martes, 29 de marzo de 2016

Una nota sobre las metáforas animales

Una nota sobre las metáforas animales

Eduardo de la Serna



Una metáfora, se sabe, es una imagen literaria que permite al lector u oyente profundizar un aspecto que traspasa del significado al significante. Si se dice que Hércules es (como) un león, ciertamente no se hace referencia a su cabellera, sino a su fuerza y fiereza, si se afirma que alguien es un perezoso, se alude a su inacción, no a sus uñas… Es cierto que no siempre las metáforas son bien escogidas, o no siempre son comprendidas, sea por defecto del emisor o del receptor. Si no es bien “visible” el significado puede opacarse el sentido. Del mismo modo que si no es “avezado” el receptor puede entenderse mal la metáfora. Un ejemplo que se me ocurre, en este sentido, es la actitud de algunos sectores cuando se utiliza la imagen de Jesús como pastor que afirman “nosotros no somos rebaño”. Esta afirmación es cierta, y no estoy dispuesto a discutirla, no debemos ser vistos como mansos corderitos que son llevados al arbitrio de conductores, y hasta el mismo matadero. La imagen del pastor es una metáfora político-religiosa de Israel que alude a los dirigentes, a los líderes. Y ahí termina la metáfora, ir más allá o pretender más del dicho es pasar de la metáfora a una suerte de análisis que supera el sentido “visual” de la imagen.

El lenguaje es apto para las metáforas (tan frecuentes en la poesía, por ejemplo) y también en lo cotidiano. Se utiliza tanto ofensiva como halagüeñamente, tanto explicativa como sorprendentemente… Y en esto, la imagen animal – con acierto biológico o sin él – se usa con asiduidad. Algunos elementos se utilizan para destacar sencillas cualidades: ver como un lince o un águila, robusto como un toro, afectivo/a como un gato, gordo como un cerdo… No importa si hay animales (o vegetales, como es el caso del grano de mostaza o el cedro, usados en la Biblia, por ejemplo) que serían más apropiados (un rinoceronte es más robusto que un toro, el grano de orquídea es más pequeño que el de mostaza), lo importante es que el auditorio comprenda la imagen y esta quede reforzada visualmente.

En este sentido, quisiera hacer referencia a algunas metáforas adecuadas a nuestro tiempo. El gorila es, sin duda, un ejemplo que tiene ya muchos años de uso en el lenguaje político. Se refiere a la actitud violenta y agresiva ante la que se ha de temer. El término nace a partir de un programa de radio en el que un personaje en la selva ante cada ruido extraño se llenaba de miedo y decía “deben ser los gorilas, deben ser”. La actitud revanchista que provocaba el lógico miedo de ser bombardeado, secuestrado, torturado, encarcelado políticamente aplicó el término que quedó firme desde entonces (1955, luego del golpe militar que derrocó el gobierno popular de Juan Domingo Perón). Los sectores críticos del gobierno de Cristina Fernández empezaron a decirle “yegua” (en realidad no es la primera vez que se utilizó políticamente el término). La imagen equina es usada despectivamente al estilo del “noble bruto”, luego ampliada machistamente. En los últimos tiempos se ha utilizado recurrentemente la imagen de los “buitres” en el sentido de resaltar a quienes se alimentan de carroña. Referida a unos “fondos económicos” se destaca a quienes esperan la muerte de un país, o su inanidad para alimentarse económicamente. En otro lado he señalado que sería preferible aludirlos como “vinchucas”, pero he sido derrotado en la metáfora. De todos modos, ante la presión del actual gobierno, que “con dólares en la mano” amenaza gobernadores y senadores, la imagen de los buitres ha desaparecido para denominarlos en inglés (¡es más cool!): holdouts. A lo mejor, siendo que en muchas culturas la serpiente, por no ser vista y morder el talón inesperadamente, por estar oculta, por conducir a la muerte, por ser fría y venenosa es imagen de la traición. A lo mejor algunos empiecen (empecemos) a pensar y hablar de legisladores serpientes. Y a lo mejor, así como se ha dicho que la mariposa era un guerrero que volvía en la mitología azteca, también podamos recordar que para esta misma cultura el lugar para vivir sería allí donde un águila devorara una serpiente sobre un nopal. La visión del águila nos permitirá ver las serpientes venenosas y confiar en un mañana en el que volvamos a tener una casa para todas y todos.



Comentario pascua 2C

El resucitado es el crucificado

Segundo domingo de Pascua (3 de abril)

Eduardo de la Serna




Lectura de los Hechos de los Apóstoles     5, 12-16


Resumen: La comunidad anuncia a Jesús pero también continúa con su ministerio de predicar y hacer signos y prodigios ante el mundo. Lo anuncia con hechos y palabras.

Después de desarrollar una serie de relatos que nos preparan para el surgimiento del primer grupo de discípulos (“movimiento de Jesús”), y antes de dar comienzo a la misión de la Iglesia, Lucas nos presenta un sumario (el tercero), es decir una síntesis de lo que hace la comunidad. El texto a primera vista parece un poco confuso e irregular, por ejemplo, afirma que “nadie se atrevía a unirse al grupo” y a continuación “que el número crecía”. Súbitamente el relato pasa a hablar de Pedro dejando el “todos” con el que había comenzado. Pero veamos:


Después de dos sumarios (2, 42-47; 4, 32-35) se alude expresamente a que “por mano de los apóstoles” se realizaban terata kai semeía, «prodigios y signos». Esta frase se repite en 2,22.43; 4,30; 5,12; 6,8; 7,36; 14,3; 15 12. Es una fórmula que proviene de los LXX, la Biblia griega, donde frecuentemente describe las acciones extraordinarias de Dios en favor de Israel por intermedio de los profetas (por ejemplo, Ex 7,3; Dt 4,34; 28,46; 29,2; 34,11; Sal 135,9; Is 8,18). Hasta ahora, el que hablaba y obraba era Pedro, y acá se aludirá a los “apóstoles” que en Lc-Hch refiere habitualmente a los Doce (es de él que viene la frase “los doce apóstoles”; en otros textos del NT es diferente). Como en 3,11 esto ocurre en el pórtico de Salomón (ver Jn 10,23). Testigo de estos “signos y prodigios” es el pueblo (v.12) que habla elogiosamente de los apóstoles (v.13) lo cual ciertamente aumenta el honor del grupo. Ahora bien, ¿quiénes son “los otros” que no se atreven a juntarse? Puede deberse a algunos impactados y con temor por lo ocurrido con Ananías y Safira (5,1-11) o gente que está en otra parte del templo distante de donde se juntan los discípulos, no es algo evidente en el texto. Como es habitual en él, Lucas exagera afirmando que van “todos” al encuentro y “todos” son curados (v.12.16; recordar, por ejemplo, el “todos” de Lc 15,1-2). Así el número de “creyentes” sigue creciendo (ver 2,41.47b; 4,4). Ya se había señalado – en un sumario anterior - que “todos los creyentes vivían unidos” (2,44) y tenían “un solo corazón y una sola alma” (4,32); aquí se señala que están con “un mismo espíritu” (“unánimes”, v.12b). Este término, salvo una vez en Rom 15,6 es exclusivo de Hechos en el NT (x10). Se aplica a la oración “unánime” de la primera comunidad (1,14; 4,24), unánimes van al templo (2,46) y en general indica algo hecho de común acuerdo, en conjunto y unidad. Es interesante que sea algo que se dice insistentemente de las comunidades ideales que Lucas presenta de modo idílico en los comienzos del libro. Este grupo es calificado de “multitud” (vv.14.16), y expresamente son señalados “varones y mujeres”. Desde el comienzo las mujeres son destacadas en la comunidad (1,14), tanto varones como mujeres son encarcelados (8,3; 9,2; 22,4), ambos géneros hacen crecer la comunidad (8,12; 17,4.12; 21,5) además de aquellas mujeres mencionadas por su nombre como Tabitá, Lidia, Prisca y otras. Siendo que las encontramos desde el comienzo, es lógico suponer que cada vez que se hable de “la comunidad”, “los discípulos” o que cada vez que se utilice un plural, debamos reconocer también a las mujeres en ese grupo.


Abruptamente en v.15 parece retomar la tradición de Pedro que encontrábamos en los primeros capítulos. Algunos lo ven como ruptura. De hecho el sumario es muy semejante a Mc 6,35-36, texto que Lucas no pone en el mismo lugar que Marcos, quizás reservándolo a fin de ponerlo aquí. No es la única vez que Lucas omite algo de Jesús en Marcos en el cuerpo del Evangelio y lo pone – pero aplicado a discípulos - en Hechos; por ejemplo ver Mc 16,64 / Hch 6,11; Mc 15,11 / Hch 6,12; Mc 14,57-58 / Hch 6,13-14 o Mc 4,12 / Hch 28,26-27. En este caso, el sumario aplicado a Jesús por Marcos, se aplica a Pedro (y uno semejante se aplicará más adelante a Pablo, en otro paralelo típico de Hechos entre estos dos personajes, 19,11-12; es típico también de Hechos mostrar que cosas que hace uno, también las realiza el otro).


Continuando la obra sanadora y exorcista de Jesús la comunidad primitiva da comienzo a su  ministerio de anunciar el Evangelio.






Lectura del libro del Apocalipsis     1, 9-11a. 12-13. 17-19

Resumen: una visión inaugural muestra a Jesús que se dirige a "Juan" presentándose a sí mismo para que luego él se dirija a las Iglesias con características que el A.T. atribuye a Dios.


Después de una breve introducción (1,1-3), el libro del Apocalipsis empieza con un canto litúrgico conducido por un guía y respondido por la asamblea (1,4-8). Terminado el canto (algo que será muy frecuente e importante todo a lo largo de un libro con grandes párrafos litúrgicos) nos encontramos con la primera visión, preparatoria a lo que vendrá (las visiones preparatorias son algo también habitual en el libro). Jesús mismo se le presenta al “vidente” y se manifiesta. Esto será una suerte de introducción a los próximos dos capítulos, las cartas a las 7 Iglesias. Así se ha dicho – quizás de un modo algo simplista - que en 1,4-8 el texto habla a Jesús, en 1,9-20 se habla sobre Jesús y en 2-3 es Jesús mismo quien habla.


El vidente se presenta como “Juan”. Siendo que es propio de la literatura apocalíptica la “pseudonimia”, es decir poner el texto bajo el nombre de grandes personajes históricos como Moisés, Adán y Eva, Henoc, Daniel, Baruc quizás se trate de una alusión simbólica. Así en este libro parece aludirse a la tradición de algún gran personaje de antaño, quizás al apóstol. De todos modos, el texto empieza aludiendo al “testimonio” a causa del cual el autor se encuentra en una isla, Patmos. “Testimonio” en griego es “martyría”, otro tema característico de la literatura apocalíptica, propia de tiempos martiriales.


Lo que vendrá a continuación es una “visión” ocurrida el “día del Señor” con lo cual retomamos el clima litúrgico. Se le encarga al vidente escribir a las siete iglesias lo que verá, con lo que prepara los próximos dos capítulos. De hecho, cada carta empieza con una referencia al remitente de la misma aludiendo a un aspecto diferente de esta visión (“esto dice el que tiene las siete estrellas…”, “el que tiene la espada aguda de dos filos”, etc.). 

La “visión”, en realidad comienza en v.12 ya que antes nos encontramos frente a una “audición”. La descripción del personaje comienza entre siete candeleros de oro y finaliza describiendo que “en la mano tiene siete estrellas…”. Lo que se destaca del personaje es que es “como un hijo de hombre”, y a continuación se señala su vestimenta, su cabellera, ojos, pies. La mayor parte de estas descripciones remiten a textos del A.T., particularmente del libro de Daniel, una nueva característica de todo el libro que alude constantemente a textos del AT. Sobre el libro de Daniel es importante señalar que si bien es cierto que habla de un “hijo de hombre” (7,13) éste es puesto en contraste con cuatro bestias que representan cuatro pueblos opresores de Israel (probablemente babilonios, persas, y griegos, ptolomeos y seléucidas). A diferencia de estos, el hijo de hombre también representa un pueblo, Israel, que en contraste con la deshumanización bestial de los otros viene a inaugurar una era de humanización. Esta figura, el hijo del hombre, sin embargo, fue adquiriendo características más personales con el paso de la literatura apocalíptica. En nuestro texto, concretamente, se refiere sin dudas a una persona individual y personal (es interesante que los nombres-títulos “Jesús” y “Cristo” no son muy frecuentes en el Apocalipsis, (x14 y x7 respectivamente) pero indudablemente se refiere a Él.


Ante esta visión, “Juan” cae en tierra – algo que en la Biblia ocurre cuando se está frente a Dios - y nuevamente “escuchamos” la voz que – en este caso - interpretará lo que ha visto y prepara lo que sigue. El que habla se presenta como “el primero y el último” (v.17), el primer título es dado a Dios en el AT (Is 44,6) y en este libro se traspasa a Jesús (nueva característica de esta obra es aplicar a Cristo títulos propios de Dios). Pero esto es interpretado a partir de la muerte y resurrección de Jesús: “estaba muerto, pero vivo”, por eso es “el viviente”. Y por eso es el que tiene la llave capaz de liberar de la muerte (v.18) a los que residen en ese “lugar” (= el Hades). La característica de Jesús vivo por la resurrección de entre los muertos será un elemento más de los muchos que atraviesan todo el libro (p.e. ver 5,6; 14,1). Y concluye señalando que debe escribir lo que es y lo que sucederá. Sin duda se refiere al presente de la/s Iglesia/s, en su situación de tensión y conflicto y su promesa de plenitud a los que se mantengan fieles (los “testigos”). El intérprete (que haya alguien que interprete – generalmente un ángel - también es algo característico de los apocalipsis) aclara que los candelabros y las estrellas son los siete ángeles de las siete iglesias a los que dirigirá la palabra (y la orden de escribir) en los siguientes dos capítulos.


Lo cierto es que “el que vive” por la resurrección (“para siempre”) da el sentido al presente de las comunidades, se dirige a la realidad concreta de las Iglesias y las invita a modificar de actitud o mantenerse en fidelidad, según sea el caso, para que los tiempos críticos en los que se escribe la inviten a mirarse en el “hijo del hombre” y dejarse conducir por él.




Evangelio según san Juan    20, 19-31



Resumen: en dos escenas Jesús se aparece a su comunidad otorgando los dones plenos esperados para el final de los tiempos. Por otra parte, se resalta la identidad entre el resucitado con el crucificado en los signos visibles de la cruz, pero - como el discípulo amado - el Evangelio se dirige a quienes creerán sin ver y así alcanzarán la vida plena de Dios.

El día de la resurrección está concluyendo. De madrugada, María Magdalena fue al sepulcro (20,1); más tarde María se encuentra con Jesús a quien confunde con el “jardinero” (20,15) y lo comunica a los “discípulos” y al atardecer de ese mismo día tiene lugar la aparición a “los discípulos”. No sabemos quiénes eran los que estaban en este relato (por lo cual “los discípulos” como conjunto son los que deben ser tenidos en cuenta en el relato), sólo sabemos quién faltaba: Tomás, que será el protagonista, junto con Jesús, de la próxima y última escena. Esta unidad tiene entonces dos partes separadas por una semana (a fin de que la nueva aparición del resucitado vuelva a ocurrir en domingo). La ausencia y presencia de Tomás marca el elemento - nuevo en la segunda - que las relaciona, pero no hace falta caer en el fundamentalismo de preguntar si entonces Tomás no recibe los dones dados por Jesús en la primera visita.


Empecemos señalando que la presencia de Jesús con las puertas cerradas (v.19.26) parece intentar aludir a que Jesús no ha vuelto a la misma vida pasada: su cuerpo es el mismo, pero es a su vez distinto, es glorificado. Como en la escena que sigue, las palabras de Jesús reconocen el don de la paz (shalom, algo necesario en medio del “temor”; no es justo decir que la paz ya está entre ellos – a causa de la ausencia de verbo, lit. “la paz con ustedes” - ya que el temor y la alegría posterior parecen desmentirlo) que Jesús les otorga (vv.19.26) y a continuación “les muestra las manos y el costado” reforzando así la idea de que “el resucitado es el crucificado”, continuidad y diferencia. Esto dicho anticipa la escena de Tomás, pero también nos adelanta que lo que dirá luego de los que “creen sin ver” no se refiere a los discípulos sino a los lectores del Evangelio.


La alegría y la paz nuevamente otorgadas tienen una nueva dimensión. No se trata simplemente de repetir un saludo y que los discípulos se “alegren” por verlo resucitado, la “paz” y la “alegría” son dones escatológicos, como es escatológico todo el ambiente de esta escena. La resurrección de Jesús empieza a derramar sobre los suyos, los discípulos, los dones esperados para el final de los tiempos. Precisamente el gran don, el que engendra los anteriores, es el Espíritu que ahora entrega el resucitado. Nosotros lectores ya sabemos que sobre el pequeño grupo al pie de la cruz – los creyentes representados en la madre y el discípulo amado - se ha dado el espíritu (19,30), como estaba anunciado (7,39). Pero el espíritu – ver los dichos del Paráclito (ver 14,16.26; 15,26; 16,7, siempre en el discurso de despedida) - no se derrama sobre el pequeño grupo, sino sobre todos los creyentes para ser testigos (20,22; ver 15,26-27).


Ahora bien, como se puede ver en una lectura integral de todo el Evangelio, uno de los elementos centrales de la cristología joánica es presentar a Jesús como “enviado” del Padre. El “enviado” (semítico: “sheliah”) es una institución característica para la cual la persona tiene “la misma autoridad que tiene quien lo envía”, es decir, lo que dice, lo que decide, lo que deja de hacer es el mismo ‘enviador’ quien lo hace. Siendo Jesús “enviado del Padre” evidentemente pronuncia su misma palabra, opera sus mismas obras como queda claro todo a lo largo del Evangelio. “Enviado” en griego se dice con dos términos, pempô y apostellô (de donde viene “apóstol”). Así podemos decir que en el cuerpo del evangelio de Juan sólo hay un “apóstol” que es Jesús. Sin embargo, una vez resucitado, Jesús “envía” a sus discípulos así “como el Padre me envió” (ver 13,16.20; 17,18), y – en coherencia con los textos mencionados - es un envío “al mundo”.


A continuación les da la capacidad de hacer llegar a todos el perdón de Dios (en un texto que tiene cierto contacto con Mt 16,19; 18,18).


La escena queda abruptamente interrumpida – no hay despedida ni partida - con la referencia a la ausencia de Tomás. En un diálogo entre ambas escenas los asistentes confirman que han “visto al Señor” (nuevamente se confirma que la alusión a los que creen sin ver no se refiere a ellos) pero Tomás manifiesta explícitamente su incredulidad yendo más allá de la visión, él quiere tocar.


Ocho días más tarde la escena inicial vuelve a repetirse, como dijimos, pero ahora Jesús se dirige directamente a Tomás invitándolo a hacer lo que había solicitado e invitándolo a no ser increyente sino creyente. La escena concluye con la magnífica confesión de fe de Tomás, “Señor mío y Dios mío”.


Pero veamos algunos elementos fundamentales para entender más plenamente esta unidad: como se ha dicho, la paz y la alegría no son un simple saludo. La paz ya había sido anunciada por Jesús para su vuelta (14,27-28; 16,33; ver Is 52,7, 60,17, 66,12); y también la alegría (14,19; 16,21-22; ver Is 51,3 11, Sal 35,9). El “soplo” podría aludir al relato de la (nueva) creación (Gen 2,7; Sab 15,11) pero parece también coherente con la imagen de la resurrección en alusión a Ez 37 en el relato de los “huesos secos”; la humanidad resucita por el poder creador de Jesús resucitado. La referencia a perdonar y retener se mueve entre dos extremos, y tiene la apariencia de lo que se llama un “merismo”, es decir una figura retórica que quiere señalar la totalidad moviéndose entre dos extremos. En este caso parece simbolizar el control total del acceso a la casa (ver Is 22,22 con términos similares, que también inspira – como dijimos - a Mt 16,19 y 18,18). Puesto que la escena refiere a “los discípulos” sin especificar, parece que debe entenderse que es toda la comunidad creyente la que recibe este “ministerio”.


Los discípulos ya habían escuchado palabras semejantes de María Magdalena que “había visto al Señor”, pero el texto no dice nada sobre las consecuencias de esto (lo que podría estar incluido si creemos que Juan ha desarmado el texto – como hemos dicho la semana pasada - y puesto la reacción de los discípulos al comienzo de la unidad). Las mismas palabras dicen ahora los discípulos a Tomás: “hemos visto al Señor”.


La respuesta de Tomás a los discípulos marca un segundo estadio en su itinerario de fe –luego de la ausencia - Está dispuesto a dejar su incredulidad si es que el resucitado se ajusta a sus criterios, pero «si no» (ean me) cumple sus condiciones, permanecerá en la incredulidad, “no creeré(ou me pisteuso). Tomás exige “tocar” a Jesús así como María quería aferrarse a su cuerpo (20,17); Tomás – ahora al menos está presente - exige experimentar el cuerpo resucitado del crucificado. Pero el sentido fuerte de “tocar” y “meter” parece destacar, además, la continuidad entre el mundo pasado y presente de Jesús (algo que el paso a través de las puertas refuta, como dijimos). Para creer, Jesús debe aceptar sus exigencias.  Al aparecerse Jesús manifiesta aceptar las condiciones de Tomás, pero a su vez también pretende: “y no seas incrédulo, sino creyente…” (no hace falta destacar la reiteración e importancia del verbo “creer”). Nada indica que Tomás tocara, ahora es él el que acepta la condición de Jesús y manifiesta su fe. Lo que había ido mostrándose en el Evangelio sobre “la palabra” en 1,1-2, el uso por parte de Jesús del absoluto “yo soy” (ver 4,26, 8,24.28.58; 13,19; cf. 18,5.8), y su afirmación «yo y el Padre somos uno» (10,30 y también 10,38) llegan a su “climax” en esta confesión de fe: “Señor mío, Dios mío”. Se ha destacado que el emperador Domiciano (81-96 d.C.)  quería ser venerado como Dominus et Deus noster (Suetonio, Domiciano 13). El ambiente del “culto al emperador” era muy importante en el imperio romano, y quizás sea el trasfondo del dicho, pero no hace honor al texto entenderlo solamente como una confrontación, aunque esta exista; el dicho debe entenderse especialmente en el contexto del mismo Evangelio y su texto (cf. Sal 35,23; Am 5,16).



La confesión finaliza con un dicho de Jesús, “Dichosos los que no han visto y han creído” abriendo así el relato a los lectores del Evangelio, a un nuevo tiempo histórico (17,20; cf. 1 Pe 1,8). Pero no es justo, tampoco, descuidar – en una misma proyección a los discípulos y al tiempo de los lectores del Evangelio - que ya antes, del discípulo amado se había destacado que creyó sin ver (20,8). Eso es lo que están invitados a confesar los destinatarios del cuarto evangelio, y ese ejemplo están (estamos) invitados a seguir.


En los vv.30-31 se presenta la conclusión de todo el Evangelio, el “para qué” fue escrito: “para que crean” y creyendo “tengan vida” (divina). “Juan” ha hecho una selección de signos en esta obra con esta finalidad, “que crean”. No se debe descuidar que este creer aquí se señala explícitamente: “que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios”, algo que en el Evangelio es confesado por Marta (11,27). Siendo idénticas palabras a las de Pedro en la llamada “confesión de fe de Pedro” (Mt 16,16), seguramente debería referirse a Marta con idéntica idea, “confesión de fe de Marta”; por eso a ella Jesús le aclara “el que crea en mí, aunque muera vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees?” (11,26; notar en ambos casos – de Marta y de la conclusión del Evangelio - la centralidad de “creer” y su relación con la "vida" divina). Siendo esta la máxima confesión de fe del Evangelio, no se debería dejar a Marta en un segundo lugar al leerlo. Pero – en este caso concreto de la liturgia de la fecha - siendo esta la conclusión de todo el Evangelio, la unidad merecería un desarrollo mucho más extenso. Simplemente reiteremos aquí la estrecha relación entre fe y vida (divina), eso es lo que el autor del Evangelio pretende. Esos son los “creyentes” – y discípulos amados - y esa es la comunicación de la vida “resucitada” para “todo el que cree”.




Dibujo tomado de http://www.parroquiavilanova.es/2011_04_01_archive.html


viernes, 25 de marzo de 2016

3ra carta al Pueblo de Dios



3ra carta al Pueblo de Dios




Grupo de curas en Opción por los pobres
25 de marzo de 2016


Estamos celebrando la fiesta litúrgica más importante de nuestra fe, la Semana Santa. Hacemos memoria de Jesús, fiel a Dios y fiel a sus hermanos y hermanas hasta el extremo de dar la vida. Una vida que le fue arrancada violentamente por el poder político con complicidad de la élite religiosa de su pueblo. Esa fidelidad nos marca un camino, nos deja huellas para nuestra propia historia. Hoy como ayer hay crucificadores y crucificados, dadores y quitadores de vida. Y la Pascua nos ilumina desde la fe en qué lado queda Dios en esta grieta de vida y muerte. Y nos invita, así, a ser seguidores de ese Dios de la vida. Nos invita a bajar de la cruz a los pueblos crucificados, nos invita a ser sembradores de esperanza, nos invita a manifestar con nuestra misma vida resucitada que la muerte no tiene la última palabra.

Sin embargo, no podemos dejar de mirar las cruces, crucificados y crucificadores de nuestro tiempo que nos invitan a la denuncia evangélica y a mirar la historia desde la fe y la esperanza:

Se han cumplido ya los simbólicos “100 días de gobierno” de la actual gestión. Con motivo de cumplirse estos días de administración de la Alianza Cambiemos, el presidente Macri concedió entrevistas a diversos medios de prensa donde evaluó desde su perspectiva este periodo. La mayoría de sus opiniones nos dejan la sensación de que está hablando de otro país. 

Los repetidos “Pobreza 0” y “trabajo infinito” son slogans que parecen una burla frente a la drástica desaceleración del consumo en el mercado interno, la producción y el empleo. Según un informe de la consultora Tendencias Económicas citada por el portal Infobae, en el primer trimestre de 2016 hubo 107.000 despidos repartidos entre la administración pública y las empresas. Consultado sobre cuáles fueron las medidas que tomó “a favor de los trabajadores”, Macri respondió: “Todo lo que vamos a hacer tiene que ser medido en cuántos empleos generamos”. Podemos decir entonces -usando su propio criterio- que la gestión de estos primeros 3 meses ha sido pésima.

Para que la economía funcione, detalló Macri, “cada uno tiene que hacer su tarea con el menor costo posible” lo cual nos hace pensar que mantiene su opinión de años atrás acerca de que los salarios son un costo, concepto que rechazamos desde la doctrina social de la iglesia, el magisterio del papa Francisco y una mirada no neoliberal de la economía.

El tema de la inflación fue presentado con el método habitual del “doble mensaje” con el que se comunica esta gestión de gobierno confundiendo permanentemente a la opinión pública, ya que al mismo tiempo que afirma “si la inflación no baja es culpa mía” la presenta como una inevitable y pesada herencia recibida del gobierno anterior a quien culpa de emitir moneda sin freno y gastar más de lo que tenía.

Sin embargo el IPC-BA de la Dirección General de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires casualmente en la gestión Macri, ha mostrado públicamente que tras los fuertes incrementos de precios mensuales del primer trimestre de 2014, se inició una marcada desaceleración de la inflación: 4,8 por ciento en enero, 4,4 en febrero, 3,6 en marzo, 3,1 en abril, 2,5 en mayo, 2,3 en junio, 2,2 en julio para descender al 1,5 por ciento en diciembre de 2014. En los primeros diez meses de 2015, para el Gobierno de la Ciudad, la inflación mensual se estabilizó relativamente, en un nivel superior al observado por el Indec pero por debajo del 2 % mensual: 2,0 en julio, 1,8 en agosto, 1,7 en septiembre y 1,7 en octubre. 

La expresión del presidente que señala como “imposible salir más rápido de lo que vamos” sin dudas es mentira porque decidió desmantelar la dinámica económica que venía desacelerando la inflación y manteniendo el nivel de empleo. Y la reciente expresión del ministro de Hacienda “hemos ordenado la basura” resulta una más de la lista de sus frases agresivas y ofensivas.

Son “llamativas” las muertes convenientes como la del senegalés Massar Ba que acompañaba la lucha de los manteros. [Por “manteros” se entienden, en muchas ciudades, a los vendedores ambulantes que extienden sobre mantas sus productos. Muchos emigrantes africanos en Argentina se dedican a esto].

Lamentamos la legalización de la tortura, como es el caso de las pistolas Taser, recientemente “estrenadas” por la policía de la Provincia de Buenos Aires a los trabajadores de SOEME.

El nuevo criterio para la adjudicación para el plan PROCREAR por puntaje alienta una seria estigmatización para los beneficiarios como una suerte de “carné de pobre”.

Nos resulta doloroso leer que la agencia Bloomberg haya titulado: “Wall Street a cargo de la Argentina (otra vez)” y que nuestros representantes  políticos no reaccionen.

Resulta repudiable el rebrote de grupos neonazis, particularmente en Mar del Plata, manifestando violencia a grupos de mujeres o su intolerancia homofóbica.

No sorprende en la política argentina la lamentable “compra-venta” de votos, hoy irónicamente llamados “Sanguchitos”. Pero esta nos parece doblemente grave ya que es perjudicial para los pobres.
Resulta cuanto menos sospechoso el allanamiento al canal de noticias C5N y las amenazas sufridas por el periodista Roberto Navarro y la censura a programas.

Lamentamos que se hable de “lucha contra la droga”, y que la DEA sea la agencia “docente” en este tema tan importante. Las experiencias en otros países, como Colombia y México, y las claras sospechas de complicidad de esta Agencia nos invitan al temor antes que a la esperanza.

Siguen surgiendo casos de nepotismo (como el caso del nombramiento del yerno del ministro Jaime Correas, en Mendoza, en pleno conflicto docente en la provincia).

Sigue ilegalmente detenida la presa política Milagro Sala en lo que parece ser una condena al indígena (racismo), al pobre (clasismo) y sobre todo a las organizaciones populares para satisfacer sus necesidades (destrucción de construcciones populares).

Comienza a sentirse el recorte en raciones alimenticias en escuelas de la provincia de Buenos Aires. Y esto es un pecado que clama al cielo.

Lamentamos el fin de la moratoria jubilatoria a partir de septiembre. Otra vez los abuelos como variable descartable del ajuste.

Siguen crecientes los despidos en los sectores público y privado, la fuga de divisas y la altísima inflación. Resulta patética la afirmación de la vicepresidenta Gabriela Michetti: “Cuando la economía reactive habrá un millón y medio de despidos en el estado”, frase más tarde confirmada por el presidente.

Nos surgen dudas acerca de la política energética del gobierno si se intenta poner freno a las represas de Santa Cruz, se frena la construcción de Atucha 3, y se mira impávidos los conflictos en Rio Turbio…

Es llamativo el caso de “doble vara” de la prensa casi monopólica que muestra la supuesta “corrupción K” (que de ser demostrada debe ser sancionada, pero judicial, no mediáticamente) mientras que alegremente informa que “con dólares en la mano Vidal sale a seducir (sic) intendentes” (Clarín 19 de marzo).

No podemos entender la mudanza del “acampe qom” de la Av. 9 de Julio a la ex ESMA. No vemos que la situación se haya modificado, ni tampoco entendemos la elección del nuevo lugar, ni el objetivo del mismo en ese sitio.

Nos solidarizamos con el gobierno de Brasil y lamentamos el intento de Golpe de Estado que, además, afectaría a toda la región. El poder impresionante de los medios de comunicación (como se demostró también en la difusión del supuesto hijo de Evo Morales, luego desmentido una vez que fuera derrotado en el referéndum) y la complicidad del “partido judicial” nos hacen recordar un “Plan Cóndor 2.0”.

Es significativa la recurrencia de insultos al presidente, como hemos podido ver en Ezpeleta, Rosario, Chaco, Bariloche. Todo hace suponer que ante el descontento popular, hacen oídos sordos.

Si bien celebramos el aumento de la AUH para el “plan Belgrano” (que nos parecería importante que se defina con claridad qué es, cuáles son sus objeticos y con qué medios se piensa desarrollar), pero lamentamos que este sea conseguido con un crédito del BID. Seguir endeudando el país con objetivos no productivos y con financiamiento no genuino no parece sensato.

Con motivo de los 40 años del golpe genocida cívico-militar nos llama la atención la declaración del Episcopado argentino, en la que reconocemos avances significativos en el lenguaje aunque no haya ni un detallando análisis ni una importante autocrítica en el mismo. Y con motivo del mismo acontecimiento nos parece ofensiva la presencia del presidente Obama en los tiempos y espacios “sagrados” de la memoria.

Pero a su vez queremos señalar que vemos positivamente:

La desclasificación de archivos de los EEUU y el Estado Vaticano para una mejor comprensión de los crímenes de la Dictadura y una precisa identificación de responsables y cómplices.

También con motivo de los 40 años del golpe cívico-militar celebramos la Carta de Confar (Conferencia Argentina de Religiosos) en referencia al mismo.

La presencia del presidente ecuatoriano Rafael Correa, invitado por la pontificia academia de ciencias para reforzar las relaciones entre los movimientos sociales y los gobiernos.

La Pascua de Jesús no quita dramatismo a su cruz. El resucitado es el crucificado. Y no podríamos – como cristianos – ignorar las cruces de nuestro tiempo si queremos caminar caminos de vida, si queremos dejar a Dios iluminar la historia y si queremos conocer nuestro lugar y nuestros desafíos. La luz de la Pascua nos invita a la esperanza, pero no a una esperanza narcotizante, sino militante en el camino de Jesús. El mesías de los pobres fue violentamente asesinado, pero su Padre, el Dios de los pobres pronunció su palabra de amor y vida resucitándolo. Como Iglesia de los pobres queremos celebrar esta pascua junto a los crucificados de nuestro tiempo caminando con ellos tras las huellas de Jesús sabiendo que su Padre, dador de vida, nos anuncia vida en abundancia.


Grupo de curas en Opción por los Pobres


martes, 22 de marzo de 2016

Comentario al Triduo Pascual

 Saber reconocer los signos de vida para creer en el resucitado

Triduo Pascual (24-27 de marzo)

 Eduardo de la Serna


Como hemos señalado la semana pasada, los comentarios serán breves a las lecturas del Evangelio del jueves y viernes y más extensos a las lecturas del domingo.


Jueves Santo

Lectura del Evangelio: Juan 13,1-15



Los estudiosos coinciden en general en que el Evangelio de Juan tiene 2 grandes partes. En 13,1 comienza solemnemente la segunda parte.  La clave parece estar en la llegada de “la hora” anunciada en la primera parte como algo futuro. Y esta hora ha llegado con el “paso” de Jesús de este mundo al Padre. Este “paso” tiene claras connotaciones pascuales (Pascua = paso) aunque la cena de Jesús no sea cena pascual. Este paso viene marcado por el “amor extremo” a “los suyos”. La unidad literaria parece seguir hasta el v.20 (como el doble “en verdad” del v.21, la frase conclusiva de v.20 y el nuevo comienzo del v.21 lo indican). La característica principal viene dada por el “lavado de los pies”. Esto es propio de los esclavos (ser esclavo y servir son la misma palabra en griego), y la palabra está mencionada en la interpretación que hace Jesús del hecho (omitida en la liturgia, en el v.16). La negativa de Pedro a ser lavado tiene ese sentido, y esto es algo que será comprendido “más tarde”. Jesús, a continuación, lo explica: es algo que deben hacer “unos con otros”, es la expresión del amor que es verdadero cuando se vuelve “servicio”; ese es el “amor extremo”.


Viernes Santo



Lectura del Evangelio de la Pasión: Juan 18,1-19,42



Resumen: La pasión según san Juan nos muestra un Jesús siempre soberano, del principio al fin es quien decide “voluntariamente” su situación;  la comunidad de discípulos –representados en su madre y el discípulo amado- están al pie de la cruz y reciben el espíritu, y todo el AT alcanza en Jesús su plenitud.


El relato de la Pasión de Jesús según Juan, que se lee todos los años el Viernes Santo tiene muchas unidades e ideas que son propias de Juan y merecerían ser destacadas. Trataremos se señalar las principales.


Jesús aparece como soberano, él es quien conduce los acontecimientos. Por ejemplo. Él determina que dejen ir libres a sus compañeros ya que lo buscan a él. Con ironía clásica de Juan, ante el “Yo soy” de Jesús (es el nombre divino en Éxodo) caen en tierra, algo característico de los que ven a Dios. Jesús repite dos veces este término, “yo soy”, lo que debe tenerse presente. Pedro dirá dos veces “no soy”, a continuación. Por otra parte, como hace otras veces, Juan corrige o precisa datos de los Sinópticos como quién empuñó la espada e incluso el nombre del servidor del Sumo Sacerdote.


Con nueva ironía, Juan señala que cuando Jesús fue llevado a casa del Sumo Sacerdote, Pedro “y otro discípulo” (no dice de qué discípulo se trata; ¿el discípulo amado? No parece) “siguen” a Jesús. El verbo es irónico porque Pedro ya le había dicho a Jesús que lo seguiría (13,36-37), pero lo seguirá “físicamente”, no discipularmente. De hecho, “no es” (18,17.25). Recién cuando Pedro vaya realmente a dar la vida por Jesús, Él le dirá “sígueme” (21,19).


Ya en el “pretorio” (Juan no tiene “juicio religioso”, sino sólo un interrogatorio) el rol de Pilato es bastante limitado. Se pasa toda esta unidad “entrando” y “saliendo” ya que los judíos no quieren entrar para poder comer la pascua (18,28; lo que muestra que para Juan la cena de Jesús no fue cena pascual).


Hay algunas ideas que es bueno destacar. A Jesús no lo van a buscar con “armas y palos” sino con “antorchas, lámparas y palos” (18,3) porque viven en la oscuridad, son de las "tinieblas”; Pilato no sabe qué es la verdad, porque es “de la mentira” (18,38). Esto es importante, especialmente si recordamos que el diablo es “el padre de la mentira” (8,44) y el “príncipe de este mundo” (12,31; 14,30; 16,11). Esto dice relación con la afirmación de que “mi reino no es de este mundo” que se suele interpretar como si se separaran en dos niveles las realidades, este mundo, tierra - “no de este mundo”, cielo.  En realidad, en Juan “mundo” es el ambiente adverso a Jesús (por eso el “príncipe de este mundo”). En este mundo – podríamos parafrasear - hay quienes viven (y reinan) según las tinieblas, la mentira y la muerte, y otros viven según la luz, la verdad y la vida. A eso Juan lo llama “estar en el mundo”, “no ser del mundo” (17,11.16). Por tanto, “mi reino no es de este mundo” no refiere al cielo, sino a que no se deja guiar por los criterios del “príncipe de este mundo”. Por ejemplo, si así fuera “mi gente habría combatido” (18,36). El reino que Jesús propone es reino de paz.


Otro elemento a tener en cuenta es que los judíos (que en Juan, como también “mundo” refiere al grupo hostil a Jesús) afirman que “no tenemos más rey que el César” (19,15). Israel es el pueblo que tiene a Dios por rey, pero acá se confirman como “amigos del César” (19,12).


Pilato lo entrega para que sea crucificado, y el que lleva la cruz es Jesús, no el Cireneo; seguramente como Isaac lleva la leña para el sacrificio (Gen 22,6).


La vestidura de Jesús que se sortearán los soldados no tiene costura, se debe romper para partirla. Jesús viene a provocar unidad que la violencia, la mentira y las tinieblas rompen.


Juan incorpora una novedad al pie de la cruz, su madre y el discípulo amado. Por un lado, ambos personajes tienen gran carga simbólica en el Evangelio. Lo simbólico es evidente porque es absolutamente improbable que los romanos permitieran a alguien estar cerca de un crucificado. Por otro lado, llama nuevamente la atención que Jesús a su madre la llame – como en Caná (2,4) - “mujer”. No es razonable mirarlo atendiendo a lo “histórico” como señalando la crudeza del acontecimiento, o el dolor de una madre, sino en la familia que aquí se suscita. Una “mujer” (¿como Eva?) y un “discípulo” ejemplar, “amado”, que la “recibe como suya”. 


Jesús es tan soberano, en Juan, que su muerte ocurre por determinación suya. A la hora de la matanza de los corderos de pascua, sin que se le quiebren las piernas, como a los corderos, y con la última gota de sangre, como a los corderos, con una rama de hisopo, como a los corderos; Juan  nos reitera algo que señala desde el comienzo de su Evangelio, y es que Jesús reemplaza en su propia persona todo lo “religioso” de Israel: el Templo, las fiestas litúrgicas, la vid… el cordero pascual. Y al morir “entregó su espíritu”.


Finalmente, a diferencia de los Sinópticos, Jesús es sepultado y embalsamado [ungido con bálsamo en las vendas “según la costumbre judía de sepultar” (19,40)]. En un jardín comenzó el drama (18,1) y en un jardín concluye (19,41).



Domingo de Resurrección:



 1ª lectura: Hechos 10,34ª. 37-43



Resumen: una síntesis del ministerio y pascua de Jesús da pie a la predicación a los paganos, y a que se derrame sobre ellos el Espíritu dando así lugar a la absoluta novedad de la universalidad.


El texto de Hechos es extenso. Y repetitivo. De hecho la liturgia sólo se detiene en lo central y fundamental, pero no está de más mirar la idea principal antes de detenernos en él. Se trata de una unidad cuidadosamente armada por Lucas, presentando los personajes, y repitiendo y explicando las escenas más de una vez. Sinteticemos: una vez las presenta, la siguiente le da su sentido y en tercer momento la explica ante los Doce (10,1-26. 27-48; 11,1-18). ¿Por qué la insistencia? Pues porque el paso que se dará es casi contrario a todo lo que se decía en el A.T. y en la predicación de Jesús. ¿Cómo se justifica el bautismo a paganos sin exigir nada, como la circuncisión, si el AT distinguía judíos de paganos y si Jesús había dicho “no vayan a territorios extranjeros… sólo a las ovejas perdidas del Pueblo de Israel”. El cambio que se dará en esta unidad es tan fundamental, tan decisivo que hace falta dejar bien claro, ¡insistentemente!, que es conducido por el Espíritu Santo (10,19.44.45.47; 11,2.15.16), un éxtasis-visión (10,10.28; 11,5) o por el Ángel del Señor (10,3.7.22.30; 11,13). En el centro de esto se encuentra la predicación de Pedro a los paganos en orden a “escuchar lo que le fue ordenado por el Señor” (10,33) y al decir esto se derrama el Espíritu (10,44) lo que causa que Pedro “mandó que fueran bautizados” (10,48). El texto que nos propone hoy la liturgia es, precisamente, este discurso de Pedro a los paganos contando “lo que sucedió…” (10,37).


Obviamente no interesa la historicidad de los acontecimientos que es pasible de sospecha (el predicador primero a los paganos resulta “Pedro” y no Pablo, por ejemplo). Vayamos al texto.


El discurso presenta una primera parte “histórica”, comenzando por el bautismo de Juan, el ministerio de Jesús (sintetizado en que “pasó haciendo el bien”, v.39), fue matado y resucitado apareciéndose a testigos elegidos (37-41). Pero esto no finaliza allí (como es característico de Lucas, cf. Lc 24,46-48) y debe continuar con la predicación,  por ahora reducida “al Pueblo” (es decir, a Israel; v.42). Es a continuación que dará el siguiente paso cuando el Espíritu se derrame sobre los paganos lo que deja atónitos a los circuncisos al ver que el Espíritu Santo  se derramaba también sobre los paganos (v.45); a esto se lo ha llamado “Pentecostés de los paganos” (quizás de un modo un poco simplista, pero justo en lo literario de Hechos). La introducción: “veo que Dios no hace acepción de personas” (v.34) y esta conclusión del don del Espíritu – ambas omitidas en la liturgia - son las que le dan sentido a toda la unidad.


Veamos brevemente el discurso: Lucas presenta una síntesis geográfica (en Judea comenzando en Galilea) e histórica (del bautismo a la muerte-resurrección) del ministerio de Jesús. Algunos elementos característicos de la teología de Lucas están señalados: el rol del Espíritu Santo en el ministerio de Jesús, el enfrentamiento con el diablo, el rol de testigos de los apóstoles, señalados como los que comieron y bebieron con él, el mandato de predicar, el rol de los profetas y el perdón. Todo esto – como se dijo - en un marco histórico-geográfico, también característico de Lucas. Estamos – entonces - en una síntesis de la predicación, del “evangelio” de Lucas presentado en pocos versículos. De eso se trata este discurso que provoca la aceptación del evangelio por parte de los paganos y desencadena la que probablemente sea la máxima revolución de toda la historia de la Iglesia. Los paganos, despreciados y rechazados en Israel son ahora invitados a integrarse por el bautismo y la aceptación del Evangelio como miembros plenos del pueblo de Dios.



2ª lectura: Colosenses 3,1-4



Resumen: La “comunión de los santos” permite que entre Cristo resucitado y la comunidad peregrina haya una relación tan estrecha que ya desde “ahora” vivamos como resucitados.

La liturgia permite hoy la elección de una entre dos lecturas; hemos seleccionado el texto de Colosenses


Un discípulo de Pablo, pasado ya un buen tiempo, decide enfrentar, como si Pablo lo hiciera, una serie de nuevos problemas. Escribir que el autor es Pablo es una manera obvia de decir “yo soy su discípulo y sé que esto es lo que Pablo les diría si estuviese vivo”. Uno de los temas – no el principal de la carta, pero si importante - es que la venida de Jesús que se esperaba inminente (ver 1 Tes 4,15-17; 1 Cor 15,51-52) se demora. En este sentido, en el cristianismo de la segunda generación surgen fundamentalmente dos respuestas. Una – patente, por ejemplo, en 2 Pe 3,3-4.8-10 - señala que esta se demora para dar a todos la ocasión de la conversión, otra, habitual en los discípulos de Pablo, como el autor de Colosenses, señala que en cierta manera ya vino, que ya estamos de algún modo resucitados. Podríamos decir que faltan “ultimar algunos detalles”. La parte teórica de la carta finaliza en 3,4 ya que en 3,5 saca las conclusiones prácticas de lo dicho para la vida de la comunidad. 3,1-4 aparece como una conclusión teórica de todo lo dicho que es claramente cristocéntrico. Un tema característico de esta carta, y su “parienta” a los Efesios es la idea de que Cristo es cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Hay una unión profunda entre ambos, tal que puede verse, como la hay entre el cuerpo y su cabeza (1,18.24; 2,19). Por eso presenta a Cristo como “el primer nacido de entre los muertos” (1,18), los demás seguirán sus pasos.


Esto es lo que da razón a la primera frase del texto de la liturgia que es ciertamente sorprendente: “han resucitado con Cristo”. No es “resucitarán” sino que ya lo han hecho (en griego es un aoristo, lo que significa que es algo que ha ocurrido en un momento concreto y preciso del pasado). Es típico de Pablo, y acá lo repite su discípulo, señalar una tensión entre la realidad (indicativo) y lo que se debiera (imperativo). Acá la tensión es que puesto que ya estamos resucitados, debiéramos buscar lo de arriba. El Jesús de Juan afirmaba que es “de arriba” (8,23), y al dirigirse a Dios Jesús levanta los ojos para arriba (11,41). Arriba refiere claramente al cielo (ver Hch 2,19), de allí viene la “Jerusalén de arriba” (Ga 4,26) y desde “arriba” Jesús llama a Pablo para un premio (Fil 3,14). De hecho, el versículo siguiente contrasta lo de arriba con lo de la “tierra”, arriba está Cristo sentado a la diestra de Dios. También en Efesios  se afirma que Jesús está sentado a la derecha en los cielos (1,20). La imagen es tradicional (ver Mt 26,64; Mc 14,62; 16,19; Hch 2,34; 7,55.56 [aunque en estos vv., está “de pie”]; Heb 8,1; 1 Pe 3,22). Como claramente lo destaca Hch 2,34, el texto es una alusión al Sal 110,1 que es un Salmo que canta al rey como “virrey” de Dios. El cristianismo primitivo, como lo señala la abundancia de citas, recurrió a este texto para manifestar el cumplimiento de las escrituras en la resurrección de Jesús y su lógica “ausencia” posterior.


Buscar lo de arriba, aspirar a lo de arriba son evidentemente un paralelismo. Aspirar no es preciso, el verbo fronéô es también pensar, sostener y es casi exclusivamente paulino (x26 de las que x22 en Pablo [10 en Fil y 9 en Rom], una en Mt, Mc y Hch, y acá en Colosenses).  Hay dos textos paulinos que hacen más claro el sentido
Efectivamente, los que viven según la carne, desean [fronoûsin] lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual” (Rom 8,5) y 
“algunos se comportan como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan [fronoûntes] más que en las cosas de la tierra. (Fil 3,19). 
En ambos casos, lo que se ambiciona es vivir según la novedad que trajo Cristo, o - por el contrario - vivir como si no hubiera tocado nuestra existencia. No se trata – entonces - de llevar una suerte de “vida espiritual” o “celestial” sino a sacar todas las conclusiones que la vida “en Cristo” supone para nuestra existencia. Por eso afirmará que “hemos muerto” y “nuestra vida está oculta” en Dios, es decir “a la derecha de Dios”.


Por cuanto ya estamos con Cristo en Dios, cuando Cristo vuelva – como hemos señalado, lo que ocurrirá sin la tensión de las primeras comunidades, por cuanto ya estamos con él - la venida será menos “espectacular” que lo que parecía en un primer momento. Y junto con él apareceremos los que ya estemos con él. “Nuestra vida” está oculta – como Cristo - junto a Dios; pero él aparecerá, y ya es “vida de ustedes” (v.4) y “ustedes aparecerán en gloria” (ver 1,27).


Resucitados con él, escondidos con él, aparecerán como él, en gloria como él… la unión entre el Cristo glorioso y el cristiano es tan estrecha para el discípulo de Pablo que casi pareciera que no hay nada ya que esperar, sólo toca vivir aquello que ya somos.



Evangelio según san Juan 20,1-9



Resumen: Los signos de la resurrección están presentes y allí deben los discípulos amados aprender a “creer sin ver”.


Con un cambio cronológico Juan da comienzo a una nueva unidad, “el primer día de la semana”, es decir el “domingo”. La escena nos presenta una mujer sola que va al sepulcro. No va con otras a ungirlo, porque en Juan Jesús sí fue ungido, por tanto no espera que alguien le corra la piedra. Con mucha verosimilitud se ha propuesto que el rol de las mujeres en torno a la tumba, con sus cantos y llantos haciendo memoria del muerto parece haber sido el punto de partida de la proclamación y anuncio del Evangelio. Nada se dice de que María Magdalena, que ya la habíamos encontrada al pie de la cruz con otras mujeres y el discípulo amado (19,25), se haya asomado a la tumba ni lo que vio, pero en el mensaje a Pedro y al otro discípulo les dice que “se han llevado al Señor y no sabemos (¡plural!) dónde lo han puesto”. Aquí desaparece de la escena la Magdalena hasta v.11 donde está llorando (¿por el duelo?), se asoma al sepulcro (¡ahora sí!) y ve dos ángeles. Ellos y luego Jesús, que se le aparece, le preguntan por qué llora desencadenando una nueva escena. Siendo que esta finaliza con María yendo a los discípulos a contar lo visto, pareciera que el redactor del cuarto Evangelio expresamente adelantó la escena de Pedro y el discípulo amado por algún motivo teológico (que señalaremos). Es decir, los vv.3-10 parecen adelantados de su lugar original, y la razón parece estar en el rol que juegan tanto Pedro como el discípulo Amado en el Evangelio de Juan.


María no va a “los discípulos” sino sólo a Pedro y el discípulo amado y ellos “salen” (v.3) hacia el sepulcro, “corren” (v.4).La escena está construida de modo sencillo. Van, llegan y vuelven. Obviamente el centro temático está en lo que ocurre en la tumba.


Veamos. Se dice que corren ambos, pero hay una diferencia entre ambos. El discípulo amado corre más rápido, ve el interior de la tumba, no entra. Espera a Pedro. Pedro se demora más, “lo sigue”, entra al sepulcro y ve las vendas y el sudario. Nuevamente entra en escena el discípulo amado, que ahora entra y “vio y creyó”. Concluye con una referencia a “la Escritura” (sin citar el texto de referencia) y la resurrección. Finalmente (omitido en la liturgia), vuelven a casa.


La construcción, como se ve es muy sencilla, pero hay elementos interesantes a tener en cuenta.


Pedro y el discípulo amado. Salvo la escena de la cruz, el discípulo amado, el héroe de la comunidad joánica, está junto a Pedro. Pero siempre aparece como más cercano a Jesús que Pedro (de hecho es “el amado” por Jesús), en la cena es el que está junto a Jesús, no Pedro (13,23-25), es el que en la pesca le dice a Pedro que el que está en la orilla “es el Señor” (21,7), y cuando Pedro ha confesado 3 veces a Jesús que lo ama, del discípulo se dice que “permanece con Jesús hasta su vuelta” (21,22). En este caso, corre más rápido, “ve y cree”. En general se piensa que la comunidad de Juan, que se remite al discípulo amado, corre cada vez más el riesgo de sectarizarse, se distancia cada vez más de todos los grupos – incluso cristianos - del entorno. Entonces un redactor quiere evitar toda ruptura poniendo al héroe en buena relación con el héroe de otras comunidades, Pedro. Es verdad que el discípulo amado es más importante para ellos, pero hay otras ovejas que no son de este rebaño, hay otras comunidades con las que estamos en comunión, al fin y al cabo también aman a Jesús. Es cierto que tres veces lo negó, pero tres veces le confesó su amor, aunque “nuestro héroe” permanezca fiel hasta el final. Aquí parece estar la primera razón del adelantamiento del texto que hemos señalado. Los primeros en acercarse al misterio de la Pascua son Pedro y el discípulo amado, y ambos entran al sepulcro y creen en la escritura (notar el plural, a pesar del singular anterior, que diremos).


Ver y creer: el tema es central en Juan, y es lo fundamental de la escena. No hay apariciones del resucitado (esas vendrán a continuación en el evangelio), sólo hay una tumba y vendas. De Pedro se dice que “vio”, del discípulo amado que “vio y creyó”. Veamos brevemente. En el relato se usan 3 verbos griegos diferentes, al llegar el discípulo amado “ve (blépô) las vendas en el suelo”; luego Pedro “miró (teôréô) las vendas en el suelo y el sudario… no junto a las vendas sino plegado en un lugar aparte (quizás para insinuar que no se trata de que el cadáver fue robado)”; finalmente, al entrar el discípulo amado “vio (oráô) y creyó”. El primer “ver” (blépô) es también observar. Es lo que hizo María en el v.1: “vio la piedra quitada”. Lo encontramos x17 en Juan, de las que x9 en el relato de la curación del ciego (cap.9). Como es propio en Juan, allí se mueve en dos niveles: se alude claramente a la visión física (“ahora veo”) pero aludiendo a un ver distinto, aludiendo a la fe, como se ve en el v.39: “Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos»”. Es, entonces, un ver que prepara la fe. El segundo “ver” (teôréô) (x24 en Juan) es más bien físico; en el relato del ciego, se aplica a los vecinos que “veían” al ciego mendigando; sin embargo se usa también para “ver los signos” (2,23; 6,2; 7,3), sin embargo, algunos “ven” al Hijo y “creen” (6,40) y serán resucitados “en el último día”, porque “el que me ve, ve al que me envió” (12,45), pero al despedirse a Jesús no lo verán, como el mundo no ve al espíritu, aunque los discípulos sí lo verán (14,17.19). Finalmente el tercer uso (oráô) es el más común (x82). En el relato del ciego lo encontramos al principio (v.1, Jesús lo vio) y al final (v.37) “ese que has visto” que es el momento culminante de la fe del ciego. Ya en el discurso del pan de vida este verbo se relaciona estrechamente a “creer”: “le dijeron: ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti?” (6:30), “me han visto y no creen” (6,36), el que “ve” a Jesús, “ve” al Padre (14,9), “afirma que no lo “verán”, y Jesús declara bienaventurados a “los que no han visto y han creído” (20,29). Esto nos permite suponer que no parece haber demasiada diferencia entre los tres, aunque el tercero está más estrechamente ligado a “creer”.


Por su parte “creer” es quizás la palabra principal (o una de ellas) de todo el Evangelio (x98). Todo él se escribió “para que crean” y “creyendo tengan vida” (20,31). Decir que el discípulo amado “cree” es decir que alcanza la vida. Amor – vida – creer (es interesante que en Juan no aparece jamás el sustantivo, “fe”) constituyen el todo. Y lo interesante es que es de este discípulo que se afirma que “cree”, y sin ver sino los signos de la resurrección. “Ve” lo mismo que Pedro, pero esté “ve y cree”.


Siendo que para esto se ha escrito el Evangelio, siendo que se declaran felices a los que creen sin haber visto, y siendo que el discípulo amado – ejemplo del verdadero discípulo - cree sin ver sino los signos de la resurrección, el relato nos desafía a creer con los signos (de los tiempos) y así tener la misma “vida” (que es vida divina).


Foto tomada de http://www.fondos10.net/fondos-de-pantalla-de-paisajes/amanecer-en-el-campo-wallpapers-24724