El
fundamentalismo y la pereza
Eduardo de la
Serna
Con el título «Exégesis
bíblica en la sociedad contemporánea: Conflictos, fundamentalismos y
resistencias» se ha desarrollado en Costa Rica, los días 23 a 27 de junio el
III Congreso Internacional de Estudios Bíblicos [el I en Buenos Aires, el II en
Bogotá]. Como suele ocurrir en este tipo de congresos, hay conferencias y mesas
temáticas con paneles. Ante la invitación a participar, hice llegar a los
encargados una propuesta de reflexión frente al fundamentalismo la cual fue
aprobada para participar en una mesa con otros tres panelistas sobre el tema.
Del mismo participé de modo virtual porque, obvias razones económicas, me
impidieron participar presencialmente del mismo.
Como suele ser
lo habitual, tuve que realizar mi comunicación en 15 minutos. Y, acá mi inconformidad.
Cuando presenté mi propuesta, tenía la sensación que el tema era bastante serio
y merecía un detenido análisis; las 6 páginas que yo presentaba me resultaban
pobres, limitadas, insuficientes. Y, tener que comunicar esto en 15 minutos,
reducía ese texto todavía a la mitad. Sé que ese es el modo en que los
congresos se realizan, por tanto, nada tengo que decir a la organización, pero
debo confesar mi cada vez mayor incomodidad con “la Academia”. Creo que impone
un corsé a congresos, artículos, conferencias que terminan más concentrados en
la forma que en el contenido, y, entonces, algo se evalúa si sigue las normas
X, si presenta o no un abstract, si las palabras clave (que las veo totalmente
absurdas e innecesarias) son adecuadas, en lugar de concentrarse en la seriedad
o no, lo desafiante o no, lo propositivo o no del texto. En lo personal, yo
colaboraba con cierta frecuencia en revistas académicas y me han desalentado
absolutamente (por no añadir, todavía, el excesivo protagonismo que se
atribuyen algunos árbitros desalentando todo diálogo, debate o análisis) … En
lo personal (que no es importante, porque lo que cuenta es el buen desarrollo
del congreso, por cierto) terminada mi presentación quedé con una insatisfacción
muy profunda, como que los participantes perdieron 15 minutos en los que no se
les aportó nada. Una pena. Especialmente porque creo que el tema – como dije –
sí es importante para pensar y desafiante para la acción.
Acá presento el
texto original, como fue enviado a los organizadores.
Palabras
clave: pereza, individualismo, nutrimiento de la palabra,
otro evangelio, responsabilidad pastoral.
Es sabido que
la pereza constituye uno de los llamados “siete vicios capitales”. Algunos
pensamos que es quizás el más grave de todos,[1]
especialmente porque en los restantes puede haber una variante positiva, como
cuando se habla de “sana envidia”, o de “justa ira”, por ejemplo. La pereza, en
cambio no toma la decisión de levantarse, de ponerse en camino, del esfuerzo
arduo.
Es sabido que
históricamente en nuestro Continente, la lectura de la Biblia estaba ligada no
solamente al esfuerzo, sino también, en no pocas ocasiones, al martirio. Esto era
habitual, ya en tiempos y lugares distintos, en los que tener una Biblia, y que
esta revelara ser muy usada, sería tenido por algo subversivo en tiempos
pasados.[2]
La
proliferación de grupos fundamentalistas en América Latina y el Caribe es harto
evidente. Ya es sabido – y no es acá el caso de profundizar la idea – la
relación entre muchos de estos grupos con el proyecto de dominación del Norte,
pero no es menos cierto que la lectura fundamentalista “ha sido recibida” en
muchísimas comunidades de distintas iglesias cristianas.
Siendo, como
se había dicho, que América Latina y el Caribe es “el continente de la Biblia”,[3]
no era fácil eliminarla del horizonte popular; mucho más sencillo, y a su vez conveniente
para quienes la veían como un peligro, era “domesticarla”. Domesticar la Biblia
significaba descartar de ella toda mordiente que afectara la realidad y que
comprometiera a comunidades en su transformación.
A esto, creo,
que se ha de añadir, el auge de los individualismos: el individualismo en las
espiritualidades: intimismos, espiritualismo desencarnado y sin “otros”, que se
refleja en cantos en primera persona del singular, o en modos de piedad, pero también
el individualismo en corrientes políticas, etc. En este caso, el texto bíblico
“me habla a mí”, a “mi situación concreta”, sin un “nosotros” …
Es en este
contexto que, creo, y deteniéndome especialmente en quienes tienen
responsabilidades pastorales (ministros, catequistas, celebradores), que es el
ámbito donde entra la pereza. La lectura literal, sin el esfuerzo del análisis,
de la crítica, del contexto, del estudio, es ciertamente más fácil, más cómodo.
Es más fácil dejarse enseñar por las mini series “Moisés”, o “The Chosen”,
que cuestionar, leer, investigar. Y, en esto, creo, radica la gravedad de la
irresponsabilidad pastoral.
Si los que
tienen responsabilidades en las comunidades recurren a fundamentalismos
evidentes, ¿por qué cuestionaríamos ese mismo modo de lectura en quienes de
ellas y ellos han aprendido?
Y no me
refiero, en este caso, a los fundamentalismos bíblicos en los que incurren
evidentemente funcionarios políticos (como sería el caso de Jair Bolsonaro o
Javier Milei, por caso) gravísimos, por cierto, sino directamente a las
responsabilidades “pastorales”, eclesiales.
En otra
ocasión hemos propuesto que hay diferentes lecturas de la Biblia que se deben
retroalimentar mutuamente: una pastoral, una popular y una académica.[4]
Una lectura de mero escritorio, sin contacto con el Sitz im Leben und im
Tode del pueblo que vive, celebra y padece, puede terminar en dar
respuestas insustanciales a preguntas bizantinas; una lectura popular sin la
anterior puede aproximarse, por ejemplo, al fundamentalismo,.
Mirando u
oyendo reflexiones o documentos pastorales (por cuestión de pertenencia me
referiré particularmente a lo que ocurre dentro de la Iglesia católica romana,
pero, por lo que sé, no es exclusivo de ella) es habitual que se publiquen
textos escritos en los que los autores dicen lo que ellos creen que deben decir,
a lo que, después, se le añaden algunos textos bíblicos a modo casi decorativo;
en ocasiones se citan textos de los que estudios académicos dicen cosas muy
diferentes; e, incluso, en otras oportunidades, ni siquiera se cita la Biblia.
Es verdad que
los documentos “oficiales” de la Iglesia católica romana dicen que la Biblia ha
de ser “el alma de la teología”[5],
y, por tanto, también debiera serlo de la pastoral, pero no es menos cierto que
eso en la práctica casi no ocurre.
Es evidente,
por cierto, que una homilía o una pastoral no han de ser una “clase de Biblia”,
pero no es menos verdadero que la Biblia, lo que ésta dice a su pueblo, ha de
nutrir la palabra o el texto y ha de ser su punto de partida.
Biblia
La
referencia a los pastores en Ezequiel 34 alude claramente a los reyes de Judá:
no se han ocupado de su pueblo, se han “apacentado a sí mismos” y el pueblo
está disperso (clara alusión a las consecuencias de la destrucción de Jerusalén
de 587 a.C.).[6] La
referencia a David (v.23) confirma que, por pastores, se alude a la monarquía a
la cual se responsabiliza, por su mal ejercicio, de la “dispersión” de las
ovejas de Israel, especialmente las débiles. Por tanto, Dios mismo se ocupará
de alimentarlas y llevarlas a los montes de Israel (v.14), el alimento será la
justicia (v.16).
Es muy
probable que el texto de Ezequiel haya inspirado el discurso de Jesús en Juan
10, sobre el buen pastor.[7]
Sin embargo, es
interesante destacar las diferencias. Mientras el texto de Ezequiel pone su
acento en los malos pastores (a los que el profeta contrastará con Dios, el
pastor quien, luego, llamará a David), en Juan no se hace referencia a los
malos pastores sino a Jesús como pastor bueno (lit. bello).[8]
Sin embargo, sí hay contraste entre los que entran o no por la puerta (v.1),
los que son o no seguidos por las ovejas (vv.4-5). Los primeros son calificados
de ladrones y salteadores (vv.1.8.10) o también de extraños (v.5), que, sin entrar por la
puerta, escalan al redil, y lo hacen para “matar, sacrificar y destruir” (v.10);
los segundos no son conocidos por las ovejas, y – por lo tanto – ellas no los
siguen; el mutuo conocimiento entre pastor y oveja está ausente: él no conoce
sus nombres, ellas no conocen su voz (vv.3-4). Sin embargo, el contraste
principal está dado por el cuidado de la vida: los ladrones buscan “robar, sacrificar
y destruir” mientras el pastor Jesús se pone delante del peligro arriesgando su
vida (psyjê, vv.11.15.17) en favor de las ovejas para que tengan vida
(zôê, v.10) pero una vida “eterna” (v.28),
es decir divina, lo cual constituye “un mini Evangelio”.[9]
De allí que aquí el contraste esté dado entre el pastor, a quien pertenecen las
ovejas, con el asalariado, que no arriesgará su vida ante el peligro. La vida,
y vida plena del rebaño, es la clave del relato, vida que trae Jesús, (a quien
conocemos, nos conoce y reconocemos su voz).
En la Segunda Carta a los Corintios,[10]
Pablo debe defenderse de quienes le han cuestionado su apostolado. Ya en 1 Cor
9,1 vemos que hay quienes niegan que él sea en verdad “apóstol”, algo que, para
Pablo, constituye un motivo de jactancia por la gracia de Dios (1 Cor 15,10). Sabemos
que hay quienes han ofendido a Pablo o a alguien del equipo apostólico, y esto
motiva su defensa. Pero esta crítica supone, a su vez, el reconocimiento, por
parte de los corintios, de otros ministros, de los que Pablo afirma
críticamente: que él no se recomienda a sí mismo (3,1; 5,12), como sí lo hacen
sus adversarios, (10,12), ya que es recomendado por Dios (4,2;
10,18) y lo hace como ministro de Dios (6,4) y deberían haber sido los mismos
corintios quienes lo hicieran (12,11). Precisamente porque actúa delante de
Dios es que no “falsifica la palabra de Dios” sino que manifiesta la verdad
(4,2). Pablo y su equipo
no “negocian” con ella, sino que actúan con sinceridad, con
pureza de razones (2,17). Por un lado, se ha de tener en cuenta que Pablo tiene
una relación tensa con (o con algunos de) los corintios, particularmente en el
terreno económico. Es probable, por un lado, que muchos le cuestionen que sea
realmente apóstol puesto que Jesús dijo que los suyos debían ser mantenidos por
la comunidad, y, en este caso, Pablo no acepta dinero de ellos (particularmente
de los corintios) sino que trabaja con sus propias manos para autoabastecerse.
Así resuena muy irónica la frase de 2 Cor 12,13: “¿En qué fueron menos que otras
Iglesias salvo en que yo no me convertí en una carga para ustedes? Perdónenme
esa ofensa”. Por otra parte, Pablo intenta, en toda la carta, mostrar una
identificación simbólica entre el apostolado, que él reivindica para sí y su
equipo, y el crucificado: el apostolado está marcado por el sello de la cruz. [11]
Los falsos apóstoles (11,13), a los que – nuevamente con ironía – califica de
“apóstoles excelsos” (11,5; 12,11), predican “otro espíritu”, “otro evangelio”;
Pablo predica sin cobrar y “nadie me privará de ese honor” (11,10), es la
gracia la que actúa en la debilidad (palabra clave en ambas cartas a los
corintios):[12]
Pero él me dijo: «Mi gracia te basta,
que mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad». Por tanto, con sumo gusto
seguiré jactándome sobre todo en mis debilidades, para que habite en mí la
fuerza de Cristo.
Por eso me complazco en mis debilidades,
en los insultos, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias
sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. (12,9-10)
La debilidad es expresión de Jesús crucificado (13,4) y
manifiesta la fidelidad de Pablo al apostolado. Los falsos (o excelsos)
apóstoles no predican con verdad la palabra de Dios, negocian con ella, se
jactan de sus propias fuerzas (es decir, no en la de Dios).
Una de las características que tiene, en Pablo, el verbo
“jactarse” (kaujaomai) es que la clave no está en sí mismo sino en el
objeto de la jactancia. Jactarse por la obra de Dios de la que el apóstol es un
mero instrumento, es dar cabida a Dios y su gracia en el seno de la comunidad,
en cambio, jactarse en las propias fuerzas, es mirarse a sí mismos antes que a aquellos
con los que se tiene una responsabilidad pastoral.[13]
El primer modo se asemeja a “gloriarse” (doxazô, de hecho, muchas
traducciones ponen “gloriarse” donde Pablo dice kaujaomai, lo cual puede
prestarse a confusiones) lo que es siempre positivo por cuanto edifica a la
comunidad. En cambio, el segundo modo, se asemeja a fysióô, que es
hincharse, pavonearse, es decir, mirarse a sí mismos: “La ciencia [gnôsis],
hincha [fysióô], el amor [agápê], edifica [oikodoméô]” (1
Cor 8,1). Es interesante que “pavonearse” es algo característico de los
corintios [el verbo aparece solamente 7 veces en el NT, 6 de
ellas en 1 Cor]. La edificación de la comunidad es lo que cuenta, para Pablo.
Ese es el sentido de su apostolado, mientras otros se miran a sí mismos,
negocian, se aprovechan…
Pereza
Mirando estos textos, que se podrían multiplicar, es oportuno
preguntarnos por la responsabilidad o la pereza pastoral en la responsabilidad
con el pueblo de Dios. ¿Cuál es el nutrimento que, como pastores, se está dando
al pueblo? Porque, es evidente, que un pueblo subalimentado será un pueblo
débil o frágil frente a la dificultad. La fortaleza, necesaria para enfrentar
la tormenta, las raíces, o los cimientos sobre los que se edifica la comunidad,
que están en el origen del término hebreo amén, requieren una
predicación sólida y firme a su vez.
Ya desde el comienzo de sus escritos Pablo celebra que los
tesalonicenses recibieron su predicación como lo que verdaderamente es:
“palabra de Dios” (1 Tes 2,13).
“Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien
no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que
se les predique?” (Rm 10,14)
La fe / creer, palabra central en Pablo (142 veces), nace de
la predicación (cf. 1 Cor 15,11), pero – como es sabido – una casa edificada
sobre arena no resiste la tempestad, mientras que edificada sobre roca (YHWH
es mi roca) puede resistir.
Como hemos visto, tanto en 2 Corintios, como también en
Gálatas, Pablo confronta con quienes han predicado “otro Evangelio” (2
Cor 11,4; Gal 1,6-7). La predicación paulina, dirigida a los paganos, les
insiste que son verdaderamente miembros del pueblo de Dios a partir del
bautismo; ya no es necesaria la circuncisión que los convertiría en prosélitos.
Sumergidos “en Cristo” los bautizados se unen y reciben plenamente los dones de
Dios. Esta predicación le trae a Pablo numerosas dificultades por parte de los
que él llama “el Israel según la carne” (1 Cor 10,18), “los de mi raza según la
carne” (Rom 9,3); sin circuncisión – afirman – no hay verdadera incorporación
en la comunidad. Para Pablo es la recepción del espíritu lo que nos integra en
el “Israel de Dios” (Gal 6,16), con
una “circuncisión en espíritu” (Rom 2,29). Por eso,
ese “otro evangelio” es, a su vez, “otro espíritu” (2 Cor 11,4). Por eso, con
mucha frecuencia Pablo es perseguido por sus “hermanos”, precisamente por su
predicación (Gal 5,11).
La novedad de su anuncio tiene su raíz en el espíritu (Rom 7,6), es una “nueva
alianza” con espíritu (2 Cor 3,6). Con su raíz farisea sería de esperar que
Pablo se hubiera limitado a invitar a los paganos a incorporarse a Israel por
el bautismo de los prosélitos y la posterior – e indispensable – circuncisión;
pero la novedad que él descubre lo lleva a anunciar que el espíritu de Dios se
recibe en el bautismo (1 Cor 12,13). Pero esta novedad le
provoca, como decimos, dificultades y persecuciones. No solamente la ruptura
con Pedro o con Bernabé sino, también, la presencia frecuente de misioneros que
predican lo contrario en las comunidades paulinas, anuncian “otro evangelio”.
Sin embargo, Pablo, por el bien de aquellos a los que se dirige les dice que a los judaizantes “ni por un instante
cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para ustedes la verdad del
Evangelio” (Gal 2,5). El bien de la comunidad es aquello que Pablo no cede, a
pesar que eso significa cárceles, azotes, torturas… (es decir, semejanza con la
cruz). Ciertamente no es la comodidad, lo fácil, lo que Pablo elige y vive.
La responsabilidad con las comunidades exige predicar el
Evangelio del reino. Es verdad que el individualismo que señalábamos, sumado a
la comercialización con la palabra de Dios (no son pocas las motivaciones
económicas en pastores y pastoras en la concreción de un anuncio de un
evangelio light) conducen a la superficial y cómoda “teología de la
prosperidad”.[14]
La responsabilidad de los pastores y pastoras en la
predicación en las comunidades, no puede estar movida por la pereza. Es su
compromiso alimentarse seriamente de la palabra de Dios, y, nutridos por ella,
compartirla a su vez con el pueblo que les ha sido confiado. La realidad de
nuestra América Latina es grave, la situación de injusticia, violencia,
opresión es creciente. Y la palabra de Dios no puede ser una excusa para
predicar la resignación.[15]
La palabra bien nutrida y nutriente permitirá al pueblo la resistencia, y,
quizás también, elementos para que la sociedad cambie y se asemeje un poco más
(o mucho más) a algo más parecido a lo que Dios, quiere, eso que Jesús llamó
“Reino de Dios”.
[1]
Eduardo de la Serna, Los vicios capitales, Buenos Aires, ed. Paulinas 1997,
101.
[2] Cf. María López Vigil, Piezas
para un retrato, El Salvador: UCA ed., 2014, 281.
[3] Cf. Rafael Aguirre, La
utilización política de la Biblia, Estella (Navarra), Verbo Divino 2024, 161.
[4] E. de la Serna, “La Biblia y la
Teología de la Liberación. Un
desafío”, Alternativas 44 (2012/2) 37-52.
[5] Concilio Vaticano II, Dei Verbum 24. Incluso, cuando Juan Pablo
propone un examen de conciencia en la Iglesia al aproximarse el tercer Milenio,
la primera pregunta que se formula es “¿En qué medida la Palabra de Dios
ha llegado a ser plenamente el alma de la teología y la inspiradora de toda la
existencia cristiana, como pedía la Dei Verbum?”, Tertio Millennio
Adveniente 36.
[6] Paul M. Joyce, “Ezekiel”, en John
J. Collins et al, The Jerome Biblical Commentary for the Twenty-First Century.
Third Fully Revised Edition, London – New York: t&t Clark 2022, 996.
[7] Cf. Xavier Léon-Dufour, Lecture de
l’Évangile selon Jean, tome II, Paris: Ed, du Seuil 1990, 380-381.
[8] Jean Zumstein, El Evangelio según
Juan (1-12) [BEB 152], Salamanca: ed. Sígueme 2016, 439.
[9] Mary L. Coloe, John 1-10 (Wisdom
Commentary), Collegeville, Minnesota: Liturgical Press 2021, 255.
[10] Cf. E. de la Serna, “Segunda
carta a los Corintios”, en A. Levoratti (dir.) en Comentario Bíblico
Latinoamericano, Estella (Navarra): Verbo Divino 2003, 859-894.
[11]
Sobre el tema ha escrito Santiago Guijarro en Servidores de Dios y esclavos
vuestros. La primera reflexión cristiana sobre el ministerio [BEB minor 17],
Salamanca, 2011, aunque no resalta que se trata propiamente del ministerio del
apostolado ni la identificación de este con el Crucificado.
[12] Cf. E. de la Serna, “El ‘Cuerpo
de Cristo’ en San Pablo”, Proyección 272 (enero-marzo 2019) 71.
[13]
Cf. E. de la Serna, Primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de
Corinto. Comentario [Estudios Bíblicos 72], Estella (Navarra), Verbo Divino 2019,
49.57.100
[14]
R. Aguirre, La utilización política de la Biblia 181-185, “El fundamento
bíblico de la teología de la prosperidad es extremadamente endeble”, 185.
[15] “No puedo predicar la
resignación” decía el beato mártir Enrique Angelelli, Crisis 13 (1974) 54-57
(lo mismo afirmaba Eva Perón, Mi Mensaje, https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/eva-peron-mi-mensaje
cap. 21).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.