domingo, 11 de mayo de 2025

El rollo abierto

El rollo abierto

Eduardo de la Serna



A nivel ilustrativo es visible el texto del Apocalipsis donde se hace mención a la apertura del séptimo sello. Obviamente, un rollo sellado con siete sellos, recién puede abrirse y leerse cuando los siete sellos fueron rotos. Por eso el silencio religioso y expectante cuando el séptimo de ellos se rompe, silencio “como de media hora” (8,1). Pero es evidente que por más gráfica que sea la imagen, el texto quiere decir otra cosa diferente a mi pregunta: el libro que se abre es el libro de la vida donde están escritos los nombres de los amigos del Cordero y, por eso, la tensión.

Otro texto ilustrativo, y más apropiado, es el comienzo del ministerio de Jesús como mesías de los pobres en Lucas, cuando “desenrolla” el texto de Isaías y dice a todos los testigos que ese texto que acaban de oír se ha cumplido hoy (4,21).

Pero los Evangelios también dicen claramente que

«Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga». (Mc 4,21-23).

Pablo, en 2 Corintios hace referencia al velo que esconde la lectura del Antiguo Testamento, y aclara:

«Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones. Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.» (2 Cor 3,15-17).

Es evidente que esa palabra que Dios ha pronunciado en la historia (en ocasiones rechazada, o silenciada) en el momento definitivo, el kairós de la historia, “se hizo carne y puso su carpa en medio de nosotros” (Jn 1,14). La palabra está allí para que podamos verla y tocarla (1 Jn 1,1).

Pero en la Iglesia, entiendo que especialmente a partir del Cisma de Oriente, la Biblia “se cerró”; bastaba con el Magisterio. Ya es sabido que leer la Biblia era algo vedado al pueblo común, e incluso en la vida religiosa (al menos femenina); sabemos que ni santa Teresa de Ávila (s. XVI), ni santa Teresa de Lisieux (s. XIX) tuvieron acceso a la Biblia con excepción de los Evangelios.

Pero, en la fiesta de san Jerónimo, Pio XII tímidamente, y luego, claramente el Concilio Vaticano II (Constitución Dei Verbum), devolvieron la Biblia al pueblo de Dios. Claro que esto resultaba “peligroso”. Recuerdo, en mis primeros años de cura, en todas las parroquias donde estuve, los párrocos me pidieron que diera a las comunidades un curso de Biblia, menos en una en la que el cura sostenía que los laicos no tienen que leer la Biblia (era cercano al Opus Dei, debo confesarlo). Creo que el gran problema radicaba y radica en lo insinuado por Pio XII y explicitado en el Concilio, de que los seres humanos también son verdaderos autores. A partir de ahí parecía que lo sagrado se deshacía… Por eso, fue evidente que Juan Pablo II volvió a poner en primer lugar “el Magisterio”, relegando a la Biblia a un segundo lugar (el uso de la Biblia en los textos papales pasó a ser meramente decorativo). El cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, pidió a la Pontificia Comisión Bíblica un texto sobre la “lectura de la Biblia en la Iglesia” con la intención de lograr una vuelta a la lectura espiritual de los padres de la Iglesia, pero el documento fue muy diferente (y, honesto como era, lo hizo público [1993]) aunque siguió insistiendo en la lectura espiritual, cosa en la que se afirmó siendo papa Benito XVI. El papa Francisco no rompió esto, y continuó usando la Biblia para ilustrar lo que decía, y no como punto de partida de nuestra fe…

Es sabido que en Alejandría surge, a partir de Plotino y otros, el llamado neo-platonismo, que permitió una lectura religiosa de Platón. Así, en un maridaje entre filosofía y teología se incorporan terminologías como “espiritualidad”, “contemplación”, “misterio” / “misticismo”, “ascética”, etc… Merced al dualismo, pasa a haber un espacio superior, el del espíritu. La lectura espiritual de la Biblia supera, en todo, a la lectura “material”, como el alma supera al cuerpo, por cierto. De esta lectura "bebe" Agustín; y esta lectura fue casi “oficial” en la Iglesia desde entonces (con notable presencia en el Renacimiento) hasta fines del s. XIX, comienzos del s. XX (H. U. von Balthasar dice que Teresa de Lisieux “contribuyó a eliminar de la Iglesia los últimos resabios de platonismo”). Aquí parece estar la razón última de la Biblia cerrada, ya que sólo los “espirituales” pueden comprender los sentidos ocultos.

En la explicación del espantoso escudo papal de León XIV se dice:

Esta imagen, intensa y cargada de significados, nos recuerda el misterio del sacrificio redentor de Cristo, un corazón atravesado por el amor de la humanidad, pero también a la Palabra de Dios, representada por el libro cerrado.

Ese libro sin abrir sugiere que la verdad divina a veces es velada, para ser recibida con fe incluso cuando no se revela completamente.

Es una invitación a la confianza y al abandono, a la perseverancia en la búsqueda del significado más profundo de las Escrituras, incluso en momentos de oscuridad.

Que de la Biblia podemos extraer significados siempre nuevos, luces siempre refulgentes no lo duda nadie del universo creyente. Que la Biblia esté cerrada, como imagen, me resulta muy triste… Y que me perdone el nuevo obispo de Roma, pienso tenerla siempre abierta y aplaudir a todos los que la abran, la lean, la disfruten y la reciban como luz y desafío.

Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón. (Heb 4,12).


Imagen tomada de https://www.ondacero.es/solo-ondaceroes/latitud-cero/podcast/israel/los-rollos-del-mar-muerto-manuscritos-que-recogen-las-copias-mas-antiguas-de-la-biblia_2017042158fa3f590cf2461b6de0d945.html




viernes, 9 de mayo de 2025

Es más sensato decir “no sé” …

Es más sensato decir “no sé” …

Eduardo de la Serna



Ya antes que saliera al balcón el nuevo Papa y conociéramos sus nombres, el viejo y el nuevo, en cuanto el humo blanco hizo su aparición en escena, empecé a recibir preguntas de amigos, familiares y hasta desconocidos. Preguntas que no podía responder, pero, también, preguntas que, en buena parte, sigo sin poder contestar.

Cuando empezaban a llegar a Roma los cardenales se empezaron a “barajar” nombres de papables. Unos subían y bajaban. Algunos hacían lobby en favor de Tal o en contra de Cual. Muchos medios de comunicación, con esa pasmosa incapacidad de entender temas eclesiásticos, decían cualquier cosa y al rato la contraria sin percatarse del dato, o sin que les interesara. A eso, además, se sumaban hasta las casas de apuestas (porque todo se compra, todo se vende) en las que subía Uno, y bajaba Otro (hasta el mismo día de la fumata blanca habías candidatos, sin que sepamos si se trataba de opiniones reales, o campañas disfrazadas) …

Lo cierto es que el elegido fue un cardenal yanqui-peruano, Robert Prévost. Uno que figuraba en las listas más serias de probables, pero no tanto en las casas de juego. En lo personal, había visto, en varios lugares, que se trataba de uno de los posibles, pero, para mí, era uno desconocido (tampoco era “mi candidato”, aunque no fui consultado ni voté en el conclave… quizás perdieron mi número de teléfono). Pero, además, se suma el nombre elegido, León. Es sabido que muchos de los críticos de Francisco hubieran querido que su nombre fuera Juan Pablo, o Benito, mientras que los “francisquistas”, además de este, hubieran preferido Juan o Pablo… El nombre indica dirección, ciertamente. Pero ¿León? Evidentemente, en el primer León en el que se piensa es León XIII (que curiosamente fue elegido el segundo día del cónclave, como este) y que fuera el “fundador” de lo que llamamos “Doctrina Social de la Iglesia” (DSI), pero que, tratándose de un agustino (Prévost lo es) también podría tratarse de remitir a León Magno (+461), Padre de la Iglesia (Prévost fue un tiempo profesor de Patrística) que también fue Papa (en ese sentido, es semejante a la elección de Benito XVI por Josef Ratzinger: ¿quiso referir a Benito XV, a otro Benito o a san Benito? Que yo sepa nunca lo indicó… lo cierto es que la referencia era eurocéntrica, pero no más).

Debo confesar, casi risueñamente, los intentos, casi absurdos de los antifrancisquistas en destacar las (hasta ahora) diferencias con Bergoglio, y de los francisquistas en destacar las semejanzas. La mayor parte de unas y otras, tiradas de los pelos. El siempre insensato presidente de la Argentina, que se autopercibe “león”, celebrando el nombre elegido e imaginándose junto a él en un absurdo producto de la “Inteligencia (sic) Artificial”, y otros imaginándolo como el “hermano León”, uno del grupo más cercano a Francisco de Asís. La cosa es mostrarlo en un lado o en el otro. Irónicamente pregunté si no lo había elegido por León Trotsky; solo para reírme de las fantasías y deseos…

Vuelvo al comienzo: ¡no sé! Como el dicho popular dice que “en la cancha se ven los pingos (= caballos)”, pues lo razonable es esperar, ver, analizar, pensar y sacar conclusiones cuando haya elementos. Todavía no hacen 24 hs. de que lo conocimos.

Si tengo que guiarme por lo mostrado hasta ahora, puedo dar mi opinión (que no sirve casi de nada), pero que es sólo inicial, porque habrá que verlo en el ejercicio de su ministerio, que comienza “oficialmente” el 18 de mayo.


No me gustó (insisto una vez más, “hasta ahora”):

  •          Que apareciera en el balcón con todos los ornamentos casi lujosos que el papa anterior había omitido.
  •          El nombre León (aunque la referencia a la DSI sea esperanzadora) que remite a un papa anterior al Concilio Vaticano II
  •          Que en sus dos primeros discursos (ayer y hoy) la palabra “pobres” no haya figurado.
  •          Quizás por agustino, pero la referencia al “mundo” y la casi ausente “encarnación” en homilías bastante espiritualistas me “hacen ruido” …

Me agradó:

  • ·        Que no reincidiera en los absurdos zapatitos rojos
  •          Que en su salida al balcón hablara en castellano y saludara a la comunidad de Chiclayo (Perú).
  •          Que los Sodalicios estén “desesperados”
  •          Que Steve Bannon dijera que Prévost sería lo peor que les puede pasar…
  •          Que - por lo que sé - los pobres de Chulucanas, Trujillo y Chiclayo lo recuerden con cariño y como alguien cercano.


Pero, como digo, esto son todos indicios, es decir, “indican”, pero eso puede ser una parte menor de un todo diferente. Y el todo es lo que cuenta. Que haya fotos con él a caballo son simpáticas… pero también había fotos de Karol Wojtila afeitándose en un campamento de montaña…

Obviamente hubiera sido más fácil si se tratara de alguien con una clara dirección, pero tampoco es indicio seguro… Juan Pablo II eligió su nombre pretendiendo mostrar que continuaría a Juan XXIII y Pablo VI y, al menos yo creo, es algo que no lo hizo de ninguna manera. Es decir, no me creo capacitado de dar una opinión razonable y responsable; no por ahora. Como señalé, en mi primera mirada es mejor que lo temido, peor que lo deseado; ahora miro un poco preocupado el mañana, pero con muchas ventanas abiertas a la esperanza. Toca aguardar.


Foto tomada en los años que llego a Chulucanas en Piura al norte del Perú.

 

jueves, 8 de mayo de 2025

El sumo sacerdote Caifás

El sumo sacerdote Caifás

Eduardo de la Serna



En estas páginas hemos insistido frecuentemente que nos interesa más ver qué dice la Biblia sobre un personaje que los datos que conocemos por la historia. Pero en el caso del Sumo Sacerdote Caifás, los datos de la historia nos permiten saber mejor qué nos quiere decir la Biblia al mencionarlo. Veamos.

Para empezar, señalemos que en Israel no existe lo que llamamos “vocación sacerdotal”. Se es sacerdote por nacimiento en una tribu (la de Leví) y sumo sacerdote (por el nacimiento en una familia (la de Aarón, que es a su vez “hijo” de Leví). Desde que deja de haber reyes en Israel, la importancia dada a un sacerdote principal será decisiva, y surge entonces el “Sumo” sacerdote. Pero desde el imperialismo griego, y continuando con el imperialismo romano, era el gobierno quien ponía y deponía el Sumo Sacerdote (que a veces no era de la familia de Aarón, lo que causó crisis formidables en Israel). El gobernante podía deponer al Sumo Sacerdote por el motivo que fuera, justo o injusto. Por ejemplo, sabemos que desde Herodes hasta la destrucción del Templo (unos 100 años) hubo 28 sacerdotes. Pero los romanos buscaban – a su vez – un sumo sacerdote “amigo” para que los ayudara a conducir el mundo judío, que era tan extraño para ellos (con las leyes rituales, sábados, alimentos, la Biblia, circuncisión, etc). Por lo tanto, y esto es muy importante, el Sumo Sacerdote, si quería permanecer en el puesto debía tener muy buena relación (lo que incluía con frecuencia aportes económicos, regalos, favores) con las autoridades romanas. Pues bien, sabemos por los historiadores de la época que Caifás permaneció en el cargo ¡18 años! y entre ellos todo el tiempo de Poncio Pilatos. Curiosamente el Prefecto Vitelio, que depuso a Pilato en el año 36 en ese mismo año depuso también a Caifás.

Señalado todo esto, es evidente que las relaciones entre Caifás y Pilato eran buenas, y eso ha de haber sido importante en el juicio y condena de Jesús.

Como solamente hay un sumo sacerdote, es de suponer que cuando en los textos se habla de “los sumos sacerdotes” (Mt 2,4; 16,21; 25,59; Mc 11,18; 14,1; Lc 19,47; 22,4; Jn 7,45; 12,10…) hay que pensar en la familia sacerdotal de Caifás (entre quienes se cuenta su suegro Anás, que fue depuesto como Sumo Sacerdote en el año 15).

Los evangelios suelen hablar de “el sumo sacerdote” sin nombrarlo, por ejemplo, Marcos 14,53 (en Marcos, Caifás jamás en nombrado); es Mateo 26,3 el que aclara su nombre (vuelve a nombrarlo en 26,57). En Lucas se lo menciona (con Anás) para marcar la cronología de Juan, el Bautista (3,2) y en el juicio a Jesús solo menciona el cargo, sin su nombre (22,50.54). Juan, en cambio, lo menciona con frecuencia (por ejemplo 11,49) y se menciona que Anás es su suegro (18,13). Señalemos, de paso, que en las dos veces que hemos señalado, Juan dice que era “sumo sacerdote aquel año”, lo que no significa que cada año se lo reemplazara, sino que, en ese año tan importante, el de la muerte y resurrección de Jesús, el sumo sacerdote era Caifás.

Es muy probable que la famosa expulsión de los vendedores del templo (Mc 11,15-19) haya provocado una fuerte tensión entre Caifás y Jesús. El sumo sacerdote ha privilegiado a unos (¿amigos?) permitiéndoles las ventas en el patio del Templo, siendo que antes eso ocurría cerca del Monte de los Olivos. Jesús, combinando dos citas bíblicas (Isaías 56,7 y Jeremías 7,11) cuestiona el hecho distinguiendo entre el “para qué” es el Templo y en qué lo “han convertido” (es casa de oración para todos y lo volvieron cueva de bandidos, Mc 11,17). Este conflicto (económico por parte de Caifás, religioso por parte de Jesús) lo lleva a un juicio falso (lo acusa de “blasfemia” [Mc 14,64] algo que ciertamente no ha ocurrido; Lev 24,15-16 dice que la blasfemia es la profanación del nombre de Dios) sabiendo que cuenta con su amigo Poncio Pilato para aplicar una condena ejemplificadora para cualquiera que atente contra sus intereses. Pilato, por su parte, molesto también con Jesús, que es proclamado rey (Mc 11,10; Lc 19,38) y relativiza la importancia del emperador (Mc 12,17); quiere, a su vez, mantener las buenas relaciones con las autoridades religiosas para garantizar la paz, algo fundamental para los romanos. Así, ambos poderes deciden, “aquel año”, la muerte del inocente.


Osario hallado en Jerusalén y que menciona a un "Caifás", quizás el Sumo Sacerdote, https://www.antrophistoria.com/2017/04/el-osario-del-sumo-sacerdote-caifas.html


martes, 6 de mayo de 2025

Pascua 4C

El pastor Jesús arriesga su vida para la vida del pueblo

DOMINGO CUARTO DE PASCUA "C"


Eduardo de la Serna



Lectura de los Hechos de los Apóstoles     13, 14. 43-52

Resumen: siguiendo un esquema frecuente, Lucas presenta la predicación a los paganos en una ciudad luego del fracaso de la predicación a judíos. Luego, los discípulos son expulsados de la ciudad para dirigirse de allí a otro lugar. Todo esto permite que “la palabra crezca”.


El libro de los Hechos sigue un esquema recurrente en las diferentes predicaciones. Su esquema es sencillo: Pablo se dirige a judíos en los lugares que visita (preferentemente en sinagogas), allí no lo aceptan más que unos pocos, entonces se dirige a los paganos donde tiene más suceso. Ese mismo esquema sigue en este relato (aunque el texto litúrgico omite toda la unidad dirigida a los judíos).

Otro elemento recurrente es que este suceso paulino se ve abruptamente interrumpido por adversarios que intentan poner obstáculo a la predicación logrando que Pablo y su grupo sean expulsados de la ciudad. También eso encontramos en esta unidad.

  • Llegada a Antioquía de Pisidia (13,13)
  • Predicación a judíos el sábado (13,14-42) y el sábado siguiente (13,45)
  • “Era necesario anunciarles a ustedes en primer lugar la palabra de Dios… nos volvemos a los paganos” (v.46)
  • Los gentiles acogen la palabra y “la palabra del Señor se difundía por toda la región” (13,49)
  • Pero… "promovieron persecución… los echaron del territorio” (13,50), “sacudieron el polvo de sus pies”.

Señalemos algunos elementos para una mejor comprensión:

El esquema “primero a los judíos… luego a los paganos” se encuentra en todo el libro de Hechos hasta el final de la obra. Allí (¡ya en Roma!) Pablo concluye diciendo a los judíos de la ciudad: “con razón habló el espíritu santo a sus padres… ‘escucharán pero no entenderán’… esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles, ellos sí la oirán” (28,25-29).

El centro de toda la obra de Hechos es “el crecimiento de la Palabra”, que tiene directa relación con la predicación a los paganos. En este caso se destaca claramente que la Palabra crece a partir de la acogida de los gentiles. Sin duda esto ocurre por la presencia y compañía del Espíritu Santo que es, en realidad, el gran protagonista del libro.

Mateo y Marcos habían presentado en el discurso de envío de Jesús a los doce la indicación de “sacudir” el polvo de los pies en caso de no ser recibidos. Lucas (que lo ha duplicado como envío a los 12 y a los 72) lo ha omitido, seguramente – como en otras ocasiones también lo hace – para referir a la comunidad.  Pablo y Bernabé, expulsados por las “mujeres piadosas y distinguidas” sacuden el polvo de sus pies (cf. 18,6).



Lectura del libro del Apocalipsis     7, 9. 14b-17


Resumen: en una visión ubicada en un paréntesis, se menciona una multitud que continúa el canto litúrgico por ser continuadora de la vida de Cristo, por seguir sus huellas y por dar la vida.


El libro del Apocalipsis crea un largo paréntesis preparando el momento central, la apertura del séptimo sello. Todo el capítulo 7 juega este rol climático. Pero no se olvida ni el gran clima de visión ni el ambiente litúrgico (cf. Lev 23,40).

El característico número cuatro remite a la universalidad: “nación, razas, pueblos, lenguas” (v.9) que en este caso están “de pie”, con vestiduras blancas (= resucitados). Las palmas no hay que entenderlas en el sentido de las “palmas del martirio”, imagen que no se encuentra en la Biblia. Las palmas son adornos litúrgicos como puede verse en Ez 40-41; la imagen sigue siendo litúrgica.

El intérprete indica al vidente quiénes son esos, “los que vienen de la gran tribulación”. Los términos (como es frecuente en el apocalipsis, y las ideas) son tomados del AT. Veamos:


4 Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás». Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación (thlypsis); han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. (Ap 7,14)


Entonces se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles (thlypsis), como no los hubo desde que existen las naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. (Dan 12:1; cf. Mt 24,21; Ap 2,22)
15 Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos.

16 Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno.
 17 Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. (Ap 7,16-17a)
No tendrán hambre ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, 

pues el que tiene piedad de ellos los conducirá, y a manantiales de agua los guiará. (Is 49:10)

Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos».  (Ap 7:17b)
consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado. (Is 25:8)

El triunfo de la vida resucitada de aquellos que se han unido a Cristo es el tema central del canto. La imagen – ciertamente simbólica – es “blanquear en sangre” (sic) las vestiduras; la referencia al martirio de los sujetos es de por sí evidente. La sangre es la “del Cordero”. El vestido (stolê) le ha sido dado a cada uno hasta “completar el número” (6,11). Estas vestiduras blancas (7,9) motivan la pregunta (v.13) a la que el texto responde: ¿quiénes son? De pie, de blanco, la sangre del cordero los mantiene día y noche en el Santuario dando culto a Dios (v.15), el cordero los “apacentará”, conducirá (2,27; 12,5; 19,15). La última bienaventuranza del libro (y de la Biblia) afirma: Dichosos los que lavan sus vestidos, porque tendrán a su disposición el árbol de la vida y entrarán por las puertas en la ciudad. (Ap 22:14). De esto se trata el paréntesis, porque la lista de “estos”, de esta “multitud” es la que está escrita en “el libro” que el cordero está ya casi por abrir.

                                                                                                                                                   
Evangelio según san Juan     10, 27-30


Resumen: en una nueva unidad Juan retoma el discurso del buen pastor señalando los aspectos centrales de la relación de Jesús y las ovejas. La capacidad de arriesgar su propia vida en favor del bien y la vida de las ovejas lo une plenamente a la voluntad de Dios.


La unidad literaria del texto llamado “del buen pastor” es compleja. Si bien se encuentra toda en Juan 10, el discurso (o la doble “parábola” de la puerta y el pastor) se encuentra en 10,1-21 que empieza en 7,1, con la fiesta de las Tiendas. Pero en 10,22 se hace referencia a la fiesta de la Dedicación y el discurso del pastor (el que hoy presenta la liturgia) se retoma. No es el caso aquí explicar esta evidente ruptura, pero es bueno tenerla presente.

Como en capítulos anteriores Jesús remite a los testigos que avalan su ministerio. En 5,36 había afirmado que “Yo tengo un testimonio más valioso que el de Juan: las obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago atestiguan de mí que el Padre me ha enviado”. Expresamente le dice a los que le han preguntado que “no son de mis ovejas” (10,26) y retoma elementos del discurso-parábola del pastor: escuchan mi voz (v.3), las conozco (v.14), me siguen (v.4), les doy vida eterna (v.10), no perecerán, nadie las arrebatará (v.10).

El breve texto litúrgico sintetiza al más amplio discurso sobre el pastor y la puerta finalizando con una referencia al Padre.

Ya se había señalado la relación entre las ovejas, el pastor y el Padre: “mis ovejas me conocen como me conoce el Padre y yo conozco al Padre y doy mi vida por las ovejas” (v.15), “por eso me ama el Padre, porque doy mi vida” (v.17), tengo poder para darla (la vida) y recobrarla esa es la orden que he recibido de mi Padre” (v.18). La relación de Jesús y las ovejas mirando al Padre tiene que ver directamente con la “vida” (vida humana, psyjê, vida capaz de entregarse, perderse, darse). La actitud de Jesús, dispuesto a perder la vida en bien de sus ovejas es precisamente lo que refuerza o manifiesta su relación con el Padre. El mercenario, asalariado abandona las ovejas y el lobo las “arrebata” (10,12), la unión entre Jesús y el Padre es tan estrecha que ninguna oveja será “arrebatada” de la mano de Jesús (v.28) ni de la mano del Padre (v.29). Es que Jesús “y el Padre son uno” (v.30; cf. 17,21). La unidad entre Jesús y el Padre se manifiesta en la unidad de voluntad, de deseo. En este caso, un doble deseo: el bienestar de las ovejas (nadie las arrebata) y la capacidad de entrega de Jesús, arriesgando su vida precisamente para que las ovejas vivan.


el video con comentario al Evangelio en
https://youtu.be/RI1rDkGdDPc
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/05/video-con-comentario-al-evangelio-del.html


Dibujo tomado de www.osservatoreromano.va


viernes, 2 de mayo de 2025

La importancia de un buen odio

La importancia de un buen odio

Eduardo de la Serna



El título provocador de este texto pretende expresamente poner a pensar un tema vigente. Por un lado, la palabra “odio” tiene una más que razonable “mala prensa”. Hasta se puede decir, irónicamente, que es “odiable”. El odio envenena al odiador, es negativo de toda negatividad, pone barreras, divide un mundo entre buenos y malos… ¡Mala cosa! Pero, por otro lado, desde las usinas oficiales, empezando por el primer mandatario y todo su elenco, hacen gala del odio. Han logrado que “malas palabras” aparezcan como normales… Y no me refiero al vocabulario soez de Milei, ¡deplorable, por cierto!, sino a palabras más malas que las de su habitus de panelista de programa inferior, sino a malas palabras como desocupación, mentira, pobreza, hambre, jubilados empobrecidos, etc. Que pronuncie como logros que hay más desocupados, que “echamos a X.mil personas”, muestra a las claras que algo ha cambiado en el lenguaje y en la comunicación…

Y, entonces, quiero hablar bien del “odio” en el sentido más habitual de la Iglesia católica. Siguiendo una tradición bíblica y pasando por San Agustín hasta Santo Tomás, en la Iglesia romana la formulación que suele repetirse es “odio al pecado, amor al pecador”. Y, así, bien pensado, creo que podemos sacar conclusiones interesantes:

El presidente y sus lacayos han repetido más de una vez que “no se odia lo suficiente a los periodistas”, y como consecuencia Roberto Navarro fue agredido en plena calle, y Antonio Becerra, fotoperiodista de Tiempo Argentino, fue maltratado públicamente por uno de los vértices del triángulo de hierro. Ciertamente toda persona tiene derecho a defender su honor si lo siente criticado o cuestionado – más aún si interpreta que fue hecho con falsedades, pero jamás olvidar el lugar que ocupa (presidente de una república, por ejemplo), porque nunca falta un Sabag Montiel en las calles (si no hay, para peor, una incentivación a los “copitos” para que eso ocurra). Cualquier persona, el presidente incluido, tiene derecho a sostener “¡eso es mentira!” (odio al pecado) pero nadie (el presidente especialmente) tiene derecho a alentar la violencia contra el emisor (amor al pecador).

Todos somos conscientes de la enorme cantidad de mentiras, falsas o medias verdades, distracciones y demás “mala praxis” de gran parte del periodismo argentino (es más, muchos creemos que esto es, en buena parte, la causa de que estemos dónde, cómo y con quién estamos). Es un lugar común reconocer que tal medio (o tal otro) sencillamente, ¡miente! Y sería de desear que esas mentiras desaparezcan (odio al pecado). En lo personal – y no pretendo ser ejemplo de nada ni de nadie – no dejo de leer (por arriba, por cierto) los medios que sé claramente que mienten; quiero saber para dónde pretenden conducir las mentes frágiles o débiles, o la intensidad goebbeliana de sus intenciones. Para entenderlo, saberlo y, eventualmente, tener argumentos en contrario. Ciertamente no escucho a muchos de estos autopercibidos periodistas, y si eventualmente (muy eventualmente) me llaman para algún reportaje, sencillamente, no lo acepto. Por salud mental, propiamente. Y si se quedaran sin trabajo, por mentirosos, por ejemplo, no lo lloraría. Y desearía que tengan éxito como albañiles, repartidores de pizza o conductores de Uber (amor al pecador). Pero de ninguna manera estoy de acuerdo con que sean agredidos física o psicológicamente.

Creo que lo mejor que puede pasar es que muchos de esos sujetos que mienten, inoculan odio (o miedo, que a veces son casi lo mismo), desconfianza, que llevan a escuchar tonterías repetidas hasta el hartazgo (“con la mía”, “chorra”, “un PBI”, “esto era necesario”, “pagábamos poco”, etc.…) tengan un rating “cero” sencillamente porque nadie les cree (aunque, lamentablemente, muchas de las usinas de mentira tienen una “espalda” suficiente para sostener pérdidas o no ganancias por muchos años … Y hay ejemplos más que suficientes de esto desde la dictadura a nuestros días). Pero que, por lo menos, nadie los lea o escuche, que nadie les crea, sería bueno (odio al pecado) y hasta sería bueno para ellos que, a lo mejor, casi milagrosamente, se decidieran a comunicar verdades, sensateces y se dedicaran a ser constructivos (amor al pecador).

Pero cuando – y especialmente desde la oficialidad – se invita al “odio al pecador”, pues, sencillamente, tenemos un problema. Y habrá que insistir que hay que odiar la actitud violenta, odiar la intolerancia, odiar la mentira, odiar la injusticia social, odiar el desprecio al otro, odiar el maltrato, odiar la sumisión esclava, odiar instituciones de pecado (FMI incluido), odiar el empobrecimiento constante y la desocupación, odiar todo lo malo y perverso que día a día nos inoculan (odiar al pecado) y desear de todo corazón que pronto (ojalá muy pronto) los emisores puedan dedicar placenteros días a jugar con sus hijitos de cuatro patas, quizás en los patios de una cárcel donde debe ser bien tratado, con un buen acompañamiento terapéutico que le permita algo de empatía, y un buen arrepentimiento de sus pecados pidiendo perdón a las víctimas y jugando a que tiene novia, o novio sin problemas. Para su propio bien (amor al pecador) y, sobre todo, para el bien de todos.

 

Imagen tomada de https://urgente24.com/actualidad/es-amor-u-odio-nosotros-el-amor-ellos-el-odio-n543132

jueves, 1 de mayo de 2025

Poncio Pilato

Poncio Pilato

Eduardo de la Serna




Un personaje muy conocido por todos es el de Poncio Pilato. Es importante, para conocerlo bien, señalar varias cosas.

Los romanos, habitualmente, encargaban los gobiernos de los territorios sometidos a algún personaje del lugar. Así se aseguraban que ese tal conociera el ambiente y, entonces, no sería excesivamente provocativo. Eso sí, debía ocuparse de pagar a Roma los altísimos impuestos que esta exigía. Un ejemplo de este tipo de gobernante encargado es Herodes. Mandaba en nombre de Roma, pero era del lugar. A la muerte de Herodes el territorio se dividió: Antipas gobernó en el norte y Arquelao en el sur, pero Arquelao era ambicioso y nada sensato, por lo que Roma lo expulsó y, en su lugar, envió “prefectos”, es decir, una especie de gobernadores romanos. De hecho, cuando, más tarde, pudo hacerlo, por tener alguien de confianza, volvió a la costumbre de poner un sujeto local. Uno de estos prefectos, el quinto, fue, precisamente Pilato.

Sabemos algunas cosas, además, por los historiadores de la época, pero como ya lo hemos dicho en otros artículos, no nos interesa, aquí, la historia de los personajes, sino qué dice la Biblia sobre ellos, aunque, por supuesto no podamos ni pretendamos ignorar los hechos. Pero lo cierto es que Pilato no parece haberse llevado bien con los judíos, porque pocos años después de Jesús, fue depuesto por Roma. Los prefectos tenían, fundamentalmente dos tareas: cobrar los impuestos y enviarlos a Roma, como ya lo hemos dicho (aunque algo también podía invertirse en el lugar, Pilato, por ejemplo, hace un acueducto) y administrar justicia, para lo cual cuenta con una pequeña fuerza militar al modo de policía. Lo más conocido por todos es esta parte ya que fue él quien llevó adelante el juicio a Jesús. Los prefectos vivían durante el año en Cesarea marítima, puerto sobre el mar Mediterráneo (ver Hechos 23,23); pero como debían cuidar la “paz romana” se movilizaban con su ejército (no demasiado numeroso, como dijimos) a Jerusalén para las grandes fiestas que, por ser multitudinarias, podían prestarse a tumultos. Por eso lo encontramos en Jerusalén cuando Jesús va allí para la Pascua donde será capturado y juzgado.

Por otro lado, y es muy importante, a los romanos les costaba mucho entender al judaísmo: eso de tener libros sagrados, alimentos prohibidos, días de descanso religioso, etc. era incomprensible para ellos (por eso la importancia de que el gobernador fuera alguien del lugar). En Israel, concretamente, era muy importante que los prefectos tuvieran buenas relaciones con los Sumos Sacerdotes. El predecesor de Pilato cambió cinco en poco tiempo; Pilato, en cambio y sus sucesores, tuvieron buena relación con Caifás y su familia; en esto fue un período de paz. Y esto, también tiene que ver con el juicio a Jesús. Salvo para cosas muy específicas, Pilato se reservaba el derecho de aplicar o no la pena de muerte (Jn 18,31). Los Evangelios destacan, además, que Pilato practica una amnistía de algún preso para que pueda celebrar la Pascua (Mc 15,6; Mt 27,15), con lo cual pretende congraciarse con los judíos.

Los Evangelios insisten que él no ve delito en Jesús. Sabe que fue entregado para ser juzgado por otros motivos, como la envidia (Mc 15,10; Mt 27,28). No encuentra ninguna culpa en él (Lc 23,4), no sabe “qué mal ha hecho” (Mc 15,14) y pretende liberarlo (Lc 23,20).

Ahora bien, cada Evangelio señala algún matiz sobre la persona de Pilato: Marcos nos dice que quiere congraciarse con la gente, y por eso libera a Barrabás, aunque tenga claro que Jesús es inocente y Barrabás un asesino (Mc 15,15). Mateo lo presenta como inocente del crimen, cuya sangre recae sobre los judíos que rechazan al Mesías y por eso se lava las manos en señal de inocencia (Mt 27,24). En Mateo, además, Pilato afirma que Jesús es un justo (27,24) cosa que también afirma la esposa del prefecto (Mt 27,19) por revelación de Dios en sueños. Lucas lo presenta como quien no quiere cometer una injusticia; por eso pretende que Herodes Antipas - gobernante en Galilea - decida qué hacer (Lc 23,7-12). Juan nos señala que Pilato no “camina según la verdad” ya que no sabe qué es la verdad (Jn 18,38). 

Eso no impide que, casi tangencialmente, se nos señale que es violento y no respeta lo religioso de los judíos (Lc 13,1). Pero sobre esto se detienen, como señalamos, los historiadores del tiempo. Lo cierto es que, en los Evangelios se lo presenta casi exclusivamente en función del juicio a Jesús, un juicio donde ciertamente, no hubo justicia. 


Imagen que menciona a Pilato tomada de https://gcdn.emol.cl/mitos-y-enigmas/files/2021/04/Piedra-de-Pilatos.jpg

martes, 29 de abril de 2025

Carta abierta al papa Francisco

Carta abierta al papa Francisco




Querido Francisco:

Como tanto vos como yo creemos en la resurrección, sé que esta carta la leerás, y también la leerán otras y otros, por cierto.

Como casi no nos hemos conocido pareciera que debería presentarme, pero creo que, en tu estado, ya lo sabrás, por lo que es innecesario. Quizás también debería comentarte mi apreciación de tu pontificado, mis dudas, mis alegrías, mis esperanzas, pero me imagino que estarás sobrecargado de cosas como estas, y. al fin y al cabo, a esta altura de tus acontecimientos, creo que ya es innecesario además de que mi opinión no es demasiado importante.

En realidad, como casi no había texto tuyo en el que no pidieras “recen por mí”, creo que ahora podemos descansar de esa tarea y pedirte a vos eso mismo: ¡rezá por nosotros!

No hace falta que te diga cómo veo yo la Iglesia de este tiempo. La Iglesia universal, la Iglesia argentina… Y vos sabés mucho mejor que yo las cosas que se tejen, los estofados que se cocinan, las trenzas que se arman en estos días. Días que marcarán, en mucho o en poco, no lo sabemos, nuestro futuro en la “Santa Madre”.

Sabés que la gente, que es buena, y quizás ingenua, a los curas nos suelen decir “usted que está más cerca de Dios…” Pero, ahora sí, ese es tu caso. Estás en casa, tomando mates con la Trinidad y charlando cara a cara con tu amiga la Virgen María. Y acá viene mi pedido: en tu ministerio pontifical marcaste caminos, señalaste direcciones, mostraste rumbos, y, como sabés, encontraste piedras en el camino, muros en ocasiones. Y se aproximan los días en que muchos conocidos tuyos van a elegir el rumbo a seguir, los caminos a andar, si avanzar o retroceder, si mirar con alegría y esperanza el mañana, o volverse entristecidos al ayer. Con ese manejo magistral de los tiempos que te caracterizó, con esa capacidad de trenzar esperanzas, ¿no podrías convencerlo al Espíritu Santo que sople con claridad? ¿Qué marque rostros de encarnación y sean muy, muy parecidos a Jesús (o a Pedro, si querés)? No pretendo que sea parecido a vos (mucho menos que sea parecido a otros, por cierto) … solo pretendo que sea uno (lamentablemente nunca “una”) que sepa dar respuestas desde el Evangelio a los fascinantes desafíos de nuestro tiempo. ¡Con eso me doy por satisfecho! Un oído en el pueblo y otro en el Evangelio, en suma. Imagino que donde ahora estás encontrarás muchos amigos y amigas, viejos y nuevos (también santos que no son de tu devoción, por supuesto), con ellos podés armar un buen equipo y soplarle al oído a esos de rojo… Pero, por favor, soplales fuerte y claro. A veces se distraen; lamentablemente lo hemos vivido. Fuerte y claro ¿sí? Contales que hubo un concilio (podés pedirle ayuda a Pablo y a Juan con eso) que mostró otro rostro de la Iglesia (en todo caso, para que no se confundan, decile a tu amigo san José que les pida ayuda urgente en la carpintería a Juan Pablo y a Benito; esa carpintería que queda lejos de Roma). Contales que ese Concilio llenó de alegría a la Iglesia y al mundo. Entonces, muchos hablamos de primavera. Y que, en unos tiempos tan invernales de derechas, libertarios, capitalismos y muertos de miedo, como antaño, Jesús entró con las puertas cerradas, y sus amigos se llenaron de alegría, y que hoy quiere, como también lo dijiste, mostrar una Iglesia sin puertas para que entren todos, todos, todos (o todos, todas y todes, si no te molesta). Dale, mandate un último esfuercito, y después podrás descansar y seguir con los mates. ¿Puede ser?

Eduardo


imagen tomada de https://es.123rf.com/photo_8229242_abri%C3%B3-los-sobres-con-el-sello-roto-y-antiguo-papel.html

Pascua 3C

El difícil y glorioso seguimiento por amor

DOMINGO TERCERO DE PASCUA "C"

Eduardo de la Serna




El Evangelio del día (como el del domingo que viene en referencia al "buen pastor"), los católico-romanos no podemos despegarlo del contexto de la muerte del Papa Francisco y la elección de su sucesor; sucesor, a su vez, de Pedro. El Evangelio, hoy, nos da indicios de cómo debe ser "Pedro" (y cómo fue antes, ¡equivocándose!... por eso se "entristece, lo que recuerda su llanto en otros evangelios). Es de esperar, ¡y rezar!, que el próximo Pedro se parezca a este y a aquellos que fueron seguidores de Jesús, cuidadores de su rebaño (¡de Jesús!) hasta el final de sus días.


Lectura de los Hechos de los Apóstoles
     5, 27-32. 40b-41

Resumen: Los “apóstoles” son continuadores del ministerio de Jesús, y como él predican en el Templo, y como él son maltratados por las autoridades judías. Pero el espíritu santo los anima a continuar su misión.


El libro de los Hechos parece, en cierto modo, un conjunto de discursos sabiamente entremezclados con testimonios de los apóstoles. De hecho ese es el “objetivo” del libro: “se predicara… ustedes son testigos” (Lc 24,47.48; cf. Hch 1,8; 2,17-18). En este caso, el Sanedrín convoca a “los apóstoles” (anteriormente había convocado a Pedro y Juan, cf. 3,11; 4,13.19). Puesto que en ambos casos se los encarcela (5,3; 5,18), se les prohíbe “enseñar en nombre de Jesús” (4,18; 5,28), a lo que responden que se ha de “obedecer a Dios antes que a los hombres” (4,19; 5,29), son amenazados, se les reitera la prohibición y son liberados (4,21-22; 5,40), se repite que el pueblo los parecía por lo que no pueden castigarlos (4,21; 5,26) probablemente se trate de una misma escena duplicada por Lucas (es algo que hace en más de una ocasión).

En el texto litúrgico se encarcela a “los apóstoles”, lo que parecería aludir a “los Doce”. Milagrosamente son liberados (cosa que ocurrirá también con Pedro  en 12,7-10 y con Pablo en 16,25-28) y entonces vuelven al Templo a predicar. Es interesante recordar que el Templo es el lugar de la enseñanza de Jesús al final del Evangelio de Lucas (cf.19,47; 21,37) y de los apóstoles en el comienzo de Hechos (2,46; 4,2; 5,21.25). Ante esto, predicar a pesar de la prohibición, los apóstoles son llevados al Sanedrín. El que habla – una vez más – en representación de los Doce es Pedro (v.29), y lo que el autor pone en su boca es uno más de los múltiples discursos del libro.

Como es frecuente en los textos de la liturgia pascual el discurso presenta una breve síntesis del ministerio de Jesús culminando con su muerte y resurrección (“Dios resucitó al que ustedes le dieron muerte… Dios lo exaltó”, v.30-31): “nosotros somos testigos”.

Breve nota sobre “ustedes le dieron muerte”: es lamentablemente frecuente escuchar una lectura antisemita de esta fórmula que se repite en Hechos (2,23; 4,10; 5,30; 7,52; 13,28). Como se ha dicho, Lucas intercala discursos con breves síntesis de la vida, muerte y resurrección de Jesús adaptadas a los diferentes momentos del ministerio de los Doce y demás testigos. En los discursos a judíos se hace referencia a la responsabilidad de las autoridades y “los habitantes de Jerusalén” (13,28). Sin embargo, es de notar que a su vez Lucas insiste en que obraron “sin saber” (13,28; cf. Lc 23,34). Sin duda, desde una perspectiva histórica, hubo responsabilidad en (algunas) autoridades judías en el asesinato de Jesús, pero responsabilizar al “pueblo” judío es ciertamente falso, y  - mucho peor aún – responsabilizar al pueblo judío de todos los tiempos. Antisemitismo que mucho dolor y sangre ha causado, por cierto.

La muerte de Jesús y su resurrección, atribuida al “Dios de nuestros padres” (= de Israel) es “para conceder a Israel la conversión” (vv.30-31). El testimonio que los apóstoles dan de esto es posible por la presencia del “espíritu santo” (v.32).

El castigo de los apóstoles les permite una más plena identificación con el crucificado, algo que también Hechos presenta a lo largo de su obra. La comunidad es continuadora de la predicación y el testimonio del Señor.



Lectura del libro del Apocalipsis     5, 11-14

Resumen: la visión inaugural del centro del libro del Apocalipsis culmina con un canto litúrgico en homenaje al cordero degollado, pero de pie, resucitado. Todas las alabanzas de todos los pueblos cantan un amén festivo porque el libro de la vida podrá abrirse.



En uno de los frecuentes himnos litúrgicos que están presentes en el libro del Apocalipsis concluye la gran visión de cc.4-5. Se repite insistentemente que se trata de una visión (4,1.2; 5,1.2.5.6.11), pero en el final encontramos un “canto nuevo” (v.9) interrumpido extrañamente por una referencia a “oír en la visión” (v.11) que le da conclusión.

Los que se ven son un número incontable de ángeles: “miríadas de miríadas y millares de millares”, término tomado de la visión de Daniel 7,10 donde estos innumerables sirven a un “anciano” y en el tribunal de abren los libros. La referencia al libro y a los ancianos también la encontramos en Ap 5,1.5… Se presenta un “cordero degollado” que toma el libro para abrirlo (5,4-7) y entonces, ante este momento sublime, por el que se conocerá los nombres de los inscritos en el libro de la vida (3,5; 20,12; 21,27), la liturgia celestial estalla de alegría. Este es el contexto del texto litúrgico. Más adelante, el Cordero comenzará a quitar uno a uno los siete sellos que impiden abrir el libro (6,1-8,1).

Es interesante, como es habitual en la literatura apocalíptica que el canto destaca la dignidad del cordero. Es digno de abrir el libro (5,2), cosa que nadie lo era hasta entonces (5,4), porque con su sangre derramada “compró” seres humanos de todo el universo (5,9) “para Dios”. Y lo que se canta que recibe el cordero a causa de su dignidad es: el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza (5,12). Notar que se dicen siete cosas. El acento no está, entonces, en destacar el sentido de cada una, sino que en cierta manera todos significan lo mismo, se trata de la felicitación que merece ante todos el cordero por su dignidad. Esto es ante “toda criatura” y – como también es frecuente en los apocalipsis – se señalan cuatro elementos. El cuatro denota la universalidad (cuatro son los elementos, cuatro los puntos cardinales): en el cielo y en la tierra, bajo tierra y en el mar (5,13). Todos, entonces, son testigos que la alabanza que merece el cordero y responden reconociendo otras cuatro cosas: la alabanza y el honor y la gloria y el poder (5,13; estas cuatro estaban en las siete cosas recién mencionadas, ahora en sentido de universalidad). Los “cuatro” vivientes se postran para adorar diciendo “amén” con lo que concluye en himno y puede comenzar el desenlace: el Cordero comenzará su misión de abrir el libro.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     21, 1-19

Resumen: Nos encontramos con dos escenas en las que se manifiesta el resucitado a los suyos. Un signo en el “mar” permite reconocerlo como “Señor”. Pedro, por su parte empieza a seguir a Jesús en un amor capaz de dar la vida por su amigo.



Es sabido que el capítulo 21 de Juan ha sido añadido al cuarto Evangelio por un redactor de su misma “escuela”. El uso del “nosotros”, por ejemplo, es buen indicio de eso (v.24) como también la referencia a la muerte del “discípulo amado” (v.23).

El texto tiene una serie de elementos que pueden resultar extraños al Evangelio de Juan, como la referencia a “los hijos de Zebedeo” (v.2), nunca mencionados en el texto, como también la aparición del Resucitado en Galilea, mientras en el cuerpo del Evangelio esto ocurre en Jerusalén. Finalmente, Jn 20,30-31 tiene las apariencias de un párrafo conclusivo, pero esto vuelve a repetirse en 21,25.

Las escenas son dos: la pesca en el lago y el diálogo entre Jesús y Pedro. Veamos:

La pesca en el lago (21,1-14): El relato tiene una introducción, cuerpo y conclusión. En la introducción: la decisión de Pedro de ir a pescar, acompañado por los demás (vv.2-3). El intento es infructuoso. El cuerpo: un extraño desde la orilla, a quien el Discípulo amado reconoce, provoca una pesca sorprendente. La referencia al discípulo y a Pedro pone fin a esta parte (vv.4-8). La conclusión viene dada por el encuentro entre el desconocido, ahora reconocido como “el Señor” y los discípulos – que permanecen como en penumbras – y Pedro (vv.9-14).

La escena tiene bastante semejanza con el Evangelio de Lucas (que suele tener bastantes contactos con el cuarto Evangelio en varias ocasiones). Pero veamos:

El lago de Tiberíades (en obvia referencia al emperador Tiberio) recibe ese nombre solamente en Juan (6,1.23), Marcos y Mateo lo llaman “mar de Galilea” (Mc 1,16; 7,31; Mt 4,18; 15,29; también Juan prefiere “mar”: 6,1.16.17.18.19.22.25) y Lucas “lago” (lo cual es más exacto) de Gennesaret (5,1; cf. 8,22.23.33). A lo que se hará referencia es a la “manifestación” (faneroô; término habitual en Jn: 0x en Mt y Lc, 3x en Mc y 9x en Jn) de Jesús resucitado, término que se repite en v.14 encerrando la escena en una inclusión.

Los que acompañan a Pedro son tres pares de personajes: Tomás, el Mellizo y Natanael, que son propios de Juan (en la lista de los Doce de los Sinópticos se menciona a Tomás, pero no sólo no tiene protagonismo, como sí lo tiene en Juan, sino que además no se alude a él como “mellizo”); “los de Zebedeo”, que jamás son mencionados en Juan, y sí lo son en los Sinópticos (6x en Mt, 4x en Mc 1x en Lc, en la escena paralela a Juan) y finalmente “otros dos” no mencionados. Más adelante sabremos que uno de todos estos (¿cuál?) será el “Discípulo amado” (v.7; este discípulo volverá a escena en v.20).

Pedro les dice “voy a pescar”; la semejanza con los relatos sinópticos, y en especial Lc 5 permite entender que Pedro da por concluida la “etapa ilusoria” de ser “pescador de personas”. Podemos parafrasear así: “Jesús nos había invitado a ser pescadores de seres humanos, pero hemos fracasado. A él lo mataron, volvamos a donde empezamos, empecemos de nuevo a pescar peces”. Los restantes (sumando siete, no es improbable una idea simbólica en el sentido de “todos”) deciden acompañar a Pedro. En este sentido no parece diferente a lo dicho por los discípulos de Emaús: “nosotros esperábamos… pero…” (Lc 24,21). La conclusión a esta parte introductoria, “no pescaron nada”, prepara el reencuentro.

El amanecer marca el comienzo de la etapa central. Un extraño, que los lectores sabemos es Jesús, les pide pescado (lo cual será una ironía, porque luego sabremos que tenía, v.9). La invitación a tirar la red a la derecha y sus efectos son narrados muy brevemente (en contraste a como lo relata Lucas: “en tu palabra…”). Esto provoca el reconocimiento del Discípulo amado que se dirige a Pedro aludiendo al desconocido como “el Señor”, término habitualmente utilizado para referir al Glorificado. Pedro se ajusta el vestido exterior – no tenía puesto el manto – y se arroja al mar para llegar antes a la orilla desde donde jalará la barca y la red.

Probablemente se esconda una nueva ironía en la referencia a las brasas ya que Pedro se calentaba a las brasas con los guardias cuando niega a Jesús (18,18); la alusión a las tres negaciones que vendrá a continuación permite pensar en esta “preparación”. Los especialistas han elaborado muy diferentes y hasta opuestas opiniones acerca del sentido del número 153, la cantidad de peces. En general, sin embargo, hay consenso en que no conocemos el sentido o la intención del autor, pero se acuerda en afirmar que el sentido es misionero. Así, mientras Pedro y los amigos deciden volver atrás dejando de pescar personas para volver a los peces, la ausencia de peces y su contraste con los 153 “peces grandes” renueva el ardor misionero en la comunidad. No parece conveniente buscar excesivas connotaciones simbólicas a los términos. Juan utiliza aquí ijthys para referir a “peces”, mientras que en su evangelio, en el cap.6 al hablar de la multiplicación de los panes y los peces, prefiere opsaríon. Pero hay una cierta semejanza entre ambas escenas (no solamente la expresa referencia al “mar”), estos peces serán mencionados junto a los panes (6,5.7.9.11.13…; 21,9.13) y que Jesús los “tomó… y los dio”.

Expresamente el texto nos afirma que los discípulos “no sabían que era el Señor”, y que esto fue una “manifestación”. Una vez más, en Juan, el “milagro” es lo menos importante. Lo que cuenta es el reconocimiento a Jesús que en este hecho se esconde, en este caso la manifestación del resucitado y la confesión de fe en él como “Señor”.

El diálogo con Pedro (21,15-19): este diálogo se repite en un esquema semejante por tres veces: triple pregunta de Jesús, triple respuesta de Pedro y triple encargo. Entre una y las otras hay diferencias:


Pregunta
Respuesta
Encargo
1
¿Me amas más?
Te quiero
Apacienta corderos
2
¿Me amas?
Te quiero
Vigila ovejas
3
¿Me quieres?
Te quiero
Apacienta ovejas

Es interesante preguntarse si hay o no diferencias en las preguntas de Jesús y los encargos. No la hay en las respuestas de Pedro.

Amar” traduce el verbo agapaô, “querer” el verbo filéô; ¿son diferentes? No interesa tanto saber si son diferentes en la lengua griega (o castellana) sino si lo son en Juan. Siendo que el personaje principal del Evangelio (luego de Jesús, por cierto) es el “discípulo amado” (13,23; 19,26; 21,7.20) quien también es llamado “al que Jesús quería” (20,2) parece que no han de verse diferencias entre las tres preguntas. En 5,20 se afirma que “el Padre quiere al Hijo", y en 3,35 “el Padre ama al hijo”; en 11,3 que Jesús quiere a Lázaro mientras en 11,5 se afirma que lo ama. "Amar" y "querer", en este texto parece que han de entenderse como sinónimos.

La pregunta “me amas más que…” puede entenderse de tres modos, como un masculino o como un neutro. Es decir, “más que estos” (más de los que me aman estos), "más que a estos" (es decir, a mí que a los discípulos) o “más que estas cosas”(más que a ser pescador). El término “cordero” (arníon, tan frecuente en Apocalipsis [25x] se encuentra sólo aquí en los Evangelios (en 1,29 y 36 Juan utiliza amnós). Oveja (próbaton, 19x en Juan, especialmente en el cap. 10 referido al “buen pastor”, 15x). El término “apacentar” (bóskô) se encuentra en el primer y tercer encargo, un sinónimo, que hemos traducido por cuidar, dar de pastar, poimaínô en el segundo (ambos se encuentran sólo aquí en Juan). Es muy probable, entonces, que Juan fuera alternando estilísticamente los términos amar/querer, apacentar/cuidar, corderos/ovejas a fin de dar dinamismo a la escena que, sin duda alguna, tiene su centro en la conclusión que refiere a la muerte de Pedro (“más que estas cosas”). El climax por cierto está dado por la tercera pregunta ante la que Pedro “se entristece”. Es evidente que la tristeza no viene dada por la supuesta desconfianza o duda de Jesús acerca del amor de Pedro sino por una expresa referencia a la “tercera” vez aludiendo a las tres negaciones (recordar la referencia a las “brasas”).

Con un característico doble “amén” (en verdad, en verdad…) Juan presenta un dicho de Jesús. En este se hace referencia al contraste entre el Pedro joven y el viejo, el ir donde quiere y donde no quiere porque “otro lo atará”. Este contraste entre dos momentos de Pedro hace expresa referencia a su muerte: “con esto indicaba la clase de muerte con la que iba a glorificar a Dios”. Sin duda esto es indicio que cuando fue compuesta esta etapa redaccional del cuarto Evangelio, Pedro ya había muerto. De aquí surge la posterior leyenda, sin seguridad histórica alguna, de una muerte por crucifixión, y – más aún – con la cabeza hacia abajo. El contraste entre los “dos Pedros” está dado entre el Pedro negador y este Pedro que está dispuesto al amor extremo, hasta "arriesgar la vida por los que se quiere (filós)”, 15,13. Aquel Pedro “siguió” a Jesús (18,15; ver 13,36) para negarlo y negarse (“no soy”, 18,17.25), no lo “siguió” hasta perder la vida. “Este Pedro”, en cambio, perderá la vida por Jesús ("otro te llevará"), y por eso, ¡ahora sí!, él le confirma: “sígueme” (v.19).

El texto continúa con una nueva escena en el que Jesús y Pedro dialogan acerca del discípulo amado omitida por el texto litúrgico.

Una breve nota sobre el discípulo amado y Pedro: durante mucho tiempo los estudiosos aparecían preocupados por la identidad del discípulo amado, siendo “Juan” el candidato casi excluyente, aunque hay también otras propuestas, incluso femeninas. Hoy en general, no solamente no parece que determinar el nombre de la persona sea lo principal, aunque es frecuente dudar que se trate de uno de los Doce, y se piensa en un discípulo anónimo de la zona de Jerusalén, sino también que se mira con atención a la comunidad que se ve reflejada en él . Esta comunidad tiene una tendencia creciente a sectarizarse. De allí que el evangelio lo presente con frecuencia junto a Pedro (en todas las escenas salvo al pie de la cruz el Discípulo amado está junto a Pedro). Parece un modo de afirmar que aunque haya una clara predilección por este discípulo, Pedro (y sus comunidades) también son discípulos y cercanos a Jesús. De hecho, y esto parece lo principal en el cuarto Evangelio, la nota principal del discipulado viene dada en el amor. No pareciera haber una jerarquía en este evangelio, importa la relación de amor con Jesús (de allí la importancia también de mujeres, como expresamente se afirma de Marta y María, 11,5). Pedro podrá tener relación con las ovejas/corderos de Jesús cuando confirme el amor que había negado, cuando afirme "amar más".


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Foto tomada de julioarria.wordpress.com