martes, 29 de abril de 2025

Carta abierta al papa Francisco

Carta abierta al papa Francisco




Querido Francisco:

Como tanto vos como yo creemos en la resurrección, sé que esta carta la leerás, y también la leerán otras y otros, por cierto.

Como casi no nos hemos conocido pareciera que debería presentarme, pero creo que, en tu estado, ya lo sabrás, por lo que es innecesario. Quizás también debería comentarte mi apreciación de tu pontificado, mis dudas, mis alegrías, mis esperanzas, pero me imagino que estarás sobrecargado de cosas como estas, y. al fin y al cabo, a esta altura de tus acontecimientos, creo que ya es innecesario además de que mi opinión no es demasiado importante.

En realidad, como casi no había texto tuyo en el que no pidieras “recen por mí”, creo que ahora podemos descansar de esa tarea y pedirte a vos eso mismo: ¡rezá por nosotros!

No hace falta que te diga cómo veo yo la Iglesia de este tiempo. La Iglesia universal, la Iglesia argentina… Y vos sabés mucho mejor que yo las cosas que se tejen, los estofados que se cocinan, las trenzas que se arman en estos días. Días que marcarán, en mucho o en poco, no lo sabemos, nuestro futuro en la “Santa Madre”.

Sabés que la gente, que es buena, y quizás ingenua, a los curas nos suelen decir “usted que está más cerca de Dios…” Pero, ahora sí, ese es tu caso. Estás en casa, tomando mates con la Trinidad y charlando cara a cara con tu amiga la Virgen María. Y acá viene mi pedido: en tu ministerio pontifical marcaste caminos, señalaste direcciones, mostraste rumbos, y, como sabés, encontraste piedras en el camino, muros en ocasiones. Y se aproximan los días en que muchos conocidos tuyos van a elegir el rumbo a seguir, los caminos a andar, si avanzar o retroceder, si mirar con alegría y esperanza el mañana, o volverse entristecidos al ayer. Con ese manejo magistral de los tiempos que te caracterizó, con esa capacidad de trenzar esperanzas, ¿no podrías convencerlo al Espíritu Santo que sople con claridad? ¿Qué marque rostros de encarnación y sean muy, muy parecidos a Jesús (o a Pedro, si querés)? No pretendo que sea parecido a vos (mucho menos que sea parecido a otros, por cierto) … solo pretendo que sea uno (lamentablemente nunca “una”) que sepa dar respuestas desde el Evangelio a los fascinantes desafíos de nuestro tiempo. ¡Con eso me doy por satisfecho! Un oído en el pueblo y otro en el Evangelio, en suma. Imagino que donde ahora estás encontrarás muchos amigos y amigas, viejos y nuevos (también santos que no son de tu devoción, por supuesto), con ellos podés armar un buen equipo y soplarle al oído a esos de rojo… Pero, por favor, soplales fuerte y claro. A veces se distraen; lamentablemente lo hemos vivido. Fuerte y claro ¿sí? Contales que hubo un concilio (podés pedirle ayuda a Pablo y a Juan con eso) que mostró otro rostro de la Iglesia (en todo caso, para que no se confundan, decile a tu amigo san José que les pida ayuda urgente en la carpintería a Juan Pablo y a Benito; esa carpintería que queda lejos de Roma). Contales que ese Concilio llenó de alegría a la Iglesia y al mundo. Entonces, muchos hablamos de primavera. Y que, en unos tiempos tan invernales de derechas, libertarios, capitalismos y muertos de miedo, como antaño, Jesús entró con las puertas cerradas, y sus amigos se llenaron de alegría, y que hoy quiere, como también lo dijiste, mostrar una Iglesia sin puertas para que entren todos, todos, todos (o todos, todas y todes, si no te molesta). Dale, mandate un último esfuercito, y después podrás descansar y seguir con los mates. ¿Puede ser?

Eduardo


imagen tomada de https://es.123rf.com/photo_8229242_abri%C3%B3-los-sobres-con-el-sello-roto-y-antiguo-papel.html

Pascua 3C

El difícil y glorioso seguimiento por amor

DOMINGO TERCERO DE PASCUA "C"

Eduardo de la Serna




El Evangelio del día (como el del domingo que viene en referencia al "buen pastor"), los católico-romanos no podemos despegarlo del contexto de la muerte del Papa Francisco y la elección de su sucesor; sucesor, a su vez, de Pedro. El Evangelio, hoy, nos da indicios de cómo debe ser "Pedro" (y cómo fue antes, ¡equivocándose!... por eso se "entristece, lo que recuerda su llanto en otros evangelios). Es de esperar, ¡y rezar!, que el próximo Pedro se parezca a este y a aquellos que fueron seguidores de Jesús, cuidadores de su rebaño (¡de Jesús!) hasta el final de sus días.


Lectura de los Hechos de los Apóstoles
     5, 27-32. 40b-41

Resumen: Los “apóstoles” son continuadores del ministerio de Jesús, y como él predican en el Templo, y como él son maltratados por las autoridades judías. Pero el espíritu santo los anima a continuar su misión.


El libro de los Hechos parece, en cierto modo, un conjunto de discursos sabiamente entremezclados con testimonios de los apóstoles. De hecho ese es el “objetivo” del libro: “se predicara… ustedes son testigos” (Lc 24,47.48; cf. Hch 1,8; 2,17-18). En este caso, el Sanedrín convoca a “los apóstoles” (anteriormente había convocado a Pedro y Juan, cf. 3,11; 4,13.19). Puesto que en ambos casos se los encarcela (5,3; 5,18), se les prohíbe “enseñar en nombre de Jesús” (4,18; 5,28), a lo que responden que se ha de “obedecer a Dios antes que a los hombres” (4,19; 5,29), son amenazados, se les reitera la prohibición y son liberados (4,21-22; 5,40), se repite que el pueblo los parecía por lo que no pueden castigarlos (4,21; 5,26) probablemente se trate de una misma escena duplicada por Lucas (es algo que hace en más de una ocasión).

En el texto litúrgico se encarcela a “los apóstoles”, lo que parecería aludir a “los Doce”. Milagrosamente son liberados (cosa que ocurrirá también con Pedro  en 12,7-10 y con Pablo en 16,25-28) y entonces vuelven al Templo a predicar. Es interesante recordar que el Templo es el lugar de la enseñanza de Jesús al final del Evangelio de Lucas (cf.19,47; 21,37) y de los apóstoles en el comienzo de Hechos (2,46; 4,2; 5,21.25). Ante esto, predicar a pesar de la prohibición, los apóstoles son llevados al Sanedrín. El que habla – una vez más – en representación de los Doce es Pedro (v.29), y lo que el autor pone en su boca es uno más de los múltiples discursos del libro.

Como es frecuente en los textos de la liturgia pascual el discurso presenta una breve síntesis del ministerio de Jesús culminando con su muerte y resurrección (“Dios resucitó al que ustedes le dieron muerte… Dios lo exaltó”, v.30-31): “nosotros somos testigos”.

Breve nota sobre “ustedes le dieron muerte”: es lamentablemente frecuente escuchar una lectura antisemita de esta fórmula que se repite en Hechos (2,23; 4,10; 5,30; 7,52; 13,28). Como se ha dicho, Lucas intercala discursos con breves síntesis de la vida, muerte y resurrección de Jesús adaptadas a los diferentes momentos del ministerio de los Doce y demás testigos. En los discursos a judíos se hace referencia a la responsabilidad de las autoridades y “los habitantes de Jerusalén” (13,28). Sin embargo, es de notar que a su vez Lucas insiste en que obraron “sin saber” (13,28; cf. Lc 23,34). Sin duda, desde una perspectiva histórica, hubo responsabilidad en (algunas) autoridades judías en el asesinato de Jesús, pero responsabilizar al “pueblo” judío es ciertamente falso, y  - mucho peor aún – responsabilizar al pueblo judío de todos los tiempos. Antisemitismo que mucho dolor y sangre ha causado, por cierto.

La muerte de Jesús y su resurrección, atribuida al “Dios de nuestros padres” (= de Israel) es “para conceder a Israel la conversión” (vv.30-31). El testimonio que los apóstoles dan de esto es posible por la presencia del “espíritu santo” (v.32).

El castigo de los apóstoles les permite una más plena identificación con el crucificado, algo que también Hechos presenta a lo largo de su obra. La comunidad es continuadora de la predicación y el testimonio del Señor.



Lectura del libro del Apocalipsis     5, 11-14

Resumen: la visión inaugural del centro del libro del Apocalipsis culmina con un canto litúrgico en homenaje al cordero degollado, pero de pie, resucitado. Todas las alabanzas de todos los pueblos cantan un amén festivo porque el libro de la vida podrá abrirse.



En uno de los frecuentes himnos litúrgicos que están presentes en el libro del Apocalipsis concluye la gran visión de cc.4-5. Se repite insistentemente que se trata de una visión (4,1.2; 5,1.2.5.6.11), pero en el final encontramos un “canto nuevo” (v.9) interrumpido extrañamente por una referencia a “oír en la visión” (v.11) que le da conclusión.

Los que se ven son un número incontable de ángeles: “miríadas de miríadas y millares de millares”, término tomado de la visión de Daniel 7,10 donde estos innumerables sirven a un “anciano” y en el tribunal de abren los libros. La referencia al libro y a los ancianos también la encontramos en Ap 5,1.5… Se presenta un “cordero degollado” que toma el libro para abrirlo (5,4-7) y entonces, ante este momento sublime, por el que se conocerá los nombres de los inscritos en el libro de la vida (3,5; 20,12; 21,27), la liturgia celestial estalla de alegría. Este es el contexto del texto litúrgico. Más adelante, el Cordero comenzará a quitar uno a uno los siete sellos que impiden abrir el libro (6,1-8,1).

Es interesante, como es habitual en la literatura apocalíptica que el canto destaca la dignidad del cordero. Es digno de abrir el libro (5,2), cosa que nadie lo era hasta entonces (5,4), porque con su sangre derramada “compró” seres humanos de todo el universo (5,9) “para Dios”. Y lo que se canta que recibe el cordero a causa de su dignidad es: el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza (5,12). Notar que se dicen siete cosas. El acento no está, entonces, en destacar el sentido de cada una, sino que en cierta manera todos significan lo mismo, se trata de la felicitación que merece ante todos el cordero por su dignidad. Esto es ante “toda criatura” y – como también es frecuente en los apocalipsis – se señalan cuatro elementos. El cuatro denota la universalidad (cuatro son los elementos, cuatro los puntos cardinales): en el cielo y en la tierra, bajo tierra y en el mar (5,13). Todos, entonces, son testigos que la alabanza que merece el cordero y responden reconociendo otras cuatro cosas: la alabanza y el honor y la gloria y el poder (5,13; estas cuatro estaban en las siete cosas recién mencionadas, ahora en sentido de universalidad). Los “cuatro” vivientes se postran para adorar diciendo “amén” con lo que concluye en himno y puede comenzar el desenlace: el Cordero comenzará su misión de abrir el libro.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     21, 1-19

Resumen: Nos encontramos con dos escenas en las que se manifiesta el resucitado a los suyos. Un signo en el “mar” permite reconocerlo como “Señor”. Pedro, por su parte empieza a seguir a Jesús en un amor capaz de dar la vida por su amigo.



Es sabido que el capítulo 21 de Juan ha sido añadido al cuarto Evangelio por un redactor de su misma “escuela”. El uso del “nosotros”, por ejemplo, es buen indicio de eso (v.24) como también la referencia a la muerte del “discípulo amado” (v.23).

El texto tiene una serie de elementos que pueden resultar extraños al Evangelio de Juan, como la referencia a “los hijos de Zebedeo” (v.2), nunca mencionados en el texto, como también la aparición del Resucitado en Galilea, mientras en el cuerpo del Evangelio esto ocurre en Jerusalén. Finalmente, Jn 20,30-31 tiene las apariencias de un párrafo conclusivo, pero esto vuelve a repetirse en 21,25.

Las escenas son dos: la pesca en el lago y el diálogo entre Jesús y Pedro. Veamos:

La pesca en el lago (21,1-14): El relato tiene una introducción, cuerpo y conclusión. En la introducción: la decisión de Pedro de ir a pescar, acompañado por los demás (vv.2-3). El intento es infructuoso. El cuerpo: un extraño desde la orilla, a quien el Discípulo amado reconoce, provoca una pesca sorprendente. La referencia al discípulo y a Pedro pone fin a esta parte (vv.4-8). La conclusión viene dada por el encuentro entre el desconocido, ahora reconocido como “el Señor” y los discípulos – que permanecen como en penumbras – y Pedro (vv.9-14).

La escena tiene bastante semejanza con el Evangelio de Lucas (que suele tener bastantes contactos con el cuarto Evangelio en varias ocasiones). Pero veamos:

El lago de Tiberíades (en obvia referencia al emperador Tiberio) recibe ese nombre solamente en Juan (6,1.23), Marcos y Mateo lo llaman “mar de Galilea” (Mc 1,16; 7,31; Mt 4,18; 15,29; también Juan prefiere “mar”: 6,1.16.17.18.19.22.25) y Lucas “lago” (lo cual es más exacto) de Gennesaret (5,1; cf. 8,22.23.33). A lo que se hará referencia es a la “manifestación” (faneroô; término habitual en Jn: 0x en Mt y Lc, 3x en Mc y 9x en Jn) de Jesús resucitado, término que se repite en v.14 encerrando la escena en una inclusión.

Los que acompañan a Pedro son tres pares de personajes: Tomás, el Mellizo y Natanael, que son propios de Juan (en la lista de los Doce de los Sinópticos se menciona a Tomás, pero no sólo no tiene protagonismo, como sí lo tiene en Juan, sino que además no se alude a él como “mellizo”); “los de Zebedeo”, que jamás son mencionados en Juan, y sí lo son en los Sinópticos (6x en Mt, 4x en Mc 1x en Lc, en la escena paralela a Juan) y finalmente “otros dos” no mencionados. Más adelante sabremos que uno de todos estos (¿cuál?) será el “Discípulo amado” (v.7; este discípulo volverá a escena en v.20).

Pedro les dice “voy a pescar”; la semejanza con los relatos sinópticos, y en especial Lc 5 permite entender que Pedro da por concluida la “etapa ilusoria” de ser “pescador de personas”. Podemos parafrasear así: “Jesús nos había invitado a ser pescadores de seres humanos, pero hemos fracasado. A él lo mataron, volvamos a donde empezamos, empecemos de nuevo a pescar peces”. Los restantes (sumando siete, no es improbable una idea simbólica en el sentido de “todos”) deciden acompañar a Pedro. En este sentido no parece diferente a lo dicho por los discípulos de Emaús: “nosotros esperábamos… pero…” (Lc 24,21). La conclusión a esta parte introductoria, “no pescaron nada”, prepara el reencuentro.

El amanecer marca el comienzo de la etapa central. Un extraño, que los lectores sabemos es Jesús, les pide pescado (lo cual será una ironía, porque luego sabremos que tenía, v.9). La invitación a tirar la red a la derecha y sus efectos son narrados muy brevemente (en contraste a como lo relata Lucas: “en tu palabra…”). Esto provoca el reconocimiento del Discípulo amado que se dirige a Pedro aludiendo al desconocido como “el Señor”, término habitualmente utilizado para referir al Glorificado. Pedro se ajusta el vestido exterior – no tenía puesto el manto – y se arroja al mar para llegar antes a la orilla desde donde jalará la barca y la red.

Probablemente se esconda una nueva ironía en la referencia a las brasas ya que Pedro se calentaba a las brasas con los guardias cuando niega a Jesús (18,18); la alusión a las tres negaciones que vendrá a continuación permite pensar en esta “preparación”. Los especialistas han elaborado muy diferentes y hasta opuestas opiniones acerca del sentido del número 153, la cantidad de peces. En general, sin embargo, hay consenso en que no conocemos el sentido o la intención del autor, pero se acuerda en afirmar que el sentido es misionero. Así, mientras Pedro y los amigos deciden volver atrás dejando de pescar personas para volver a los peces, la ausencia de peces y su contraste con los 153 “peces grandes” renueva el ardor misionero en la comunidad. No parece conveniente buscar excesivas connotaciones simbólicas a los términos. Juan utiliza aquí ijthys para referir a “peces”, mientras que en su evangelio, en el cap.6 al hablar de la multiplicación de los panes y los peces, prefiere opsaríon. Pero hay una cierta semejanza entre ambas escenas (no solamente la expresa referencia al “mar”), estos peces serán mencionados junto a los panes (6,5.7.9.11.13…; 21,9.13) y que Jesús los “tomó… y los dio”.

Expresamente el texto nos afirma que los discípulos “no sabían que era el Señor”, y que esto fue una “manifestación”. Una vez más, en Juan, el “milagro” es lo menos importante. Lo que cuenta es el reconocimiento a Jesús que en este hecho se esconde, en este caso la manifestación del resucitado y la confesión de fe en él como “Señor”.

El diálogo con Pedro (21,15-19): este diálogo se repite en un esquema semejante por tres veces: triple pregunta de Jesús, triple respuesta de Pedro y triple encargo. Entre una y las otras hay diferencias:


Pregunta
Respuesta
Encargo
1
¿Me amas más?
Te quiero
Apacienta corderos
2
¿Me amas?
Te quiero
Vigila ovejas
3
¿Me quieres?
Te quiero
Apacienta ovejas

Es interesante preguntarse si hay o no diferencias en las preguntas de Jesús y los encargos. No la hay en las respuestas de Pedro.

Amar” traduce el verbo agapaô, “querer” el verbo filéô; ¿son diferentes? No interesa tanto saber si son diferentes en la lengua griega (o castellana) sino si lo son en Juan. Siendo que el personaje principal del Evangelio (luego de Jesús, por cierto) es el “discípulo amado” (13,23; 19,26; 21,7.20) quien también es llamado “al que Jesús quería” (20,2) parece que no han de verse diferencias entre las tres preguntas. En 5,20 se afirma que “el Padre quiere al Hijo", y en 3,35 “el Padre ama al hijo”; en 11,3 que Jesús quiere a Lázaro mientras en 11,5 se afirma que lo ama. "Amar" y "querer", en este texto parece que han de entenderse como sinónimos.

La pregunta “me amas más que…” puede entenderse de tres modos, como un masculino o como un neutro. Es decir, “más que estos” (más de los que me aman estos), "más que a estos" (es decir, a mí que a los discípulos) o “más que estas cosas”(más que a ser pescador). El término “cordero” (arníon, tan frecuente en Apocalipsis [25x] se encuentra sólo aquí en los Evangelios (en 1,29 y 36 Juan utiliza amnós). Oveja (próbaton, 19x en Juan, especialmente en el cap. 10 referido al “buen pastor”, 15x). El término “apacentar” (bóskô) se encuentra en el primer y tercer encargo, un sinónimo, que hemos traducido por cuidar, dar de pastar, poimaínô en el segundo (ambos se encuentran sólo aquí en Juan). Es muy probable, entonces, que Juan fuera alternando estilísticamente los términos amar/querer, apacentar/cuidar, corderos/ovejas a fin de dar dinamismo a la escena que, sin duda alguna, tiene su centro en la conclusión que refiere a la muerte de Pedro (“más que estas cosas”). El climax por cierto está dado por la tercera pregunta ante la que Pedro “se entristece”. Es evidente que la tristeza no viene dada por la supuesta desconfianza o duda de Jesús acerca del amor de Pedro sino por una expresa referencia a la “tercera” vez aludiendo a las tres negaciones (recordar la referencia a las “brasas”).

Con un característico doble “amén” (en verdad, en verdad…) Juan presenta un dicho de Jesús. En este se hace referencia al contraste entre el Pedro joven y el viejo, el ir donde quiere y donde no quiere porque “otro lo atará”. Este contraste entre dos momentos de Pedro hace expresa referencia a su muerte: “con esto indicaba la clase de muerte con la que iba a glorificar a Dios”. Sin duda esto es indicio que cuando fue compuesta esta etapa redaccional del cuarto Evangelio, Pedro ya había muerto. De aquí surge la posterior leyenda, sin seguridad histórica alguna, de una muerte por crucifixión, y – más aún – con la cabeza hacia abajo. El contraste entre los “dos Pedros” está dado entre el Pedro negador y este Pedro que está dispuesto al amor extremo, hasta "arriesgar la vida por los que se quiere (filós)”, 15,13. Aquel Pedro “siguió” a Jesús (18,15; ver 13,36) para negarlo y negarse (“no soy”, 18,17.25), no lo “siguió” hasta perder la vida. “Este Pedro”, en cambio, perderá la vida por Jesús ("otro te llevará"), y por eso, ¡ahora sí!, él le confirma: “sígueme” (v.19).

El texto continúa con una nueva escena en el que Jesús y Pedro dialogan acerca del discípulo amado omitida por el texto litúrgico.

Una breve nota sobre el discípulo amado y Pedro: durante mucho tiempo los estudiosos aparecían preocupados por la identidad del discípulo amado, siendo “Juan” el candidato casi excluyente, aunque hay también otras propuestas, incluso femeninas. Hoy en general, no solamente no parece que determinar el nombre de la persona sea lo principal, aunque es frecuente dudar que se trate de uno de los Doce, y se piensa en un discípulo anónimo de la zona de Jerusalén, sino también que se mira con atención a la comunidad que se ve reflejada en él . Esta comunidad tiene una tendencia creciente a sectarizarse. De allí que el evangelio lo presente con frecuencia junto a Pedro (en todas las escenas salvo al pie de la cruz el Discípulo amado está junto a Pedro). Parece un modo de afirmar que aunque haya una clara predilección por este discípulo, Pedro (y sus comunidades) también son discípulos y cercanos a Jesús. De hecho, y esto parece lo principal en el cuarto Evangelio, la nota principal del discipulado viene dada en el amor. No pareciera haber una jerarquía en este evangelio, importa la relación de amor con Jesús (de allí la importancia también de mujeres, como expresamente se afirma de Marta y María, 11,5). Pedro podrá tener relación con las ovejas/corderos de Jesús cuando confirme el amor que había negado, cuando afirme "amar más".


El video con comentario al Evangelio en
o también en


Foto tomada de julioarria.wordpress.com

domingo, 27 de abril de 2025

El papa Francisco y los profetas

El papa Francisco y los profetas

Eduardo de la Serna



Hace poco yo señalaba que el papa Francisco no había sido profeta, sino pastor (algo ciertamente necesario, sin duda alguna). Hubo quienes no estuvieron plenamente de acuerdo con esto y me lo plantearon, y, a lo mejor, deba o bien relativizarlo, o precisarlo; especialmente porque las razones que me plantearon son, valga la “rebuznancia”, razonables.

Empiezo señalando algo: los profetas no son una especie de adivinos del futuro, como en ocasiones se piensa o afirma. Profetizar es hablar en nombre de Dios: “Así dice el Señor”, suele ser su punto de partida, y hay ejemplos muy interesantes sobre esto en la Biblia que acá no es el caso destacar. Por supuesto que nadie piensa que Dios le mandó un correo o un WhatsApp a determinado profeta o profetisa para que hablara de su parte, de allí que – y esto es muy importante – frente a la realidad que les toca vivir, gozos y esperanzas, angustias y tristezas, los profetas “intuyen” lo que Dios siente. El gran teólogo judío Abraham Herschel dice que los profetas sienten con Dios (syn-pathía), sienten como Dios frente a lo que ocurre. ¡Y entonces hablan! Eso no impide (entre paréntesis, pero que no es ajeno a nuestro tema) que haya otros y otras que honestamente creen que Dios diría otra cosa, y también dicen “Así dice el Señor”. Es el problema bíblico – insoluble en un primer momento – de y con los “falsos profetas”. ¿Cómo saber cuando realmente Dios ha “dicho” …? ¿Cómo saber qué siente Dios frente a determinados acontecimientos?

A todo esto, hemos de señalar que de ninguna manera creo que los profetas han terminado con los tiempos bíblicos. Dios sigue sintiendo, gozando o sufriendo, y, por lo tanto, teniendo palabras que decir. Podríamos señalar personas – quizás – sin dudarlo, que han pronunciado palabras de parte de Dios con claridad y nitidez en nuestro tiempo. Pero, tampoco podemos ignorar la presencia de “falsos profetas” (insisto que no está en discusión la honestidad de estos y estas personas, sino si realmente Dios “dice” algo o no por su intermedio. Con lenguaje propio de su tiempo, en la Torah leemos: “Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá” (Dt 18:20).

Precisamente, por todo esto, otra característica frecuente en los profetas es que son perseguidos. Por sus palabras claras frente a la realidad encuentra adversarios que pretenden silenciarlos, políticamente, religiosamente, socialmente… (es importante señalar que las fronteras entre lo político y lo religioso no son claras en el mundo antiguo).

Yendo a nuestro tema, es evidente que un papa, cualquiera fuera, habla o pretende hablar en nombre de Dios. Y, también, que, con esa palabra, pretende iluminar, cuestionar, alentar a los destinatarios frente a la realidad. Eso no significa que todo papa sea, necesariamente, profeta. Al menos no en un sentido preciso. Pero, además, debemos señalar que, en muchos profetas, una característica es la marginalidad (no en todos, debe señalarse… No parece el caso de Isaías, por ejemplo, pero sí de Amós, o Juan, el Bautista, o Jesús de Nazaret); así, el profeta habla “desde los márgenes”, desde las periferias.

También se ha de destacar que otra característica de muchos profetas son los gestos que anteceden a las palabras. En muchos de ellos y ellas los gestos son parte integral de su predicación, como se ve en Isaías, Jeremías, Jesús…

Valga todo esto para destacar que, así mirado, no parece sensato dudar que el Papa Francisco ha sido un profeta para nuestro tiempo. Ha hablado desde las “periferias”; por estar inmerso en la realidad ha podido “sentir con” lo que sienten los amigos de Dios, sus preferidos, las víctimas, los migrantes, los pobres, y, por ello, “sentir con” Dios. Ha hablado de parte de Dios y, en muchas ocasiones ha sido perseguido (al modo nuevo, por cierto) por los poderosos o sus defensores; e, incluso, ha debido confrontar con falsos profetas, tanto desde dentro de la misma comunidad eclesial, como desde los publicistas del poder en los Medios de Comunicación. Incluso, se ha manifestado en comunión con muchos de los profetas contemporáneos, canonizando o beatificando a algunos de ellos. Y, además, nadie dudaría, que los gestos del papa Francisco han acompañado en muchísimas ocasiones sus palabras, y han sido, en ocasiones, más molestos que aquellas.

Ahora bien, no se puede negar que, en ocasiones, los profetas bíblicos han sido más contundentes y directos que muchas de las palabras que la diplomacia vaticana impone; ciertamente, esto tampoco desconoce que cada profeta o profetisa bíblica, por ejemplo, tiene su carácter, sus sensibilidades, su cultura, y no todos, por tanto, hablan del mismo modo: la crítica de Débora a Sísara no es como la de Amós a Jeroboam, por cierto. Pero ambas palabras lo son.

Finalmente (y acá un elemento que explica en parte mi criterio inicial), al menos en lo que conozco, especialmente – aunque no exclusivamente – de Argentina, he lamentado la falta de nombramientos de obispos con talante profético. Creo que la Iglesia no es el Papa, por cierto (tampoco los obispos, obviamente), pero la presencia eclesial en determinadas regiones es visibilizada por los ministros, y aquí es donde creo que hay una particular ausencia de profetas (algo en lo que un papa es particularmente responsable); es por eso, además, que he afirmado que no creo que haya finalizado el “invierno eclesial”; no por Francisco, en este caso, sino por “la Iglesia” en tu totalidad. Y termino con una pregunta… En los viajes papales, con gestos y palabras el Papa pretende decir algo de parte de Dios a sus destinatarios. Pero esto no opaca, ¡no debiera!, que eso mismo, antes y después, deben hacerlo patente, por ejemplo (aunque no solo ellos) los obispos del lugar. ¿Y si los obispos – por falta de profetismo – no lo hacen? Quizás esto explique por qué el papa no visitó la Argentina… ¿No habrá sido para no dejar expuestos a muchos de sus hermanos obispos ante su silencio y mediocridad? Al menos da para pensarlo.

 

Imagen tomada de https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/por-que-jesus-tuvo-exito-y-otros-mesias-aclamados-de-su-tiempo-quedaron-en-el-camino-nid25122022/

sábado, 26 de abril de 2025

Una distinción importante… el papa no es lo mismo que el papado

Una distinción importante… el papa no es lo mismo que el papado

Eduardo de la Serna



Habitualmente, la muerte de un papa invita a la reflexión, a la evaluación e incluso, a los debates y comentarios. Es razonable que, al finalizar su ministerio (habitualmente por fallecimiento, si no por renuncia), se comente o debata lo positivo o negativo, lo celebrado o cuestionado de lo que el papa ha dejado.

Y esto ya nos lleva a un primer punto: lo dejado… el legado. Propiamente hablando, para reconocer un legado debe pasar un poco de tiempo ya que puede ocurrir que un papa deje algo que el continuador no continúa… y, en ese caso, sólo sería limitadamente un legado, una característica, o incluso, una propuesta no recibida, o un legado abortado. Y, para ejemplificarlo, es evidente que Pablo VI dejó a sus sucesores como gran propuesta la aplicación del Concilio Vaticano II cosa que Juan Pablo II no continuó… y es, también evidente, que Benito XVI dejó una iglesia cerrada y en invierno que Francisco decidió no continuar. Es decir… se deja algo a sus sucesores (y en ese sentido sí sería legado) pero no es continuada, no es recibida…

Pero más allá de esto, y antes de entrar en tema, supongamos un papa que goza de una excelente imagen en casi toda la comunidad cristiana (en realidad, sospecho que, por ejemplo, lo de “santo subito” fue una campaña publicitaria orquestada por los sectores tradicionalistas para alentar la continuidad de lo hecho por Juan Pablo II en su sucesor). Pero, yo creo que, yendo a lo profundo, esto puede ser un problema. Porque la admiración, los aplausos (y hasta, eventualmente, la canonización) pueden hacer confundir la valoración del papa con la valorización del papado. Y no son lo mismo.

El papado es una institución. Supuestamente de origen divino. Y el papado se “ejerce” de una manera… El papa es un sujeto que lo ejerce. Y, acá un problema, cuando un papa es bien valorado y aplaudido se corre el riesgo de negar el planteo acerca de si el papado es o no lo que debiera ser. Acá hay, creo, un problema. Como es evidente entre todas las personas e instituciones, ha habido papas malos, buenos, regulares, muy malos y muy buenos (y no pretendo, en esto, evaluar el reciente pontificado de Francisco ni los anteriores), pero – creo que es razonable – cuando un papa ha sido cuestionado, criticado y evaluado negativamente es comprensible que se pretenda, a su vez, evaluar, cuestionar o criticar el papado, mientras que, si un papa ha sido valorado positivamente, el papado no sea discutido. Y, ¡acá mi problema!, creo que el papado precede a los papas, y es el papado, no tanto los papas (que, por cierto, si son buenos ¡mejor!), lo que se debiera revisar. Cuando la figura de un papa es aplaudida, y nos aproximamos a la “papolatría”, pareciera que no hay nada que cuestionar. Y sí creo que hay mucho que cuestionar. No en tal o cual papa, sino en la institución.

Y acá el tema… Es evidente que los cristianos (católicos o no) nos guiamos por el camino marcado por Jesús. Ese camino, para nosotros, ciertamente, no termina con su muerte. La pascua es la continuidad del proyecto del Reinado de Dios. Y en vida de Jesús, y en el grupo de sus seguidores, Pedro ocupó un lugar importante. No es un tema en discusión entre los cristianos. Pero, acá sí una división entre católicos y no católicos: ¿está previsto por Jesús un “ministerio de Pedro” o este es simplemente un “reconocimiento personal” al pescador de Galilea? Ciertamente, los católico-romanos entendemos que el sucesor de Pedro, el obispo de Roma, es el que “preside la caridad” … Pero no es menos cierto que este “obispado de Roma”, particularmente a partir de Constantino, se ha asemejado más a una monarquía absoluta que a una comunidad de hermanos. Y una buena pregunta necesaria es ¿cómo debiera ser el papado? Inclusive, hemos de destacar que con sus límites es un tema que ya formuló Juan Pablo II e intentó continuar Francisco (pero, creo yo, no terminó de evaluarse a fondo, seguramente por su fallecimiento). Por ejemplo, Juan Pablo II dijo claramente que la Iglesia “no es democrática” sin que quede claro por qué sí debiera ser monárquica. Y, lamentablemente, en esta imagen política, es evidente que el rey no es Cristo, o la Trinidad, sino “el Papa”, lo que no parece, en nada, coherente con Simón Pedro.

La pregunta acerca de cómo debiera ser el papado me parece que debe ser anterior al papa (insisto, con el problema que implica que, si el papa fue bien valorado, pareciera que el papado no ha de ser cuestionado). ¿Cómo debe ser? ¿Cómo debe vivir? ¿Cómo debe manifestarse o mostrarse?

Es cierto que siempre, como es válido para toda institución, más aún si es centenaria o milenaria, con el transcurso del tiempo se le “pegan” cosas que pueden ser aceptables en un tiempo, pero innecesarias más tarde y hasta negativas después y dificultan el caminar. Es así, entonces, que es importante la revisión, la crítica, la renovación. Pero, para quienes creemos que una institución (el papado en este caso) tiene una cierta fundamentación divina, hay una serie de criterios que se debieran tener en cuenta. Para empezar, qué fue precisa y exactamente (con la mayor seriedad y fidelidad posible) lo que el fundador quiso. ¿Qué quiso Jesús al dar a Pedro un lugar de destaque? ¿Cómo fue el Pedro que Jesús y la primera comunidad cristiana dejaron? Luego, también, reconocer todo lo accesorio que se ha ido adhiriendo y valorarlo, pero sin temer descartar todo aquello que no es fundamental o necesario. Finalmente, mirar analíticamente, críticamente nuestra realidad actual para ver cómo, dónde, de qué modo se puede presentar hoy a ese “Pedro” que fue… La renovación en la Iglesia siempre debe, para ser fiel, primero que nada, mirar a Jesús, “ir a las fuentes” … Y, para quienes creemos que el papado como se entiende actualmente, se parece más a Constantino, a una monarquía absoluta, que al sencillo pescador de Galilea, a ese que en casi todos los textos bíblicos “mete la pata”, a ese entusiasta atolondrado pero que sabe reconocer sus errores, entristecerse o hasta llorar, pero una y otra vez confesar su amor (“tú sabes que te amo”), tenemos nuestras dudas. Curiosamente, además, suele pasar que muchos y muchas de quienes “canonizan” el modo actual de ejercer el papado, son quienes valoran negativamente a muchos de los papas que otros valoramos positivamente (“no es lo que debiera”, dicen). Es decir, algunos canonizan el papado (tal como está), y desde él valoran positiva o negativamente a los papas, mientras otros, pueden valorar positiva o negativamente a los papas, pero pretenden (pretendemos) una profunda renovación del papado, para que sea más fiel a Pedro y a Jesús y también a nuestros tiempos… En este sentido, valoraremos positiva o críticamente a determinados papas, pero seguimos esperando una escucha de lo que el Espíritu dice a las Iglesias para pensar un papado fiel a Jesús y fiel a la humanidad del presente. Seguramente una reforma fundamental del papado quedó en el “debe” después del Concilio Vaticano II. Nos tocará, más que saber, experimentar en las próximas semanas, cómo sigue esto.


Imagen tomada de https://www.hablarconjesus.com/meditacion_escrita/salir-de-pobre/

jueves, 24 de abril de 2025

Herodes, hijo de Herodes

Herodes, hijo de Herodes

Eduardo de la Serna



Antes de comenzar es importante tener en cuenta que, en la antigüedad, cuando un personaje muy importante comenzaba a gobernar y su mandato era visto como significativo, comenzaba con él una “dinastía”, es decir, una suerte de familia política. En la Biblia – y el mundo antiguo en general – es frecuente que a un rey se lo llame “hijo de…” aunque se trate, por ejemplo, del nieto o biznieto. El ejemplo más evidente es la idea de que el mesías será “hijo de David” (ver Mt 1,1). Otro ejemplo muy evidente es el llamado “César”. El emperador (Octavio, de sobrenombre “Augusto”) se consideraba “hijo de (Julio) César”, y luego de él los demás emperadores eran tenidos por “Césares”. Por ejemplo, el famoso dicho “devuelvan al César lo que es del César…” (Mc 12,17) no se refiere a Julio sino a Tiberio, el emperador en ese tiempo. Pues bien, lo mismo ocurre con Herodes. Herodes se llama el rey en cuyo tiempo nace Jesús (Mt 2,1; Lc 1,5), pero muere al poco tiempo y lo suceden sus hijos repartiéndose el territorio (Lc 3,1). Quien gobierna en Galilea, la zona en la que desarrollan su ministerio Juan el Bautista y Jesús, es Antipas al que la Biblia suele llamar también Herodes. Así vemos que Herodes mata a todos los niños de Belén (Mt 2,16), que muere (2,19), y que manda matar a Juan, el Bautista (14,1-12). Obviamente se refieren a los dos Herodes: el “rey”, conocido como “Herodes, el Grande” en el primero de los casos, y a Antipas, que, precisamente hablando, nunca fue rey (aunque lo pretendía), en el segundo.

Queda una pequeña nota: en estas páginas bíblicas nos interesa saber qué nos dicen los textos bíblicos sobre los personajes, no que nos dice la historia (aunque alguna cosa diremos). De “los Herodes”, concretamente, sabemos bastante por los historiadores del tiempo, pero veamos, en concreto, lo que nos dicen los textos bíblicos sobre "Herodes":

Nos referiremos, entonces, a Antipas, Herodes hijo de Herodes, que fue gobernante (llamado “tetrarca”, por gobernar cuatro regiones) en Galilea.

Lo primero que debemos señalar, y seguramente muy importante, es que Herodes fue responsable del asesinato de Juan, el Bautista. Sabemos que Juan fue apresado por Herodes, aunque los textos son confusos: por un lado, se señala que Herodes admiraba a Juan y le gustaba oírlo (Mc 6,20), y por otra que lo aborrecía (Mt 14,5). Sin duda el motivo es teológico (y también machista, porque algunos textos afirman que encarceló a Juan instigado por su mujer, Mc 6,17; Mt 14,3): Casándose con la mujer de su hermano, Herodes no respeta la ley de Dios (Lev 18,16) y Juan, el profeta, lo reprende por ello. Pero lo cierto es que Herodes es responsable de ese crimen (así lo afirma un historiador de la época, llamado Flavio Josefo). Es posible que el motivo por el que Herodes contrae nuevo matrimonio sea político (aunque poco prudente, porque terminó en guerra con su vecino, el rey Aretas, el padre de la mujer repudiada por Antipas) y – obviamente – el de Juan, para oponerse a él, haya sido un motivo religioso.

En segundo lugar, pareciera que Herodes quiere frenar o – al menos obstaculizar – la predicación de Jesús. Para empezar, se manifiesta sorprendido del nuevo predicador: ¿quién es?, ¿quién dice la gente que es? (Mc 6,14-16). Más tarde, unos fariseos le dicen a Jesús que Herodes quiere matarlo (Lc 13,31) pero puesto que cuando, en la Pascua, Herodes ve a Jesús, detenido en Jerusalén, parece que solo quiere ver “milagros” (Lc 23,8) y – aunque podía ejecutarlo o juzgarlo – lo devuelve a Pilatos (23,11). Por eso es posible que – en este caso – se trate de una mentira de los fariseos para sacar a Jesús de en medio. Pero lo cierto es que Herodes quiere ver a Jesús y éste le atribuye maldad y astucia (lo llama “zorro”, o “chacal”, un animal ciertamente dañino, Lc 13,32).

Herodes jamás es mencionado en el Evangelio de Juan, pero en Hechos de los Apóstoles se señala que persigue a miembros de la Iglesia para maltratarlos (12,1), entre ellos encarcela a Pedro, quien finalmente es liberado milagrosamente. A pesar de que es tratado como un dios (algo que es frecuente en los monarcas antiguos), cae enfermo y finalmente muere repleto de gusanos (12,23, como el pecador de 1 Mac 2,62 y, sobre todo, como el perverso monarca Antíoco IV, perseguidor de los judíos, en 2 Mac 9,5-9).

Herodes, entonces, vive (y muere) como un perseguidor de los enviados de Dios, es modelo de los poderes políticos opuestos al proyecto de Dios que es la vida como hermanas y hermanos y no la actitud de desinteresarse de todos a fin de ser reconocido y aplaudido. Herodes no pasará a la historia de las comunidades como alguien valioso, sino como quien intentó silenciar a Juan, a Jesús y a Pedro, y la voz de los profetas sigue todavía hoy resonando en la historia. Mal que le pese a Herodes y a “los Herodes”.


moneda acuñada por Antipas, tomada de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/8e/Herod_Antipas.jpg





miércoles, 23 de abril de 2025

Una mirada a un buen papado

Una mirada a un buen papado

Eduardo de la Serna

 


Cuando Jorge Mario Bergoglio (JMB) fue elegido Papa, obispo de Roma en 2013 yo estaba en Bogotá. Con los curas con los que vivía subimos al televisor cuando avisaron que se abrirían las puertas y se escucharía el famoso “habemus Papam”. Ciertamente me sorprendió… lo tenía como una lejana posibilidad, pero no figuraba entre los “papabiles”. Al día siguiente, en la facultad, decenas de profesores me apabullaron a preguntas sobre el “argentino”…

 

Antes de la elección de Francisco


Y, por eso, para empezar, quiero señalar que personalmente, sólo lo vi dos veces, en sendas misas por los 35 años del asesinato de Carlos Mugica. En ambas, solo lo saludé. En otra ocasión, me llamó por teléfono: en un grupo de curas en el que participaba, queríamos escuchar “su campana” por el tema de los jesuitas Jalics y Yorio ya que todos habíamos conocido ¡y querido! a Orlando y le preguntamos si nos podíamos encontrar con él para escucharlo. En la llamada me dijo que lo haría con todo gusto, pero que esperáramos un tiempo porque tenía muchas actividades. Y, finalmente, no concretamos el encuentro.


Y vaya, entonces, este punto de partida: él sabía que muchos (entre los que me cuento) conocíamos la versión de Orlando Yorio, y que la creíamos.

 

1.- Jalics – Yorio


Ambos eran jesuitas, y un grupo de cuatro de ellos habían ido a hacer una experiencia viviendo en comunidad en un barrio popular, muy cercano a la villa 1-11-14, en el bajo Flores. El 1975, el joven JMB fue elegido provincial de la compañía de Jesús (= jesuitas). Los tiempos eran turbios y violentos, y JMB quiso disolver la comunidad, aludiendo a lo peligroso que era. Enrique Rastellini aceptó, entonces, el traslado a Yuto, Jujuy, pero los otros tres, hicieron planteos. El tercero era Luis Dourron. El tema es extenso y no es acá el caso señalarlo, lo cierto es que los tres jesuitas estaban en trance de salir de la compañía para encardinarse (= inscribirse) en alguna diócesis para continuar su experiencia. Morón era la elegida. De hecho, como Luis Dourron era profesor en una escuela de esa diócesis, fue recibido allí y se trasladó a un barrio de Moreno, viviendo con el querido Pepe Piquillem. Pero en ese interim ocurrieron cosas a tener en cuenta. Y doy un paso para adelante para entender mejor. Meses después, un día que Dourron no estaba y Pepe había ido a visitar gente, al volver de noche en la bicicleta, ve su casa rodeada. Un joven le dice “vinieron a buscar a un cura” y Pepe salió volando y fue al obispado. Es la segunda vez, entre paréntesis, que Dourron se salvaba por no estar. Al llegar, el obispo Raspanti le dice a Pepe: “me habían dicho que antes de hacer algo con curas nos iban a avisar”. Y acá un tema… todo invita a pensar que la “católica” (sic) dictadura militar, para no tener conflicto con los obispos, no tocaba curas sin avisar antes (cosa que no ocurrió en todos los obispados, por cierto, como La Rioja lo confirma). Lo cierto es que al arzobispo de Buenos Aires “no le tocaron a nadie” de su diócesis [Marta Diana, entrevista a Pepe Piquillem, en Buscando el Reino, Buenos Aires, Planeta 2013, 187-196, 192-193]. No parece ajeno, entonces, a estos hechos que el arzobispo Aramburu, a fines de marzo de 1976, les retirara a las jesuitas las “licencias ministeriales”, es decir, no podían ejercer como curas en Buenos Aires. Popularmente, “les soltó la mano”. Entre paréntesis, el 23 de mayo, día de la desaparición de Jalics y Yorio, Aramburu estaba en Roma porque al día siguiente, sería nombrado cardenal por Pablo VI.


Pero todo el proceso de dejar la compañía de los tres curas fue conflictivo, y ellos interpretaron que también el provincial les había “soltado la mano”. El tema ha motivado ríos de tinta, y – por ejemplo – en la obra La Verdad los hará libres ocupa un espacio quizás desmesurado en relación a otros temas o casos (tomo I, pp. 606-630; tomo II, pp. 138-142; Buenos Aires: Planeta 2023), seguramente con la intención de exculpar al “ahora” pontífice.


Es evidente que, ya obispo de Roma, Francisco muchas veces tuvo que enfrentar el tema, como en las preguntas que le formularon en algunos de sus viajes (por ejemplo en 2023 en Hungría, tierra de Jalics), y como la película “Los dos papas” lo refiere (cito de memoria la charla de Francisco con Benito donde él dice que Jalics lo perdonó, pero Yorio no, o algo semejante). Es sabido que Francisco Jalics dijo que se había “reconciliado con aquellos momentos” (¿momentos?), que conservaba documentos y cuando se dio cuenta que eso era indicio de que no había perdonado, y los quemó (¿perdonado? ¿a quién?). Pero esto es inseparable de saber que Jalics era jesuita, y para los jesuitas la “obediencia” es un voto supremo (y el cuarto voto de fidelidad al Papa). Por tanto, es fácilmente imaginable que, elegido Francisco, es decir “Papa”, Jalics “debía” decir algo. En lo personal (y por lo tanto es totalmente opinable) debo confesar que le he creído – como ya dije, incluso a JMB – y sigo creyendo en la versión de Orlando Yorio acerca de estos terribles momentos. Simplemente creo que, más responsabilidad que el entonces provincial, tiene el entonces arzobispo de Buenos Aires (y la complicidad general de la Conferencia Episcopal Argentina, por cierto).

 

2.- Curas villeros.


Nadie ignora que, ya arzobispo de Buenos Aires, JMB dio una importante cabida a lo que ya antes eran conocidos como los “curas villeros”. Brevemente indico que este grupo ha pasado por tres etapas (como puede verse en el libro de Jorge Vernazza, Para comprender una vida con los pobres. Los curas villeros, Buenos Aires, Guadalupe 1989, dedicado, entre otros a Orlando Yorio). En un primer momento, un grupo de curas – entre los que se contaba Vernazza, precisamente – empezó a tener compromiso pastoral en villas miseria. Hubo varios que, por la misma época, empezaron a dirigir allí sus esfuerzos pastorales. Con el tiempo, empezó a formarse el “Equipo pastoral de villas de emergencia”, por ejemplo, organizando una peregrinación a Luján. En este grupo, además del mencionado Vernazza se contaban Rodolfo Ricciardelli, Daniel de la Sierra, Carlos Mugica, Pichi Meisegeier (jesuita), Miguel Valle y muchos otros, coordinados por Héctor Botán. Cuando la dictadura comenzó el plan de erradicación de las villas, algunos (como fue el caso de Valle, de la Sierra y Jorge Goñi) acompañaron a “su gente” con lo que dejaron de pertenecer a la arquidiócesis de Buenos Aires. Ahora bien, terminada la dictadura, un grupo de curas jóvenes (algunos ya desde su pasado como seminaristas) fueron a acompañar a los “curas villeros” que quedaban, dando origen a una segunda etapa. Hubo un grupo muy importante de curas, entonces, que, en tiempos del nuevo obispo, Antonio Quarraccino (1990-1998) fueron a las villas de Buenos Aires. En la parroquia Santa María Madre del Pueblo (en la villa 1-11-14) ellos y otros curas tenían reuniones mensuales de reflexión o esparcimiento. En 1998 asume JMB como nuevo arzobispo de Buenos Aires dando mucha atención a los “curas villeros”, incentivando a muchos a que decidieran dirigirse a esta pastoral en medio de los pobres. Comienza así una tercera etapa, seguramente más institucional. De hecho, en un reciente reportaje con el Gato Sylvestre, el Papa Francisco, cuando le pregunta por los curas villeros afirmó que en un principio estaban ideologizados, pero después no y los calificó de “personas grandes”. Todo indica que los supuestamente ideologizados serían los curas villeros anteriores a su llegada como arzobispo [https://www.youtube.com/watch?v=NK86Ptb_p3I, minuto 51]. Ciertamente pareciera referirse a muchos a los que yo considero grandes personas, como es el caso de Rodolfo Ricciardelli, Ernesto Narcisi, por ejemplo.

 

3.- Cercanía con los pobres


Nada de esto pone en cuestión la cercanía que manifestó JMB con los pobres. Las villas, los cartoneros, las cárceles, los hospitales públicos, las plazas fueron ciertamente espacios en los que no dudó en hacerse presente. Y hacerse presente de verdad, no con impostura. No en vano los pobres de la ciudad de Buenos Aires se sintieron siempre abrazados por él, “estuvo en mi casa”, o “en mi barrio”, “me bendijo”, “abrazó a mi hijo/a” … La “cercanía”, especialmente para los pobres, ciertamente es un “sacramento”. Y muy importante.

 

4.- Sencillez de vida


Siempre fue pública la sencillez con la que vivió. Tocaba al pueblo en lo cotidiano, desde su viaje en subte (= metro) hasta ir a los barrios por sus propios medios, estar en plazas o fiestas parroquiales. No necesitaba que le contaran lo que “la gente” vivía, sufría, celebraba… lo “sentía” por contacto. Y eso se manifestaba en sus iniciativas pastorales, y en sus palabras y sus gestos.

 

5.- Rol en Aparecida


Es sabido que cuando fue la asamblea episcopal latinoamericana en Aparecida (2007) fue elegido como presidente de la “Comisión de redacción”. Algunos le han atribuido, por ello, un rol más importante que le que realmente tuvo, pero me quiero detener en un caso que yo considero importante y significativo. Por probable decisión del entonces presidente del CELAM, el cardenal chileno Francisco Errazuriz, la secretaría de todo la que se desarrollaba en la asamblea la tenía el grupo ultra derechista peruano, los “Sodalicios de vida cristiana”. La dinámica de la asamblea indicaba que habría 4 etapas en la redacción: la primera cada grupo presentaba lo que le parecía. En un segundo momento se daba forma a todo eso; se hacían comentarios, críticas y aportes y se hacía una segunda redacción, la tercera etapa. La cuarta – y definitiva – sólo debía tener, para avanzar, el aval de muchos presidentes de conferencias episcopales y los votos de los 2/3 de los presentes. Pues bien, cuando llega la segunda redacción había desaparecido lo referente a las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Se argumentó que se iba a cambiar de lugar en la redacción y se traspapeló. Lo cierto es que – para reincorporarlo – no se juntaron esos 2/3 necesarios, pero, sin embargo, como presidente de la Comisión de Redacción, JMB logró incorporar lo sustraído. La sensación es que no pareciera que él fuera un admirador de las CEBs pero respetó lo que la asamblea había dicho y fue injustamente cortado. Respetó a la asamblea… (y una de las últimas cosas que hizo, ya salido del policlínico Gemelli en los últimos días, fue decretar la disolución de los Sodalicios en todas sus ramas).

 

6.- Grupos del episcopado claramente en contra


También es sabido que, como arzobispo de Buenos Aires, y en la Conferencia Episcopal Argentina, JMB tuvo un importante grupo de obispos francamente adversarios. Incluso con denuncias ante la curia vaticana en su contra. Por ejemplo, cuenta Víctor “Tucho” Fernández, entonces rector de la Universidad Católica, que hubo un brindis por el último año de JMB cuando cumplió 74 años ya que, con la clara complicidad del entonces nuncio apostólico, Adriano Bernardini (2003 – 2011), esperaban poner “uno de los suyos” en Buenos Aires [Víctor Fernández, 24 de junio de 2013, cf. https://www.religiondigital.org/opinion/Victor-Manuel-Fernandez-preferencia-Bergoglio_0_1476752349.html]. Poco después de un año de esta “fiesta”, JMB fue elegido nuevo sucesor de Pedro.

 

7.- ¿Seguidor de la “teología del pueblo”?


Muchos, particularmente a partir de su papado, han destacado que JMB se nutrió de lo que se ha llamado “teología del pueblo”. Es sabido que Juan Carlos Scanonne, miembro de este grupo, fue profesor suyo, pero no es menos cierto que cuando viaja a Alemania para preparar su tesis doctoral en teología, su tesis iba a ser sobre Romano Guardini, es decir, nada que ver con la teología del pueblo. Pero, a su vez, también es cierto que él eligió presentar libros de Rafael Tello e incluso hizo sepultar a Lucio Gera en la catedral de Buenos Aires (ambos son los “padres” de la teología del pueblo”). Es probable que, cuando haya tenido una mayor responsabilidad pastoral, ya obispo, haya encontrado en la teología del pueblo una buena luz para su pensamiento y acción. No es menos cierto que esta teología, durante la presencia de López Trujillo y Quarraccino en el CELAM (y todavía un tiempo más con Castrillón y con López), se quiso presentar como contraria a la teología de la liberación (cosa a la que Scanonne no fue ajeno en un período). Decir que no hay “teología de la liberación” o “teología del pueblo” sino simplemente “teología” como hace Emilse Cuda me parece una simplificación y empobrecimiento innecesario. Sería como negar que hay teología tomista, o franciscana, o patrística… También es cierto que esta cercanía de JMB – luego Francisco – a la teología del pueblo lo hizo ser, más tarde, a su vez cercano a Gustavo Gutiérrez y también a otros teólogos latinoamericanos.

 

Elección papal

 

Como ya señalé, estaba en Bogotá cuando el humo blanco avisaba que había nuevo papa. Cuando con voz temblorosa el cardenal dijo su nombre en latín tardé unos segundos en darme cuenta. Y, debo reconocerlo, mi primera reacción fue pensar: “lo logró”. Nadie duda que a JMB le gustaba el poder (¡y sabía ejercerlo!). Yo había escuchado a otro querido jesuita (que no lo quería, aclaro) decir: “¡este, hasta ser papa no para!). Y, ese día, recordé al buen Alfredo. Pero también tenía claro que – por lo que dije – su vida sencilla, su cercanía con los pobres, y – si se quiere – su mirada peronista, lo haría tener una actitud más pastoral y más humana que lo que vivimos (o padecimos) en los papados anteriores.

 

I.- Algunas sombras

 

Antes de señalar algunas cosas que percibo como sombras de su pontificado, obviamente quiero señalar dos aspectos importantes:


A.- Yo no sé cuánto realmente puede o no. Es fácil decir desde fuera que “debería haber hecho” o cosas por el estilo sin saber si realmente podía o no hacerla. A eso se lo ha llamado “correlación de fuerzas”. Es evidente que esos grupos de obispos adversos que tenía en Buenos Aires se multiplicaron notablemente. Qué eligiera vivir en Santa Marta y no en los palacios vaticanos pareciera ser una manera práctica de “evitar el tecito” que despidió a Juan Pablo I. Pero eso implica conocer que hay fuerzas contrarias que, en lo personal, no ignoro que existen, pero que no logro señalar. Y, por tanto, no es fácil saber si podría o no hacer algo (especialmente si se pretende que ese algo que se hace perdure, y no que sea “flor de un día”).


B.- Tampoco sé cuánto sabe… por ejemplo, para los nombramientos episcopales. Es evidente que para elegir obispos en diferentes países debe dejarse enseñar. Para eso están las nunciaturas (horrible institución, por cierto), o los obispos conocidos, por ejemplo. Pero, entonces, cuando debe elegir obispos en sedes vacantes, no es fácil acertar, si los informantes no dan buena información. El caso del obispo Barros en Chile fue ciertamente paradigmático; incluso el papa defendió a los informantes hasta que se percató de su error y hubo de tomar medidas drásticas.


Un poco diferente es lo ocurrido en el Episcopado argentino, que ciertamente conoce más y mejor… Pero, si bien – y ¿quién estaría en desacuerdo? – Francisco se manifestó firmemente en contra del “carrerismo” en los que aspiran a episcopados o mas aun…, por lo menos se ha de señalar que hay varios casos de obispos (o cardenales o cardenalables) que han hecho del carrerismo su modo de vida. En Argentina y no solo…

 

1.- El problema del feminismo


En lo personal, creo que el Papa nunca entendió el feminismo, la teología feminista y la centralidad que debieran tener en la Iglesia las mujeres. Es cierto que un número interesante de mujeres han pasado a ocupar lugares importantes en la curia o instancias vaticanas. ¡Y debe celebrarse! Pero, cuando le preguntaron sobre temas feministas, respondió que es un tema que merece estudiarse bien, a lo que más de una teóloga excelsa le respondió que “hace décadas que lo venimos estudiando bien”…


Otro tema en esta misma dirección es el acceso de las mujeres a los ministerios ordenados. Sin duda Francisco, como todos, es hijo de su tiempo y tiene sus sensibilidades y estructuras, pero, quizás por ello, no abrió las puertas ni siquiera al tema del diaconado femenino, a pesar de sus claras raíces bíblicas y tradicionales. De nuevo la “correlación de fuerzas” quizás sea para tener en cuenta, pero ni siquiera cuando sínodos como el de la Amazonia lo propuso, abrió esas puertas. Es evidente, no debe ignorarse, que en el colegio episcopal este es un tema sensible, y basta con ver que cuando se planteó el tema en el pasado sínodo (2024) de pensar el diaconado femenino como una posibilidad (# 60) fue el que tuvo más votos negativos de todo el documento (258 positivos y  97 negativos). Lo cierto es que el tema del acceso de las mujeres a ministerios ordenados todavía es un debe de toda la Iglesia.

 

2.- La presencia de Benito XVI en las cercanías


No puede negarse que la cercanía del obispo de Roma emérito era un problema. Tomar algunas medidas podía herir su sensibilidad, o, peor aún, alguno podía lograr que él pronunciara alguna voz en contra… El cardenal Sarah, por ejemplo, avanzó en ese sentido en temas litúrgicos; el secretario privado de Benito XVI, Georg Gänswein también. Francisco convivió desde 2013 hasta diciembre de 2022 con una sombra que, ciertamente no quiso manchar. Además, no faltaban los que los contraponían exaltando las innegables cualidades teológicas del alemán, desdeñando las innegables cualidades pastorales del argentino.

 

II.- Algunas luces

 

Creo que hay una serie de cosas muy importantes del pontificado de Francisco que merecen ser destacadas. Me limito solamente a señalar algunas…

 

1.- Textos iluminadores


Creo que Francisco escribió una serie de textos que marcaron rumbos. No es acá el caso de señalarlos, porque eso implicaría presentar sus temáticas y excede lo que nos proponemos. Pero sí, hemos de decirlo, textos que abrieron puertas y ventanas. No hubo textos de censuras y rigor, sino de propuestas, de invitaciones, de diálogo. Textos fundamentados, por cierto, como la Laudato Si, y su continuación en la Laudate Deum hincándole el diente al Cambio climático y el cuidado de la “casa común”. Otros más profundamente pastorales, muchos recogiendo lo que muchos episcopados sostenían, mostrando la necesaria universalidad de la Iglesia (en ese sentido, muy diferente del eurocentrismo de Benito XVI que habló de “descubrimiento de América” o que Josefina Bakhita decidió “quedarse con su Paron” [= Patrón, pero ahora, Jesús] y no volver a Sudán, por Europa [como si en Sudán no se pudiera encontrar con Jesús]; Spe Salvi 4 y 16).


También hubo otros textos que parecían escritos para “evitar que lo acusen”, quizás con menos densidad, pero nunca descuidando lo pastoral. Su última encíclica, por ejemplo, sobre el Sagrado Corazón de Jesús, no omite el amor social en toda su última parte, quebrando toda esa mirada individualista que suele acompañar, en algunos casos, esa devoción.


Y se podrían añadir palabras iluminadoras (pastores "con olor a oveja", o "las 3T"), o los discursos a los Movimientos Sociales, de gran densidad pastoral y encarnación. Sólo pretendo mostrar brevemente la densidad de sus palabras y lo iluminadoras para los caminos a andar.


2.- Gestos dicentes


Ya desde su arzobispado, como dijimos, JMB se caracterizó por sus gestos. Siempre simbólicos. Hasta el punto que, me consta, hubo quienes pretendieron distinguir el magisterio de los textos, que debiera ser respetado, del magisterio de los gestos, que puede ser rechazado… Evidentemente, su visita a Lampedusa, como primer viaje fuera de Roma, fue sumamente significativo, y marcó, además, un tema que impregnó su pontificado en gestos y palabras: el drama de los migrantes.


Los gestos se multiplicaron, y ya eran de esperar los jueves santos para ver a quiénes le lavaría los pies ese día. La visita a los presos, por ejemplo, fue – hasta los últimos días – un sello de su papado. Sus actitudes de recibir – sin señalar acusadoramente – a jóvenes LGTB, a personas abusadas por curas, la comida con pobres en diferentes lugares, mostró sencillamente un rostro semejante a Jesús. Ver un papa más cercano al Nazareno que a Constantino es un buen mensaje para nuestro tiempo. Que apareciera sin los absurdos zapatitos rojos – algo que extrañamente causó escándalo en algunas mentes menores – merece celebrarse.

 

3.- Transparencia


 Es interesante destacar otro aspecto que me parece importante… Como la realidad invita, es sensato en muchas ocasiones “pensar mal”. Creo que nadie imaginará que las palabras de Trump en favor de la paz en Ucrania provengan de un pacifista. Nadie diría que Trump lo es (y el silencio sobre Gaza, y el desconocimiento de Sudan, entre otras atrocidades bélicas contemporáneas así lo demuestran) … Pues bien, nadie piensa que la insistencia de Francisco pidiendo por la paz tenga “segundas intenciones”. Es simplemente y sencillamente una voz proveniente de un trabajador por la paz del mundo. Y lo mismo ha de decirse de su insistencia en la defensa de los pobres, o del cuidado de la casa común (la ecología). No había “algo escondido” en sus palabras sino simplemente defensa de la paz, del cuidado de la casa o de la vida de los pobres. Y, por eso, no dudó asimismo en enfrentar las causas. Porque la guerra, el empobrecimiento y demás atrocidades tienen causas. “Este sistema mata”, dijo claramente. Eso le provocaron insultos soeces, como los que pronunció el luego presidente de la Argentina.

 

4.- Concilio Vaticano II


Con Juan XXIII y Pablo VI la Iglesia se abrió al mundo. Se decidió a salir de su castillo sagrado y se decidió a “encarnarse”. Ciertamente eso no significa decir “estoy de acuerdo con todo”. No lo es; ni debiera serlo. Pero es estar allí, y no señalar, no condenar con dedos acusadores. El Concilio Vaticano II promovió una Iglesia viva en medio de la historia (con todo lo que esto significa, porque no es ingenuidad). Pero los miedos e inseguridades llevaron, durante los pontificados de Juan Pablo y Benito a encerrarse en un “invierno eclesial”; volver a las fortalezas de las seguridades y a los dedos condenatorios (como el de Juan Pablo II a Ernesto Cardenal; en 1985… recién perdonado por Francisco en 2019). El Concilio quedó “cajoneado” hasta el extremo de que se rehabilitaron las misas en latín con la antigua liturgia (cosa que causó un conflicto entre el papa Benito y Peter Hünermann, presidente de la asociación de teólogos europeos, que le señaló el error teológico como consecuencia de que “lex orandi, lex credendi”, es decir que lo que la Iglesia creer es lo que celebra).


No cabe duda que el papa Francisco intentó por todos los medios revitalizar el Concilio Vaticano II (en lo personal, creo que con excepción de la constitución Dei Verbum, donde el Concilio habla de la Biblia, cosa que, creo yo, no fue un tema importante en el pontificado de ninguno de los últimos papas; Francisco incluido). Cuando habla de la Iglesia “hospital de campaña” no hace sino presentar una Iglesia que está en medio de la historia y allí vive (y, a veces, se enferma). La imagen del Buen Samaritano acompañó diferentes momentos fundamentales de su papado. ¡Nada menos!

 

5.- Sencillez de vida


Como lo hizo en su arzobispado, también su papado quedó marcado por la sencillez. Ya desde el primer momento, al asomarse al balcón, despojado de oropeles y lujos, y mostrarse sencillo pidiendo al pueblo que lo bendiga, hasta los últimos momentos. Que no tuviera problemas en mostrarse frágil, en silla de ruedas, apenas capaz de movimientos y con una voz casi de ultratumba, mostró la fragilidad. Que no tuviera problemas en mostrarse con pantalones, una camiseta y un poncho saludando a los trabajadores en la Basílica de San Pedro lo reveló en la sencillez de la vida. Escándalo para aquellos o aquellas cuya fragilidad es mental. Y así, con esa sencillez, sencillamente ¡murió!

 

Conclusión


Creo que – a modo de ejemplo final – podemos señalar que acaba de irse al encuentro de la Trinidad un papa más parecido a Pablo VI que a Juan Pablo II. Algunos se preguntarán: ¿era un revolucionario? En lo personal, no lo creo. En nuestro tiempo, creo yo, necesitamos algunas voces proféticas. ¡Y no las hay! Pero Francisco se mostró pastor; y vaya si necesitamos pastores en tiempos de tanto desconcierto (“como ovejas sin pastor”).

¿Qué viene ahora? Con “temor y temblor” habrá que esperar las próximas semanas para saber si en la Iglesia se deciden a seguir las huellas de un buen pastor, o de cantar loas a un príncipe; si las periferias siguen estando en el centro o volvemos a un invierno que amenaza con el cambio climático y una derecha casi omnipresente. Dios dirá… y seguramente dirá. ¡Ojalá sea escuchado!

 

Imagen del Espíritu Santo en la Basílica de San Pedro tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Esp%C3%ADritu_Santo