jueves, 26 de junio de 2025

Evodia y Síntique

Evodia y Síntique

Eduardo de la Serna


En Filipenses 4,2 Pablo menciona a dos personas, Evodia y Síntique, son dos nombres de mujer, los cuales se encuentran sólo aquí en toda la Biblia (aunque “euodia”, en griego, también significa éxito, provecho, solución, como lo encontramos en Tob 4,6; Pr 25,15; Eclo 10,5; 20,9; 38,13, pero nunca aparece como nombre).

Lo que sabemos es que estas dos mujeres están distanciadas, quizás peleadas, y por eso Pablo le encarga a un compañero que las ayude para que “sientan en el Señor”, es decir, que su modo de actuar cambie, que modifiquen sus “sentimientos”. Es interesante que, en esta carta comunitaria, Pablo de golpe pasa a escribir en singular y le pide a un “compañero” que las anime a ese sentimiento. No sabemos a quién se dirige (puede ser un varón o también una mujer) pero pareciera tener una cierta importancia en la comunidad como para que Pablo la o lo mencione en privado y como para que las dos mujeres puedan cambiar sus sentimientos por iniciativa de este “compañero” o “compañera” de Pablo y de todos.

Pero de estas mujeres, Evodia y Síntique, todavía se dicen otras cosas: (1) que lucharon-juntos (a Pablo y a otros) por el Evangelio; que son (2) “colaboradoras”, como también lo son otros, entre los que se menciona a un tal Clemente, y que (3) sus nombres están en el “libro de la vida”.

1.- “Luchar-juntos” es algo que Pablo reconoce, también en esta carta, como algo propio de los “ciudadanos del Evangelio” (Fil 1,27), unidos por el espíritu. No se trata de ser “ciudadanos” como pide el Imperio Romano sino como nos invita el evangelio.

2.- “Colaboradores” (es decir que “trabajan juntos”) es un término que Pablo usa mucho para referirse a sus compañeros en la misión evangelizadora: en 2,25 lo dice de Epafrodito, que también es “compañero de armas” (ver Flm 2), es decir que ha “luchado junto” a Pablo en la misión. En Filemón 1 y 24 y Rom 16,3.9.21 lo dice de otros varios personajes; y particularmente lo dice de Tito (2 Cor 8,23) y de Timoteo (1 Tes 3,2). Es decir, se trata de misioneros como lo es Pablo que es, a su vez, “colaborador de Dios”, es decir compañero (1 Cor 3,9).

3.- El “libro de la vida” es una imagen (ver Ap 3,5; 20,15) que supone un rollo en el que Dios escribe los “nombres” de sus amigos. Ese libro se abrirá (imaginan) al final de los tiempos ya que todavía “se sigue escribiendo”.

Nos encontramos, entonces, con dos mujeres que han sido misioneras activas en la comunidad. Que han trabajado con mucho entusiasmo en el anuncio del Evangelio y Pablo sabe que Dios no es indiferente a esto. Algo ha ocurrido entre ellas – y no sabemos qué – y Pablo exhorta a su compañero a que busque la reconciliación de ambas.

A modo de conclusión, Pablo anima a todos, por tanto, también a las dos mujeres, a tener la “alegría del Señor” (4,4). En 4,1 había dicho “mantenerse” en el Señor, “mantenerse firmes” dice en 1,27, “firmes en la fe”, especifica en 1 Cor 16,13, “en pie” (Rom 14,4). Lo que señala, a modo de conclusión, pero como signo evidente de la vida de la comunidad, es la “alegría”. Mantener la alegría es la actitud propia de la realización de la voluntad de Dios, aunque pueda resultar dolorosa (ver Fil 1,17; 2,18.28). Es dedicarse a eso que debe el o la compañera, así “ayudarlas” (v.3) porque así ellas, re-encontradas, vivirán “en el Señor”, “sentirán” con el Señor y su vida, en la comunidad, será testimonio, será anuncio del Evangelio.

No está mal tener esto presente en nuestras comunidades para ayudar a los distanciados, animarlos al reencuentro para que así, una comunidad reconciliada sea un buen testimonio del Evangelio y seamos así “colaboradores” de Jesús y con él luchemos para que Cristo sea mejor conocido y más amado en el ejemplo vivo de una comunidad de compañeros, hermanas y hermanos.

 

Imagen tomada de https://www.flickr.com/photos/eldeljuano/3960741385/ 

El fundamentalismo y la pereza

El fundamentalismo y la pereza

Eduardo de la Serna



Con el título «Exégesis bíblica en la sociedad contemporánea: Conflictos, fundamentalismos y resistencias» se ha desarrollado en Costa Rica, los días 23 a 27 de junio el III Congreso Internacional de Estudios Bíblicos [el I en Buenos Aires, el II en Bogotá]. Como suele ocurrir en este tipo de congresos, hay conferencias y mesas temáticas con paneles. Ante la invitación a participar, hice llegar a los encargados una propuesta de reflexión frente al fundamentalismo la cual fue aprobada para participar en una mesa con otros tres panelistas sobre el tema. Del mismo participé de modo virtual porque, obvias razones económicas, me impidieron participar presencialmente del mismo.

Como suele ser lo habitual, tuve que realizar mi comunicación en 15 minutos. Y, acá mi inconformidad. Cuando presenté mi propuesta, tenía la sensación que el tema era bastante serio y merecía un detenido análisis; las 6 páginas que yo presentaba me resultaban pobres, limitadas, insuficientes. Y, tener que comunicar esto en 15 minutos, reducía ese texto todavía a la mitad. Sé que ese es el modo en que los congresos se realizan, por tanto, nada tengo que decir a la organización, pero debo confesar mi cada vez mayor incomodidad con “la Academia”. Creo que impone un corsé a congresos, artículos, conferencias que terminan más concentrados en la forma que en el contenido, y, entonces, algo se evalúa si sigue las normas X, si presenta o no un abstract, si las palabras clave (que las veo totalmente absurdas e innecesarias) son adecuadas, en lugar de concentrarse en la seriedad o no, lo desafiante o no, lo propositivo o no del texto. En lo personal, yo colaboraba con cierta frecuencia en revistas académicas y me han desalentado absolutamente (por no añadir, todavía, el excesivo protagonismo que se atribuyen algunos árbitros desalentando todo diálogo, debate o análisis) … En lo personal (que no es importante, porque lo que cuenta es el buen desarrollo del congreso, por cierto) terminada mi presentación quedé con una insatisfacción muy profunda, como que los participantes perdieron 15 minutos en los que no se les aportó nada. Una pena. Especialmente porque creo que el tema – como dije – sí es importante para pensar y desafiante para la acción.

Acá presento el texto original, como fue enviado a los organizadores.


Palabras clave: pereza, individualismo, nutrimiento de la palabra, otro evangelio, responsabilidad pastoral.

 Introducción

Es sabido que la pereza constituye uno de los llamados “siete vicios capitales”. Algunos pensamos que es quizás el más grave de todos,[1] especialmente porque en los restantes puede haber una variante positiva, como cuando se habla de “sana envidia”, o de “justa ira”, por ejemplo. La pereza, en cambio no toma la decisión de levantarse, de ponerse en camino, del esfuerzo arduo.

Es sabido que históricamente en nuestro Continente, la lectura de la Biblia estaba ligada no solamente al esfuerzo, sino también, en no pocas ocasiones, al martirio. Esto era habitual, ya en tiempos y lugares distintos, en los que tener una Biblia, y que esta revelara ser muy usada, sería tenido por algo subversivo en tiempos pasados.[2]

La proliferación de grupos fundamentalistas en América Latina y el Caribe es harto evidente. Ya es sabido – y no es acá el caso de profundizar la idea – la relación entre muchos de estos grupos con el proyecto de dominación del Norte, pero no es menos cierto que la lectura fundamentalista “ha sido recibida” en muchísimas comunidades de distintas iglesias cristianas.

Siendo, como se había dicho, que América Latina y el Caribe es “el continente de la Biblia”,[3] no era fácil eliminarla del horizonte popular; mucho más sencillo, y a su vez conveniente para quienes la veían como un peligro, era “domesticarla”. Domesticar la Biblia significaba descartar de ella toda mordiente que afectara la realidad y que comprometiera a comunidades en su transformación.

A esto, creo, que se ha de añadir, el auge de los individualismos: el individualismo en las espiritualidades: intimismos, espiritualismo desencarnado y sin “otros”, que se refleja en cantos en primera persona del singular, o en modos de piedad, pero también el individualismo en corrientes políticas, etc. En este caso, el texto bíblico “me habla a mí”, a “mi situación concreta”, sin un “nosotros” …

Es en este contexto que, creo, y deteniéndome especialmente en quienes tienen responsabilidades pastorales (ministros, catequistas, celebradores), que es el ámbito donde entra la pereza. La lectura literal, sin el esfuerzo del análisis, de la crítica, del contexto, del estudio, es ciertamente más fácil, más cómodo. Es más fácil dejarse enseñar por las mini series “Moisés”, o “The Chosen”, que cuestionar, leer, investigar. Y, en esto, creo, radica la gravedad de la irresponsabilidad pastoral.

Si los que tienen responsabilidades en las comunidades recurren a fundamentalismos evidentes, ¿por qué cuestionaríamos ese mismo modo de lectura en quienes de ellas y ellos han aprendido?

Y no me refiero, en este caso, a los fundamentalismos bíblicos en los que incurren evidentemente funcionarios políticos (como sería el caso de Jair Bolsonaro o Javier Milei, por caso) gravísimos, por cierto, sino directamente a las responsabilidades “pastorales”, eclesiales.

En otra ocasión hemos propuesto que hay diferentes lecturas de la Biblia que se deben retroalimentar mutuamente: una pastoral, una popular y una académica.[4] Una lectura de mero escritorio, sin contacto con el Sitz im Leben und im Tode del pueblo que vive, celebra y padece, puede terminar en dar respuestas insustanciales a preguntas bizantinas; una lectura popular sin la anterior puede aproximarse, por ejemplo, al fundamentalismo,.

Mirando u oyendo reflexiones o documentos pastorales (por cuestión de pertenencia me referiré particularmente a lo que ocurre dentro de la Iglesia católica romana, pero, por lo que sé, no es exclusivo de ella) es habitual que se publiquen textos escritos en los que los autores dicen lo que ellos creen que deben decir, a lo que, después, se le añaden algunos textos bíblicos a modo casi decorativo; en ocasiones se citan textos de los que estudios académicos dicen cosas muy diferentes; e, incluso, en otras oportunidades, ni siquiera se cita la Biblia.

Es verdad que los documentos “oficiales” de la Iglesia católica romana dicen que la Biblia ha de ser “el alma de la teología”[5], y, por tanto, también debiera serlo de la pastoral, pero no es menos cierto que eso en la práctica casi no ocurre.

Es evidente, por cierto, que una homilía o una pastoral no han de ser una “clase de Biblia”, pero no es menos verdadero que la Biblia, lo que ésta dice a su pueblo, ha de nutrir la palabra o el texto y ha de ser su punto de partida.

Biblia

La referencia a los pastores en Ezequiel 34 alude claramente a los reyes de Judá: no se han ocupado de su pueblo, se han “apacentado a sí mismos” y el pueblo está disperso (clara alusión a las consecuencias de la destrucción de Jerusalén de 587 a.C.).[6] La referencia a David (v.23) confirma que, por pastores, se alude a la monarquía a la cual se responsabiliza, por su mal ejercicio, de la “dispersión” de las ovejas de Israel, especialmente las débiles. Por tanto, Dios mismo se ocupará de alimentarlas y llevarlas a los montes de Israel (v.14), el alimento será la justicia (v.16).

Es muy probable que el texto de Ezequiel haya inspirado el discurso de Jesús en Juan 10, sobre el buen pastor.[7] Sin embargo, es interesante destacar las diferencias. Mientras el texto de Ezequiel pone su acento en los malos pastores (a los que el profeta contrastará con Dios, el pastor quien, luego, llamará a David), en Juan no se hace referencia a los malos pastores sino a Jesús como pastor bueno (lit. bello).[8] Sin embargo, sí hay contraste entre los que entran o no por la puerta (v.1), los que son o no seguidos por las ovejas (vv.4-5). Los primeros son calificados de ladrones y salteadores (vv.1.8.10) o también de extraños (v.5), que, sin entrar por la puerta, escalan al redil, y lo hacen para “matar, sacrificar y destruir” (v.10); los segundos no son conocidos por las ovejas, y – por lo tanto – ellas no los siguen; el mutuo conocimiento entre pastor y oveja está ausente: él no conoce sus nombres, ellas no conocen su voz (vv.3-4). Sin embargo, el contraste principal está dado por el cuidado de la vida: los ladrones buscan “robar, sacrificar y destruir” mientras el pastor Jesús se pone delante del peligro arriesgando su vida (psyjê, vv.11.15.17) en favor de las ovejas para que tengan vida (zôê, v.10) pero una vida “eterna” (v.28), es decir divina, lo cual constituye “un mini Evangelio”.[9] De allí que aquí el contraste esté dado entre el pastor, a quien pertenecen las ovejas, con el asalariado, que no arriesgará su vida ante el peligro. La vida, y vida plena del rebaño, es la clave del relato, vida que trae Jesús, (a quien conocemos, nos conoce y reconocemos su voz).

En la Segunda Carta a los Corintios,[10] Pablo debe defenderse de quienes le han cuestionado su apostolado. Ya en 1 Cor 9,1 vemos que hay quienes niegan que él sea en verdad “apóstol”, algo que, para Pablo, constituye un motivo de jactancia por la gracia de Dios (1 Cor 15,10). Sabemos que hay quienes han ofendido a Pablo o a alguien del equipo apostólico, y esto motiva su defensa. Pero esta crítica supone, a su vez, el reconocimiento, por parte de los corintios, de otros ministros, de los que Pablo afirma críticamente: que él no se recomienda a sí mismo (3,1; 5,12), como sí lo hacen sus adversarios, (10,12), ya que es recomendado por Dios (4,2; 10,18) y lo hace como ministro de Dios (6,4) y deberían haber sido los mismos corintios quienes lo hicieran (12,11). Precisamente porque actúa delante de Dios es que no “falsifica la palabra de Dios” sino que manifiesta la verdad (4,2). Pablo y su equipo no “negocian” con ella, sino que actúan con sinceridad, con pureza de razones (2,17). Por un lado, se ha de tener en cuenta que Pablo tiene una relación tensa con (o con algunos de) los corintios, particularmente en el terreno económico. Es probable, por un lado, que muchos le cuestionen que sea realmente apóstol puesto que Jesús dijo que los suyos debían ser mantenidos por la comunidad, y, en este caso, Pablo no acepta dinero de ellos (particularmente de los corintios) sino que trabaja con sus propias manos para autoabastecerse. Así resuena muy irónica la frase de 2 Cor 12,13: “¿En qué fueron menos que otras Iglesias salvo en que yo no me convertí en una carga para ustedes? Perdónenme esa ofensa”. Por otra parte, Pablo intenta, en toda la carta, mostrar una identificación simbólica entre el apostolado, que él reivindica para sí y su equipo, y el crucificado: el apostolado está marcado por el sello de la cruz. [11] Los falsos apóstoles (11,13), a los que – nuevamente con ironía – califica de “apóstoles excelsos” (11,5; 12,11), predican “otro espíritu”, “otro evangelio”; Pablo predica sin cobrar y “nadie me privará de ese honor” (11,10), es la gracia la que actúa en la debilidad (palabra clave en ambas cartas a los corintios):[12]

Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad». Por tanto, con sumo gusto seguiré jactándome sobre todo en mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo.

Por eso me complazco en mis debilidades, en los insultos, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. (12,9-10)

La debilidad es expresión de Jesús crucificado (13,4) y manifiesta la fidelidad de Pablo al apostolado. Los falsos (o excelsos) apóstoles no predican con verdad la palabra de Dios, negocian con ella, se jactan de sus propias fuerzas (es decir, no en la de Dios).

Una de las características que tiene, en Pablo, el verbo “jactarse” (kaujaomai) es que la clave no está en sí mismo sino en el objeto de la jactancia. Jactarse por la obra de Dios de la que el apóstol es un mero instrumento, es dar cabida a Dios y su gracia en el seno de la comunidad, en cambio, jactarse en las propias fuerzas, es mirarse a sí mismos antes que a aquellos con los que se tiene una responsabilidad pastoral.[13] El primer modo se asemeja a “gloriarse” (doxazô, de hecho, muchas traducciones ponen “gloriarse” donde Pablo dice kaujaomai, lo cual puede prestarse a confusiones) lo que es siempre positivo por cuanto edifica a la comunidad. En cambio, el segundo modo, se asemeja a fysióô, que es hincharse, pavonearse, es decir, mirarse a sí mismos: “La ciencia [gnôsis], hincha [fysióô], el amor [agápê], edifica [oikodoméô]” (1 Cor 8,1). Es interesante que “pavonearse” es algo característico de los corintios [el verbo aparece solamente 7 veces en el NT, 6 de ellas en 1 Cor]. La edificación de la comunidad es lo que cuenta, para Pablo. Ese es el sentido de su apostolado, mientras otros se miran a sí mismos, negocian, se aprovechan…

Pereza

Mirando estos textos, que se podrían multiplicar, es oportuno preguntarnos por la responsabilidad o la pereza pastoral en la responsabilidad con el pueblo de Dios. ¿Cuál es el nutrimento que, como pastores, se está dando al pueblo? Porque, es evidente, que un pueblo subalimentado será un pueblo débil o frágil frente a la dificultad. La fortaleza, necesaria para enfrentar la tormenta, las raíces, o los cimientos sobre los que se edifica la comunidad, que están en el origen del término hebreo amén, requieren una predicación sólida y firme a su vez.

Ya desde el comienzo de sus escritos Pablo celebra que los tesalonicenses recibieron su predicación como lo que verdaderamente es: “palabra de Dios” (1 Tes 2,13).

Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?” (Rm 10,14)

La fe / creer, palabra central en Pablo (142 veces), nace de la predicación (cf. 1 Cor 15,11), pero – como es sabido – una casa edificada sobre arena no resiste la tempestad, mientras que edificada sobre roca (YHWH es mi roca) puede resistir.

Como hemos visto, tanto en 2 Corintios, como también en Gálatas, Pablo confronta con quienes han predicado “otro Evangelio” (2 Cor 11,4; Gal 1,6-7). La predicación paulina, dirigida a los paganos, les insiste que son verdaderamente miembros del pueblo de Dios a partir del bautismo; ya no es necesaria la circuncisión que los convertiría en prosélitos. Sumergidos “en Cristo” los bautizados se unen y reciben plenamente los dones de Dios. Esta predicación le trae a Pablo numerosas dificultades por parte de los que él llama “el Israel según la carne” (1 Cor 10,18), “los de mi raza según la carne” (Rom 9,3); sin circuncisión – afirman – no hay verdadera incorporación en la comunidad. Para Pablo es la recepción del espíritu lo que nos integra en el “Israel de Dios” (Gal 6,16), con una “circuncisión en espíritu” (Rom 2,29). Por eso, ese “otro evangelio” es, a su vez, “otro espíritu” (2 Cor 11,4). Por eso, con mucha frecuencia Pablo es perseguido por sus “hermanos”, precisamente por su predicación (Gal 5,11). La novedad de su anuncio tiene su raíz en el espíritu (Rom 7,6), es una “nueva alianza” con espíritu (2 Cor 3,6). Con su raíz farisea sería de esperar que Pablo se hubiera limitado a invitar a los paganos a incorporarse a Israel por el bautismo de los prosélitos y la posterior – e indispensable – circuncisión; pero la novedad que él descubre lo lleva a anunciar que el espíritu de Dios se recibe en el bautismo (1 Cor 12,13). Pero esta novedad le provoca, como decimos, dificultades y persecuciones. No solamente la ruptura con Pedro o con Bernabé sino, también, la presencia frecuente de misioneros que predican lo contrario en las comunidades paulinas, anuncian “otro evangelio”. Sin embargo, Pablo, por el bien de aquellos a los que se dirige les dice que a los judaizantes “ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para ustedes la verdad del Evangelio” (Gal 2,5). El bien de la comunidad es aquello que Pablo no cede, a pesar que eso significa cárceles, azotes, torturas… (es decir, semejanza con la cruz). Ciertamente no es la comodidad, lo fácil, lo que Pablo elige y vive.

La responsabilidad con las comunidades exige predicar el Evangelio del reino. Es verdad que el individualismo que señalábamos, sumado a la comercialización con la palabra de Dios (no son pocas las motivaciones económicas en pastores y pastoras en la concreción de un anuncio de un evangelio light) conducen a la superficial y cómoda “teología de la prosperidad”.[14]

La responsabilidad de los pastores y pastoras en la predicación en las comunidades, no puede estar movida por la pereza. Es su compromiso alimentarse seriamente de la palabra de Dios, y, nutridos por ella, compartirla a su vez con el pueblo que les ha sido confiado. La realidad de nuestra América Latina es grave, la situación de injusticia, violencia, opresión es creciente. Y la palabra de Dios no puede ser una excusa para predicar la resignación.[15] La palabra bien nutrida y nutriente permitirá al pueblo la resistencia, y, quizás también, elementos para que la sociedad cambie y se asemeje un poco más (o mucho más) a algo más parecido a lo que Dios, quiere, eso que Jesús llamó “Reino de Dios”.



Notas

[1] Eduardo de la Serna, Los vicios capitales, Buenos Aires, ed. Paulinas 1997, 101.

[2] Cf. María López Vigil, Piezas para un retrato, El Salvador: UCA ed., 2014, 281.

[3] Cf. Rafael Aguirre, La utilización política de la Biblia, Estella (Navarra), Verbo Divino 2024, 161.

[4] E. de la Serna, “La Biblia y la Teología de la Liberación. Un desafío”, Alternativas 44 (2012/2) 37-52.

[5] Concilio Vaticano II, Dei Verbum 24. Incluso, cuando Juan Pablo propone un examen de conciencia en la Iglesia al aproximarse el tercer Milenio, la primera pregunta que se formula es “¿En qué medida la Palabra de Dios ha llegado a ser plenamente el alma de la teología y la inspiradora de toda la existencia cristiana, como pedía la Dei Verbum?”, Tertio Millennio Adveniente 36.

[6] Paul M. Joyce, “Ezekiel”, en John J. Collins et al, The Jerome Biblical Commentary for the Twenty-First Century. Third Fully Revised Edition, London – New York: t&t Clark 2022, 996.

[7] Cf. Xavier Léon-Dufour, Lecture de l’Évangile selon Jean, tome II, Paris: Ed, du Seuil 1990, 380-381.

[8] Jean Zumstein, El Evangelio según Juan (1-12) [BEB 152], Salamanca: ed. Sígueme 2016, 439.

[9] Mary L. Coloe, John 1-10 (Wisdom Commentary), Collegeville, Minnesota: Liturgical Press 2021, 255.

[10] Cf. E. de la Serna, “Segunda carta a los Corintios”, en A. Levoratti (dir.) en Comentario Bíblico Latinoamericano, Estella (Navarra): Verbo Divino 2003, 859-894.

[11] Sobre el tema ha escrito Santiago Guijarro en Servidores de Dios y esclavos vuestros. La primera reflexión cristiana sobre el ministerio [BEB minor 17], Salamanca, 2011, aunque no resalta que se trata propiamente del ministerio del apostolado ni la identificación de este con el Crucificado.

[12] Cf. E. de la Serna, “El ‘Cuerpo de Cristo’ en San Pablo”, Proyección 272 (enero-marzo 2019) 71.

[13] Cf. E. de la Serna, Primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. Comentario [Estudios Bíblicos 72], Estella (Navarra), Verbo Divino 2019, 49.57.100

[14] R. Aguirre, La utilización política de la Biblia 181-185, “El fundamento bíblico de la teología de la prosperidad es extremadamente endeble”, 185.

[15] “No puedo predicar la resignación” decía el beato mártir Enrique Angelelli, Crisis 13 (1974) 54-57 (lo mismo afirmaba Eva Perón, Mi Mensaje, https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/eva-peron-mi-mensaje cap. 21).

martes, 24 de junio de 2025

San Pedro y san Pablo

Apóstoles de una Iglesia al servicio del reino  

Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo

29 de junio

Eduardo de la Serna

 


Introducción:

La solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo –como otras memorias, fiestas y solemnidades dedicadas a los santos- hace memoria de sus vidas (en muchos casos las lecturas toman un aspecto que es visto como principal de su vida y su santidad). En este caso las dos primeras lecturas, la primera centrada en Pedro, la segunda centrada en Pablo, muestran a ambos apóstoles acompañados por Dios en los momentos de dificultad. A nivel histórico no es mucho lo que sabemos del final de la vida de ambos. Los primeros datos que poseemos son de los primeros escritores cristianos a los que se conoce como Padres Apostólicos quienes afirman:

«… compañeros, en divina iniciación, de Pablo, el que fue santificado, el que fue atestiguado [memartyrêménou], el que merece se le proclame bienaventurado, cuyas huellas ojalá se me concediera a mí seguir cuando alcance a Dios…» (Ignacio de Antioquía a los Efesios 12:2)

«Por envidia y malevolencia, las columnas más importantes y justas fueron perseguidas y combatieron hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los buenos apóstoles: a Pedro que, por inicua envidia sufrió no una ni dos, sino muchas fatigas y, tras haber dado testimonio [martyrêsas] de esta manera, marchó al lugar de la gloria que le era debido. A causa de la envidia y la rivalidad, Pablo mostró el galardón de la paciencia, al arrastrar siete veces cadenas, al ser desterrado y apedreado. Siendo heraldo en oriente y occidente alcanzó la ilustre gloria de su fe. Después de haber enseñado la justicia a todo el mundo, de haber ido hasta los confines de occidente y de dar testimonio [martyrêsas] ante las autoridades, se fue así del mundo y marchó al lugar santo, convirtiéndose en el mayor ejemplo de paciencia». (1ª carta de Clemente 5:2-7)

También el final del Evangelio de Juan alude a la muerte de Pedro diciendo:

“«En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme». (Jn 21:18-19)

Con los datos de los que disponemos podemos, entonces afirmar, que lo más probable es que Pedro haya muerto mártir en Roma, y se piensa fundamentalmente que esto ocurrió en la llamada “Persecución de Nerón”, esto es en el año 64. La muerte de Pablo es menos segura, aunque es muy posible que también haya muerto mártir. Si esto ocurrió en Roma no lo sabemos con certeza, aunque es probable. 

Según una tradición (Ovidio, Fastos, libro VI.795), la ciudad de Roma fue fundada el 29 de junio de 753 a. C. Desde san Ireneo se sostiene que Pedro y Pablo fueron los fundadores de la comunidad romana (el tema es teológico ya que no fueron propiamente los fundadores de la comunidad, pero sí afirma que la comunidad se “funda” sobre ellos), y más tarde se afirma que la misma ciudad (en cuanto cristiana) fue fundada por ellos, por lo que comienza a conmemorarse su martirio el día 29 de junio.

- o - o -

Lectura de los Hechos de los apóstoles     12, 1-11

Resumen: Hechos ya nos prepara a la aparición de Pablo en la escena eclesial y empieza a “despedir” a Pedro. Pero para mostrar a ambos en continuidad como eslabones de una cadena. Pedro, encarcelado, es liberado milagrosamente porque Dios es garante y protector de la Iglesia que debe ocuparse del crecimiento de la palabra.

Hechos de los Apóstoles está finalizando el gran bloque centrado en Pedro y empieza a preparar el rol de Pablo. El texto finaliza (v.17) señalando que, liberado, Pedro les pide a los que estaban en casa de María, la madre de Juan, también llamado Marcos, que avisen a Santiago, y “marchó a otro lugar”. El texto, sin embargo tiene dos partes luego de la introducción:

Introducción: Herodes persigue a los seguidores de Jesús: mata a Santiago, el hermano de Juan y encarcela a Pedro (vv.1-5);

Parte 1: Pedro en la cárcel es liberado milagrosamente (vv.6-11)

Parte 2: Pedro se dirige a casa de María y luego se marcha (vv.12-17)

Conclusión: Herodes castiga a los soldados por la fuga y se marcha a Cesarea (vv-18-19).

La milagrosa liberación de la prisión ya había sido anunciada en 5,17-21, aunque allí los encarcelados son “los apóstoles”. Allí el Ángel del Señor abre las puertas de la prisión, como ocurre aquí (v.7). Lo mismo sucederá con Pablo (como es frecuente en Hechos poniendo en paralelo diversas palabras y hechos de ambos apóstoles), en este caso un temblor provoca que las puertas se abran y se suelten las cadenas (16,25-40). 

Un tema interesante, que no hace al texto en la liturgia de hoy, es la muerte de Santiago. Judas había muerto y eligen a Matías para mantener el número Doce, pero en este caso no hacen lo mismo. Sin duda en aquel caso fue así para repetir lo hecho por Jesús al comienzo de su ministerio (elección de los Doce) y poner en paralelo el comienzo del ministerio de Jesús y el comienzo del ministerio de la Iglesia. Pero esta Iglesia de Hechos es responsable del “crecimiento de la Palabra” y el texto de hoy se ocupa de mostrar cómo Dios cuida atentamente, protegiendo a los suyos, de que así sea.

Lucas parece querer poner el crecimiento de la Palabra como la extensión de una cadena cuyo primer eslabón es Cristo, seguido luego por los apóstoles, presididos por Pedro, luego otro grupo (los Siete, Bernabé) cuyo mayor exponente es Pablo y seguido por los presbíteros que continuarán la obra. La liberación de la cárcel de Pedro, luego repetida en Pablo, como se dijo, es una expresión de esta cadena. 

 

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     4, 6-8.17-18

Resumen: El discípulo de Pablo comienza la despedida de su maestro dando a la carta forma de Testamento. Da testimonio de su fidelidad aun en la muerte inminente, y manifiesta a su sucesor, Timoteo, que aunque son muchos los que lo han abandonado, Dios ha permanecido junto a él y permanecerá a su lado.


La carta a Timoteo está concluyendo y “Pablo” se despide de su amigo, colaborador ¡y sucesor! A diferencia del resto de la carta, aquí no encontramos elementos y consejos “pastorales” sino una verdadera despedida que le da a la carta aspecto de “Testamento”. Es por eso que la liturgia omite los vv.9-15 donde el texto tiene una coloración más personal (abandono de compañeros a Pablo, consejo que Timoteo vaya donde él y le lleve unos pergaminos que ha olvidado junto con un abrigo…) y los saludos finales (vv.19-22).

El autor sabe que Pablo ya ha muerto y hace una lectura sobre eso.  Por eso en los versículos anteriores hablaba de lo que Timoteo debe hacer (4,1-5), el ministerio de Pablo pasa a la siguiente generación, de allí que “ahora” Pablo debe desaparecer de la escena. Las imágenes de la muerte habían sido usadas por Pablo: libación (Fil 2,17), competencia (1 Cor 9,27), carrera (1 Cor 9,24; Fil 3,12). La situación de abandono, los personajes y regiones tiene una cierta relación con el abandono sufrido por Jesús (Mc 14,50), pero, como Jesús, los perdona (Lc 23,34; cf. Hch 7,60).. 

  • La libación es derramar líquido en honor a la divinidad. En el AT, si bien la mayor parte de las veces se trata de ofrendas a los ídolos (Ex 30,9; Os 9,4Jer 7,18; 19,13; 39,29; 51,17.19.25; Ez 20,28), también se ofrece a Dios (Gen 36,14; Ex 25,29; 37,16; Núm 4,7; 28,7; 2 Sam 23,16 / 1 Cr 11,18; Sir 50,15). 
  • Las imágenes deportivas tomadas del gimnasio, aunque resultaban escandalizantes en el entorno judío, eran usadas por Pablo con frecuencia, seguramente para llamar la atención. 
  • La “hora” (kairos) de la partida (analysis), entendida como metafóricamente opuesta a llegada. 
  • Luego concluye Pablo con una nueva imagen: la corona que espera al que llega a la meta o vence en la batalla. 
  • El juez de la competencia, “el Señor”, le dará la corona. Pero no corona de laurel o de oro sino “de justicia” con lo que supone la plenitud (en 1 Cor 9,25 Pablo la llamó “corona incorruptible”). 
  • Pero –como es propio en el contexto en el que Pablo ya no está, sino que continúan sus sucesores, esa corona no es sólo a él sino también “a todos los que hayan esperado con amor su manifestación”.

El contexto parece judicial y Pablo aparece como escribiendo entre la primera (v.16) y la segunda etapa del juicio.  Pero abandonado por todos, Dios no lo ha dejado a su suerte. La referencia al Sal 22 lo demuestra: el salmista en la angustia clamaba a Dios que no esté lejos (v.2) que corra en su ayuda, que libre su vida de la espada, y recurre para ello a imágenes animales (perro, león, búfalos, vv.21-22). Mientras el Salmo pedía la ayuda de Dios, el Pablo de los últimos momentos reconoce que “fui librado” (la voz pasiva remite, una vez más, a Dios como aquel que libra; pero el verbo en aoristo remite a un momento concreto en el que fue librado) “de la boca del león” (v.17). Dios lo ha salvado y conducido. Esto no excluye su muerte, pero la referencia explícita es al “reino celestial”. En la segunda carta a Timoteo, la referencia al reino tiene clara connotación a una escatología futura (4,1.18), ligado a la “gloria” (v.1) y a los cielos (v.18).

 


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     16, 13-19

Resumen: en el contexto de la pregunta de Jesús acerca de quién es él para los demás, Pedro confiesa su fe en Jesús. A raíz de esto, Jesús lo unge como piedra fundamental sobre la que edifica su Iglesia, puerta de entrada al reino de Dios.

El texto de la llamada “confesión de fe de Pedro” como es narrada en el Evangelio de Mateo es un texto sumamente comentado en la tradición teológica y bíblica. A modo complementario de lo que aquí decimos, remitimos en este mismo blog al artículo (en los “artículos bíblicos”) “la presentación de Pedro en los Evangelios sinópticos” [http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2014/06/pedro-en-los-sinopticos.html]. Aquí solamente señalaremos lo principal de referencia a Pedro dejando lo demás para dicha lectura complementaria.

A nivel estructural, el relato de la confesión de Pedro no ocupa en Mateo el lugar central que tiene en Marcos, pero sin duda es central en su pensamiento. De hecho sólo en este bloque Mateo utiliza el sustantivo “Iglesia”, que no vuelve a encontrarse en ninguno de los Evangelios, y en él Pedro es presentado como “piedra” sobre la cual esta Iglesia es edificada. No debe descuidarse que en esta misma unidad Pedro es piedra de tropiezo para Jesús. Una y otra piedra dependen de que Pedro escuche o no la voz reveladora de Dios. 

El esquema es semejante al de Marcos:

    • Pregunta de Jesús
    • Respuesta de los discípulos
    • Repregunta de Jesús
    • Respuesta de Pedro 

Pero mientras en Marcos a esto le sigue la incomprensión de los discípulos, en este caso de Pedro, dando comienzo a la segunda parte de su Evangelio, en Mateo ambos relatos se unen para destacar el rol central de Pedro, pero que este no está exento de error o pecado si no escucha a Dios. 

Un tema central –y en discusión- es la relación entre las llaves y el rol de atar y desatar. ¿Se refiere a lo mismo, puesto en paralelo, o son dos cosas diferentes? La referencia a las llaves parece aludir al mayordomo del palacio (Is 22,22) mientras que la referencia a atar y desatar vuelve a repetirse aludiendo a los Doce en 18,18 en sentido judicial. Con frecuencia –incluso en Mateo- Pedro es mostrado como el portavoz de los Doce, con lo que bien podría referirse a él como portavoz al decirle, en c.16, a Pedro lo mismo que luego dirá a los Doce en c.18. Pero también es concreto, y es particularmente notable en Mateo, que Pedro juega un rol especial, quizás aquí presentado como una especie de “mayordomo del Reino de Dios”. Él abrirá para que ingresen (o impedirá entrar) al reino por haber escuchado lo que el Padre le ha revelado, pero –precisamente por tratarse del Reino, es decir, la centralidad de Dios- dependerá de la escucha de la Palabra de Dios y no de su propia voluntad ya que, a renglón seguido, hará exactamente lo contrario (“tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres”, 16,23).

 

domingo, 22 de junio de 2025

Sacarlo (¿todo?) afuera

Sacarlo (¿todo?) afuera

Eduardo de la Serna



Dentro de los numerosos prefijos que suelen acompañar el verbo latino “vocar” (= llamar), como e-vocar, con-vocar, in-vocar, re-vocar, podemos notar, como con-vocante en estos días, el verbo pro-vocar: llamar para que salga fuera. Este en ocasiones, es un término casi afectivo, como es el caso – por ejemplo, en Colombia – cuando dicen “¿le provoca un tinto?” para preguntar a una persona si quisiera tomar un café, pero – habitualmente, entre nosotros – se utiliza en el sentido de “Irritar o estimular a alguien con palabras u obras para que se enoje” (RAE, 2da acepción). Y surge alguna pregunta…

¿Cuál es el objetivo de esa intención de hacer enojar? Y creo que no es demasiado difícil concluir algún aspecto.

Por un lado, para molestar lo más posible a la persona a la que se detesta. Se la o lo provoca “para que explote”, y, en ocasiones se celebra que eso ocurra por todo el daño que, a la persona “provocada”, la explosión le provoca.

En otras ocasiones, y – lamentablemente – lo vemos a diario, se provoca a un colectivo buscando una reacción. Lo evidente es que se pretende esa reacción a fin de poder descargar, a causa de ella, más violencia, represión. Se trata de una excusa para una violencia ya preparada y deseada. Nuevamente, el objetivo está dirigido contra el objeto de la provocación. Ciertamente, confiando en la mayor capacidad de reacción del provocador sobre el provocado. Es evidente, sin embargo, que puede haber errores de cálculo que serían, a la postre, perjudiciales para aquel y benéficos para este.

Los “juegos de la guerra” que amenazan día a día el mundo en nuestros días, nacen de provocaciones y respuestas, muchas de las cuales – al menos hoy – no tenemos la capacidad de mensurar en reacciones y consecuencias, y se temen catastróficas.

Pareciera, además, que el gobierno argentino, incapaz de generar propuestas, alimentado de mero odio, sólo busca reacciones a las amenazas que profiere en el día a día, a sus provocaciones, sean dirigidas a colectivos o a personas seleccionadas. Pareciera que de eso se nutre, con ese motor anda [¡y pensar que desde esos ambientes se criticaba al marxismo por hacer referencia a la lucha de clases!]. Y, ciertamente, no es menos cierto que ha encontrado caldo de cultivo en ambientes de limitada capacidad de análisis o atrapados por el miedo o el odio (que se parecen). En ese caso, esa “explosión” provocada es benéfica para los provocadores, por cierto, y, quizás, sea el objetivo final; conseguir adherentes en una suerte de “club del odio”.

Los tradicionales filmes de vampiros nos mostraban unos seres “de la noche” (fotofóbicos, por cierto) que mordían a personas descuidadas, habitualmente en el sueño, sorbiendo su sangre y alimentándose de ella. Se trata, entonces, de seres que para vivir necesitan “chuparles toda la energía (= sangre)” a otras personas. Y, más allá de la ficción, es innegable que esas personas existen, como existen los vampiros (no los de ficción, sino los quirópteros), los mosquitos, las garrapatas o las vinchucas… Y de estos últimos también los hay, no sólo en el reino zoológico sino en nuestra realidad cotidiana.

Como pareciera que provocar es el pan de ellos de cada día, les tocará a los provocados actuar con sensatez, con prudencia, con inteligencia. Y esto implica que el obrar y decir sea, precisamente, lo que se quiere decir u obrar (y cuando se quiere, cómo se quiere, y sólo lo que se quiere) y no aquello que los provocadores pretenden a consecuencia de una “explosión”, de haber sacado afuera odio, violencia o rabia en lugar de construcción, “como la primavera”.


Foto tomada de https://luigibosca.com/primavera-de-nuevo-brota-la-vida/

jueves, 19 de junio de 2025

Ozías, un rey apestado

Ozías, un rey apestado

Eduardo de la Serna



Varios libros bíblicos hacen referencia a diferentes reyes. Los libros de los profetas con frecuencia señalan que el profeta “X” habló en tiempos del rey “Y”. Evidentemente, saber qué pasaba en tiempos de tal rey nos ayudará a entender mejor el sentido de las cosas que dice el profeta. Hay, también, otros libros, con apariencia de “históricos” que nos aportan otros elementos sobre los reyes u otros personajes. La intención de estos libros no es la de ser “libros de historia”, pero sí mostrar cómo Dios acompaña a su pueblo en la historia.

Cuando se intenta presentar a los diferentes monarcas, el llamado libro de los Reyes, tiene tres modelos: los que podríamos llamar reyes “malos”, reyes “más o menos” y reyes “buenos”, y el criterio para evaluar a unos y otros es su actitud frente a los ídolos, y por tanto, ante Dios. Los reyes que hicieron templos, o sacrificaron, o que importaron dioses son vistos como “malos”. Los reyes que combatieron la idolatría, profanaron los templos y altares son vistos como “buenos” (son muy pocos, solamente dos). Los restantes son reyes “buenos”, que hacen lo que Dios quiere, “pero…” no enfrentaron la idolatría, no desaparecieron los lugares de culto, etc. A este grupo pertenecen la mayor parte de los reyes de Jerusalén. La frase con la que se los presenta es más o menos así: “hizo lo recto a los ojos de Yahve… solo que no desaparecieron los altos” (por ejemplo, 2 Re 12,4; 14,4; 15,4…). El rey Ozías, es paradigma cabal de esto (2 Re 15,4).

Señalemos que de este rey hay cosas interesantes que decir, por lo que de él podemos conocer. Como sabemos, Israel cree estar en la tierra que Dios le ha prometido, pero a raíz de los malos reyes esa tierra se ha ido dividiendo y perdiendo. Cada vez va quedando menos, la cual va siendo poseída por los pueblos vecinos. También sabemos que Dios da la abundancia, y – por ejemplo – una sequía es expresión de que Dios “castiga” el pecado. Para sintetizar, Israel va tomando conciencia de la presencia o de la ausencia de Dios según aumente o disminuya la vida plena del pueblo. Lo cierto es que con Ozías se van recuperando tierras que estaban en poder de otros pueblos (2 Re 14,22), como Edom o los filisteos, las fronteras se expanden (2 Cr 26,8), se construyen torres (2 Cr 26,9.10), las cosechas son importantes (2 Cr 26,10), y – sobre todo – en todas partes reina la paz. Todo esto, visto desde la bendición divina, es indicio de que Dios bendice el gobierno del rey. Las murallas de las ciudades hostiles son quebradas, se hacen torres en el desierto, se fomenta la agricultura. El ejército (excesivamente numeroso, 2 Cr 26,13) conquista territorios adversos y contribuye a la paz.

La pregunta que podemos formularnos es, si todo esto parece idílico, maravilloso y signo de fidelidad, por qué, entonces, se añade un “pero…” En cada circunstancia, los libros bíblicos señalan sus propios planteos. En el caso de este rey, que parece casi ideal, el "pero" se expresa en que se infectó “de lepra”. Obviamente, para la mentalidad antigua, el planteo era entender que “Dios lo infectó”. Algo que no se puede afirmar hoy, pero así lo plantean (con sus diferentes teologías) los dos libros “históricos”:

Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías. Sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos. Yahveh hirió al rey y quedó leproso hasta el día de su muerte. Vivió en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al frente de la casa y administraba justicia al pueblo de la tierra. (2 Re 15:3-5)

 

Mas, una vez fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta acarrearse la ruina, y se rebeló contra Yahveh su Dios, entrando en el Templo de Yahveh para quemar incienso sobre el altar del incienso. Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de Yahveh, hombres valientes, que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti, Ozías, quemar incienso a Yahveh, sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. ¡Sal del santuario porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de Yahveh Dios!» Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba contra los sacerdotes, brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yahveh, junto al altar del incienso. (2 Cr. 26:16-19)

 

Es decir, para “Reyes” que no “desaparecieran” los lugares altos, donde se sacrificaba a los dioses, fue consecuencia de la lepra. Para “Crónicas”, su culpa fue que asumiera un rol sacerdotal, que no le correspondía… Pero, para ambos textos, lo cierto es que algo en el obrar del rey “desagradó” a Dios. Hoy es insostenible decir que una peste o una pandemia sean “fruto” del enojo de Dios, o un castigo. Nadie sensatamente diría hoy algo por el estilo. Pero así se expresaba el mundo bíblico en otra cultura muy diferente a la nuestra.

Aclaremos, además, que para el mundo bíblico, se entiende como lepra toda enfermedad de la piel (de hecho, es probable que lo que hoy llamamos “lepra” no existiera en ese entonces en Israel). Se trata de algo que transforma a la persona en impura y, por lo tanto, no puede entrar en contacto con Dios, y quien entrara en contacto con esta persona, sería a su vez impuro (para la Biblia el tema de la lepra no es tanto un tema de salud cuanto de pureza ritual). Lo habitual es que los impuros anduvieran por lugares descampados para no transmitir su situación. Pero en este caso se trata de un rey. Entonces se edifica para él un lugar de aislamiento donde pueda moverse con libertad, pero sin infectar al resto. Y entre tanto, gobierna como regente su hijo. Pero esa es otra historia. El aislamiento y la infección es algo de todos los tiempos, y en la Biblia se los tomó en serio.


Imagen del rey Ozias pintada por Rembrandt, tomada de https://wikioo.org/es/


Hoy hubo una marcha

Hoy hubo una marcha

Eduardo de la Serna



Hay una serie de cosas, festivas o preocupantes que son movilizadoras. Hay ocasiones en las que hay agrupaciones convocantes y otras en las que, aún a pesar de ello, más multitudes se sienten convocadas.

Hoy, agrupaciones del peronismo, por ejemplo, convocaron a una marcha. Primero, por la mañana para acompañar a Cristina a los tribunales de la corrupción e injusticia y, luego, ya notificada en su modo arbitrario de detención, convocados a la plaza del Pueblo. La plaza donde hubo un 17 de octubre y luego fueron muchos, la plaza del terrorismo un 16 de junio de 1955, la plaza de un 9 de diciembre de 2015 para despedir a alguien a quien se le quería manifestar el cariño… Pero también mucha, ¡muchísima! Gente fue por su cuenta. Eso es algo que se ve de solo mirar, de solo caminar. Claro que, hay que reconocerlo, hoy como algunas veces, como la marcha contra el “2x1”, caminar era difícil. Muy difícil. Y me refiero a la cantidad impresionante de gente que hubo. Porque, es sabido que hay marchas a las que se va por solo ir, y por tanto, se puede decir que la marcha empieza cuando uno llega y termina cuando uno se va. Pero hoy, los que se iban eran muy pocos, y seguía llegando gente.

¿Qué se veía en la gente? ¡Como siempre! La alegría de estar juntos, de encontrar miles y miles de rostros de hermanos y hermanas desconocidos. Se veía gente seria, gente festiva. Pero – a pesar que podría esperarse, dado lo convocante – no se veía odio. Es que hemos aprendido que ellos quieren que los odiemos y hacen todo lo posible para que así suceda. Saber, por ejemplo, que hay más de 400 genocidas (repito… ¡genocidas!) con prisión domiciliaria y ¡ni uno sólo! tiene tobillera, revela lo que buscan, tanto los corruptos de la no justicia, como los del poder político vasallo del económico. Hacen todo lo que está a su alcance para ser odiados. Pero hemos aprendido que sí así ocurriera, estaríamos “jugando en su cancha”, con sus reglas. Estaríamos perdidos, porque son muy buenos en eso de odiar. Es que el odio es muy llamativo; es estruendoso, como las bombas, penetrante, como la tortura, lacerante, como el hambre. El amor, en cambio, como el buen fuego, va por debajo, como las raíces o los cimientos. Y en ocasiones, no se ve hasta que “ahí está”, un árbol o una casa, lugar de sombra o de cobijo.

Hemos aprendido – desde Evita, pasando por las Madres y las Abuelas hasta llegar a nuestros días – que “el amor vence al odio”. Y pareciera que “no hemos amado lo suficiente”. Porque, en cristiano, y en peronista, el amor es militancia. Y hoy, una vez más, fuimos convocados a la militancia. A amar más, a mostrar ese amor a los jubilados, a las personas con discapacidad, a la salud pública, la educación pública, los científicos… y sin olvidarnos de Gaza, y sin olvidarnos de Milagro. Es que el amor, porque es militancia no nos deja descansar… Nos impulsa con esa alegría agotadora que – como hoy, en una marcha – nos pone frente a otras y otros, nos pone frente a la Patria. Hoy, un pueblo en marcha, en su plaza y saludando a su dirigenta fue convocado. Y un pueblo en marcha invita a sospechar que es cierto eso de que más temprano que tarde, ¡vamos a volver!


Foto tomada de https://infonews.com/el-mensaje-de-cristina-a-una-plaza-de-mayo-colmada-vamos-a-volver.html


martes, 17 de junio de 2025

Cuerpo y Sangre de Cristo C

Jesús se da como pan para ser alimento de pobres y despreciados

CUERPO Y SANGRE DE CRISTO "C"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Génesis     14, 18-20

Resumen: el texto – en una lectura literal - manifiesta la gratitud de uno de los reyes cananeos (en el resto del relato se encuentra la gratitud de otro, el de Sodoma), Melquisedec por la lucha en la que Abram liberó a los cautivos y recuperó las posesiones saqueadas por reyes enemigos. Como signo de gratitud, el rey ofrece a Abram un banquete y le otorga la bendición de parte de Dios.

Una lectura alegórica es una “lectura espiritual”. En ella, se pretende que el texto tiene una posibilidad “material” de acceso al mismo, y otra – superadora - que está oculta y se debe descubrir. O que, conducidos por el Espíritu podemos (o algunos pueden) descubrir. En el fondo, esta lectura encierra una mirada helénica (y [neo]platónica, habitualmente): el cuerpo es “cárcel del alma”, la lectura “espiritual” libera de la cárcel al “alma” del texto encerrado en la “letra”. Este modo de lectura de los textos fue frecuente con el auge del platonismo, y fue habitual en escritores judíos, como Filón, o en escuelas bíblicas cristianas, como la llamada “Escuela de Alejandría” (Clemente, Orígenes). Siendo esta la lectura imperante, cada vez más se impuso en las lecturas bíblicas desde los padres de la Iglesia en adelante. Si bien hubo otras escuelas (como la llamada “de Antioquía”) y grandes personajes que bregaban por una lectura “literal” del texto (es el caso de san Juan Crisóstomo), la “lectura espiritual” se impuso. Grandes personajes, como es el caso de san Agustín, le dieron carta de ciudadanía. Cuando – gracias al aporte del mundo árabe - se empezó a conocer a Aristóteles, otros personajes, como es el caso de Tomás de Aquino valoraron la importancia de la lectura “literal”, pero siempre exaltando como superior la lectura espiritual (aunque, reconociendo que esta debía ser ubicada en el sentido del texto). Recién cuando se empieza a valorar una lectura crítica de los textos gracias al invalorable aporte del mundo protestante, y el tardío reconocimiento del ambiente católico (y los fenomenales aportes de grandes personajes como M. J. Lagrange op y la posterior “carta de ciudadanía” de la lectura crítica por el Concilio Vaticano II) es que la lectura “espiritual” ha dejado su lugar a la lectura crítica del texto. Esa lectura "espiritual" no es la que hoy se pretende como lectura bíblica.


Valga esta introducción para señalar que de ninguna manera tiene sentido bíblico la elección del texto de Gen 14 para ilustrar la fiesta litúrgica del Cuerpo y la Sangre de Jesús. Es el autor de la carta a los Hebreos el que – precisamente en una lectura alegórica - destacará que Melquisedec es figura de Cristo con la finalidad de mostrar un “sacerdocio” en la nueva alianza ya que el Nuevo Testamento no mostraba indicios de ministerio sacerdotal alguno; y entonces – releyendo los textos de Melquisedec, primero el Sal 110 y luego Gen 14 - destacará que el tipo de sacerdocio de Melquisedec es figura de Cristo que es, entonces, el único sacerdote, y lo es para siempre por su “perfección” alcanzada en la resurrección. Precisamente Clemente de Alejandría y Cipriano de Cartago parecen ser los primeros en relacionar a Melquisedec con la Eucaristía. Así dice Cipriano (+258):
Este orden (de Melquisedec] es naturalmente el que procede de aquel sacrificio y por tanto desciende del hecho de que Melquisedec fue sacerdote de Dios altísimo, y ofreció pan y vino y bendijo a Abraham. Porque, ¿qué sacerdote del Altísimo lo es más que nuestro Señor Jesucristo, que ofreció el sacrificio a Dios Padre y ofreció lo mismo que Melquisedec, pan y vino, es decir, su cuerpo y su sangre? [...] Para que en el Génesis, pues, pudiera celebrarse debidamente la bendición de Abraham por medio del sacerdote Melquisedec, precedió la imagen del sacrificio, esto es, la ofrenda de pan y vino. Realizando y cumpliendo eso, el Señor ofreció el pan y el cáliz preparado con vino, y el que es la plenitud realizó la verdad de la imagen prefigurada (Carta 63, a Cecilio).
Después de haber señalado estas cosas, veamos brevemente (ya que el texto no habla de la Eucaristía) algunos elementos de la unidad.

En la antigua teoría de las “fuentes del Pentateuco” (hoy bastante en crisis) no era fácil ubicar el viejo texto de Génesis 14 que no parecía responder a ninguna de las teologías que se atribuían al Yavista, Elohista o Sacerdotal. Hoy, cuando se revaloran particularmente distintas fuentes y las tradiciones orales, tribales, de los santuarios, no se ha avanzado mucho más. 

El contexto es bélico: dos alianzas de reyes (4 por un lado y 5 por el otro) con rehenes y muertos. El tema que interesa al relato es que uno de los rehenes es Lot, el sobrino de Abram (a quién en v.14 llama “hermano”). Con la gente “nacida en su casa” (unos 318) Abram va en búsqueda de los captores, recupera todo lo robado: “Recuperó todas las posesiones, también recuperó a Lot su hermano con sus posesiones, las mujeres y su gente” (v.16). El que toma la palabra es el rey de Sodoma agradecido con Abram (vv.17 y 21) y Abram se niega a recibir como premio la hacienda recuperada (vv.22-24). Pero súbita e inesperadamente interviene otro rey, el rey de Salem, Melquisedec, y su intervención es el texto del día.

Melquisedec es presentado como rey de Salem (que parece ser Jerusalén [Sal 76,3] o al menos una alusión posterior a ella). El título “Dios Altísimo” era uno de los nombres o atributos del dios cananeo “El”, hijo de Hadad, habitualmente llamado Baal, “señor”) que luego se trasladó – como otros atributos - a Yahvé (altísimo, eterno, fuerte; ver Gen 21,33; 17,1). El rol sacerdotal del rey no es extraño en los reyes orientales, y quizás, por los territorios mencionados, los pueblos vencidos, la referencia a Jerusalén, el autor esté aludiendo a David, que actuará de modo sacerdotal (2 Sam 6,17). Melquisedec “bendice”, es decir reconoce la intervención de Dios en el accionar de Abram, lo enaltece, (y por ser de parte de Dios provoca lo que dice, transmite su “poder”) y por eso Abram le da la décima parte del botín conquistado (que según las leyes de la guerra, pertenecen al vencedor, y esto vale también para el botín de esclavos. Esto es lo que al final Abram se niega a aceptar, como hemos dicho). El “pan y el vino” (ver Pr 9,1-6) es signo de un banquete (ver también Sal 104,15; Qoh 9,7; 10,19; Is 36,17; Lc 7,33-34). Agradecido, y con bendición de parte de Dios, el rey de Salem ofrece un banquete a Abram. Luego, finalizando el paréntesis, vuelve a tomar la palabra el rey de Sodoma. 


Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     11, 23-26

Resumen: Dentro de un texto más amplio, Pablo alude a la tradición de la cena del Señor. Con firmeza cuestiona el modo de celebrar de los corintios (no por “violaciones litúrgicas” sino por no hacer lo que Jesús quería expresar con esta cena). El sentido del texto, y más aún en su contexto permite entender cómo es la Cena que Jesús quería.


La primera carta de Pablo a los corintios es una – sino la más - de las más “movidas” de las cartas paulinas. En la mayoría de las restantes cartas se puede ver que Pablo enfrenta uno o muy pocos temas que le son consultados, que se han suscitado en las comunidades. En ellas, las informaciones llegan a Pablo por un enviado, una consulta, y las cartas suelen ser más o menos sencillas de seguir en su ilación. Pero la primera carta a los Corintios es muy dispersa, no hay un tema común, parece haber contradicciones en ocasiones, las consultas o planteos por momentos parecen provenir por vía oral y en otras por vía escrita, por momentos pareciera que lo que Pablo enfrenta son simples consultas mientras en otras parecen graves problemas con una ruptura en ciernes. Personalmente creemos que la respuesta a las consultas hechas por escrito precede cronológicamente a los problemas que Pablo enfrenta tras haberse enterado oralmente ya que parecen revestir mayor gravedad. En el cap. 11 (que es el que hoy propone la liturgia) se dice expresamente que Pablo “oye decir” (v.18) que hay divisiones en la comunidad. Y conociendo a los corintios, y viendo otros problemas que van surgiendo en la misma carta, no puede dudarlo (ya sabe que hay “partidos” de Pablo, de Apolo, de Cefas [1,10]…, ya sabe que unos no se preocupan de escandalizar a los débiles [8,7], ya sabe que algunos llevan a sus “hermanos” ante los tribunales [6,1]…). 

Esta unidad está marcada por el verbo “reunir(se)” (vv.17 y 34). En ella Pablo sigue un esquema que se parece a nuestro “ver”-“juzgar”-“actuar”, como veremos. En primer lugar, Pablo presenta la situación que – por lo que ha oído - se vive en la comunidad. Esta primera parte está formada por la repetición del término “no los alabo” (vv.17 y 22) y “ekklesía” (vv.18 y 22) de una forma que se puede graficar como A B B’ A’. El problema que presenta es que “no se esperan” unos a otros. Pero este “no esperarse” en el contexto de una cena significa que unos se embriagan (los que llegan primero, obviamente) mientras que otros pasan hambre (los últimos en llegar) (v.21). Con dureza Pablo les dice que ya no participen de la comida común, que se vayan a sus casas (vv.22.34). No se trata de que “coman en su casa como si nada pasara” porque está hablando de la “ekklesía”, la “reunión”, la “Cena del Señor”. Y precisamente, con toda dureza afirma: “eso no es la cena del Señor” (v.20).

Siendo esta la situación (“ver”), Pablo destacará qué es lo que “el Señor” hizo, qué es lo que es en verdad “la Cena del Señor” (vv.22 y 27 donde se repite 2 veces el término “Señor” en cada uno; “juzgar”). Volveremos en seguida sobre esta parte. Luego de haber narrado cómo fue la “Cena del Señor” con un “por lo tanto” (v.28) empiezan una serie de verbos en imperativo (“actuar”): “examínese”, “espérense”… En esta parte, como es de suponer propone soluciones a lo que ha “visto”, de allí el “espérense”. Es que no esperarse implicaría castigo (vv.30-32.34 que debe leerse a la luz de 10,5-10). Por eso la importancia de reconocer en el pobre (al cual no se esperaba) un “miembro del cuerpo”. Comer y beber sin discernir “el cuerpo” (v.29) supone no discernir que el hermano es miembro del mismo cuerpo eclesial ya que “un solo pan y un solo cuerpo somos porque comemos de un solo pan” (10,18). No reconocer al hermano en la cena compartida no es comer la Cena del Señor porque no se “discierne el cuerpo”, no se reconoce al pobre como hermano, como miembro del cuerpo eclesial. 

Todo esto es el contexto del relato que hoy la Iglesia nos propone como segunda lectura: “qué es” la Cena del Señor (aunque omite el v.27 que alude al “comer indignamente”, cosa que – como hemos señalado - refiere a comer sin reconocer o despreciando al hermano. En este caso, Pablo alude a algo “tradicional” expresado con la fórmula “transmití-recibí” (v.23; ver 15,3). Es una de las pocas veces que Pablo alude a “dichos de Jesús”  (es interesante que fuera de esta, las restantes tres veces que remite a dichos de Jesús, dos también se encuentran en 1 Corintios: 1 Tes 4,15; 1 Cor 7,10; 9,14), en este caso, sus dichos en la Cena. La primera parte de esta unidad tiene las palabras de Jesús sobre el pan y sobre la copa. Luego una breve explicación del sentido del pan y la copa (v.26) y la crítica a comerla indignamente (v.27). Veamos el esquema:

La noche en que fue entregado…

               Tomó pan…        dijo       (interpretación del signo)…  háganlo en recuerdo mío;
también (tomó) la copa… diciendo (interpretación del signo)… háganlo en recuerdo mío:

Por tanto… cada vez…

Sin duda la clave está en tres lugares: la interpretación del pan, la de la copa y la conclusión. Pero nada de esto puede entenderse sin el contexto: “la noche en que fue entregado”. El verbo entregar (paradidômi) es muy amplio (incluso es el verbo que se traduce por “transmití” en este mismo versículo). En Rom 4,25 se repite en alusión a la pasión de Jesús. Pero en 8,32 se afirma que el que entregó a Jesús fue el Padre; en 2 Cor 4,11 se dice que somos “entregados a la muerte por (día) Jesús” ("dia" es por causa de); en Gal 2,20 se dice que el que se entregó fue Jesús mismo “por mí”. “Entregar” en este caso no parece, por ejemplo, una acción de Judas (a quien Pablo no parece conocer; cf. Lc 22,4). “Entregar” puede ser “abandonar a su suerte”, “dejar hacer”, o también “poner en manos de otro/s”. En el caso de nuestro texto, el uso de la voz pasiva (“fue entregado”) permite sospechar que alude a Dios. Por cierto que si este es el caso, está haciendo referencia (como se ve en los textos de Romanos citados) al amor inmenso de Dios por nosotros (hyper hemôn). Por tanto, el contexto de la cena es un contexto de amor, de amor “por nosotros”.

La palabra sobre el pan afirma que es “mi cuerpo por ustedes” (hyper hymôn), sin verbo. Esto con el pan sobre el que dio gracias (eujaristêsas, = eucaristía), pan que es “partido”. El “partir el pan” es propio de los relatos eucarísticos y alude, en el contexto de la pasión al cuerpo fragmentado, “roto” de Jesús en la tortura y la cruz, y en el marco de la mesa, alude a la comida compartida. 

La palabra sobre la copa (no sobre el vino) destaca la “nueva alianza” que se sella con la sangre de Jesús. Era habitual que las alianzas se “marcaran” con sangre, ya que esta era símbolo de vida, y la vida entera se jugaba y comprometía en la alianza que se realizaba. Sin embargo, esta se cualifica como “nueva” en evidente alusión a Jer 31,31. [aquí radica una de las evidentes diferencias entre los relatos de Marcos y Mateo con el de Pablo y Lucas, los primeros hablan de “mi sangre de la alianza” que es referencia a Ex 24,8 mientras los segundos aluden a la alianza “nueva” de Jeremías. Se ha señalado con probabilidad que los primeros reflejan una tradición de Palestina mientras los segundos una tradición de Antioquía; igualmente Lucas y Pablo aluden a hacer esto en “recuerdo” (anamnêsis)”]. Lo cierto es que también esta interpretación sobre la copa alude a un grupo, con el que se establece la alianza (tanto en Éxodo como Jeremías se refiere al pueblo). 

La frase conclusiva vuelve al conjunto de los destinatarios señalando que hacer esto (comer el pan y beber la copa) tiene connotaciones. En este caso, la consecuencia es que participar de este pan y esta copa significa un “anuncio” [kataggellô]. Este verbo no es frecuente en la Biblia (solo 2 veces en el AT, ambos en 2 Mac. [8,36; 9,17]; 11x en Hch, 1 en Colosenses y las restantes 6x en Pablo: Rom 1,8; 1 Cor 2,1; 9,14; 11,26; Fil 1,17.18). El término se aplica – particularmente en Pablo - a la predicación del Evangelio, al anuncio de la Buena Noticia. El término “Señor” en Pablo refleja al “glorificado por Dios” (ver Fil 2,9-11), de allí que decir que la cena compartida es anuncio de la “muerte del Señor” no omite la referencia a la resurrección. La Iglesia existe para ese anuncio, para mostrar al mundo entero o – para circunscribirnos al texto de la carta - para mostrar a los habitantes de Corinto que Jesús está vivo en el amor mutuo que los discípulos de Jesús se manifiestan. Desentenderse del hermano pobre, despreocuparse de su hambre será un “rito”, una “formalidad”, pero no es la Cena del Señor, su don “por nosotros”; se parece casi a la idolatría (como el paralelo con 10,1-22 parece mostrarlo). No se trata de “milagro”, no se trata de “rito”, se trata de darle a la mesa compartida el mismo sentido que Jesús quiso darle y que sea esta expresión evidente para todos de la solidaridad, la justicia y el reconocimiento de los demás – especialmente los últimos - como verdaderos hermanos y hermanas. Eso sí es la Cena del Señor.


Evangelio según san Lucas     9, 11b-17

Resumen: Lucas modifica el relato de la multiplicación de los panes reforzando los paralelos eucarísticos. Los “discípulos” deben alimentar a la multitud “recostada” con el pan partido que Jesús les ofrece.


La escena conocida como “la multiplicación de los panes” se encuentra narrada varias veces, y la encontramos en los 4 Evangelios. Hay dos relatos en Mateo y Marcos y sólo uno en Lucas y Juan. Las diferencias, allí donde hay dos versiones, son escasas, de modo que es posible suponer un relato común en su fuente. No interesa aquí el hecho histórico, difícil de explicar con los elementos con los que contamos, sino la intención del evangelista – Lucas en este caso - al narrar el acontecimiento. Evidentemente, del hecho histórico al relato narrado por Lucas, hay todavía diferentes instancias: decimos, por ejemplo que hay “un relato común” (oral o escrito) al menos. Suponiendo, además, que Lucas sigue a Marcos por lo menos hemos de señalar que la versión de Lucas ha sufrido numerosas alteraciones. Todavía hemos de suponer más en las narraciones posteriores, como brevemente diremos en seguida. En el Evangelio de Juan (cap. 6), y en el escrito sub-apostólico conocido como la “Didajé” es evidente la relectura de los panes en clave eucarística: 
Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea congregada tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente” (Did 9). 

Pero esta relectura ya empezaba a prepararse en los textos sinópticos. Veamos en Lucas, concretamente, de modo especial en el v.16: 

Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente”. Si miramos las palabras eucarísticas sobre el pan reconoceremos: “Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo…  (Lc 22,19).
 Veamos gráficamente las semejanzas, sumando la escena de Emaús: 


Relato de la multiplicación 9,16
Relato de la eucaristía 22,19
Relato de Emaús 24,30
Tomó.. los panes [labon… artous]
Tomó el pan [labon arton]
Tomó el pan [labon ton arton]
Los bendijo [eulogêsen]
Dadas las gracias [eujaristêsas]
Pronunció la bendición [eulogêsen]
Los partió [kateklasen]
Lo partió [eklasen]
Lo partió [klasas]
Lo iba dando a los discípulos [edidou tois mathêtais]
De lo dio (a los discípulos) [edôken autois]
De lo iba dando [epedidou autois]

Los términos no fueron elegidos al azar, y la multiplicación de los panes tiene claras connotaciones eucarísticas ya en los Sinópticos (reforzada, o aumentada, como dijimos, en Juan y los escritos posteriores). Sin dudas, los autores parecen insinuar que Jesús sigue multiplicando los panes para nosotros en cada Eucaristía.
Como es habitual en esta parte, Lucas sigue narrativamente a Marcos haciendo pequeñas modificaciones que dan sentido teológico a su relato. En este caso los que hablan con Jesús no son “los discípulos” sino “los Doce”, y se omite la duda de los discípulos sobre lo que costaría alimentar la multitud. Incluso se contempla esa posibilidad. La multitud (ojlos, la “chusma”, la multitud) se sienta en grupos de 50 (se omiten los grupos de 100, que podrían aludir a las Centurias; así es un grupo que alude a los israelitas en el desierto, Ex 18,25). La referencia a los peces queda más opacada aún que en Marcos (lo cual refuerza la mirada eucarística), del mismo modo que el uso de “cuando declina el día” que se dice también en Emaús (9,12; 24,29).
Mirando la escena, Jesús se muestra como anfitrión (véanse Sal 23,5; 136,25; 145,15-16), como lo hizo Dios, Jesús alimenta al pueblo en el desierto (Ex 16; Dt 8,3.16; Sal 78,24-29; 105,40; Sab 16,20-26). La gente se debe recostar, lo que es propio de los banquetes. Pero mientras los “Doce” (vv.12-13) no pueden alimentar a la multitud (el Israel de los últimos tiempos), los “discípulos” (vv.14.16), (por tanto mujeres y varones) reciben de Jesús el alimento para saciar a todos.


el video comentando el Evangelio en
https://youtu.be/CeXtqz6y2q0
o también puede verse en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/06/video-con-comentario-al-evangelio-de-la_16.html


Clásico mosaico en el Tabgha con motivo de la multiplicación de los panes y los peces. https://www.flickr.com/photos/gabrielbermejo/8359196322