lunes, 15 de diciembre de 2025

Pensando un poco la Navidad

Pensando un poco la Navidad

Eduardo de la Serna



Aunque los relatos y la fiesta de Navidad tengan toda la apariencia de un cuento de niños con su colorido, música e imágenes llenas de dulzura, no hace falta sino una mirada atenta para descubrir otra encarnadura. Lo señalo brevemente.

El Nacimiento. Aunque tanto Mateo como Lucas señalen que Jesús nació en Belén, en Judea, y así se “cumplió” la Escritura del profeta Miqueas

Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño. (Mi 5,1)

Hoy, en general, hay consenso que esto ocurrió en Nazaret, en Galilea. En realidad, salvo en ese detalle, no coinciden. Para Mateo, los padres de Jesús son oriundos de Belén, pero ante el intento de Herodes de asesinar al niño, huyen a Egipto. Muerto Herodes, regresan, “pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea” (Mt 2,22). En Lucas, en cambio, sus padres son nazarenos, pero deben dirigirse a Belén por un censo ordenado por el Emperador Augusto (Lc 2,1) por lo que deben dirigirse a Belén, donde la madre embarazada, finalmente, da a luz.

Censo. No es el caso detenernos en la historicidad precisa del censo; no consta “que se empadronase todo el mundo”, y no se entiende que se debieran anotar en las ciudades de los antepasados, pero, para los pueblos dominados (e Israel ¡lo era!) un censo era visto como un signo de opresión. Por eso, siempre según Lucas, fue motivo de levantamientos violentos:

Después de éste, en los días del empadronamiento, se levantó Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos los que le habían seguido se dispersaron. (Hch 5,37)

El supuesto traslado de María y José a Belén no estaba, por lo tanto, ausente de conflicto.

Pesebre. La literatura bucólica suele señalar momentos idílicos en los ambientes campesinos; un pesebre remite a ello, como también los pastores. Pero el texto dice que no había sitio en la posada, que puede ser también albergue, tienda, sala o hasta guarida de animales; se entiende un lugar de reposo. El pesebre, o establo o corral, remite a ganado; especialmente se mencionan bueyes, vacas, asnos (Job 39,9; Hab 3,17; Is 1,3; Lc 13,15). Ciertamente no es un lugar ni para nacer, ni para reposar; no es un espacio que se caracterice por la limpieza o la comodidad.

Pastores. Se ha dicho, con frecuencia, que los pastores son grupos despreciados en la sociedad. Ciertamente no se hace referencia al miembro de la familia que lleva a pastar su rebaño, sino a los contratados para eso. Esa distinción se ve claramente en el texto en el que Jesús se muestra como un pastor hermoso y contrasta con los contratados; frente al peligro, uno arriesga la vida, mientras que el otro huye (Jn 10,11-12), además que los asalariados no tienen control externo sobre el cuidado o descuido del rebaño. Que los primeros a los que les es anunciado el nacimiento del niño sean pastores, ciertamente hace referencia a la predilección de Dios por los despreciados y rechazados de la sociedad.

Pañales. El signo para que los pastores lo reconozcan no es menos significativo:

Les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2,10-12)

Al pesebre se le añaden pañales. Todo niño recién nacido, luego de que se le corta el cordón umbilical, es lavado con agua, frotado con sal y se le ponen pañales (Ez 16,4), el signo que las voces del cielo dan, entonces, no tiene nada de extraordinario, sino que se manifiesta en lo cotidiano; es así, en lo sencillo, que se manifiesta el nacimiento del Cristo, Señor, Salvador y alegría para todo el pueblo.

Los magos (¿y magas?). El texto de Mateo afirma que “unos magos venidos de oriente” (2,1) se dirigen a adorar al rey que ha nacido. El texto no menciona ni el número de los magos ni, tampoco, que sean reyes. Mirando escenas semejantes en la Biblia, como la visita de la reina de Sabá a Salomón, hay elementos en común: el acento está puesto en ella, pero, ciertamente viaja con su séquito (1 Re 10,11); es decir, no es sensato imaginar una visita de sujetos aislados y no acompañados de varones y mujeres de su ambiente. La reina le regala a Salomón oro y perfumes (10,2.10). Esa imagen, además, está vigente en Isaías: “Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” (Is 60,6). El incienso y la mirra son los perfumes exquisitos que se destacan con frecuencia (Cant 3,6; 4,6.14; Sir 24,15). Y, como se sabe, son los regalos que los magos llevan al rey Jesús. Es de señalar que por “magos” en general se entienden a todos aquellos o aquellas que pretenden conocer lo que ocurrirá, sea consultando a los muertos (nigromantes), adivinaciones o las estrellas…

No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti… Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa. Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharán. (Dt 18,10-12.14-15)

Los magos son, ciertamente, en Israel, otro grupo despreciado. Acá, en contraste con “todo Jerusalén” (Mt 2,3) que conoce Miqueas 5,1, y, por tanto, el nacimiento en Belén, pero se desentienden y temen.

Herodes y los inocentes. La escena de la matanza de niños por parte de Herodes, es una relectura de la matanza de niños varones por parte de Faraón. Así como un niño fue protegido por Dios será un salvador salvado. Del mismo modo Jesús, “un profeta semejante a Moisés” (Dt 18,15.18), es rescatado, y la referencia a Egipto lo refuerza, además de otros aspectos paralelos: como pretenden matarlo, Moisés huye al extranjero (Ex 2,15) de donde regresa cuando muere el rey (Ex 2,23) como dirá Mateo sobre Jesús (2,13.15).

No es mucho más lo que nos dicen los Evangelios sobre el nacimiento de Jesús. Todo narrado con un ambiente – particularmente en Lucas – de contraste con los relatos de la “edad de oro” de Roma, los momentos ideales y las celebraciones de nacimientos entendidos como “buena noticia” (= evangelio).

Francisco de Asís eligió representarlo plásticamente imaginando el pesebre. La pintura renacentista fue transformando el establo casi en un castillo o un templo. Los magos mudaron a reyes. Y, más tarde, se añadió una conífera la cual, además, se adornó con luces y colores. Y los villancicos. Hasta que llegó la Coca Cola destronando al niño cambiándolo por un anciano, los bueyes por renos, los pañales por abrigos del ártico, los pobres y los despreciados por tarjetas de crédito para que Navidad no sea ya un nacimiento sino el Renacimiento del Mercado, una risa cavernosa indique una alegría de la compra-venta y se aplaudan más a los emperadores que ordenan censos o los reyes que buscan al niño… Entre tanto, ese niño, que sí nace y crece, sólo es reconocido por los insignificantes y espera el tiempo oportuno para manifestarse a los corazones disponibles, las mentes abiertas y los pueblos pobres.


Imagen significativa de María leyendo y José ocupándose del niño. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Besan%C3%A7on_Book_of_Hours_-_Nativity_-_Fitzwilliam_MS_69_folio_48r.jpg

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.