martes, 28 de mayo de 2019

Comentario Ascención C

A trabajar! El anuncio de la buena Noticia del Reino nos está esperando

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR 


Eduardo de la Serna





Lectura de los Hechos de los apóstoles     1, 1-11

Resumen: Como el comienzo del Evangelio, el comienzo de Hechos muestra el despliegue de los preparativos para el fiel cumplimiento de la misión. Los Apóstoles deben continuar la obra de Jesús expandiendo por todas las regiones la Palabra de Dios hasta que Él vuelva. Aunque antes, deben esperar la fortaleza que Dios mismo le garantiza con el envío del Espíritu Santo.

Lo que llamamos “Ascensión” es una creación literaria-teológica de Lucas. Con ella finaliza su Evangelio (como se ve en el día de hoy) y con ella comienza su segundo volumen, este texto de Hechos de los Apóstoles. Por un lado, se puede ver que hay un enlace entre el final de uno y el comienzo de otro, y a su vez un paralelo entre ambos comienzos. Lucas quiere mostrar claramente que hay una estrecha relación entre la predicación de Jesús y la predicación de la comunidad cristiana. Veamos esquemáticamente ambos paralelos, y algunos elementos del texto que la liturgia nos propone.

Paralelos entre el final de Lc y el principio de Hch

Lucas
temas
Hechos
24,13-43
Pruebas de que vivía
1,3
24,4
dos hombres vestidos
1,10
24,10
mujeres con los apóstoles
1,14
24,47
predicar a todas las naciones comenzando por Jerusalén
1,8
24,48
ser testigos
1,8
24,49
promesa del Padre
1,4
24,49
no se vayan de Jerusalén
1,4
24,51
elevado al cielo
1,9

Paralelos entre el comienzo de Lucas y el comienzo de Hechos

Lucas
temas
Hechos
1,1-4
introducción a Teófilo
1,1-3
4,2
40 días antes de la misión
1,3
4,1.14.18
comienzo por medio del Espíritu Santo
1,2
4,43 (ver 1,33)
Reino de Dios
1,3
3,16
Juan bautizó con agua
1,5
3,3
proclama de arrepentimiento
2,38
1,21.22.39.41
Cumplimiento de las leyes
1,12
6,12-16
elección de los Doce
1,16-26
3,22
Llenos del Espíritu Santo
2,1-4
3,21
... del cielo
2,2
3,22
un ruido
2,6
4,18-21
después del envío del Espíritu se cumple la Escritura
2,14
4,24 (25-30)
profeta (por el Espíritu)
2,17-18
4,36
milagro, asombrar
(thambô, sólo aquí [y Lc 5,9] en todo el NT)
3,10
5,1-12; 27-28; 6,12-16
la comunidad crece
2,17-18
9,51
tomó la decisión de ir a Jerusalén
19,21
13,33
dispuesto a morir en Jerusalén
21,13
23,18
reclamo de muerte
21,36
23,1
tribuno romano
21,37
20,20; 21,12
procurador
23,24.26; 24,1
23,8-12
ante el “rey”
25,13
24,27.44
cumplimiento de la Ley y los Profetas
24,14; 28,23
24,48
testimonio de Jesús
28,23

De todos modos, detengámonos en algunos elementos que hacen a una mejor comprensión del texto. No sólo son evidentes los paralelos que hemos destacado. Hay aspectos valiosos a considerar. Por ejemplo: si bien el tema del “reino de Dios” es tema fundamental en la predicación de Jesús, no es tema aparentemente importante en Hechos. Sin embargo, no podemos descuidar que el tema se encuentra presente en los momentos clave de este libro, y también en el comienzo y en el final (1,3.6; 8,12; 14,22; 19,8; 20,25; 28,23.31). Del mismo modo que antes de comenzar su ministerio Jesús pasa 40 días en el desierto (Lc 4,2), la Iglesia se encuentra con Jesús 40 días, antes de empezar el suyo (algo especialmente significativo si recordamos que en el Evangelio de Lucas, Jesús asciende el mismo día de su resurrección; es evidente que Lucas quiere destacar aquí el número 40; ver Hch 1,3). El encuentro con Jesús, como es frecuente en el Evangelio se da en el marco de una comida, del mismo modo que se destaca la centralidad de Jerusalén para la misión evangelizadora (v.4) y se prepara la venida del Espíritu Santo para esta misión (del mismo modo que ocurrió con Jesús.  Se pone en paralelo expresamente el bautismo de Juan con el que empieza el ministerio de Jesús con la venida del Espíritu (v.5) y se continúa destacando la centralidad del tiempo – tema característico de toda la obra de Lucas - (v.7). Hay consenso general entre los estudiosos que el v.8 es clave en toda la obra de Hechos: así como Lucas tiene una clara distribución geográfica e histórica, también esto se puede ver en Hechos. Pero no es “meramente” una distribución en orden a lo “narrativo” sino con explícita intencionalidad teológica. Así como Jesús en todo su evangelio se dirige a Jerusalén “porque no debe un profeta morir fuera de Jerusalén” (13,33), aquí se señala que el Evangelio y su testimonio se entenderán “en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra” (v.8). Es por eso que cuando Pablo llega a Roma (el acceso a “los confines de la tierra, porque “todos los caminos conducen” a ella) Lucas puede terminar su obra sin contarnos que le sucedió a Pablo. Su lema – a lo largo de la obra - es que “la palabra (de Dios) crecía” (6,7; 12,24; 19,20) y crece tanto que llega hasta la capital del imperio. Mirando la estructuración de Hechos puede verse que toda la primera parte muestra cómo se predica en Jerusalén, luego en Judea y Samaría, y la palabra crece hasta llegar a Antioquía, Asia Menor, Europa, y finalmente hasta Roma. El “programa” del v.8 se despliega a lo largo de todo el libro.

En este marco, luego de haberle señalado a los apóstoles su misión, es que ocurre la ascensión. Jesús ya puede irse, tiene quienes continúen su tarea. El modo de elevarse es con características propias de las teofanías (manifestaciones de Dios), nube, cielo, hombres vestidos de blanco, y finalmente la confirmación de la visión. La palabra de los hombres marca también el sentido teológico de Hechos: Jesús vendrá del mismo modo que se lo vio partir, ¿qué hacen mirando al cielo? Es decir: “¡a trabajar!” Jesús va a volver y hasta que vuelva, a ustedes les toca anunciar el Evangelio, hacer que la palabra de Dios crezca y se anuncie en todo el mundo. Entendido en este sentido, Hechos no ha terminado, seguimos en el “tiempo de la Iglesia” y debemos continuar la tarea de la Evangelización.
La Ascensión es como un juego de postas: ahora les toca a los sucesores, los apóstoles (que en Lucas son los Doce). Esto también se destaca en Hechos de un modo claro, luego le tocará a otros (los Siete, Bernabé y Pablo) y más tarde a otros, “los presbíteros”. El anuncio del reino debe continuar hasta que Jesús vuelva como se lo vio partir. Pero para que este pueblo profético pueda desempeñar su misión, debe estar acompañado por el Espíritu Santo, que es el gran responsable de la tarea evangelizadora. Pero la venida del Espíritu, el próximo paso antes de comenzar la misión, será en unos pocos días más.



Lectura de la carta a los cristianos de Efeso     1, 17-23


Resumen: La estrecha unión entre Cristo y su Iglesia marca un camino. Allí donde ya está el Señor se dirige su “Cuerpo”. Utilizando los Salmos el autor muestra que Jesús ya está junto a Dios habiendo vencido a las fuerzas del mal y la muerte y hacia donde nos dirigimos.

Después de un interesante Himno eclesial (1,3-14) el autor, un discípulo de Pablo, se dirige a los destinatarios (¿una comunidad? ¿una “carta abierta”?), haciendo expresa referencia a la misión de la Iglesia en medio del mundo (pagano). El autor señala que esto que destacará es lo que él pide a Dios en sus oraciones, por lo que el texto es claramente una “oración”. Si se ve atentamente, estamos ante una oración larguísima, sin punto desde el v.15 hasta el v.21. Los vv.22 y 23 constituyen finalmente la conclusión, o la motivación, que es la estrecha relación entre Cristo y su Iglesia, tan estrecha como la de un cuerpo con la cabeza.

En la oración, fundamentalmente lo que el autor pide para la Iglesia es que “conozca”. Sabemos que “conocer”, en el mundo bíblico es una experiencia profunda del objeto, no se trata de algo expresamente “racional”, o intelectual. Pide que Dios, “el Padre de la gloria”, el “Dios de nuestro Señor Jesucristo” les  conceda “espíritu de sabiduría y revelación” precisamente para “conocerlo perfectamente”. De ese modo, podrán profundizar tres elementos importantes: la esperanza en la llamada, la riqueza de la gloria y la grandeza del poder desplegado en la Pascua. Es decir, conocer a Dios implica conocer su intervención activa en la historia de la salvación, llegada a su plenitud en el “acontecimiento Cristo”. Pero esto es imposible sin el espíritu (no pensemos aquí que se refiera explícitamente al Espíritu Santo personal) de sabiduría, esto es la capacidad de comprender, el reconocer el paso de Dios en la vida, y de revelación, es decir la explícita manifestación de Dios que aclara, interpreta la historia. Sin dudas esto es necesario e imprescindible para reconocer el obrar de Dios que a continuación explicitará como llamada, gloria y poder. Pero todo esto es “en relación” a la comunidad, la esperanza es “a la que fuimos llamados”, la gloria es “en herencia a los santos” y el poder manifestado en la resurrección y ascensión es “poder para con nosotros”. La relación de la Iglesia con Cristo es inseparable. Es interesante notar (aunque aquí sólo es insinuado y desarrollará más adelante, esta unión de los creyentes con Cristo es tan plena que así como Cristo está resucitado y sentado junto a Dios, del mismo modo, estando plenamente unidos a Cristo, los creyentes ya están resucitados y sentados conjuntamente a él (2,6) a fin de “mostrar la sobreabundante riqueza de su gracia".

Esta estrecha interrelación se expresa en la conclusión con la metáfora del cuerpo y la cabeza. No es unánime entre los estudiosos la afirmación de que la imagen esté tomada del ambiente estoico, o quizás también (pre) gnóstico, Lo cierto es que la imagen alude a –por un lado - una estrecha interpenetración, y también a un sentido de superioridad. La cabeza es, aparentemente, la conducción en este caso. No parece que deba entenderse en sentido de precedencia, sino de gobierno. El tema “cabeza de su cuerpo, la Iglesia” es tema recurrente en Colosenses y Efesios (Col 1,18.24; 2,10.17.19; 3,15; Ef 1,22-23; 2,16; 3,6; 4,4.12.15; 5,23.30; ver Ef 1,10). Esta comunión entre cuerpo y cabeza permite la esperanza ya que nos “precede como Cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza” (Prefacio).

Es interesante señalar que esta “elevación” es “por encima” de todo “principado [arjê], poder [exousía], virtud [dynamis] y señorío [kyriótês]”. Estos extraños personajes (ver 3,10; 6,12; Col 1,16; 2,10.15) parece que deben entender como por poderes “de este mundo”, como personajes diabólicos, fuerzas del mal que son vencidas por Cristo aunque parezcan “todopoderosas”. Todo (panta) está puesto “bajo sus pies” constituido “cabeza del cuerpo” (v.22-23). Y así es “la plenitud del que todo en todo es plenificado” (así parece conveniente leer literalmente el versículo conclusivo). La fórmula “todo bajo sus pies” está tomada del Sal 8,7 y se refiere al “todo” de la creación sometido al señorío del ser humano que es “apenas inferior a un Dios” (v.6). Sin embargo, otro salmo está en el trasfondo de la idea de la ascensión al destacar al resucitado como “sentado a la diestra (de Dios) en los cielos” (Sal 110,1). Aquí volvemos a encontrar la idea de “los pies”, aunque en este caso se refiere explícitamente a los vencidos (cf. Jos 10,24). El rey se sienta a la derecha de Dios que lo guiará para triunfar sobre los enemigos, “quebrará a los reyes” (enemigos, v.5). Este Salmo fue muy utilizado por el primer cristianismo (ver Hch 2,33.35; Mc 12,35-37) para aludir a la resurrección (y el autor de Hebreos encuentra en el v.4 elementos para profundizar el sentido sacerdotal del Mesías). La ausencia de Jesús, el haber sido resucitado por Dios supone que Dios lo ha “llevado” junto a sí, y “sentado a su derecha”. El Salmo, que está en el trasfondo de este y otros textos es claramente usado por el cristianismo primitivo para mostrar que las Escrituras ya aludían a la resurrección de Jesús.



Evangelio según san Lucas     
24, 46-53


Resumen: Los testigos de la aparición de Jesús reciben el encargo misionero de predicar. Pero deben permanecer en Jerusalén a la espera del Espíritu Santo prometido. Así Jesús puede irse y “pasar la posta” a los suyos que – bautizados por el espíritu” - podrán continuar con la obra misionera. Ahora Jesús puede separarse de los suyos.

La primera parte del texto que hoy se nos propone, ya lo hemos comentado en el 3er domingo de Pascua (vv.35-48 [remitimos a ese comentario]). En él, se había cortado el final de los dichos de Jesús: la promesa del Espíritu Santo y el mandato de permanecer en Jerusalén. Y el texto (y todo el Evangelio) concluye con la Ascensión y el regreso de los presentes (el último grupo mencionado son los Once, los que estaban con ellos y los dos peregrinos a Emaús, 24,33) a la ciudad donde “permanecen en el Templo”.
Como ya hemos comentado la primera parte, y más arriba mostramos la relación entre esta unidad y el comienzo de Hechos, nos limitaremos simplemente a los elementos nuevos:

La responsabilidad de los discípulos de ser testigos y predicar no puede desempeñarse sin un firme compromiso de Dios con los llamados (y las llamadas). Es para eso que se compromete a enviar “la promesa”. Esta “promesa” queda sin ser especificada, y es repetida en Hch 1,4, pero aquí es aclarada: “a los mismos a los que se les apareció” les dijo que así como Jesús fue bautizado por Juan, “serán bautizados en Espíritu Santo” y – más adelante - “recibirán la fuerza del Espíritu Santo” (v.8). Para esperar el cumplimiento de esta “promesa” deben aguardar en “Jerusalén”. Es interesante que mientras Marcos y Mateo suponen que el resucitado se “aparece” a los suyos en Galilea, en Lucas todo esto ocurre en Jerusalén. La ciudad no sólo es hacia donde debe dirigirse Jesús en su ministerio porque es el lugar de la muerte de los profetas, sino que es el lugar desde el que la misión se dirige a todas las naciones. Cuando sean “revestidos de poder” (= bautismo en Espíritu) comenzarán con la misión de “predicar en su nombre… a todas las naciones comenzando por Jerusalén” (24,47). Todo el “terreno” de la misión que comenzará en Hechos está siendo preparado.
Una vez hecho esto, Jesús los lleva cerca de Betania (que queda “cerca de Jerusalén, como unos quince estadios” Jn 11,18 [el estadio son 185 mts, es decir menos de 3 kms]). La escena final está cargada de elementos interesantes: “alzó las manos y los bendijo” (“levantar” es frecuente en Lucas, (x11 de las 19 veces de todo el NT; incluso la ascensión es presentada como “fue levantado” en Hch 1,9). La ascensión ocurre “mientras los bendecía”, así se “separó” de ellos (el verbo sólo ocurre 3 veces en el NT y las 3 en la obra de Lc: 22,59; 24,51 y Hch 27,28). Finalmente se destaca que “fue llevado” (la voz pasiva indica que fue llevado por Dios) al cielo. Estos tres verbos – bendecía, separado, llevado - resaltan la importancia del hecho. La referencia a que «ellos» “se postraron ante él” debe omitirse ya que no se encuentra en los mejores manuscritos. Volvieron a Jerusalén, tal como les estaba dicho, llenos de “gozo”, nuevo tema característico de Lucas (comparar con el “todavía algunos dudaron” de Mt 28,17): 1,14; 2,10; 8,13; 10,17; 15,7.10; 24,41.52) y “estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”. La presencia de los apóstoles y discípulos en el Templo es algo sabido en Hechos (2,46), que presenta al comienzo a los padres de Jesús como fieles cumplidores de la ley, y ahora a los seguidores de Jesús en una misma tónica.

Dejando el encargo a los suyos, prometiendo de parte del Padre el don del Espíritu que no los dejará solos, Jesús es separado, el Espíritu vendrá para fortalecer a la Iglesia para dar testimonio y predicar “a todas las naciones”. La misión está por comenzar.

Dibujo de Cerezo Barredo

domingo, 26 de mayo de 2019

Una breve clasecita de humanidad


Una breve clasecita de humanidad

Eduardo de la Serna



El término hebreo leb suele traducirse al castellano por “corazón”. En realidad, este expresa el interior de la persona humana, la sede de las decisiones y – con mucha frecuencia – el ámbito del pensamiento (“duros de corazón” bien podría traducirse con frecuencia por “cabezas duras”, por ejemplo). En nada se asemeja, por lo tanto, al uso habitual que le damos, como sede de las emociones, la sensibilidad y los afectos. La Biblia griega es judía en sus concepciones, aunque la lengua no lo sea. Así, al traducir leb por kardía mantiene la misma idea (el ejemplo es patente en Génesis 6,5 donde todos los “pensamientos que engendraba el corazón [leb/kardía] humano eran maldad”). El Nuevo Testamento mantiene la misma idea (insisto, son judíos): “¿por qué piensan mal en sus corazones?” (Mateo 9,4 // Lucas 5,22),”no digas en tu corazón” (Romanos 10,6), “pondré mis leyes en sus corazones, y en su mente las grabaré” repite la carta a los Hebreos (10,16).

Por tanto, mal haríamos en leer los textos bíblicos y transportar nuestras imágenes a la concepción antropológica judeo-cristiana.

En ocasiones, sin embargo, algunas biblias traducen “corazón” donde el griego usa otros términos, como es el caso de splágjna. El término no es muy frecuente en la Biblia (28x) de las que 11x se encuentran en el testamento cristiano. También se refiere al interior humano, pero especialmente a las vísceras. Por ejemplo, se dice que Judas cayó y se desparramaron sus splágjna, esto es, sus entrañas. En la Biblia se ama con las entrañas (amor “entrañable”); así lo dice el proverbio: “El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas” (Sir 30,7). Lucas señala las “entrañas de misericordia de nuestro Dios” (1,78). Pablo suele ser afectivo con sus comunidades, y cuando usa el término splágjna, la Biblia de Jerusalén traduce (imprecisa pero comprensiblemente) “corazón” (2 Cor 6,12; 7,15; Fil 1,8; Flm 7.12.20; cf. 1 Jn 3,17). De hecho, existe también el verbo splagjnízomai (que, salvo en 2 Macabeos 6,8, es exclusivo de los Evangelios y que, salvo en las tres ocasiones que se utiliza en parábolas, es una actitud exclusiva de Jesús); es justo traducirla por com-padecerse, con-sentir… Es sinónimo de misericordia (tener el corazón [cordis] con los miserables, los que están en la miseria).

Valga toda esta distinción para señalar algunos detalles actuales: el jefe de gabinete de cinismo dijo que desde Jesús la Iglesia ha planteado el tema de la pobreza como prioridad. Permítame el teólogo aclarar… el tema son “los pobres”, no la pobreza. Y los pobres porque son hermanos (y hermanas, acoto, aunque no sea bíblico). Además, los pobres son “el tema” desde Israel. Quizás el biblista oficial no ha leído, por ejemplo, a los profetas, pero es así. Y lo mismo ha de decirse de la Ley. En segundo lugar, tener las entrañas con los que sufren o padecen es propio de los discípulos de Jesús y – me gustaría aclararle al hermano ministro – también es propio de la humanidad. Sólo quien (y no lo digo en sentido bíblico), sólo quien no tiene “corazón” puede permanecer indiferente ante la pobreza creciente engendrada por las políticas oficiales; sólo quien no tiene corazón permanece indiferente ante dos hermanos en situación de puente quemados por in-humanos; sólo quien no tiene corazón permanece indiferente ante cuatro casi niños perseguidos y baleados por las fuerzas de la provincia de Buenos Aires; sólo quien no tiene corazón permanece indiferente ante los niños con hambre en escuelas sin gas y con maestros muertos, o en hospitales vaciados… o jubilados sin medicamentos ni calefacción, o trabajadores desolados al llegar a la fábrica súbitamente cerrada por empresarios también inhumanos. Que exhiban sonrisitas emponchadas o bailes desarticulados no los transforma en humanos, quizás sólo un remedo.

El corazón, las entrañas, nos constituye humanos, ministro. Y la indiferencia, el hacerse los distraídos, o cambiar de tema (como hablar de asfalto cuando se habla de hambre, o de asados al hablar de computadoras), todo eso los constituye en inhumanos. Un gobierno sin corazón. O, si quiere ser preciso, un gobierno sin splagjnízomai, aunque pronunciarlo sea casi un imposible para el iletrado presidente. Un gobierno sin corazón, sin alma (desalmado; el alma en la Biblia [nefesh /psyjê] es con frecuencia sinónimo de vida) es un gobierno de muerte. Sencillamente. Sinceramente.


Imagen tomada de https://compuiiigpo31712327.wordpress.com/insensibilidad/

sábado, 25 de mayo de 2019

Se trata de una fórmula


Se trata de una fórmula

Eduardo de la Serna



Habitualmente una fórmula es una combinación de elementos con la intención de conseguir un resultado. Se mezclan A y B con la intención de conseguir el efecto F, por ejemplo. Una fórmula médica, o química sería el caso. Un equipo de fútbol cree tener la fórmula para derrotar a uno más poderoso combinando los jugadores que tiene con estrategias de juego.

Una cosa diferente es formular. Una pregunta, por caso. Pero también puede formularse una denuncia, la cual debe (debería) ser precisa, clara. Pero también se aplica a una receta, en cuyo caso se asemeja a lo anterior.

Ya hace tiempo se ha hablado de los cuerpos sociales con categorías semejantes a la de los cuerpos físicos. Se ha hablado de la esclerosis de tal colectivo, o del alzhéimer social de tal otro. Quizás también podamos pensar en una suerte de hipocondría en la cual creemos, o nos han hecho creer, que padecemos infinidad de males. Para eso se vuelve necesario formular un diagnóstico correcto (cosa que la hipocondría no admitiría) y conseguir la fórmula adecuada para la curación o el alivio. El o la hipocondríaca/o suele tener – dicen – la facilidad de creer que padece o puede padecer decenas de enfermedades, aunque esté lejos de todo eso.

Hemos visto decenas de películas en las que laboratorios fabrican un supuesto remedio que en realidad no cura (o, peor aún, enferma). Para eso recurren a prestigiosos profesionales médicos que alaban públicamente las virtudes del remedio “X”, dan conferencias sobre eso mostrando los efectos casi mágicos de su receta… de su fórmula. Obviamente el laboratorio se llena de dinero, los médicos propagandísticos también, aunque los pacientes padezcan, no se curen, o incluso mueran. Son daños colaterales.

Es el momento de resumir: parece fácil, con buenos propagandistas inundar las mentes (o hipocondiaquizarlas, valga el neologismo) mostrando los males que se padece y la solución casi mágica de cambiar de receta. La nueva fórmula tiene las soluciones necesarias para sanar el cuerpo social. También es relativamente sencillo “explicar” que el agravamiento constante y sistemático del cuerpo social se debe, en realidad, a que la enfermedad arrastra un pasado negativo, casi una herencia genética. Mientras tanto, el cuerpo se agrava, como causa y efecto, porque el laboratorio se llena de dinero, los médicos también y el remedio ni siquiera es un placebo. Sin duda alguna lo sensato sería hacer un buen diagnóstico. Puede haber verrugas, manchas en la piel, o alguna otra cosa, pero lo que cuenta es el cuerpo social entero. Si el cuerpo se enferma más y más, es evidente que la fórmula no es la correcta; el diagnóstico no lo es. La solución no parece ser mirar los laboratorios o los médicos, en este caso, sino los enfermos. El cuerpo social que se deteriora por la aplicación de una fórmula perversa que recetó soluciones que no lo eran. “Curar esa enfermedad es la cosa más fácil”, “si aplicas esta receta lloverán las soluciones”. “Si tienes esa dolencia es indicio de que la fórmula anterior era perversa. Deberías desecharla”. Y cambiando de fórmula nos encontramos que la enfermedad, que era pequeña, se transformó en grave, mientras los laboratorios y sus propagandistas festejan bailando en balcones amarillos.

Sin duda hay hoy una enfermedad social. El empobrecimiento sistemático, la desocupación, la tristeza, son síntomas de ello. Y sin duda alguna la clave está en formularse la pregunta correcta y encontrar la fórmula adecuada. De la fórmula se trata.


Imagen tomada de https://www.youtube.com/watch?v=MbovC8VqkWY

jueves, 23 de mayo de 2019

Mensaje curas opp: La verdad los hará libres!

LA VERDAD LOS HARÁ LIBRES (Juan 8,32)

“Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a la luz.” (Marcos 4,22.) 

Estos días, en que hacemos memoria de los primeros pasos de la independencia de nuestra Patria, nos encuentran inmersos en un proceso electoral. A nuestro juicio, en estas elecciones está en juego mucho más que un modelo económico o afinidades políticas o ideológicas: lo que está sometido a escrutinio es el mismísimo sustento ético de la Patria que queremos y, en definitiva, qué clase de personas somos.

El fracaso estrepitoso del actual gobierno, tanto en el orden político como económico y, sobre todo, social, no sólo se debe a políticas económicas (sometidas a las decisiones de poderes foráneos) que enriquecen a unos pocos y condenan al hambre a una inmensa proporción de los que habitan esta bendita Patria del pan (además de su ineptitud y negligencia), sino también al rencor y al ánimo de revancha que ha dirigido sus acciones. Se ha manejado como si la justicia fuese un instrumento del Poder Ejecutivo, como lo muestra el juicio que se inició hoy y los otros procesos en que involucran a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

No se entiende la saña con que se persigue judicialmente al anterior gobierno, sin ese rencor que en mucho se asemeja a un “odio de clase” y creyendo que, de esa manera, conseguirá recuperar algo del crédito que ha perdido ante la sociedad. Pero no se puede esconder ya la manipulación de la justicia: el caso D’Alessio ha dejado al descubierto la impudicia y mentira con que se han armado causas, preparado testigos, extorsionado a otros… y todo desde el seno mismo del Ejecutivo.

Hace unos meses hicimos un llamado a los políticos que quieren otro modelo de Patria, en la que los pobres cuenten −los que Jesús llamaba “benditos de mi Padre” (Mateo25,34)−, en la que se les garantice el derecho a una vivienda digna, a la salud, a la alimentación y a un trabajo bien remunerado. Les pedimos la generosidad de dejar de lado intereses sectoriales y personales, para pensar juntos una Patria de hermanos que sea una alternativa realista al país de unos pocos que quiere este gobierno.

Saludamos, por eso, la voluntad de buscar esos consensos que han manifestado Alberto Fernández y Cristina Fernández de K. al presentar la fórmula con que se presentarán a las PASO. Creemos que ése es el camino para reconstruir la Patria. “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mateo 24,34)

Que los Beatos Mártires Riojanos, Enrique, Wenceslao, Carlos y Gabriel, testigos de la opción por los pobres, nos guíen con su ejemplo en esa tarea. Como ellos busquemos juntos la Justicia y la Paz.

Secretariado del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres

21 de mayo de 2019

martes, 21 de mayo de 2019

Comentario Pascua 6C

Jesús se va, pero no nos deja solos: sigue presente en el amor de hermanos

Domingo de Pascua 6C

Eduardo de la Serna



Lectura de los Hechos de los Apóstoles     15, 1-2. 22-29


Resumen: Partiendo de un acontecimiento histórico – la Asamblea de Jerusalén - Lucas muestra como en las comunidades con gran cantidad de miembros provenientes del judaísmo y del paganismo, puede haber tolerancia y respeto por las sensibilidades de los hermanos. Así conduce el Espíritu Santo a los primeros seguidores de Jesús.


El texto de los Hechos de los Apóstoles alude a lo que se conoce como la Asamblea de Jerusalén, pero todo el relato de la misma está omitido en el texto litúrgico; sólo se presenta la introducción, el debate que causa la decisión de hablar del tema, y la conclusión escrita para aquellos que habían sido protagonistas del debate.

Antes de entrar en tema señalemos brevemente que Pablo nos informa también de la Asamblea (Gal 2,1-10), aunque con algunos matices diferentes. El análisis de semejanzas y diferencias puede ser útil para la pregunta acerca de los acontecimientos históricos, que es muy importante, pero no es tema de la liturgia. Algo señalaremos de esto, de todos modos, pero especialmente para destacar la intención de Lucas al comunicar el tema de una manera, y no de otra. Mostraremos los principales elementos históricos que parecen necesarios tener en cuenta, pero destacando –como decimos- la intención de Lucas al comunicarla.

a.     Lucas menciona muchos más viajes de Pablo a Jerusalén de los que se concluyen en sus cartas. Dada la importancia teológica que la ciudad tiene en sus escritos es posible suponer que Hechos duplica los acontecimientos mostrando más que los ocurridos. En este caso se trata de un viaje a fin de aclarar la discusión suscitada por la circuncisión o no de los paganos que se han convertido al Evangelio.

b.    La reunión – en Lucas - es entre los enviados desde Antioquía: Pablo y Bernabé y los Apóstoles y presbíteros. Según Pablo también participó Tito, que jamás es mencionado en Hechos. Según Pablo, además, sólo participan Santiago, Pedro y Juan, y la reunión es privada; en Hechos – en cambio - la reunión es oficial. Los presbíteros – que no parecen existir en tiempos de Pablo - son presentados en Hechos para marcar el camino de la continuidad: el tema no es sólo para tiempos pasados sino para el presente de Hechos y sus lectores.

c.     Hechos menciona en la Asamblea una breve mención de Pablo y Bernabé, y dos largos discursos de Pedro y de Santiago. Al terminar este último se redacta la carta de envío que es la conclusión del relato (y lo que continúa en el texto litúrgico, que como dijimos omite la Asamblea). Hay motivos para sospechar que históricamente la intervención de Santiago puede haber tenido lugar en otro tiempo, y otra asamblea (en la que quizás Pablo no estuviera). El mismo discurso de Pedro parece bastante elaborado según la teología de Lucas.

d.    La carta resume lo dicho por Santiago. Puesto que la misma idea se repite en Hch 21,25 como si Pablo no la conociera, podemos sospechar la probabilidad de lo señalado en el párrafo anterior: que se trate originalmente de dos momentos diferentes reunidos en uno por Lucas.

e.     Dos personas más son enviados junto con Bernabé y Pablo (desconocidos para nosotros en el relato de Pablo). Quizás la idea sea destacar que estos serán testigos (eran necesarios dos para ser testigos) de lo que ha decidido la Asamblea ante un tema que había resultado conflictivo.

f.     Como es habitual en Lucas-Hechos el protagonista de este nuevo paso será el Espíritu Santo.

g.    Los pedidos de la carta a las comunidades son llamativos. Pablo ha dicho “nada nuevo me impusieron” (Gal 2,6), y – además - no parece preocupado en comer carne ofrecida a los ídolos si es que no causa escándalo a otros al hacerlo (1 Cor 10,25-29). Es decir, Pablo parece no conocer la carta – como hemos señalado - (o no tenerla en cuenta, lo cual es dudoso). ¿Qué sentido tienen estas normas?

Veamos brevemente lo que Lucas parece estar diciendo a las comunidades en este fragmento (reiteramos que se trata sólo de la aparente causa de la decisión de enviarlos a decidir la cuestión de la circuncisión y la nota conclusiva luego de la reunión y debate en asamblea). El punto principal es que la salvación de los paganos es imposible (v.1) sin circuncisión. El mensaje final de la asamblea destaca que esto fue dicho “sin mandato nuestro” (v.24). Sabemos que el tema de la exigencia de la circuncisión por parte de los más “judaizantes” de las comunidades cristianas fue un tema importante en tiempos de Pablo. Es importante señalar que no se trata solamente de la circuncisión, sino de todo lo que esta conlleva: el cumplimiento fiel de la ley, los rituales alimenticios, normativas varias. Cumplir con todo lo establecido nos pone en relación con Dios. El criterio de base de Pablo es que sólo nos pone en relación con Dios ser “miembros” de Cristo, “estar en Cristo”, y no hacer o dejar de hacer tales cosas. Todo esto no está dicho en el texto de Hechos, pero sí insinuado en los discursos (Pedro: “ustedes tientan a Dios imponiendo al cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar”. [v.10], Santiago: “pienso que no hay que poner obstáculos a los paganos que se conviertan a Dios”. [v.19]). La asamblea decide “no imponerles más cargas que las indispensables” (v.28).

¿De qué se tratan estas “cargas” o "yugo"? Algunos han pensado que se trata de una suerte de normas propias de la alianza con Noé  [Gen 9,5.9] (como unas normas anteriores a la alianza con Abraham [Gen 17,2.11]), sin embargo en la alianza con Noé sólo se alude al tema de la sangre, y no a las uniones matrimoniales lícitas y la carne ofrecida a los ídolos. Siendo que la carta está dirigida a las comunidades de Antioquía, Siria y Cilicia lo probable es que la carta pretenda que los muchos paganos que se han incorporado a Israel por el Bautismo eviten aquellas cosas que más herirían la sensibilidad de los muchos judíos del grupo. Por Pablo sabemos que comer carne ofrecida a los ídolos resulta escandaloso para los “débiles” (1 Cor 8,7-13), del mismo modo escandaliza la “impureza sexual” (porneia – sea lo que esta signifique en estos casos - cf. 1 Cor 5,1). Lo estrangulado sólo se encuentra en este contexto de la carta en todo el NT, y la sangre (comer sin desangrar) tampoco (aunque cf. Jn 6,60-61; Ap 17,6). Siendo que la sensibilidad judía se manifestaba particularmente herida en estos temas, es razonable que se pida a las comunidades mixtas (donde había gran cantidad de miembros venidos del judaísmo y también gran cantidad venidos del paganismo, lo cual ocurría en Siria, Cilicia y Antioquía) que eviten lo que puede lastimar la sensibilidad de los “hermanos”. Y no podemos descuidar que esto está decidido por “el Espíritu Santo” (v.28) y "nosotros". Como siempre en Hechos, es el gran protagonista del anuncio del Evangelio y del crecimiento de la palabra de Dios en la historia.

El texto de Hechos, entonces, no se detiene tanto en las consecuencias o no de la circuncisión (tema más característico de Pablo) sino en la convivencia al interno de la comunidad. Así, con convivencia, tolerancia y respeto mutuo irán creciendo las comunidades. Primero – siempre según la teología de Hechos - las venidas del ambiente judío, luego las comunidades mixtas (como es el caso especial de Antioquía) y luego – con la misión paulina - las comunidades casi exclusivamente provenientes del paganismo. Así el Evangelio, "la palabra" crece movido por el Espíritu Santo.


Lectura del libro del Apocalipsis     21, 10-14. 22-23


Resumen: la última visión del Apocalipsis nos muestra la plenitud de los bienes esperados que llegan con la intervención de Dios en medio de su pueblo, la Iglesia.

La semana pasada [ver comentario a la 2ª lectura] presentamos en parte la lectura de hoy por formar parte de una misma unidad literaria. No repetiremos lo dicho. El texto es la última visión de todo el libro aunque bastante cortada. La unidad parece ser 21,9-22,5.

Ya presentamos el contraste entre las dos ciudades / dos mujeres. En este caso, la “esposa / Jerusalén” contrastando con la “prostituta / Babilonia”. La una es mostrada en el desierto, lugar de muerte cuando Dios no acompaña, la otra, el un monte alto, lugar de encuentro con Dios. La una sube del abismo, lugar de los muertos, la otra desciende desde “junto a Dios”. En la ciudad santa reside “la gloria de Dios”, en Babilonia títulos blasfemos, abominaciones, impurezas. Una viste de oro (19,4 pero en una copa llena de “abominaciones”), la Jerusalén “jaspe” (piedra que en todo el NT sólo aparece en relación al cielo: Ap 4,3; 21,11.18.19) como cristal (también sólo en referencia al cielo, Ap 4,6; 21,11; 22,1).

Una muralla es lo propio de las ciudades, y una muralla de 12 puertas sin duda revela una ciudad inmensa. Era habitual que las puertas tuvieran nombre (cf. Hch 3,2; Zac 14,10; Neh 2,13; ver Is 60,18; Ez 38,11) sin embargo, las puertas eran cerradas por la noche para que reinara la paz dentro de sus muros (Sal 122,7) pero en este caso, “Las puertas no se cerrarán” y “no habrá noche” (v.25) lo cual revela la situación ideal de paz que reinará en la ciudad una vez que Babilonia haya desaparecido. Las 12 puertas aluden claramente al pueblo de Dios, llevan los nombres de las doce tribus de Israel (v.12) y la muralla está asentada sobre piedras que llevan los nombres “de los doce apóstoles del Cordero”. Esta ciudad es inseparable, obviamente, de la Iglesia.

El texto litúrgico aquí se interrumpe. Se comienza a describir los asientos de la ciudad que es un cubo perfecto. Los números son ciertamente simbólicos, como es habitual en el apocalipsis (12 asientos, 12.000 estadios, 144 codos) del mismo modo que los materiales preciosos de cada una (oro puro, jaspe, zafiro…).

En el v.22 se retoma el texto para destacar elementos de la ciudad. Elementos que “no hay” especialmente (aunque también el texto se interrumpe para la liturgia). Estando Dios mismo y el Cordero en la ciudad, esta no tiene santuario, del mismo modo que no hacen falta “iluminadores” (ni el sol, ni la luna ni lámparas), Dios y el Cordero la iluminan. Ya no tienen cabida – entonces - las mediaciones, porque la presencia las vuelve innecesarias. Del mismo modo – ya fuera del texto - no hay cabida para lo negativo (maldiciones, lo profano, la violencia) y en el medio brota de Dios y del Cordero el río de vida. La luz, la paz, la vida, el encuentro pleno con Dios y el Cordero caracterizará esta “esposa” / ciudad que es la Iglesia, que es la plenitud de los bienes esperados para un futuro inminente.


Evangelio según san Juan     14, 23-29

Resumen: Jesús se está despidiendo de sus discípulos, pero no lo hace para dejarlos huérfanos, sino que les deja a modo de testamento el mandato del amor, en el cual se hace presente en medio de ellos; y envía – además - el Paráclito a fin de que continúe entre ellos la misma otra comenzada por Jesús.

El Evangelio de Juan pone en boca de Jesús un largo discurso de despedida (caps. 13-17). Discurso sólo interrumpido por breves intervenciones: Pedro afirma que dará la vida por él (13,36-38), pregunta de Felipe (14,8), pregunta de Judas – no el Iscariote - (13,22), comentario de discípulos (16,17-18), intervención de discípulos (16,29-30). Sin embargo, las intervenciones tienen como función permitir el desarrollo del discurso. No es fácil, fuera de estas pequeñas intervenciones ver cómo está armado el discurso y qué partes tiene. Sin embargo, el cap. 14 tiene una extraña frase de Jesús que queda inconclusa hasta 18,1: “levántense, vámonos de aquí” (14,31). Aunque la escena continúe, es indicio de conclusión, lo que nos permite afirmar que la unidad que la liturgia nos presenta comienza con la pregunta de Judas y concluye con el pedido de levantarse (14,22-31). De todos modos, como veremos, la temática no parece novedosa con respecto a lo que la precede y lo que sigue.

Como se ha dicho, el discurso de despedida juega el rol de testamento: un personaje está por morir y se despide de los suyos dándoles indicaciones, invitándolos a no repetir sus defectos o a imitar su conducta positiva, de ese modo, se convertirán en sus herederos.

El contexto del relato es el de una “partida”, que refiere – obviamente - a la futura muerte de Jesús. Pero esto no significa abandono ya que un nuevo personaje entra en escena (ya desde 14,16-18) garantizando que no quedarán huérfanos: el Paráclito [es interesante notar que las Biblias modernas han renunciado a traducir el significado del término manteniendo la palabra en griego, como veremos]. Amor / mundo / Paráclito / guardar la palabra-mandamiento son ideas fundamentales de la unidad pero que ya se encontraban en los párrafos anteriores. Jesús ya había dicho que el amor mutuo es la herencia que les deja, “como él ha amado” (13,15.34.35; 14,15) y lo repite en el comienzo de la respuesta a Judas: “si uno me ama, guardará mi Palabra” (v.23 = v.15).

La pregunta de Judas ¿por qué no revelarse al “mundo”? supone dos elementos clásicos de Juan: el lugar del “mundo” y el lugar de la fe [para ser precisos es necesario señalar que el sustantivo “fe” – pistis - jamás se encuentra en Juan, mientras que el verbo “creer” –pisteuô - es sumamente frecuente (98x)]. El mundo es precisamente el ambiente que se ha negado a creer, que prefirió las tinieblas a la luz (3,19; volveremos sobre esto). Creer, en cambio, es una opción existencial por Jesús, y por eso el que cree tiene vida (divina). Esta actitud es fundamental en el discurso de despedida (14,1.11.12), pero es inseparable del amor (14,15.21.23.24). Se ha llamado la atención sobre el estrecho vínculo que existe entre las exigencias de Jesús y las de la alianza, especialmente tal como se encuentran en el Deuteronomio (cf Dt 5,10; 6,5-6.7.9; 10,12.13; 11,13.22). Creer y amar es – precisamente - lo que se resiste a hacer “el mundo”. La asociación entre el amor (vv. 15.21.23-24 «me ama») y la fidelidad (vv. 15.21.23-24 «guarda mis mandamientos») conduce a una nueva promesa para el tiempo intermedio entre partida y retorno. En 14,2-3 se hace referencia a las moradas que Jesús preparará, pero en v,23 la morada se encuentra en futuro como lugar donde el Padre y Jesús permanecerán en el que lo ama. El marco del relato es la inminente partida de Jesús (14,1-14), y hasta que se concrete la “venida” (vv.25.28), hay una morada de Jesús y el Padre en el que cree y ama (v.23), lo experimentan (14,18-21).

Un tema fundamental de la cristología joánica subyacente en el texto es presentar a Jesús como “enviado” del Padre (cf. 4,34; 5,23.24.30.37; 6,38-40; 7,16; 8,16.18.26; 12,44-49). El enviado es la presencia misma del “enviador”. Lo que aquel diga, haga o deje de hacer es dicho y hecho por el mismo que envía. Por eso las palabras de Jesús son las del Padre y lo mismo ocurre con sus hechos. Y por tanto (v.24) el que rechaza las palabras de Jesús está rechazando a Dios mismo (cf 3,34; 5,23.24; 8,18.28.38.47; 12,49).

Como ya había mencionado, Jesús alude al envío de un personaje al que llama “Paráclito” (14,16). La idea subyacente es variada: auxiliador, patronazgo, abogado, mediador, intercesor, el que está / habla “en lugar de”, el que conforta. Puesto que la imagen es tan amplia – y muchas de estas acepciones se pueden entender o aplicar al sentido del texto - es que las Biblias modernas han optado por mantener el término griego para que todos estos sentidos estén supuestos. En el NT sólo se encuentra en Juan y siempre se dice del Espíritu Santo  (14,16.26; 15,26; 16,7). Y si miramos atentamente lo que se dice de él (“otro paráclito”, “esté con ustedes”, de la verdad, el mundo no lo recibe, enseñará todo, enviado, dará testimonio) notaremos que lo mismo se dijo en el Evangelio de Juan de Jesús; se trata del espíritu de Jesús presente en la comunidad una vez que se haya ido (16,7) a fin de hacerse presente y acompañar a los suyos (v.26) ya que no puede ser recibido por “el mundo” (v.16).

Antes de despedirse, Jesús les dona la paz (shalôm). Nuevamente en contraste con “el mundo” que da una “paz” distinta. Es importante recordar que el “reino de este mundo” es un reino de violencia (por eso, el reino de Jesús no supone combate [18,36], porque es de “paz”, lo que contrasta abiertamente con la “pax” romana que es la paz de la violencia impuesta), no es innecesario recordar que para el clásico dualismo joánico “este mundo” tiene un “príncipe” que es “homicida desde el principio” (8,44), padre de la mentira y príncipe de las tinieblas...

Repitiendo lo dicho en 14,1 retoma “no se turbe el corazón de ustedes” (v.27b), y como en 14,2-3 repite que se va pero volverá (v.28). Esto Jesús lo cuenta antes que suceda para que al suceder, ellos crean (v.29), así la fe (vv. 15,21.23-24.29), el amor (vv. 15,21.23-24)  la alegría (v 28) y la paz (v 27a) serán un nuevo comienzo acompañados por el Paráclito. El envío del Paráclito está ligado al encuentro de Jesús con el Padre al que llama “más grande que yo” (v.28), lo cual dio lugar a problemas en las discusiones teológicas de los primeros siglos. La estrecha unión entre el Padre y el Hijo, particularmente fuerte en Juan (8,24; 10,30), no impide mostrar que Jesús, en su misión, en cuanto enviado, presenta una clara subordinación al Padre en su misión, a su voluntad.


Dibujo tomado de http://capillalosdoceapostoles.blogspot.com