viernes, 24 de marzo de 2023

La Iglesia ausente otro 24

La Iglesia ausente otro 24

Eduardo de la Serna



Un nuevo 24 de marzo pasa. La gente colmó la Plaza y gritó «Memoria».

Y, como cura, me surgen 3 pequeños elementos para la reflexión:

1.- Cuando el episcopado argentino ya no podía seguir haciéndose el distraído, no podía decir que los responsables de los crímenes atroces eran “unos loquitos sueltos” (¿dónde escuché eso?), cuando los mismos referentes militares les dijeron en la cara que de un plan sistemático se trataba, y hasta el mismísimo papa Juan Pablo II los dejaba en offside, entonces los obispos empezaron a hablar de Reconciliación. Fue la palabra mágica y clave, por ejemplo, del documento “Iglesia y comunidad nacional” (ver # 199-202) para afrontar su presente histórico. ¿Cómo reaccionaron a eso desde los organismos de Derechos Humanos? Pues sencillamente a la tradicional “¡no olvidamos, no perdonamos!” añadieron – y se sigue repitiendo – “¡no nos reconciliamos!”

2.- Actualmente, la Iglesia jerárquica afirma que “nos comunica el contenido de sus archivos”; pero, veamos: en los archivos, lo que vemos son, por ejemplo, las numerosísimas denuncias, en las que personas u organizaciones comunican desapariciones y piden la intervención eclesiástica. Es difícil que en aquellos a los que se han podido acceder encontremos que un obispo sepa qué pasó con desaparecidos, o con niños entregados. No son esos archivos los que aportan algo para el conocimiento de la verdad que esperamos. Seguramente por eso, en el acto hoy dijeron: “que se permita el acceso público a los archivos de inteligencia producidos por las Fuerzas de Seguridad, las Fuerzas Armadas y por la ex SIDE” y no se incluyó a los archivos eclesiásticos. A lo mejor algún genocida escribiera un diario, o a lo mejor escribiera cartas personales o las recibiera a personas eclesiásticas (por ejemplo, capellanes militares), pero no son esos archivos – si es que existieran – los que se han podido conocer. Es posible que en una crisis de conciencia (cuanto conciencia había) alguno hablara (¿escribiera?) a un cura u obispo sobre torturas, desapariciones, robos de bebés, etc., pero no parece probable que eso haya llegado a la Santa Sede, a la Nunciatura o a algún obispado (y no parece que todos hayan abierto sus archivos); por ejemplo, una teóloga afirma que monseñor Raspanti recibió por parte del provincial jesuita Jorge Mario Bergoglio informes muy críticos sobre Jalics y Yorio – además de comentarios telefónicos, lo cual es más complicado constatar – y, no estaría de más conocer en los archivos del obispado de Morón si existen esos tales informes. Pero eso es otro tema. En lo personal, lo que he leído de los archivos mostrados no me aportó nada nuevo, sólo confirmar de unos u otros personajes lo que ya sabíamos.

3.- En muchos organismos de Derechos Humanos se suele hablar de “dictadura cívico-eclesiástico-militar”; en lo personal, prefiero decir “cívico-militar con bendición eclesiástica”, pero no ignoro ni simulo la enorme complicidad del Episcopado (con las conocidas excepciones) con el genocidio y el terrorismo de Estado. Conste o no en archivos, haya o no pruebas de que tienen acceso a información que desconocemos, o no, no puedo negar la cercanía del Episcopado, y – peor aun – el acuerdo de muchos (¡demasiados!) obispos con la Dictadura. Pero también escuché en la plaza que cuando nombraron al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo la Plaza rompió en aplausos. Hoy, uno, anónimo para mí, exagerado, pero sintomáticamente me abraza y me dice: “no creo en dios, pero ¡a usted le creo! Pero, ¿Qué quiere con estos obispos que tenemos?” Para muchos, los obispos de ayer y los de hoy son lo mismo… «Una cúpula de la Iglesia que, cuando no era parte del terror, elegía ser parte del silencio», dijo el documento hoy leído.

A lo mejor harían bien muchos obispos o teólogxs en participar disimulada y silenciosamente (que son expertos en eso) de varias marchas de varios 24 de marzos, y a lo mejor así sepan y escuchen qué dice tanta gente sobre ellos, y por qué. Conocer la realidad leyendo el diario La Nación no suele ser buen consejero, y, sobre todo, suele ser garantía de parcialidad manifiesta. Y parcialidad del peor de los lados posibles. La misma que tuvieron ayer.


Foto tomada de los medios

El 24 de marzo no debería ser feriado

El 24 de marzo no debería ser feriado

Eduardo de la Serna



Un feriado es un día dedicado al descanso por tratarse de una fiesta importante. Descanso es sacar el cansancio a causa de labores. ¿Eso es el 24 de marzo? ¡No!

Sólo para los negacionistas, para los que festejaron aquel nefasto día, para los que – todavía hoy – conmemoran “al general” (degradado, descartado y muerto en cárcel común a causa de sus crímenes aberrantes, condenado por una justicia imparcial), sólo para ellos un 24 de marzo puede ser “fiesta”. Los que aquel 24 de marzo despertamos con una puteada en los labios y vivimos con angustia, con miedo, con pesar por tantos y tantas compañeros y compañeras que no están, nosotros, no podemos en nada festejar. Pero, sobre todo, no podemos olvidar. Olvidar, casi, casi, sería volver a desaparecer a las y los compañeros y compañeras. Los que tuvimos amigos y parientes exiliados y desaparecidos, torturados y apropiados no podemos sino gritar “¡memoria!”

Quizás tengamos la “suerte” de estar vivos (aunque en mi caso creo que más que “suerte” fue la complicidad del arzobispo con la dictadura, y yo estaba en “su” seminario). Y si estamos vivos, y no nos consagramos al ónfalocentrismo (mirarnos el ombligo una, y otra, y otra vez) sabemos que si “a mi no me pasó nada” no es para pensar un “no me importa”, o peor, que “en algo andarían” sino que en algo debemos andar, en sembrar, en edificar, en vivir con ellos y ellas delante. Hay demasiadas causas por las que vivir vale la pena, y no hay demasiado tiempo para descansar. Otra cosa es parar para mirar un mapa (o personas que lo son).

Es memoria porque el Alzheimer político, la amnesia social o la arterioesclerosis comunitaria no son sino enfermedades que impiden caminar. ¡No! ¡no es una fiesta! Es tiempo de centrarnos en lo fundamental (y por eso hay que parar… no para descansar… ¡para luchar!). No para luchar contra fulanos o menganas (aunque haya varios y varias que obstaculizan el andar y deben ser corridos de en medio), para luchar por la vida. ¡Y hay demasiada muerte en el olvido!, ¡y más en la injusticia!

No, no es fiesta. No festejamos. Recordamos (pasamos por el corazón, que no es el ombligo, por cierto), remembramos (traemos a los miembros, por los que circula sangre. Es decir, vida), que es algo muy distinto. Y si recordamos juntos, si nos miramos a los ojos, si vemos miles de rostros conocidos o no, que recordamos lo mismo, que luchamos por lo mismo, si nos damos la mano “¡y vamos ya!” porque “ánimo nos daremos a cada paso”, entonces celebramos. Y nos alegramos juntos y juntas por saber que adelante hay vida posible. La misma vida que les negaron a 30.000 y obstaculizaron a todos. Por eso es memoria. Por eso es verdad. Por eso es justicia. Y cierro porque me voy a la Plaza.

jueves, 23 de marzo de 2023

Un primer paso para la organización, Ignacio de Antioquía

Un paso para la organización, Ignacio de Antioquía

Eduardo de la Serna



El movimiento cristiano fue naciendo y organizándose de modos y estructuras muy variadas, según los fundadores o fundaciones, según la misma comunidad y sus posibilidades geográficas, políticas, sociales, culturales... Por ejemplo, todo parece indicar que Pablo, gran fundador de comunidades, aunque se reconocía a sí mismo con una responsabilidad con sus “hijos” como “padre – madre” (cosa que suele reflejar en sus cartas) él dejaba que cada comunidad se fuera dando la organización que ellos creyeran oportuna y adecuada. No hay, en sus escritos, una estructura fija que veamos que se da en una y se repite en otras comunidades.

Claro que, desaparecidos los fundadores, con el tiempo las comunidades fueron viendo la necesidad de estructurarse. En un primer momento, las tradiciones de los distintos fundadores fueron frecuentes: “esto es lo que Pablo nos diría”, por ejemplo, se repite una y otra vez (o “lo que diría Pedro”, o “Santiago”, etc.). Había quienes lo habían conocido y, su memoria estaba aún fresca, y su “memoria” tenía autoridad. Pero también este tiempo fue pasando. Así empezamos a encontrar a quienes “vigilan” que la comunidad y la memoria se mantenga fiel (en la teoría y en la práctica), hay, también, “ancianos” que pueden aconsejar desde su sabiduría, y, hay – finalmente – algunos encargados de servir a los enfermos, asistir a los presos, socorrer a los pobres y las viudas (como se ve, con el paso del tiempo las comunidades se empiezan a “organizar”). Pero, insistimos, en un primer momento estos “servicios” fueron variando... a veces se pasaba de uno a otro circunstancialmente, o estos eran temporales. Como en casi todo el imperio romano se hablaba griego, el uso se fue universalizando y en esta lengua "vigilantes" se dice episkopos, "ancianos" se dice presbyteros y "servidores" se dice diákonos (de aquí vendrán, más tarde, nuestros obispos, presbíteros y diáconos).

En la primera mitad del s. II, un “epískopo” de la importantísima ciudad de Antioquía, llamado Ignacio, fue encarcelado y llevado por soldados a Roma a fin de, allí, ejecutarlo (no conocemos las causas). En el trayecto fue atravesando toda la actual Turquía (con escalas en Esmirna y Tróade) para de allí cruzar a Grecia y llegar a la Capital del Imperio. Como Ignacio era – por lo que vemos – muy conocido, varias comunidades enviaron delegados a Esmirna y Tróade para hablarle y escucharlo. Allí, él aprovechó la detención para escribir cartas a estas comunidades. Se conservan 6 cartas a las Iglesias y una personal al epískopo de Esmirna, Policarpo. Probablemente fuera este quien tuviera copias de estos textos y se haya ocupado de hacerlas públicas. A comienzos del s. IV ya era bastante conocida la existencia de las cartas de Ignacio.

Uno de los temas recurrentes en los consejos-escritos de Ignacio es la unidad de las Iglesias, unidad que debe ser en torno al “obispo” (en singular) y la comunidad de “presbíteros”. Proviniendo de Antioquía, donde había residido mucho tiempo Pedro, es razonable que el que encabezara la comunidad fuera una sola persona mientras en otras comunidades e iglesias había una “comunidad de epískopos; por eso Ignacio destaca que cada comunidad (se refiere a aquellas que lo visitan, es decir, de ciudades de Asia Menor) deben estar en comunión con el epískopo que se encuentra acompañado por los presbíteros. Como se ve, con Ignacio, en una parte importante de la Iglesia - Asia Menor - se empieza a presentar una estructuración a la que podemos llamar “jerárquica”. Señalemos que esto es algo que va ocurriendo lentamente y no ocurre así en otras partes, por ejemplo, aunque Ignacio a Policarpo, en su epístola, lo llama epískopo, él, en una carta, se presenta a sí mismo como presbytero.

De todos modos, esto fue solamente un paso, y luego hicieron falta otros más adelante para que en la Iglesia universal la organización fuera, como es hoy, de obispo-presbíteros-diáconos. Recién con la obra “La Tradición Apostólica”, de Hipólito romano (siglo III) se aceptó en toda la Iglesia este esquema “tripartito”.

Ignacio finalmente llegó a Roma donde fue muerto mártir (por “los dientes de las fieras”, según él mismo anticipa en su carta a los romanos). Hoy, sus escritos, constituyen un conjunto de textos que se han llamado “Padres Apostólicos” por la cercanía con el tiempo de los apóstoles. En este caso, la estructuración en las comunidades dio un paso que, venía desde la “tradición paulina”, reflejada en las cartas llamadas “Pastorales” (1 y 2 a Timoteo y a Tito) y – pasando por Ignacio, en sus cartas – fue aceptada más adelante para ser asumida, un siglo más tarde, por toda la Iglesia universal. Con el paso del tiempo la Iglesia empezó a ser, cada vez más claramente, una comunidad organizada.

 

Imagen tomada de https://www.perpetuosocorrozac.org/2019/10/san-ignacio-de-antioquia-17-de-octubre.html

martes, 21 de marzo de 2023

Las vocaciones, ¿una bendición?

Las vocaciones, ¿una bendición?

Eduardo de la Serna



Hay una especie de principio teológico casi indiscutible (a eso lo llamaban theologoumenon) que dice que allí donde hay vocaciones a la vida ministerial (presbiteral, religiosa, etc.) está llegando la bendición de Dios. Una congregación, seminario, casa religiosa en la que abundan las vocaciones se sabe “bendecida” por Dios.

Entonces, como – pareciera – Dios se relaciona con nosotros en un esquema casi comercial, si hacemos las cosas bien (do) Él nos manda vocaciones como regalo (ut des).

Hace muchos años, en un encuentro de curas, dos de ellos habían “fundado” una suerte de congregaciones. Uno tenía bastantes vocaciones, el otro no, y entonces, aquel le dijo “es que tenés que saber a dónde ir para buscarlas” (él iba a colegios de la elite, por ejemplo). Ambos dos, fueron acusados y condenados por abusos. Y “el más bendecido”, incluso, expulsado del ministerio ordenado.

¿De qué Dios estaríamos hablando al pensar que regala vocaciones en cantidad en un ambiente y no lo hace en otro sumamente necesitado? Además, ¿no es un poco un Deus ex machina ese tal “dios”? ¿No será, más bien, reflejo de una sociedad, de cómo está, a dónde va el medio ambiente?

Quiero poner un ejemplo… A comienzos de los 70 parecía que todo el mundo, convulsionado, iba en una dirección: Carlos Mugica decía que “pronto toda la Iglesia será tercermundista”, “Vicky” dejaba la carrera de trabajo social porque “la revolución está a la mano, ¡ya viene!”, y, súbitamente, vinieron las dictaduras, la “reacción”, y todo fue diferente a lo imaginado. Pero, en ese interim, se llenaron los seminarios, las vocaciones florecían por doquier. Dios ¿bendecía la revolución que venía? ¿Qué habría pasado para que ahora bendiga “lo contrario”?

En estos momentos, pareciera que, por un lado, las derechas florecen por todas partes, aunque también están vivas las propuestas alternativas. Pero, vemos que los jóvenes, desencantados, quieren seguridades, caminos rectos, firmeza, “romper todo”, por lo que es lógico que busquen propuestas religiosas donde les digan qué sí y qué no se debe hacer, y que con firmeza y autoridad puedan sentir el alivio de “no equivocarse” (“el que obedece no se equivoca” dice la vulgata de la tontería:

"¿Y cómo nos manifiesta Dios su propia voluntad? Por medio de sus representantes en la tierra. La obediencia, y sólo la santa obediencia, nos manifiesta con certeza la voluntad de Dios. Los superiores pueden equivocarse, pero nosotros obedeciendo no nos equivocamos nunca” repite Maximiliano Kolbe).

La obediencia, así entendida, libera la conciencia del error, de la equivocación que, parece, sería la cosa más espantosa que nos puede ocurrir. Parece que lo que cuenta no es el amor sino el acierto… Y, entonces, incorporarse a grupos de “obediencia debida” resulta un “suave alivio del alma”. Y, si, además, tenemos la garantía divina de la bendición, entonces la seguridad es total. “Podemos respirar en paz y sentir que el alma se expande”.

Pero, la abundancia de vocaciones, ¿indica “necesariamente” que eso es lo que Dios quiere (y bendice)? ¿No indicará, más bien, dónde se ubica hoy cierta sociedad? ¿No indicará que hay una Iglesia que se dirige en esa dirección, lo que no necesariamente indica que tal sea la voluntad de Dios? Sin duda que los diferentes acontecimientos de la historia (también la abundancia o la ausencia de vocaciones) nos invitan a pensar, y a intentar “pensar desde Dios” los signos. Por ejemplo (y sólo a modo de pensamiento alternativo al “oficial”), la falta de vocaciones al ministerio ordenado (presbiteral, que no diaconal, en muchas partes), ¿no nos invita a pensar, más bien, que Dios no quiere una Iglesia “clericalista”?, ¿no será que la Iglesia debemos pensarla desde el laicado, desde el servicio, desde “las bases”? Ser muchos o ser pocos ¿es necesariamente garantía de bendición / maldición (o abandono)? ¿No hemos experimentado en la historia de la Iglesia cientos de casos en los que una gran mayoría aceptaba, o aplaudía un modo de vivir o ser mientras que un muy pequeño grupo escogía otro camino que – con el tiempo – resultó más “de Dios”? ¿No hubo, por ejemplo, aceptación general (incluso de grandes santos, como Bernardo de Claraval) a las Cruzadas, mientras un grupo microscópico, encabezado por Francisco de Asís escogió otro camino?

En suma, creo que es falso de toda falsedad creer que el hecho de que haya o no vocaciones, deba interpretarse necesariamente como bendición o no de Dios a un grupo, o un modo de ser Iglesia. Sí creo que eso debe pensarse, rezarse, discernirse para tratar de buscar cómo caminar mejor, como ser, hoy, más fieles al reinado de Dios (el mismo que Jesús compara con un grano de mostaza, por cierto); cómo dar, a nuestro tiempo, la mejor respuesta de vida y esperanza, de verdad y alegría, cómo anunciar buenas noticias… las mismas que, si no lo son para los pobres pareciera extraño evangélicamente. No creo que la abundancia de vocaciones sea indicio de dónde está Dios, sí creo que allí donde los pobres reciben esas buenas noticias, eso sí es señal de dónde está Jesús. Y, sinceramente, de eso se trata la Iglesia.

 

Foto tomada de https://es.catholic.net/op/articulos/49050/cat/347/si-tuvieras-fe-como-un-grano-de-mostaza.html

Comentario a las lecturas del domingo 5º de cuaresma "A"

La fe y la vida definitiva van de la mano


DOMINGO QUINTO DE CUARESMA - "A"

Eduardo de la Serna




Lectura de la profecía de Ezequiel     37, 12-14

Resumen: Como un montón de huesos sin vida, “Israel” se siente abatido en el exilio; Dios lo hará “subir” de las tumbas para llenarlos de vida y volverlos a reconstituir como su pueblo. Para ello por la palabra del profeta les infundirá su espíritu.


La elite de Israel se encuentra en cautiverio en Babilonia. El pueblo (en realidad, la élite, hay que recordarlo, aunque como es habitual la élite se ve a sí misma como “toda la casa de Israel”, v.11) se percibe a sí mismo como “muerto”, como “un campo de huesos secos”. En una de sus múltiples visiones, Ezequiel contempla un montón de huesos y el texto alude a la “resurrección de Israel”.


El texto comienza con “la mano de Yahvé” (cf. 1,3; 3,14.22; 40,1: es propio de las visiones del profeta) que lleva a Ezequiel a una ribera (v.1; también ligada a las visiones de Ezequiel: 3,22-23; 8,4) y finaliza con el dicho característico: “oráculo de Yahvé” (v.14). En v.15 comienza una nueva unidad: “la palabra de Yahvé me fue dirigida”. El texto litúrgico es la conclusión de toda esta escena. La clave que motiva todo está dada por los dichos de “los huesos”: “Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros” (v.11). Como ya se vio en 20,32 y 33,10 los ánimos del pueblo los abruman, el peso de las culpas los aplasta. Creen que ya todo está perdido y desaparecerán como pueblo terminando como uno más de los demás pueblos de la tierra. Israel ya no será. La sensación ante la visión es la de una “nueva creación” (cf. 36,26-28). El sentido de todo esto está dado porque Yahvé “conoce” (îd‘, verbo que se repite insistentemente en la escena: vv.3.6.13.14) e Israel “sabrá” quién es Yahvé. Pero para eso debe “entrar” en ustedes el espíritu que da vida. “Entrar” también es frecuente en la escena (bô’, vv.5.9.10.12) finalizando con la “entrada” anunciada en la tierra de Israel, y también lo es “subir (‘lh, vv.6.8.12.13) pues como “sube” la carne sobre los huesos, subirán de las tumbas (como “subieron” de Egipto, Ex 3,8.17…). La relación entre las situaciones de “Israel” en Egipto e “Israel” en Babilonia es un tema que será teologizado con frecuencia y servirá para repensar el regreso a la tierra. También es recurrente el verbo “profetizar” (nb’, vv.4.7.9.12) en el sentido de pronunciar una palabra de parte de Dios, y también de convocar (al “espíritu”). Finalmente es clave el término “espíritu” (rûah, vv.1.5.6.8.9.10.14; cf. 11,19; 36,26 siempre asociado a la vida) aquí usado en todos los sentidos variados que el término tiene en hebreo: el soplo / aliento de vida hace revivir los huesos, pero a él se dirige el profeta: “¡ven!” (v.9) quizás aludiendo a los vientos, y finalmente refiere al “espíritu de Yahvé” (v.14), es este espíritu de Dios el que da sentido al pueblo y su existencia y futuro. Como en Ez 36,16-38 se alude a la regeneración del pueblo que se siente abatido; como en Gen 2 la creación del cuerpo requiere un segundo momento: la donación del espíritu. El pueblo no puede ni tiene existencia sino por acción de Dios (“tú lo sabes”, v.3). Israel es incapaz de vivir, de “subir a su tierra” y a su Dios, sin la iniciativa y obrar divinos.


La conclusión (vv.11-14) explica el sentido de todo: Israel será “re-creado”, “levantado”, “vivificado”, pero esto es signo de la presencia de Yahvé en medio suyo, no hay Israel sin Yahvé.


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     8, 8-11

Resumen: Mirando de manera contrapuesta la “carne” y el “espíritu” Pablo se refiere a dos modos de vivir de la persona. El creyente en Cristo está invitado a dejarse conducir por el espíritu de Dios y no por la debilidad humana que le impide agradar a Dios y a los hermanos.



La carta a los Romanos está terminando toda su primer gran unidad dedicada a mostrar los efectos de la gracia en los creyentes. El gran efecto (ya preparado en la carta a los Gálatas, que muchos autores ven como una gran inspiradora de la carta a los Romanos) es la libertad. El creyente es libre a diferencia de los que están sometidos a sus propias (in)capacidades o a la misma Ley (caps. 1-3). Pero no es libre por su propia fuerza sino por la gracia de Dios. Esta nos “sumerge” «en Cristo» y por tanto hemos abandonado el ámbito de la debilidad (= carne) para dejarnos conducir por la fuerza de Dios en nosotros (= espíritu). Sin ese espíritu, ciertamente, recaeríamos en la incapacidad que nos impide vivir según Dios, “en Cristo”. “No pueden” (ou dynantai, v.8, cf. v.7). El contraste es evidentemente entre la “carne” y el “espíritu”, se trata de dos mundos, dos horizontes. La carne es expresión de nuestra propia incapacidad, mientras que el espíritu es “de Dios”, sólo quien tiene el espíritu de Dios puede “agradar a Dios”, es decir: vivir conforme lo que Pablo ha enseñado (1 Tes 4,1), buscando agradar a los hermanos (Rom 15,1-3), a todos (1 Cor 10,33) por Dios (cf. Gal 1,10). 


Aquellos que en el Bautismo han recibido el espíritu ya no están “en la carne”, el espíritu “habita” en ellos (8,9.11; ver 1 Cor 3,16). Sin ese espíritu, el que “habita” es el pecado (7,17.20), “nada bueno habita en mí” (7,18) [el verbo habitar, enoikéô, es exclusivamente paulino en el Nuevo Testamento]. 


Este contraste entre carne y espíritu se refleja en otro contraste: pecado - justicia, muerte - vida (v.10) [notar que lo que muere es el “cuerpo”; no dice “carne”. Es importante evitar toda lectura platónica o helénica para no malinterpretar estos términos de la antropología paulina]. La muerte ha entrado en el mundo como consecuencia del pecado (5,12), la vida ha reinado a causa de la justicia: “En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo, por Jesucristo!” (5:17). La vida que los “cuerpos mortales” recibirán de parte de aquel que “resucitó a Jesús” es dada por mediación de ese espíritu de Dios que habita en nosotros (v.11).


Evangelio según san Juan     11, 1-45

Resumen: El último de los signos de Jesús es dar vida a Lázaro. Un diálogo con Marta, su hermana, sobre creer, da sentido a que la fe permite acceder a una vida definitiva de la que Marta es modelo para los lectores del Evangelio.



El último de los siete “signos” de Jesús muestra la plenitud de sentido de la revelación de Jesús, en Juan: Jesús es y da la vida a la humanidad, sin embargo, los seres humanos, a causa de esto deciden “darle muerte” (11,53). 

Como las unidades anteriores, el texto es muy complejo. Veremos algunos elementos antes de mirar el sentido fundamental del relato.
  • Jesús se ha ido lejos de donde solía estar ya que “querían prenderlo” (10,39), por eso fue donde Juan bautizaba “y se quedó allí” (10,40). Por eso es que cuando –más tarde- decide ir a Betania los discípulos le dicen que “hace poco querían apedrearte” (v.8) y por tanto concluyen, “vayamos a morir con él” (v.16).
  • Anacrónicamente dice en 11,2 que “María era la que ungió al Señor con perfumes…” algo que ocurrirá recién en 12,3-8. Es posible que Juan haya adelantado esta escena para darle (o profundizar) sentido de “unción para la sepultura” a lo realizado por María, con lo que es coherente con la unción en Mc 14,3-9 (aunque allí se trata de una mujer innominada).
  • Decir que Jesús “amaba” a Marta, a su hermana y a Lázaro (v.5), o que “a quien tú quieres está enfermo” (v.3) llevó a algunos a afirmar que el discípulo amado sería Lázaro. Expresamente el autor del cuarto Evangelio omite el nombre y es sensato mantener ese anonimato voluntario.
  • El clásico “malentendido” joánico está dado con el uso de “despertar” a Lázaro (el juego entre “dormir” y “morir” es frecuente, cf. Mc 5,39) pero también con el doble sentido de la palabra “vida” (como veremos).
  • La frase de las hermanas, “si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano” (Marta, v.21; María v.32) puede entenderse como reproche, pero también –y parece preferible- un simple comentario, “¡qué pena que no estabas, sino seguro que Lázaro no moría!”. El comentario de Marta añade: “Pero aún ahora sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá” (v.22) no parece que deba entenderse como confianza en que puede resucitarlo (por el diálogo que sigue a continuación, vv.23-24).
  • La confianza de Marta en que Lázaro “resucitará en la resurrección, el último día” (v.24) es coherente con la teología farisea.
  • La presencia de testigos es repetida con cierta insistencia ya que serán los que desencadenarán la conclusión (vv.19.31.33.36.37.45-46).
  • De María y de los judíos se afirma que “lloraron” (klaíô, vv.31.33) mientras que de Jesús se utiliza otro verbo (edákusen, v.35). Es posible que este, que también puede traducirse por “lagrimear”, denote tristeza pero no desesperanza.
  • Es muy frecuente en Juan que ante Jesús se produzca una “división” (7,43; 9,16; 10,19), en este caso, en v.45, al ver el signo “muchos” creen en él, mientras que en v.46 algunos fueron a contar a los fariseos. Puesto que deciden darle muerte (v.53) nuevamente Jesús debe esconderse retirándose a “una ciudad llamada Efraim” (v.54).
  • El hecho de Jesús es calificado, como es habitual (17x), de “signo” (v.47, sêmeia) por Juan. Los signos son un hecho que “esconde” otra cosa mucho más profunda del mismo tipo, así como el pan, la luz, son “más” que simple pan o luz, sino que Jesús mismo ilumina y sacia las realidades más profundas del ser humano. Se puede decir que lo que se ve (el signo) es en realidad como una suerte de cáscara de algo más profundo (lo significado). Pero sólo se puede llegar a esa profundidad cuando se ve el hecho como signo (6,26), sino, los espectadores se quedan con la “cáscara” sin descubrir nada más. Esa profundidad, como es característico en Juan, es Jesús mismo, visto como el que sacia, el que ilumina… Algo habitualmente expresado (en la profundización del discurso) por el uso de “yo soy” (yo soy el pan, yo soy la luz del mundo… esa luz, ese pan que ustedes ven es signo de que Jesús ilumina y sacia). Por eso los signos están dirigidos directamente a que los que los ven puedan “creer”. “Para que crean” es que se dan los signos. Lo que los testigos pueden vislumbrar es la gloria (doxa) de Jesús. Por eso ante el primer signo se afirma claramente: “este fue el primero de los signos… así manifestó su gloria y creyeron” (2,11).
  • La conclusión del Evangelio lo afirma claramente: «Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro. Estos han sido escritos para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida (zôê) en su nombre». (Jn 20:30-31). La vida es el objetivo, y a esto se llega al creer, y se llega a creer al descubrir los signos y ver en ellos la gloria de Jesús.

Precisamente nos encontramos ante un signo (la vida de Lázaro) pero un signo que esconde algo que debe ser creído: que Jesús es (“yo soy”, v.25) “la resurrección y la vida”. Jesús le afirma a Marta que “si crees, verás la gloria de Dios” (v.40; cf. v.4). El verbo “creer” (tan importante en Juan, 98x) se encuentra 9x veces en la unidad, y es particularmente importante en el diálogo de Jesús con Marta que ocupa la parte central de la escena: “el que cree en mí, aunque muera vivirá” (v.25) “¿Crees esto?” (v.26), “Yo creo…” (v.27). 

Es interesante notar que en Juan se utilizan fundamentalmente dos términos griegos para hablar de la vida. Psyjê (10x) destacando que esta vida se puede “entregar” o “perder” (10,11.15.17; 12,25; 13,37.38; 15,13) y también zôê (36x). Esta zôê es vida “eterna” (3,15.16.36; 4,14.36; 5,24.39; 6,27.40.47.54.68; 10,28; 11,25; 12,50; 17,2.3) es resucitada (5,29), es una vida dada por Jesús, por tanto alude a “otro nivel” de vida, a la vida divina. Jesús es vida y resurrección, y creer en él permite recibir de él esa vida que él da. Es esta vida a la que Marta accede al creer; de hecho, la confesión de fe de Marta es la misma “para” la que se escribe el Evangelio: que Jesús es / tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (v.27), y que –como se dijo- da vida (zôê). Por eso el que cree, aunque muera (vida humana) vivirá (vida divina); el que vive (vida divina) y creeno morirá jamás (muerte definitiva) (vv.25-26). 

En este sentido podemos decir que si bien Lázaro es el beneficiario de la vida (humana), Marta es la que –por la fe- alcanza la vida plena que Jesús trae. Lázaro es signo (la cáscara) de una vida nueva y plena –divina- que Jesús trae a “el que cree”, como Marta.


el video con comentario al Evangelio en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/03/video-con-comentario-al-evangelio-del_20.html
o también en
https://youtu.be/XXCXdLmbAwQ


Foto tomada de cpcr-caldes.blogspot.com

lunes, 20 de marzo de 2023

Video con comentario al Evangelio del 5to domingo de Cuaresma "A"

Video con comentario al Evangelio del 5to domingo de Cuaresma "A"


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https://youtu.be/XXCXdLmbAwQ

Eduardo

De pensar y repensar se trata. De memoria.

De pensar y repensar se trata. De memoria.

Eduardo de la Serna



Recuerdo, hace casi ya una eternidad, cuando entré al Seminario, que, charlando con un amigo de años, le hice un encargo, para mí importante, en ese tiempo: “En el Seminario me van a lavar el cerebro. Te encargo que cuando veas que eso pasa, me lo hagas notar”. Pasado un buen tiempo (afortunadamente antes que él partiera al exilio y dejáramos de vernos por casi 15 años) me dijo “¡ojo!, me dijiste que te avise, y te aviso que te lo están lavando”. Como era imaginable le dije que no, que eso no estaba ocurriendo. Y ahí dejamos el tema. Pero mi elección del amigo adecuado tenía la intención de que – aunque estábamos, y seguimos estando, mil veces en desacuerdo – su palabra me importaba, y ya sabía que lo que lo movía era la amistad. Y la militancia. Por eso, con el tiempo, fui pensando, rumiando, mirando y evaluando para poder ver dónde había ocurrido ese tal “lavado”. Y reconocerlo. Y aceptarlo. Y poner los medios para “volver a ensuciarlo”.

Yo sé que ese tema del “lavado de cerebro” es muy complicado. Dicen que hay sectas, como, por ejemplo, es el caso del Opus Dei y otras, que deben someter a las víctimas a un proceso de “reprogramación”, tipo formateo e instalación de nuevo de los programas mentales; y no me estoy refiriendo a eso. Acá entiendo por “lavado” la insistencia sistemática, de todo el tiempo y de todos de que algo es de una manera y no hay otra (dentro de la “familia”, la casa). Uno se va haciendo la idea de que las cosas son así “en la Iglesia” y lo va haciendo propio. Pero la resonancia de aquellas palabras amigas fueron, entre otras, las que permitieron que fuera pensando una y mil veces en que hay “otro modo de ser Iglesia” y lo fuera asimilando… y modificando… y dando fuerza y sentido…

Toda esta larga introducción, excesivamente personal, tiene una intencionalidad: la memoria. También una sociedad es sometida a este tipo de lavado de cerebro, y lentamente muchos, casi todos, van haciendo que muchos, casi todos, piensen de una manera, olviden algunos momentos o acontecimientos, vean de una determinada forma las cosas, y pase a ser “normal” un pensamiento, y olvidado y olvidable otro modo de ver, de pensar, de entender todo. Estamos cerca de lo que Gramsci llamaba “hegemonía”.

Entonces, las voces, policopiadas, politransmitidas, polidifundidas dicen y repiten una cosa, o dos… pero nunca “otra” … y un año… y otro… y entonces puede aparecer que miles de jóvenes se sorprendan y hasta sacudan cuando ven “Argentina 1985”, porque no sabían, porque nadie les contó. Y que pueda aparecer el negacionismo, y sus candidatos, o hasta una tilinga molesta porque el 24 de marzo le “arruina” su cumpleaños.

Y, entre tanto, algunas amigas se van (no al exilio sino terminando este, al decir de algunos antiguos), como Hebe; y hay otras, pocas, cada vez menos, que ven reducida su capacidad de hablar o moverse. Y, entonces, son pocos los que nos pueden alertar: “¡che, te están lavando el cerebro!”, y que su palabra nos conmueva, nos sacuda y nos haga pensar.

Pero, como nadie dijo que todo está perdido, miles y miles de jóvenes, que ni siquiera habían nacido en la Argentina de 1985, siguen marchando, y cantando, y gritando cada 24 de marzo, en cada calle o plaza, y repitiendo que no se trata de “tener” Memoria, Verdad y Justicia, sino de “hacerlas”, de militarlas (porque no es mnemotecnia sino política), y de lucharlas para que podamos soñar y buscar un mañana feliz para todos, todas y todes. Se trata de volver a “ensuciarnos” con el barro de la vida, los ruidos de las calles y las gentes, el olor de los choripanes, y de reprogramar nuestra existencia en una que no se mira su propio ombligo sino los ojos, llorosos o felices de hermanos y hermanas. De pueblo, no de gente se trata; no de Nación, sino de Patria, no de animalitos, sino de historia.

 

Imagen tomada de https://lamenteesmaravillosa.com/existe-el-lavado-de-cerebro-o-es-solo-un-mito/

jueves, 16 de marzo de 2023

San Pedro y San Pablo

San Pedro y San Pablo

Eduardo de la Serna



Es sabido que san Pedro fue, entre el grupo de los amigos de Jesús, el que ocupó el lugar principal. Por ejemplo, en las listas de los Doce, siempre es mencionado el primero (y eso, en aquel tiempo, era muy importante… por eso mismo, Judas siempre está al último). Es evidente que él es muy importante, y eso se ve tanto en los cuatro Evangelios, en Hechos de los Apóstoles, en las cartas de Pablo y en las dos cartas que las comunidades “petrinas” escribieron en su nombre. No cabe duda su importancia, y lo encontramos como vocero de los Doce, o como el que está el primer lugar. Cada Evangelio lo dice a su modo, por ejemplo, y con sus propias características, pero todos lo destacan en un lugar preponderante.

Pablo, en cambio, no formó parte del grupo de Jesús hasta más tarde. Unos 3 o 4 años después de la Pascua, probablemente. Pero, una vez incorporado en el movimiento de Jesús, fue tan, ¡pero tan!, ferviente predicador, que con el tiempo terminó puesto en la tradición de la Iglesia al mismo nivel de Pedro. Él mismo lo dice, con estas palabras:

«yo soy el último entre los apóstoles y no merezco el título de apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios. Gracias a Dios soy lo que soy, y su gracia en mí no ha resultado estéril, ya que he trabajado más que todos ellos; no yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1Cor 15,9-10).

Tan importante llega a ser Pablo que, el libro que llamamos Hechos de los apóstoles dedica toda la primera parte a Pedro y la segunda a Pablo, mostrando, incluso, muchos elementos comunes entre uno y el otro…

Por lo que sabemos no son muchas las ocasiones en que ambos se encontraron (por lo que se desprende de las cartas de Pablo parecen ser tres veces: dos veces en Jerusalén y una en Antioquía donde tuvieron una discusión).

De Pedro sabemos que en algún momento se dirigió con su mujer a Roma. Quizás pasó antes por Corinto. Allí es asesinado en tiempos de Nerón, en julio del año 64, según se desprende de lo dicho por un historiador romano llamado Tácito, en su obra “Anales”.

Pablo, en cambio, más de una vez quiso ir a Roma, pero le fue imposible. Parece que, en tiempos del emperador Claudio quiso hacerlo, pero un decreto imperial, del que habla un historiador llamado Suetonio en su “Vida de los Doce Césares”, impidió la llegada de judíos a la ciudad. Parece que, en un momento, Pablo es liberado de la cárcel en Éfeso y debe abandonar la ciudad. Sus compañeros se dirigen a Roma donde él espera ir más tarde ya que antes debe solucionar unas cuestiones con los corintios y llevar a Jerusalén el fruto de una colecta. No es muy evidente cómo fue allí, pero lo cierto es que finalmente llega a la gran ciudad. Ir a la capital del Imperio, para un misionero como él, era tener la posibilidad de dirigirse desde allí a todas partes… Si “todos los caminos conducen a Roma”, obviamente, desde Roma se puede llegar a todas las regiones. Pablo, expresamente, dice que pretende ir a Roma para desde allí dirigirse a España. No sabemos más, pero no es improbable que lo haya logrado. Por lo que sabemos por escritores del s. II, como Clemente, en su carta a los Corintios, Pablo también es asesinado en Roma. Quizás en el mismo período del final caótico del gobierno de Nerón (entre los años 64 y 67 en que, aparentemente, se suicida).

Es interesante que, muertos ambos, las comunidades, a pesar de la persecución y el conflicto, guardaron la memoria de cada uno, y todo indica que en las que afirman ser sus respectivas sepulturas están realmente sus restos.

Cuando el cristianismo dejó de ser perseguido, las comunidades quisieron celebrar a sus muchos mártires, pero a Pedro y Pablo los conmemoraron aparte del resto y juntos; y con clara intencionalidad lo hicieron el 29 de junio. Tal día era la fiesta de la inauguración del templo de Quirino (en el actual Quirinal), así lo cuenta Ovidio en su obra “Fastos”, él era el padre de los dioses y de la fundación de Roma (= Romulo); es decir, el cristianismo empezó a decir que Roma fue, de hecho, fundada con la sangre de Pedro y Pablo.

La antigua iconografía, también, los mostraba juntos y a ambos “sosteniendo” la Iglesia. Más tarde, con el paso de los siglos, se comenzó a destacar de cada uno algún elemento propio y empezaron a “separarse” un poco (a Pedro lo presentaban con llaves y a Pablo con una espada, aludiendo a su supuesto modo de martirio). Incluso, en alguna época, como la de la Reforma, se los presentó en conflicto (la Iglesia católica romana estaba presentada por Pedro, el Papa, mientras los protestantes, lo eran por Pablo, que habían discutido).

Lo cierto es que ambos constituyen pilares fundamentales en el surgimiento de la Iglesia primitiva, que desde los orígenes los quiso presentar juntos, con lo propio de cada uno. Desde los orígenes la Iglesia quiso respetar la diversidad y la unidad en comunión; la uniformidad, puede parecer más “fácil”, pero no por eso es lo mejor. Pedro y Pablo, Pablo y Pedro nos muestran algo que la Iglesia haría siempre bien en no olvidar.

 

Icono tomado de https://juan50300.wordpress.com/icono-santos-pedro-y-pablo/

martes, 14 de marzo de 2023

Efecto muerte

Efecto muerte

Eduardo de la Serna



“No hay muerto malo”, se dice a veces. “Todos nos vamos a morir”, repiten todos (aunque no todos con autoconvencimiento). Recuerdo una vez, hace muchos años, en el cementerio de La Chacarita, haciendo oraciones por los difuntos que en una ocasión yo rezaba ante el cajón, con familiares y amigos rodeándolo. La oración litúrgica dice: “… perdona los pecados que hubiera cometido” y varios, al instante dijeron: “¡Nooo! ¡Pecados Noooo!” No hay muerto malo, volví a pensar.

Pero, debo confesar, hay muertes que no me entristecen ni un cachito. Alegrarse es otra cosa, pero cuando uno ve que hay gente “que va apestando la tierra”, su desaparición deja, al menos, una cuota de alivio.

Una amiga dice, y no creo estar en desacuerdo, que esas personas deberían vivir 500 años, para tragar su propio veneno, para sentir el desprecio, o – por el contrario – el aprecio enorme de tantos por lo que ellos detestan. No deja, por otro lado, de decirnos algo acerca de quien fue la persona fallecida mirar los “Avisos Fúnebres”. Dice quién fue… dice quiénes son. Si cuando yo muera, veo que manifiestan (verdadera o hipócritamente) sus condolencias Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio Macri, Domingo Cavallo, Luis Pagani, Abel Albino, Cristiano Rattazzi, Carlos Melconián, Daniel Funes de Rioja, Osvaldo Cornide, los Bulgheroni, los Roemmers, y entidades como la Bolsa de Comercio, el Círculo de Armas, el Jockey Club, la Unión Industrial Argentina, La Sociedad Rural… no sé si no querría morir de nuevo por ello o, por el contrario, volver a la vida para que tengan que retirarlo.

Hay muertes que son expresión cabal de la impunidad. La que Corta Supremamente con la Justicia aplicó lo que un ex cortesano llamaba “cronoterapia” en decenas de casos. Casi diría que, salvo excepciones, es su manera de administrar el poder judicial. Dejar pasar, cajonear, dormir… y de golpe, eventualmente, resucitar (aunque fuera una ley derogada por la Asamblea del Año 13). Entonces, uno puede ser responsable de apagones muchos más graves que estos a los que nos somete Edesur, prestar vehículos con una generosidad que Milman envidiaría y gobernar a capricho una provincia, poniendo con solo mover el ojo un gobernador lacayo y encarcelar una indígena rebelde. Y si, de golpe, algún juez que pretende hacer justicia, avanzara en una causa, siempre se encuentra una pericia cómoda, una excusa adecuada y una Corte que la corta. Mientras un país subdesarrollado como Alemania condena a un “exguardia de un campo de concentración nazi identificado como Josef S (de 101 años…) a cinco años de cárcel por ayudar en el asesinato de miles de prisioneros en Sachsenhausen” (Deutsche Welle; BBC, 28 junio 2022) la justicia verdaderamente justa de la “República” (sic) Argentina deja que los que impulsaron, alentaron, financiaron, provocaron el golpe más genocida de nuestra historia, se paseen impunemente por nuestras calles y gocen de aplausos del “establecimiento”; toleran que en las cárceles haya militares (total, no son ellos), pero el juicio de los "cívicos" (el otro demonio), ¡no! Eso es too much

Mientras tanto, y solo a modo de homenaje, Luis Aredez permanece desaparecido y Olga Aredez, después de miles de vueltas a la Plaza fue a su encuentro misterioso en 2005. Con Olga compartimos estar juntos en la misa por el traslado de los restos de Carlos Mugica a “la 31”, en el altar de donde un cura, infructuosamente, la quiso sacar (a ella y a Norita, ¡vaya insensatez!). Vaya todo esto a modo de memoria de los que valen, de memoria de los despreciables, de memoria… de la siempre imprescindible memoria que nos permite “seguir andando”

Comentario a las lecturas del domingo 4º de cuaresma "A"

 Acceder a Jesús, el encuentro con él, da luz a nuestra vida

DOMINGO CUARTO DE CUARESMA - "A"

Eduardo de la Serna



Lectura del primer libro de Samuel     16, 1b. 5b-7. 10-13a

Resumen: La misión de Samuel está llegando a su fin por lo que el texto prepara la aparición de David. Él es ungido por aquel, aunque llegará al gobierno un buen tiempo después. Para eso Dios derrama sobre su elegido su espíritu a fin de que pueda cumplir aquella misión que se le ha encargado.



La historia deuteronomista va presentando una serie de personajes. Está culminando la “etapa” de Samuel y nos preparamos para David. Ya sabíamos (13,14; 15,28) que Saúl fue rechazado por Dios, por lo que otro personaje debe entrar en escena. Luego de esto, Samuel desaparecerá de la vida pública. Sólo se lo menciona en adelante como una suerte de ermitaño en Ramá, en celdas (donde va David, perseguido por Saúl, 19,18-24) y el siguiente pasaje informa de su muerte (25,1).


El fracaso de Saúl tiene a Samuel acongojado y Dios mismo le dice que “yo mismo lo he rechazado para que no reine”. Dios le encarga preparar lo necesario para dirigirse a Belén donde encontrará al elegido, en la casa de Jesé. El contexto es litúrgico (sacrificio, purificación) lo que da a Samuel excusa para el viaje a los ojos del airado Saúl (“si se entera me matará”, dijo Samuel, v.2). Sabemos que los ancianos de la ciudad serán testigos aunque sólo se los mencione al comienzo (vv.4-5), e invita a Jesé y su familia a participar del sacrificio y la posterior comida. Los hijos van pasando por edades (se menciona a los tres mayores, cf. 17,13) sin aludir a los restantes cuatro. Sólo queda el octavo, David, que no se encuentra en el lugar. Coherente con su tiempo, Samuel imagina que el elegido por Dios será el primero, luego el segundo… pero –como tantas veces se insiste en la Biblia- Dios mira con otros ojos (v.7). El pequeño está con el rebaño y Samuel lo manda llamar porque no participarán de la comida sacrificial hasta que no estén todos. Es interesante que mientras para 1 Samuel, Jesé tiene 8 hijos (cf. 17,12) para el libro de las Crónicas estos son siete (1 Cr 2,13-15, aunque el tercer hijo tiene diferente nombre y aquí se llama Simeá cuando en 1 Samuel es Sama’; probablemente se trate de diferentes tradiciones). 


Es interesante que la unción de Samuel a David ocurre en secreto. De hecho, David no será “nombrado” rey por un buen tiempo más, del sur en 2 Sam 2,4 y del norte en 2 Sam 5,3 una vez ocurrida la muerte de Saúl. Por otra parte, un elemento teológico importante está señalado al afirmar que a partir de la unción vino sobre David “el espíritu” (la rûah) de Yahvé. Hay, por un lado una estrecha relación entre la unción y la donación del espíritu. El profeta exclama que “el espíritu del Señor Yahvé está sobre mí por cuanto me ha ungido” (Is 61,1). 


Los encargos divinos, con frecuencia comportan una dificultad frente a determinadas circunstancias: los ejércitos extranjeros, los poderes internos de la comunidad, un profeta que debe enfrentar críticamente a su rey arriesga literalmente la vida... Es para eso que con frecuencia la Biblia insiste que Dios da, a aquellos/as que ha enviado, su “espíritu”, esto es la capacidad, la fuerza para desarrollar la tarea encomendada y enfrentar las dificultades. El espíritu que Yahvé da a David lo preparará y acompañará para cuando sea el momento en que ejerza la realeza. Precisamente porque Dios mira con otros ojos a como miran las personas, David –el pequeño- debe tener de parte de Dios la capacidad de confrontar con el ambiente que dice que el menor debe ocuparse del rebaño, mientras los mayores van a la guerra, y que estos son más importantes que aquel; y –cuando finalmente también David participe de la lucha con los filisteos- Dios lo acompañará ante las insidias de Saúl hasta que llegue el tiempo de la coronación.



Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso     5, 8-14

Resumen: recurriendo al esquema característico del dualismo, el autor recurre a la imagen de la luz y las tinieblas planteadas como modo de vida alentando a vivir coherentemente con la luz que los ha iluminado en el bautismo.



La llamada “carta a los Efesios” es un texto sobre la “unidad eclesial”. Finalizada la sección doctrinal (caps. 1-3) en el capítulo 4 comienza la sección exhortativa. La importancia de la unidad y la diversidad marca la primera parte de esta sección (4,1-16), para luego destacar las exigencias cotidianas de la vida cristiana. Esto se caracteriza como un paso del hombre viejo al hombre nuevo (4,17-5,2), un paso de las tinieblas a la luz (5,3-20) para pasar a un código doméstico (5,21-6,9), y la referencia a las armas del cristiano (6,10-20). Como se ve, el texto litúrgico está conformado por un fragmento de la unidad sobre las tinieblas y la luz.


La luz, sus frutos, obras e hijos y las tinieblas tienen –especialmente desde la literatura apocalíptica, un profundo contenido simbólico y ético. El lenguaje plástico de la Biblia, habituado –por otra parte- a moverse entre dos puntas, encuentra en la referencia a la luz y las tinieblas un apropiado terreno para aludir a lo moral. Veamos algunos textos que ilustran esto:
  • Revela la profundidad de las tinieblas, y saca a la luz la sombra. (Job 12:22) 
  • andan a tientas en tinieblas, sin luz, se tambalean como un ebrio. (Job 12:25)  
  •  Algunos hacen de la noche día: se acercaría la luz que ahuyenta las tinieblas. (Job 17:12)
  • En las tinieblas brilla, como luz de los rectos (Sal 112:4) 
  • Yo vi que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las tinieblas. (Qoh 2:13)   
  • Por eso se alejó de nosotros el derecho y no nos alcanzó la justicia. Esperábamos la luz, y hubo tinieblas, la claridad, y anduvimos en oscuridad. (Is 59:9) 
  • El revela honduras y secretos, conoce lo que ocultan las tinieblas, y la luz mora junto a él. (Dn 2:22)

Los textos podrían multiplicarse, pero sirven para ver como el juego antagónico entre estas dos dimensiones del día sirven para expresar la vida misma. La literatura apocalíptica, habitualmente dualista, utilizará esto para contraponer dos vidas, dos existencias. Los hijos de la luz o de las tinieblas son –obviamente- quienes han elegido vivir de determinada manera, como lo son los frutos o las obras. 


Sin embargo, es interesante notar que la carta a los efesios, que tiene en cuenta un cierto “lenguaje” apocalíptico, como este, no lo traduce en una “teología” apocalíptica. Utiliza un modo de expresarse apocalíptico, pero no tiene un modo de pensar apocalíptico (pesimismo, determinación histórica, inminencia del fin…). 


El autor pone en contraste dos tipos de actitudes, aunque explicita las primeras y porque resulta vergonzoso, no menciona las segundas (aunque ha mencionado algunas en v.5: fornicario, impuro, codicioso; cf. v.3-4, donde también dice: “ni siquiera se mencione entre ustedes”). Las supone conocidas y el acento no está en combatir las tinieblas sino en alentar la luz. En Gal 5,22 Pablo había presentado la “bondad” (agathôsynê) como fruto del espíritu. La justicia y la verdad caracterizan al “hombre nuevo” (Ef 4,24) y conforman la “armadura” del cristiano: “cíñanse con el cinturón de la verdad, vistan la coraza de la justicia” (6:14; cf. 2 Cor 6,7). 


A este paso de una situación a otra lo llama “despertarse” (como en otra parte “revestirse”) “levantarse” a fin de dejarse iluminar por Cristo citando un probable himno bautismal de la comunidad (v.14). El ambiente de toda la exhortación parece ser bautismal.


Evangelio según san Juan     9, 1-41

Resumen: Juan establece una estrecha relación simbólica entre Jesús, que es la luz y el que accede a la fe que es el que comienza –paulatinamente- a ver. Por el contrario, los que se niegan a creer resultan ser los verdaderos ciegos.



La escena del así llamado “ciego de nacimiento” está llena de profundo contenido en el Evangelio. Es realmente imposible comentar todo el relato en unos pocos párrafos. Es evidente que el texto, en el conjunto de las restantes lecturas del día se centra en el tema de la luz, y este es el eje del relato. Sin embargo, la idea principal no está expresamente indicada en el texto sino en el capítulo precedente: “yo soy la luz del mundo” (8,12). Lo más cercano lo encontramos en 9,5 “soy la luz” (fôs eimi; no es sin importancia el uso de “yo soy” de tanta trascendencia autorevelatoria en el Evangelio de Juan).


Cronológicamente la unidad es muy extensa; comienza en 7,1-2 donde se nos afirma que estamos en la fiesta de las Tiendas; la unidad finaliza en 10,21 –donde vuelve a aludir a la curación del ciego ya que en 10,22 se alude a la fiesta de la Dedicación. La unidad 7-8 (con la exclusión de 7,53-8,11 que no pertenece al Evangelio) presenta una serie de discusiones sobre quién es Jesús frente a su auditorio. Ante la “pretensión” de Jesús de ser igual a Dios por llamarlo “padre” (cf. 5,18) él culmina utilizando el mismo nombre divino: “yo soy” (8,58) con lo que deciden apedrearlo, y él se oculta. Este movimiento escénico permite la introducción de la nueva unidad, la del ciego. 


El doble “en verdad” de 10,1 –que es tan importante en Juan- da comienzo a una nueva unidad siendo, entonces, que todo el cap.9 puede tenerse como unitario a pesar de las relaciones previas (“yo soy la luz”) y posteriores (“¿quién puede abrir los ojos a un ciego?”) a las que ya hicimos referencia.


Algunas pequeñas notas antes de entrar en el tema principal:

  • Los discípulos se hacen eco de la teoría de la retribución (v.2) para la cual el nacimiento de una persona ciega suponía un pecado como causa. Jesús no acepta esta teología tradicional (v.3).
  • En los sinópticos encontramos también curación de ciegos y curaciones en sábado; la densidad teológica de este relato viene dada fundamentalmente por el encuentro del ciego con Jesús y su acceso a la fe.
  • El contexto de la fiesta de las Tiendas ayuda a profundizar el sentido del relato: los judíos viven en tiendas durante la mañana de los siete días de la fiesta y van a la piscina de Siloé. Jesús se manifiesta como el enviado de Dios que dará el agua- espíritu (7,37-39). La iluminación del atrio del Templo el primer día de la fiesta dejaba toda la ciudad iluminada aquella noche.
  • Dentro de las cosas que más expresa y claramente estaba prohibido hacer en sábado está el barro (porque es material de construcción o de alfarería). Es interesante notar la insistencia en que Jesús hizo barro (x5 en la unidad): “era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos” (v.14).
  • El texto alude expresamente a que “los judíos” se habían puesto de acuerdo en expulsar de la sinagoga a cualquiera “que lo reconocía (a Jesús) como Cristo” (v.22). Esto no es imaginable en tiempos de Jesús, pero sí muy comprensible en tiempos de la redacción del Evangelio. Los miembros de la comunidad joánica son expulsados de la sinagoga por reconocer a Jesús como el Mesías.
  • Como otras escenas del Evangelio, el esquema del corazón del relato parece judicial. Los “judíos” (de tiempos de Juan) llaman testigos diversos a fin de poder aclarar la situación. En el fondo, se puede decir que todo Juan es compuesto como un gran “juicio” en el que nosotros, los lectores, jugamos nuestra suerte según nuestra postura frente a Jesús. Al juzgar negativamente sobre Jesús los “judíos” son ellos mismos juzgados.
  • Empezando y terminando el interrogatorio (vv.6-7 y 35-41) volvemos a encontrar a Jesús con el ciego.
  • Un tema que subyace este texto y muchos otros de la teología joánica es el título cristológico del “enviado”. Para el mundo judío, el “enviado” del Sanedrín o de la comunidad tiene ante los destinatarios la misma autoridad que tiene quien envía; lo que él diga lo dicen ellos, lo que haga, lo hacen ellos. Este personaje es llamado “Seliah” (= enviado). Es de notar que Juan juega con las palabras al aludir a Siloe que tiene las mismas consonantes del enviado (v.7). Así, Jesús lo que dice y hace es algo que dice y hace su mismo Padre que es quien lo ha enviado (v.4). Juan utiliza dos verbos griegos: pémpsantós (x9; cf. 9,4) y apestalménos (x3; cf. 9,7) con sentido aparentemente similar (del segundo verbo surge el término “apóstol” que significa, precisamente “enviado”). Jesús, como enviado del Padre no habla sino lo que ha escuchado, no hace sino lo que le ha encomendado el Padre. Es “el Padre entre nosotros”.

Sin embargo, el tema clave del texto hace referencia a la luz. Luz a la que accede el ciego. Él no puede ver, y en el interrogatorio habla de Jesús como “ese hombre” (v.9), pero a medida que se desarrolla el juicio al que somos sometidos frente a Jesús, pasa a confesar que “es un profeta” (v.17); en v.25 pone en duda que Jesús sea “un pecador”, ya que (v.31) si uno cumple su voluntad, Dios lo escucha. Finalmente, cuando reencuentra a Jesús él le pregunta si cree en el hijo del hombre, su respuesta no deja lugar a dudas: ¿Quién es, “para que crea”? (v.36), cuando Jesús le afirma “lo has visto” su respuesta es indudable: “creo, y lo adoró” (v.38). El paso de “hombre” a “Dios” (= adoración) no da lugar a la duda de a qué tipo de visión se refiere el Evangelio. Creer o no en Jesús es lo que permite “ver”, algo que sólo es posible ya que él es “la luz”. 


El contraste con los “judíos”, aquí fariseos, es evidente: el “juicio” (v.39) se ha desencadenado, es decir, la actitud que los seres humanos tomemos frente a Jesús. Jesús lo formula con una frase lapidaria: «Si fueran ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen: “Vemos”, el pecado de ustedes permanece». (v.41). “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, los que se niegan a aceptar a Jesús son los verdaderos ciegos de la historia.


Una breve nota sobre el uso de “permanecer” en Juan. En Juan, el verbo permanecer revela una interconexión intensa entre dos personas: Jesús y el Padre, Jesús y “los suyos”, como las de la rama a la vid. Y esa interacción permite dar fruto (notar la frecuencia del verbo en 15,1-17). Sólo tiene sentido permanecer en Jesús. Hay una cierta relación entre este “permanecer” y ser “enviado”: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (6:56-57). «Las palabras que les digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras» (14:10). Y este permanecer está ligado estrechamente a creer: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él» (3:36) como se ve en la conclusión del relato: para los que no creen (= ciegos) lo que “permanece” es el pecado.

El video con comentario al Evangelio en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/03/video-con-comentario-al-evangelio-del_13.html 
o también en 
https://youtu.be/kx2SGKWykyE 


Foto tomada de www.la-oracion.com