sábado, 29 de septiembre de 2018

Un profeta que habla a nuestro tiempo


Un profeta que habla a nuestro tiempo


Eduardo de la Serna



Mirando la actual realidad, la vida-muerte de los pobres del pueblo, los preferidos del Dios de Jesús, no puedo menos que recordar un texto fascinante del profeta Miqueas. Muchas cosas pueden pensarse a la luz de nuestra historia mirando el capítulo 3, pero me voy a detener en un breve párrafo.

El Salmo 14 había dicho «¿Pero no aprenderán los malhechores, que devoran a mi pueblo, que devoran el grano del Señor que no han cosechado?» (v.4) y el proverbio tomaba una imagen semejante: «gente con navajas por dientes y cuchillos por mandíbulas, para extirpar de la tierra a los humildes y del suelo a los pobres». (Pr 30:14), pero Miqueas avanza mirando su realidad con una crueldad nunca vista.

Ya no se dirige a “malhechores” sino que con firmeza les habla a los “jefes” (lit. “cabezas”, rosh) y dirigentes. Puede estar refiriéndose a los mismos en un paralelismo sinónimo, o a dos semejantes en un paralelismo sintético. Puede referirse a los jefes (rosh) militares, que abusan de los campesinos (es tema importante en Miqueas, y es lo que ocurre con los campamentos militares que rodean la localidad de Moreshet de donde es oriundo el profeta). Los otros son los conductores de la ciudad, los “príncipes”, traduce Schökel. Lo cierto es que se dirige a los que ejercen el poder.

Su responsabilidad es ejercer el derecho (mishpat), interesarse en la administración de la justicia, atender la causa de los débiles (Am 5,15; Is 1,23), pero hay desinterés de los jueces, tergiversación de las sentencias, abuso del orden jurídico con lo que perjudican a los pobres. “Cuando la autoridad deja de concebirse como un servicio al pueblo, éste se convierte en presa del poder” (J. L. Sicre, Con los pobres de la tierra, Madrid 1984, 282). Amós había hablado de los banquetes (6,4-6), Miqueas traslada la misma imagen al matadero.

Pero estos no sólo tienen y ejercen su poder, sino que además se creen justos, amigos de Dios (además que tienen junto a ellos quienes les hablan en nombre de Dios por dinero profetizando lo que les agrada, 3,5). Estos edifican la ciudad con la sangre de los pobres (v.10) aprovechando que 
«sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan por dinero; y encima se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor en medio de nosotros? No nos sucederá nada malo». (v.11)

Miqueas 
No ama Jerusalén, ni sus edificios ni su progreso. No cree en sus tribunales de justicia. No se siente contento de estar en la ciudad. No desea su paz. Igual que Amós, no es un turista ni un peregrino, sino un profeta que descubre el revés de la trama. Prosperidad y progreso están construidos con la sangre de los pobres, a base de injusticias”. (J. L. Sicre, Introducción al profetismo bíblico, Navarra 2011, 404).

Lo que afirma, entonces, con toda crudeza Miqueas es que despellejan, cortan, rompen, pero al pueblo presentado como carne del banquete.

«Pero yo digo: Escúchenme, jefes de Jacob, príncipes de Israel: ¿no les toca a ustedes ocuparse del derecho, ustedes que odian el bien y aman el mal? Arrancan la piel del cuerpo, la carne de los huesos, se comen la carne de mi pueblo, le arrancan la piel, le rompen los huesos, lo cortan como carne para la olla, como ración para la cacerola» (Miq 3:1-3).

Es interesante que en el lenguaje de los mitos, Génesis había dicho que el primer ser humano, varón y mujer, al igual que todos los animales, se alimentaría de vegetales: la muerte no estaba incluida en el designio creador de Dios (1,29), pero después que la maldad humana “cundía sobre la tierra” (6,5) y luego del diluvio con el que todo vuelve a empezar, se permite alimentarse de carne (9,3 sólo que debe comerse sin “sangre” porque es el “alma”, el don de Dios). La muerte, la carne, no estaba en el designio del Dios de la vida [queda, además, un interesante clima anti imperial babilónico en el contexto que no es el caso analizar aquí]. Las cosas son distintas en el ambiente de Miqueas.

El clima crítico no es entre opresores y oprimidos sino entre los dirigentes y “mi pueblo” (= término que expresa la alianza de Dios con Israel), "jefes" que hacen lo contrario a aquello que debieran (el derecho).

En este clima crítico, expresar la injusticia, la violencia, la opresión con imágenes antropófagas ciertamente resulta muy duro en Israel. Resulta violento y chocante y dice del modo más vehemente posible de qué lado está Dios en este conflicto.

“Devoran a mi pueblo” debemos repetir sin dudarlo, aunque resulte crudo; devoran y le arrancan la carne, arrancan la piel, rompen los huesos… lo cortan. Antropófagos contemporáneos, crueles de toda crueldad, en lugar de ejercer el derecho, en lugar de administrar justicia, les arrancan la vida a los pobres, los devoran. Claro que estos hoy lo hacen “con cuchillo y tenedor”. Of course.


Foto tomada de https://mx.depositphotos.com/187422862/stock-photo-banquet-decorated-table-cutlery-wedding.html

viernes, 28 de septiembre de 2018

Llamado a la solidaridad


Un llamado a la solidaridad


Eduardo de la Serna



Es bastante sabido, entre nosotros, que en los ambientes de la comunicación hay excelentes creativos. Más de un premio han recibido las agencias de publicidad (alguno vomitivo por homofóbico, por cierto). Pero de un tiempo a esta parte algo ha cambiado. Tengo la intuición que ha de ser exigencia del FMI, pero lo cierto es que ha bajado notablemente el nivel de la comunicación oficial. El nivel actual roza lo berreta total.

Incluso se ven menos trolls que antes en las redes, lo que hace pensar que el presupuesto debió golpear también allí, y quizás por eso la imagen de Marquitos esté en decadencia. Ya casi se los extraña.

Mirar la imagen de la gobernadora, con su cara impávida de nada y notar que, milagrosamente, ha cambiado la taza de color es demasiado evidente. Es cierto que al haberse revelado el origen de ciertos fondos que no están en fotocopias de cuadernos sino en archivos reales debe haberla deprimido un poco y su mohín con dientes kolynescamente sonrientes ha menguado un poco, como se vio recientemente en su mueca de desprecio a una vecina quilmeña.

Pero el colmo lo hemos experimentado ahora con la patética filmación en una pizzería. “¡Qué sorpresa, Mauricio!” Afirman unos malos actores, con buena voluntad, eso sí, a una cámara que “curiosamente” estaba adentro del local para luego compartirnos la lista de slogans macristas sin repetir y sin soplar. Con algunos cortes de edición, eso también, pero ¿quién no se equivoca alguna vez en el guión? Y para colmo de todos los males en esperanzador helicóptero reaparece Antonia. Ya dice un principio de la publicidad que cuando no sabes cómo vender un producto hay que recurrir a niños o a cachorros. Y como -quizás por hartazgo – Antonita (quizás un futuro monstruo) había desaparecido, el actual es buen momento para mostrarla en una patada de karate que haría temblar a Bruce Lee. Y el presidente, que se mueve felinescamente entre cámaras, comenta que estamos pasando por un mal momento, casi como si fuera un comentarista televisivo al que le faltó esbozar una crítica al actual gobierno por lo mal que estamos.

La berretada de esta publicidad es la que me hace pensar que se puede estar ante una nueva fuga de cerebros creativos. Alguien debe hacer algo. A lo mejor se puede usar la plata que se había juntado para que la fragata Libertad no quedara en malas manos y utilizarla para evitar esta derrota cultural. Sólo falta que estos fugitivos vayan a Gran Bretaña y logren que se erija un monumento a Jack el Destripador munido de globos amarillos.


Imagen tomada de https://cnnespanol.cnn.com/2013/12/17/el-poder-de-una-alcancia-en-el-futuro-de-tus-hijos/

martes, 25 de septiembre de 2018

Comentario domingo 26B

Dios no se desentiende de aquello que beneficia a los necesitados

DOMINGO VIGESIMOSEXTO - "B"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro de los Números     11, 16-17a.24-29

Resumen: para ayudar a Moisés, Dios envía su espíritu sobre 70 ancianos reunidos en la Tienda. Esto se manifiesta visiblemente incluso sobre dos que no estaban allí. No corresponde a la autoridad censurar aquello que Dios da gratuitamente a quien quiere.


Evidentemente el texto fue escogido para ilustrar la primera parte del Evangelio: el intento de impedir un exorcismo y la negativa de Jesús. En este caso, el intento de Josué de permitir a Eldad y Medad profetizar ya que no se encuentran en la carpa. El texto presenta solamente el encargo divino (vv16-17a) y el momento de la efusión del espíritu de Moisés.

El crecimiento del pueblo (600.000 personas según v.21) y su constante rebeldía hacen que Moisés precise ayuda para establecer la justicia. Debe reunir setenta ancianos (cf. Ex 24,1) y encontrarse con Yahvé en la “Tienda del Encuentro”.  

… tomó Moisés la Tienda y la plantó para él a cierta distancia fuera del campamento; la llamó Tienda del Encuentro. De modo que todo el que tenía que consultar a Yahveh salía hacia la Tienda del Encuentro, que estaba fuera del campamento.  (Ex 33:7)
El término Tienda del Encuentro es muy frecuente en la Torá: x127 en Ex – Lev – Núm y sólo x2 en Dt (31,14) y x2 en Josué (18,1; 19,51). Anticipa el Templo. El “encuentro” (mo‘ad) señala en espacio o tiempo preestablecido (incluso un monte, o una fiesta). Es allí donde “bajará” Yahvé para encontrar a los setenta ancianos. La idea de que sean Ancianos hace referencia más que a la edad a la experiencia y sabiduría, necesarias para el consejo y el gobierno (ocupan un rol de gobierno o consejo con mucha frecuencia tanto en el AT como en el NT).

En el fragmento omitido Moisés presenta una objeción al encargo de Dios hacia el pueblo rebelde. Pero a continuación comunica la misión. Ya en la tienda Dios toma “algo del espíritu” de Moisés y lo dio a los ancianos. Como una suerte de éxtasis, estos comenzaron a “profetizar”, pero después de hacerlo un rato ya no lo repitieron. Esta manifestación exterior viene a constatar visiblemente la donación del espíritu. A esta especie de éxtasis se hace referencia en 1 Sam 10,10-13; 19,20-24; cf. Jl 3,1-5 y tiene como finalidad crear un clima de fervor y confianza en la presencia de Dios en medio de su pueblo. No se trata de una “profecía” en el sentido de una palabra concreta sobre acontecimientos o personas, sino a manifestaciones que sirven para reconocer la presencia del espíritu de Dios (también se usa el verbo profetizar para aludir a este éxtasis).

Para la Biblia hay una estrecha relación entre la profecía y el espíritu (cf. 1 Sam 18,10; 19,20; Ex 37,9.10; Os 9,7; Zac 7,12).

El texto no dice la razón por la cual dos inscritos en la lista de los setenta, Eldad y Medad, no fueron a la Tienda, pero igualmente el espíritu descendió sobre ellos. El don del espíritu lo tienen estos según el designio de Dios, pero ojalá todo el pueblo lo tuviera, afirma Moisés (v.29), es un ideal para todos. Todos los miembros de la comunidad pueden verse beneficiados del don gratuito de Dios y este no está supeditado al control de la autoridad. 


Lectura de la carta de Santiago     5, 1-6

Resumen: Los ricos que no pagan el justo salario a los jornaleros reciben una durísima crítica de Santiago porque el grito de los trabajadores es escuchado por el Dios de la misericordia.


El texto parece tener un cierto paralelo con la unidad anterior ya que ambas comienzan igual: “ahora bien” (4,13; 5,1) pero los destinatarios no son los mismos, y los verbos en futuro son aquí reemplazados por verbos en pasado. El texto es uno de los fragmentos más críticos de toda la Biblia hacia los ricos (comparable a la imposibilidad de ingreso de estos en el reino, como el camello no pasa por el ojo de la aguja, Mc 10,24-25). 

Los vv.2-3 aluden a los bienes que los ricos poseen: riqueza, vestidos, oro y plata, y tesoros. Es habitual que los términos oro y plata aludan a la fortuna (Is 60,9; Ap 18,12), incluso divinizados (Sab 13,10). Los vestidos – ya lo vimos en la carta domingos pasados – son expresión visible de la riqueza (2,2; cf. 1 Pe 3,3). Las tres expresiones de la riqueza “están” (presente) deterioradas: la riqueza, podrida; los vestidos, apolillados; el oro y la plata, oxidados (no interesa aquí que estos no se oxiden, el sentido es metafórico y alude a la pérdida de las riquezas). El sentido del presente es escatológico, “estos días son los últimos” (en esjátais hêmerais). 

¿Por qué ocurre esto? Los terratenientes debían pagar el jornal a los que trabajaron los campos, pero éstos retuvieron el salario (v.4). Esto provoca que las víctimas “griten” (krázô) y estos “alaridos” (boê) llegaron a oídos del Señor sabaôth. Si las víctimas gritan Dios las escucha porque no permanece indiferente al dolor (Ex 22,22; Núm 11,2; Jue 3,9.15; 4,3); los alaridos de Israel maltratado suben a Dios (Ex 2,23; en realidad a un padre se le conmueven las entrañas los gritos de su hijo herido, Sir 30,7). Lo que hacen estos ricos terratenientes es exactamente lo contrario a lo señalado en la Ley (Dt 24,14-15), el salario de los trabajadores es vital (y retenerlo es asesino, como dirá).

Los ricos se desentienden – a diferencia de Dios – de la suerte de los pobres, y entonces el final escatológico se hace presente (verbos en pasado): vivieron con lujo, se llenaron de placeres, están hartos, llenos o saciados (cf. Ez 16,49; 1 Tim 5,6) como se llena el animal preparado para la matanza (cf. Hch 8,32; Rom 8,36). La imagen sin duda es durísima: no sólo pierde todo aquello que constituían sus “bienes” sino que además la suerte que les espera es dramática.

Todo esto es expresado como “condena y muerte del justo”. Si bien algunos autores piensan que se haría alusión a “Santiago, el justo”, resulta totalmente fuera de lugar en este contexto. Ya sabíamos que los ricos “oprimen y arrastran a los tribunales” a los pobres (2,6) y esto es comparado con el mandamiento “no matarás” (2,11). Esto es algo que es habitual en los ricos que en los tribunales tienen los jueces de su lado y a su favor. El criterio con que deberían guiarse es la misericordia, que “es superior al  juicio” (2,13).Ya lo había afirmado el Sirácida: quien quita el pan de la boca de los pobres es un “hombre sanguinario” (34,21).

En realidad, el importantísimo tema de los pobres (y los ricos) en Santiago parece influido por el Eclesiástico (ya se ha comentado el valor sapiencial de esta “carta”). “No prives al pobre del sustento” (4,1), “no apartes tu rostro del pobre” (4,4) “Hay quien es débil, necesitado de apoyo, falto de bienes y sobrado de pobreza, mas los ojos del Señor le miran para bien, él le recobra de su humillación” (11:12); “los pobres son presa de los ricos” (13,19); “La oración del pobre va de su boca a los oídos de Dios, y el juicio divino no se deja esperar” (21:5); el Señor “no hace acepción de personas contra el pobre, y la plegaria del agraviado escucha” (35:13).

La voz dura de Santiago ha de verse en una cierta consonancia con la voz de los profetas (Am 8,4-8; Miq 6,10-11), el Dios de la Biblia es un Dios atento al dolor de los pobres y sumamente parcial en su favor y en contra de los opresores e injustos.



Evangelio según san Marcos     9, 38-43. 45. 47-48

Resumen: Marcos presenta una serie de temas aparentemente inconexos. En el primero señala que se ha de buscar el bien de los demás, y eso es estar “del lado de Jesús”, y en el siguiente que las autoridades deben cuidar la fe de los que tienen una fe limitada.


El texto evangélico presenta dos escenas que aparentemente no tienen relación entre sí. De hecho esta unidad de Marcos presenta varias escenas que parecen unidas por un criterio fundamental: el Reino supone una inversión contracultural de los principales valores sociales. Hay que notar que la ausencia de los vv.44 y 46 se debe sencillamente a que son un añadido de la Vulgata, pero no se encuentran en los mejores manuscritos.

En los Evangelios encontramos dos versiones distintas de un dicho semejante que son llamativas. Jesús dice en un texto que está en Mateo y Lucas: “el que no está conmigo, está contra mí” (Lc 11,23; Mt 12,30); se trata de un contexto en el que lo han acusado de estar poseído por Belzebú. El problema es que al hacer esa acusación los responsables le ponen obstáculos en su anuncio del reino, le están impidiendo “hacer el bien”. Pero en Marcos 9,40 dice que “el que no está contra nosotros, está por nosotros” precisamente cuando algunos intentan impedir que otro que no está con Jesús haga el bien. Ese “hacer el bien” tiene – en estos casos, y en otros – que ver con las expulsiones de demonios (como consta en ambos casos), que lamentablemente entre nosotros tiene lecturas hollywoodescas, pero interesantes connotaciones de liberación, de levantar de la alienación, de mostrar que hay otro mundo posible en el ambiente de Jesús. Y ese otro mundo posible es el reino, precisamente; en clara contraposición a los que excluyen, rechazan u oprimen, como el imperio de turno. Es decir, la aparente contradicción de los dichos no es tal si miramos el tema central: el bien a los oprimidos, “hacer el bien” como dice en otra parte. Jesús se para en ese lado, en el de los que buscan hacer el bien. Pero el problema en ambos casos son los “otros”, los que se oponen a ese “hacer el bien”. Y esos son los que – en este caso – reciben críticas duras de parte de Jesús, tanto que llega a decir que no tendrán perdón, por impedir obrar al Espíritu de Dios (3,29).


El texto de la piedra de molino (lit. “piedra de asno”) se encuentra en los tres evangelios llamados Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Se señala una relación entre la piedra y el escándalo a los pequeños. En Marcos, después del segundo anuncio de la pasión, que culmina, como el anterior, con la frase “si alguno quiere” (8,34; 9,35; ver 10,36.43), Jesús ejemplifica el dicho poniendo un niño (paidíon) destacando que debería ser “recibido” (9,37). Los niños (paidíon) vuelven a estar en el centro en la unidad 10,13-17,  aunque en este caso, para que Jesús los toque. En el centro de estas dos unidades se ubican una serie de perícopas sin relación evidente, las cuales son presentadas en la liturgia.

Mientras las primeras parecen marcadas por la frase “el que...” (vv.37.41.42) en v.42 la frase comienza con “y el que...”, comenzando los siguientes párrafos con “y” (vv.42.43.45.47) repitiéndose en 10,1 con un cambio de escena “y... va a la región de Judea...” La unidad vv. 37-41 está marcada por la referencia al “nombre”, mientras que vv.42-49 lo está por “escandalizar”.

Los cuatro “y” muestran en los tres últimos un esquema paralelo con un miembro del cuerpo (mano, pie, ojo) que sea “ocasión de pecado” (skandalizê), “más vale” (lit. “es mejor”) “que la gehenna”. En los tres casos, se refiere a miembros que los hay por pares señalando que es mejor estar con uno en “la vida” - “el reino de Dios” (con lo que en el paralelismo es evidente que une reino de Dios y vida) que con los dos en la gehenna. El primero, también comienza con el verso “escandalizar” (skandalizê). La unidad culmina con un logion referido a la sal (v.50), preparado por la relación entre ésta y el fuego del v.49. Dado el uso tanto del fuego como de la sal en los sacrificios (Núm 31,22; Lev 2,13) puede referir a la purificación del discípulo, lo que sería coherente con el resto de la unidad. La referencia final a tener paz sirve de conclusión a la referencia con que había comenzado la unidad: “¿de qué discutían por el camino?” (9,33).

Nota sobre la gehenna: La gehenna es originalmente una referencia al valle de Hinnûm, donde originalmente se realizaban sacrificios humanos (ver Jer 7,31; 19,4-5; 32,35) y continuamente se quemaba basura, de allí que se utiliza metafóricamente en sentido de castigo (ver Jer 7,29-34), particularmente escatológico, especialmente en los escritos apócrifos: 
Vi allí a las huestes de los ángeles castigadores, caminando y tomando azotes de hierro y bronce. Y pregunté así al ángel de paz, que iba conmigo: -¿Contra quién van éstos recogiendo instrumentos de castigo? Me dijo: -Cada uno para sus elegidos y predilectos, para que sean arrojados al abismo profundo del valle. Y cuando se llene ese valle de elegidos y preferidos suyos, se agotarán los días de su vida, y los de su ruina serán desde entonces incontables”. (1 Enoc 56,1-4)

Los textos de Jeremías son unidos a textos de Isaías (como 66,24; precisamente el texto citado en Mc 9,44). Por esto la Gehenna es usada metafóricamente en los Oráculos Sibilinos como referencia al juicio por fuego:
Eran pesados y de gran talla; sin embargo, fueron a parar a la terrible morada del Tártaro, prisioneros de ataduras irrompibles, para pagar su pena en la gehenna de violento y devastador fuego incansable” (I,100-103);

o por el 4º libro de Esdras: 
El lago de los tormentos aparecerá y opuesto a él estará el lugar del sosiego; será manifestado el horno de la gehenna y en contraposición a él, estará el paraíso del regocijo” (4 Esd 7,36).

Como se ve, la metáfora hizo desaparecer la referencia al lugar físico, quedando como imagen de castigo escatológico.

Los dichos de Jesús se ubican en el género literario “exhortación” que frecuentemente incluyen una conclusión en forma de amenaza. Sin embargo, la primera de las imágenes, precisamente por no ser semejante en el paralelismo a las siguientes tres (los miembros del cuerpo), debe analizarse separadamente de las otras. Precisamente, Mt 18,7 le añade una conclusión en forma de “ay” antes de continuar con los ejemplos de menor a mayor de los miembros causantes de escándalo (“ay” tomado de la fuente de dichos [la fuente literaria que Mateo comparte con Lucas] ver Lc 17,1). La unidad, por otra parte, aparece en contraste con la anterior: mientras en la primera se señala la recompensa a los que reciben a los niños (“recibe al que me ha enviado”, 9,37), en esta se anuncia lo que les espera a los que hagan tropezar a los pequeños, a los que impidan que lleguen a la vida/salvación.

En los cuatro casos del escándalo Jesús señala que “es mejor” (kalón estin) utilizando el  estilo que se ha llamado “de menor a mayor”, lo que es evidente en el caso de las tres últimas.

Evidentemente, en la imagen escatológica, lo que se ponen en la mira son los dos extremos ciertamente escatológicos: entrar en la vida / reino de Dios y ser arrojado en la gehenna; en este sentido podríamos parafrasear que es preferible estar limitados en la vida que plenos en la muerte.

Sin embargo, el primer dicho no mira a sí mismo, sino el bien de los pequeños (mikrôn). ¿Quiénes son estos pequeños? en un primer momento podría pensarse en los niños, a los que aludió en 9,36-37 y volverá en 10,13-16, pero como hemos dicho el término es otro (paidíon), y además en este caso se añade “pequeños que creen” (Mateo añade todavía “que creen en mí”). Parece referirse entonces a algunos que no son valorados dentro de la comunidad del evangelista, a los que se da mal ejemplo; parece referirse a los estratos socialmente más elevados frente a los “pequeños creyentes”, y se pone la imagen de un castigo terrible señalando que esta imagen sería preferible a lo que le aguardaría escatológicamente a los que escandalizan. Ciertamente la imagen pretende sacudir la conciencia para provocar un cambio de actitud. El texto se refiere, evidentemente a cosas que ocurren al interno de la comunidad cristiana, no al externo de la misma.

El primer dicho (v.42), con una frase irreal expresa con imágenes drásticas las consecuencias que golpean a quien induce a abandonar la fe (apostatar)La referencia al escándalo refiere al hecho actual con connotaciones escatológicas que provoca “confundir en la fe”, “caer en la trampa”, y por lo tanto se ven privados de la vida.

Se puede decir que es mejor la muerte y el exterminio que robar la fe a otro. La forma recuerda las palabras de Jesús sobre Judas: ‘más le valiera a tal hombre no haber nacido’ (Mc 14,21). No se trata de sentencias inapelables, pero son palabras que pintan la terrible realidad de un hecho. No se debe olvidar – además – que “el mar” es – bíblicamente – con mucha frecuencia el lugar-morada de los demonios, lo que reafirma el sentido escatológico del dicho.

Es frecuente en el judaísmo contemporáneo esa imagen: 
es más grave hacer pecar a un hombre que matarlo, porque el que lo mata no lo hace abandonar dos mundos, mientras que quien lo hace pecar lo expulsa de este mundo y del mundo futuro” (Sifré sobre Dt 23,8).



Foto tomada de entiemporealmx.com


domingo, 23 de septiembre de 2018

Pido perdón


Pido perdón


Eduardo de la Serna



Ver las noticias de que en el episcopado argentino recibieron a una serie de organismos defensores de la dictadura, y que el twitter del obispado castrense cataloga de “presos políticos” a los encarcelados por crímenes de lesa humanidad me revuelve las tripas. Pero eso es un problema personal. Estoy en esta institución “santa y pecadora” y debo bancarme estas cosas. Pero esas son cosas que no tienen por qué bancarse los que no son parte de la Iglesia, o los que apostataron de ella. Cosas que los ofenden y les recuerdan las heridas más graves de nuestra historia y de sus vidas.

Muchas veces dijimos que el “pedido de perdón” que en su momento esbozaron los obispos argentinos había sido insuficiente, y con tufillo a mentiroso. Y actitudes como estas no solamente lo confirman, sino que también lo reafirman. El episcopado argentino, en su inmensa mayoría apareció como cómplice de la dictadura hasta el punto que ha habido quienes hablaron de dictadura cívico-eclesiástico-militar. Y yo lo he hecho. Y lo seguiré haciendo.

Y como soy parte de esta Iglesia me veo en la obligación de pedir perdón. Perdón una y mil veces por la complicidad de mi “familia” en el genocidio, y perdón también ahora, por recibir a los apologistas de la muerte. Puedo pensar que la reunión fue pedida, pero no entiendo que no se haya comunicado antes a los organismos de Derechos Humanos y que no sea pública la conclusión de esa reunión en la que se debiera haber exigido en nombre de Dios los datos que la sociedad entera reclama: dónde están los desaparecidos, quiénes tienen a los niños apropiados y con qué identidad están, quiénes dieron las ordenes para las desapariciones, torturas, violaciones, secuestros, robos, ejecuciones clandestinas. Una vez más la Iglesia jerárquica aparece a los ojos de la sociedad como cómplice del genocidio, y nos deja pegados a ellos a quienes nos creemos en la vereda de enfrente de esa grieta.

Por eso lo reitero: ¡pido perdón! A mis amigos/as que estuvieron desaparecidos/as, a los que estuvieron exiliados, a los/as que fueron perseguidos, sospechados, espiados, amenazados, a los que temieron por su vida, a los/as niños/as apropiados/as… Y a los que no siendo amigos los conozco por haber compartido algún encuentro o momento, o simplemente por estar del mismo lado en muchas luchas. Repudio que en el episcopado hayan recibido a apologistas de la muerte, y la declaración de los detenidos y justamente encarcelados como “presos políticos”. Un país con presos/as políticos/as como el actual merecería obispos férreos militantes de la vida (y no me refiero a los 9 meses intrauterinos y ya no más), luchadores por la justicia y la verdad, constructores de memoria, artesanos de la paz. Lamentablemente no es eso lo que nos muestran, no es eso lo que la sociedad ve, y es eso lo que tantos y tantas repudian. Repudiamos avergonzados.


Foto del obispado castrense

jueves, 20 de septiembre de 2018

Nosotros los perfectos


Nosotros, los perfectos


Eduardo de la Serna



Hay una serie de palabras semejantes que merecen ser pensadas, porque marcan nuestra vida: perfectos, puros, santos… Palabras buenas, por cierto; palabras maravillosas; palabras que reflejan lo que queremos y – quizás, además – debiéramos ser, pero… ¡no lo somos!

Y quisiera reflexionar a partir de esto, brevemente, porque me parece importante para mirarnos como cristianos en la sociedad y dentro de la comunidad eclesial.

Para empezar, una distinción: esas palabras no significan lo mismo en la Biblia que en nuestro lenguaje cotidiano. Significan cosas muy distintas en uno y otro ámbito. Casi estoy tentado de decir que ser santo/puro/perfecto en la Biblia es relativamente fácil mientras que serlo en nuestra vida diaria es prácticamente imposible. Valga la imagen como disparador. Para empezar, señalemos que para la Biblia santo y puro son sinónimos, y se trata de algo ritual, no ético, o moral. Se trata de una suerte de suciedad ritual. Si uno toca sangre queda impuro, pero basta con purificarse y cumplir lo ritualmente prescrito y ¡ya!; ya es puro, o santo nuevamente. Por ejemplo, si uno nace en un pueblo cualquiera del globo y no es judío, es impuro, o profano. Pero puede volverse judío por la conversión (ser prosélito) y pasa a ser puro, o santo. Insisto: no se trata de algo ético, nadie dice que estos o aquellos sean mejores o peores, se trata, insistimos, de algo ritual. Y, por lo tanto, respetando los ritos previstos es posible ser puro o ser santo. En cambio, usando nuestras categorías, ser puro o santo es algo que está siempre adelante, como una utopía, como una meta. Es más, creerse tal suele ser indicio de no serlo. Sobre la perfección, se puede decir algo más, pero en el mismo sentido: los caminos de Dios son “perfectos” (2 Sam 22,31). La “perfección” (tamîm) es “entereza”, “honestidad”, “completez”. Los que “caminan en la perfección” (Sal 84,12) son los que viven (aún en lo privado) con “amor y justicia” (Sal 101,2). El Nuevo Testamento entiende que esa “perfección” ha llegado con Jesús, puesto que abre el camino para vivir plenamente la voluntad de Dios (= reino de Dios), de allí que el “sean santos como Dios es santo” (Lev 11,44) Mateo lo relee como “sean perfectos” (5,48). Se puede decir que, para este evangelio, “ser perfectos” es sinónimo de “ser cristiano”. Para Pablo hay que discernir lo “bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom 12,2) y ese es el culto que agrada a Dios. Pero lo “perfecto” por un lado ya está presente, mientras que por otro aún no ha llegado (comparar 1 Cor 2,6 y 13,10). Es frecuente, en Pablo, esta tensión entre el indicativo y el imperativo, por eso, aunque somos perfectos [indicativo] puede decir “sean perfectos” [imperativo (2 Cor 13,11)]. Esta tensión se ve claramente reflejada en Filipenses 3 ya que dice que no es perfecto (3,12) pero enseguida pide que “los que somos perfectos tengamos esos sentimientos” (3,15), es decir tender hacia la meta.

Cuando nosotros entendemos la categoría “ser perfecto” como ser sin mancha, sin debilidades, sin imperfecciones no lo estaríamos entendiendo en el sentido bíblico, como se ve. Pablo repite con frecuencia (especialmente en sus cartas a los corintios) que es débil (1 Cor 2,3; 9,22; 2 Cor 12,10…).

La búsqueda de perfección, y el creerse tales, fue un problema frecuente en la historia de la Iglesia. Especialmente cuando se empezó a entender como imperfección el placer. Hasta se llegó al extremo de reemplazar el vino de la misa por otra sustancia (leche, por ejemplo) o sólo usar una gota en gran cantidad de agua. El rigorismo, ascetismo exagerado se ligó a la abstinencia (de placeres), la penitencia y – más extremo aún – las flagelaciones, cilicios y otras prácticas de dudosa salud mental.

Se me ocurre que esta tensión es la que se vive en la Iglesia de hoy (y de siempre) y puede ser una experiencia muy negativa o muy positiva, según sea el caso. Pretender que la Iglesia sea un grupo de perfectos la trasformaría en un grupo de perversos. Podríamos decir que, si la Iglesia fuera ese grupo, nadie se sentiría invitado a ir. Sólo el pequeño grupo que se cree perfecto se sentiría llamado. Esa actitud de secta es totalmente ajena al espíritu y la praxis de Jesús, el que come con pecadores y los llama a su grupo. Pero tampoco se trata de celebrar la imperfección o la miseria. La tendencia entre el indicativo y el imperativo debe ser tenida en cuenta. Pero, así como es pernicioso celebrar la debilidad o el pecado, es también perverso creerse grupo de puros o santos. Los cátaros (= puros) son una reconocida y perseguida herejía del s.XI (que combinan el maniqueísmo y el gnosticismo) y – como tantas otras – se resisten a abandonarnos.

Creo que la Iglesia de todos los tiempos vive la tensión mencionada. La Iglesia “santa” debe convivir con el pecado de sus hijos (tensión entre el “ya” y el “todavía no” la llama Y. Congar). Y ese pecado es causa de escándalo y con frecuencia aleja a muchos de la comunión. No ocurre siempre lo mismo con la “debilidad” (“de carne somos”). Por ejemplo, mirando el pueblo de Dios y los curas, creo – por experiencia – que la gente “nos perdona” ciertas debilidades, pero es muy dura con otras. Creo, por lo que he visto, que para el pueblo de Dios si un cura tiene una pareja no es visto como algo chocante por la gente (“es humano”) mientras que la gente rechaza que el cura ostente riquezas; por ejemplo, teniendo un auto importante. Cuando se difundió que Fernando Lugo había tenido un hijo siendo obispo, hubo rechazo al hecho al interno de la Iglesia biempensante (¿pura?) pero eso no fue nada chocante para el pueblo paraguayo. Pero sí escandalizan los obispos cercanos al poder económico, por ejemplo. La imagen de la Iglesia “pueblo”, tan revalorizada por el Papa Francisco, debe ser el punto de partida. Y el camino. La Eucaristía (¿pan de los perfectos o pan de los peregrinos?) también.

Lamentablemente, creo que hay sectores en la Iglesia que, con mentalidad cátara, de puros y perfectos terminan llevando a entender la Iglesia como una secta para pocos, y provocan que los millones que se saben débiles, imperfectos, con limitaciones y fracasos no se sientan (no nos sintamos) convocados a ser parte de ella.

«Miren, hermanos, quiénes han sido llamados: entre ustedes no hay muchos sabios humanamente hablando, ni muchos poderosos, ni muchos nobles (bien nacidos); por el contrario, Dios ha elegido los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes, Dios ha elegido a gente sin importancia, a los despreciados del mundo y a los que no valen nada, para anular a los que valen algo. Y así nadie podrá jactarse frente a Dios» (1 Cor 1:26-29).


Foto tomada de https://sectorprensa.com.ar/importante-asi-se-reordenara-el-transito-en-moron-durante-la-peregrinacion-a-lujan/

martes, 18 de septiembre de 2018

Comentario domingo 25B

El abrazo de Jesús muestra el camino del Reino

DOMINGO VIGESIMOQUINTO - "B"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro de la Sabiduría     2, 12. 17-20

Resumen: el autor propone dos modos de vida contrastante: el del injusto y el del justo. Aquellos quieren deshacerse de este porque su modo de vida denuncia el propio. En especial por el espacio que da a Dios.

El libro de la sabiduría viene mostrando el modo de vida que llevan los injustos, pero “de pronto” éste se enfrenta con otro modo de vida, el que llevan “los justos”. Dos caminos se confrontan. La primera sólo mira su propio disfrute (2,6), oprimen al pobre, se desentienden de la viuda y del anciano para manifestar su fuerza y su poder. Pero el modo de vida del justo es en sí mismo una denuncia. Especialmente (vv.13-16, párrafo omitido en la liturgia) por su referencia a Dios a quién él se remite. Dos modos de vida se confrontan, ¿tendrá razón el justo? (v.17) El que vive conforme a la voluntad de Dios (el justo) tiene particularmente en cuenta al pobre o la viuda, el injusto, que sólo mira su propio placer, mira su ejercicio del poder, su fuerza que es las única norma de conducta.

Lo que el justo “dice” (vv.17.20) remite a Dios y a su propia vida. Para constatar la veracidad se propone hostigarlo para que quede de manifiesto la veracidad o no de sus “dichos”. Es sabido que – como actuaría un padre con sus hijos ante la agresión de los poderosos – Dios actúa en favor de los suyos (Sal 34,18-19.23). El injusto espera que Dios no actúe en favor del justo, con lo que su vida de placeres e injusticia queda validada (ante sí y ante los demás). Sin duda el autor (que está imaginando ficticiamente el razonamiento del /de los injusto/s piensa en quienes tienen poder, probablemente gobernantes y jueces. Dios actuará de modo consonante al obrar humano y el justo espera que este sea beneficioso para él.


Lectura de la carta de Santiago     3, 16-4, 3

Resumen: la carta manifiesta dos tipos diferentes de sabiduría que tienen manifestaciones visibles contrapuestas. La actitud frente a los demás, y en especial frente a los pobres son expresión de la sabiduría que viene desde Dios.


En 1,5 Santiago había dicho que el “falto de sabiduría” debía “pedirla” que Dios la dará. Pero (y coherentemente con lo que viene diciendo en adelante sobre las “obras” y la “fe”), Santiago invita a que quien tiene “sabiduría” la manifieste con su “buena conducta”, esas son “obras” hechas con la “docilidad / mansedumbre” (praûtês, cf. 1,21) de la sabiduría. Cuando se manifiestan, por el contrario, otras “obras” como  la envidia o la ambición (zêlos, eritheía, 3,14) esa no es “sabiduría de lo alto” sino “terrena, natural y demoníaca” (3,15). Desde aquí comienza el texto litúrgico, retomando tal zêlos y eritheía (envidia y ambición) que provocan desórdenes, tumulto y toda clase de cosas malas. En cambio, la “otra sabiduría”, la que viene “de lo alto” (de donde viene todo lo que es bueno y perfecto, 1,17) provoca una serie importante de frutos: es pura, pacífica, comprensiva, dócil, llena de compasión y frutos buenos, sin-parcialidad, sin-hipocresía. Esta serie de buenos frutos (u otros semejantes, cf. Fil 4,8) no pretende ser exhaustiva, simplemente se manifiesta y sintetiza como una búsqueda de paz (que obviamente contrasta con el desconcierto y la maldad) que alcanza la justicia (que es sinónimo de amistad con Dios, cf. 2,23). La “justicia” y la “paz” suelen ir con frecuencia juntas, especialmente entendidas como plenitud de los bienes escatológicos, un texto quizás influido en Is 32,17 (cf. Heb 7,2; Sal 72,3.7; Is 9,6; 60,17).

A continuación (4,1-3) el texto se detiene en la búsqueda de los propios “placeres” (êdonê, vv.1.3) que no manifiestan sabiduría. Los términos usados en la Biblia para referir a los placeres son muchos, por ejemplo el placer por la comida y la bebida, o los placeres sexuales. Santiago usa aquí êdonê (de donde viene “edonismo”) que no es necesariamente una situación de descontrol, como sí parece ser en este caso. Prov 17,1 dice, por ejemplo que “es preferible disfrutar (êdonê) un mendrugo en paz, que una casa llena de bienes y ofrendas injustas con discordia”. El “pan de ángeles” (el maná) “satisfacía (êdonê) todas las delicias y colmaba el gusto de todos” (Sab 16,20). En el caso de Santiago, lo que desean, o codician (v.2, epithimeô) pretenden conseguirlo a cualquier precio: matancombatenhacen la guerra; los placeres “luchan en los miembros” (se refiere a los miembros de la persona, no a los miembros de la comunidad). En 5,6 señala que los ricos explotando al pobre “matan”; el término vuelve a encontrarse en 2,11 donde vuelve a decirse del rico con respecto al pobre. Envidian (zeloô) y por lo tanto “pelean y combaten” (en 4,1 se había preguntado retóricamente “de dónde proceden”, aquí se aclara: de la envidia). 

Lo central que señala Santiago es que todo lo que desean podrían obtenerlo si lo pidieran (recordar 1,5). Pero – para ser más preciso – piden mal. Esto no se refiere a que es un pedido “mal hecho” sino un pedido que tiene como única intención “gastarlo mal” (gastar es un término claramente económico, cf. Mc 5,26; Lc 15,14; Hch 21,24 y también en ese sentido ha de entenderse 2 Cor 12,15). Los deseos, entonces, no se refieren a “deseos sexuales o alimenticios” [el texto no ha de leerse en clave estoica, o de otros autores helenistas, como Filón de Alejandría] sino a deseos de poder, que llevan a luchas y conflictos, deseos en los cuales no ha de olvidarse la actitud de los ricos hacia los pobres; en ese sentido lo usa, por ejemplo Lc 8,14. Lo negativo de estos “deseos” está dado por ser opuesto al horizonte religioso (no en un dualismo antropológico), sus efectos se manifiestan en las relaciones interpersonales y comunitarias. Un deseo dedicado al consumo (“gastar”) que mira el propio placer y no a los demás (y en especial a los pobres) es algo que no es querido por Dios y que sólo sirve para provocar conflictos, ese deseo mata.


Evangelio según san Marcos     9, 30-37

Resumen: un nuevo malentendido de los discípulos a raíz del anuncio de la pasión da pie a que Jesús muestre la inversión de los valores culturales, lo que será algo propio del Reino de Dios y del Dios del Reino.


El segundo anuncio de la pasión de Marcos tiene más apariencia redaccional que el primero y el tercero. De hecho, por ejemplo, el consiguiente malentendido de los discípulos no ocurre instantáneamente como es en el primero y el tercero – y se sucede a partir de una pregunta de Jesús. No sabemos que hayan discutido por el camino, solo que no comprendían y, como es habitual en Marcos, esta posterior aclaración ocurre en privado, en la “casa”, que es en lugar de la catequesis y la predicación. Como también ocurre en cada malentendido posterior a los anuncios de la muerte, Jesús lo aclara con la fórmula “el que quiera…” (o “si uno quiere…”). Los discípulos no entienden bien a Jesús, y él debe aclararles que si quieren serlo (lo cual es un tema nuclear en todo el Evangelio de Marcos) han de “cargar la cruz” (8,34), ser “último y servidor” (9,35) y “servidor y esclavo” (10,43.44) [la semejanza entre el segundo y el tercero refuerza la idea de que el segundo es redaccional, quizás porque Marcos gusta presentar muchas cosas de a tres; el primer y tercer malentendido, por otra parte, viene provocado por Pedro y por Santiago y Juan, personajes muy importantes en Marcos].

Es importante señalar que el contexto del “camino” (hodos) es importante en los tres anuncios de la pasión y su consiguiente malentendido (cf. 8,27 [v.33]; 9,33.34; 10.32). El término “camino” es importante, aunque no se ha de exagerar (puesto que en un texto narrativo es razonable que se “camine” y no se ha de entender todo en sentido metafórico; por ejemplo, 4,4.15; 8,3; y quizás 2,23 y 11,8 parece que deben leerse literalmente). Juan el Bautista prepara “el camino” del Señor (¿Dios? ¿Jesús?) (1,2.3). Los discípulos no han de llevar nada “para el camino” (6,8). El rico que se arrodilla ante Jesús lo detiene en “el camino” (10,17), el ciego de Jericó, que estaba sentado junto al camino, sigue a Jesús  por el camino a Jerusalén, es decir, a la pasión (10,46.52). Jesús enseña “el camino de Dios” (12,14). En el contexto de los relatos de la pasión y los malentendidos, en los que se destaca el discipulado, en especial en el tercero en el que el “camino a Jerusalén” añade densidad al “camino de discipulado” el término hodos es importante ser destacado.

En actitud de enseñar en la casa, se detiene del camino y se sienta. En algunas ocasiones, como esta, la referencia a los Doce expresa la intención de Marcos de la enseñanza en privado (4,10; 10,32), suele ser expresión de la intimidad (cf. 3,14.16; 6,7; 11,11; 14,10.17.20.43).

La inversión de los valores culturales y sociales, propia del Reino (y de lo que los relatos subsiguientes serán ejemplo) viene dada por cómo es posible ser el “primero” (prôtos) para lo que se ha de ser “último de todos / servidor de todos” (pántôn ésjatos / pántôn diákonos). El contraste entre “primeros y últimos” tiene algunos aspectos que deben ser notados. Moverse entre extremos narrativos es habitual en la poética hebrea (merismo). En este caso, como se dijo, es expresión de la inversión propia del reino, manifestada en el dicho: “muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros” (10,31). Es evidente que la referencia no alude a una precedencia de llegada, sino a una referencia social, como el paralelo “últimos” -  “servidores” lo demuestra. Servidor (el sustantivo) se encuentra sólo aquí (y en su paralelo de 10,43) en Marcos y siempre en sentido social (en cierto modo paralelo a esclavo) se encuentra en los Evangelios (Jn 2,5.9; 12,26; Mt 20,26; 22,13; 26,11). En Pablo, en general, ha de entenderse como un estar al “servicio” del Evangelio, aunque ya llegando a la tercera generación cristiana (1 Timoteo 3,8.12; 4,6) el término empieza a institucionalizarse, cosa que se ve también en Ignacio de Antioquía hasta finalmente llegar al ministerio ordenado del diácono. El verbo “servir” (diakonéô) en 1,13.31; 15,41 se refiere a quienes “sirven” a Jesús (en el primer caso, ángeles, en los restantes, mujeres). Pero Jesús es modelo de servicio: “tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (10:45).

Esta escena de servicio se va a reflejar en una imagen claramente contra-cultural: el niño, en el mundo antiguo es visto como un adulto incompleto (basta mirar tantos dibujos o pinturas antiguas en las que los niños son mostrados como pequeños adultos). El niño ha de ser “educado”, lo que supone rigor y varas. El niño no sabe reconocer lo bueno y rechazar lo malo (Is 7,16) el padre debe enseñarles (Is 38,19). Cuando en 1 Cor 14,20 Pablo les dice a los destinatarios que no sean “niños en juicio”, que sean “niños en malicia” lo contrasta con “plenos en juicio”. Puede decirse que no tiene sentido “recibir” niños. Lo que Jesús hace es abrazarlo (en 10,16 vuelve a encontrarse, también referida a niños y sólo aquí en el NT, cf. Pr 6,10; 24,33). El verbo recibir, también es infrecuente en Marcos: en 6,11 alude al no “recibimiento” de los misioneros, mientras que en 10,15 habla de “recibir el reino como un niño”. Pero en el texto, recibir al niño es como una especie de “sacramento” de “recibir” a Jesús y – por lo tanto – recibir asimismo a “Aquel que me ha enviado”; se trata de recibirlo “en mi nombre”. Por tanto, todo indica que “recibir al niño” es usado metafóricamente, y la imagen del “abrazo” sea la que ilustra la siguiente, la recepción. Dedicarse a los insignificantes, ponerlos en el medio, abrazarlos (aunque parezca y sea una pérdida de tiempo) es un hecho cristológico. 

Al presentarse Jesús como “enviado” (apostellô) de Dios en esta unidad claramente centrada en el discipulado resalta la interrelación entre “el que” – “a mí” – “aquel que me envió”. La fórmula “aquel que me envió” (sólo en esta unidad en los tres sinópticos) es frecuente en Juan (3,34; 10,36; 12,44.45; 13,20; 16,5) en quien es habitual la cristología del “enviado”. En este caso, la intención está dirigida a cómo deben comportarse los que pretenden ser discípulos, y – contraculturalmente – reconocer que a Dios se lo ha de encontrar en lo más inesperado, precisamente en donde no se lo busca. El Dios del Reino se identifica con los niños, del mismo modo que el que quiera ser discípulo ha de hacerse último, o servidor.


Foto tomada de www.cadenagramonte.cu

lunes, 17 de septiembre de 2018

Una reflexión a partir del cambio de Paco

Una reflexión a partir del cambio de Paco


Eduardo de la Serna



El cambio de parroquia del amigo Paco me invita a algunas breves reflexiones en “voz alta”.

Los cambios de curas son frecuentes, habituales y muchas veces deseables. No voy a presentar los cientos de motivos que pueden provocarlos: agotamiento, malestar, sensación de “deber cumplido”, necesidad de contar con alguien en otro lugar, etc. A estos cambios hay que sumar otros más preocupantes, como es el caso – lamentablemente conocido – de curas abusadores cambiados a otro lugar donde seguramente reincidirán.

Algunas aclaraciones para entender (a los que no están en la “interna” eclesial): Todo cura pertenece a un obispado (diócesis) o a una congregación religiosa, y los cambios sólo pueden hacerse dentro de ese ambiente: es decir, el obispo que considera el cambio de un cura sólo puede hacerlo a otra comunidad de su diócesis; el religioso, a una casa de la congregación. Puede darse el caso que un obispo, por ejemplo necesitado de clero, pida a otro algún cura, pero éste no puede ser destinado sin su consentimiento. También puede darse el caso de que un cura pida ir a otra diócesis, sea permanentemente (en cuyo caso se “inscribe” en la diócesis y cambia de titularidad, se lo llama “incardinación”) o temporalmente, en cuyo caso, siempre referido a la diócesis de origen, permanecerá mientras dure su “contrato”. En el caso de Paco, pertenece a la diócesis de Merlo-Moreno y estaba prestando temporalmente un servicio en la diócesis de Avellaneda-Lanús. Si por algún motivo el obispo decide ya no contar con él, como lo ha hecho, la diócesis de origen está obligada a recibirlo salvo que hubiera alguna pena canónica que determinara su expulsión del estado eclesiástico (como es el caso de lo que se debe hacer con los pederastas); ciertamente este no es el caso. 

Como grupo de curas en opción por los pobres no pretendemos contar con los aplausos de la mayoría de los obispos argentinos. Ciertamente no se trata de malquistarse, ni tampoco conformar una suerte de sindicato clerical; se trata, simplemente, de ser fieles a lo que estamos convencidos es el proyecto de Jesús y su militante compromiso en favor de los pobres.

Que no gocemos de la amistad de algunos obispos ciertamente no implica que estemos en “otra vereda” o en “otra Iglesia”; y tampoco significa – no en todos los casos, al menos – que algún obispo nos haga “la guerra”. En el caso de Paco, no dudo que él y el obispo tengan miradas muy diferentes sobre muchos temas y que esto puede haber sido determinante en el pedido de que terminara su ministerio en la Isla Maciel. Sin duda creo que no obró bien, que no miró el bien de los pobres, o que se dejó guiar por el temor, algo, lamentablemente, frecuente en ambientes episcopales (y reitero que no creo que todos los obispos lo sean, el episcopado – como el clero – no es un cuerpo uniforme y monolítico). Sin duda también es bueno preguntarse de dónde se informa el obispo – este o cualquier otro – a la hora de tomar este tipo de decisiones. Porque, por ejemplo, una cosa es si lo hace luego de frecuentes visitas a la Isla Maciel y charlas y mates con la gente, y otra es si se deja influir por Infobae, La Nación o alguna voz timoratamente eclesiástica. No puedo menos que recordar a Carlos Mugica cuando luego del funeral por Abal Medina y Ramus el obispo Aramburu se dejó influir por la noticia comentada por el diario La Razón (ligado a la Marina) y lo sancionó con un tiempo de silencio. Nada importaba que no hubiera dicho lo que La Razón dijo que había dicho, no importaban los testimonios (e incluso hay un video que lo confirma) que lo desmentían; el obispo eligió creer lo que quería creer. Y – por lo mismo – no puedo menos que recordar lo que el obispo Casaldáliga cantaba al referirse a monseñor Romero, ahora a días de su canonización (el próximo 14 de octubre): “Las curias no podían entenderte: ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo”.

En lo personal debo confesar que no creo que el obispo Frassia pase a la historia. Quedará en los anales de los papeles, no más. Los pobres de Avellaneda-Lanús (¡nada menos!) dudo que lo recuerden cuando dentro de 2 años presente la renuncia a la diócesis (el 1 de diciembre de 2020), mientras que muchos ya están llorando otro 1 de diciembre, el próximo, cuando Paco deje pastoralmente la Isla Maciel.

Lamentablemente la situación actual, esa misma frente a la cual no se escuchan voces críticas del episcopado de Avellaneda, se agrava de día en día y Paco podrá desplegar su iniciativa, su corazón pastoral en muchos lugares - cada vez más - donde los pobres encontrarán en él un hermano. Paco se irá “con su música a otra parte”, y allí cantará con otras voces. Una pena que los pobres de la Isla no hayan sido escuchados. Pero ya es sabido: los curas como Abraham no molestan, su campaña por el macrismo no es mal mirada por su obispo. Las voces que molestan son aquellas que, como se decía antes (por ejemplo, de Evita) y se repetía de Romero, quieren “ser voz de los que no tienen voz”. Aunque nos equivoquemos, metamos la pata, y sea bueno, en ese caso, recibir una palabra fraterna de amigos que nos inviten a mejorar la puntería. El corazón con los pobres no se negocia, porque sería negociar el Evangelio. ¡No quisiera ser la almohada de algún obispo!

Foto tomada de http://www.infobaires24.com.ar/feroz-ataque-parroquia-la-isla-maciel/