miércoles, 13 de diciembre de 2023

La historia de ayer nos provoca a la historia de hoy

La historia de ayer nos provoca a la historia de hoy

Eduardo de la Serna



Las tradiciones a veces resignifican algo y lo adaptan a tiempos diferentes creativamente. A veces… no siempre.

En muchas culturas, el contraste entre luz y tinieblas resulta más que evidente: especialmente en tiempos o lugares donde no existe la energía eléctrica. La noche es ámbito de animales peligrosos, fantasmas, ruidos extraños, el peligro insospechado e inesperado, tiempo de ladrones o de fieras. El día, en cambio, la luz es espacio para caminar sin el riesgo del tropiezo inadvertido, permite ver los peligros a distancia, es la diferencia entre ver y no ver. Por eso, para la noche se recurre al fuego, antorchas, candelas, lámparas… Para ver allí donde no se podía. Y por eso se usa en las fiestas.

Los judíos, en tiempos de Antíoco IV sufrieron una tenaz persecución: se quemaban los rollos de la Torah, estaba prohibida la circuncisión o las reuniones, se hacían actividades obligatorias en sábado, de profanó el tiempo (se cambió el calendario) y el espacio (se profanó el Templo).

Y comenzó la resistencia. Algunos viviéndola en la intimidad de sus vidas personales, otros manifestando su fe con riesgo de sus vidas (es tiempo en que se empieza a teologizar el martirio; y circuncidan a sus hijos, respetan el sábado y no comen alimentos impuros) y otros van al desierto (con todo lo que esto significa en el mundo bíblico: tiempo de alianza, espacio de encuentro, ámbito para ser pueblo… Y, además, algunos recurren a la respuesta armada. Los Macabeos, por ejemplo, recurren a un tipo de guerra que hoy llamamos guerrilla (no se llamaba así entonces; pero los griegos habían hecho en Jerusalén un verdadero espacio invencible; el arma militar más invencible imaginable en ese entonces, los elefantes, estaban allí en la ciudad… con todo el empobrecimiento de la población que eso significaba, además: no había alimento suficiente, pero los elefantes sí que comían, ¡y mucho!). Y lograron reconquistar la ciudad santa, el lugar santo… Algunos reclamaban que se debía aprovechar el triunfo para seguir reconquistando los territorios usurpados por el imperio griego, otros reclamaban que se debía volver al sacerdocio tradicional (de la tribu de Leví y el clan de Sadoc), etc. Pero lo cierto es que, al menos, se pudo volver a purificar (= hacer puro, hacer santo) el lugar santo por excelencia: el Templo.

Este es el marco histórico de la sagrada fiesta de Hanukká entre los judíos. Fiesta de la luz. Fiesta de la reconquista militante. No soy yo el que pueda ver cuánto de lo antiguo e histórico queda, cuánto está reformulado, cuánto deformado en la actual celebración de Hanukká (y cuánto depende los lugares o tradiciones en los distintos judaísmos). Pero me permito una analogía:

Estamos en tiempos en que, en supermercados, programas de radio y TV se empieza a hablar de la Navidad. Navidad también remite a un acontecimiento histórico. En un período histórico conflictivo (imperio romano, tiempo de Herodes, el Grande, conocido por su violencia: mató gran número de familiares suyos cuando pensó que su poder peligraba). También tiempos de judaísmos para enfrentar, resistir o negociar con los poderes vigentes (el sacerdocio, por ejemplo, debía necesariamente llevarse bien con el poder político porque era éste el que ponía y deponía). También tiempo en el que algunos iban al desierto (la comunidad de Qumrán, Juan, el bautizador, etc.). Y en este contexto, aunque narrado por los diferentes autores con elementos teológicos para predicar a sus comunidades, en ese contexto hay un nacimiento. Y quien nació, con el tiempo, marcaría un rumbo que, desde entonces, hasta hoy, muchos quieren y queremos seguir. Pero en los programas de radio y TV, en los negocios hay árboles, guirnaldas, se habla de gnomos, de renos voladores y de un anciano rodeado de nieve. Un ambiente de magia y fantasía rodea el tiempo navideño. Apto para niños, un cuento de niños. Pero ¿el nacimiento? ¡Nada! No escuché – al menos yo no escuché – hablar del “niño Jesús, de su familia, del pesebre, de los pobres que celebraron un nacimiento en el que Dios quiso decir una palabra.

Una fiesta religiosa se ha re-formado, de-formado en una fiesta del dios Mercado, con la liturgia de la compra – venta, con los ornamentos sagrados en rojo y dorado (a veces con algún tono de verde) y una liturgia que remeda el polo norte. ¿Pesebres? ¿Niño? ¿María y José? ¡No! ¡Esa (también) te la debo! El judeo-cristianismo es una tradición común que entiende que su fe se vive, se enraíza en la historia (de Egipto a Roma, podríamos decir). Cuando la historia desaparece, algo está andando mal. Cambiar la historia por animalitos es algo que ya vivimos, aunque en este caso, se cambie un niño recién nacido por un extraño reno que vuela.


Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Januc%C3%A1

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