jueves, 6 de febrero de 2025

Ismael

Ismael

Eduardo de la Serna


El patriarca Abraham, receptor de la promesa de que Dios se preparará un pueblo de su descendencia, está casado con Sara, la cual – como se sabe – es estéril. Ella, entonces, para que la familia tenga descendencia y el futuro esté asegurado, le entrega a su esposo a su esclava Agar a fin de darle esa descendencia. Y es así que nacerá Ismael. Pero la promesa de Dios no es sólo de los hijos de Abraham sino que, afirma, también lo serán de su mujer, por lo que hemos de esperar recién al nacimiento de Isaac para que la promesa divina siga su curso. Pero – de todos modos – en el nacimiento de Ismael, se trata de un hijo de Abraham (y probablemente, además, de un hijo muy querido, como se ve en Gen 21,11, quizás por tratarse del primogénito).

Como es habitual en los primeros capítulos bíblicos, de un determinado personaje descenderán comunidades, pueblos o naciones enteras, y – es evidente – de Ismael nacerán los Ismaelitas que serán un pueblo que vive en el desierto (Sal 83,7; Jdt 2,23). Es interesante, a modo al menos anecdótico, que, en algún relato, serán los ismaelitas los responsables de la ida de José a Egipto, donde luego irán todos sus hermanos para empezar luego desde allí la historia del éxodo (Gen 37,25.27.28; 39,1). La relación entre Egipto (Agar es egipcia) y el desierto sin duda resultan importantes en las tradiciones fundamentales.

Hay más de un Ismael en los textos bíblicos (2 Re 25,23; 1 Cro 8,32; Esd 10,22, etc.), pero aquí nos centraremos en el hijo de Abraham y Agar, la esclava egipcia.

Por ser hijo de Abraham, aunque no sea el heredero de la promesa, se afirman de él cosas importantes: será bendecido, se multiplicará en una gran descendencia. Abraham, que, en principio, ríe incrédulamente ante el anuncio de tener un hijo, pide que Ismael viva “en presencia” de Dios (17,18), será “bendecido y fecundo” (17,20) y engendrará príncipes (no está de más recordar que Sara significa “princesa”). Expresamente se insiste que Ismael será circuncidado (17,23.25.26). Aunque sea expulsado por Sara al desierto (21,8-19, donde curiosamente jamás se lo llama por su nombre), acompaña a su hermano Isaac a enterrar a su padre (25,9). Finalmente se menciona su importante descendencia (25,12-16) y el fin de sus días (25,17). La historia de Ismael finaliza señalando la enorme extensión de territorio que ocupa señalando que “se estableció enfrente de sus hermanos” (25,18 con lo que finaliza como había comenzado, en 16,12).

Lo que caracteriza a Ismael será el desierto, de allí que sea comparado con un “asno salvaje” (16,12). Pero su vida es inseparable de la de su madre. Expulsada de la casa de Abraham por Sara, con aceptación pasiva del marido, Agar, la madre, llora la muerte inminente por sed. El agua que Abraham le había dado se había agotado y la sed es grave. Pero el llanto del niño mueve a Dios a intervenir; el pequeño ya no “ríe” (ya no es como Isaac, que fue lo que motivó la expulsión). Pero la paradoja empieza a desplegarse y mostrar que Dios, que ha mirado, a su vez acompaña: El desierto que amenaza su vida se transforma luego en su hogar (21,20). Y aquel cuya madre, para acompañarlo a morir, se puso a “tiro de flecha”, se transformó en arquero (21,20). Su madre lo sigue acompañando y toma para él una esposa en Egipto (21,21).

El pueblo que fue liberado por Dios de la esclavitud en Egipto no está exento de ser él a su vez esclavizador de egipcios, como Agar, y el Dios que escucha el clamor del pueblo oprimido y lo libera, de Egipto, escucha a su vez a Agar y al niño y se ocupa de su suerte. Un Dios que es indiferente al dolor de la humanidad no se parece en nada al Dios de la Biblia.

 

Imagen tomada de https://ficonofue.fuesp.com/ficha/82077

martes, 4 de febrero de 2025

Septuaginta

Septuaginta

Eduardo de la Serna


La Biblia en su traducción griega (LXX) es, no solamente muy conocida, sino que fue particularmente importante en los últimos siglos del judaísmo precristiano y del movimiento de Jesús en expansión.

Notemos (sin pretender una exhaustiva presentación) varios elementos importantes.

 

I.             La Tradición

 

a)    Aristeas

Partiendo de la llamada Carta de Aristeas (200 – 150 a.C.) se fue gestando una leyenda que aludía a la intervención divina en el proceso de traducción:

Después de tres días, Demetrio los tomó consigo, y tras recorrer el dique de mar de siete estadios hasta la isla [de Faros], cruzó el puente y, avanzando hacia la parte norte, les congregó en una mansión bien dispuesta junto a la playa, de gran belleza, e inmersa en una paz profunda; y les exhortó a llevar a término la traducción, pues que estaban bien provistos de todo lo que precisaran. Y la ejecutaron, poniéndose de acuerdo mediante confrontaciones entre ellos acerca de cada punto; el resultado quedaba fijado oportunamente por escrito, a cargo de Demetrio. Hasta la hora nona se prolongaba la sesión; después se separaban para dedicarse a los cuidados del cuerpo, facilitándoseles con espléndida provisión cuanto pudieran desear. Además, cada día, todo lo que se disponía para el Rey, también para ellos Doroteo lo aprestaba; pues tal había sido la orden del soberano. Con la primera luz comparecían en la Corte cada día, y, tras saludar al Rey, regresaban a su lugar. Tal como es usanza entre todos los judíos, se purificaban en el mar las manos, elevando preces a Dios; acto seguido, se consagraban a la lectura y exégesis de cada punto. También pregunté esto: «¿Por qué razón se lavan las manos antes de orar?». Aclararon que, en testimonio de no haber cometido mal alguno, pues toda acción se realiza por medio de las manos; así, hermosa, piadosamente, todo lo remitían a la justicia y a la verdad. Tal como lo he dicho, cada día, congregados en este lugar, que hacían tan deleitoso la calma y luminosidad, llevaban a cabo la tarea fijada. Y acaeció que la traducción fue completada en setenta y dos días, como si hubiese sucedido por una suerte de premeditación. Cuando se llegó al cumplimiento, reunió Demetrio a la comunidad de los judíos en aquel lugar donde la traducción había sido realizada, y se la leyó a todos, en presencia de los Traductores, que se granjearon una recepción magnífica también por parte del pueblo, como responsables de magníficos bienes. Acogieron también a Demetrio, exhortándole a entregar a los rectores de su comunidad una copia de toda la Ley. Después de leídos los rollos, en pie los sacerdotes y los Ancianos de los Traductores y los rectores del común proclamaron: «Puesto que ha sido traducida hermosamente y con piedad, y con exactitud plena, bien está que permanezca como ella es y que no se produzca la menor alteración». Todos aclamaron tales dichos y les exhortaron a lanzar una maldición, según es usanza entre ellos, contra cualquiera que alterase, añadiendo, modificando o suprimiendo, el tenor de lo escrito; bien obraron, a fin de que fuera preservado incólume perpetuamente. (# 301-311)

 

b)    Filón, de Alejandría

En el mismo marco alejandrino, Filón escribe que, todavía en sus días, tenían lugar cada año en la isla de Faros fiestas solemnes, en las que participaban no sólo judíos, sino multitudes variadas, para venerar el lugar:

Tal es la razón por la que hasta la actualidad todos los años tiene lugar una celebración y una general reunión en la isla de Faro, rumbo a la cual atraviesan el mar, no sólo judíos sino también muchísimos otros para honrar el lugar donde por primera vez se encendió la claridad de esta traducción, y para dar gracias a Dios por este viejo y siempre renovado beneficio (Vita Mosis II 41).

 

c)    Flavio Josefo

Flavio Josefo preserva un resumen bastante creíble de un texto atribuido a Hecateo. El objetivo del Pseudo-Hecateo era ciertamente propagandístico, no a favor de los LXX, ni de su revisión, sino a favor de los judíos en general, pero la referencia es elocuente:

Y su sucesor Ptolomeo, que se llamaba Filadelfo, no sólo liberó a todos aquellos de nuestra nación que estaban cautivos bajo su mando, sino que con frecuencia dio dinero [para su rescate]; y, lo que fue su mayor obra de todas, tenía un gran deseo de conocer nuestras leyes y de obtener los libros de nuestras sagradas escrituras: en consecuencia, deseaba que se le enviaran hombres que pudieran interpretarle nuestra ley; Y, para que se redactaran bien, no encomendó esa tarea a personas comunes, sino que ordenó que Demetrio Falero, Andreas y Aristeas, el primero, Demetrio, la persona más erudita de su época, y los demás, a quienes se les confió su custodia personal. Y ciertamente no habría estado tan deseoso de aprender nuestras leyes y la filosofía de nuestra nación, si hubiera despreciado a los hombres que hacían uso de ellas, o si no los hubiera tenido en gran admiración. (contra Apión 2:45-47)

 

II.            El “problema cristiano”

 

Pero, más tarde todo cambió. Muchos judíos no vieron con buenos ojos la traducción y pretendieron otra mucho más literal (es sabida la dificultad de las buenas traducciones pretendiendo ser fieles al texto traducido, pero a su vez a los eventuales lectores, su lengua y su cultura).

 

                    a)    El Sirácida

No deja de ser interesante el prólogo del traductor del libro del Sirácida:

Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, por las cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría.

Mas como es razón que no sólo los lectores se hagan sabios, sino que puedan también estos amigos del saber ser útiles a los de fuera, tanto de palabra como por escrito, mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley, los Profetas y los otros libros de los antepasados, y haber adquirido un gran dominio en ellos, se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría, con ánimo de que los amigos del saber, lo aceptaran y progresaran más todavía en la vida según la Ley.

Están, pues, invitados a leerlo con benevolencia y atención, así como a mostrar indulgencia allí donde se crea que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos podido acertar en alguna expresión. Pues no tienen la misma fuerza las cosas expresadas originalmente en hebreo que cuando se traducen a otra lengua. Cosa que no sucede sólo en esto, sino que también la misma Ley, los Profetas y los otros libros presentan no pequeña diferencia respecto de lo que dice el original.

Fue, pues, en el año treinta y ocho del rey Evergetes cuando, después de venir a Egipto y residir allí, encontré una obra de no pequeña enseñanza, y juzgué muy necesario aportar yo también algún interés y esfuerzo para traducir este libro. Mucha vigilia y ciencia he puesto en juego durante este período, hasta llegar a buen término y publicar el libro para uso de aquellos que, en el extranjero, quieren ser amigos del saber, y conformar sus costumbres a una vida de acuerdo con la Ley. (Sir prol 1:1-35)

 

                    b)    Los Jubileos

Recordemos lo que le dice el ángel revelador a Abrahán según el libro de los Jubileos, siglo II a.C.:


Y me dijo (al ángel) el señor Dios: “Ábrele la boca y los oídos, que entienda y hable la lengua clara”, pues había cesado de ser la lengua de los hombres desde el día de la confusión. Le abrí la boca, los oídos y los labios y comencé a hablar con él en hebreo, la lengua de la creación. Tomó Abrahán los libros de sus padres, que estaban escritos en hebreo, los recopió y comenzó a aprenderlos desde entonces. Yo (el ángel) le explicaba todo lo que le era inaccesible, y los aprendió en los seis meses invernales” (12,25-26).

 

                    c)    Áquila

Una nueva "traducción", absurda por su método desde una mirada contemporánea, no es una verdadera traducción sino una traslación casi mecánica, y lleva el nombre de Áquila (hacia el 130 d.C.). Es el fruto más característico de la reacción contra la que se consideraba excesiva helenización del judaísmo alcanzada en Alejandría y de la que la versión de los LXX se había convertido en su máximo exponente.

La traducción de Áquila pretendía reemplazar a todas las restantes como única versión auténtica, pues se acomodaba total y literalmente al texto hebreo evolucionado — bastante diverso en muchos pasajes al más helénico de los LXX — que se utilizaba desde finales del siglo I.

El otro problema que acarreaba la traducción de los LXX es que fue una versión muy utilizada en el naciente cristianismo. Cuando a fines del s. I y comienzos del s. II empieza a ser cada vez más evidente que ambos grupos, judíos y cristianos, eran diferentes, y cada grupo buscaba fortalecer su propia identidad y diferenciación, era razonable que el judaísmo no se sintiera a gusto de compartir con los cristianos un texto en común.

 

                    d)    El Talmud

La Guemará continúa: Y esto se debió al incidente del rey Ptolomeo, como se enseña en una baraita: Hubo un incidente que involucró al rey Ptolomeo de Egipto, quien reunió a setenta y dos ancianos de los Sabios de Israel, y los puso en setenta y dos habitaciones separadas, y no les reveló con qué propósito los reunió, para que no coordinaran sus respuestas. Entró y se acercó a todos y cada uno de ellos, y le dijo a cada uno de ellos: Escríbanme una traducción de la Torá de Moisés, su maestro. El Santo, Bendito Sea, puso sabiduría en el corazón de todos y cada uno, y todos estuvieron de acuerdo en un entendimiento común. No solo todos tradujeron el texto correctamente, sino que todos introdujeron los mismos cambios en el texto traducido. (Megillah 9a)

 

                    e)    La Megillah

Para más diferenciación entre ambos grupos, en la crónica “Megillat Ta'anit. Adar” escrita en arameo, podemos leer:

“(V) ¡El día ocho de Tevet se escribió la Torá en griego en los días del rey Ptolomeo, y la oscuridad cubrió la tierra durante tres días!

Según el Talmud, este día [el 8 de Tebet] se convirtió en «día de ayuno y duelo, para expiar el pecado cometido al divulgar la Torah en la lengua de los Goyim». El 9 de Tebet se conmemora la muerte de Esdras y de Nehemías y el 10 de Tebet el sitio de Jerusalén por Nabucodonosor (solo este día es ayuno – todavía hoy – para toda la comunidad, los anteriores solo eran respetados – y hoy no se realizan – por “los justos”).

Así que no deja de ser importante que los judíos rechacen esta traducción mientras que sean los cristianos los que la reciban plenamente; aunque es importante – siempre – tener presente que tanto los diferentes judaísmos, como los diferentes cristianismos no se mueven en un horizonte de uniformidad y, por lo tanto, hay miradas y posiciones diferentes en una gran variedad de temas.

 

III.          El cristianismo antiguo

 

                    a)    Orígenes

Recusa una comprensión literal de antropomorfismos y metáforas bíblicas, porque en caso contrario el Dios bíblico no sería el Dios de su fe ni la divinidad trascendente a que aspiraba la religiosidad contemporánea, sino un dios mítico de pueblo primitivo. Polemiza contra las interpretaciones que daban pie a objeciones marcionitas o burlas paganas. Rechaza una exégesis literal judía que, buscando entender a los profetas en su propio ambiente, o a lo más en el área del judaísmo, cerraba las profecías a toda posible apertura hacia el misterio cristiano. Frente al grupo de cristianos que, en el interior de la Iglesia, recusaban la interpretación espiritual, asienta su gran principio hermenéutico de que la Escritura no puede decimos nada que sea indigno de Dios. En consecuencia, lo que parezca indigno o impropio habrá que interpretarlo espiritualmente. (R. Trevijano, La Biblia en el cristianismo antiguo [2001] 91)


                    b)    La Biblia (casi oficial)

Los santos padres y escritores cristianos Justino, Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Julio el Africano, Eusebio, Hilario de Poitiers, Cirilo de Jerusalén, Ambrosio van preparando la leyenda que Epifanio, obispo de Salamina en Chipre (310-403) construye por completo llegando a dar los nombres de los 72 traductores, 6 de cada tribu, siguiendo la tradición de Aristeas (al cual cita) para concluir: la traducción es obra de la inspiración divina.

Pero, más tarde, cuando Roma es omnipresente y casi omnipotente, la biblia hubo de ser traducida al latín y así lo hace Jerónimo con la llamada “Vulgata” porque el latín es la lengua del vulgo, del pueblo, frente al griego que era la lengua erudita.

 

IV.          Una Traducción

Es importante notar que, además de las dificultades de toda traducción (Traduttore, traditore) las diferencias textuales no implican falsificación. Es sabido que los textos antiguos son copiados, leídos, interpretados, retocados… Y esto ocurre en todos los casos… Diferentes textos de la misma LXX no implican, ciertamente, adulterios; los diferentes escritos del NT, por ejemplo, no son ajenos a esta misma realidad…

Es interesante lo que plantea Quintiliano en el prefacio de su obra sobre retórica:

He tenido tanto más deseo de hacerlo cuanto que actualmente circulan bajo mi nombre dos libros sobre el arte de la retórica, aunque nunca los publiqué ni los compuse con ese fin. Uno es una conferencia de dos días que fue escrita por los muchachos que fueron mis oyentes. El otro consiste en las notas que mis buenos alumnos lograron tomar de un curso de conferencias en una escala algo más extensa. Agradezco su amabilidad, pero mostraron un exceso de entusiasmo y cierta falta de discreción al hacer que mis discursos tuvieran el honor de ser publicados. Por consiguiente, en la presente obra, aunque algunos pasajes permanecen iguales, encontrará muchas alteraciones y aún más añadidos, mientras que el tema en su conjunto será tratado con mayor sistema y con tanta perfección como esté a mi alcance. (Quintiliano, Institutio oratoria I, prefacio 7-8 [Loeb Classical Library 124 trad. H. E. Butler; 1996, 9])

Pero hoy día los filólogos judíos han caído ya en la cuenta de que no pueden ignorar uno de sus grandes tesoros de la Antigüedad, utilísimo para conocer el judaísmo anterior, para interpretar mejor la Biblia hebrea que ellos valoran y constituye uno de los grandes monumentos literarios que nos ha legado la antigüedad helénica.

 

                    a)    Irene Vallejo, El Infinito en un junco (2019)

La Biblioteca se abrió a la amplitud del mundo exterior. Incluyó las obras más importantes de otras lenguas, traducidas al griego. Un tratadista bizantino escribió sobre aquel tiempo: «De cada pueblo se reclutaron sabios, los cuales, además de dominar la propia lengua, conocían a la maravilla el griego; a cada grupo le fueron confiados sus textos respectivos, y así se preparó de todos una traducción». Allí se realizó la conocida versión griega de la Torá judía conocida como Biblia de los Setenta. (cap. 10 p. 36).


                    b)    ¿70 o 72?

Como puede verse, por momentos se hace referencia a 70 traductores (en el título) pero habitualmente se los numera como 72.

En la Torah se hace referencia a 70 ancianos sobre los que descenderá parte del espíritu que acompaña a Moisés (Num 11,16-17), pero cuando Moisés los convoca en la Tienda y los 70 ancianos comienzan a profetizar, el relato informa que hay dos, Eldad y Medad, que no fueron a la tienda, pero, sin embargo, también profetizaron (11,27). El texto no pretende ser matemáticamente preciso; es decir, Eldad y Medad, ¿forman parte de los 70, o se deben sumar dos al número anterior, siendo, entonces 72? Lo que el autor pretende señalar es que un número importante de ancianos ayudará a Moisés con su ministerio profético al servicio del pueblo (cf. Ex 24,1.9-14).

Algo semejante ocurre con Jesús, en el Evangelio de Lucas (10,1.17), que convoca un número importante para que lo precedan en la misión, sin embargo, los manuscritos no son unánimes en el número: muchos manuscritos importantes mencionan “setenta” mientras otros, también confiables y antiguos, dicen “setenta y dos”. Es muy probable que el número – con la finalidad de señalar que Jesús envía a los suyos a “todos los pueblos” – haga “referencia a Génesis 11 (sic)”, pero, “para el texto hebreo todas las naciones son setenta, mientras que para la biblia Septuaginta la numeración es de setenta y dos” (B. Metzger, Textual Commentary on the greek NT [1975], p. 150 n.1); entre los comentaristas, por ejemplo, algunos optan por setenta: Morris, Conzelmann, Schweizer, Green, Johnson, Reid-Matthews y otros por setenta y dos: Rivas, Ernst, Carroll, Bovon, mientras algunos dudan: Schmid, Fitzmyer… Lo mismo diferentes traducciones bíblicas: mientras la Biblia de Jerusalén, el Libro del pueblo de Dios y la Biblia latinoamericana ponen “setenta y dos”, la Reina Valera (1995) dice “setenta” y “la Biblia de nuestro pueblo” ambiguamente “setenta (y dos)”.

Siendo que el número “setenta” tiene connotaciones bíblicas, como vimos, cosa que no tiene el “setenta y dos” es más fácil suponer que el texto primitivo decía 72 y fue reemplazado, en los diferentes manuscritos, por 70 y no a la inversa.

“El número no tiene excesivo interés y nos debemos quedar con la idea de que era un grupo numeroso, pues todos los discípulos tenían que colaborar en la expansión del Reino” (Isabel Gómez Acebo, Lucas [2008] 293).

 

Conclusión

Hay una serie de elementos que me parecen importantes tener en cuenta a modo conclusivo.

  •          En estos casos, el número setenta (simbólicamente, al menos), alude a la palabra de Dios que pretende – con los límites y críticas señaladas – ser comunicada a todos los pueblos.
  •          El marco, en ocasiones es profético, y en referencia al Espíritu de Dios. Espíritu y profecía son – con particular frecuencia – palabras en paralelo.
  •          El texto del envío de los setenta (y dos) dice expresa referencia al conflicto de reinos – entre el reino de Dios y el reino de Satanás – que Lucas presenta desde el comienzo (Lc 4,5-6), que es vencido por su predicación (Lc 10,19). El reino de Dios entra en conflicto con aquel reino que “ata” (Lc 13,16) e impide la libertad y plenitud de la vida de los hijos e hijas de Abraham. La lucha con la alienación que anula a las personas es particularmente importante en el ministerio de Jesús (ver Lc 10,18).
  •          La Biblia Septuaginta fue decisiva en la expansión del naciente grupo cristiano y, a su vez, importante en la profundización de la propia identidad. Esta expresaba lo “en común” con el pueblo de Israel, a la vez que abría las puertas a la novedad.

Este anuncio universal de la palabra, misionero, profético, centrado en el reinado de Dios y movido por el espíritu me parece tema central.

Vaya todo esto para celebrar que cumplo ¡¡¡70 años!!!

 

lunes, 3 de febrero de 2025

La voluntad de Dios

La voluntad de Dios

Eduardo de la Serna



Con mucha frecuencia de escucha alguna referencia a la “voluntad de Dios”, y, debo decirlo, en muchos casos la frase me hace “mucho ruido”.

Y el punto de partida, me parece, es cómo entiende que obra o no “Dios” la persona que pronuncia el dicho.

Cómo actúa Dios en la historia humana sería una pregunta fundamental. Veamos un ejemplo habitual: ante una enfermedad grave hay quienes no hacen nada (ni siquiera ir al médico) porque “se va a hacer la voluntad de Dios”, otros entienden que esa voluntad pasa por la oración, y entonces rezan o pretenden que otra persona lo haga por ellos (sanadores, por ejemplo), otros proponen una suerte de resignación ante lo que ocurra… Con cariño recuerdo a Xime, religiosa amiga muy querida. Cuando contrajo un cáncer, hizo todos los tratamientos que los médicos le indicaron, y una religiosa compañera de ella le dijo que rezaba “para que se haga la voluntad de Dios”, a lo que ella le dijo, “- la voluntad de Dios es que yo me cure, pero a lo mejor eso no ocurra”. ¡Y no ocurrió!

El punto de partida, para quienes creemos en Dios, por supuesto, es qué es eso de “la voluntad de Dios”. Si yo creyera que Dios está continuamente actuando en lo que ocurre, eso indicaría que la voluntad de Dios sería que alguien muriera y otra persona viviera, lo cual resulta muy extraño. ¿Es Dios el que actúa sanando o desentendiéndose de la salud de las personas? O, peor aún, ¿es voluntad de Dios que alguien muera? ¿No estamos afirmando que ese tal Dios es injusto y arbitrario? ¿Es ese el Dios que es padre-madre y que es amor?

Es razonable pensar que la voluntad de Dios es la vida, es la paz, la justicia, la alegría, la verdad… y donde no las hay, pues no se hace la voluntad de Dios, voluntad que los amigos y amigas de Dios deben buscar empecinadamente. Cuando se repetía la vieja oración que se atribuyó a Francisco de Asís: “donde haya odio, ponga amor, donde haya ofensa, ponga perdón…”, etc., no hacia sino poner en palabras todo esto. La voluntad de Dios no se hace si no la procuramos… Pero, a su vez, puede no hacerse porque hay fuerzas externas que lo impiden. Podemos procurar intensamente la paz, pero los violentos, los odiadores, los traficantes de armas, los genocidas pueden impedirla (¡y lo hacen!); podemos buscar insistentemente la verdad, pero los Medios de Comunicar mentiras, las “fake news”, los poderes hegemónicos, pueden lograr que triunfe el engaño; podemos trabajar por la salud, buscar por todos los medios medicinas y demás pero la debilidad humana pueden impedir que se mantenga… ¿Es voluntad de Dios la muerte, la violencia o la mentira, en estos casos? ¡Ciertamente no! Lo que, en esos casos, se realizó no es precisamente la voluntad de Dios, sino todo lo contrario.

Dios no “se llevó” a la persona querida que ha muerto violentamente… sí puedo creer que está con Dios, pero que no se lo llevó Él, se lo llevó un asesino o asesina, un violento (o una enfermedad), pero Dios no se desentiende y abraza; pero es otro tema… ¿Es voluntad de Dios que un asesino mate a alguien? Sería un Dios bastante extraño, el que “quiere” eso. El asesino ¿hace la voluntad de Dios? Ciertamente ¡no!

“¡Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo!” repetimos… Es interesante mirar brevemente esto… Como es fácil notar en el Padrenuestro toda la primera parte se dirige a Dios (“tu…”) mientras la segunda parte refiere a la comunidad (“nuestro…”). Notemos una pequeña diferencia entre el texto de Lucas, probablemente más fiel al dicho de Jesús, y el de Mateo, más adaptado a la comunidad…

 

Mateo 6,10

Lucas 11, 2

¡Padre nuestro que estás en los cielos!

Santificado sea tu nombre,

10 venga tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;

Padre,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino;

11 danos hoy nuestro pan de cada día...

3 el pan nuestro de cada día danos hoy…

 

A la frase frecuente de Mateo (“de los cielos”) aplicada a Dios, él añade “nuestro” para reforzar el sentido comunitario.

Santificar el nombre de Dios es un tema muy importante en el A.T., puesto que Israel sabe que, dado que es “pueblo de Dios”, con frecuencia ellos han “profanado” (lo contrario de “santificar”) el nombre divino con la infidelidad, la injusticia o el olvido de la ley de Dios (= su voluntad). Se pretende, entonces, santificar “el nombre” (= todo el ser divino) – con un obrar conforme a la fidelidad en medio de los pueblos.

Ese accionar es dejar que Dios reine (y por tanto que “venga su reino”). Dios (como todo rey) reina en la realización de su voluntad en la historia.

Mateo lo ejemplifica, por si hiciera falta, que, así como donde Dios vive (“en los cielos”) se hace la voluntad de Dios (porque es su propia “casa”) la comunidad está llamada a hacer en la historia la “voluntad de Dios”, es decir, su reinado, que está cerca (3,8; 4,17; 10,7), que pertenece a los pobres y a los perseguidos por practicar la justicia (5,3.10; cf. 6,33) y al que entran los que superen las normas y leyes viviendo el amor (5,19-20), que es la voluntad de Dios (7,21), no necesariamente aquellos que deberían haberlo hecho (8,12; 21,43); reinado que ya está presente aunque deba esperar su crecimiento por su propio dinamismo (cap. 13), pero al que muchos, aunque lo pretendan, no podrán ingresar, precisamente por su incapacidad de hacer la voluntad de Dios de hermandad universal, como no pasa un camello por el ojo de una aguja (19,23-24), sino los que alimentaron hambrientos, vistieron desnudos… (25,34). Esa es la voluntad de Dios que estamos invitados a buscar e intentar concretar en la historia…

La voluntad de Dios no se realizará porque Dios, como un gran “titiritero” maneja los hilos de la historia, sino porque nosotros, sus hijos e hijas, somos capaces de vencer la violencia, la mentira, la injusticia y la muerte buscando que Dios reine entre nosotros. De reino de Dios se trata eso de que se haga la voluntad de Dios.


Imagen tomada de https://silvinaschmidt.com/management/lideres-y-titiriteros/

Video con comentario al Evangelio del 5º domingo "C"

Video con comentario al Evangelio del 5º domingo "C"



o también en

https://youtu.be/bm4b2gZz3KE

Eduardo

Domingo 5C

La palabra de Dios es eficaz en medio de los suyos

Domingo quinto  - “C”



Eduardo de la Serna




Lectura del profeta Isaías           6,1-2a. 3-8

Resumen: la vocación de Isaías tiene dos grandes momentos, uno visual y otro oral en el que de parte de Dios recibe el encargo de hablar a su pueblo y para lo cual el profeta se ofrece.

El texto litúrgico es parte del relato vocacional del profeta Isaías. Es importante ubicarlo en su totalidad aunque haya partes omitidas en la liturgia. El texto abarca todo el cap.6 ya que tiene un comienzo cronológico: “el año de la muerte del rey Ozias” y en 7,1 tenemos una nueva etapa cronológica: “En tiempos de Ajaz…”.Ya sabíamos que el tiempo en el que Isaías ejerce su ministerio profético abarca al tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías (1,1). 

La escena tiene dos grandes partes con un texto que es una suerte de gozne entre ambos, el primero centrado en una “visión” (vv.1-5) el segundo en una “audición” (vv.6-13). Veamos:

“ví al Señor” (v.1)
“al rey Yahvé han visto mis ojos” (v.5)

“me dijo” (v.7)
“voz del Señor” (v.8)
“dijo” (v.9)
“yo pregunté… dijo” (v.11)

La visión inaugural sirve de desencadenante del diálogo entre el profeta y el que habla de parte de Dios (un “serafín”). En el medio – habrá que detenerse en eso más adelante – un texto que sirve de relación entre ambas.

La visión es extraña, pero bíblicamente razonable. Se dice (v.1) que Isaías “ve al Señor” pero en lo visto no se hace referencia a Dios: un trono, el borde del manto, serafines, humo, un canto. Sin embargo el profeta reconoce en eso haber visto a Dios (v.5). Es interesante, también, el comienzo referido a un rey ausente (muerte del rey) y el reconocimiento de Dios rey: “al rey Yahve…” 

Lo que se constatan son “unos serafines”. Tardíamente se los ha interpretado como ángeles, pero nada de eso afirma el texto. “Serafines” (saraf es referencia al fuego, literalmente serían unos “ardientes”, pero eso alude a brasas, a sacrificios, a quemar (para Dios) lo sobrante de la pascua o una ofrenda, como purificación (por lepra), las ciudades o ídolos, la comida o incluso la serpiente abrasadora (cf. Is 30,6). Es razonable que unos seres “abrasadores” estén entre el humo y la gloria del templo.

Se dice de estos seres que tienen tres pares de alas (omitido por el texto litúrgico: un par para taparse los ojos ya que no se puede “ver a Dios”, otro par para taparse “los pies” (eufemismo para decir sexo; no se puede estar desnudos ante Dios) y otro para volar.

Entre ellos se decían en voz alta el triple “santo” (el término es muy común en Isaías y fuera de él es escaso en los profetas). Es posible que sea parte de la liturgia del templo de Jerusalén (también es común en Ugarit, por ejemplo). El reconocimiento de la Santidad de Dios es algo que lo hace ver como totalmente lejano (“tremendo y fascinante” se ha llamado desde principios del s.XX [Rudolf Otto, 1917]). Es precisamente ante esta santidad que el profeta proclama su indignidad: “¡ay de mi!”

Esto da pie a un texto que sirve de nexo. Isaías se reconoce parte de un pueblo pecador y pecador también él, pero haciendo expresa referencia a los labios impuros. No ha de entenderse en sentido de blasfemia o pecados orales, se trata de una sinécdoque. Se habla de “labios” para aludir a toda la persona, pero precisamente porque los labios serán lo que se tendrá en cuenta a continuación ya que el profeta debe hablar de parte de Dios. El fuego – se ha dicho – purifica, con lo que purifica la impureza de los labios. Ahora el profeta estará en condiciones de hablar en nombre del santo.

Ahora Dios habla, porque luego lo hará el profeta: ¿a quién enviaré?; ¿quién irá de parte nuestra? (v.8). “Aquí estoy, ¡envíame!”

Señalemos algunos elementos: el profeta no puede hablar de parte de Dios sin haber sido enviado. Y Dios cuenta con la disposición de Isaías para hacerlo. El estilo es frecuente en Medio Oriente y se lo ha calificado de “encargo de misión difícil”. En el texto quedan indicios de este esquema en el uso del plural: la corte celestial duda ante la dificultad de la tarea, pero uno se ofrece, Isaías.

El texto litúrgico finaliza aquí dejando en nebulosa el “encargo difícil” que – leyéndolo – se lo ve como muy duro: el destinatario reconoce la dificultad ya que está “condenado al fracaso” (9b-13), Dios no quiere que los destinatarios (“ese pueblo”) se conviertan [hay que notar que el texto no está hablando del futuro, no quiere que “este pueblo” se convierta]. Quizás por esta dificultad es que la liturgia lo ha omitido. La traducción griega hace una ligera modificación: la cerrazón del pueblo no es lo que Dios quiere sino lo que de hecho ocurre. Así será utilizado por el N.T.


Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios             15,1-11

Resumen: ante algunos que niegan la resurrección Pablo les recuerda lo que él y otros han predicado y que tiene su origen tradicional en la muerte y resurrección de Jesús.

El capítulo 15 de la primera carta a los Corintios marca un nuevo tema en el resto de la obra. Aparentemente por información oral Pablo se ha enterado que hay algunos que niegan la resurrección (15,12) y para ello escribe esta unidad. El acento está puesto en la resurrección precisamente por esta negativa. Luego de la introducción (la unidad litúrgica de hoy, vv.1-11) Pablo responde dos preguntas: ¿hay resurrección de los muertos? (vv.12-34) y ¿con qué cuerpo resucitan los muertos? (vv.35-57) con una breve exhortación conclusiva (v.58).

Veamos cómo está estructurado el texto que nos ocupa

Lo que prediqué…     creyeron (vv.1-2)
Lo que predicamos… creyeron (v.11)

En el centro Pablo repite un esquema propio de la tradición: transmití… recibí 

Esto está centrado en dos elementos en los que se cumplen las escrituras: que Cristo murió, que resucitó. A continuación de cada uno presenta un signo visible que atestigua el hecho: la sepultura, las apariciones. Como el tema en cuestión es la negativa de la resurrección Pablo se detiene en extenso en los nombres de los testigos de las apariciones comenzando por el primero (Cefas) y terminando por el último (él mismo) aunque hace un breve paréntesis sobre su ministerio (es su predicación sobre la resurrección la que está cuestionada) en vv.9-10.

Esquematicemos:

A.- prediqué… creyeron (vv.1-2)
            Predicación tradicional (trasmití… recibí…) (v.3a)
                        Murió (según las escrituras);                 signo visible: sepultura (vv.3b-4a)
                        Resucitó (según las escrituras);            signos visibles: apariciones (vv.4b-8)
                                    Apariciones a…. después… después… y por último (ésjatón)
                                        Nota sobre la gracia en la predicación de Pablo (vv.9-10)
A’. ellos… yo predicamos… creyeron (v.11)

Veamos algunos elementos a tener en cuenta:

Pablo remite a la predicación tradicional centrada en la resurrección de Jesús. Es probable que los que niegan la resurrección no negaran la resurrección de Cristo sino sólo la de los muertos. Pero para Pablo la resurrección de Cristo y la resurrección de los demás es todo parte de un mismo movimiento. La resurrección de Cristo es el inicio del tiempo final de las resurrecciones: si no resucitamos no resucitó Cristo. El acento en la resurrección de Cristo es sencillamente remarcar un mismo hecho en sus diferentes momentos.

Pablo es parte de una tradición: lo que él predica, a su vez lo ha recibido (las mismas palabras las encontramos en 11,23: “yo recibí lo que les transmití”).

Pablo no cita las escrituras que se cumplen, pero probablemente refiera a Is 52,13-53,12 y Os 6,2. Tratar de entender a la luz de las Escrituras la muerte cruel y el rechazo de Jesús sin duda fue un tema complejo para los primeros cristianos. La cita de Is 53 parece haber sido muy importante para poder no solamente aludir al rechazo sino también a dar un sentido a esa muerte. Una muerte “por” (no “a causa de” sino “en beneficio de”). El texto de Oseas en griego afirma que en tres días nos “hará resurgir”, levantar utilizando el griego “anistemi” que muy pocas veces (cf. 1 Tes 4,14.16) Pablo utiliza para la resurrección.  Se afirma que Pablo no recurre a la muerte vicaria (como sí lo hace Isaías 53) y casi no utiliza “anistemi” para la resurrección (si es común en Hechos y en Juan), pero se ha de tener en cuenta que precisamente estamos ante un texto que Pablo “recibe por tradición” (y como se ve por la utilización en 1 Tesalonicenses, es de uso antiguo; Pablo luego preferirá egeirô [ver 15,4]). 

Llama la atención la ausencia de mujeres en la lista de beneficiarios de apariciones del resucitado. Es posible que también en esto estemos ante lo que Pablo ha recibido. De todos modos hay grupos (“más de quinientos” y “todos los apóstoles”) que pueden incluir mujeres, aunque no estén mencionadas por sus nombres. Santiago, “el hermano del Señor”, ocupará muy pronto un lugar muy importante en la comunidad de Jerusalén. Es interesante que a pesar de un primer momento de incomprensión de parte de la familia de Jesús a su ministerio [ver Mc 3,20-21.33-35], en los últimos momentos se ve que hubo un importante acercamiento (Juan pone a la madre junto a la cruz [Jn 19,25], Lucas a la madre y sus hermanos en el grupo que espera el espíritu [Hch 1,14] y Pablo, aquí, a Santiago como beneficiario de una aparición). Más tarde quedará a cargo de la comunidad de Jerusalén y finalmente – nos lo dice Flavio Josefo – morirá mártir en el año 62.

Pablo se pone a sí mismo como el último (no hay que entender aquí “esjaton” en sentido “escatológico”) como se ve enseguida. En el esquema del honor, el último es el menos honorable. Pablo lo reconoce por haber sido perseguidor (algo que Pablo repetirá en más de una ocasión, cf. Ga 1,13.23; Fil 3,6). Así utilizará la imagen del “aborto” que es un término ciertamente fuerte para designar lo que no ha alcanzado a ser (Qo 6,3; Job 3,16). Ser perseguidor de la Iglesia marca el límite hasta el que Pablo había llegado, como un aborto que no lo fue por la gracia de Dios que lo llevo a ser fecundo en su trabajo apostólico.

Una breve nota sobre el “apóstol”. Para Pablo, los “apóstoles” no se trata de “los Doce”, sino de aquellos a los que se les ha hecho ver el resucitado. Por eso afirma ser indigno de serlo. Todos aquellos y aquellas a los que Jesús se les apareció, para Pablo, son apóstoles (por eso incluye mujeres en la lista, como se ve en Rom 16,7). Pero esas apariciones no son para “conservarlas” sino para “trabajar” (kopiaô). Este trabajo, para Pablo se trata del anuncio del Evangelio (1 Cor 16,16; Fil 2,16), la dedicación a la comunidad (Gal 4,11) algo que también dice a los que presiden la comunidad (1 Tes 5,12), y se dice expresamente de cuatro mujeres de la comunidad de Roma (Rom 16,6.12). La dedicación de Pablo “no ha sido estéril”, no fue “vana” (kenós). Lo que señala es que “trabajó” más que “todos ellos” (es decir, más que toda la lista), pero “no yo, sino la gracia”. Es por esa gracia que Pablo es lo que es, “el” apóstol por excelencia.

Una nota sobre el “kérigma”. Se ha dicho que el texto de 1 Cor 15 constituye el “kérigma” de Pablo, es decir el resumen de toda su predicación. Pero no parece preciso afirmarlo. Para comenzar hay que recordar que Pablo pone aquí el acento en la muerte y resurrección porque es el tema que ha sido negado por algunos en la comunidad. Por otra parte, en otras cartas Pablo también habla de lo que ha predicado sin poner aquí su acento; por ejemplo, es razonable pensar que si se dirige a paganos Pablo debería empezar hablando de “un solo Dios” y el “abandono de los ídolos” (ver 1 Tes 1,9). Es más preciso señalar que aquí encontramos “un resumen” de la predicación paulina, y no “el resumen”.



+ Lectura del evangelio según san Lucas     5,1-11

Resumen: el profeta Jesús predica la palabra de Dios y esa palabra es eficaz en medio de los suyos y obrando milagros.

Lucas, que sigue a Marcos en el comienzo del ministerio de Jesús, introduce – sin embargo – una novedad en el relato vocacional del principio. El principio y el fin le sirven para introducir el relato de la pesca. Veamos brevemente:

Marcos 1:16-18
Lucas 5:1-11
Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.























[Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes (v.19)]
Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse.
Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado.
Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús les dijo: «Vengan conmigo, y los haré llegar a ser pescadores de hombres».
Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás atrapador de hombres».
Al instante, dejando las redes, le siguieron.
Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.

Como puede verse, el comienzo y el final están tomados de Marcos, mientras la circunstancia de la pesca es propia de Lucas (aunque hay una escena semejante en Jn 21). Que Jesús enseñe desde la barca también es tomado de Marcos (cf. 3,9; 4,1-2). 

En un sentido (que podríamos llamar “psicológico”) el cambio de Lucas es más razonable. No parece fácil de entender que a un predicador, del que no se ha escuchado ni visto nada, pescadores de profesión dejen todo simplemente por su palabra. En Lucas, en cambio, Jesús predica, expulsa un demonio, cura la suegra de Pedro, realiza otras curaciones y realiza una pesca milagrosa. Dejar todo para seguirlo, ahora parece más razonable, en este caso. De todos modos no hay que poner en esto el centro del relato.

La multitud (ojlos) se agolpa para escuchar “la palabra (logos) de Dios”, expresamente Lucas señala que eso es lo que Jesús predica (cf. 8,11.21; 11,28; 24,19 [en Mateo y Marcos “la palabra de Dios” se refiere a las escrituras; cf. Mc 7,13]). 

Sentado (cf. 4,20; Hch 13,16), enseñaba (es un tema habitual del ministerio de Jesús en Lucas, x17). El acento en el relato estará puesto en Simón, aunque por momentos se alterna el singular (vv.4.5.8.10) y el plural (vv.4.5.6.7.9.10.11) dando a entender que en él se incluye a todo su grupo. Simón (Lucas con frecuencia elige llamarlo así, aunque también utiliza Pedro [ver 5,8; 6,14]) es testigo – con los que lo acompañan – de la predicación.

La pesca en el lago es de noche (v.5) pero ésta será “por tu palabra” (rhêma; la palabra del profeta Jesús tiene otra “densidad”, no se trata sólo de un predicador, este es uno que dice “palabra de Dios”) y la cantidad de peces es inmensa y las redes se rompían (Juan señala que “no se rompían”, 21,11). Pedro lo ha llamado “epístatês” (el que ‘está sobre’, a veces traducido “maestro”, término que sólo Lucas utiliza, 7x en el NT). Los compañerossocios (en v.7 utiliza metójois y en v.10 koinônoi) de Pedro (los hijos de Zebedeo, v.10) suelen ser los que ponen en común el fruto de la pesca a fin de aliviar el cobro excesivo de impuestos (parece que rondaba el 40% a lo que se ha de sumar el costo por los intermediarios, lo que se trataba de evitar por las asociaciones a las que hicimos referencia). 

Ciertamente lo que cuenta en el texto es el hecho milagroso (no interesa en esto el hecho histórico) que motiva la actitud de Simón cayendo de rodillas (es actitud de oración: ver 22,41; Hch 7,60; 9,40; 20,36; 21,5). El término “varón pecador” vuelve a encontrarse en el NT sólo en Lc 19,7 referido a Zaqueo (es frecuente en el Sirácida 6x); el tema recuerda lo dicho por Isaías en el relato vocacional (6,5). Simón reconoce en aquel que habla palabras de parte de Dios al “Señor” (kyrie) y reconoce la distancia: él se sabe pecador. Pero los lectores de Lucas sabemos la cercanía que Jesús entabla con los pecadores: 5,30.32; 7,34.39; 15,1-2.7.10; 18,13; 19,7.

Aquí el texto retoma el relato de Marcos uniendo las dos escenas (Pedro y Andrés, Santiago y Juan). El “asombro” (thambós) es un término infrecuente, pero que también se utiliza en Hechos al comenzar el ministerio de la Iglesia (Lc 4,36; Hch 3,10), es la actitud frente a lo sagrado. 

El término “no temas” es usado ante una intervención de Dios (cf. 1,13.30), lo usa Jesús ante Jairo preparando la revivificación de su hija (8,50 Q) y dirigiéndose al “pequeño rebaño” al que el Padre le da el reino (12,32).

El vocablo usado por Lucas por “pescador” es atrapar, capturar pero mantener con vida (zôgréô, cf. 2 Tim 2,26), en v.2 Lucas había señalado que eran “pescadores” (alieys), término que utilizan Marcos y Mateo. Lucas prefiere poner el acento en el mantenimiento de la vida.

Pero la novedad principal de Lucas viene dada por el pequeño y casi imperceptible cambio que hace al final. Ya no se trata de que los pescadores dejan las redes o las barcas o sus padres, para Lucas ellos “dejándolo todo” lo siguen (el seguimiento es particularmente importante en Lucas entendido como discipulado, 5,27-28; 9,23.49.57.59.61; 18,22.28.43; 22,39.54). El seguimiento de Jesús es exigente y supone dejar todo (5,28; 14,33; 18,22-23).


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Foto tomada de danyguerra.wordpress.com