jueves, 14 de diciembre de 2023

Oseas, el profeta enamorado

Oseas, el profeta enamorado

Eduardo de la Serna



Solemos tener la idea de que los profetas son una suerte de personas que, iluminados por Dios, son capaces de predecir el futuro. Sin embargo, los estudios contemporáneos dejan claro que estos son – en realidad – personas creyentes que saben mirar su realidad con los ojos de Dios, y decir, entonces, una palabra en Su nombre.

El caso de Oseas resulta sumamente elocuente. Predica en una época de gran prosperidad en el reino de Israel. Casi contemporáneo de Amós, ve que hay un pequeño grupo de ricos muy ricos y una enorme masa de pobres muy pobres. Pero mientras Amós cuestionaba esta realidad desde una mirada social, que podríamos resumir con la idea de “ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres”, Oseas enfrenta la religiosidad subyacente en esa realidad. Una religiosidad que podríamos dividirla en dos: hay algunos que atribuyen a los dioses cananeos de la fecundidad (Baal especialmente) su riqueza: los campos y los ganados se multiplican gracias a la fecundidad que Baal nos proporciona; y otros, en cambio, manifiestan una religiosidad que habla de Yahvé pero que la vida de los creyentes no se manifiesta conforme a ello, una "religiosidad vacía". Veamos ambas, pero para eso comencemos mirando la vida del profeta (capítulos 1-3).

Oseas está casado con Gómer (1,2-3; 3,1-3). No sabemos bien el contexto, pero lo cierto es que ella adultera o se prostituye lo cual, obviamente, causa gran dolor en Oseas que ama a su esposa. Es posible que él haya pasado por los diferentes momentos de ira (2,4-15), dolor (2,9-10) y búsqueda de reconquista (2,16-25), pero lo interesante – y aquí viene lo novedoso  es que Oseas mira su historia como un reflejo de la historia de Yahvé e Israel. Yahvé ama a Israel, su esposa, pero esta ha adulterado, se ha prostituido yendo con otro dios, Baal (que en hebreo quiere decir “señor”; ver 2,18). Aquí va naciendo la idea de un “Dios celoso”, que es frecuente en la Biblia (ver Ex 20,3-6), y que a lo que alude es al amor de Dios por su pueblo (ver Os 11,1-11), y al dolor que le causa que su amada-Israel, busque amantes como Baal (9,10-14).  Para peor, los diferentes regalos que Dios da a su amada (lluvias, cosechas, ganados, frutos de la tierra; 7,14;8,7; 9,2; 10,11-13; 11,2; 13,6) eran vistos como regalos de Baal, olvidando aquellos momentos ideales cuando no había cabida a Baal porque no había lluvia, ni frutos, como ocurrió en el tiempo del desierto (2,16-17; 11,1-6; 13,4-6). Para peor, muchos, además de dar culto a Baal, también van a los santuarios yahvistas a dar culto, como si Yahvé fuera un dios más de un panteón (4,15; 8,11-13). Esto irrita a Yahvé que – una vez más  se manifiesta en Oseas, en este caso no en su esposa sino en los hijos de esta. La segunda hija se llama “no compadecida” (1,6) y el tercero se llama “no mi pueblo” (1,9) porque Dios no se compadece que aquel que ya no es su pueblo porque lo ha abandonado. Es importante recordar que la fórmula de alianza entre Dios e Israel es “yo seré su Dios, ustedes serán mi pueblo” (Ex 6,7; Lev 26,12; Jer 7,23; 11,4; Ez 34,30-31; 36,28), y, a su vez, la fórmula de la de la alianza matrimonial es “desde ahora seré tu esposo, desde ahora serás mi mujer”. No sólo la semejanza permite ver por qué Oseas mira su matrimonio a la luz de la alianza Yahvé-Israel, sino el enojo y la posterior reconciliación como “no mi pueblo” y luego “pueblo mío” (2,3.25).

Mucho más se podría decir de Oseas que no cabe en estas líneas, por lo que recomendamos vivamente su lectura. Señalamos simplemente una novedad importantísima. Esta situación personal vivida por Oseas le permitió dar un paso fundamental en la religiosidad de su tiempo: mientras hasta entonces lo habitual era decir que somos siervos de Dios, que a Él se lo debe obedecer y temer (ver Jos 24,14-15), Oseas incorpora la novedad – tomada a la luz de su situación matrimonial  de que a Dios se lo puede amar. Amar a Dios – con amor de esposos  es, ahora, la clave de las relaciones con él.

Esta imagen matrimonial, y las relaciones con Dios servirán más tarde a las primeras comunidades cristianas para impulsar la misión. Se podrían señalar muchos textos, pero nos detendremos en uno: Israel es pueblo de Dios, y los pueblos paganos no lo son, pero la misión y el bautismo impulsan a las comunidades a invitar a otros a incorporarse a este pueblo (“mi pueblo”), y por lo tanto, a acoger y abrazar a los paganos y paganas como verdaderos hermanos y hermanas, como miembros de nuestra familia-pueblo, a tener compasión (“compadecida”) con ellos, especialmente con los extranjeros y los despreciados de la sociedad (1 Pe 2,9-10).


Imagen tomada de https://www.alamy.es/imagenes/profeta-hosea.html?sortBy=relevant

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