jueves, 30 de abril de 2020

Idiotas útiles


Idiotas útiles


Eduardo de la Serna



Muchos de lo que militamos en los 70s éramos sistemáticamente acusados, cuestionados y estigmatizados en los ambientes familiares o conocidos como “idiotas útiles”. Creo recordar que el acento estaba puesto en lo de “idiotas”. Lo de “útiles” quería – o pretendía – invitarnos, a los que soñábamos con una revolución, que éramos una suerte de preservativos de un grupo de “vivos” que nos usaban y descartaban. La clave estaba, en que los que pensaban de la manera opuesta a la nuestra, eran los inteligentes y sabios, los maduros y equilibrados que los idiotas no podíamos vislumbrar.

Pues, sin detenerme a analizar demasiados detalles del pasado y del presente, hoy hubo un nuevo cacerolazo en algunas zonas de la Argentina (debo decir que en mi barrio no se escuchó ni el sonido de una latita de paté). La vez pasada, reclamando que los políticos se bajaran los salarios (no los empresarios, por cierto). Y hoy contra la supuesta liberación indiscriminada de presos a causa de la pandemia.

No deja de ser interesante que algunos de los gestores de esta campaña cacerolera fueron los del cada vez más perverso diario La Nación. El mismo que “hasta ayer” nos explicaba las bondades de la prisión domiciliaria de genocidas, torturadores, asesinos, violadores de lesa humanidad. Logros que consiguieron, con frecuencia intolerable durante el no menos perverso gobierno nacional que se retiró derrotado hace escasos meses. Pero parece que la prisión domiciliaria de tiernos ancianitos torturadores y genocidas no es igual a la de los que vendían paco, asaltaron un super o quizás hasta cometieron la perversa osadía de robar gallinas.

Nadie en su sano juicio cívico ignora que quien concede o no una prisión domiciliaria es el poder judicial (el mismo que hasta “ayer” era aplaudido por los que hoy protestan). Un poder judicial que no es menos perverso ayer que hoy, pero es el mismo. Es verdad que estuvimos habituados a una intromisión del ejecutivo en el judicial insoportable y dudosamente constitucional. Se llamó macrismo. Pero resulta que hoy, los medios hegemónicos, los que hegemonizan todos los males y llevan de las narices a un grupo de “idiotas útiles” lograron que esos tales (esos que se creen inteligentes, lúcidos, y hasta casi geniales) caceroleen por lo que no pasa.

Dicen que “todo vuelve”, no sé cómo se sentirán saber o al menos escuchar que les dicen “idiotas útiles” a los que mismos que ayer nos lo refregaban en la cara.




miércoles, 29 de abril de 2020

Tempus tacendi


Tempus tacendi


Eduardo de la Serna



Con esa frase, ruín por demás, cómplice por cierto y repugnante por cierta se expresaba el cardenal Primatesta en respuesta a la carta enviada por la Conferencia Argentina de Religiosos a pocos días del asesinato de dos curas, un laico y el obispo de la Rioja (1976).

La oración (conocida por el tema musical popularizado por Vox Del, “tiempo de hablar, también de callar”) pertenece al libro bíblico del Eclesiastés (3,7), citada comme il faut en latín. No es el caso comentar el texto que alude a los tiempos propicios, o “la hora”, como se han traducido los dos términos hebreos del párrafo. No se trata en todos los casos de elegir ya que en ocasiones eso no es posible (plantar-cosechar, por ejemplo), sino simplemente que la ocasión “allí está”, pero en otras sí lo es; hablar y callar (loquendi et tacendi) parece el caso. Algunos anacoretas lo utilizaron, por ejemplo, para explicar la elección de su ida al desierto a una vida en aislamiento y silencio. El caso es que se aquí hace referencia a que “prudencialmente” (“como serpientes”, explica Primatesta siguiendo a Mateo 10,16) han evaluado la situación y concluido que es tiempo de callar. Hoy, a años vista, es evidente el – por lo menos – desacierto de la decisión. No es posible saberlo, pero es razonable preguntarse cuántas vidas habría salvado una clara palabra episcopal, en ese entonces. No eran pocos, ya entonces, los que clamaban por un tempus loquendi.

Pero en ocasiones pareciera que miembros de la Iglesia han decidido permanecer en dicho tempus, y eligen y siguen eligiendo callar. Y hoy, como ayer, no parece evidente la razón prudencial por la que han elegido y siguen eligiendo el silencio.

Pareciera que, puesto que pastores, la razón prudencial debiera ser lo que se considera un bien para el “rebaño”. Y, mirando los tiempos idos, que quiera Dios y el pueblo “nunca más” regresen, no se ve el “provecho” en cuestión, antes bien se ve muerte y el silencio de los cementerios negados. Y si de bienestar se trata, el silencio ante el neoliberalismo de antier y de ayer tampoco pareciera prudencial. La imagen de la cobardía o de la complicidad – o ambas – emergen en ocasiones demasiado atronadoras como los gritos del silencio, valga el oxímoron. Es verdad que por momentos se escuchan palabras en exceso; documentos y montañas de papeles tapan el bosque de la muerte. El problema prudencial es si las palabras escogidas saben ir al nudo, al meollo, a lo medular. allí donde se juega la vida, porque lo que es documentos los hay en cantidad, pero palabras oportunas cuidando la vida (porque por vida entendemos bastante más que 9 meses) brillan por su ausencia, volviendo a los oxímoron.

Y de silencios hablamos, con el perdón de la metáfora. Porque – y debemos reconocer algunas aisladas palabras precisas y oportunas, hoy como ayer – muchos añoramos un tempus loquendi ante un empresariado detestable y buitre (con perdón de la fauna que no merece la comparación) que, presiona por doquier para su propio beneficio, y que si “suelta” un paquete de fideos (de segundas marcas, por cierto) lo hace para que mañana “los negros” no saqueen nuestros bienes y bienestares. Y añoramos palabras ante la incomunicación mediada por la mentira, el desconcierto, las medias comunicaciones de medios de mentira y desaliento para que los clarines no silencien los llantos de los niños. Y añoramos palabras ante funcionarios que nos dan una palmada y una bolsa dejando sin agua una villa, sin remedios una salita y sin verdades una comunidad. ¿Qué pasaría si hablaran? No lo sabemos porque callan. Lo intuiremos mañana. Mientras tanto, eso sí, aparecen en todas las fotos.


Imagen de El Grito Nº 3, de Oswaldo Guayasamín (Quito, Ecuador)

martes, 28 de abril de 2020

Comentario Pascua 4A

Jesús y la vida de los que le fueron confiados


DOMINGO CUARTO DE PASCUA - "A"


Eduardo de la Serna




Lectura de los Hechos de los Apóstoles     2, 14a. 36-41

Resumen: La conclusión del primer discurso de Pedro y los Once a la multitud se sintetiza en la novedad pascual y en su repercusión para los oyentes: conversión y bautismo para recibir el Espíritu Santo. 



El texto litúrgico está conformado por una breve presentación literaria para comprender el momento y quién habla (v.14a), luego la conclusión de su discurso (v.36) que finaliza con una síntesis de que Dios ha resucitado al crucificado, y la consecuencia que provoca en los destinatarios ese discurso pronunciado por Pedro: pregunta (¿qué debemos hacer?, v.37), respuesta (invitación a los destinatarios de que se conviertan y hagan bautizar, vv.38-39) un sumario (“con palabras como estas…”, v.40) y una conclusión narrativa (“los que acogieron… unas tres mil almas (= vidas, psyjaì)”, v.41).


El discurso que hoy concluye fue comentado la semana pasada (Hch 2,22-36); como se dijo, Hechos suele presentar en sus muchos discursos, una síntesis de la predicación destacando la muerte de Jesús (muerte causada por “ustedes”, es decir, los oyentes del discurso) y su resurrección (“Dios lo resucitó"); con lo que contrasta dos actitudes. 


La reacción del auditorio tiene que ver, precisamente, con este contraste: si Dios lo resucitó (y Pedro y los Once son testigos de ello) algo “hemos de hacer” frente a esto. Cambiar de mentalidad (“convertirse”, metanoéô; algo frecuente en los discursos: 3,19; 8,22; 17,30; 26,20) y hacerse bautizar “en el nombre de Jesucristo”.


Una nota sobre el “bautismo en el nombre”. La referencia se encuentra en el nuevo Testamento una vez en Mateo (28,19) aludiendo al nombre de la Trinidad, dos veces en Pablo (1 Cor 1,13.15) ironizando que no fueron bautizados “en el nombre de Pablo” suponiendo que se trata del “nombre de Cristo”. Las restantes cuatro veces se encuentran en Hechos (2,38; 8,16; 10,48; 19,5) y se trata de bautismo “en el nombre de (Jesús)Cristo”. Como se ve, sólo el texto tardío de Mateo conoce el bautismo “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, que más tarde se impuso en la Iglesia. El bautismo “en nombre de Cristo” sumerge a los discípulos, los une íntegramente a Cristo, y es parte importante de la predicación de los primeros tiempos (no es improbable que esta centralidad cristológica haya sido la razón por la que los discípulos reciben más tarde el nombre de “cristianos”). Es probable que en las comunidades paulinas y de los seguidores de la tradición paulina (como parece ser "Lucas" en Lucas y Hechos) conozca el bautismo en nombre de Cristo, pero con el tiempo –y a medida que se profundiza la confesión trinitaria- la tradición de Mateo haya sido la recibida por las comunidades.


Este bautismo lleva al “perdón” (áfesin; también puede verse como sinónimo de “liberación”, cf. Lc 4,18) de los pecados. Es algo que ya había sido destacado como lo que se espera de la Iglesia naciente (Lc 24,47); es algo que Jesús alcanza a Israel (Hch 5,31; 10,43; 13,38) y también alcanzan los paganos por la fe (26,18). Como se ve, es Jesús el que consigue el “perdón”; el bautismo se obtiene porque es en su nombre. El don del Espíritu, que los apóstoles y los que estaban con ellos han recibido, también se dará a los que reciban por el bautismo el perdón ya que es una “Promesa” (Lc 24,49; Hch 1,4; 2,33.39) como fue “Promesa” en los tiempos antiguos el “Salvador” (Hch 7,17; 13,23.32; 26,6). Los que están “lejos” se refiere a los paganos (cf. Is 57,19) y a los “llamados” (que en contexto teológico supone una invitación a participar de los beneficios de la salvación de Dios). 


Con palabras, testimonios y exhortaciones los invitaba a “salvarse”, en este caso de “esta generación (geneâs) perversa (skoliâs)” (cf. Dt 32,5; Sal 77,8). La referencia a “esta generación” es habitual en el escrito Q (7,31; 11,29.30.31.32.50.51; 17,25; 21,32; aunque también la utilice Marcos con menos frecuencia: 8,12.38; 13,30) y seguramente en ese sentido la repite Lucas aquí. 


Hechos concluye con un breve sumario destacando que unas tres mil personas recibieron el bautismo luego de haber “acogido su palabra” (cf. 4,4; es bueno recordar que “palabra” en Hechos alude frecuentemente a la predicación del Evangelio; cf. 1,1; 2,22; 4,29.31…). 



Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro     2, 20b-25

Resumen: La/s comunidad/es a la/s que se dirige el autor padecen sufrimientos por parte de la sociedad en la que se encuentran. Mirando los sufrimientos de Cristo, leídos a la luz del siervo Sufriente de Isaías encontrarán sentido a su resistencia ante la injusticia. Jesús, como Pastor cuida a los suyos.



La llamada “carta de Pedro”, como también Colosenses y Efesios presenta lo que se ha llamado un “código doméstico”. Es decir, una suerte de codificación de lo que se espera que haga cada miembro de la casa: padres e hijos, esposos y esposas, amos y esclavos. Esto era frecuente en el mundo greco romano donde estaban claramente establecidos estos roles que podríamos resumir en destacar que el “fuerte” (esposo, padre, amo) debe “someter” al débil, mientras que el débil (esposa, hijos, esclavos) deben “obedecer”. Esto es indicio de que hay orden en esa casa, que funciona como está establecido. El uso de un “código doméstico” en esta carta juega un rol central: la comunidad es presentada como “casa de Dios”, y el código pretende servir como  modelo de identificación de los miembros de la comunidad ubicados de un modo crítico en una sociedad hostil.


El texto litúrgico de hoy corresponde (con la exclusión de la presentación del destinatario, vv.18-20a) a lo que se dice a los “esclavos”, aunque aquí no se use el habitual “doulos” sino que se dirija a los “domésticos” (oikétai). Es claro que al omitirse esta referencia parece dirigirse a “todos los cristianos”. El sufrimiento al que se alude se refiere (v.18b) al provocado injustamente por los amos severos. El texto –dirigido a cristianos en situación de desprecio, rechazo (“extranjeros”) compara la situación que viven en las ciudades del Imperio con lo que padeció Cristo [el texto afirma que “Cristo sufrió” (épathen), aunque algunos manuscritos afirman que “Cristo murió” (apethanen) seguramente por asonancia y por uso frecuente de la idea]. Todo el sufrimiento de Cristo, puesto en paralelo al sufrimiento de los domésticos, es leído especialmente a la luz del cuarto canto del Siervo Sufriente de Is 53. El uso del término doméstico (oikétai, donde hay alusión a la domus, la casa: oikía), la ubicación al principio de la unidad, la falta de referencia al comportamiento que deben tener los amos invita a pensar que en esta unidad, la referencia a los “domésticos” puede entenderse como referida a todos los cristianos, que son –de hecho- maltratados, tenidos como extranjeros, por los habitantes de las ciudades a las que se dirige la carta. Ese maltrato está en el trasfondo de la unidad, y el autor presenta en la lectura cristológica, un sentido a la vida que llevan.


1 Pe 2,21-25
Isaías (y Ezequiel)
21 Pues para esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan sus huellas.


22 El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño;
y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. (Is 53,9)
23 el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía (paradidômi) en manos de Aquel que juzga con justicia;
Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. (Is 53,7); cf. “paradidômi” en 53,6.12 y 50,8.
24 el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas han sido curados.
Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes. (Is 53:12)
Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. (Is 53,5-6) (cf. también 54,4.11 “por ustedes”; combinado con Dt 21,22-23)
25 Eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus almas.
Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; (Ez 34,16a)


Ser capaces de devolver bien al mal recibido, como Cristo (2,23) así los cristianos (3,9). Él sufrió (v.21) sin haber hecho mal alguno (v.22), sin devolver mal por mal (v.23), llevando a los malos, del mal al bien (v.24) como un buen pastor (v.25).


La conclusión viene dada por la vuelta al pastor y guardián (epíscopon).  El marco es profético (el pastor que reúne a las ovejas descarriadas) expresado como antes y ahora. En la tradición profética el pastor de su pueblo es Dios (Is 40,11; Jer 3,14-15; 23,3-4; 31,10-11; Ez 34,11-16. 23-24; 37,24; Miq 2,12; 4,6-7; Zac 11,4-7), de allí que la voz pasiva “han sido regresados al pastor” ha de entenderse como un obrar divino. Lo que se afirma es que –en este caso- se ha vuelto a Cristo de quién se dice que es “pastor” y “epíscopo” de sus “almas” (= vidas, psyjôn). Jesús tiene un cuidado pastoral por sus “ovejas”.


Una nota sobre la resignación: la relación entre el sufrimiento del cristiano, particularmente el sufrimiento injusto, y su relación con el sufrimiento padecido por Cristo, puede leerse –y durante muchos tiempos así se ha leído- como una invitación a la resignación, una suerte de “lógica amo-esclavo”. El tema es muy complejo y serio; demasiado como para desarrollarlo aquí, pero destaquemos que una cosa muy distinta es la resistencia activa, como enfrentamiento al mal y la mentira. Como se ha destacado también en otros temas en los que la relación víctima y victimario se deja ver (amo-esclavo; sociedad patriarcal [o kyriarcal, de “señorío”, lo que no siempre implica un varón]-mujer; opresor-oprimido…) sin duda toda actitud de dominio, de injusticia, de opresión se ha de detestar y confrontar sin duda alguna y sin encontrar en la argumentación teológica más una excusa que un sentido. Sin embargo –como es el caso de los mártires- muy diferente es la actitud con la que libre y voluntariamente alguien decide enfrentar la situación. Es perverso matar, pero es diferente la actitud de aquel que voluntariamente es capaz de dar la vida para que otros vivan. Es perversa la actitud “machista” que pretende tener a la mujer a su servicio; es diferente la actitud de aquella que voluntariamente elige ponerse al servicio de sus hermanos. Es grave la actitud de aquel que hace sufrir a los demás; es diferente la actitud resistente de aquel/la que confronta con esa violencia buscando vida para otros. Pero nada de esto es semejante a la resignación, sino que ha de ubicarse en el “aguante” (hypomonê, v.20).


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     10, 1-10

Resumen: Luego de una presentación con forma de parábola destacando el contraste entre quienes buscan el bien de las ovejas y quienes buscan su destrucción, Jesús se compara a sí mismo con los dos elementos que han servido para destacar el provecho de las ovejas: la puerta y el pastor. La puerta, resaltada en el evangelio del día, sirve para destacar la vida (de las ovejas) que Jesús trae.



El llamado “discurso del Buen Pastor” es muy extenso en Juan, y se lo ha “fragmentado” para que sea leído en los tres ciclos litúrgicos del 4º Domingo de Pascua. 
Este domingo de Pascua es conocido como el domingo del “buen pastor”, y la liturgia destaca ese aspecto de Jesús.

Miremos brevemente el texto en su contexto: si prestamos atención a los personajes, o el desarrollo del tiempo, la unidad literaria parece venir desde muy atrás. En 8,12 se habla de “otra vez” y los que le responden (v.13) son los fariseos. Luego de esto no tenemos cambios de escena. Por tanto no parece que haya que separarla demasiado de la anterior, es decir, el relato de la curación del ciego (Jn 9). Si se ve 10,1 el texto no tiene inicio ni introducción, por lo que debe verse como continuación de lo antecedente. Es importante que no hay ningún corte entre el capítulo 9 y el 10, por lo cual podemos suponer que el contexto es el mismo. Es decir, Jesús desarrolla su discurso del pastor en el mismo contexto del relato del ciego. Y decir en el mismo contexto es decir ante el mismo auditorio. En este caso, en el que ya está presentado, en Jn 8, 41, donde dice: "ellos le dijeron..." y se refiere – como decimos – a los fariseos. Por otro lado, en Jn 10,21, vuelve a hacerse referencia a la curación del ciego: "¿acaso un endemoniado puede abrir los ojos a un ciego de nacimiento?

Para nuestra mentalidad pareciera que el cambio entre el ciego y el pastor es demasiado abrupto y debemos pensar en otro contexto. Sin embargo, que cambie la imagen no quiere decir que cambie de tema. Veamos, por ejemplo dos textos. Uno muy antiguo, de la Mesopotamia. Es un himno al dios sol, Shamash donde dice: 

"Oh! Iluminador de la tierra. Oh! Juez de los cielos, que iluminas las tinieblas. Pastor de lo alto y lo bajo, tú apacientas a todos los seres dotados de aliento. Tú eres su pastor en lo alto y lo bajo. Pastor del mundo de abajo. Pastor allá en lo alto. Director y luz del universo. Tú sólo, oh! Shamash."

Como se ve, en este himno a Shamash, están unidas la imagen de la luz y la imagen del pastor en un mismo texto. Otro texto, ya más cercano y judío, es del apócrifo de Henoc, donde en varias partes aparecen unidas las imágenes; veamos una de ellas:

"Pero las ovejas cruzaron el agua y salieron al desierto, donde no hay agua ni hierba, y empezaron a abrir los ojos y ver. Vi que el dueño de las ovejas las apacentaba, y daba agua y hierbas y aquella oveja iba guiándolas".

Nuevamente se unen las dos imágenes en un mismo contexto. La imagen de la luz, de los ojos, y la imagen del pastor.

Si miramos más en detalle ahora, el capítulo 10 notaremos en los versículos 1 al 5, una o dos “parábolas” con una explicación, una conclusión en el versículo 6; y después de 7 a 10 retoma la imagen de la puerta; de 11 a 18 la imagen del pastor; y de 19 a 21 una conclusión. Es decir, tenemos dos parábolas (10,1-6) una al principio, acentuando el tema de la puerta; la segunda, el tema del pastor; y después la explicación de esas dos parábolas (vv. 7-10 + 11-18). Por otro lado, toda la primera parte, las aparentes parábolas, están en un tono impersonal: "El pastor" “hace esto”, por ejemplo; la puerta del redil; el ladrón; el salteador; se le abre la puerta; saca las ovejas; las ovejas le siguen; etc. Todo es impersonal. Recién a partir del versículo 7, Jesús empieza a hablar de "Yo". "Yo soy la puerta", "Yo soy el pastor". Así podemos notar la unidad literaria para la que 10,1-6 es una introducción con dos imágenes y 10,7-10 y 10,11-18 el desarrollo de cada una de ellas aplicado a la persona de Jesús. El esquema de la unidad puede visualizarse de este modo

Presentación (vv.1-6) de la paroimía (símbolos)
1.     “yo soy la puerta” (vv.7-10)
2.     “yo soy el buen pastor” (vv.11-18)

Por eso lo ideal es – más que “parábola” – llamarlo "marco simbólico" del discurso que va a venir después. En este caso, la palabra paroimía (v.6) convendría traducirla entonces no por “parábola” sino por marco simbólico. Este marco simbólico tiene un detalle particular. Empieza y termina con una referencia a adversarios. Empieza con: "El que no entra por la puerta es un ladrón y un salteador" (v.1), y termina diciendo: "No conocen la voz de los extraños" (v.5). Es decir, hay una referencia a unos personajes negativos de los cuales tendremos que intentar decir algo más adelante. En el centro está la imagen del pastor, que es la clave de la revelación, por su relación con las ovejas. No es una referencia al pastor solo, sino al pastor con las ovejas.

En la primera parte del capítulo (10,1-3), tenemos la "parábola" de la puerta. Hay una referencia al portero, pero la clave no es el portero, sino la puerta en sí, y la puerta que no utilizan los que son ladrones y bandidos. El tema es que, el término bandidos se había aplicado a los sacerdotes en algunos textos del evangelio: "Han hecho de la Casa de mi Padre una cueva de bandidos", dice Jesús en la purificación del templo en Mc 11,17. Quizás esa doble referencia, ladrones y bandidos, recuerde a fariseos y sacerdotes. El contexto de la fiesta de la Dedicación (Jn 10,22), donde Judas Macabeo, dedica el templo ante los sacerdotes que habían sido traidores del pueblo, invita a sospechar que puede haber una referencia anti-sacerdotal. 

La segunda parte, en cambio (10,3-5) hace referencia al pastor. Es interesante que el pastor es quien conduce a los pastos (apacienta). Acá es oportuno tener en cuenta una imagen de Josué, en Números 27,16: Dios le dice a Josué: "Designa a un hombre de la congregación – en griego dice sinagogé – que los conducirá, pues la congregación del Señor no puede ser como ovejas sin pastor". Esta imagen ha sido utilizada más de una vez, por ejemplo Mc 6,34, aplicada a Jesús (= Josué). 

El acento está puesto en la relación entre Jesús y los seguidores, es decir, las ovejas. Y se destaca que el pastor a cada oveja la llama por su nombre. Otra referencia al segundo Isaías: "Te llamé por tu nombre, tú eres mío" (Is 43,1). Lo que se destaca de este pastor, en su relación con las ovejas, es que las ovejas conocen – término importantísimo, como se sabe – y conocen su voz. La voz del hijo del hombre es la voz que hace levantar a los muertos, por ejemplo a Lázaro; cf Jn 5,25: "Les aseguro en que se acerca la hora y ya ha llegado en que los muertos oirán la voz del hijo de Dios y los que oigan vivirán". “Oír” es el término phoneo; “voz” es phoné. Lo que se dice es que el pastor va delante; el término es poreuostai que es el término que se utiliza en el éxodo, por ej. Dt 1,30. Refiere al éxodo, donde Dios va delante de su pueblo; y está presentando la misión de Jesús como un nuevo Éxodo. En Juan se está haciendo referencia al caminar de Jesús hacia el Padre, con lo cual le da una perspectiva escatológica a toda esta parte. Sobre todo, porque esto está en contexto con el término salir, que también es un término frecuente en el éxodo, por ej Éx 3,10. Es un liberar de la esclavitud.

Ahora, tenemos un pequeño problema al "salir"; y se dice: salir del corral, pero el término que se utiliza para hablar del corral es el término aulé; lo interesante es que el término aulé aparece 177 veces en el Antiguo Testamento, y nunca para hablar de un corral. Pero sí aparece 115 veces para hablar del atrio del templo. Es decir, el aulé es un lugar cerrado, pero no se lo utiliza nunca para hablar de un corral, sino para hablar del atrio del templo. Es más, el mismo Juan lo utiliza para hablar del atrio del templo en 18,15, donde habla del patio del sumo sacerdote. Teniendo en cuenta que el contexto es el del pastor que reúne, etc., entonces se está insinuando la reunión de Israel en torno a Jesús. El nuevo Éxodo.

El Salmo 99 de la Biblia griega (Salmo 100 de la hebrea) dice: 

"Reconozcan que el Señor es Dios. Él nos hizo. A Él pertenecemos. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Entren por sus puertas, dando gracias. Entren en sus atrios – aulé – con himnos de alabanzas". (Sal 99,3).

Un dato a tener en cuenta es que el término hacer salir, ekballein, es el mismo término que en la curación del ciego de nacimiento se había usado para decir que los fariseos excomulgaban a aquel que reconociera que Jesús era el Mesías. Ahora Jesús dice que él hace salir a las ovejas – antes los hacían salir de la sinagoga – del redil. Frente a esto lo interesante es que, como es frecuente en Juan, todo esto termina en una no-comprensión. No comprenden. Y entonces, frente a ese no-comprender empieza el discurso revelador (“yo soy…”). Otra vez con el doble "en verdad, en verdad" pero ahora en primera persona, con el "yo soy". Tenemos entonces dos "yo soy la puerta", y dos "yo soy el pastor". 

Es una puerta que conduce a los pastos, y la palabra "pastos" está haciendo referencia a la vida en plenitud. Vida y vida en abundancia (10,10). Y acá empezamos a sospechar si la palabra pastos (v.9) hace referencia a la vida. En Jn 7,44, ya se nos había dicho – en el discurso dentro de la misma fiesta de los Tabernáculos – que el diablo es asesino. Es más, el ladrón viene a destruir, mientras que Jesús vino para que tengan vida (10,10). Y la palabra vida en Juan, siempre es vida eterna [para ser precisos, como veremos, en Jn hay dos términos para decir vida: “zôê” y “psyjê”, y mientras el primero es siempre vida eterna, vida divina, el segundo es vida humana, vida que se puede perder, ¡y arriesgar!]. Y acá tenemos un nuevo elemento a tener en cuenta. Jn 1-12 es llamado habitualmente el libro de los signos, la vida – vital, humana – es signo de la otra vida, divina. El signo de Lázaro es un buen ejemplo de esto (Jn 11). Lo de Lázaro es un signo de la vida plena que recibe Marta, es decir, el/la creyente... Con palabras que no son "joánicas" podríamos decir que la vida humana es "sacramento" de otra vida mayor, de otra vida abundante. 

Por esto es razonable pensar que "el que viene antes que yo" (v.8), el ladrón, el asesino, en realidad es una personificación de todo adversario, las “tinieblas”. Por otra parte es bueno tener en cuenta que se dice "yo soy la puerta de las ovejas" (v.7) – algunos manuscritos dicen “el pastor de las ovejas” – es decir la puerta por donde pasan las ovejas, no por donde se va hacia las ovejas. Es bueno notarlo ya que en nuestra historia tan poco ecuménica, más de una vez hubo problemas muy serios, y peleas, contra los "herejes", porque había que hacer entrar, aunque sea por la fuerza, al rebaño donde están las ovejas. Por eso no es la puerta del corral, es la puerta de las ovejas. Para que las ovejas entren y salgan. 

Ahora bien, ¿Y “ladrones”, por qué? Se comprende lo de los adversarios, ¿pero, por qué ladrones? Y si tenemos en cuenta que en el contexto del evangelio, el acento está puesto en que las ovejas son de Dios, y si Jesús puede decir "mías", es porque el Padre se las ha dado (recordar la teología tan importante en Juan de Jesús como “enviado”, por tanto “delegado” del Padre), tenemos que decir que son ladrones de Dios, porque le quieren robar las ovejas a Dios. Por eso, no pueden hacer más que hacer perder las ovejas. No vienen más que a robar, "matar" y destruir. No pueden hacer otra cosa, porque son adversarios de Dios. No pueden más que hacer perecer, que es el apóllymi, que es la muerte eterna, porque es en contraposición a la vida eterna. En Juan, esa palabra, que es perecer, es muerte eterna (ver 3,16; 6,27.39; 10,28; 12,25; 17,12; 18,9). No es la muerte "física", por llamarla de alguna manera. 

Demos un paso más hacia el pastor. La palabra que aparece habitualmente en las Biblias, traducida como "matar" – "viene a robar, matar y destruir –, en realidad habría que traducirla por sacrificar (thyô; ver p.e. Hch 10,13; 11,7; 14,13.18; 1 Cor 10,20). Es otro el término que se utiliza para matar; aquí es sacrificar, es el sacrificio religioso, lo cual es coherente en los que quieren robar a Dios. Lo cual es una burla muy fuerte a los pastores de Israel, que le roban las ovejas a Dios y las sacrifican.

El término pastor, aplicado a Cristo, por otro lado, es un término que es bastante importante en los evangelios, incluso en los sinópticos. Es más, en algunos textos tiene una marca bastante anti-farisea. Acá es importante recordar el contexto en el que los fariseos le acaban de decir a Jesús: "nosotros no hemos nacido de prostitución" (Jn 8,41). Y Jesús les acaba de decir: "Como dicen, "vemos" su pecado permanece" (9,41). La gravedad está dada por el término "permanecer", porque en Juan es importante para entender nuestra relación con Jesús. El contexto es que los fariseos están ciegos, “no hay peor ciego...”

También es importante notar que cuando se habla del pastor no se usa la palabra "bueno", sino literalmente la palabra "bello" (kalós). Ya Filón de Alejandría, habla del Buen Pastor, e incluso un midrash de los rabinos, cuando habla de David, comentando Éxodo 3,1 habla de David como del hermoso pastor. 

Generalmente en Juan, en los discursos que explican los signos, Jesús utiliza los términos "yo soy" con un predicado: "yo soy el pan de vida"; "yo soy el buen pastor"; "yo soy la resurrección y la vida"; "yo soy la luz", etc. (es muy probable que esa referencia "yo soy" con un predicado, esté tomada del así llamado Segundo Isaías (41,10.13; 43,3.10-13; 44,5.6.28; 45,3.5.7.8…). Hay un nuevo texto del Segundo Isaías 40, del contexto del desierto, que como se dijo tiene que ver con el contexto de la metáfora del pastor. Dice que: "Yahveh viene... como pastor apacienta su rebaño, recibe en sus brazos los corderos"... (Is 40,11). Entonces, el Dios que es pastor de su pueblo, les confía a algunos dirigentes para que conduzcan al pueblo según la voluntad de Dios. Es interesante que aunque Juan no use el término Reino de Dios, la imagen de pastor es bastante semejante a la imagen del Reino. Por eso los profetas van a cuestionar muy fuertemente a los pastores infieles, que son los pastores que no conducen al pueblo según la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es el derecho y la justicia. De ahí que la esperanza futura va a desembocar en un pastor mesiánico, un nuevo David y acá es donde empieza a surgir muy claramente como contexto del texto del Buen Pastor, el texto de Ezequiel 34, que tanto influye en el relato de Juan.

La imagen enigmática presenta la realidad pastoril tomando dos imágenes (incorpora una tercera, el “portero” pero solo por dar color a la imagen ya que no juega rol alguno en el desarrollo. La puerta es un criterio de discernimiento sobre quien entra al “corral” y su intención de hacer bien o no a las ovejas. El pastor, en cuanto conocido y escuchado por las ovejas – nuevamente en referencia contrastante con “otros” – es seguido por ellas (se supone hacia lugares de alimento y bebida). El sentido principal radica en el bien de las ovejas, por la puerta pasan los que buscan su bien, las ovejas siguen a sus pastores, en cambio los “ladrones y salteadores” no pasan por la puerta, los “extraños” no son seguidos por las ovejas. El uso o no de la puerta, el seguimiento o no de las ovejas son los aspectos contrastantes en la “parábola”. 

El doble “yo soy” la puerta expresa el siguiente paso que Juan quiere destacar para “revelar” a Jesús (los “yo soy” son parte de los discursos de revelación). 

El primer “yo soy” sirve para contrastar a Jesús con los que “han venido”. En el contexto se refiere a los fariseos que son los que habían estado en conflicto con él en la unidad anterior (9,40-41), aunque el marco (como las referencias al Templo y a los sacrificios) también permite suponer que se refiera a los ambientes sacerdotales, aunque estos ya no existen en tiempos de Juan. 

El segundo “yo soy” contrasta el estar “a salvo” (entrando “por mi”) con “robar, sacrificar y hacer perecer (definitivamente)”. Esto se caracteriza por la “vida” (zôê, vida divina) abundante que “ha venido” a traer. Esta “entrada” nos permite recordar la imagen de Jesús revelándose como “yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mi” (14,6). Como enviado del Padre, como quien “ha venido” desde Dios se revela como dador de vida, a diferencia de “otros” que buscan la muerte definitiva de las ovejas (no hay que olvidar en este contexto a los “fariseos” intentando hacer desistir, al que había sido ciego, de reconocer a Jesús, 9,34).

Una breve nota sobre el pastor y las ovejas. La metáfora del pastor no ha de entenderse sino, precisamente, como metáfora. En el mundo antiguo (Israel y sus pueblos vecinos) suele ser imagen para caracterizar a los que tienen responsabilidades de gobierno (religioso y/o político), en cuanto “conductor/es”. La imagen negativa que tiene hoy la idea de ser tenidos como “rebaño”, de ser llevados al propio arbitrio de los poderosos o los fuertes, refleja un anacronismo importante, además de la incapacidad de comprender metafóricamente las imágenes. Ciertamente no se pretende decir que debemos ser “llevados de las narices y sin pensar” por los pastores de turno; Jesús, en este caso, se presenta como aquel que nos conduce a la vida plena en contraste –precisamente- con aquellos que se aprovecharon para beneficiarse o para saquear a los que les fueron confiados.


Foto tomada de www.soyesoterica.com

lunes, 27 de abril de 2020

Devuélvannos la misa


Devuélvannos la misa


Eduardo de la Serna



En estos días hemos podido ver, por las redes sociales, diferentes videos de diversos grupos reclamando a los obispos que les “devuelvan la santa misa”. Videos con apariencia de espontáneos, pero que – observando los que provienen de otros países o regiones – dada la semejanza o identidad de citas, textos o referencias – queda claro que se trata de algo organizado. No pienso responder a semejante cosa, más allá de la evidente implicancia de que los obispos son unos cobardes que no enfrentan a un gobierno perverso que atenta contra la fe y la persigue, etc. etc. etc… Lamento haber visto a obispos respondiéndoles, en ocasiones casi como pidiéndoles perdón, y en otras con claridad y firmeza (¡bien Eduardo García!). Y lo lamento porque es darle entidad a un grupúsculo de clase media alta (no vi pobres en los videos reclamantes), pero a lo mejor por eso mismo algunos eligieron hablar.

Pero yo quiero sumarme al pedido. Y quisiera pedirles a los obispos que nos devuelvan la misa. La pandemia y el aislamiento nos han llevado a no celebrar; hemos debido todos hacer un parate. Y en ocasiones es bueno detenernos un rato. Sirve para pensar distinto, cosa que, en ocasiones, en la vorágine, no es posible hacer. Al parar podemos quitar todo lo que se nos ha adherido en el camino y no es propio del caminante, ni necesario. Y no está mal preguntarnos, ahora que podemos, ¿cuántas cosas no son necesarias, y por momentos ni siquiera propias, de la misa y allí están?

  • Devuélvannos la misa mesa de un pueblo, despojada de boato y ornamentaciones que la distorsionan o deforman.
  • Devuélvannos la fracción del pan, comida de los pobres (seguramente en los comienzos solo muy rara vez con vino) para que los pobres se sientan en su mesa y su casa.
  • Devuélvannos la fiesta de todos y no sólo de un grupo de puros y perfectos (además, “curiosamente”, con frecuencia identificado con “nosotros”) para que todos encuentren en ella fuerza para vivir la vida y la fe.
  • Devuélvannos la sencillez del encuentro y no gigantescas basílicas con lugares especiales para los importantes o “señores y señoras”.
  • Devuélvannos la mesa sin rostros adustos y serios, que no se parecen en cada a una comida de amigos.
  • Devuélvannos la mesa despejada y sencilla y no tapada de humo y de lujos.
  • Devuélvannos el encuentro festivo dejando de lado rúbricas insufribles.


Cuenta el chiste que en la última cena estaba Jesús con los suyos. Recostado sobre almohadones, mojando el pan en la salsa, tomando con la mano el cordero y, en eso, Pedro se dirige al Discípulo amado y le dice: - “dile al Maestro que tenga cuidado, que si en el Vaticano se llegan a enterar cómo celebramos nos van a sancionar a todos”.

Precisamente, devuélvannos una misa más parecida al encuentro de amigos de Jesús y los suyos que a una celebración solemne, fría, casi imperial. ¡Aprovechen este momento!




domingo, 26 de abril de 2020

Las peras y el olmo

Las peras y el olmo

Eduardo de la Serna



Muchas veces se ha dicho que el neoliberalismo funciona (sic) pero sólo si la población fuera un 10% de la actual. El menemismo o el macrismo eran “maravillosos” para unos 5.000.000 de habitantes. El resto sobra.

El cartel ostentado pidiendo que “mueran los débiles”, de un cruel y explícito darwinismo social, puso blanco sobre negro lo que ya se sabía. Y deja a las claras la actitud que los que se creen poderosos pretenden sea la política a aplicar durante la pandemia. Hay que recuperar la economía, y si mueren algunos-varios-muchos, pues son “daños colaterales”.

Esto se vio patente en las políticas aplicadas por Trump, Bolsonaro, Johnson (hay que ver ahora que “padeció en carne propia” la debilidad cómo continúa) y las consecuencias de esas mismas políticas en España e Italia… Y en las recomendaciones del ex presidente argentino al actual, y sus últimas intervenciones con el neoliberalismo más rancio del planeta.

Recientemente, quizás por eso de que “las papas queman”, un grupo de grandes empresarios, unidos a los sectores eclesiásticos afines (que los hay) empezaron una campaña de distribución de cajas para que lleguen a los sectores más sufridos. Pero – a confesión de parte – esto fue hecho para evitar que haya saqueos, o desmadres como en el 2001. La solidaridad real, la “com-pasión”, “esa te la debo”. Además, el periódico lobista de estos ambientes nos aclara bien la enorme preocupación de los más importantes empresarios y su dedicación al tema: claramente la intención es mostrar la preocupación social que – por lo tanto – haría innecesario e injusto un impuesto a los sectores más ricos del país.

Si es cierto – y todo indica que lo es, además de que conociendo el paño lo más probable es que lo sea – que Clarín tiene bonos de la deuda, es razonable que se oponga con todos sus cañones (¡que los tiene!, ¡y abundantes!) a la propuesta del gobierno de reducción, quita y postergación de pagos de la deuda externa macrista, que los pobres deben pagar mientras “ellos” tienen sus dineros (¡que los tienen!, ¡y abundantes!) en paraísos fiscales. Y si por la revista Forbes sabemos que entre las 50 fortunas más grandes del país figuran los Noble, Hector Magnetto y los Blaquier es obvio que, también, los mismos cañones atacarán la propuesta de un impuesto (casi miserable en comparación con el que cobran los “países serios” del mundo) a los más ricos del país (y por única vez). ¿Cómo se les ocurre si ellos ya dan productos para las cajas a las que les falta yerba, aceite, sal y otras menudencias, además de productos de “primera marcas”? … al fin y al cabo, los pobres están acostumbrados.

Si algo es evidente, en momentos de crisis (y este lo es, ¿qué duda cabe?) es que es indispensable que haya una persona a cargo, que tome las decisiones y estas se sigan. Se ha comparado la pandemia con una guerra… pues bien, en esta, uno es el que toma las decisiones. Consulta, escucha, pregunta, mira, pero después, él/ella toma las decisiones. Es posible (es más, es probable) que haya pasos errados, cosas discutibles, personas de dudosa honorabilidad. Y si se puede, es bueno corregir, pero a veces, en medio de la “batalla” no se puede. Mirar los diarios más leídos de Argentina en estos momentos, por un lado, me avergüenza totalmente. Sólo falta que también ellos griten “¡que mueran los débiles!” Pero, además, no se ve ni una sola nota positiva o constructiva. Especialmente en momentos en que necesitamos estar unidos para enfrentar algo en el que basta un solo imbécil (¡y los hay en cantidad!) para que todo un colectivo enorme se infecte y ponga en riesgo su vida. Pero parece que lo único que importa en cada artículo, cada nota, cada título, cada insinuación es cañonear bajo la línea de flotación al gobierno (aunque eso implique golpear también al aliado porteño; la lealtad no figura dentro de sus cualidades).

Nadie dice (yo no digo) que deban callar, que no deban señalar lo que consideren errado o corrupto (aunque “un burro hablando de orejas”, dirían en Colombia). Pero el momento en el que estamos exige que esto sea constructivo, prudente, sensato y mirando el bien mayor, que es la vida. Claro que eso sería pedirle “peras al olmo”; están acostumbrados a eso. Basta con mirar sus historias. Nunca una un favor de “la gente”, nunca una en favor de “todos” … democracia, bien común, justicia… vida son palabras que desconocen, salvo para vaciarlas de sentido. Ojalá los débiles vivan. Y lo sepan.


Foto tomada de https://www.diariojunin.com/noticias/80576_estados-unidos-sacrifiquen-a-los-dbiles-el-cartel-contra-la-cuarentena.html

sábado, 25 de abril de 2020

La Iglesia del día después


La Iglesia del día después


Eduardo de la Serna



Muchos, analistas, politólogos, sociólogos, filósofos y demás han empezado a pensar – obviamente desde sus pre-conceptos ideológicos, cómo será el “después” de la pandemia; cuando “se abran las puertas”. Y también algunos han pensado cómo será el “día después” en y de y para y en la Iglesia católica romana.

Pensar cómo será la Iglesia (o el mundo, o la sociedad, o el barrio) creo que no es fácil, porque – me parece – se conjugan muchos elementos: si soy pesimista u optimista, mi ideología, mi capacidad (o incapacidad) de análisis, mi formación e información, y mi lugar. Precisamente por eso seremos testigos y testigas de “profecías” muy disímiles y hasta contrapuestas.

Pensar cómo será la Iglesia, entonces, puede parecerse más bien – y en cientos de casos lo es – a decir cómo quisiera que esta sea. Trataré de pensar algunos elementos que podrían (repito: “¡podrían!”) influir en que la Iglesia sea otra. O de otro modo. Pero no reflexiono “cómo será” la Iglesia de mañana, sino cómo puede y me gustaría que fuera. No es lo mismo.

Antes que nada, y para evitar una crítica mirada fundamentalista o inquisitorial, tengo claro que hablamos de la “Iglesia Una”, y que por tanto la Iglesia es siempre la misma, la Iglesia que Jesús quiso, o “soñó”. Que es, a su vez, una Iglesia en permanente “estado de conversión”, o “semper reformanda” (cf. Vaticano II, U.R. 6) como, por ejemplo, escuchó Francisco de Asís al pedirle Dios que repare su Iglesia.

Aclarado esto, me quiero centrar en tres elementos: imagino posible una Iglesia menos clerical, menos sacramentalista y más pobre.


Menos clerical

Cualquiera que lea más o menos atentamente los textos del papa Francisco notará que él ve como un gran mal de la Iglesia de nuestro tiempo el “clericalismo” (el cual, obviamente, no radica solo en los clérigos, sino también en una cantidad importante de laicos, debemos recalcarlo). Podemos señalar como clericalismo la centralidad de la vida eclesial en el “clero”, sin quienes la vida es pobre, limitada, y casi sin sentido. Ciertamente un infantilismo y paternalismo preocupantes, un “miedo a la libertad” se encierran en esta “Iglesia”, o este modo de ser “cristianos”.

Pero resulta que, en este tiempo, debemos aprender a vivir sin el “papá”, a decidir nosotros mismos, a pegar un salto y crecer. Crecer supone riesgos, ¿qué duda cabe? Supone la posibilidad del error (¡horror!). Por cierto, que si todo lo decide “papá” el error es posible, pero “no se me adjudica”, “el que obedece nunca se equivoca” repite la mediocridad. No se equivoca el que obedece, sino el que manda, acotemos. El clericalismo es, claramente, la parálisis por el miedo. el desconcierto de no saber por dónde ir. Es no asumir la mayoría de edad.

No sería negativo, en este tiempo, que la ausencia dolorosa del “papá” nos haga tomar conciencia que hemos crecido, y que ya no lo necesitamos. Porque una cosa es ir a casa paterna y escuchar el consejo del papá o la mamá y muy otra es no haber cortado el cordón umbilical y vivir una obediencia debida. Es habitual que la madre osa, después de un tiempo en el que enseña a sus oseznos todo lo que necesitan para vivir, de golpe, los abandona. Ellos la buscarán, clamarán por su presencia, pero luego deberán saber que ya pueden vivir solos, ya pueden ser osos. Estos tiempos de aislamiento, pueden habernos enseñado que – como cristianos – somos adultos, somos Iglesia, y podemos escuchar la voz del clero, pero de nuestra responsabilidad madura depende la difícil pero fascinante tarea de ser humanos.


Menos sacramentalista

Como pueblo de Dios solemos recurrir a las comunidades cristianas en búsqueda del pan eucarístico, el bautismo, la reconciliación, la bendición del amor, el fortalecimiento de los enfermos o un impulso en la madurez. Pero, reconozcámoslo, con frecuencia, o en ocasiones, se parece más bien a recurrir a un tótem que nos da seguridad frente a las inclemencias de la vida. Es cierto que esto, muchas veces, es alentado por el clero (quizás también él totemizado) que, entonces, no puede (y pretende – consciente o inconscientemente – que no puedan) vivir sin una bendición, un espectáculo litúrgico donde un actor actúa (valga la redundancia) y todo un pueblo es espectador (por los medios o las redes sociales), o donde los “fluidos” de una bendición, o la magia, llegan desde un helicóptero, donde “pasea” sea una custodia o una imagen de la Virgen María. Casi como si el pueblo de Dios no pudiera vivir su vida sin recibir el hechizo sacramental o cuasi-sacramental.

Pero el aislamiento ha puesto al pueblo de Dios solo con su espiritualidad, sólo con su creatividad, solo con su eclesialidad. Y hay quienes celebran en sus casas eucaristías, quienes reflexionan, y quienes se unen en la oración. Se ha dicho (Tomás de Aquino) que no se puede obrar el bien sin la gracia. Pero, ¿dónde está dicho que la gracia de Dios se comunica exclusiva y solamente por medio de los sacramentos? ¿Qué Dios sería ese que no puede hacer llegar sus dones y su amor más que por un solo pequeño grupo de medios? Medios buenos y santos sin duda. Pero decir que Dios es “más grande” que los medios que reconocemos es una obviedad. Es en la vida diaria, cotidiana, en los dolores y fiestas, en el amor donde también podemos descubrir la gracia de Dios, en la oración y el perdón, en una celebración de la vida o de la fe.

Una iglesia no clerical que, en estos tiempos, ha sido creativa y madura, capaz de celebrar con los medios a su alcance, desde encender velas a tocar una imagen, desde compartir la palabra hasta partir el pan, puede descubrirse a sí misma como Iglesia viva. Una comunidad que, entonces, compartirá los sacramentos, pero no como andador para caminar o salvavidas para flotar sino como vida que se comparte y celebra.


Más pobre

Las comunidades que no reciben dinero de “fuera” (por ejemplo, del Estado) se encuentran en estos momentos en una difícil situación. ¡Gracias a Dios! No es infrecuente saber de parroquias, curas, comunidades que hacen de los sacramentos una fuente de ingresos (y en ocasiones, pingües ingresos); un ejemplo muy evidente son los casamientos, y en algunos lugares, los funerales. Las misas y bautismos también suelen serlo, aunque – por cierto, que depende de los lugares, y los ministros – en menor dimensión. Hay otros medios que son también utilizados (sanaciones o exorcismos, jornadas o encuentros, para poner ejemplos). El tema de la Iglesia (o los curas) y el dinero, es ciertamente serio, y preocupante en ocasiones. Y a veces grave. Por un lado, hay quienes creen que los curas reciben un salario del Estado. Es verdad que en países o regiones así ocurre, pero eso no es cierto en la mayoría de los casos (yo suelo decir, irónicamente, que si así ocurre, necesito saber dónde solicitarlo ya que debo reclamar por mis casi 39 años de cura; imagino que, sumadas las actualizaciones e intereses recibiré una cantidad enorme de dinero). Precisamente porque no es cierto, muchos curas recurren a pretender, o exigir, dinero a cambio de sus “bendiciones”. Una vez escuché decir sobre los curas de una región: “a la mitad les gustan las mujeres, a la otra mitad les gustan los varones y a todos les gusta el dinero”. No me atrevería a negar, por ejemplo, que muchos de los intentos de que “vuelvan las celebraciones”, que se permitan algunas actividades, o – directamente violando el aislamiento obligatorio – celebrando misas “secretas”, bendiciones, haciendo celebraciones, no tenga, en realidad, una motivación económica por parte del cura, más que el deseo de mejor amar y servir a su pueblo.

Si la Iglesia fuera menos clerical y menos sacramentalista, eso redundaría, ciertamente, en perjuicio económico del clero. ¡Bendito sea Dios! Señalo algo, para no ser mal entendido: la pobreza es un mal, es un perjuicio a la vida y – en ocasiones – es un crimen. Es indispensable luchar para que no haya pobres, porque la pobreza es hambre, desocupación (salvo la esclava), enfermedades, tristeza. Pero hay una “pobreza evangélica” que es un bien. Es a esta pobreza que me refiero (y no, tampoco, a una mal entendida “pobreza espiritual” en la que uno puede tener una gran fortuna y ser “pobre de espíritu”, como se ha escuchado, distorsionando el mensaje de Jesús). Ser pobres (y remito una vez más a Francisco de Asís, por ejemplo… ¡y no solo a él!) es una bendición para la Iglesia y para los curas. ¿Y cómo vivirán?, porque comer, vestirse, sanarse es un bien deseable. ¡Sin duda! Digamos que hacerlo a costa de los regalos de Dios (el que dijo “¡lo recibieron gratis, denlo gratis!”) resulta grave y doloroso, a la vez que un anti testimonio evangélico. A lo mejor la creatividad y la vida en comunidad ayuden a encontrar los medios para que una Iglesia menos clerical, menos sacramentalista y más pobre pueda desplegar con alegría y entusiasmo una vida más fiel a Jesús y al reinado de Dios.

No tengo dudas que habrá cientos de voces y fuerzas en contrario. todavía escuchamos voces presbiterales, teológicas, episcopales y hasta papales en contra del Concilio Vaticano II, no debería extrañarnos que también algunas de estas se escuchen “el día después”. Pero también podemos desear (y trabajar para) que cuando todo esto termine, ese sea el rostro renovado que la Iglesia pueda y quiera mostrar a todas, todos y todes.