y se vuelve público. Algo, lamentablemente, más probable dada la proliferación de las redes antisociales. Por ejemplo, [1] si alguien tiene algo que yo no tengo, y, yo – como no podré tenerlo – busco la destrucción de la cosa envidiada, entramos en un terreno peligroso. Terreno que trasciende, por cierto, el problema de la propiedad privada, aunque lo suponga. Si yo no puedo tenerlo, no quiero que lo tenga nadie, sería la idea. Pero, [2] evidentemente, el problema se agrava – porque va más allá de la simple envidia – cuando lo que yo no quiero es que lo tenga él o ella; si lo tuviera otro no sería tanto problema, pero si lo tiene ella o él eso me carcome hondamente. Y, [3] todavía más grave, si lo que ella o él tiene es algo inmaterial. Tiene capacidades de las que carezco, o es amada o amado, o tantas otras variantes. En ese caso no queda más que buscar la desaparición, ya no de lo envidiado sino de la o el envidiado. Negando la persona, invisibilizándola, o directamente eliminándola simbólica o realmente. Y, en ocasiones, esa envidia, que es odio, es tal, que pasa a ser el monotema dejando todos los demás en segundo lugar.

La Biblia nos cuenta (no interesa acá lo histórico o no del hecho) que el rey Saúl, que había sido ungido tal para enfrentar el peligro que los filisteos significaban para las diversas tribus, empezó a tener cada vez más envidia por David, que era simplemente un súbdito, tanta envidia que empezó a descuidar el frente militar. No es evidente si le molestaba la fama que iba adquiriendo David, su carisma, sus conquistas femeninas (algo intolerable para el patriarcado de un rey) o lo que fuere, lo cierto es que Saúl empieza a dedicar todos los esfuerzos en perseguir a David permitiendo así que los filisteos se rearmen, fortalezcan y finalmente le presenten batalla eliminándolo. La envidia lo llevó incluso a su propia desaparición. En este caso, pasado el tiempo, David fue ungido el nuevo rey.

Se podría decir que, en ocasiones, la envidia es un reconocimiento implícito de cierta incapacidad. Lo cual no debería ser un problema. Reconocer las propias capacidades e incapacidades debiera ser algo habitual y sano, especialmente si nuestro espacio tiene una cierta trascendencia más allá de lo privado. Yo debería saber que tal o cual cosa no la puedo o no la sé hacer, y – en ese caso – pedir la ayuda pertinente, y, a su vez, saber, que soy muy bueno en tal otra (y que, incluso, otros me pueden pedir ayuda a mí en eso). Y tampoco estaría mal una cierta envidia de tal o cual capacidad o persona en un terreno en el que me gustaría poder alcanzarla, lo que puede llevar a superarme, a formarme, prepararme o, eventualmente, reconocer mi límite. El problema radica cuando el odio parece creciente, cuando hacia el exterior solo trasciende la envidia, y, porque, para peor, eso empequeñece cada vez más al odiador-envidiador haciendo cada vez más fuerte su propio odio porque el objeto o sujeto se vuelve cada vez más inalcanzable ya que pareciera que la distancia crece cada vez más, porque – real o simbólicamente – lo odiado se engrandece a cada momento mientras el odiador se empequeñece cada vez más. Y alcanza límites intolerables cuando uno va sabiendo que es cada vez más un “cadáver político” mientras del sujeto (o sujeta) odiada escucha el atronador canto, de los que tienen comprensión de textos, pero igualmente la quieren “presidenta”.