sábado, 30 de junio de 2018

Fin del mundial. Fin de una tapadera


Fin del mundial. Fin de una tapadera


Eduardo de la Serna



Como a alguien que le gusta mucho el fútbol, por cierto, me interesó el mundial. Pero quiero señalar algunos aspectos sobre esto…

Los que me conocen saben que lo que digo es cierto:

Soy de Boca Juniors, y he detestado a Menotti, y quería que Boca pierda para que se fuera de una vez (y la dirigencia “lo metió” dos veces como técnico y las dos se fue fracasando estruendosamente).

Me indigna el exitismo del periodismo y de buena parte de la población que contra Islandia éramos muy malos, contra Croacia los peores del mundo, contra Nigeria ya estábamos en la final y éramos firmes candidatos y contra Francia nunca, en todo el campeonato, encontramos el equipo.

Obviamente al hablar de una selección las cosas cambian, pero nunca lo quise a Messi. Puede jugar muy bien en el Barça, pero para Argentina creo que nunca aportó nada. Cuando aparece el equipo, él desaparece. Y si no ponen a los que él quiere, no juega (como se notó en Argentina-Croacia), tanto que el técnico debió – en el partido siguiente - “pedirle permiso” para poner un jugador en la mitad del partido. Pero lo que me molesta (más allá de mis gustos o disgustos deportivos) es que toda la prensa (y siempre he sostenido que hablar de “periodismo deportivo” es un oxímoron) sólo habla de él. Todas las tapas de los periódicos, la foto de la derrota son fotos de Messi, hasta un periódico afirma que “Francia deja a Messi (sic) sin mundial”. ¡Creía que se trataba de un deporte de equipo! Y creo que un jugador es un gran jugador cuando hace jugar al equipo… Y no entro en la mención de Messi en los Panamá Papers, y las semejanzas con el presidente que responsabiliza a su papá y demás cosas de esas “cositas”.

Lo que quiero pensar es que un triunfo argentino hubiera sido aprovechado por el gobierno. Ya hemos visto las cosas que se “colaron” en medio de los partidos: desde la “letra chica” del acuerdo con el FMI, el índice de desocupación, o los trabajadores echados de TELAM. Todo eso hubiera ocurrido de todos modos, pero todo eso fue tapado o disimulado en medio del mundial. Y – en lo personal – no quiero que nada sea tapado y todo esté a la vista. ¡Que la perversión macrista sea evidente!

Soy de los varios que creen que, si Brasil ganaba el mundial en su casa, todavía Dilma sería presidenta. Tanto importa el fútbol en nuestros países. Como creo que el mentiroso mundial 78 (Menotti mediante) sirvió a la Dictadura para “tirar” un año más (luego la casi “guerra con Chile”, luego Malvinas… le permitieron llegar hasta el 83; "poderoso caballero" es el nacionalismo). Por todo eso debo confesar que, peleando conmigo mismo y con mis sentimientos deseaba que Argentina perdiera (más allá de Sampaoli, discípulo de Bielsa, lo cual es para mi también algo lamentable). No pretendo que nadie comparta mis opiniones, ni mis gustos o disgustos deportivos; al fin y al cabo, son opiniones y opciones. Pero sí celebro que el gobierno tenga una excusa menos para disimular tanta perversión. Al menos eso.


Imagen tomada de https://www.fayerwayer.com/2018/05/siete-aplicaciones-mundial-de-rusia-2018/

martes, 26 de junio de 2018

Comentario domingo 13B

La fe de los que sufren 

puede arrancarle milagros a Jesús

DOMINGO DECIMOTERCERO - "B"

Eduardo de la Serna




Lectura del libro de la Sabiduría     1, 13-15; 2, 23-24


Resumen: un contraste entre justicia e injusticia refleja las consecuencias en la muerte y la inmortalidad que experimentan los que escogen uno u otro camino de vida.

El tema central del Evangelio (de una parte, la resurrección de la hija de Jairo) hace que el tema de la vida y la muerte se destaquen en la primera lectura. Sin embargo, la selección de textos cortados hace difícil comentar el sentido del texto [en lo personal no nos parece sensato los cortes de textos salvo cuando son justificados literariamente]).

De hecho el término “justicia” (v.15) retoma el v.1. Con lo que conforma una unidad. La idea enmarca toda la obra y es término central: es dar a cada uno lo que le corresponde, pero comenzando por darle a Dios una vida de fidelidad (“justicia”). 

El primer texto (1,13-15) está centrado en destacar que Dios no es responsable de la muerte ni del mal. Dios ama la vida (11,23-12,1), creó los seres humanos para la inmortalidad (3,4; cf. 5,15; 6,17-20; 8,17), teniendo en cuenta Gen 2-3 (fue precisamente la “injusticia” humana la responsable de lo contrario). Dios se compromete con ello, pero el ser humano debe vivir la “justicia”. No se trata de “inmortalidad humana” (o “del alma”) sino de un don de Dios – que sí es inmortal – a los justos.

Los “injustos” no comprenden los designios de Dios, y no entienden – por lo tanto – que Dios los ha pensado para la inmortalidad. Esto es así por ser “imagen de Dios”, pero “el diablo” – el enemigo de Dios y su causa por antonomasia – introdujo la injusticia y sus consecuencias. No es evidente si el autor está pensando en personajes bíblicos como Adán o Caín, pero es probable. Entrometiéndose en la historia humana, el diablo logró arruinar por un tiempo el proyecto de Dios para la humanidad. Pero lo interesante es que una “puerta” queda abierta ya que el texto afirma que la muerte la experimentan los que son “porción” del diablo. La “envidia” es exactamente lo opuesto a la sabiduría (6,23). Es interesante que en Sabiduría la “porción” (méris) es siempre del mal (1,16; 2,9.24), “porción de la muerte”, “porción” del descontrol. El libro invita a la justicia, que es inmortal, a sus destinatarios. Así no “experimentarán” la muerte (sin que destaque expresamente a qué se refiere).


Lectura de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     8, 7. 9. 13-15

Resumen: Pablo presenta paradojalmente la riqueza y la pobreza desde una mirada cristológica para aplicarla a la vida de la comunidad donde compartir entre todos lleva a la igualdad.

Comenzando por el vocativo hermanos que solo utiliza aquí y al empezar y terminar la carta (1,8; 13,11) Pablo va a hablar de la colecta entendida como servicio de los santos (8,4; 9,1); las distintas iglesias (8,1.24) locales deben manifestar su solidaridad. 

Pablo prepara el camino a nuevas paradojas, y presenta a los corintios como ricos, abundan (2 veces en el versículo) en palabra (logos) y ciencia (gnôsis). La combinación de ambas palabras volvemos a encontrarla en los escritos paulinos exclusivamente en las cartas a los Corintios (1 Cor 1,5; 12,8; 2 Cor 8,7; 11,6). Se refiere a riquezas exteriores, en las que los destinatarios parecen enorgullecerse. Pablo, que centrará el tema económico en claves de fraternidad, les indica que más profundo es descubrir en los pobres de Jerusalén (los santos) verdaderos hermanos. Del mismo modo que también pretende que los judaizantes reconozcan como hermanos a los cristianos venidos de la gentilidad. Sobre el esmero ya se ha detenido en detalle (7,11-12), y vimos que éste actúa en el amor. También abundan en fe, como lo ha señalado en 1,24. Esto, que es característico de la comunidad, debe acompañarse con esta generosidad (haplotês, cf. 9,11.13), y para que sea verdadera generosidad no puede ser una orden; Pablo sólo da su opinión (gnômê, cf. 1 Cor 1,10; 7,24.40; Flm 14). Pero para (hina) que sea verdadera generosidad debe ser gratuita (járis aparece 7 veces en este capítulo de 18 en toda la carta), movida por el interés por los demás, esto es, otro esmero. Sólo así será visible el amor; no hay amor sin un auténtico esmero por los demás (no es unánime la tradición manuscrita si se refiere a “nuestro amor por ustedes” o “el amor de ustedes por nosotros”; la primera está bien atestiguada [P46 y B] y es lectio difficilior por lo que parece preferible). El uso de gracia para hablar de la colecta es muy importante. La gracia es el don gratuito de Dios, don salvífico y liberador en favor de los hombres. Enviando a su Hijo, Dios se da gratuitamente a la humanidad; y la comunidad de liberados debe también ella actuar gratuitamente en favor de sus hermanos, en búsqueda constante de vida y salvación para ellos. Frente a la pobreza de los hermanos, la actitud solidaria (koinônía) es participación de la obra de Cristo (de allí la relectura cristológica que hará enseguida).

En v.9 Pablo da un sentido teológico, cristológico, a lo que viene diciendo: por (hyper) ustedesgratuitamente (járin) siendo rico se hizo pobre para (hina) que su pobreza nos enriquezca.  Nos encontramos con otra de las paradojas paulinas (cf. 5,21), aquí remarca el enriquecimiento con la pobreza. Las preposiciones hyper y hina remiten a la obra salvífica. La muerte de Cristo, su máxima pobreza, tuvo un sentido (para) mirando nuestro bien (por). El extremo de generosidad de Jesús debe ser el paradigma de toda actitud gratuita, generosa y solidaria donde se juegue de una u otra manera la suerte y vida de los hermanos. La idea de que era ricose hizo pobre hace referencia a la encarnación y nos recuerda Flp 2,6-11 donde Cristo Jesús era “con forma de Dios” (morfê theou) y devino “con forma de esclavo” (morfê doulou). Aquí las categorías son más ontológicas y sociales (¿incluye una crítica a la esclavitud?), en cambio en 2 Cor son más socio-económicas como es común en la situación que se detecta frecuentemente en la comunidad. De todos modos la riqueza refiere a la divinidad, y la pobreza a la muerte en cruz; es en esa pobreza donde nos enriquece haciéndonos participar (koinônia) de su suerte (hijos, reconciliados).

Pero Pablo refuerza que incluso esta actitud económica no es exclusivamente económica. No es tanto cuestión del cuánto sino del cómo. Es la disposición lo que importa (no tanto el hacer cuanto el querer); y Pablo los invita a completar ese querer que han manifestado completando el hacer para que haya un tener. La actitud fundamental es la búsqueda de la igualdad, palabra que sólo aparece aquí y en Col 4,1 en todo el NT siempre en sentido socio-económico; aunque igual, que aparece 8 veces en el NT, lo encontramos sólo una vez en Pablo para señalar que Cristo es “igual a Dios”, Flp 2,6). Esta igualdad, o equilibrio, viene dado porque cada uno comparte en un “pozo común” los bienes que tiene, pocos o muchos, “espirituales” o “materiales”. En este sentido es semejante a lo que también dice en Rom 15,27, aunque tenga allí menos densidad teológica. La abundancia y la pobreza de unos y otros aquí tienen sentido económico, aunque el fundamento cristológico eleve el discurso a otro nivel. Por el bien de los demás, de las Iglesias, el que tiene debe poner en común lo que posee a fin de que no haya necesidad. La abundancia de ellos se refiere a los bienes espirituales: los judíos, en las Iglesias, han compartido, por iniciativa de Dios, los bienes que les pertenecían exclusivamente: la filiación, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, los patriarcas, y por ellos el mesías (Rom 9,4-5) No parece, en cambio, que esté pensando en que ellos compartirán los bienes cuando -futuro- tengan abundancia; o que refiera a los bienes escatológicos que Israel compartirá con las naciones. Los dones de Dios, que descienden como el maná, pretenden saciar las necesidades de los suyos (así la referencia a Ex 16,18 ayuda a entender todos los bienes -tanto materiales como espirituales- como don gratuito y generoso de Dios). El mismo interés por los otros debe mover a los corintios frente a las necesidades de la comunidad de Jerusalén. Esta comunión fraternal de bienes, y este acento en la fraternidad, permite entender por qué Pablo se preocupa de los pobres de Jerusalén y no de otras comunidades pobres, que las hay, como 8,2 lo demuestra.


Evangelio según san Marcos     5, 21-43

Resumen: Dos relatos intercalados muestran a Jesús obrando milagros motivados por la fe del beneficiario. Esta fe será la que conduce a la salvación.


El texto es expresión evidente del característico estilo de Marcos de utilizar un “sándwich” literario en el cual un texto arrastra a otro (por la temática semejante) y se introduce en el medio.

Queda así el texto de la mujer con hemorragias (5,25-34) introducido en medio del texto de la revivificación de la hija de Jairo (5,21-24.35-43). La “multitud” (ojlós) es clave en el texto de la mujer (vv.21.24.27.30.31), Jesús la dejará aparte (“no permitió que nadie lo acompañe”, v.37) al entrar en casa de Jairo. 

En un gesto de súplica humilde (2 Sam 22,39; 2 Re 4,37; Sal 18,39; cf. Lc 17,16; Jn 11,32; Hch 10,25; Ap 1,17; 22,8. En Ap 19,10 el gesto se asemeja a adoración) Jairo “cae a los pies” de Jesús. La escena tiene una cierta semejanza con 7,27 donde una mujer “griega” se “postra” (prospíptô) a los pies de Jesús (la mujer con hemorragias se “postrará” también a “sus pies”, como lo hacen los espíritus inmundos (3,11; 5,33) a causa de su “pequeña hija” (tygatríon). En este caso, la pequeña está “en el final” y la imposición de manos de Jesús podría salvarla. En 6,5 se señala que Jesús curó a algunos “imponiéndoles las manos”, le piden que lo haga – también – sobre otros enfermos (7,32; 8,23.25; 16,18). El objetivo del padre es que se “salve” (sôthê) y “viva” (zêsê). “Salvar”, que se repite en la unidad en vv.28.34 es sinónimo de curación (6,56) pero también es una “salvación” que va más allá de lo circunstancial (8,35; 10,26; 13,13.20). En cambio el verbo vivir (zaô) no es frecuente en Marcos: sólo aquí y en 12,27; en este caso la referencia es a la resurrección.

El v.24 presenta el camino hacia la casa de Jairo, pero la referencia a la multitud – como vimos – introduce la escena de la mujer con hemorragias.

De la mujer se señala que tenía “flujo”, hemorragia, derrame (rhúsei) de “sangre”. El término hemorragia lo encontramos 22 veces en la Biblia de las que x16 se encuentran en Levítico (tres veces es simbólico, y otras tres en este texto). Es decir, el texto alude expresamente a la impureza ritual de la mujer. La impureza impide a la mujer todo contacto humano (haría impuro a cualquier persona que tocara) e incluso contacto con Dios. Ya Tob 2,10 alude a la inutilidad de los médicos (2 Cr 16,12 incluso dice negativamente que el rey Asá no fue “a Dios” sino “a los médicos).

La multitud que rodea a Jesús le sirve a la mujer para acercarse por detrás para tocar su manto. Un monólogo interior nos sirve para conocer su intención: “me salvaré” (sôthêsomai). Esto ocurre “inmediatamente”, se “seca la fuente (pêgê) de sangre” y “conoció su cuerpo” que fue sanada de su mal (la voz pasiva, “fue sanada” remite a Dios como sanador). Ahora, también “inmediatamente” Jesús sabe que una fuerza (dynamis) salió de él y se dirige a la “multitud”. La respuesta de los discípulos es irónica: ellos no comprenden la pregunta de Jesús. El característico “temor y temblor” se apodera de la mujer (cf. Ex 15,16; Jdt 2,28; 15,2; Sal 2,11; 55,6; Is 19,16…) y se “postra” (prosépesen) ante Jesús y le dice “toda la verdad”. Esto la pone ante Jesús para dar un paso más en su fe, ya no es sólo la curación que la mujer logra, sino el encuentro personal con Jesús. Lo que ha conseguido la salvación que la mujer buscaba fue su fe, que Jesús le reconoce. La fe de la mujer contrasta con la falta de fe de los discípulos en la escena de la tempestad en el lago, ella logra su objetivo por la fuerza de su fe. 

Se debe notar que la mujer es la que consigue, la que “roba” la curación; la curación no vino dada por que “tocó” sino porque lo hizo con la intención de ser “salvada” y la confianza que le provoca aquel de quien ha oído hablar. Esta no fue un acto o una decisión de Jesús sino que ella misma lo logra clandestinamente. Lo que Jesús hace es reconocerlo y hacer pública referencia a la fe que la mujer ha manifestado. Es de notar, también, que la frase “tu fe te ha salvado” es un dicho frecuente en los evangelios, siempre en labios de Jesús, pero siempre dirigido a personas marginales: esta mujer con hemorragias, un mendigo ciego, una prostituta, un leproso samaritano…

Finalizada la escena, el relato retoma el camino a casa de Jairo. Unos llegan con la noticia de la muerte de la hija, ya no hay nada que hacer. Se esperaba  una curación, pero una revivificación parece no estar en el horizonte de los mensajeros. Pero Jesús se dirige a Jairo reclamándole “fe” (“no temas, sólo cree”). 

Sólo Pedro, Santiago y Juan – quienes son testigos privilegiados de momentos importantes de la vida de Jesús (1,29; 9,2; 13,3; 14,33), pero también serán quienes manifiesten incomprensión explícita del mismo (8,32; 10,35-37) – lo acompañarán al interior de la casa (sin dudas, la estrecha cercanía de estos con Jesús vuelve más incomprensible el rechazo de estos a la cruz que manifiestan).

Como es frecuente, el pueblo entero se asocia al dolor de la familia: ya están las lloronas, los que dan gritos de dolor, aunque el “alboroto” parece resaltar que el hecho es reciente. Para Jesús la muerte es sólo una circunstancia pasajera, como un sueño, y lo manifiesta. Con un pequeño grupo (los suyos y los padres de la niña) Jesús entra donde la pequeña. La frase “tomó de la mano” y el verbo “levantar” (egeirô, también “resucitar”) lo hemos encontrado en 1,31 y 9,27. Es una actitud de Jesús de “levantar” a la humanidad caída-casi muerta (o, en este caso, muerta). En este caso Jesús lo hace pronunciando una palabra en arameo, su lengua natal: talithá koum (koumi): “pequeña, levántate”. De nuevo “inmediatamente” se levantó y caminó. La reacción (de los testigos) es de gran éxtasis y estupor. 

Como es frecuente en Marcos, Jesús insiste en que la noticia no se divulgue (se lo ha llamado “secreto mesiánico”). El pedido de que le den de comer narrativamente está dirigido a que los lectores constaten que la niña realmente vive (cf. Lc 24,37-43). El sentido del pedido de guardar silencio, en Marcos, radica en la centralidad que da a la cruz. Es en ese momento que el centurión reconocerá a Jesús como “hijo de Dios” (15,39). Toda otra confesión anticipada (o lo que pueda conducir a esto, como la divulgación de los milagros) se prestará a malos entendidos, a reconocer un mesianismo espectacular. Es en la cruz que Jesús es reconocido, cosa que la comunidad de Marcos aprenderá en su propia situación de pueblo crucificado.

Queda por notar qué provocó la “atracción” entre ambos relatos en el sandwich de Marcos. La clave en ambos textos sin dudas radica en la fe (vv.34.36) y que en ambos casos lo logrado es la “salvación” (vv.32.28.34). Luego encontramos otros elementos, como que Jairo “cae a los pies” de Jesús y la mujer “se postra a los pies” (vv.22.33), o la alusión a los “doce años” (vv.25.42) pero estos parecen más accidentales. Marcos quiere predicar a los suyos la importancia de la fe (la fe que los discípulos no han manifestad en la barca), fe que intentará precisar en la segunda parte del Evangelio (8,30-10,52) y que – como hemos señalado – los suyos, especialmente Pedro, Santiago y Juan manifestarán incompleta o, más precisamente, necesitada de ulteriores aclaraciones.

Foto tomada de eusebiobgc.blogspot.com

sábado, 23 de junio de 2018

Dios es el otro


Dios es el otro


Eduardo de la Serna*


El surgimiento en América Latina de la Teología de la liberación y, a partir de esta, de otros pensamientos teológicos liberadores en el mundo africano, asiático, indígena, afroamericano, al mismo tiempo –teológicamente hablando, porque en cuanto pensamiento sin dudas es anterior– que la teología feminista –con todas sus variantes: de género, womanista, etcétera–, muestran en nuestra región una profunda sed de libertad. O, para ser más precisos, una búsqueda de libertad. Una búsqueda que luego es pensada, “teologizada”.

Por ser teología, se trata de “hablar de Dios”. Y la clave para entendernos será siempre comprender de qué Dios hablamos. Sin duda todos tenemos una imagen interior de Dios para luego creer o no en Él. De eso se trata la fe. Podríamos presentar una larga lista de las imágenes posibles de Dios, pero en teología, y en una buena espiritualidad, se trata de “dejar a Dios ser Dios”, esto es: no pretender que sea como nosotros queremos que sea o creemos que debe ser –que, por cierto, suele ser bastante parecido a nosotros mismos, o a nuestras experiencias–. Pensando “en cristiano”, empezamos a hablar de cómo nos dice Él mismo que es. Creemos en un Dios que se manifiesta en la historia y que nos invita a descubrirlo –de eso se trata la Biblia–. Un Dios que ama la libertad, que quiere libres a sus amigos, que no es indiferente e insensible a sus dolores y opresiones. En un primer momento, hay dos elementos interesantes sobre los que reflexionar: por qué Dios elige un pueblo y su actitud ante la opresión que este padece en Egipto.

La Biblia deja en claro que Dios no elige a Israel por ser el mejor, sino por ser el menor. En un mundo dominado por la violencia, la opresión, la injusticia, con amos y esclavos, opresores y oprimidos, Israel debe mostrar en su seno que “otro mundo es posible”, que se puede vivir en una sociedad de hermanos. Deben entenderse como hermanos. Pueden tener esclavos de otros pueblos, pero jamás esclavizar a un “hermano”. Israel está llamado a ser “luz de las naciones”, es decir, a mostrar a los demás pueblos ese “otro mundo”. Desde nuestra mirada contemporánea podríamos cuestionar muchos elementos –por ejemplo, en relación con el tema de género, no se habla de la “hermana”–, pero evidentemente se trata de una novedad importante en su tiempo. Es coherente con la pedagogía del Dios de la Biblia que hace todo “desde” abajo, desde los pequeños. Sólo cuando empieza desde los insignificantes algo tiene la garantía de ser universal.

El otro elemento es el clamor de Israel ante la opresión –“he escuchado el clamor de mi pueblo”–. Los látigos y el maltrato de los egipcios son intolerables para Dios. Puesto que el Dios de Israel no es un titiritero que lanza fuego sobre los opresores o rompe cadenas, lo que “hace” es suscitar un liberador: en este caso Moisés, pero en otros casos serán los jueces, por ejemplo. Estos liberadores deberán conducir a su pueblo por caminos de libertad. Incluso el encuentro con Dios, la alianza, será descubrir que este Dios no es como los dioses de los otros pueblos, que reclaman sangre, violencia, sacrificios. Lo que quiere el Dios de Israel es que su pueblo viva “el derecho y la justicia” –la bina mispat wetzedaqá se encuentra cien veces en la Biblia hebrea–. A Dios no se lo encuentra en el culto o en el templo, sino en la relación fraternal –y sororal– con el otro (la otra). El culto viene después. Los liberadores en Israel, entonces, son los que conducen a su pueblo por los caminos de libertad y fraternidad. Sólo en esos caminos Israel se encuentra con Dios. Se lo encuentra donde Él nos sale al encuentro (en el otro) y no donde nosotros queremos, como por ejemplo en el culto.

En la Biblia cristiana la cosa no es diferente. Como suele pasar en la historia humana, muchos en Israel no viven conforme a lo que Dios ha pedido y por eso Jesús quiere “reunir a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Los despreciados, rechazados, ninguneados, deben volver a ser reconocidos como hermanos: los publicanos, las mujeres y los niños, los pecadores, deben ser vistos como “hijos de Abraham” –de nuevo Dios empieza con los últimos–. San Pablo, falsamente acusado de machista, habla de las mujeres como “hermanas” y de los extranjeros, dando un paso en sintonía con Jesús.

Como suele pasar con las “grandes palabras”, siempre nos quedamos cortos a la hora de definirlas o expresarlas con precisión, por eso los poetas recurren a la metáfora. Podemos, para empezar, decir que la libertad es la posibilidad de elegir o escoger lo que en un proceso de evaluación consideramos bueno, o mejor o, al menos, menos malo que otra opción. Cuando no existe la posibilidad de elegir, ya sea porque no hay opciones o porque otros lo hacen por nosotros, ciertamente la libertad está muy limitada o simplemente no existe.

La posibilidad de hacer algo no necesariamente es buena. Tengo libertad de asesinar a alguien, por ejemplo, aunque podamos decir que lo que se ha escogido libremente no es bueno. Desde una perspectiva un poco pobre e individualista de mera coexistencia se suele decir que mi libertad termina donde empieza la del otro, motivo por el cual, concluiríamos, no tengo “libertad” de asesinarlo, o, mejor, tengo esa libertad pero no puedo ejercerla. ¿Soy libre, entonces? También puede ser que una persona tenga un vicio del que no puede salir: ¿tiene libertad de dejar el alcohol, el tabaco, la droga, el juego? En cierto modo, sí, en otros sentidos, no. Así, podemos descubrir que el límite entre la libertad verdadera, la falta de ella o distorsiones de la libertad no son fáciles de precisar. En los ejemplos hemos recurrido al verbo “poder” como limitante de la libertad.

San Pablo señalaba un doble sentido de la libertad: ser libres “de” y ser libres “para”: “Para ser libres nos liberó Cristo”, afirma. Es posible que tenga en mente la situación de un esclavo: que ya no sea esclavo de Fulano no implica que sea libre si ahora es esclavo de Mengano. Podemos decir que una buena elección, escoger lo mejor, lo que nos hace mejor y mejores, nos hace más libres, entonces, un buen ejercicio de la libertad nos hace más libres. Pablo va a destacar que la libertad es tal que no tiene sentido la ley, no por la “ilegalidad”, sino porque hay una instancia superadora que no la hace necesaria, y se refiere a dejarse conducir libremente por Dios. Pero para eso recurre a una extraña paradoja: “hacerse esclavos de los otros por amor”. Encontrar lo plenamente bueno y hacerlo o vivirlo –para Pablo se trata de la plena unión con Cristo– es lo que nos libera de otras cosas que nos atan –aunque sean buenas o necesarias, como la ley–.

Una sociedad no individualista no se conforma con reconocer dónde termina “mi libertad”, sino que busca que sean todos más –y mejor– libres. Sin duda, una sociedad que no se rebela ante las situaciones de autoritarismo en las que uno decide por todos, que no se rebela ante la imposibilidad de escoger entre varias posibilidades –de aquí la importancia urgente de la libertad de acceso a la información plural–, una sociedad “cómoda”, puede asemejarse al canario que no puede salir de su jaula sin morir de estrés. Es la capacidad de evaluar si las elecciones que hicimos son realmente las mejores que pudimos en determinado momento lo que mejorará nuestro ejercicio de la libertad.

Pero para los creyentes en el Dios de la Biblia, la libertad se configura en la búsqueda y en el trabajo –muchas veces arduo– de buscar la libertad de los “hermanos”, los mismos que conmueven el corazón de Dios, especialmente con su “clamor”. La felicidad de alcanzar mi libertad desentendido de la libertad de los hermanos y hermanas es absolutamente inconsistente con la fe bíblica. La idea zen de que cada uno debe buscar su felicidad y así todos seremos felices es totalmente opuesta a la idea de pueblo de hermanos de Israel y la Iglesia.

En ese sentido, la teología de la liberación es claramente conservadora. Ha ido a las raíces de la teología bíblica. Y como piensa la fe a partir de la praxis de liberación, no es lo mismo lo que puede pensar un teólogo boliviano, partiendo de la experiencia indígena y los procesos de suma qamaña, “estar bien” (en el mundo quechua se lo denomina sumak kawsay, tema incorporado en las constituciones de Ecuador y Bolivia), que la experiencia indígena de martirios en Guatemala; no es lo mismo la experiencia del mundo afro en Brasil que la de los procesos de liberación en El Salvador o Nicaragua. Pretender calcar pensamientos teológicos ciertamente empobrece, no porque sean libertades distintas, sino porque son distintas experiencias de liberación de diferentes opresiones. Pensar la libertad en Argentina ciertamente debe suponer una mirada sobre nuestras opresiones de ayer y hoy, sobre los gritos de dolor que siguen conmoviendo a Dios, y sobre las limitadas o amplias experiencias de libertad de los pueblos o los pobres.


El Grupo de Curas en Opción por los Pobres pretendemos caminar con los pobres de nuestra patria, escuchar sus clamores y celebrar sus fiestas, compartir su fe y mirar sus miradas. Creemos que es lo que Jesús hacía, y por eso a veces levantamos nuestra voz cuando vemos la libertad conculcada, la vida amenazada, la fiesta apagada o la muerte cercana a los hermanos y hermanas. La liberación de nuestros hermanos y hermanas, lo creemos y lo repetimos, es lo que nos hace libres. A todos y a todas.



*Artículo publicado en la revista Maíz [Revista de la facultad de Periodismo y Comunicación social de la Universidad de La Plata]: http://www.revistamaiz.com.ar/2018/06/dios-es-el-otro.html



Foto tomada de Catholic.net

viernes, 22 de junio de 2018

Supongamos un juego


Supongamos un juego


Eduardo de la Serna
Archivo:Buenos Aires-Plaza Congreso-Pensador de Rodin.jpg


Por un momento voy a suponer que cualquiera tiene derecho a pensar cualquier cosa. Ese “cualquier cosa”, en un colectivo humano, sociedad o país no debería impedirle a otro cualquiera otro pensamiento para no estar en una relación autoritaria donde ese cualquier cosa de aquel cualquiera me impide a mí mi otro cualquier pensamiento.

Pero también es cierto que ese “cualquier cosa” no significa “cualquiera” en una sociedad, comunidad o patria en cuanto hay elementos constitutivos. El colectivo pone un cierto límite a ese cualquiera para terminar siendo “no cualquiera”, aunque más no sea durante el tiempo en que se esperan conseguir nuevos consensos. Una Constitución constituye, y algo inconstitucional nos coloca fuera, aunque – por cierto – una constitución puede reformarse, para lo cual se requieren importantes consensos del colectivo constituyente.

Si mi “cualquier cosa”, por más valiosa para mí que sea, impide o limita el consenso conseguido por el colectivo, o al menos una mayoría, estoy imponiendo mi opinión, deseo o voluntad al colectivo entero.

Si un conjunto muy importante acepta una ley, de Medios, por ejemplo, y un microscópico – aunque poderoso – pretende imponer, con excusas, trampas, presiones o complicidades su derogación, ese tal atenta contra el colectivo.

Si una institución, la Iglesia, por caso, pretende impedir una ley que el consenso propone, y busca hacerlo con seudo excomuniones, seudo dogmas o seudo iluminaciones divinas sin duda que atenta, también, contra el colectivo social.

Si un personaje, quizás una vicepresidenta, intenta con varias (o 4) argucias impedir, frenar, cajonear o desviar un proyecto que una mayoría pretende sea tratado, atenta y boicotea el ejercicio de las instituciones.

Reitero que (sigo suponiendo) cualquiera puede pensar cualquier cosa: un contador, un obispo y una vicepresidenta, pero entiendo que – en una justa convivencia – esos tales deben convencer al resto, y no con carpetazos o manipulaciones mediáticas, no con amenazas o presiones seudo-divinas o con cajoneos o desvíos paralizantes de proyectos. Si se presentan argumentos es sensato escucharlos, pero si estos no son tales sino presiones o manipulaciones, se trata lisa y llanamente de trampas, esto es, de injusticias. Y, mirando los ejemplos presentados, pareciera que quien presiona contra una ley de Medios en realidad atenta contra la libertad de prensa, quién pretende hacer oír una Vox Dei es incapaz de oír la Vox Populi y quién presenta “chapa” de presidenta del Senado actúa antidemocráticamente.

Entiendo que ese cualquiera dé los mejores argumentos posibles en favor de su cualquier pensamiento, pero no acepto que quiera imponerlos a la mayoría. Esa imposición implica, en cualquiera de los casos, que eso de democracia es para los niños menores, pero los adultos, cuando es el caso, jugamos otro juego desde los que tenemos poder. Y – para peor – todavía falta el judicial que siempre nos depara sorpresas, aunque, lamentablemente, (casi) nunca para el lado de la justicia.



Foto tomada de Wikipedia

martes, 19 de junio de 2018

Nacimiento de Juan Bautista


Juan prepara al pueblo para recibir la salvación que llega

Nacimiento de San Juan, el Bautista
24 de junio


Eduardo de la Serna



Lectura del libro del profeta Isaías     49, 1-6

Resumen: Un personaje desconocido que se define como “siervo” de Yahvé, y por momentos se identifica con Israel, y en otros en relación a este, aparece como luz de los demás. El grupo que vuelve del exilio se muestra ante los judíos e israelitas dispersos por toda la diáspora como una lámpara que señala los caminos de liberación.

Se habla con frecuencia de los cuatro (o quizás más) cantos del Siervo sufriente de Yahvé que se encuentran en el llamado Segundo Isaías. El texto litúrgico forma parte del segundo de estos “cantos”. Un personaje desconocido se dirige a los lejanos (“islas” y “pueblos lejanos”; es posible que con estas imágenes se refiera a los judíos dispersos por el mundo, por exilio o por cautiverio. Ya hemos conocido algunas de estas ideas en las páginas anteriores de Isaías (“llamar”, “recordar el nombre”, cf. 42,6: 45,3.4; 48,12).

La imagen de la protección divina sobre el personaje se ve en una serie de metáforas: espada, saeta, carcaj, sombra de su mano y recurriendo a elementos que caracterizan por una parte a los profetas (la boca, la palabra, el llamado “desde el seno materno”, que relee en primera persona el texto de Jer 1,5). El siervo es expresamente señalado como “Israel” (cf. 43,1.21; 44,2.21.24; 45,11). Sin embargo, tiene a su vez elementos personales (por ejemplo, en relación con el mismo pueblo de Israel, v.5) lo cual invita a pensarlo diferente. Quizás un pequeño grupo (¿los deportados que regresan?, ¿un “resto”?, ¿los exiliados?) se presente a semejanza del gran profeta. La alusión en más de una ocasión a “Jacob” y a “Israel” (v.5.6) y también a otros grupos: “las gentes” (vv.6.7), los “confines de la tierra” (v.6), y a los adversarios de Israel (dominadores, reyes y príncipes, v.7). Sin embargo, el contrasto viene dado en que para estos, Israel es “despreciado”, “abominado”, “esclavo”, mientras que es “valioso a los ojos de Yahvé y mi Dios ha sido mi fuerza” (v.5). Esta actitud violenta y de rechazo es lo que caracteriza el sufrimiento del siervo que se irá acentuando en los restantes cantos; pero este sufrimiento no quedará sin producir un efecto: será rescatado, se pondrán de pie los reyes y se postrarán los príncipes a causa de haber sido “elegido” por Dios, que es leal (v.7). El siervo tiene una misión liberadora que produce su efecto en Israel. Encontramos elementos reales, elementos proféticos y de ese modo el siervo será “luz de las naciones”. El grupo liberado del cautiverio en Babilonia que regresa a su tierra entre sufrimientos tiene una misión clara para los demás miembros del pueblo de Judá y de Israel para ser luz y hacer volver.



Hechos de los Apóstoles                       13,22-26

Resumen: el anuncia del plan de salvación de Dios para su pueblo comienza desde antiguo y se realiza en Jesús y su pascua. Todo esto preparado en la historia llega a la plenitud en la persona del Bautista que anuncia de llegada de la Salvación.

Es sabido que en Hechos se encuentran un número importante de discursos. En aquellos pronunciados por “cristianos” (no todos lo son, como por ejemplo el de Gamaliel en Hch 5) es habitual encontrar una suerte de síntesis del ministerio y pascua de Jesús (se los ha calificado – quizás imprecisamente – de “kerigmáticos”). En este caso se trata de un discurso de Pablo a los “israelitas” (ver 10,37; 11,16; 13,24.25; 18,25; 19,3.4) que comienza en v.16 hasta el v.41. Como es razonable, dados los destinatarios, las referencias a textos y acontecimentos del Antiguo Testamento son frecuentes; el tiempo de los profetas,  para Lucas, culmina con Juan (Lc 16,16), y acá comenzando por Samuel llega hasta el “precursor”. El texto litúrgico empieza en v.22 aludiendo (como descendiente de David) al Nacimiento de Jesús. Enseguida comienza la referencia al Bautista.

La figura de Juan tiene diferentes matices según cada evangelista. Hechos, como lo había señalado en el Evangelio de Lucas, sabe que algunos piensan que Juan podría ser el Mesías (Lc 3,15-16) y se ocupa de aclararlo señalando que no es “lo” (no “quien”) ustedes esperan. Es interesante notar el paralelo:

Lucas 3,15-16
Hechos 13,24-25
15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego.
24 Juan predicó como precursor, ante su venida, un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel.
 25 Al final de su carrera, Juan decía: «Yo no soy lo que ustedes piensan, sino miren que viene detrás de mí aquel a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies.»

La diferencia de bautismos es importante en el Evangelio, mientras que en Hechos se destaca el ser “precursor” (el término prokêryssô sólo se encuentra aquí en toda la Biblia; es un término compuesto con el prefijo “pròs – en lugar de, por, denota cercanía, dirección hacia…- y kêrissô, proclamar – de donde viene el término kêrigma, anuncio, proclamación). Como es coherente con la tradición bíblica (como una suerte de nuevo Elías), Juan prepara el camino de Jesús que llega. Pero lo prepara con una predicación (kêryssô) y un bautismo (de conversión, metánoia; en 10,37: “Juan predica un bautismo”). Esto lo proclama en la plenitud (pleroô) de su carrera (dromos), es decir de su existencia.

Una nota sobre Juan, el judío: no hay unanimidad entre los estudiosos sobre el “lugar” de Juan en la obra de Lucas. El texto clave (16,16) afirma que “la ley y los profetas (= el Antiguo Testamento) llegan hasta Juan, a partir de ahí comienza a anunciarse el Evangelio del reino”. Lo que no es evidente es si – para Lucas - Juan es el “último del Antiguo Testamento” o el “primero” del Nuevo. Si es claro que, para los seguidores de Jesús, Juan es mirado siempre en relación a Jesús y como inferior a éste. Sin duda Juan fue un personaje autónomo, que tuvo discípulos y predicó en diferentes regiones a lo largo del rio Jordán; perteneció a un ambiente judío en el que se insistía en la limpieza (= bautismo) para recibir la intervención de Dios que más tarde o más temprano llegaría. La insistencia en que se trata de un “precursor”, en la línea de David y otros personajes del A.T. invita a pensar que en el texto de Hechos se quiere presentar no a un “cristiano” sino a un “judío”, el último. Luego de él – con Jesús – comienza la novedad definitiva del Reino.

La referencia a las sandalias es frecuente al hablar de Juan (quizás fue usada por los primeros cristianos para destacar la superioridad de Jesús sobre Juan a fin de restarle fuerza a quienes empezaban a pensar si el Bautista no sería el mesías).

Mt 3,11 dice que no es digno de “llevarle las sandalias”; Mc 1,7 dice “desatarle, inclinándome, la correa de las sandalias” (repetido por Lucas 3,16 y Juan 1,27, omitiendo la inclinación). El texto de Hechos omite además la correa. En todos los casos, la actitud de llevar o desatar las (correas de las) sandalias se trata de algo propio de los esclavos:

R.Joshua b. Levi enseñó: Todo tipo de servicio que un esclavo debe hacer a su amo debe el discípulo hacerlo con su maestro, excepto tomar su sandalia (b Ketub 96.a)
Nuestros Rabinos enseñaron: ¿Cómo es un esclavo pagano adquirido por posesión? Si desata sus sandalias para él [el comprador], o lleva su equipaje después de él a los baños; si lo desviste, lo lava, lo unta, lo seca, lo viste, lo calza, lo levanta, entonces lo adquiere (b Qid 22b).

La imagen de “precursor”, el “final (plenitud) de su carrera” y las “sandalias” remiten claramente a la superioridad de Jesús que Juan reconoce, en la obra de Lucas.

Ahora bien, si la predicación de Juan es el mismo bautismo de conversión, el versículo final (“hermanos…”; ver v.15), la oración conclusiva se ha de atribuir al discurso de Pablo (los “israelitas” son sus hermanos, sin duda y se añade a los “temerosos de Dios”, es decir a los paganos que no pudiendo incorporarse a Israel por diversos motivos, tienen una actitud de cercanía y adhesión a los preceptos judíos); para Lucas, Jesús y la predicación del Evangelio es la “palabra de salvación” (v.23).



+ Evangelio según san Lucas               1,57-66.80

Resumen: el nacimiento de Juan está marcado por su misión que es “preparar” el camino del pueblo y la llegada del “esperado”. Todo eso fue anunciado por el ángel y queda expresado en el nombre que recibe.

El comienzo del Evangelio de Lucas, lo que se ha llamado, algo imprecisamente, el “evangelio de la infancia” presenta en paralelo las figuras de Juan, el Bautista y de Jesús. Veamos esquemáticamente:


Juan el Bautista
Jesús
Anuncio del nacimiento
1,11-25
1,26-38
Gabriel
1,19
1,26
“No temas”
1,13
1,30
“poner el nombre”
1,13
1,31
Misión del hijo por nacer
1,15-17
1,32-33
Objeción: Imposibilidad de engendrar un hijo
1,18
1,34
Signo: “mira…”
1,20
1,36
Tiempo de dar a luz
1,57
2,6
Circuncisión al 8vo día
1,59
2,21
Nombre dado por el ángel
1,60
2,21
Conclusión de crecimiento
1,80
2,40

Este evidente paralelismo no ha de entenderse como un planteo de “igualdad” ya que Juan “salta de gozo” en el seno de su madre al ver a la “madre de mi señor” (1,41.43).

El texto litúrgico se detiene, coherentemente con la celebración, en el “nacimiento del bautista” omitiendo el canto de Zacarías (1,67-79; el nacimiento de Jesús también es acompañado de un canto, en este caso del viejo Simeón).

Es frecuente en Lucas señalar el cumplimiento fiel a las normas legales de Israel, en este caso la circuncisión al octavo día (Lev 12,3; ver Hch 7,8; Fil 3,5).

La alegría de parientes y vecinas y la referencia a la misericordia alude a que Isabel permaneció oculta desde el momento de su embarazo (1,25). Es ella, además, la que pone el nombre al hijo (conforme le fue indicado a Zacarías por el ángel), y recién ante la objeción de los presentes Zacarías lo confirma por escrito. En tiempos bíblicos parece indistinto y por momentos el nombre lo pone la madre y en otros lo hace el padre. Es interesante recordar que el “nombre” suele ser significativo ya que designa el ser mismo de la persona. “Juan” significa, en hebreo, “Yahvé se ha compadecido”. Dios no sólo se compadece de Zacarías e Isabel, sino de su pueblo que – como los padres – se llenará de “gozo y alegría” (1,14), los vecinos se “con-alegraban”, synéjairon.

No hace falta extremar el texto. Obviamente no tiene sentido que se dirijan a Zacarías preguntando el nombre que quiere poner a su hijo “por señas” ya que no era sordo, pero es habitual en el mundo antiguo que los mudos sean a su vez sordos. Lo que importa es de parte de ambos padres la respuesta en fidelidad a lo anunciado por el ángel. Juan debe hacer llegar a todos la “compasión de Dios”.

El signo que Zacarías había recibido, la mudez, ya ha cumplido su función; ahora puede recuperar el habla, lo anunciado por el ángel (no sólo el nacimiento, sino – sobre todo – la misión del hijo por nacer, expresada en el nombre) se ha realizado. Ahora, con la palabra recuperada, Zacarías bendice a Dios. Y esto repercute en los vecinos de toda la región que se preguntan “qué será” este niño. Los lectores del Evangelio ya lo sabemos y por eso su nombre es Juan:
Será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni cerveza. Estará lleno de Espíritu Santo desde el vientre materno y convertirá a muchos israelitas al Señor su Dios. Irá por delante, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos, a los rebeldes con la sabiduría de los honrados; así preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto (1:15-17).



Foto del rio Jordán tomada de LugaresBiblicos.com