domingo, 17 de junio de 2018

Parar la pelota

Parar la pelota


Eduardo de la Serna


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Quisiera pensar en voz alta. Quisiera parar la pelota para pensar. La realidad, o lo que parece ser "la" realidad es un torbellino. Queremos decir algo, o leer y mirar y al instante surgen 3, 4 o 5 nuevos temas que también requerirían pensar, leer o decir algo si creemos que sería creativo, novedoso o un aporte. Por ejemplo, hoy nos encontramos con la así llamada media sanción en diputados de la ley de despenalización del aborto, cuando se publica la letra chica del acuerdo con el FMI, y antes de mirarlo ya el dólar alcanza un nuevo techo que no parece que sea el último, y renuncia o renuncian al inepto (reincidentemente inepto) presidente del banco central, y a la vez la in-combativa y vergonzante CGT se decide a hacer un paro, por aquello de "la cabeza de los dirigentes", seguramente por supervivencia. Y a la vez hay un mundial, hay cambios episcopales, muere la elefanta del ex zoológico de La Plata (cerrado por ser zoo público ya que los zoos privados están vivitos y coleando), y -en Quilmes- sigue la basura campeando mientras el intendente se ocupa del metrobus, y anuncia visitas a los barrios rodeado de provocadores y barrasbravas. Y María Eugenia sigue sin convocar al gremio docente, que -sin embargo- empezó las clases (parece que es más fácil enfrentar inoperantes motonautas que hienas sonrientes). Y se vino el frio y no se pueden calentar las casas porque antes les hicieron creer que podían y era un derecho, y estigmatizaron los subsidios que existen en todo el mundo menos acá porque estamos en el mundo. Y hay elecciones cruciales en México y Colombia, donde el "sí, se puede", lo dicen otros, y la violencia en Nicaragua. Y siguen muriendo migrantes en el cementerio Mediterráneo,  se reúnen los presidentes, el del  imperio y el de Corea del norte, ayer un desquiciado. Y a esto sin duda alguna se debe sumar lo cotidiano de la casa, la familia, el trabajo (cuando se tiene), la comunidad, la salud... la vida, en suma.

Acabo de señalar lo que me vino a la mente sin recurrir a los diarios que, sin duda, me aportarían muchos más temas. ¿Cómo pensar sereno en este clima? ¿Cómo analizar, comentar, leer y decir algo en esta vorágine de cosas? Tantas veces suele pasar que "lo urgente no deja lugar a lo importante" al decir de Mafalda, otras tantas que se debe decir algo ante una pregunta, que se focaliza en un tema dejando fuera los restantes. Tantas otras los medios, unos y otros, marcan una agenda a la que, a veces, hay que dar respuestas. Y, a eso, sumemos las propias inquietudes, los temas más afectivamente queridos. Digámoslo: es imposible. Pretender ser un médico de cabecera, con tanta necesidad de especialistas, puede ser desatinado.

Y, creo, que para parar la pelota hay que ir a las raíces,  mirar lo profundo que nos mueve y conmueve, mirar "desde". Mis raíces son el Evangelio de Jesús,  un evangelio que se revela a los pobres a los que debemos comunicarles buenas noticias. Pero buenas que sean buenas y no opio del pueblo. ¿Cómo encontrarlas en ese maremagnum? ¿Cómo mirar la realidad con un oído en el pueblo sin descuidar el otro oído en el Evangelio? ¿Cómo evitar caer en facilismos de pastores televisivos repitiendo que si, se puede, cuando es evidente que para la mayoría ni se puede, ni se podrá?

Ignacio Ellacuría hablaba de una civilización de la pobreza, que José Ignacio González Faus relee como "civilización de la sobriedad compartida". El mundo, nuestra sociedad, en este nivel de explotación de la casa común no puede subsistir. Sólo pueden disfrutarlo los pocos ricos y CEOs de la tierra. No hay lugar para los pobres. Y aquellos no parecen dispuestos a renunciar a sus demasiados placeres y comodidades para que tantos accedan a lo mínimo necesario. Mirar nuestro gobierno, sus proyectos y direcciones lo dejan claro. Y sumemos a esos de la clase media que "yo quiero poder ir a donde quiero", "comprar los dólares que quiero", "mis ahorros" y que los demás se joroben. Y si me impiden hacer lo que quiero, propongo que los maten desde chiquitos, porque esa vida no vale.

En suma... Creo que el otro es la medida de mi vida, es el que marca el hacia dónde, el que da sentido al compromiso militante del amor. Al fin y al cabo, si paro la pelota es para pasársela a un otro y que sea lo mejor para el equipo,  ¿o no?


foto tomada de http://orientacionarmando.blogspot.com/

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