jueves, 30 de marzo de 2023

Un ejemplo de predicador: san Pablo

Un ejemplo de predicador: san Pablo

Eduardo de la Serna



Para el mundo greco-romano, el trabajo era una especia de “mal necesario”. Obviamente el campesino no tenía otra oportunidad, pero para la gente de la ciudad, lo razonable era que trabajaran los esclavos mientras el “patrón” se dedicaba a “filosofar”, por ejemplo. Pero en el mundo judío, en cambio, el trabajo era visto como colaborar con Dios en la obra creadora; ya desde las primeras páginas de la Biblia Dios quiere que el campesino trabaje la tierra. Si miramos los escritos del Nuevo Testamento, sabemos que Jesús trabajaba, Pedro trabajaba y Pablo también trabajaba.

Veamos el caso de Pablo que es muy interesante. Su oficio era “hacer carpas” (Hch 18,3). El mundo antiguo estaba saturado de caravanas que cruzaban todas las importantes rutas del imperio romano llevando y trayendo mercadería a los puertos y desde los puertos. No es difícil pensar que una caravana que debía hacer – por decir algo – 500 kilómetros (como la distancia que hay entre Jerusalén y Antioquía) debía hacer paradas, armar y desarmar 25 veces las carpas. Estas se deterioran, rompen o deben ser reemplazadas, y los puertos son los lugares ideales para hacerlo ya que el tiempo de la carga y la descarga podía durar varias semanas. En este momento es que un artesano como Pablo encuentra trabajo. Reparar o hacer carpas nuevas tomaba varios días y en este tiempo, mientras cose, corta, arma, ¡Pablo predica! Es momento ideal, además de un modo de sustentarse (y no ser una carga económica para las comunidades) para predicar, tanto a los encargados de las caravanas como a los transeúntes y los habitantes del lugar. Basta ver los lugares donde Pablo se asienta (y donde escribe o dirige sus cartas) y se verá que se trata de puertos: Éfeso, Troade, Filipos, Tesalónica, Corinto…

De este modo, muchos de los miembros de las caravanas llegarían a sus lugares de origen habiendo recibido el mensaje del Evangelio de Pablo y, lentamente, se iría formando allí una comunidad. Muchísimas comunidades del mundo antiguo no tienen un fundador reconocido; el Evangelio se iba “contagiando” de boca en boca, de vida en vida, por testimonio.

Y mucha gente del lugar portuario, especialmente durante el tiempo que Pablo residía en el lugar, fueron formando iglesias familiares, que se reunían en casas de familia. A ellas, más adelante, por motivos muy diversos según las circunstancias, problemas, dudas, planteos, llegarían cartas del Apóstol para ser leídas en la asamblea y luego compartidas con otras comunidades. Pablo seguía presente, ya no físicamente, pero mostrando que no se desentendía de sus amigos y amigas. Sus hermanos y hermanas se reunían (para compartir la Cena del Señor, por ejemplo, y, en estos casos, leer aquello que el fundador (acá sí se reconoce en él un fundador) tenía para compartir. Tengamos en cuenta que en una casa no cabía mucha gente, por eso solía haber diferentes “iglesias” en cada ciudad; sí es posible que para algún acontecimiento (por ejemplo una nueva visita paulina) todas las “iglesias” se reunieran en un lugar más amplio, como por ejemplo un teatro, o en los salones de los sindicatos.

Por supuesto, además, al asentarse en una ciudad y alojarse, por ejemplo, en el barrio de los tejedores, Pablo aprovechara, él o los miembros de su equipo, para visitar las zonas vecinas. Allí también se van conformando comunidades. No tenemos que pensar en comunidades de cientos o miles de personas, sino de pequeñas decenas (las que caben en una casa, por ejemplo, para una fiesta).

Como decimos, Jesús trabajaba. Era algo semejante a lo que llamaríamos un “maestro mayor de obras” (o un “todero”, le dicen en otras regiones); era el que trabajaba los materiales duros como piedra, madera, hierro. Y también podía predicar mientras lo hacía. Era frecuente que en la plaza los candidatos a un trabajo estuvieran con sus herramientas, esperando ser contratados (algo de esto puede verse en la parábola de Mateo 20,1-11). Un pescador, como Pedro, trabaja de noche cuando las luces de las barcas hacen subir a superficie a los peces. También tienen ocasión de “pescar personas” fuera del horario de trabajo.

Una lectura más greco-romana que bíblica hizo ver el trabajo como una “consecuencia del pecado original” (sic); nada de eso dice el texto, sí que el campesino deberá esforzarse mucho para tener fruto (“sudor de tu frente”) y que este sea bueno (“cardos y espinos”). En la colaboración con la obra creadora de Dios, los discípulos de Jesús, como Pablo, mostraron que el Evangelio se predicaba gratuitamente (sin cobrar, ya que ellos se auto-abastecían) y querían que el mensaje de la vida plena pudiera llegar a todos y todas sin distinción.

 

Foto tomada de https://www.turas.tv/es/2018/07/a-brief-history-of-tents/


martes, 28 de marzo de 2023

Video con comentario al Evangelio del domingo de Ramos "A"

Video con comentario al Evangelio del domingo de Ramos "A"



o también en

https://youtu.be/zmnNMbk1yc8

Eduardo

Comentario a las lecturas del Domingo de Ramos "A"

Bendito el que viene en el nombre del Señor

DOMINGO DE RAMOS - "A"

Eduardo de la Serna



Como se dijo al referirnos a la celebración de los Ramos del ciclo “C”, las lecturas en esta celebración hablan por sí mismas. La homilía o los comentarios no suelen ser extensas, cuando los hay. Las dos lecturas previas al Evangelio de la misa son las mismas cada año, mientras cambia el Evangelio (este año se lee san Mateo). Por tal motivo, con respecto a los Evangelios diremos algo breve tomando lo propio de Mateo en cada uno, y sobre las otras lecturas añadiremos brevemente algo a lo dicho el ciclo anterior.


Evangelio según san Mateo     21, 1-11

Resumen: Señalando –como es frecuente en él- el cumplimiento de las Escrituras, Mateo presenta a Jesús realizando antiguas expectativas de Jesús como “rey”, “hijo de David”, “humilde”, que entra en Jerusalén para traer la salvación.



La llegada de Jesús a Jerusalén tiene, en Mateo, algunas características propias muy interesantes. Mateo sigue bastante fielmente a Marcos en esta escena, aunque agrega o quita algunos elementos.

El envío de dos discípulos a buscar un “asna” (hembra) con su cría, contrasta con Marcos (y con él Lucas, y también Juan) que refieren a un asno macho (cf. Mc 10,2; Lc 19,31; Jn 12,14). Esto provoca en el texto una mayor semejanza con el texto de Zacarías 9,9 al que expresamente aludirá a continuación.


La “hija de Sión” es una formulación con semejanza a “hijo de(l) hombre”. Obviamente el hijo de un hombre será un hombre; es una manera semítica de decir “ser humano”. La “hija de Sión” (construcción habitual en la Biblia hebrea, 34x de las que salvo 2 todas ocurren en la literatura profética y de lamentación) es Jerusalén, sus habitantes, su pueblo. Sin embargo, el texto de Zacarías al que Mateo alude no es exacto, ya que añade (modificando la primera parte) una cita de Isaías dando nuevo sentido al texto. Veamos:


Is 62,11
Zac 9,9
Mt 21,5
Miren que Yahvé hace oír hasta los confines de la tierra: «Digan a la hija de Sión:
Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña, y su paga le precede.

¡Exulta sin freno, 
hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén!
He aquí que viene 


a ti tu rey: justo él y victorioso,
humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.


Digan a la hija de Sión:




He aquí que tu Rey viene a ti,
humilde y montado en un asna y un pollino, hijo de jumento.


Como se ve, la referencia a la “hija de Sión” el texto se asemeja a Isaías, con lo que a quien se debe “mirar” es a aquel que trae la salvación. Luego, recurriendo a Zacarías, alude a la montura. Como puede verse en este último, el texto está construido en claro paralelismo: 


A.    ¡Exulta sin freno, hija de Sión,

A'.    grita de alegría, hija de Jerusalén!

He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y

B.    montado en un asno,

B'.    en un pollino, cría de asna,


Es este paralelismo final que Mateo pareciera tomar para hacer referencia a que Jesús entra en Jerusalén montado en “¡ambos!” animales. Es sabido que Mateo suele duplicar personajes: los endemoniados son dos, los ciegos son dos (mientras que en su fuente, Marcos, se trata de solo uno)… Quizás porque un mínimo de dos son necesarios para ser testigos de un acontecimiento. En este caso, entonces, los dos asnos serían involuntarios testigos del cumplimiento de las Escrituras, algo que –como se sabe- es particularmente frecuente e importante en Mateo. 


Como ocurre con la llegada de Jehú (2 Re 9,13) la gente extiende sus mantos en el suelo mientras exclaman: Hossaná (ver Sal 118,25-26: “por favor, ¡salva!”, dirigido a Yahvé; oración que se pronuncia “desde la casa de Yahvé”, [que es a donde Jesús se está dirigiendo, v.12], algo que ocurre en una “procesión”, con “ramos en (la) mano”, v.27). Jesús, además es llamado “hijo de David” (v.9) con lo que las escrituras se siguen cumpliendo. 


Los habitantes de Jerusalén, ante esta entrada se preguntan formulando el interrogante fundamental de la cristología del Nuevo Testamento: “¿quién es este?”; esto lo hacen con gran conmoción (como la que habrá en toda la tierra cuando Jesús muere, 27,51: “tembló la tierra”; y los guardias “tiemblan” ante el ángel del Señor en la resurrección, 28,4). Las multitudes (ojloi), en cambio lo reconocen como “profeta”. Jesús ya había insinuado que lo es (13,57; cf. 23,37), y ya sabíamos que las multitudes (ojloi) lo tenían como tal (14,5; 21,46). Sin embargo, aunque cierta, la confesión de fe de Jesús como profeta es limitada (en Mateo, en Lucas es tema principal) como se ve en 16,14-16; las escrituras que se están cumpliendo lo revelan como el “salvador”. Al hacer expresa referencia a Zacarías, Jesús –que es visto como rey (2,2; 27,11.37.42; cf. 25,34.40)- se aclara de qué realeza se habla, se trata de un rey “humilde” (praûs, cf. 5,5; 11,29).



Lectura del libro del profeta Isaías     50, 4-7

El tercero de los llamados Cantos del Siervo de Yahvé (aunque la palabra “Siervo” aquí no es usada, por lo cual algunos no lo cuentan entre estos cánticos) ubica al poeta como un sabio (“lengua de discípulo”, v.4, “oído abierto”, v.5), como alguien que debe educar al que “anda en tinieblas” (v.10) y comunicar al cansado una palabra de aliento (v.4). Las agresiones e insultos de “otros” (vv.6-7) no le impiden anunciar aquello que debe comunicar como sabio. 


El texto está armado en cuatro estrofas comenzadas por “el Señor Yahvé” (vv.4.5.7.9). Yahvé es el maestro que genera un discípulo ejemplar, maestro a su vez. Y como Yahvé (40,28-31) debe confortar a los fatigados. La primera estrofa está centrada en el tema del discípulo (enmarcada por los términos lengua  / palabra, oído /escuchar y la repetición de “despertar” (“palabra despierta”, “despierta el oído”, v.4). Retomando la idea, la segunda estrofa da un paso más: los sufrimientos. Esto fue tomado particularmente por Mateo (26,67 y 27,30, las escupidas a Jesús). Vv. 7 y 9 comienzan con “el Señor Yahvé me ayuda” (cf. 41,8-13) lo que contrasta con los verbos “ser confundido” y “quedar avergonzado” (cf. 41,11; 45,16.17; 50,7; 54,4). El lenguaje, a partir del v.8 es judicial, pero aquí finaliza el texto litúrgico.



Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos     2, 6-11


El himno, probablemente conocido por Pablo tiene un doble movimiento de descenso y ascenso (como se ve en el esquema). La idea principal para los lectores es “tener los sentimientos de Cristo”, por tanto repetir la escena de “descenso”. Dios, el sujeto del momento de “exaltación” también dará a los suyos. 


Para la liturgia del día, el acento está puesto en la frase “y muerte de cruz”, que los autores que consideran el texto un himno prepaulino, afirman que se trata de un añadido de mano del mismo Pablo. La obediencia y la humildad (la clave del obrar de Cristo que la comunidad debe repetir) llegan hasta el extremo de la cruz.





Pasión según san Mateo     26, 3-5. 14-27, 66


El relato de la Pasión tiene algunos elementos propios de Mateo que destacaremos brevemente:


Un elemento interesante es la presentación de la figura de Judas: éste lo entrega por dinero (26,15; a diferencia de Marcos donde lo entrega sin motivo, 14,10-11) y se suicida (ahorcándose, como lo hace en 2 Sam 17,23 Ajitófel que había traicionado a David); incluso es el único que a Jesús lo llama “rabí” (26,25.49) a pesar que Jesús había dicho a que “a nadie llamen rabí” (23,8); aunque hay que resaltar que Judas devuelve el dinero y dice que Jesús es "inocente", Jesús le dice “compañero” (v.50; hetaîros en realidad se dirige a alguien con quien se tiene una relación –no necesariamente de amistad, puede ser ocasional-, cf. 20,13; 22,12 [las restantes veces que se encuentra el término en el NT]).

El relato de la Eucaristía (= Mc) “sangre de la alianza”, (remite a Ex 24,8 a diferencia de Lucas y Pablo donde se remite a Jer 31,31: “nueva alianza”); probablemente estos remitan a una tradición antioquena, mientras Mateo a una tradición palestinense.

Jesús no envía 12 legiones de ángeles para que se cumplan las escrituras (v.54); cf. 56 (“escrituras de los profetas”).

Jesús en el templo estaba “sentado” (kathézomai, v.55); el gesto puede ser la actitud del maestro (cf. Lc 2,46; cf. Mt 23,2) pero también la del juez (Mt 19,28; 25,31, pero aquí usa kathizô). El responsable del interrogatorio es “Caifás” (vv.3.57; sólo Mateo y Juan lo mencionan por su nombre en las escenas de la Pasión).

Mt omite que los 2 testigos no coincidían (Mc 14,59), ante el dicho de la destrucción del Templo le preguntan. Mt refuerza que Caifás dice que Jesús “blasfema” (2x, v.65). 

Las burlas a Jesús condenado –como también es propio en los relatos de la Pasión en los restantes Evangelios- se asemejan a la actitud de los “enemigos” de los salmistas en los cantos del “justo que sufre” o del Siervo Sufriente de Isaías (primera lectura); ver también “dieron de beber… hiel” (27,34; Sal 69,22); “tuercen los labios, moviendo la cabeza” (27,39; Sal 22,8), “confió en Dios… que lo salve” (27,43; Sal 22,9; Sab 2,13.18). De hecho, el texto del Salmo 22 (“Dios mío, por qué me has abandonado” es más explícitamente citado por Mateo ya que se lo presenta en hebreo (Marcos lo había puesto en arameo): “Elí, elí, ¿lemá sabactaní?” (27,46).

A Pedro lo interrogan 3 diferentes personas. Mt especifica el modo galileo de hablar (v.73; Marcos 14,66-71 presenta dos personas interrogándolo: la criada es la que lo menciona como discípulo la primera y segunda vez; y en la tercera los presentes dicen “eres galileo”, Mateo precisa que lo saben por su “modo de hablar”). 

Barrabás es llamado “Jesús Barrabás” reforzando el contraste (v.16.17) como se ve en la pregunta de Pilato. Sin duda así planteado, el texto pone en más duro contraste la actitud de los espectadores ante dos “Jesús” diferentes. 

La mujer de Pilato “sueña” (v.19; el término “sueño” –ónar- es exclusivo de Mateo en la Biblia: 1,20; 2,12.13.19.22 e indica la comunicación de un mensaje por parte de Dios), y afirma que Jesús es “justo”. El término es habitual en Mateo (x17), José es “justo” (1,19), el término es paralelo a “buenos”, y opuesto a “pecadores” (5,45; 9,13; 13,49; 23,28; 25,37.46) e incluso a veces es paralelo a “profeta” (10,41; 13,17; 23,29). Claramente es sinónimo de “inocente” (23,35).

Las autoridades judías “persuaden” (peíthô es persuadir, convencer, llevar a confiar o creer) a la gente (ojlos, v.20) para que pida por Barrabás. La “gente” (multitud, muchedumbre) en general tiene una actitud positiva ante Jesús (al que tienen por profeta, como se dijo en el comentario más arriba). De allí que necesiten ser convencidos.

Lo probablemente más importante dentro de lo propio de Mateo es el hecho de que aquí Pilato se lava las manos (vv.24-25) y “el pueblo” (laos) acepta la inocencia de Pilato aceptando la sangre “sobre” ellos. El lavado de manos –a diferencia de lo que suele destacarse- no es un desentenderse. La sangre derramada violentamente “cae” sobre el responsable. Y Pilato quiere dejar claro que él no es responsable, sino que lo es el “pueblo”, cosa que este acepta.

Nota sobre Pilato, la sangre y el pueblo. Probablemente no haya texto que sea más evidente de la teología de todo el Evangelio de Mateo que este. En tiempos del Evangelista, dos grupos se disputaban ser los “herederos” del Israel bíblico: los fariseos y los cristianos. Mateo – que se dirige a una comunidad donde hay una comunidad judía muy importante - y los cristianos son evidente minoría (= “pequeños”) destaca por doquier que las Escrituras se han cumplido, que Jesús realiza en sí mismo lo esperado de grandes personajes bíblicos (Moisés, David…). Aquí encontramos al mismo “pueblo” (ciertamente “instigado” por las autoridades) haciéndose cargo de esta muerte. Haciendo suyas las palabras de Isaías sabe que a este “pueblo” se le ha embotado el entendimiento (13,15), conducidos por los “fariseos” (recordar lo dicho sobre los fariseos de tiempos de Mateo) “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (15,8); eso “se les quitará el reino de Dios para dárselo a una nación (ethnê; usado generalmente para referirse a los no judíos) que rinda sus frutos” (21,43). La teología principal de Mateo radica en presentar a la Iglesia como el “nuevo Israel” (o el verdadero, a diferencia de la propuesta del fariseísmo rabínico de su tiempo). Eso es lo que quiere señalar este texto. Lamentablemente este párrafo, descontextualizado, fue usado para alentar un anti judaísmo que llevó a los cristianos a las más graves perversiones contra “nuestros hermanos mayores”, los judíos. Nada de eso (como la acusación de “deicidio”, asesinos de Dios) se justifica en este texto.

Ante la muerte de Jesús, Mateo aclara que la tierra tembló, etc... (vv.51-52) “al ver esto” (v.54) el centurión y los que estaban con él lo reconocen como “el Hijo de Dios” (v.54). Lo que Marcos había presentado como una invitación a creer sin signo alguno, Mateo lo modifica en un “cumplimiento de las escrituras”.

  • «¿No se estremecerá por ello la tierra, y hará duelo todo el que en ella habita, subirá toda entera como el Nilo, se encrespará y bajará como el Nilo de Egipto? Sucederá aquel día– oráculo del Señor Yahveh– que yo haré ponerse el sol a mediodía, y en plena luz del día cubriré la tierra de tinieblas». (Am 8,8-9)
  • «Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión no alumbren ya, esté oscurecido el sol en su salida y no brille la luz de la luna, pasaré revista al orbe por su malicia y a los malvados por su culpa. Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los desmandados humillaré. Haré que el hombre sea más escaso que el oro fino, y la humanidad más que metal de Ofir. Por eso haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su sitio, en el arrebato de Yahvé Sebaot, en el día de su ira hirviente». (Is 13,10-13)
  • «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno». (Dn 12,2)
Muchas de las cosas que se aguardaban para “el fin del mundo”, para “el día de Yahvé” ocurren con la muerte (y resurrección, v.53) de Jesús. Ya no se trata de un creer sin signos (Marcos) sino del cumplimiento de las Escrituras (lo que –como se ha dicho- es característico de Mateo).

Mateo destaca algunos elementos más que no señalaremos: es recurrente la presencia de la madre de los de Zebedeo (v.56), se destaca que José de Arimatea es discípulo (v.57) y que el sepulcro donde Jesús es puesto es “nuevo” (v.60). Sólo una anotación conclusiva –propia de Mateo- como es de esperar en este evangelio: los guardias en el sepulcro (vv.62-66). Seguramente algunos “judíos” de tiempos de Mateo insistirían, ante el anuncio de la resurrección por parte de los discípulos, en que si el cuerpo no se encontraba en el “sepulcro nuevo” se debió a que el cuerpo fue robado. En este lugar Mateo presenta a los guardias de los que –más adelante- afirmará que fueron sobornados por los sumos sacerdotes (los mismos que “incentivaron al pueblo” a pedir la liberación de Jesús Barrabás). El conflicto entre los miembros de la comunidad de Mateo y los judíos del fariseísmo rabínico son característicos en este momento dramático de la narración. Y Mateo lo destaca claramente.

El video con comentario al Evangelio se puede ver en

Foto tomada de www.elmercurio.com.ec

viernes, 24 de marzo de 2023

La Iglesia ausente otro 24

La Iglesia ausente otro 24

Eduardo de la Serna



Un nuevo 24 de marzo pasa. La gente colmó la Plaza y gritó «Memoria».

Y, como cura, me surgen 3 pequeños elementos para la reflexión:

1.- Cuando el episcopado argentino ya no podía seguir haciéndose el distraído, no podía decir que los responsables de los crímenes atroces eran “unos loquitos sueltos” (¿dónde escuché eso?), cuando los mismos referentes militares les dijeron en la cara que de un plan sistemático se trataba, y hasta el mismísimo papa Juan Pablo II los dejaba en offside, entonces los obispos empezaron a hablar de Reconciliación. Fue la palabra mágica y clave, por ejemplo, del documento “Iglesia y comunidad nacional” (ver # 199-202) para afrontar su presente histórico. ¿Cómo reaccionaron a eso desde los organismos de Derechos Humanos? Pues sencillamente a la tradicional “¡no olvidamos, no perdonamos!” añadieron – y se sigue repitiendo – “¡no nos reconciliamos!”

2.- Actualmente, la Iglesia jerárquica afirma que “nos comunica el contenido de sus archivos”; pero, veamos: en los archivos, lo que vemos son, por ejemplo, las numerosísimas denuncias, en las que personas u organizaciones comunican desapariciones y piden la intervención eclesiástica. Es difícil que en aquellos a los que se han podido acceder encontremos que un obispo sepa qué pasó con desaparecidos, o con niños entregados. No son esos archivos los que aportan algo para el conocimiento de la verdad que esperamos. Seguramente por eso, en el acto hoy dijeron: “que se permita el acceso público a los archivos de inteligencia producidos por las Fuerzas de Seguridad, las Fuerzas Armadas y por la ex SIDE” y no se incluyó a los archivos eclesiásticos. A lo mejor algún genocida escribiera un diario, o a lo mejor escribiera cartas personales o las recibiera a personas eclesiásticas (por ejemplo, capellanes militares), pero no son esos archivos – si es que existieran – los que se han podido conocer. Es posible que en una crisis de conciencia (cuanto conciencia había) alguno hablara (¿escribiera?) a un cura u obispo sobre torturas, desapariciones, robos de bebés, etc., pero no parece probable que eso haya llegado a la Santa Sede, a la Nunciatura o a algún obispado (y no parece que todos hayan abierto sus archivos); por ejemplo, una teóloga afirma que monseñor Raspanti recibió por parte del provincial jesuita Jorge Mario Bergoglio informes muy críticos sobre Jalics y Yorio – además de comentarios telefónicos, lo cual es más complicado constatar – y, no estaría de más conocer en los archivos del obispado de Morón si existen esos tales informes. Pero eso es otro tema. En lo personal, lo que he leído de los archivos mostrados no me aportó nada nuevo, sólo confirmar de unos u otros personajes lo que ya sabíamos.

3.- En muchos organismos de Derechos Humanos se suele hablar de “dictadura cívico-eclesiástico-militar”; en lo personal, prefiero decir “cívico-militar con bendición eclesiástica”, pero no ignoro ni simulo la enorme complicidad del Episcopado (con las conocidas excepciones) con el genocidio y el terrorismo de Estado. Conste o no en archivos, haya o no pruebas de que tienen acceso a información que desconocemos, o no, no puedo negar la cercanía del Episcopado, y – peor aun – el acuerdo de muchos (¡demasiados!) obispos con la Dictadura. Pero también escuché en la plaza que cuando nombraron al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo la Plaza rompió en aplausos. Hoy, uno, anónimo para mí, exagerado, pero sintomáticamente me abraza y me dice: “no creo en dios, pero ¡a usted le creo! Pero, ¿Qué quiere con estos obispos que tenemos?” Para muchos, los obispos de ayer y los de hoy son lo mismo… «Una cúpula de la Iglesia que, cuando no era parte del terror, elegía ser parte del silencio», dijo el documento hoy leído.

A lo mejor harían bien muchos obispos o teólogxs en participar disimulada y silenciosamente (que son expertos en eso) de varias marchas de varios 24 de marzos, y a lo mejor así sepan y escuchen qué dice tanta gente sobre ellos, y por qué. Conocer la realidad leyendo el diario La Nación no suele ser buen consejero, y, sobre todo, suele ser garantía de parcialidad manifiesta. Y parcialidad del peor de los lados posibles. La misma que tuvieron ayer.


Foto tomada de los medios

El 24 de marzo no debería ser feriado

El 24 de marzo no debería ser feriado

Eduardo de la Serna



Un feriado es un día dedicado al descanso por tratarse de una fiesta importante. Descanso es sacar el cansancio a causa de labores. ¿Eso es el 24 de marzo? ¡No!

Sólo para los negacionistas, para los que festejaron aquel nefasto día, para los que – todavía hoy – conmemoran “al general” (degradado, descartado y muerto en cárcel común a causa de sus crímenes aberrantes, condenado por una justicia imparcial), sólo para ellos un 24 de marzo puede ser “fiesta”. Los que aquel 24 de marzo despertamos con una puteada en los labios y vivimos con angustia, con miedo, con pesar por tantos y tantas compañeros y compañeras que no están, nosotros, no podemos en nada festejar. Pero, sobre todo, no podemos olvidar. Olvidar, casi, casi, sería volver a desaparecer a las y los compañeros y compañeras. Los que tuvimos amigos y parientes exiliados y desaparecidos, torturados y apropiados no podemos sino gritar “¡memoria!”

Quizás tengamos la “suerte” de estar vivos (aunque en mi caso creo que más que “suerte” fue la complicidad del arzobispo con la dictadura, y yo estaba en “su” seminario). Y si estamos vivos, y no nos consagramos al ónfalocentrismo (mirarnos el ombligo una, y otra, y otra vez) sabemos que si “a mi no me pasó nada” no es para pensar un “no me importa”, o peor, que “en algo andarían” sino que en algo debemos andar, en sembrar, en edificar, en vivir con ellos y ellas delante. Hay demasiadas causas por las que vivir vale la pena, y no hay demasiado tiempo para descansar. Otra cosa es parar para mirar un mapa (o personas que lo son).

Es memoria porque el Alzheimer político, la amnesia social o la arterioesclerosis comunitaria no son sino enfermedades que impiden caminar. ¡No! ¡no es una fiesta! Es tiempo de centrarnos en lo fundamental (y por eso hay que parar… no para descansar… ¡para luchar!). No para luchar contra fulanos o menganas (aunque haya varios y varias que obstaculizan el andar y deben ser corridos de en medio), para luchar por la vida. ¡Y hay demasiada muerte en el olvido!, ¡y más en la injusticia!

No, no es fiesta. No festejamos. Recordamos (pasamos por el corazón, que no es el ombligo, por cierto), remembramos (traemos a los miembros, por los que circula sangre. Es decir, vida), que es algo muy distinto. Y si recordamos juntos, si nos miramos a los ojos, si vemos miles de rostros conocidos o no, que recordamos lo mismo, que luchamos por lo mismo, si nos damos la mano “¡y vamos ya!” porque “ánimo nos daremos a cada paso”, entonces celebramos. Y nos alegramos juntos y juntas por saber que adelante hay vida posible. La misma vida que les negaron a 30.000 y obstaculizaron a todos. Por eso es memoria. Por eso es verdad. Por eso es justicia. Y cierro porque me voy a la Plaza.

jueves, 23 de marzo de 2023

Un primer paso para la organización, Ignacio de Antioquía

Un paso para la organización, Ignacio de Antioquía

Eduardo de la Serna



El movimiento cristiano fue naciendo y organizándose de modos y estructuras muy variadas, según los fundadores o fundaciones, según la misma comunidad y sus posibilidades geográficas, políticas, sociales, culturales... Por ejemplo, todo parece indicar que Pablo, gran fundador de comunidades, aunque se reconocía a sí mismo con una responsabilidad con sus “hijos” como “padre – madre” (cosa que suele reflejar en sus cartas) él dejaba que cada comunidad se fuera dando la organización que ellos creyeran oportuna y adecuada. No hay, en sus escritos, una estructura fija que veamos que se da en una y se repite en otras comunidades.

Claro que, desaparecidos los fundadores, con el tiempo las comunidades fueron viendo la necesidad de estructurarse. En un primer momento, las tradiciones de los distintos fundadores fueron frecuentes: “esto es lo que Pablo nos diría”, por ejemplo, se repite una y otra vez (o “lo que diría Pedro”, o “Santiago”, etc.). Había quienes lo habían conocido y, su memoria estaba aún fresca, y su “memoria” tenía autoridad. Pero también este tiempo fue pasando. Así empezamos a encontrar a quienes “vigilan” que la comunidad y la memoria se mantenga fiel (en la teoría y en la práctica), hay, también, “ancianos” que pueden aconsejar desde su sabiduría, y, hay – finalmente – algunos encargados de servir a los enfermos, asistir a los presos, socorrer a los pobres y las viudas (como se ve, con el paso del tiempo las comunidades se empiezan a “organizar”). Pero, insistimos, en un primer momento estos “servicios” fueron variando... a veces se pasaba de uno a otro circunstancialmente, o estos eran temporales. Como en casi todo el imperio romano se hablaba griego, el uso se fue universalizando y en esta lengua "vigilantes" se dice episkopos, "ancianos" se dice presbyteros y "servidores" se dice diákonos (de aquí vendrán, más tarde, nuestros obispos, presbíteros y diáconos).

En la primera mitad del s. II, un “epískopo” de la importantísima ciudad de Antioquía, llamado Ignacio, fue encarcelado y llevado por soldados a Roma a fin de, allí, ejecutarlo (no conocemos las causas). En el trayecto fue atravesando toda la actual Turquía (con escalas en Esmirna y Tróade) para de allí cruzar a Grecia y llegar a la Capital del Imperio. Como Ignacio era – por lo que vemos – muy conocido, varias comunidades enviaron delegados a Esmirna y Tróade para hablarle y escucharlo. Allí, él aprovechó la detención para escribir cartas a estas comunidades. Se conservan 6 cartas a las Iglesias y una personal al epískopo de Esmirna, Policarpo. Probablemente fuera este quien tuviera copias de estos textos y se haya ocupado de hacerlas públicas. A comienzos del s. IV ya era bastante conocida la existencia de las cartas de Ignacio.

Uno de los temas recurrentes en los consejos-escritos de Ignacio es la unidad de las Iglesias, unidad que debe ser en torno al “obispo” (en singular) y la comunidad de “presbíteros”. Proviniendo de Antioquía, donde había residido mucho tiempo Pedro, es razonable que el que encabezara la comunidad fuera una sola persona mientras en otras comunidades e iglesias había una “comunidad de epískopos; por eso Ignacio destaca que cada comunidad (se refiere a aquellas que lo visitan, es decir, de ciudades de Asia Menor) deben estar en comunión con el epískopo que se encuentra acompañado por los presbíteros. Como se ve, con Ignacio, en una parte importante de la Iglesia - Asia Menor - se empieza a presentar una estructuración a la que podemos llamar “jerárquica”. Señalemos que esto es algo que va ocurriendo lentamente y no ocurre así en otras partes, por ejemplo, aunque Ignacio a Policarpo, en su epístola, lo llama epískopo, él, en una carta, se presenta a sí mismo como presbytero.

De todos modos, esto fue solamente un paso, y luego hicieron falta otros más adelante para que en la Iglesia universal la organización fuera, como es hoy, de obispo-presbíteros-diáconos. Recién con la obra “La Tradición Apostólica”, de Hipólito romano (siglo III) se aceptó en toda la Iglesia este esquema “tripartito”.

Ignacio finalmente llegó a Roma donde fue muerto mártir (por “los dientes de las fieras”, según él mismo anticipa en su carta a los romanos). Hoy, sus escritos, constituyen un conjunto de textos que se han llamado “Padres Apostólicos” por la cercanía con el tiempo de los apóstoles. En este caso, la estructuración en las comunidades dio un paso que, venía desde la “tradición paulina”, reflejada en las cartas llamadas “Pastorales” (1 y 2 a Timoteo y a Tito) y – pasando por Ignacio, en sus cartas – fue aceptada más adelante para ser asumida, un siglo más tarde, por toda la Iglesia universal. Con el paso del tiempo la Iglesia empezó a ser, cada vez más claramente, una comunidad organizada.

 

Imagen tomada de https://www.perpetuosocorrozac.org/2019/10/san-ignacio-de-antioquia-17-de-octubre.html

martes, 21 de marzo de 2023

Las vocaciones, ¿una bendición?

Las vocaciones, ¿una bendición?

Eduardo de la Serna



Hay una especie de principio teológico casi indiscutible (a eso lo llamaban theologoumenon) que dice que allí donde hay vocaciones a la vida ministerial (presbiteral, religiosa, etc.) está llegando la bendición de Dios. Una congregación, seminario, casa religiosa en la que abundan las vocaciones se sabe “bendecida” por Dios.

Entonces, como – pareciera – Dios se relaciona con nosotros en un esquema casi comercial, si hacemos las cosas bien (do) Él nos manda vocaciones como regalo (ut des).

Hace muchos años, en un encuentro de curas, dos de ellos habían “fundado” una suerte de congregaciones. Uno tenía bastantes vocaciones, el otro no, y entonces, aquel le dijo “es que tenés que saber a dónde ir para buscarlas” (él iba a colegios de la elite, por ejemplo). Ambos dos, fueron acusados y condenados por abusos. Y “el más bendecido”, incluso, expulsado del ministerio ordenado.

¿De qué Dios estaríamos hablando al pensar que regala vocaciones en cantidad en un ambiente y no lo hace en otro sumamente necesitado? Además, ¿no es un poco un Deus ex machina ese tal “dios”? ¿No será, más bien, reflejo de una sociedad, de cómo está, a dónde va el medio ambiente?

Quiero poner un ejemplo… A comienzos de los 70 parecía que todo el mundo, convulsionado, iba en una dirección: Carlos Mugica decía que “pronto toda la Iglesia será tercermundista”, “Vicky” dejaba la carrera de trabajo social porque “la revolución está a la mano, ¡ya viene!”, y, súbitamente, vinieron las dictaduras, la “reacción”, y todo fue diferente a lo imaginado. Pero, en ese interim, se llenaron los seminarios, las vocaciones florecían por doquier. Dios ¿bendecía la revolución que venía? ¿Qué habría pasado para que ahora bendiga “lo contrario”?

En estos momentos, pareciera que, por un lado, las derechas florecen por todas partes, aunque también están vivas las propuestas alternativas. Pero, vemos que los jóvenes, desencantados, quieren seguridades, caminos rectos, firmeza, “romper todo”, por lo que es lógico que busquen propuestas religiosas donde les digan qué sí y qué no se debe hacer, y que con firmeza y autoridad puedan sentir el alivio de “no equivocarse” (“el que obedece no se equivoca” dice la vulgata de la tontería:

"¿Y cómo nos manifiesta Dios su propia voluntad? Por medio de sus representantes en la tierra. La obediencia, y sólo la santa obediencia, nos manifiesta con certeza la voluntad de Dios. Los superiores pueden equivocarse, pero nosotros obedeciendo no nos equivocamos nunca” repite Maximiliano Kolbe).

La obediencia, así entendida, libera la conciencia del error, de la equivocación que, parece, sería la cosa más espantosa que nos puede ocurrir. Parece que lo que cuenta no es el amor sino el acierto… Y, entonces, incorporarse a grupos de “obediencia debida” resulta un “suave alivio del alma”. Y, si, además, tenemos la garantía divina de la bendición, entonces la seguridad es total. “Podemos respirar en paz y sentir que el alma se expande”.

Pero, la abundancia de vocaciones, ¿indica “necesariamente” que eso es lo que Dios quiere (y bendice)? ¿No indicará, más bien, dónde se ubica hoy cierta sociedad? ¿No indicará que hay una Iglesia que se dirige en esa dirección, lo que no necesariamente indica que tal sea la voluntad de Dios? Sin duda que los diferentes acontecimientos de la historia (también la abundancia o la ausencia de vocaciones) nos invitan a pensar, y a intentar “pensar desde Dios” los signos. Por ejemplo (y sólo a modo de pensamiento alternativo al “oficial”), la falta de vocaciones al ministerio ordenado (presbiteral, que no diaconal, en muchas partes), ¿no nos invita a pensar, más bien, que Dios no quiere una Iglesia “clericalista”?, ¿no será que la Iglesia debemos pensarla desde el laicado, desde el servicio, desde “las bases”? Ser muchos o ser pocos ¿es necesariamente garantía de bendición / maldición (o abandono)? ¿No hemos experimentado en la historia de la Iglesia cientos de casos en los que una gran mayoría aceptaba, o aplaudía un modo de vivir o ser mientras que un muy pequeño grupo escogía otro camino que – con el tiempo – resultó más “de Dios”? ¿No hubo, por ejemplo, aceptación general (incluso de grandes santos, como Bernardo de Claraval) a las Cruzadas, mientras un grupo microscópico, encabezado por Francisco de Asís escogió otro camino?

En suma, creo que es falso de toda falsedad creer que el hecho de que haya o no vocaciones, deba interpretarse necesariamente como bendición o no de Dios a un grupo, o un modo de ser Iglesia. Sí creo que eso debe pensarse, rezarse, discernirse para tratar de buscar cómo caminar mejor, como ser, hoy, más fieles al reinado de Dios (el mismo que Jesús compara con un grano de mostaza, por cierto); cómo dar, a nuestro tiempo, la mejor respuesta de vida y esperanza, de verdad y alegría, cómo anunciar buenas noticias… las mismas que, si no lo son para los pobres pareciera extraño evangélicamente. No creo que la abundancia de vocaciones sea indicio de dónde está Dios, sí creo que allí donde los pobres reciben esas buenas noticias, eso sí es señal de dónde está Jesús. Y, sinceramente, de eso se trata la Iglesia.

 

Foto tomada de https://es.catholic.net/op/articulos/49050/cat/347/si-tuvieras-fe-como-un-grano-de-mostaza.html

Comentario a las lecturas del domingo 5º de cuaresma "A"

La fe y la vida definitiva van de la mano


DOMINGO QUINTO DE CUARESMA - "A"

Eduardo de la Serna




Lectura de la profecía de Ezequiel     37, 12-14

Resumen: Como un montón de huesos sin vida, “Israel” se siente abatido en el exilio; Dios lo hará “subir” de las tumbas para llenarlos de vida y volverlos a reconstituir como su pueblo. Para ello por la palabra del profeta les infundirá su espíritu.


La elite de Israel se encuentra en cautiverio en Babilonia. El pueblo (en realidad, la élite, hay que recordarlo, aunque como es habitual la élite se ve a sí misma como “toda la casa de Israel”, v.11) se percibe a sí mismo como “muerto”, como “un campo de huesos secos”. En una de sus múltiples visiones, Ezequiel contempla un montón de huesos y el texto alude a la “resurrección de Israel”.


El texto comienza con “la mano de Yahvé” (cf. 1,3; 3,14.22; 40,1: es propio de las visiones del profeta) que lleva a Ezequiel a una ribera (v.1; también ligada a las visiones de Ezequiel: 3,22-23; 8,4) y finaliza con el dicho característico: “oráculo de Yahvé” (v.14). En v.15 comienza una nueva unidad: “la palabra de Yahvé me fue dirigida”. El texto litúrgico es la conclusión de toda esta escena. La clave que motiva todo está dada por los dichos de “los huesos”: “Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros” (v.11). Como ya se vio en 20,32 y 33,10 los ánimos del pueblo los abruman, el peso de las culpas los aplasta. Creen que ya todo está perdido y desaparecerán como pueblo terminando como uno más de los demás pueblos de la tierra. Israel ya no será. La sensación ante la visión es la de una “nueva creación” (cf. 36,26-28). El sentido de todo esto está dado porque Yahvé “conoce” (îd‘, verbo que se repite insistentemente en la escena: vv.3.6.13.14) e Israel “sabrá” quién es Yahvé. Pero para eso debe “entrar” en ustedes el espíritu que da vida. “Entrar” también es frecuente en la escena (bô’, vv.5.9.10.12) finalizando con la “entrada” anunciada en la tierra de Israel, y también lo es “subir (‘lh, vv.6.8.12.13) pues como “sube” la carne sobre los huesos, subirán de las tumbas (como “subieron” de Egipto, Ex 3,8.17…). La relación entre las situaciones de “Israel” en Egipto e “Israel” en Babilonia es un tema que será teologizado con frecuencia y servirá para repensar el regreso a la tierra. También es recurrente el verbo “profetizar” (nb’, vv.4.7.9.12) en el sentido de pronunciar una palabra de parte de Dios, y también de convocar (al “espíritu”). Finalmente es clave el término “espíritu” (rûah, vv.1.5.6.8.9.10.14; cf. 11,19; 36,26 siempre asociado a la vida) aquí usado en todos los sentidos variados que el término tiene en hebreo: el soplo / aliento de vida hace revivir los huesos, pero a él se dirige el profeta: “¡ven!” (v.9) quizás aludiendo a los vientos, y finalmente refiere al “espíritu de Yahvé” (v.14), es este espíritu de Dios el que da sentido al pueblo y su existencia y futuro. Como en Ez 36,16-38 se alude a la regeneración del pueblo que se siente abatido; como en Gen 2 la creación del cuerpo requiere un segundo momento: la donación del espíritu. El pueblo no puede ni tiene existencia sino por acción de Dios (“tú lo sabes”, v.3). Israel es incapaz de vivir, de “subir a su tierra” y a su Dios, sin la iniciativa y obrar divinos.


La conclusión (vv.11-14) explica el sentido de todo: Israel será “re-creado”, “levantado”, “vivificado”, pero esto es signo de la presencia de Yahvé en medio suyo, no hay Israel sin Yahvé.


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     8, 8-11

Resumen: Mirando de manera contrapuesta la “carne” y el “espíritu” Pablo se refiere a dos modos de vivir de la persona. El creyente en Cristo está invitado a dejarse conducir por el espíritu de Dios y no por la debilidad humana que le impide agradar a Dios y a los hermanos.



La carta a los Romanos está terminando toda su primer gran unidad dedicada a mostrar los efectos de la gracia en los creyentes. El gran efecto (ya preparado en la carta a los Gálatas, que muchos autores ven como una gran inspiradora de la carta a los Romanos) es la libertad. El creyente es libre a diferencia de los que están sometidos a sus propias (in)capacidades o a la misma Ley (caps. 1-3). Pero no es libre por su propia fuerza sino por la gracia de Dios. Esta nos “sumerge” «en Cristo» y por tanto hemos abandonado el ámbito de la debilidad (= carne) para dejarnos conducir por la fuerza de Dios en nosotros (= espíritu). Sin ese espíritu, ciertamente, recaeríamos en la incapacidad que nos impide vivir según Dios, “en Cristo”. “No pueden” (ou dynantai, v.8, cf. v.7). El contraste es evidentemente entre la “carne” y el “espíritu”, se trata de dos mundos, dos horizontes. La carne es expresión de nuestra propia incapacidad, mientras que el espíritu es “de Dios”, sólo quien tiene el espíritu de Dios puede “agradar a Dios”, es decir: vivir conforme lo que Pablo ha enseñado (1 Tes 4,1), buscando agradar a los hermanos (Rom 15,1-3), a todos (1 Cor 10,33) por Dios (cf. Gal 1,10). 


Aquellos que en el Bautismo han recibido el espíritu ya no están “en la carne”, el espíritu “habita” en ellos (8,9.11; ver 1 Cor 3,16). Sin ese espíritu, el que “habita” es el pecado (7,17.20), “nada bueno habita en mí” (7,18) [el verbo habitar, enoikéô, es exclusivamente paulino en el Nuevo Testamento]. 


Este contraste entre carne y espíritu se refleja en otro contraste: pecado - justicia, muerte - vida (v.10) [notar que lo que muere es el “cuerpo”; no dice “carne”. Es importante evitar toda lectura platónica o helénica para no malinterpretar estos términos de la antropología paulina]. La muerte ha entrado en el mundo como consecuencia del pecado (5,12), la vida ha reinado a causa de la justicia: “En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo, por Jesucristo!” (5:17). La vida que los “cuerpos mortales” recibirán de parte de aquel que “resucitó a Jesús” es dada por mediación de ese espíritu de Dios que habita en nosotros (v.11).


Evangelio según san Juan     11, 1-45

Resumen: El último de los signos de Jesús es dar vida a Lázaro. Un diálogo con Marta, su hermana, sobre creer, da sentido a que la fe permite acceder a una vida definitiva de la que Marta es modelo para los lectores del Evangelio.



El último de los siete “signos” de Jesús muestra la plenitud de sentido de la revelación de Jesús, en Juan: Jesús es y da la vida a la humanidad, sin embargo, los seres humanos, a causa de esto deciden “darle muerte” (11,53). 

Como las unidades anteriores, el texto es muy complejo. Veremos algunos elementos antes de mirar el sentido fundamental del relato.
  • Jesús se ha ido lejos de donde solía estar ya que “querían prenderlo” (10,39), por eso fue donde Juan bautizaba “y se quedó allí” (10,40). Por eso es que cuando –más tarde- decide ir a Betania los discípulos le dicen que “hace poco querían apedrearte” (v.8) y por tanto concluyen, “vayamos a morir con él” (v.16).
  • Anacrónicamente dice en 11,2 que “María era la que ungió al Señor con perfumes…” algo que ocurrirá recién en 12,3-8. Es posible que Juan haya adelantado esta escena para darle (o profundizar) sentido de “unción para la sepultura” a lo realizado por María, con lo que es coherente con la unción en Mc 14,3-9 (aunque allí se trata de una mujer innominada).
  • Decir que Jesús “amaba” a Marta, a su hermana y a Lázaro (v.5), o que “a quien tú quieres está enfermo” (v.3) llevó a algunos a afirmar que el discípulo amado sería Lázaro. Expresamente el autor del cuarto Evangelio omite el nombre y es sensato mantener ese anonimato voluntario.
  • El clásico “malentendido” joánico está dado con el uso de “despertar” a Lázaro (el juego entre “dormir” y “morir” es frecuente, cf. Mc 5,39) pero también con el doble sentido de la palabra “vida” (como veremos).
  • La frase de las hermanas, “si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano” (Marta, v.21; María v.32) puede entenderse como reproche, pero también –y parece preferible- un simple comentario, “¡qué pena que no estabas, sino seguro que Lázaro no moría!”. El comentario de Marta añade: “Pero aún ahora sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá” (v.22) no parece que deba entenderse como confianza en que puede resucitarlo (por el diálogo que sigue a continuación, vv.23-24).
  • La confianza de Marta en que Lázaro “resucitará en la resurrección, el último día” (v.24) es coherente con la teología farisea.
  • La presencia de testigos es repetida con cierta insistencia ya que serán los que desencadenarán la conclusión (vv.19.31.33.36.37.45-46).
  • De María y de los judíos se afirma que “lloraron” (klaíô, vv.31.33) mientras que de Jesús se utiliza otro verbo (edákusen, v.35). Es posible que este, que también puede traducirse por “lagrimear”, denote tristeza pero no desesperanza.
  • Es muy frecuente en Juan que ante Jesús se produzca una “división” (7,43; 9,16; 10,19), en este caso, en v.45, al ver el signo “muchos” creen en él, mientras que en v.46 algunos fueron a contar a los fariseos. Puesto que deciden darle muerte (v.53) nuevamente Jesús debe esconderse retirándose a “una ciudad llamada Efraim” (v.54).
  • El hecho de Jesús es calificado, como es habitual (17x), de “signo” (v.47, sêmeia) por Juan. Los signos son un hecho que “esconde” otra cosa mucho más profunda del mismo tipo, así como el pan, la luz, son “más” que simple pan o luz, sino que Jesús mismo ilumina y sacia las realidades más profundas del ser humano. Se puede decir que lo que se ve (el signo) es en realidad como una suerte de cáscara de algo más profundo (lo significado). Pero sólo se puede llegar a esa profundidad cuando se ve el hecho como signo (6,26), sino, los espectadores se quedan con la “cáscara” sin descubrir nada más. Esa profundidad, como es característico en Juan, es Jesús mismo, visto como el que sacia, el que ilumina… Algo habitualmente expresado (en la profundización del discurso) por el uso de “yo soy” (yo soy el pan, yo soy la luz del mundo… esa luz, ese pan que ustedes ven es signo de que Jesús ilumina y sacia). Por eso los signos están dirigidos directamente a que los que los ven puedan “creer”. “Para que crean” es que se dan los signos. Lo que los testigos pueden vislumbrar es la gloria (doxa) de Jesús. Por eso ante el primer signo se afirma claramente: “este fue el primero de los signos… así manifestó su gloria y creyeron” (2,11).
  • La conclusión del Evangelio lo afirma claramente: «Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro. Estos han sido escritos para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida (zôê) en su nombre». (Jn 20:30-31). La vida es el objetivo, y a esto se llega al creer, y se llega a creer al descubrir los signos y ver en ellos la gloria de Jesús.

Precisamente nos encontramos ante un signo (la vida de Lázaro) pero un signo que esconde algo que debe ser creído: que Jesús es (“yo soy”, v.25) “la resurrección y la vida”. Jesús le afirma a Marta que “si crees, verás la gloria de Dios” (v.40; cf. v.4). El verbo “creer” (tan importante en Juan, 98x) se encuentra 9x veces en la unidad, y es particularmente importante en el diálogo de Jesús con Marta que ocupa la parte central de la escena: “el que cree en mí, aunque muera vivirá” (v.25) “¿Crees esto?” (v.26), “Yo creo…” (v.27). 

Es interesante notar que en Juan se utilizan fundamentalmente dos términos griegos para hablar de la vida. Psyjê (10x) destacando que esta vida se puede “entregar” o “perder” (10,11.15.17; 12,25; 13,37.38; 15,13) y también zôê (36x). Esta zôê es vida “eterna” (3,15.16.36; 4,14.36; 5,24.39; 6,27.40.47.54.68; 10,28; 11,25; 12,50; 17,2.3) es resucitada (5,29), es una vida dada por Jesús, por tanto alude a “otro nivel” de vida, a la vida divina. Jesús es vida y resurrección, y creer en él permite recibir de él esa vida que él da. Es esta vida a la que Marta accede al creer; de hecho, la confesión de fe de Marta es la misma “para” la que se escribe el Evangelio: que Jesús es / tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (v.27), y que –como se dijo- da vida (zôê). Por eso el que cree, aunque muera (vida humana) vivirá (vida divina); el que vive (vida divina) y creeno morirá jamás (muerte definitiva) (vv.25-26). 

En este sentido podemos decir que si bien Lázaro es el beneficiario de la vida (humana), Marta es la que –por la fe- alcanza la vida plena que Jesús trae. Lázaro es signo (la cáscara) de una vida nueva y plena –divina- que Jesús trae a “el que cree”, como Marta.


el video con comentario al Evangelio en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/03/video-con-comentario-al-evangelio-del_20.html
o también en
https://youtu.be/XXCXdLmbAwQ


Foto tomada de cpcr-caldes.blogspot.com

lunes, 20 de marzo de 2023

Video con comentario al Evangelio del 5to domingo de Cuaresma "A"

Video con comentario al Evangelio del 5to domingo de Cuaresma "A"


también en

https://youtu.be/XXCXdLmbAwQ

Eduardo

De pensar y repensar se trata. De memoria.

De pensar y repensar se trata. De memoria.

Eduardo de la Serna



Recuerdo, hace casi ya una eternidad, cuando entré al Seminario, que, charlando con un amigo de años, le hice un encargo, para mí importante, en ese tiempo: “En el Seminario me van a lavar el cerebro. Te encargo que cuando veas que eso pasa, me lo hagas notar”. Pasado un buen tiempo (afortunadamente antes que él partiera al exilio y dejáramos de vernos por casi 15 años) me dijo “¡ojo!, me dijiste que te avise, y te aviso que te lo están lavando”. Como era imaginable le dije que no, que eso no estaba ocurriendo. Y ahí dejamos el tema. Pero mi elección del amigo adecuado tenía la intención de que – aunque estábamos, y seguimos estando, mil veces en desacuerdo – su palabra me importaba, y ya sabía que lo que lo movía era la amistad. Y la militancia. Por eso, con el tiempo, fui pensando, rumiando, mirando y evaluando para poder ver dónde había ocurrido ese tal “lavado”. Y reconocerlo. Y aceptarlo. Y poner los medios para “volver a ensuciarlo”.

Yo sé que ese tema del “lavado de cerebro” es muy complicado. Dicen que hay sectas, como, por ejemplo, es el caso del Opus Dei y otras, que deben someter a las víctimas a un proceso de “reprogramación”, tipo formateo e instalación de nuevo de los programas mentales; y no me estoy refiriendo a eso. Acá entiendo por “lavado” la insistencia sistemática, de todo el tiempo y de todos de que algo es de una manera y no hay otra (dentro de la “familia”, la casa). Uno se va haciendo la idea de que las cosas son así “en la Iglesia” y lo va haciendo propio. Pero la resonancia de aquellas palabras amigas fueron, entre otras, las que permitieron que fuera pensando una y mil veces en que hay “otro modo de ser Iglesia” y lo fuera asimilando… y modificando… y dando fuerza y sentido…

Toda esta larga introducción, excesivamente personal, tiene una intencionalidad: la memoria. También una sociedad es sometida a este tipo de lavado de cerebro, y lentamente muchos, casi todos, van haciendo que muchos, casi todos, piensen de una manera, olviden algunos momentos o acontecimientos, vean de una determinada forma las cosas, y pase a ser “normal” un pensamiento, y olvidado y olvidable otro modo de ver, de pensar, de entender todo. Estamos cerca de lo que Gramsci llamaba “hegemonía”.

Entonces, las voces, policopiadas, politransmitidas, polidifundidas dicen y repiten una cosa, o dos… pero nunca “otra” … y un año… y otro… y entonces puede aparecer que miles de jóvenes se sorprendan y hasta sacudan cuando ven “Argentina 1985”, porque no sabían, porque nadie les contó. Y que pueda aparecer el negacionismo, y sus candidatos, o hasta una tilinga molesta porque el 24 de marzo le “arruina” su cumpleaños.

Y, entre tanto, algunas amigas se van (no al exilio sino terminando este, al decir de algunos antiguos), como Hebe; y hay otras, pocas, cada vez menos, que ven reducida su capacidad de hablar o moverse. Y, entonces, son pocos los que nos pueden alertar: “¡che, te están lavando el cerebro!”, y que su palabra nos conmueva, nos sacuda y nos haga pensar.

Pero, como nadie dijo que todo está perdido, miles y miles de jóvenes, que ni siquiera habían nacido en la Argentina de 1985, siguen marchando, y cantando, y gritando cada 24 de marzo, en cada calle o plaza, y repitiendo que no se trata de “tener” Memoria, Verdad y Justicia, sino de “hacerlas”, de militarlas (porque no es mnemotecnia sino política), y de lucharlas para que podamos soñar y buscar un mañana feliz para todos, todas y todes. Se trata de volver a “ensuciarnos” con el barro de la vida, los ruidos de las calles y las gentes, el olor de los choripanes, y de reprogramar nuestra existencia en una que no se mira su propio ombligo sino los ojos, llorosos o felices de hermanos y hermanas. De pueblo, no de gente se trata; no de Nación, sino de Patria, no de animalitos, sino de historia.

 

Imagen tomada de https://lamenteesmaravillosa.com/existe-el-lavado-de-cerebro-o-es-solo-un-mito/