Pensando un poco la Navidad
Eduardo de la Serna
Aunque los relatos y la fiesta de Navidad
tengan toda la apariencia de un cuento de niños con su colorido, música e
imágenes llenas de dulzura, no hace falta sino una mirada atenta para descubrir
otra encarnadura. Lo señalo brevemente.
El Nacimiento. Aunque tanto Mateo como Lucas señalen que
Jesús nació en Belén, en Judea, y así se “cumplió” la Escritura del profeta Miqueas
Mas tú, Belén
Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir
aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde
los días de antaño. (Mi 5,1)
Hoy, en general, hay consenso que
esto ocurrió en Nazaret, en Galilea. En realidad, salvo en ese detalle, no
coinciden. Para Mateo, los padres de Jesús son oriundos de Belén, pero ante el
intento de Herodes de asesinar al niño, huyen a Egipto. Muerto Herodes,
regresan, “pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su
padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la
región de Galilea” (Mt 2,22). En Lucas, en cambio, sus padres son nazarenos,
pero deben dirigirse a Belén por un censo ordenado por el Emperador Augusto (Lc
2,1) por lo que deben dirigirse a Belén, donde la madre embarazada, finalmente,
da a luz.
Censo. No es el caso
detenernos en la historicidad precisa del censo; no consta “que se empadronase
todo el mundo”, y no se entiende que se debieran anotar en las ciudades de los
antepasados, pero, para los pueblos dominados (e Israel ¡lo era!) un censo era
visto como un signo de opresión. Por eso, siempre según Lucas, fue motivo de levantamientos violentos:
Después de
éste, en los días del empadronamiento, se levantó Judas el Galileo, que
arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos los que le habían
seguido se dispersaron. (Hch 5,37)
El supuesto traslado de María y José a Belén
no estaba, por lo tanto, ausente de conflicto.
Pesebre. La literatura bucólica suele señalar momentos
idílicos en los ambientes campesinos; un pesebre remite a ello, como también
los pastores. Pero el texto dice que no había sitio en la posada, que
puede ser también albergue, tienda, sala o hasta guarida de animales; se
entiende un lugar de reposo. El pesebre, o establo o corral, remite a ganado; especialmente se mencionan bueyes,
vacas, asnos (Job 39,9; Hab 3,17; Is 1,3; Lc 13,15). Ciertamente no es un lugar ni para nacer, ni para
reposar; no es un espacio que se caracterice por la limpieza o la comodidad.
Pastores. Se ha dicho, con frecuencia, que los pastores son grupos despreciados en
la sociedad. Ciertamente no se hace referencia al miembro de la familia que
lleva a pastar su rebaño, sino a los contratados para eso. Esa distinción se ve
claramente en el texto en el que Jesús se muestra como un pastor hermoso y
contrasta con los contratados; frente al peligro, uno arriesga la vida,
mientras que el otro huye (Jn 10,11-12), además que los asalariados no tienen
control externo sobre el cuidado o descuido del rebaño. Que los primeros a los
que les es anunciado el nacimiento del niño sean pastores, ciertamente hace
referencia a la predilección de Dios por los despreciados y rechazados de la sociedad.
Pañales. El signo para que los pastores lo reconozcan no es menos significativo:
Les anuncio
una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la
ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de
señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2,10-12)
Al pesebre se le añaden pañales.
Todo niño recién nacido, luego de que se le corta el cordón umbilical, es
lavado con agua, frotado con sal y se le ponen pañales (Ez 16,4), el signo que
las voces del cielo dan, entonces, no tiene nada de extraordinario, sino que se
manifiesta en lo cotidiano; es así, en lo sencillo, que se manifiesta el nacimiento
del Cristo, Señor, Salvador y alegría para todo el pueblo.
Los magos (¿y magas?). El
texto de Mateo afirma que “unos magos venidos de oriente” (2,1) se dirigen a
adorar al rey que ha nacido. El texto no menciona ni el número de los magos ni,
tampoco, que sean reyes. Mirando escenas semejantes en la Biblia, como la visita
de la reina de Sabá a Salomón, hay elementos en común: el acento está puesto en
ella, pero, ciertamente viaja con su séquito (1 Re 10,11); es decir, no es
sensato imaginar una visita de sujetos aislados y no acompañados de varones y
mujeres de su ambiente. La reina le regala a Salomón oro y perfumes (10,2.10).
Esa imagen, además, está vigente en Isaías: “Vienen todos de Sabá, trayendo
incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” (Is 60,6). El incienso y
la mirra son los perfumes exquisitos que se destacan con frecuencia (Cant 3,6;
4,6.14; Sir 24,15). Y, como se sabe, son los regalos que los magos llevan al
rey Jesús. Es de señalar que por “magos” en general se entienden a todos
aquellos o aquellas que pretenden conocer lo que ocurrirá, sea consultando a
los muertos (nigromantes), adivinaciones o las estrellas…
No ha de haber
en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique
adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de
espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas
cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones
desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti… Porque esas naciones que
vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahveh tu Dios no
te permite semejante cosa. Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre
tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharán. (Dt 18,10-12.14-15)
Los magos son, ciertamente, en
Israel, otro grupo despreciado. Acá, en contraste con “todo Jerusalén” (Mt 2,3)
que conoce Miqueas 5,1, y, por tanto, el nacimiento en Belén, pero se
desentienden y temen.
Herodes y los inocentes. La escena de la matanza de
niños por parte de Herodes, es una relectura de la matanza de niños varones por
parte de Faraón. Así como un niño fue protegido por Dios será un salvador
salvado. Del mismo modo Jesús, “un profeta semejante a Moisés” (Dt 18,15.18),
es rescatado, y la referencia a Egipto lo refuerza, además de otros aspectos
paralelos: como pretenden matarlo, Moisés huye al extranjero (Ex 2,15) de donde
regresa cuando muere el rey (Ex 2,23) como dirá Mateo sobre Jesús (2,13.15).
No es mucho más lo que nos dicen los Evangelios
sobre el nacimiento de Jesús. Todo narrado con un ambiente – particularmente en
Lucas – de contraste con los relatos de la “edad de oro” de Roma, los momentos
ideales y las celebraciones de nacimientos entendidos como “buena noticia” (=
evangelio).
Francisco de Asís eligió representarlo
plásticamente imaginando el pesebre. La pintura renacentista fue transformando
el establo casi en un castillo o un templo. Los magos mudaron a reyes. Y, más
tarde, se añadió una conífera la cual, además, se adornó con luces y colores. Y
los villancicos. Hasta que llegó la Coca Cola destronando al niño cambiándolo
por un anciano, los bueyes por renos, los pañales por abrigos del ártico, los
pobres y los despreciados por tarjetas de crédito para que Navidad no sea ya un
nacimiento sino el Renacimiento del Mercado, una risa cavernosa indique una
alegría de la compra-venta y se aplaudan más a los emperadores que ordenan
censos o los reyes que buscan al niño… Entre tanto, ese niño, que sí nace y crece,
sólo es reconocido por los insignificantes y espera el tiempo oportuno para
manifestarse a los corazones disponibles, las mentes abiertas y los pueblos pobres.
Imagen significativa de María leyendo y José ocupándose del niño. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Besan%C3%A7on_Book_of_Hours_-_Nativity_-_Fitzwilliam_MS_69_folio_48r.jpg
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.