martes, 31 de mayo de 2022

Comentario Pentecostés "C"

 Jesús se va sin dejarnos solos

DOMINGO DE PENTECOSTÉS



Eduardo de la Serna




Lectura de los Hechos de los apóstoles     2, 1-11


Resumen: los apóstoles están juntos en Jerusalén, según Jesús les ha indicado, esperando “la promesa” de Dios, a fin de que habiéndolo recibido, puedan salir a anunciar a todos el Evangelio, la predicación de Jesús. El espíritu viene sobre ellos y se manifiesta en las lenguas que deben proclamar a todo el mundo y en la palabra única que deben anunciar, “la buena noticia del reino”. Al recibir el espíritu, la Iglesia recibe el impulso desde Dios para el desempeño de su misión evangelizadora “hasta los confines de la tierra”.



Comentando el comienzo de Hechos de los Apóstoles, el domingo pasado, de la Ascensión, mostramos (remitimos allí) las expresas semejanzas que Lucas pone entre el comienzo del ministerio de Jesús y el ministerio de la Iglesia. En este caso, por cierto, la presencia del Espíritu, que impulsó a Jesús, el descenso de ese espíritu de modo físico, o corporal, una voz o ruido del cielo… Si Lucas quiere señalar que comienza el “tiempo de la Iglesia”, va a destacar que el gran protagonista de todo esto es – precisamente - el Espíritu Santo.



Hay que recordar que los apóstoles, para Lucas, están en Jerusalén aguardando “la promesa” que Dios ha hecho con los suyos. Jerusalén, por otra parte, es la meta de las grandes peregrinaciones litúrgicas de los judíos, especialmente en las tres grandes fiestas: las tiendas (otoño), la pascua y ¡pentecostés! (éstas en primavera). Es por eso que se mencionan tantos judíos oriundos de tantos lugares (partos, medos, elamitas…).todos han ido, como es habitual, a la ciudad santa. Y allí están los discípulos de Jesús esperando el espíritu.

El texto tiene dos partes que parecen aparentemente contradictorias. Al derramarse el Espíritu, los apóstoles comienzan a hablar “en otras lenguas según el espíritu les concedía expresarse”. Por otro lado, a continuación el enfoque cambia y ya no se trata de que se hablan diferentes lenguas sino que al que habla “cada uno lo escucha en su propia lengua”, lo cual es evidentemente opuesto. Probablemente esto señale dos elementos teológicos diferentes que el autor quiere destacar. Ambos signos (y ambos en relación a la palabra) son la consecuencia visible del don del Espíritu Santo sobre la comunidad de discípulos.

Las así llamadas “lenguas” son una consecuencia de la presencia del Espíritu Santo en Hechos (ver también 10,46; 19,6). Del mismo modo que los “signos y prodigios” (2,19.22.43; 5,12; 6,8; 7,36; 14,3; 15,12) estamos ante manifestaciones del espíritu. Evidentemente Lucas quiere hacer patente en estos hechos que se trata de una intervención divina (precisamente la mala interpretación de que se trata de que están borrachos, v.13 requiere mostrar de un modo indudable que se trata del obrar de Dios. De todos modos, por tratarse, como es evidente, de un texto programático que alude al comienzo de la misión de la Iglesia, seguramente no hemos de descuidar que a “toda lengua” debe llegar la predicación de los apóstoles. Deben ir “hasta los confines de la tierra” y allí todos deben escuchar la palabra de Dios.


Pero por otro lado, nos encontramos ante una escena extraña, el texto dice que “cada uno lo escucha hablar en su propia lengua”. Esto es raro ya que por lo general todos entendían el griego. Es decir, no hacía falta ningún milagro para ser comprendidos, sin embargo algo quiere destacar Lucas aquí. Nuevamente el tema es la lengua, pero ahora hay una lengua que todos comprenden cada uno con su propiedad. Se ha pensado que Lucas quiere mostrar los efectos contrarios de la dispersión de lenguas ocurrida en Babel. Es posible (aunque el texto de Babel diga otra cosa, así parece haberse leído en este tiempo), pero si es el caso, no parece que debamos encontrar aquí el eje principal de interpretación del relato. El Evangelio es la palabra que deben anunciar, y debe ser comprensible para todos. Lo que todos entienden son “las maravillas de Dios”. Este término, “maravillas” (megaleia) es la única vez que se encuentra en el NT. En Dt 11,2 se refiere a la manifestación de Dios a los presentes (ver 2 Mac 3,34; 7,17), son manifestaciones que llegan “hasta el cielo” (Sal 70,19). Es un término habitual en el libro del Eclesiástico (17,8.10.13; 18,4; 36,7; 42,21; 43,15; 45,24). El término viene de “megas” (grande, que sí es frecuente). La construcción es semejante a la que María dice en el Magníficat: “ha hecho en mi favor maravillas (megála) el poderoso. Santo es su nombre” (Lc 1,49). Dios actúa en medio de la humanidad, se manifiesta. Y estamos invitados a reconocer esa intervención. Tal es el caso de los milagros (en ambos sentidos) que debemos mostrar a todas las naciones en todas las lenguas. El Evangelio debe ser conocido y aceptado, debe crecer.

Pero esta tarea misionera de llegar a “toda lengua” (cf. Fil 2,11) no es algo que podamos desplegar sin la intervención de Dios. La Iglesia no puede comenzar su ministerio sin el Espíritu que la empuja, la impulsa y la llena de vida. Gente de todos los pueblos puede escuchar la palabra de Dios y – a partir de su fe - recibir el bautismo, y comenzar a su vez ellos a dejar crecer el Evangelio.



Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     12, 3b-7. 12-13


Resumen: El espíritu es el que anima y fortalece a la comunidad. El que hace que los diferentes miembros de la ekklesia estén al servicio los unos de los otros enriqueciendo el “cuerpo” y siendo gestores de unidad en la plena vivencia de la diversidad.



En 12,1 comienza un nuevo apartado de la carta a los corintios. Como los demás, empieza con la fórmula “con respecto a…” (7,1.25; 8,1; 12,1; 16,1.12) que parece ser – en cada caso - la respuesta que da Pablo a preguntas que los corintios le han formulado por carta (7,1). En la carta también hay enfrentamiento a temas que Pablo conoce por información oral (1,10; 5,1; 11,18; 15,12). En este caso, la pregunta es acerca de “los espirituales” y Pablo desarrolla el tema en tres grandes partes, concluyendo en 14,40. El capítulo 12, por su parte tiene también tres grandes partes donde Pablo presenta el planteo en general (vv.4-11), un análisis a partir de la metáfora del cuerpo (vv.12-27) y la conclusión (vv.28-31). Los vv.1-3 constituyen la introducción a toda la unidad. En este caso, el texto litúrgico mezcla, sin un criterio literario aparente, la última parte de la introducción y la primera parte de cada una de las dos primeras unidades (vv.4-10 y vv.11-12). No es fácil entender el criterio de los cortes, aunque la centralidad del tema del Espíritu, propio de la celebración, queda destacada. Veamos brevemente:


En la introducción, Pablo presenta un contraste entre el pasado y el presente de los destinatarios, el tiempo de la idolatría, tiempo “sin espíritu”  y el hoy, tiempo “con espíritu”, tiempo “en la fe”. El contraste llega al extremo de la máxima blasfemia por un lado y la máxima confesión de fe por el otro; por tanto aquel que dijera “Jesús es anatema”, es algo imposible de decir si ese tal tiene el espíritu, y la gran confesión de fe, “Jesús es Señor”, algo sólo posible de decir “en espíritu”. Esto, así dicho, pone la fe como el eje y el criterio de pertenencia. Pero esta fe está movida por el espíritu de Dios. Muchas cosas que antiguamente los corintios hacían son muy semejantes a lo que hacen ahora (por ejemplo hablar en aparentes lenguas extrañas), ¿cómo saber si a ello nos mueve el espíritu de Dios o un espíritu o un ídolo? Pues la fe, la confesión de fe, es el criterio. Si uno confiesa a Jesús, tiene el espíritu de Dios.

Sin embargo – y esto es particularmente duro para aquellos que se creían más importantes que otros por tener manifestaciones del espíritu que son más espectaculares (como el don de lenguas) - lo primero que Pablo señala es que esos son “espirituales” por tener carismas. Es decir, dones de la gracia. Nadie puede, por tanto, jactarse, ya que todo es don de Dios, y no para el propio provecho, sino para el servicio de la comunidad. No es propio ni para sí. Esos dones son “distribuidos” (v.4), y tienen su origen en Dios. A cada uno Dios le da diversos “carismas” y todos son para el provecho de la comunidad (v.7). A continuación Pablo enumera algunos de esos carismas (lo que es omitido en el texto) y más adelante continuará mencionando otros. Es decir, no pretende dar una lista exhaustiva de los dones, sino mencionar algunos para destacar la pluralidad y variedad, pero en el sentido de la unidad.


El texto está cortado, como dijimos, y comienza la primera parte de la metáfora del cuerpo. Aquí se limita a la presentación de la figura y a presentar lo que es un aparente dicho pre-bautismal pre-paulino. La imagen del cuerpo y los miembros destacando la unidad y la diversidad parece haber sido tomada de la filosofía estoica, donde era común, aunque varios autores piensan en otros orígenes diversos. La imagen de la ciudad o del universo entendido como cuerpo es común en el entorno. Y los astros o la creación, y los “ciudadanos” entendidos como miembros. En este caso, el punto de partida es este, y refiere a la unidad y la diversidad, pero dando un paso extraño gramaticalmente: “así también Cristo”, no es “así también el cuerpo de Cristo” o “estando en Cristo”, etc. Sin duda la unión de los cristianos en Cristo es tal que genera, para Pablo, una unidad indisoluble. Lo cual hace impensable la división en el seno de la misma. División que no necesariamente significa ruptura, pero que puede ser hacer sentir a otros que por no ser como nosotros somos (o por no tener el carisma espectacular que nosotros tenemos) no son parte nuestra. O – por el contrario - hacer creer a otros, los más débiles, que no son “de los nuestros” por no tener nuestros carismas (ambos elementos se ven reflejadas en las imágenes que siguen: “no te necesito” o “no soy del cuerpo”, como dichos de unos y otros en la comunidad). Esta imagen, supone una mutua pertenencia al cuerpo al cual ingresamos por el bautismo. Es por esto que Pablo pone aquí un dicho (que es semejante a Gal 3,28 y parece semejante a Col 3,11). Esto parece indicar que existía una suerte de confesión de fe, o catequesis pre-bautismal que indicaba algunas características del bautismo en los que reciben el sacramento, y que Pablo utiliza y coloca aquí. En este caso, fiel al tema que está desarrollando, Pablo destaca que la diversidad (judío y griego, esclavo y libre) no afecta la comunidad, sino que por el contrario, la enriquece (en Gálatas, como el tema es otro y los conflictos también, el acento está puesto en que no hay superioridad de unos sobre otros y lo que cuenta es la unidad). 

Una nota con respecto al dicho: en Gálatas encontramos otro par: “varón y mujer”. Ciertamente, si 1 Corintios es cronológicamente anterior a Gálatas, hemos de decir que más tarde, Pablo añade el par varón-mujer al dicho que había recibido; por el contrario, si Gálatas es anterior a 1 Corintios, habría que explicar por alguna razón, por ejemplo, en el seno de la comunidad corintia, la causa por la que Pablo omite expresamente a la mujer y el varón en este texto. Parece bastante probable que Gálatas sea posterior a 1 Corintios, por lo que pareciera que en 1 Cor Pablo simplemente cita el texto (incorporando al Espíritu, donde decía Cristo). La importancia del lugar de la mujer en 1 Corintios mueve a Pablo a que la siguiente vez que cita este texto, es decir Gálatas, añada “varón y mujer”, como lo hace aquí.


Pero veamos brevemente el tema del espíritu en esta unidad. Para empezar, es sensato suponer que Pablo no está pensando en la “tercera persona de la Santísima Trinidad”. Sería anacrónico. El espíritu es el don de Dios; se dona y envía su fuerza para que la comunidad pueda mantenerse fiel a los caminos de Dios. Este es el don que se da a la comunidad y por el cual proclama su fe (Jesús es Señor), es la fuerza que unifica el cuerpo y sus miembros, y que manifiesta en cada miembro diferentes “carismas” a fin de que toda la comunidad se enriquezca y crezca. Este don, recibido en el bautismo es gestor de unidad en la comunidad eclesial, del mismo modo que los miembros lo son en el cuerpo del que forman parte.




+ Evangelio según san Juan     20, 19-23


Resumen: Jesús se va, pero el espíritu es derramado para continuar en la comunidad con sus mismas características, y así poder vivir conforme al testamento que Jesús deja en su discurso final.


El segundo domingo de Pascua hemos comentado este Evangelio (aquí se encuentra sólo la primera parte, la escena “sin Tomás”, allí incluía también la segunda parte). Remito a ese texto. Aquí simplemente destaco una nota sobre el Espíritu en Juan. Es evidente que este texto hoy es puesto en la liturgia por la referencia al envío del Espíritu.


Podríamos señalar la importancia que en Juan tiene el personaje al que llama “Paráclito”, o detenernos en el “envío”, que tan importante es el en Cuarto Evangelio. O la relación entre el espíritu y la comunidad joánica. Intentaremos – brevemente - un camino intermedio.


Las Biblias contemporáneas tienden a no traducir la palabra griega “paráclito” que antiguamente se traducía por consolador, abogado, etc. Es que el término “paráclito” es muy amplio y abarca esos elementos y también otros más. Como se sabe, las referencias al paráclito se encuentran en el largo discurso de despedida de Juan (Jn 13-17). Como una suerte de “testamento” de Jesús, él prepara a los suyos para su partida, y reconoce como verdaderos “herederos” a aquellos que vivan como él, en este caso, “el amor, como yo los he amado”. El paráclito aparece como una suerte de personaje que Jesús enviará cuando se vaya. Por eso “conviene” que se vaya ya que si no, no recibirán el paráclito. Si miramos algunos términos que se le aplican: verdad, envío, está con los discípulos, que el mundo no puede recibir ni conoce, que enseñará, son términos que se aplican también a Jesús en Juan. En cierta manera el Paráclito es una nueva manera de presencia de Jesús glorificado en medio de los suyos. Es un enviado a una comunidad, y con una misión concreta: que esta comunidad sienta la presencia en su vida cotidiana, en el conflicto, en conocer la verdad.


Un elemento interesante que concentra “el misterio” en Juan es el momento de la muerte de Jesús. Allí, afirma Juan, Jesús “entregó su espíritu”. El grupo al pie de la cruz resume, en cierto modo, la primera Iglesia: dos personajes con fuerte carga simbólica están allí (al decir “simbólica” por supuesto que no negamos su entidad real): el discípulo amado y la madre de Jesús. Que a partir de este momento serán “madre e hijo”. Hay elementos (no tantos como los que luego desplegarán los Padres de la Iglesia a partir de Justino) para pensar en la madre como una suerte de “Eva”: hay referencia a un jardín, a una mujer-madre, a una costilla. Y hay un discípulo que es amado, que tiene profunda intimidad con Jesús en la pasión, lo acompaña en la cruz, lo reconoce resucitado y cree sin ver a Jesús. En cierto modo, la novedad que Jesús trae, la nueva comunidad de discípulos está allí en la cruz, y a ellos “entrega su espíritu”. En un instante Juan concentra pasión y envío del Espíritu, algo que luego desarrollará en el relato que nos toca comentar.


Mirando el término “espíritu”, en Juan no es muy frecuente, como lo es en otros (x19 en Mt; x23 en Mc; x36 en Lc [+ x70 en Hch] y x24 en Jn). Luego de una alusión al Bautismo de Jesús – no mencionado en Juan - habla de un “nacimiento” según el espíritu que refiere a los discípulos a partir de nuestro bautismo, a una verdadera adoración “en espíritu”, las palabras de Jesús “son espíritu y vida”. En 7,39 señala expresamente que el Espíritu lo recibirán los seguidores a partir de la glorificación de Jesús, esto es, a partir de la Pascua. Fuera de esta mención expresa, debemos esperar al discurso de despedida para escuchar hablar del Espíritu como un don. Este don, presentado como paráclito, como se ha dicho, es un modo nuevo de presencia de Jesús entre los suyos: espíritu de verdad, enviado y maestro, que no hablará por su cuenta, como también ocurre con el enviado. Luego de estos anuncios, quedan los dos textos finales a los que hemos hecho referencia: Jesús, que en la cruz “entrega su espíritu” y que a los discípulos reunidos (¿quiénes? No se dice) les entrega su espíritu en un soplo.


La comunidad de los discípulos de Jesús continúa, Jesús se va pero no se desentiende de nuestra suerte. El y el Padre envían un paráclito, alguien con las mismas características de Jesús para que los discípulos puedan vivir el testamento que ha dejado, vivir el amor los unos a los otros como él nos ha amado.



Dibujo tomado de http://ismaelojeda.wordpress.com

sábado, 28 de mayo de 2022

Los ángeles en la Biblia

                             Los ángeles en la Biblia

Eduardo de la Serna



Antes de entrar en tema es importante señalar que la palabra “ángel” es una palabra en griego que significa “mensajero” (por ejemplo, está en la palabra Evangelio) y en ocasiones se trata de un mensajero humano, como es el caso de Elías (ver Malaquías 3,1.23) o de Juan, el Bautista (Marcos 1,2). A los ángeles en cuanto seres espirituales nos referiremos.

Hablar de diferentes seres espirituales – y por lo tanto invisibles – es algo difícil, ya que nos movemos en el ámbito de las creencias, de las experiencias, de las sensaciones, de las ilusiones o fantasías, etc. Vale esto para los demonios y también para los ángeles. La tradición apocalíptica (frecuente entre los años 200 a.C y 200 d.C.), por ejemplo, empezó a hablar de los demonios como “ángeles caídos” o algo semejante. Pero, digamos, las miradas en la Biblia sobre los ángeles no son uniformes (como tantas cosas en la Biblia no lo son). Y notemos, además, que la tradición posterior al Nuevo Testamento, impulsada seguramente por la importancia dada al número siete, decía que las “categorías angélicas” eran siete: arcángeles, ángeles, querubines, serafines, tronos, dominaciones y potestades (incluso un escritor del s. VI, que remite a Dionisio, habla de 9 categorías). Curiosamente, mientras estos tres últimos no son evidentes en las cartas de Pablo, en sus discípulos – claramente – son vistos como demoníacos (ver Efesios 6,12). Los querubines y serafines en ningún momento son presentados en la Biblia como ángeles, y de los “arcángeles” sólo se hace mención dos veces (en realidad, en ambas se usa el singular, “el arcángel”, que en Judas 9 es Miguel mientras que en 1 Tes 4,16 se habla simplemente de “él”, quizás también Miguel). La tradición posterior, especialmente la legendaria, comenzó a hablar de tres arcángeles (Gabriel y Rafael, además de Miguel), luego se añadió un cuarto (Uriel) y finalmente un importante número de ellos. Propiamente hablando el “arcángel” es el ángel “primero” (en griego arjê; arjê-ággelos), por lo que es razonable que se trate de solo uno. La carta de Judas, sensible a la influencia apocalíptica, al mencionarlo lo hace en conflicto con el Diablo, que como sabemos es el jefe del ejército de los demonios. Es decir, no es improbable que en estos textos la lucha se entable entre dos generales (arjê) y sus ejércitos.

Deteniéndonos en los ángeles, es interesante notar que, salvando unos pocos textos (de los que algo debe decirse) las referencias a los mismos son siempre en los últimos escritos del Antiguo Testamento, en los escritos de esa época y en el Nuevo Testamento. Es decir, se trata de algo común en un tiempo tardío, no algo que atraviesa toda la Biblia.

En los primeros textos – y es notable en el caso de Génesis 19 – es evidente que estos personajes son un modo de aludir a Dios mismo (ver 18,1 y 2).

Notemos, también que, en un primer tiempo, en Israel la idea es que había muchos dioses y diosas, pero el Pueblo de Dios sólo debía dar culto a Yahvé, pero, luego, empieza a ir teniendo cada vez más claro que esos otros dioses no existen: sólo hay un solo Dios. Así, cuando la Biblia se traduce al griego (después del 200 a.C.) en ocasiones, allí donde decía “ídolos”, se traduce por “demonios”. Pero el mundo antiguo estaba habitado por seres invisibles benéficos o maléficos, y el monoteísmo impedía ver en ellos unas divinidades. Así, tardíamente, comienza a hablarse de ángeles y demonios. Algo que se acrecienta cuando la religiosidad judía trata de impedir nombrar a Dios. Entonces, uno de los modos de estar en contacto con Él son los ángeles (otros son el culto, los sueños, etc.; no son pocas las veces que ante un sueño el texto dice “el ángel le dijo…”). Este es el ambiente y la mentalidad vigente en la literatura judía (especialmente en la apocalíptica, como hemos dicho) y, por lo tanto, es la mentalidad cultural que también tendrá Jesús.

En los Evangelios (y Hechos) es diferente la referencia a los ángeles en general (“Dios y sus ángeles”) a lo que sería una relación personal con los ángeles. Y, en este último caso, es diferente los textos de la “infancia” de Jesús, pintados con colores del Antiguo Testamento, que la vida de Jesús. También la referencia a los anunciadores de la resurrección, que se mueve en un terreno claramente “escatológico” (es decir, que hace alusión a la llegada del final de los tiempos). Lo cierto es que en ningún texto se hace referencia a que alguien puede comunicar, pedir, rezar a los ángeles. Son, en todo caso, enviados de Dios a los seres humanos para algo muy específico.

Para que se vislumbre claramente lo que venimos diciendo, veamos un simple dato estadístico de la referencia a ángeles en el resto del Nuevo Testamento: los encontramos 10x en Pablo, 4x en cartas de sus discípulos, 5x en las cartas “católicas”, 13x en Hebreos y ¡67x! en Apocalipsis.

En Pablo son mencionados sólo como ejemplo figurativo. En la carta a los Colosenses se critica duramente el “culto a los ángeles” (2,18). En la carta a los Hebreos también se critica el culto y la importancia que se les da (especialmente en los capítulos 1-2; ver 2,16). En Apocalipsis se trata de intermediarios enviados por Dios (con frecuencia son 7, como es habitual en este texto) para la gran liturgia que es todo el libro y también los aliados de Dios en el conflicto con el Dragón (= diablo) y sus ángeles (12,7).

Señalemos, en síntesis, que la imagen de los ángeles es vista como de intermediarios de Dios con los seres humanos para transmitir un mensaje de Su parte, por ejemplo; pero de ninguna manera seres a los que se puede rezar y, menos aún, dar culto. El mediador entre Dios y los seres humanos a quien debemos recurrir, sin duda alguna, es Jesús (ver Gálatas 3,19-20; 1 Timoteo 2,5; Hebreos 8,6; 9,15; 12,24); no hay otro.

 

Foto tomada de https://pxhere.com/es/photo/1285817

miércoles, 25 de mayo de 2022

El 666 ¿es el diablo?

El 666 ¿es el diablo?

Eduardo de la Serna



Se suele escuchar, con bastante frecuencia, que hay cosas que son del diablo. Una de ellas es la referencia al número 666.

Un tema, para empezar, es la importancia que en algunos ambientes se le da al diablo (algo hemos dicho en otro texto sobre el tema); casi parece más importante que el mismo Dios. Fuera de esto, hay que señalar que en los últimos tiempos del Antiguo Testamento y durante el Nuevo Testamento (especialmente motivados por la tendencia de “alejar” a Dios de la humanidad) empiezan a proliferar los seres espirituales, ángeles y también demonios. Y en esos seres, los ángeles tienen un general para la batalla, Miguel, y los demonios al Diablo (ver Jud 9; donde como se ve, de paso, no hay una lucha entre Dios y el diablo, lo cual sería – para el mundo bíblico – algo impensable…).

En esa tendencia a presentar diferentes seres espirituales va a ocupar un lugar muy importante la literatura apocalíptica, es decir, los muchos libros judíos de la época que, aunque no estén en la lista de los libros bíblicos, sí nos aportan una gran cantidad de elementos para entender y conocer mejor el tiempo y el modo de pensar.

En esta literatura, suele plantearse, por un lado, las fuerzas del mal (el diablo) que tienen una serie de agentes para obrar la destrucción contra el pueblo de Dios, y, por otro lado, el pueblo de Dios (Israel en los apocalipsis judíos, la Iglesia en el apocalipsis cristiano) que resiste y, finalmente, vencerá (los apocalipsis son libros de resistencia y de esperanza). Ahora bien, y acá el tema, durante un tiempo breve – señalado, por ejemplo – como de 10 años, el pueblo debe resistir a los pueblos que lo oprimen y persiguen, como los griegos, en el AT o los romanos en el NT. Pero, finalmente, el pueblo de Dios triunfará un tiempo interminable – presentado como de 1000 años – sobre sus enemigos. Por eso, los pueblos adversarios son presentados como seres bestiales, en contraste con el pueblo de Dios, que es humano. Las distintas bestias son presentadas como animales espantosos, imaginados con diferentes características aterrorizantes, pero con la muerte y la violencia como emblema. Por el contrario, la humanidad, o el cordero, son signo de la vida y la paz.

En la literatura apocalíptica los colores, los animales, los números, las imágenes tienen siempre una intención simbólica, como el contraste bestias y cordero permite vislumbrar. El diablo, entonces, es imaginado como un dragón rojo (el color de la sangre, para indicar que es asesino). También se lo llama serpiente antigua, Diablo, Satanás, seductor… (Apocalipsis 12,9). Pero este dragón actúa por intermedio de una bestia que, como se dijo, representa a los adversarios del pueblo de Dios. De la bestia, se dice que recibe su fuerza dada por el dragón (13,2). Evidentemente, lo que quiere señalar es que la capacidad asesina del imperio romano (ver las "siete colinas", 17,9) contra el pueblo de Dios, es, en realidad, por motivación diabólica. No es difícil imaginar que la insistencia que era muy frecuente en Asia Menor de que se adore la imagen del emperador como a un dios (13,14) debía ser algo considerado perverso por los cristianos, algo abominable (“bestial”). Esa bestia, es blasfema y hace la guerra a los santos y los vence (13,6-7). En las ciudades, allí donde era obligatorio el culto al emperador, con ofrendas a su imagen, como el culto a un dios, se marcaban como con un sello, las manos o la frente a los participantes, y sólo los marcados podían comprar o vender. Los no marcados quedaban excluidos de la ciudadanía y de las posibilidades de relaciones mutuas. A eso se refiere con la “cifra de su nombre” y “la marca” (13,17), cifra que es "666" (13,18)..

Antes de dar un último paso es bueno recordar que, en las lenguas antiguas, los números se escribían con letras (como lo sabemos por los números romanos, I, V, X, L, etc.). Lo mismo ocurre en el griego y el hebreo. Pues bien, escribir en hebreo “Nerón césar” suma 666. El texto nos quiere decir, entonces, que los que abandonen la fidelidad a Dios para dar culto al emperador como a un dios, son instrumentos del diablo, porque el emperador y el imperio lo son. El 666, entonces, no es número del diablo, sino la actitud de aquellos que no han sabido resistir a las fuerzas imperiales. El diablo actúa por intermedio del imperio romano (y de todas las fuerzas que pretenden que el pueblo de Dios se aparte de la fidelidad al proyecto de Dios para nuestra historia) y la comunidad eclesial está llamada a la resistencia y a la esperanza para dar testimonio a todos y todas de que otro mundo es posible. Un mundo según Dios.

 

Imagen tomada de https://culturacientifica.com/2017/03/08/666-numero-la-bestia-1/

martes, 24 de mayo de 2022

Mensaje curas opp ante la situación actual (24 de mayo 2022)

 Escuchar el clamor de la tierra como el clamor de los pobres


«Así son los ricos: por haberse apoderado primero de lo que es de todos, se lo apropian a título de poseedores. Si cada uno tomara lo que cubre su necesidad, y se limitaran a dejar lo demás para quienes lo necesiten, nadie sería rico, nadie pobre» (San Basilio [330-379], homilía sobre la parábola del rico insensato)

A lo largo de diferentes momentos de nuestra historia reciente, en momentos que nos parecían importantes pronunciar una palabra tratamos de hacer nuestra la voz y el clamor de los pobres. No somos sus delegados, pero sabemos que nuestro corazón pastoral trata de latir al ritmo de sus fiestas y duelos, gozos y esperanzas, angustias y tristezas.

Estamos por celebrar un nuevo aniversario de la decisión de vivir como un pueblo libre, justo y soberano, en medio de un clima de desazón y desconcierto. Un clima que puede ser peligroso. Tenemos claro que hay opciones que solo serían de destrucción o de suicidio colectivo. Uno, que pretende ser candidato el año próximo, ya hizo públicas sus propuestas de reformas laboral y previsional. Pero no vemos menos desconcierto en el gobierno.

Repetimos lo dicho en nuestro mensaje al concluir nuestro reciente encuentro nacional, nuestra opción no es por tal o cual partido o candidato o candidata, es por las y los pobres. Y creemos que, mientras algunos parece que solo se miran a sí mismos o miran con pocas o contadas aspiraciones las próximas elecciones presidenciales, el pueblo, los pobres del pueblo, no sabe cómo hacer para que llegue la comida a su mesa. Muchos recurren a comedores, llevan sus hijos a comer a las escuelas, recurren a Cáritas u otras instituciones, pero el trabajo digno, con un salario también digno es cada vez más una utopía. Creemos que el gobierno se ha olvidado de los pobres, que las políticas, dictadas desde el exterior (políticas económicas, pero también de relaciones internacionales, de infraestructura, sociales y hasta educativas), no dan respuestas y alientan el desánimo.

No nos interesa el 2023, nos interesan los pobres, lo repetimos, y los pobres no figuran ni en las políticas oficiales, ni en los sindicatos o movimientos sociales y – menos todavía – en la oposición.

Respetuosamente pedimos al gobierno un urgente cambio de rumbo (que, probablemente, implique cambios de nombres), y la firme decisión de enfrentar con firmeza a los responsables del hambre y la injusticia. Las enormes ganancias de los que se enriquecen con la crisis y el hambre y el temor al reclamo de socialización de las riquezas no es lo que se votó cuando dijimos ¡basta! al neoliberalismo. No hacemos sino responder al presidente que pidió que lo ayudemos a corregir las cosas que están mal. No hay injusticia sin injustos, no hay pobreza sin ricos que acumulan (al menos en nuestro país), no hay mentiras sin mentirosos, ni odio sin odiadores. Estamos convencidos que los pobres de la patria sabrán agradecer y acompañar nuevos rumbos que los tengan en cuenta. Y con ellos estaremos caminando y cantando.

 

Grupo de Curas en Opción por los pobres (*)

 

24 de mayo de 2022

(7º aniversario de la encíclica del Papa Francisco, Laudato Si y vísperas de un nuevo aniversario del Primer Gobierno Patrio)

Comentario domingo de Ascención "C"

¡A trabajar! El anuncio de la buena Noticia del Reino nos está esperando

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR 


Eduardo de la Serna





Lectura de los Hechos de los apóstoles     1, 1-11

Resumen: Como el comienzo del Evangelio, el comienzo de Hechos muestra el despliegue de los preparativos para el fiel cumplimiento de la misión. Los Apóstoles deben continuar la obra de Jesús expandiendo por todas las regiones la Palabra de Dios hasta que Él vuelva. Aunque antes, deben esperar la fortaleza que Dios mismo le garantiza con el envío del Espíritu Santo.

Lo que llamamos “Ascensión” es una creación literaria-teológica de Lucas. Con ella finaliza su Evangelio (como se ve en el día de hoy) y con ella comienza su segundo volumen, este texto de Hechos de los Apóstoles. Por un lado, se puede ver que hay un enlace entre el final de uno y el comienzo de otro, y a su vez un paralelo entre ambos comienzos. Lucas quiere mostrar claramente que hay una estrecha relación entre la predicación de Jesús y la predicación de la comunidad cristiana. Veamos esquemáticamente ambos paralelos, y algunos elementos del texto que la liturgia nos propone.

Paralelos entre el final de Lc y el principio de Hch

Lucas
temas
Hechos
24,13-43
Pruebas de que vivía
1,3
24,4
dos hombres vestidos
1,10
24,10
mujeres con los apóstoles
1,14
24,47
predicar a todas las naciones comenzando por Jerusalén
1,8
24,48
ser testigos
1,8
24,49
promesa del Padre
1,4
24,49
no se vayan de Jerusalén
1,4
24,51
elevado al cielo
1,9

Paralelos entre el comienzo de Lucas y el comienzo de Hechos

Lucas
temas
Hechos
1,1-4
introducción a Teófilo
1,1-3
4,2
40 días antes de la misión
1,3
4,1.14.18
comienzo por medio del Espíritu Santo
1,2
4,43 (ver 1,33)
Reino de Dios
1,3
3,16
Juan bautizó con agua
1,5
3,3
proclama de arrepentimiento
2,38
1,21.22.39.41
Cumplimiento de las leyes
1,12
6,12-16
elección de los Doce
1,16-26
3,22
Llenos del Espíritu Santo
2,1-4
3,21
... del cielo
2,2
3,22
un ruido
2,6
4,18-21
después del envío del Espíritu se cumple la Escritura
2,14
4,24 (25-30)
profeta (por el Espíritu)
2,17-18
4,36
milagro, asombrar
(thambô, sólo aquí [y Lc 5,9] en todo el NT)
3,10
5,1-12; 27-28; 6,12-16
la comunidad crece
2,17-18
9,51
tomó la decisión de ir a Jerusalén
19,21
13,33
dispuesto a morir en Jerusalén
21,13
23,18
reclamo de muerte
21,36
23,1
tribuno romano
21,37
20,20; 21,12
procurador
23,24.26; 24,1
23,8-12
ante el “rey”
25,13
24,27.44
cumplimiento de la Ley y los Profetas
24,14; 28,23
24,48
testimonio de Jesús
28,23

De todos modos, detengámonos en algunos elementos que hacen a una mejor comprensión del texto. No sólo son evidentes los paralelos que hemos destacado. Hay aspectos valiosos a considerar. Por ejemplo: si bien el tema del “reino de Dios” es tema fundamental en la predicación de Jesús, no es tema aparentemente importante en Hechos. Sin embargo, no podemos descuidar que el tema se encuentra presente en los momentos clave de este libro, y también en el comienzo y en el final (1,3.6; 8,12; 14,22; 19,8; 20,25; 28,23.31). Del mismo modo que antes de comenzar su ministerio Jesús pasa 40 días en el desierto (Lc 4,2), la Iglesia se encuentra con Jesús 40 días, antes de empezar el suyo (algo especialmente significativo si recordamos que en el Evangelio de Lucas, Jesús asciende el mismo día de su resurrección; es evidente que Lucas quiere destacar aquí el número 40; ver Hch 1,3). El encuentro con Jesús, como es frecuente en el Evangelio se da en el marco de una comida, del mismo modo que se destaca la centralidad de Jerusalén para la misión evangelizadora (v.4) y se prepara la venida del Espíritu Santo para esta misión (del mismo modo que ocurrió con Jesús.  Se pone en paralelo expresamente el bautismo de Juan con el que empieza el ministerio de Jesús con la venida del Espíritu (v.5) y se continúa destacando la centralidad del tiempo – tema característico de toda la obra de Lucas - (v.7). Hay consenso general entre los estudiosos que el v.8 es clave en toda la obra de Hechos: así como Lucas tiene una clara distribución geográfica e histórica, también esto se puede ver en Hechos. Pero no es “meramente” una distribución en orden a lo “narrativo” sino con explícita intencionalidad teológica. Así como Jesús en todo su evangelio se dirige a Jerusalén “porque no debe un profeta morir fuera de Jerusalén” (13,33), aquí se señala que el Evangelio y su testimonio se entenderán “en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra” (v.8). Es por eso que cuando Pablo llega a Roma (el acceso a “los confines de la tierra, porque “todos los caminos conducen” a ella) Lucas puede terminar su obra sin contarnos que le sucedió a Pablo. Su lema – a lo largo de la obra - es que “la palabra (de Dios) crecía” (6,7; 12,24; 19,20) y crece tanto que llega hasta la capital del imperio. Mirando la estructuración de Hechos puede verse que toda la primera parte muestra cómo se predica en Jerusalén, luego en Judea y Samaría, y la palabra crece hasta llegar a Antioquía, Asia Menor, Europa, y finalmente hasta Roma. El “programa” del v.8 se despliega a lo largo de todo el libro.

En este marco, luego de haberle señalado a los apóstoles su misión, es que ocurre la ascensión. Jesús ya puede irse, tiene quienes continúen su tarea. El modo de elevarse es con características propias de las teofanías (manifestaciones de Dios), nube, cielo, hombres vestidos de blanco, y finalmente la confirmación de la visión. La palabra de los hombres marca también el sentido teológico de Hechos: Jesús vendrá del mismo modo que se lo vio partir, ¿qué hacen mirando al cielo? Es decir: “¡a trabajar!” Jesús va a volver y hasta que vuelva, a ustedes les toca anunciar el Evangelio, hacer que la palabra de Dios crezca y se anuncie en todo el mundo. Entendido en este sentido, Hechos no ha terminado, seguimos en el “tiempo de la Iglesia” y debemos continuar la tarea de la Evangelización.
La Ascensión es como un juego de postas: ahora les toca a los sucesores, los apóstoles (que en Lucas son los Doce). Esto también se destaca en Hechos de un modo claro, luego le tocará a otros (los Siete, Bernabé y Pablo) y más tarde a otros, “los presbíteros”. El anuncio del reino debe continuar hasta que Jesús vuelva como se lo vio partir. Pero para que este pueblo profético pueda desempeñar su misión, debe estar acompañado por el Espíritu Santo, que es el gran responsable de la tarea evangelizadora. Pero la venida del Espíritu, el próximo paso antes de comenzar la misión, será en unos pocos días más.



Lectura de la carta a los cristianos de Efeso     1, 17-23


Resumen: La estrecha unión entre Cristo y su Iglesia marca un camino. Allí donde ya está el Señor se dirige su “Cuerpo”. Utilizando los Salmos el autor muestra que Jesús ya está junto a Dios habiendo vencido a las fuerzas del mal y la muerte y hacia donde nos dirigimos.

Después de un interesante Himno eclesial (1,3-14) el autor, un discípulo de Pablo, se dirige a los destinatarios (¿una comunidad? ¿una “carta abierta”?), haciendo expresa referencia a la misión de la Iglesia en medio del mundo (pagano). El autor señala que esto que destacará es lo que él pide a Dios en sus oraciones, por lo que el texto es claramente una “oración”. Si se ve atentamente, estamos ante una oración larguísima, sin punto desde el v.15 hasta el v.21. Los vv.22 y 23 constituyen finalmente la conclusión, o la motivación, que es la estrecha relación entre Cristo y su Iglesia, tan estrecha como la de un cuerpo con la cabeza.

En la oración, fundamentalmente lo que el autor pide para la Iglesia es que “conozca”. Sabemos que “conocer”, en el mundo bíblico es una experiencia profunda del objeto, no se trata de algo expresamente “racional”, o intelectual. Pide que Dios, “el Padre de la gloria”, el “Dios de nuestro Señor Jesucristo” les  conceda “espíritu de sabiduría y revelación” precisamente para “conocerlo perfectamente”. De ese modo, podrán profundizar tres elementos importantes: la esperanza en la llamada, la riqueza de la gloria y la grandeza del poder desplegado en la Pascua. Es decir, conocer a Dios implica conocer su intervención activa en la historia de la salvación, llegada a su plenitud en el “acontecimiento Cristo”. Pero esto es imposible sin el espíritu (no pensemos aquí que se refiera explícitamente al Espíritu Santo personal) de sabiduría, esto es la capacidad de comprender, el reconocer el paso de Dios en la vida, y de revelación, es decir la explícita manifestación de Dios que aclara, interpreta la historia. Sin dudas esto es necesario e imprescindible para reconocer el obrar de Dios que a continuación explicitará como llamada, gloria y poder. Pero todo esto es “en relación” a la comunidad, la esperanza es “a la que fuimos llamados”, la gloria es “en herencia a los santos” y el poder manifestado en la resurrección y ascensión es “poder para con nosotros”. La relación de la Iglesia con Cristo es inseparable. Es interesante notar (aunque aquí sólo es insinuado y desarrollará más adelante, esta unión de los creyentes con Cristo es tan plena que así como Cristo está resucitado y sentado junto a Dios, del mismo modo, estando plenamente unidos a Cristo, los creyentes ya están resucitados y sentados conjuntamente a él (2,6) a fin de “mostrar la sobreabundante riqueza de su gracia".

Esta estrecha interrelación se expresa en la conclusión con la metáfora del cuerpo y la cabeza. No es unánime entre los estudiosos la afirmación de que la imagen esté tomada del ambiente estoico, o quizás también (pre) gnóstico, Lo cierto es que la imagen alude a –por un lado - una estrecha interpenetración, y también a un sentido de superioridad. La cabeza es, aparentemente, la conducción en este caso. No parece que deba entenderse en sentido de precedencia, sino de gobierno. El tema “cabeza de su cuerpo, la Iglesia” es tema recurrente en Colosenses y Efesios (Col 1,18.24; 2,10.17.19; 3,15; Ef 1,22-23; 2,16; 3,6; 4,4.12.15; 5,23.30; ver Ef 1,10). Esta comunión entre cuerpo y cabeza permite la esperanza ya que nos “precede como Cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza” (Prefacio).

Es interesante señalar que esta “elevación” es “por encima” de todo “principado [arjê], poder [exousía], virtud [dynamis] y señorío [kyriótês]”. Estos extraños personajes (ver 3,10; 6,12; Col 1,16; 2,10.15) parece que deben entender como por poderes “de este mundo”, como personajes diabólicos, fuerzas del mal que son vencidas por Cristo aunque parezcan “todopoderosas”. Todo (panta) está puesto “bajo sus pies” constituido “cabeza del cuerpo” (v.22-23). Y así es “la plenitud del que todo en todo es plenificado” (así parece conveniente leer literalmente el versículo conclusivo). La fórmula “todo bajo sus pies” está tomada del Sal 8,7 y se refiere al “todo” de la creación sometido al señorío del ser humano que es “apenas inferior a un Dios” (v.6). Sin embargo, otro salmo está en el trasfondo de la idea de la ascensión al destacar al resucitado como “sentado a la diestra (de Dios) en los cielos” (Sal 110,1). Aquí volvemos a encontrar la idea de “los pies”, aunque en este caso se refiere explícitamente a los vencidos (cf. Jos 10,24). El rey se sienta a la derecha de Dios que lo guiará para triunfar sobre los enemigos, “quebrará a los reyes” (enemigos, v.5). Este Salmo fue muy utilizado por el primer cristianismo (ver Hch 2,33.35; Mc 12,35-37) para aludir a la resurrección (y el autor de Hebreos encuentra en el v.4 elementos para profundizar el sentido sacerdotal del Mesías). La ausencia de Jesús, el haber sido resucitado por Dios supone que Dios lo ha “llevado” junto a sí, y “sentado a su derecha”. El Salmo, que está en el trasfondo de este y otros textos es claramente usado por el cristianismo primitivo para mostrar que las Escrituras ya aludían a la resurrección de Jesús.



Evangelio según san Lucas     
24, 46-53


Resumen: Los testigos de la aparición de Jesús reciben el encargo misionero de predicar. Pero deben permanecer en Jerusalén a la espera del Espíritu Santo prometido. Así Jesús puede irse y “pasar la posta” a los suyos que – bautizados por el espíritu” - podrán continuar con la obra misionera. Ahora Jesús puede separarse de los suyos.

La primera parte del texto que hoy se nos propone, ya lo hemos comentado en el 3er domingo de Pascua (vv.35-48 [remitimos a ese comentario]). En él, se había cortado el final de los dichos de Jesús: la promesa del Espíritu Santo y el mandato de permanecer en Jerusalén. Y el texto (y todo el Evangelio) concluye con la Ascensión y el regreso de los presentes (el último grupo mencionado son los Once, los que estaban con ellos y los dos peregrinos a Emaús, 24,33) a la ciudad donde “permanecen en el Templo”.
Como ya hemos comentado la primera parte, y más arriba mostramos la relación entre esta unidad y el comienzo de Hechos, nos limitaremos simplemente a los elementos nuevos:

La responsabilidad de los discípulos de ser testigos y predicar no puede desempeñarse sin un firme compromiso de Dios con los llamados (y las llamadas). Es para eso que se compromete a enviar “la promesa”. Esta “promesa” queda sin ser especificada, y es repetida en Hch 1,4, pero aquí es aclarada: “a los mismos a los que se les apareció” les dijo que así como Jesús fue bautizado por Juan, “serán bautizados en Espíritu Santo” y – más adelante - “recibirán la fuerza del Espíritu Santo” (v.8). Para esperar el cumplimiento de esta “promesa” deben aguardar en “Jerusalén”. Es interesante que mientras Marcos y Mateo suponen que el resucitado se “aparece” a los suyos en Galilea, en Lucas todo esto ocurre en Jerusalén. La ciudad no sólo es hacia donde debe dirigirse Jesús en su ministerio porque es el lugar de la muerte de los profetas, sino que es el lugar desde el que la misión se dirige a todas las naciones. Cuando sean “revestidos de poder” (= bautismo en Espíritu) comenzarán con la misión de “predicar en su nombre… a todas las naciones comenzando por Jerusalén” (24,47). Todo el “terreno” de la misión que comenzará en Hechos está siendo preparado.
Una vez hecho esto, Jesús los lleva cerca de Betania (que queda “cerca de Jerusalén, como unos quince estadios” Jn 11,18 [el estadio son 185 mts, es decir menos de 3 kms]). La escena final está cargada de elementos interesantes: “alzó las manos y los bendijo” (“levantar” es frecuente en Lucas, (x11 de las 19 veces de todo el NT; incluso la ascensión es presentada como “fue levantado” en Hch 1,9). La ascensión ocurre “mientras los bendecía”, así se “separó” de ellos (el verbo sólo ocurre 3 veces en el NT y las 3 en la obra de Lc: 22,59; 24,51 y Hch 27,28). Finalmente se destaca que “fue llevado” (la voz pasiva indica que fue llevado por Dios) al cielo. Estos tres verbos – bendecía, separado, llevado - resaltan la importancia del hecho. La referencia a que «ellos» “se postraron ante él” debe omitirse ya que no se encuentra en los mejores manuscritos. Volvieron a Jerusalén, tal como les estaba dicho, llenos de “gozo”, nuevo tema característico de Lucas (comparar con el “todavía algunos dudaron” de Mt 28,17): 1,14; 2,10; 8,13; 10,17; 15,7.10; 24,41.52) y “estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”. La presencia de los apóstoles y discípulos en el Templo es algo sabido en Hechos (2,46), que presenta al comienzo a los padres de Jesús como fieles cumplidores de la ley, y ahora a los seguidores de Jesús en una misma tónica.

Dejando el encargo a los suyos, prometiendo de parte del Padre el don del Espíritu que no los dejará solos, Jesús es separado, el Espíritu vendrá para fortalecer a la Iglesia para dar testimonio y predicar “a todas las naciones”. La misión está por comenzar.

El video con el Evangelio puede verse en:
https://blogeduopp1.blogspot.com/2022/05/video-con-comentario-al-evangelio-de-la.html
o también en:
https://youtu.be/6jf3rcw7MN4

Dibujo de Cerezo Barredo