martes, 8 de octubre de 2024

Comentario a las lecturas domingo 28 B

La entrada en el reino solo es posible poniendo a los pobres en el centro


DOMINGO VIGESIMOCTAVO - "B"



Eduardo de la Serna



Lectura del libro de la Sabiduría     7, 7-11

Resumen: Salomón es un hombre como todos los demás, entonces, para gobernar a su pueblo pide a Dios sabiduría. La prefiere a todos los demás bienes y riquezas. Y al serle dada gratuitamente, todos esos bienes y riquezas le fueron concedidos por añadidura.

El libro de la Sabiduría ha mencionado a Salomón (paradigma tradicional del sabio para algunas corrientes de Israel) como un hombre semejante a los demás (7,1-6). Precisamente por ser “uno más” es que suplica a Dios la sabiduría (cf. 1 Re 3,6-9.12; 5,9-14) y le es concedida. Esta sabiduría, señala el texto litúrgico, es la verdadera y única riqueza que vale la pena. Estas palabras enmarcan el relato encerrándolo:

a.- me vino un espíritu de sabiduría (v.7)
   b.- tuve en nada la riqueza (v.8)
a.- con ella me vinieron todos los bienes (v.11a)
   b.- incalculable riqueza hallé en sus manos (v.11b)

El autor menciona una serie de valores importantes: cetros, tronos, riquezas, piedras preciosas, oro, plata, salud, hermosura e incluso la luz. La sabiduría es superior a todas ellas (debemos notar que bastante lejos está esto de lo que sabemos del Salomón histórico, o del que otros libros bíblicos muestran). 

Lo que ocurre es que al conseguir esta ansiada sabiduría, todos los demás bienes a los que se ha renunciado vienen añadidos (1 Re 3,13; Pr 8,17-21). Pero esta sabiduría no es algo que se pueda alcanzar por las propias fuerzas, se trata de un don gratuito de Dios que toca pedir.


Lectura de la carta a los Hebreos     4, 12-13

Resumen: Concluyendo la referencia a la escucha de la palabra de Dios manifestada en Jesucristo, la carta a los Hebreos nos recuerda que la palabra se identifica con Dios mismo y puede mirar nuestro corazón y nuestras intenciones.


La “carta” a los Hebreos es una constante reflexión en clave simbólica (alegórica) de muchos textos bíblicos. La Biblia invita a los destinatarios a la obediencia (confrontando con la “desobediencia” (4,6.11), a la recepción de la “buena noticia” (4,1-5). La llegada de Josué a Canaán fue un simple anticipo simbólico de “otro” lugar de “descanso” para el pueblo de Dios (4,9), otro  lugar que es el mismo Cristo. No hemos de imitar aquella “desobediencia·” sino por el contrario, “esforzarnos” por entrar por la fe (v.3) en ese “descanso” (v.11). Todo esto lo afirma la Palabra de Dios (v.2). A modo de conclusión breve, el texto señala el rol que esta Palabra de Dios tiene para los creyentes (texto litúrgico de hoy): es notablemente eficaz y permite el discernimiento.

Como en Sabiduría 18,14-16; 7,22-24 la palabra aparece como “personificada”, es “viva” (cf. Is 40,9) y “eficaz” (cf. Is 55,10-11), y como “divina” (esta palabra que “ve” se identifica con Dios mismo) puede ver todo, juzgar todo. Esta palabra (logos) ve todo y todo queda manifiesto ante Aquel a quien hemos de rendir cuentas (logos). La imagen de la espada de dos filos, capaz de decapitar y penetrar hasta lo profundo es metáfora del discernimiento (“penetra hasta la separación del alma y el espíritu”, psyjês kaì pneumatós; “discierne / juzga sentimientos y pensamientos del corazón”). Ya los salmos habían señalado la imposibilidad de ocultarse de la mirada de Dios (Sal 139,11-12).


Evangelio según san Marcos     10, 17-30

Resumen: Continuando la presentación del Reino el Evangelio muestra una enseñanza por la vía negativa: un rico que pregunta por la “vida eterna” pero no acepta el mensaje del reino porque prefiere sus bienes, y los discípulos que dejan todo para seguir a Jesús, aun con persecuciones y reciben la “vida eterna”


El relato del Evangelio nos presenta dos textos independientes aunque unidos por el sentido que en Marcos tiene la unidad literaria. El primero, además, tiene dos partes inseparables pero distinguibles: la interrupción del camino de Jesús por un rico que lo interroga, y el diálogo de Jesús con los suyos sobre el mismo tema una vez que este se ha ido. El segundo comienza con una pregunta de Pedro a Jesús con lo que concluye toda la unidad literaria comenzada por el segundo anuncio de la pasión y su correspondiente malentendido de los discípulos. 

La escena comienza mostrando a Jesús que va a ponerse “en camino” y es detenido por uno que se arrodilla ante él. No ha de dejarse de lado esta imagen ya que – como se verá en el desenlace – esta persona no se puso finalmente en camino “detrás de Jesús”. El contraste, además, queda marcado por la “corrida” del varón rico que detiene el camino (en seguida se remarcará que es “camino a Jerusalén, 10,32). La actitud de “arrodillarse”, un gesto humilde de petición reverente, es la misma que había tenido el leproso (1,40). Lo que el hombre pide es “heredar vida eterna”. Fuera de este texto (y el de Lc 10,25 inspirado aquí), sólo en Tito 3,7 encontramos la herencia de “vida”. Lo que normalmente se “hereda” es la tierra (tierra familiar o “la” tierra prometida). Incluso en el post-exilio este anuncio de herencia puede tener connotaciones escatológicas. Pero no se hace referencia a la vida como herencia. Pero en la literatura apócrifa se da un paso más:
“… los caminos de los hombres siempre están patentes ante Él, y conoce lo oculto del corazón antes que se haga realidad. Por ello la herencia de los pecadores es el Hades, la tiniebla y la perdición; no se les encontrará en el día de la misericordia sobre los justos. Mas los santos del Señor heredarán una vida llena de alegría”. (Salmos de Salomón 14,9-10)
Cuando el ángel le presenta al vidente cuatro nuevos rostros, le interpreta:
El primero es Miguel… el segundo Rafael… el tercero Gabriel… y el cuarto, llamado Fanuel, encargado de la penitencia para esperanza de los que heredarán vida eterna” (1 Henoc 40,9)

A la pregunta el rico le acota: “maestro bueno”. Señalar a alguien como “bueno”, aunque no es cotidiano no es tampoco infrecuente. Sin duda el título se dirige primordialmente a Dios (cf. Sal 25,8; 34,9; 73,1; 100,5; 106,1; 107,1; 118,1.29; 143,10; 2 Cro 30,18; Esd 3,11; Sab 15,1…). La frase del rico intenta señalar que Jesús enseña el camino de Dios, pero Jesús establece distancia. Manifiesta su lugar, especialmente interesante ya que en Marcos es una crítica de los escribas y sacerdotes a Jesús su pretensión de ocupar un lugar que sólo pertenece a Dios (2,6-7; 14,61-64). Recién después de esta aclaración Jesús responde la pregunta.

La respuesta, sin embargo, no es precisa: “conoces los mandamientos (entolàs)”. En general, por “mandamientos” se entienden los así llamados “Diez mandamientos” de la Ley de Moisés, pero para los fariseos se cuentan también los textos “no escritos” de la tradición (cf. 7,8-13), y para los esenios cuentan los textos según son interpretados por el Maestro de Justicia:
Pero los que se quedaron firmes en los preceptos de Dioscon los que se quedaron en medio de ellosDios estableció su pacto con Israel para siemprerevelándoles asuntos ocultos en el que todo Israel había ido por mal camino[falta] sus santos sábados y las gloriosas fiestassus justas estipulaciones y sus sendas veraces, y los deseos de su voluntad que el hombre debe hacer para vivir por ellos” [cf. Lev 18,5]” (Documento de Damasco 3,12-16; siendo que en v.20 habla de “vida eterna”, es probable que “vivir por ellos” refiera también a vida eterna).
Sin dudas en el contexto de Jesús las diferentes opiniones han de ser tenidas en cuenta. Sin embargo, en el texto Jesús alude al Decálogo, y en concreto a los mandamientos que hacer referencia a las relaciones interpersonales. 

Los primeros cuatro mandamientos citados aluden a Ex 20,13.14.15.16 / Dt 5,17.18.19.20 en una versión próxima a LXX (la del “falso testimonio” está abreviada): no matarás, no adulterarás, no robarás, no darás falso testimonio

El quinto mandamiento citado, “no estafarás”, no está en el Decálogo (cf. Ex 21,10). Puede aludir a Lev 6,1-7 o a Mal 3,5. Pero es evidente que el texto contra la explotación y la injusticia están puestos aquí ya que se trata de una persona rica; la injusticia y la opresión son una tentación constante para las personas con poder económico. 

El sexto (“honor al padre y madre”) retoma Ex 20,12 / Dt 5,16 en una lectura abreviada de LXX. Es curiosa la ubicación aquí ya que tanto en la Biblia hebrea como en LXX, en Éxodo como en Deuteronomio la referencia a los padres antecede a los restantes. Quizás sirva para recordar el “korbán” “ley humana” con la que se viola los mandamientos de Dios y se “defrauda” a los padres (7,9-13). 

El varón ha entendido y ya lo llama simplemente “maestro” (sin acotar “bueno”) y le indica que todo eso lo ha respetado desde su juventud (no es un joven sino un adulto). Esto provoca en Jesús una mirada afectiva: el rico tiene muchas potencialidades para ser discípulo. Aparentemente “una cosa (le) falta” para ser discípulo de Jesús. Todo indica que eso es lo que el rico espera que Jesús le señale. 

Vender todo” es un término extraño. El verbo “vender” (se encuentra solo x38 en la Biblia y en la mayor parte de las ocasiones es algo negativo, o propio de los paganos). Sin embargo, no sólo aquí hay una relación entre “vender” y tener un “tesoro en el cielo”: En el AT el “tesoro de los cielos” se refiere al agua / lluvia (Dt 28,12; Jer 10,13; 28,16; Mal 3,10). Ya Mt 6,20 invitó a poner el tesoro en los cielos y no en la tierra ya que allá no hay polillas ni ladrones, y Lc 12,33 lo relaciona con la limosna:
Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla”. (Lc 12:33)
El criterio, es que “donde está tu tesoro está tu corazón” (Mt 6,21 / Lc 12,34) y el Reino se compara a un tesoro escondido (Mt 13,44); según dónde estén las cosas que más se valora (tesoro) hacia allí se dirigirán las decisiones (corazón)… El “cielo”, donde tendrá un “tesoro” se asemeja así a la “vida eterna” que el rico pretende. Pero esta “herencia” que pretende es inseparable de la suerte de los pobres, sus hermanos.

Pero aunque el hombre tenía potencialidades de discípulo no responde como los otros “dejando todo”. Muestra así que no ha sabido valorar sabiamente la “vida eterna” que pretende prefiriendo en cambio sus “muchos bienes”. La reacción es sombría, aterrada, de espanto. En vez de “seguir” a Jesús, “se marchó” y Marcos acota “entristecido” (cf. 14,19). 

Toda la escena anterior sirve de motivación para el desarrollo temático que sigue y por tanto se han de distinguir pero no separar.

En el texto explicativo hay tres dichos de Jesús que separan dos actitudes de sorpresa de los discípulos en un clásico esquema de Marcos A B A’ B’ A’’. 

Si Jesús en v.21 “miró” al rico, ahora “mira alrededor” (v.23) y concluye “mirándolos” (v.27 para el dicho final). El acento está ahora puesto en los discípulos que sí siguieron a Jesús (cosa que en la próxima escena dirá Pedro). 

El Reino (en vv.23.25 como en v.15) es presentado como un lugar al que se “entra”. Las posesiones se presentan como un obstáculo para “entrar” en el Reino. La sorpresa de los discípulos es razonable en su ambiente: las posesiones eran vistas habitualmente como un signo de la bendición de Dios. Así, entonces, se comprende mejor la segunda intervención de los discípulos: ¿quién podrá salvarse? Si no pueden “entrar” los que son bendecidos por Dios mucho menos lo serán los que Dios rechaza (o a los que no bendice tanto):
“Y si tú escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios, cuidando de practicar todos los mandamientos que yo te prescribo hoy, Yahveh tu Dios le levantará por encima de todas las naciones de la tierra, y vendrán sobre ti y te alcanzarán todas las bendiciones siguientes, por haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios (…) Yahveh te hará rebosar de bienes: frutos de tus entrañas, frutos de tu ganado, y frutos de tu suelo, en esta tierra que él juró a tus padres que te daría. Yahveh abrirá para ti los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia necesaria a tu tierra y para bendecir todas tus obras. Prestarás a naciones numerosas, y tú no tendrás que tomar prestado”. (Dt 28:1-12)
La bendición de Yahveh es la que enriquece, y nada le añade el trabajo a que obliga”. (Pr 10:22)
Y las bendiciones son fruto de haber cumplido los mandamientos, cosa que el rico ha manifestado practicar. La inversión contracultural de Jesús es evidente. 

En un primer momento la referencia es que entrar al Reino es difícil, y se entiende que lo es para todos, y prepara el dicho que más adelante se detendrá en los ricos. La imagen del “camello” y la “aguja” pretende evidentemente ser chocante y expresar algo desde todo punto de vista imposible. Lo absurdo de la imagen tiene como objetivo alertar cuánto perjudican las riquezas para entrar en el reino. 

Obviamente, si ante el primer dicho los discípulos se manifiestan sorprendidos (el verbo thambéô sólo se encuentra en Marcos en el NT: 1,27; 10,24.32), ahora los vemos extremadamente asombrados y – como es frecuente en Marcos: malinterpretando el mensaje de Jesús (especialmente en esta unidad). 

Esto lleva a la mirada final de Jesús señalando que la entrada en el reino / salvación es imposible para los hombres y – contrastante – todo es posible para Dios. La vida eterna / entrada en el Reino / salvación (como se ve en paralelo en esta unidad) sólo es posible por iniciativa divina (el reino es pura gratuidad, acotemos). Pero hay quienes se resisten a entrar ya que sus corazones direccionan sus vidas en otro sentido. El rico no quiso dar el paso que Jesús le proponía, eligió no “heredar vida eterna”. Jesús lo invitó a participar del reino, entrar en él. Esto implicaba reconocer a los pobres como sus hermanos, y aceptar esta fraternidad como superior a sus bienes. La imposibilidad de “entrar” de los ricos viene dada, precisamente, en que no dejan a Dios reinar en sus vidas. Si lo permitieran, Dios obraría el imposible de la salvación; pero al no abrirse al discipulado de iguales, al reconocimiento de los pobres como quienes son expresión del “tesoro en el cielo”, Dios no puede obrar. Es que el rico se marchó, eligió no seguir a Jesús.

Una nota sobre el camello y el ojo de una aguja: Jesús elige claramente utilizar una imagen escandalosa para subrayar la imposibilidad. Ciertamente es imposible para un “camello” pasar por el “ojo de una aguja”. Es ciertos ambientes esto causa molestia e incomodidad, y se ha preferido suavizar el dicho, y así el “camello” sería una soga gruesa, o “la aguja” sería una puerta. Estos intentos parecen distorsionar el sentido claramente provocativo (y contracultural) de Jesús; y reflejan quizás un intento de no quedar mal con algunos sectores. Pero el sentido es claro, y no debería “domesticarse”. La imagen, por ejemplo, también es usada por el Talmud:
Raba dijoEsto se demuestra por el hecho de que a un hombre nunca se le muestra en un sueño una palma datilera de oro, o un elefante que pasa por el ojo de una aguja” (Talmud, Berac 55b).
Los discípulos comprendieron bien la imposibilidad. 

Marcos concluye así una unidad sorprendentemente contracultural: una sociedad estructurada o centrada en los varones, adultos y bendecidos en sus bienes se encuentra con que el anuncio del reino que Jesús propone invierte los esquemas y destaca a las mujeres, los niños y los pobres. Dios quiere reinar sobre todos, y el modo visible de notar este reinado se verifica en nuestra mirada precisamente en aquellos que no son tenidos en cuenta. Para que se visibilice la universalidad del reino de Dios ésta se ha de ver en los últimos. De eso se trata.

Como se dijo, el rechazo del rico de seguir a Jesús contrasta con el seguimiento de Pedro y los demás discípulos. Los ejemplos son contrastantes. El texto del rico es una “enseñanza por vía negativa”. Esto permitirá a Jesús mostrar las consecuencias de la aceptación de su mensaje y la recepción de “vida eterna” (v.30), lo que el hombre había pedido, pero no aceptado. A diferencia del rico “nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido”. El Evangelio ya había indicado que los pescadores dejaron sus familias o Leví su mesa de impuestos (1,20; 2,13-14). Ya sabíamos que  hay un nuevo modo de ser familia en el discipulado (3,31-35), en la nueva “casa” que es la comunidad. 

Al hacer referencia a la “casa” alternativa que Marcos propone, tenemos que recordar que el modelo greco-romano de “casa” indicaba que un buen “amo de casa” (oikodespotes paterfamilias) debía “someter” a su mujer, a sus hijos y a sus esclavos. Una casa bien ordenada requería este sometimiento. En las cartas deuteropaulinas se ve un modo de adaptación a este modelo aunque manteniendo elementos propios (Col 3,18-4,1; Ef 5,21-6,9). Aristóteles aclarará que hay un cuarto elemento que se suma a la relación con la mujer, los hijos y los esclavos y es la relación con el dinero:
Ahora que conocemos de una manera positiva las partes diversas de que se compone el Estado, debemos ocuparnos ante todo del régimen económico de las familias, puesto que el Estado se compone siempre de familias. Los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia misma, que, para ser completa, debe comprender esclavos y hombres libres. Pero como para darse razón de las cosas es preciso ante todo someter a examen las partes más sencillas de las mismas, siendo las partes primitivas y simples de la familia el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos, deberán estudiarse separadamente estos tres órdenes de individuos para ver lo que es cada uno de ellos y lo que debe ser. Tenemos primero la autoridad del señor, después la autoridad conyugal, ya que la lengua griega no tiene palabra particular para expresar esta relación del hombre a la mujer; y, en fin, la generación de los hijos, idea para la que tampoco hay una palabra especial. A estos tres elementos, que acabamos de enumerar, podría añadirse un cuarto, que ciertos autores confunden con la administración doméstica, y que, según otros, es cuando menos un ramo muy importante de ella: la llamada adquisición de la propiedad, que también nosotros estudiaremos”. (Aristóteles, Política II 1253b)
Es importante notar que en esta larga unidad de Marcos, Jesús plantea una relación con los niños (“hacerse como ellos”, 10,14), “hacerse servidores (diákonos)” y “esclavos” (doulos” (9,35; 10,44), el varón no puede disponer de la mujer como una propiedad (10,5) y debe compartir sus bienes con los pobres (10,21). La "casa" de Marcos es sumamente marginal con la “casa” de su ambiente. De eso se trata el Reino de Dios, de un “discipulado de iguales”.

Jesús pasa a ejemplificar este “dejar” destacando una serie de cosas: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda  (v.29) y se contrasta con que esos recibirán “el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda” (v.30). Esto lo recibirán “ahora, al presente” (nyn en tô kairô) pero también hay algo que “recibirán” en el “mundo (aiôn) por venir”. Este contraste entre dos mundos es frecuente en la literatura apocalíptica. 

Por un lado llama la atención que en lo que ahora se recibirá, se repita la lista anterior pero se omiten “padres”. Es que en la comunidad-familia que Jesús inaugura en el discipulado no hay “cien” padres, sino un solo Padre, el abbá-Dios. El resto es un mundo que se comparte, y se abre a los bienes (casa y hacienda) y fraternidad universal. El sentido de este “dejar” es “a causa de mí y causa del Evangelio”. El seguimiento de Jesús, la buena noticia del reino es la que da sentido a este dejar todo. Al descubrir el sentido de esto es que se encuentran los cientos de hermanos, madres, casas…

Sin embargo Marcos no omite que esto supone también persecuciones. Ya sabemos que a Jesús lo van a matar (el marco de los anuncios de la pasión es donde se encuentra esta escena y a continuación de esto repte el tercer anuncio). Ya habíamos encontrado el término persecución (diôgmós) en la lectura alegórica del sembrador. La persecución a causa de la palabra hace que la “semilla sembrada” sucumba enseguida (4,17). Sin duda el marco histórico del Evangelio, sea la así llamada “persecución de Nerón”, o la persecución a judíos (y por tanto también a seguidores de Jesús) en el marco de la guerra judía ubica el texto en un contexto propio de la comunidad de Marcos. 

La persecución que espera a Jesús en su llegada a Jerusalén también espera a los discípulos en su vida cotidiana a causa de Jesús y del anuncio de la buena nueva del reino; ese reino contracultural que el evangelio no duda en presentar. Pero la muerte no tiene la última palabra y a estos (los discípulos, los destinatarios del Evangelio) – como a Jesús – les espera “vida eterna”, la misma que no aceptó el rico. 


El video con comentario al Evangelio en

Video con comentario al Evangelio del domingo 28º B

Video con comentario al Evangelio del domingo 28º B



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Eduardo

La peregrinación, un Sínodo

La peregrinación, un Sínodo

Eduardo de la Serna



Acaba de finalizar la 50ª peregrinación “juvenil” a Luján. Es decir, un pedazo de nuestra historia reciente.

Cuando las sombras arreciaban en la Argentina y “se venía la noche”, noche en la que miles y miles de jóvenes serían arrancados de la vida, un profeta, Rafael Tello, señaló que entrando en lo más profundo de la fe del pueblo se encontrarían salidas hacia la vida y la esperanza. Y así, con su importante grupo de colaboradores, impulsó una peregrinación juvenil a Luján (1975). Y la cantidad de participantes vio superadas todas las expectativas (en ese momento se habló de 30.000).

Pero las tinieblas de la muerte avanzaban y la noche se enseñoreó de las calles y hogares de la Patria. La dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica pisoteó con botas de sangre cada paso, cada palabra, cada proyecto. Pero, por aquello de “no hay mal que por bien no venga”, el cardenal de Buenos Aires, enfrentado con Tello porque no aceptaba nada que no pasara por su control, se “apropió” de la peregrinación “transformándola” en la peregrinación de la arquidiócesis de Buenos Aires. Y lejos estaba la Dictadura de querer enfrentar a un Cardenal. Así la peregrinación siguió su rumbo. No era grato, en aquella segunda caminata ver en las esquinas camiones del ejército con soldados apuntando a los peregrinos, pero allí seguimos. Caminando. Y así hubo tercera… hubo cuarta… ¡hubo 50! Los números seguían creciendo. Se habló de más de un millón; después fueron variando, hubo menos, hubo más… ¡Hubo miles!

Muchas diócesis tienen anualmente su peregrinación al santuario de la Virgen, pero la que llega a Luján el primer domingo de octubre saliendo el sábado anterior y recorriendo a pie los casi 70 kilómetros, pues esa sigue siendo “la peregrinación”. Los números variaban y hubo años en que bajaba, años en los que subía, pero siempre multitudinaria allí estaba la huella de cientos de miles de personas, mayoritariamente jóvenes, que van a pedir, a agradecer, a reír, a llorar, a cantar, a arrodillarse junto a su Madre y madre de todos, todas y todes.

Estos miles que caminan llevan cada quien su vida entera, y la de quienes están en su corazón. Hay quienes caminan lento, quienes esperan a los demás o quienes saltan cantando, quienes se detienen y quienes eligen no detenerse en una de las paradas programadas, quienes se sientan a unos mates, quienes deben curar sus ampollas o se acuestan a una brevísima siesta con las piernas levantadas para que “baje la sangre”… Un cada quién que es un todos. Incluso hay quienes van por caminos alternativos, pero todos “a la Virgen vamos”. La unidad que la peregrinación expone no es un desfile militar, no dan todos el mismo paso, no marchan en fila. Por eso es comunión, por eso es eclesial. Una comunión en la que caminando todos con un mismo impulso, en un tiempo común, nos dirigimos a la misma meta, pero conservando lo propio, cada quién sus lágrimas o sus sonrisas, sus pedidos o acciones de gracias, cada quien su vida que es muy distinta de la vida del co-peregrino o peregrina, pero que de todos modos es nuestra.

Así como en la cancha de fútbol, en los cantos, nadie ensaya una coreografía, pero las manos se mueven en un misterioso unísono y un mismo canto, así como abrazamos fervorosamente a quien está a nuestro lado al gritar un gol como conocidos de la vida entera, así hay una unidad fraterna-sororal al caminar con quien a su vez camina y tiene nuestra misma meta. Y porque esos llantos y esos cantos, esos pesos y esos pasos, esas risas y esas misas nos ponen en comunión que es comunión de fe, de esperanza y de amor, por eso es eclesial. No es uniformidad, no hay anulación de las personas en vistas a un “proyecto” o un “mandato” o una “institución”, hay una mirada común que se dirige a “ella” que nos hace saber que somos más nosotros que nunca.

Los tiempos han cambiado; ya nada es como hace 50 años. Pasó la dictadura, pasó la primavera y, quizás, llegó el otoño con fríos invernales; ya no hay – creo – un pueblo al que se lo veía más corporativamente, y “unido que no será vencido”, y hay en lo social, lo político y lo espiritual un triunfo ocasional del individualismo, pero todavía hay hojas en el árbol. Algunas no caen, otras renacerán nuevas. Cuando el tiempo oportuno lo permita y la savia lo llene de vida, algo – quizás inesperado – florecerá explotando hermosura y color. A eso Tello llamaba “fe del pueblo”. Que allí está, aunque a veces hiberne; o hasta en ocasiones renazca con inesperados brotes. Y aunque haya ramas, o hasta troncos que podar.

Por eso la peregrinación es sinodal; porque es un caminar juntos. Y no es uniformidad que sacaría todas las ramas que no van en una dirección preestablecida.

Hace tiempo sabemos que una cosa es la fe del pueblo y otra la pastoral popular. Cada cual tiene sus características, sus errores y aciertos, su vida y enfermedades. El pueblo vive y celebra lo que su fe le impulsa a vivir; la pastoral – por definición – la acompaña, pero propone o pretende corregir (respetando, por cierto). Veamos, a modo de ejemplo: el pueblo votó a Menem, el pueblo votó a Macri, el pueblo votó a Milei. Mal haríamos, quienes pretendemos estar, caminar y vivir con el pueblo en juzgar (o peor aún, condenar aunque no compartamos “ni un tantico así”), pero podemos proponer, caminar caminos que muestren que hay otro mundo posible. El pueblo fue formado en misa en latín y de espaldas, y no aceptó en un primer momento los cambios; el pueblo tuvo una catequesis de preguntas – respuestas y enojos con los cambios porque “siempre se hizo así”, y – para aplicarlo a lo que señalaba – el pueblo no tenía una peregrinación juvenil a Luján; hizo falta una pastoral que la propusiera y luego, ahí sí, un pueblo que – más tarde a veces, más temprano otras – la “recibiera”; porque la “recepción” es el último paso (siempre vital, por cierto, porque “mañana” puede ir variando) del proceso creyente. La pastoral no debe hacer “lo que el pueblo quiere” sino lo que cree – mesurada, razonable, concienzudamente – que es lo mejor para el pueblo… y esperar.

Si me guío por mi intuición y sospecha; obviamente en base a mirar y olfatear pequeños brotes aquí, algún color que despunta allá, me parece ver que algo – por ahora incipiente – está empezando a cambiar (quizás a partir de la pandemia). Me parece ver que empieza a haber – muy, ¡muy!, chiquititos, algunos signos de vida y rebrotes. No podría señalarlos, además que todos sabemos que hay brotes que caen, otros se marchitan y otros explotan primaveralmente en vida. Toca esperar, toca acompañar, toca proponer para que no haya exceso de agua o falta de sol. Toca estar, y toca estar convencidos que el Espíritu Santo, que es “el alma de la Iglesia” irá impulsando. Toca combatir las plagas, podar hojas que “se van en vicio”, y toca saber que entre el pueblo y el Espíritu Santo, trabajando juntos ¡habrá un mañana!


domingo, 6 de octubre de 2024

Una mirada no económica al celibato

Una mirada no económica al celibato

Eduardo de la Serna



Con mucha frecuencia se escucha decir que el celibato de los curas surge a partir de intencionalidades económicas de la Iglesia. Es decir, para evitar que los bienes se disuelvan en herencias. No negaré que en muchas ocasiones algo (o mucho) de esto puede haber habido, pero no creo que lo económico esté en el origen de una institución que todavía hoy se resiste a ser removida (cuando lo económico no significaría nada, como ocurre en nuestros tiempos).

Creo que el origen (que, insisto, con el tiempo puede haber tenido nuevas razones o argumentaciones de las que no excluyo lo económico) radica en la intrusión del helenismo (particularmente platónico) en el pensamiento y el lenguaje eclesial.

Es evidente que el mundo de la Biblia es semita, pero a medida que el Evangelio se comienza a expandir por el mundo (Imperio Romano) la incomprensión que ya significaba el judaísmo para el ambiente (monoteísmo, libro sagrado, comidas prohibidas, días consagrados, etc.) se agravan con elementos idénticos a los cuales se añaden novedades (exaltación de un crucificado, insistencia en la resurrección “de los cuerpos”, fraternidad y sororidad universal, etc.). Esta incomprensión tuvo diferentes matices: desde el desprecio, el destierro a la persecución y el martirio. Los cristianos, asimismo, enfrentaron esto de muy diversas maneras: migraciones, intentos de adaptación, aceptación del martirio, apologías, etc. (dejo de lado, que también fueron frecuentes, las actitudes de abandonar la fe en aras a las dificultades y violencias padecidas). Lo que aquí pretendo señalar es el surgimiento de numerosos escritos “apologéticos”. En verdad, estos no pretendían tanto que los paganos comprendieran el cristianismo como que los cristianos tuvieran elementos para la resistencia, pero lo cierto es que proliferaron (de hecho, el segundo gran grupo de Padres de la Iglesia, luego de los llamados “Apostólicos”, por su cercanía a los tiempos de los discípulos de Jesús, fueron los “Padres Apologetas”).

Aquí juega un rol importantísimo un gran escritor: Justino (nacido a principios del s. II y martirizado en la década del 60). De buena formación filosófica en Roma, luego de su conversión al cristianismo publica sus dos Apologías (escritas en la primera mitad de la década del 50). Lo que aquí nos interesa es que Justino logra presentar el mensaje cristiano en un contexto y esquema platónico intentando explicitar la sensatez del Evangelio. Se puede afirmar que, a partir de sus escritos es que entra el helenismo en el ambiente eclesial. Y en lo antropológico, el helenismo es claramente dualista, cosa que el mundo semita ¡no es! La división “cuerpo – alma” es totalmente ajena al mundo bíblico.

A esto debe sumarse un elemento que es propio en gran cantidad de culturas (no solamente mediterráneas): para “entrar” en el ambiente divino, es necesaria una “purificación de los sentidos” (esto no implica solamente lo sexual, sino también la comida y la bebida, por ejemplo). Para enfrentar una batalla que se espera sea conducida por Dios, el ejército debe estar “puro”; para realizar una ofrenda, el sacerdote debe estar “puro” (cf. Ex 19,15.22; 1 Sam 21,5-6; 2 Sam 11,11; 1 QM 7,3-6; Yoma 1,1-8; 8,1). Debe tenerse en cuenta que se trata de “impureza”, es decir, mancha, no de pecado. Se trata de algo ritual; es “vista más que nada como una ‘contra indicación litúrgica’ temporánea”.[1]

En los textos bíblicos, que, como se dijo son semitas, no helénicos, sin embargo hay dos textos que merecen nuestra atención: es importante, para ser precisos, señalar que Ap 14,4 señala los 144.000, que indica la totalidad de los salvados (12x12x1000). Su característica es el nombre que llevan escrito en la “frente”. Este grupo canta un canto nuevo (cf. Sal 95,1; 143,9), canto que nadie puede aprender fuera de los 144.000. Estos tienen tres características: “no se mancharon con mujeres pues son vírgenes”; “siguen al Cordero pues son rescatados” y “en su boca no se encontró mentira”. Lo que interesa en este primer caso, teniendo en cuenta que el tema es confuso, es – además de lo señalado – que, 1. No se indica que los 144.000 sean varones; 2. El Apocalipsis no se caracteriza por la misoginia; 3. En todo el Apocalipsis no se habla de celibato; 4. No se debe olvidar que fornicación y prostitución son signo de la idolatría, del mismo modo que virginidad o pureza lo son de fidelidad a Dios. Todo indica que la mención de las mujeres “se refiere a la idolatría del culto imperial”; Roma es “la gran prostituta”, con la que “han fornicado todos los reyes de la tierra”, “en la frente llevaba un título secreto: Babilonia la Grande, madre de las prostitutas y las obscenidades de la tierra. Vi a la mujer emborrachada con la sangre de los santos y la sangre de los testigos de Jesús.  (Ap 17:2.5-6)[2].

Otro texto que merece una breve aclaración es Hch 21,9 donde se menciona a Felipe y se aclara que era evangelista, “uno de los siete” y que tenía “cuatro hijas vírgenes que profetizaban”. El tema es confuso; en los textos bíblicos, la virginidad es simplemente un momento a la espera de un futuro matrimonio que se espera, por lo que suele traducirse en muchas ediciones sencillamente como “soltería”. Es interesante que Clemente de Alejandría (ciertamente, defendiendo el matrimonio contra aquellos que lo denostan) afirma que “Pedro y Felipe tuvieron hijos y Felipe dio a sus hijas en matrimonio” (Strom. III,52.4).[3] Por los datos de los que disponemos, la “virginidad” entendida como “voto” se remonta, recién, a fines del s. IV.[4]

Hay dos textos del NT que se utilizan para “justificar” el celibato: Mt 19,10-12 y 1 Cor 7,8-9, pero en realidad, el primero está hablando del “matrimonio”, precisamente y el segundo se enfrenta al problema de qué significa “como yo” en boca de Pablo; la “soltería” es muy improbable.[5]

Es sabido que en la Biblia (Nuevo Testamento incluido) la bendición divina se expresa en la tenencia de hijos; es de notar el dolor de la hija de Jefté cuando este hizo el voto de “sacrificar en holocausto” el/lo primero que salga de su casa al regresar de la batalla (machismo evidente), lo cual ocurre con su única hija. Ella lo alienta a cumplir el voto, pero le pide autorización para “vagar dos meses por las montañas con mis compañeras y llorar mi virginidad” (Jue 11,37).

Esta actitud de pureza ritual se “suma” a la concepción helénica para la cual la inferioridad del cuerpo invita a entender como más meritorio no buscar el placer. Esto explica la primitiva mirada positiva al movimiento encratita, y la negativa al matrimonio que ya se vislumbra en las cartas pastorales (1 Tim 4,3) y vimos expresada críticamente por Clemente confrontando el gnosticismo (pero desde el neoplatonismo).

Este conflicto marca diferentes corrientes espirituales. Los neoplatónicos, por un lado, que defienden el matrimonio, pero “hay que poner brida a los instintos irracionales” (Clem. Paedag III.11:62,1) confrontando con “la tradición encratita tan arraigada en amplios sectores heréticos y del cristianismo popular (Clem. Strom III)”[6], él “sostiene una posición intermedia, que toma distancia tanto frente a un rechazo radical cuanto a una práctica libertina de la sexualidad dentro y fuera del matrimonio”.[7] Y por otro lado, los sectores encratitas, que tienen su origen en Taciano (discípulo de Justino) y plantean posturas rígidas de rechazo del matrimonio, de la carne y el vino.[8] A modo ilustrativo de esta corriente (que, a su vez, pretende separarse del ambiente griego) es de notar el escrito apócrifo Hechos de Tomás (probablemente poco posterior a Clemente), allí en los cap. 11 y 13 es interesante la propuesta de que el nuevo matrimonio dedique su noche de bodas a la oración.[9]

Creo que es muy probable señalar que una visión relativamente negativa en la valorización del cuerpo, y particularmente de la sexualidad, fue decisiva en la creciente valorización del celibato y la virginidad de los varones y mujeres en la Iglesia. Es de notar que en los dos primeros siglos no hay constancia de propiedad privada eclesial en Roma, “una corporación no podía ser nombrada heredera ya que no tenía personalidad jurídica”.[10] Durante el s. III todavía la propiedad privada en temas eclesiásticos era de “individuos”. Los lugares de culto y de sepultura fueron los primeros (s. III-IV) en los que se ejerció la propiedad eclesial. Por otra parte, el estatus social de los cristianos en Roma fue creciendo por lo que las propiedades (y sus tamaños, por ejemplo, para dar cabida a los participantes en las reuniones) fue creciente.

Vaya a modo de ejemplo un elemento más. En la Iglesia, la posibilidad de heredar fue haciéndose más “normal” con los siglos, pero el celibato fue obligatorio recién muchos años después. Sin embargo, un cura celebraba la misa ocasionalmente en el año, y era de desear que el día que lo hiciera no tuviera relaciones sexuales con su mujer (por la desvalorización del cuerpo y del placer). Pero con las reformas eclesiásticas, comenzó a identificarse el ministerio ordenado con el monacato, y – en ese caso – pasó a ser recomendable que el presbítero celebrara misa todos los días. Obviamente esto implicaba un impedimento sustancial al matrimonio de los ministros.

En lo personal creo que en estos temas, como en muchos otros (entre los que el lugar de la mujer en la Iglesia ocupa un lugar fundamental) es urgente “deshelenizar el cristianismo”; es “razonable” ser en lenguajes y actitudes más seguidores de Jesús de Nazaret que de Platón, por ejemplo.

 

Notas

[1] U. Vanni, Por los senderos del Apocalipsis, Buenos Aires: San Pablo, 2010, 239.

[2] E. Schüssler Fiorenza, Apocalipsis. Visión de un mundo justo (Agora 3) Estella (Navarra): Verbo Divino 1997, 126; P. Richard, Apocalipsis, reconstrucción de la esperanza, San José (Costa Rica): DEI 1994,147; X. Pikaza, Apocalipsis, Estella (Navarra): Verbo Divino 1999, 162-167.

[3] Clemente parece confundir a Felipe el apóstol con Felipe, de los Siete, pero es interesante señalar que – en su concepción – la virginidad de sus hijas era solamente tenida por temporal (The Fathers of the Church, vol 85. Clemens of Alexandria, Stromateis, books one to three, Washington: Catholic University of America Press, 1991, 289); cf. Eusebio, Historia Eclesiastica 3:31.3; 39.9.

[4] Bradshaw P. – M. Johnson – E. Phillips, The Apostolic Traditio. A Commentary, Hermeneia, Minneapolis: Fortress 2002, 76.

[5] El caso de Mateo no es evidente si con “eunucos” Jesús propone un modo de vida “dentro del matrimonio” o alternativo a él (partiendo del hecho sumamente probable de la soltería de Jesús), cf. J.L. Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz, Estella (Navarra), Verbo Divino 2019, 328; W. T. Wilson, The Gospel of Matthew vol.2, Grand Rapids: Eerdmans 2022,140-142; sobre 1 Corintios hemos escrito en E. de la Serna, Primera Carta del apóstol san Pablo alos cristianos de Coritnop. Comentario, Estella (Navarra): Verbo Divino 2019, 80-83.

[6] R. Trevijano, Patrología (Sapientia Fidei), Madrid: BAC 1994, 158.

[7] H. Lona – A. Capboscq, Introducción a la historia de la literatura cristiana de los tres primeros siglos, Buenos Aires: ed. Claretiana, 2012, 271.

[8] H. Jedin, Manual de historia de la Iglesia I, Barcelona: Herder, 1966, 277; cf. P. Lampe, Los primeros cristianos en Roma. De Pablo a Valentín, Salamanca: Sígueme 2023, 339.

[9] I. Muñoz – L. Roig Lanzillotta (eds.), New Trends in the Research on the Apocryphal Acts of Thomas, Leeuven: Peters 2024, 63.71. Es importante en este texto la influencia de la lectura del libro de Tobías (6,18; 8,4); allí Sarra no puede consumar su matrimonio porque en la noche de bodas mueren los siete a quienes ella fue dada. Es interesante que en la Vulgata de Jerónimo (que no fue ajeno en algunos momentos al movimiento encratita), en la traducción al latín en ambos versículos habla de oración de la pareja tres días antes de consumar las bodas.

[10] Lampe, Primeros cristianos en Roma, 433-440.


 

Imagen tomada de https://itemadrid.net/dualismo-y-psicologia/

jueves, 3 de octubre de 2024

Ester, una bella reina

Ester, una bella reina

Eduardo de la Serna



Hemos dicho que en la Biblia hay una serie de novelas edificantes; es el caso de Rut, Jonás, Tobías, o Susana, por ejemplo; y también de la bella Ester.

Su historia transcurre en el mundo persa, allí el rey era Asuero que, como era habitual en los reyes de su tiempo era todopoderoso y gustaba hacerlo notar con fastuosas fiestas, con exigencias de sumisión y crueldad si lo consideraba oportuno. La reina Vastí era mostrada con orgullo por sus joyas y su belleza (es decir, era tratada como objeto). Pero bastó que la reina (en un acto de dignidad) desairara al rey para que fuera públicamente expulsada de palacio para que ninguna mujer hiciera cosa semejante con sus maridos a quienes debían honrar. El rey, entonces, entre “sus” muchas mujeres elegirá a una nueva “preferida” (Est 1).

En este contexto, en el relato, aparece un judío deportado, Mardoqueo que cuida una sobrina huérfana, Ester, (ambos nombres son persas, Ester se llama Hadassá [2,7], por eso el nombre no vuelve a encontrarse en la Biblia). Ella es llevada al harén de donde el rey llama a la que desea (nadie puede presentarse ante él sin ser llamada). Esterse ganó la gracia de cuantos la veían” (2,15) y el rey se encantó con ella y la nombró reina en lugar de Vasti (pero aun siendo reina no podía presentarse sin permiso, y seguía siendo parte del harén, aunque fuera la preferida).

El primer ministro Amán también gustaba ser reverenciado (5,11), pero Mardoqueo, por ser judío, se negaba a hacerlo. Esto provocó su ira y decidió acabar con todos los judíos del reino, cosa que el rey avaló con su sello irrevocable. Así se decidió “exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y saquear sus bienes, en el espacio de un solo día, el trece del mes doce” (3,13). Esto implicaría también a Ester (4,13-14), aunque nadie sabía que era judía (2,20). Mardoqueo, entonces, le pide a Ester que interceda ante el rey, pero el problema es que este “hace un mes” que no la llama (4,11) y presentarse sin ser convocada es motivo de pena de muerte salvo la “gracia” real. Ester, entonces, decide “jugarse la última carta”: se presentará ante el rey y arriesgará su vida por su pueblo; pero pide que todos los judíos hagan ayuno para gozar del favor de Dios (4,16; es de notar que en el relato hebreo Dios jamás es mencionado aunque "sobrevuela" todo el relato). Luego, con “ropas de reina” se presentó ante Asuero quien le manifestó su perdón por haberse hecho presente sin autorización (5,1-2) y le promete otorgarle “aunque sea la mitad de mi reino” (5,3). Ella lo invita a un banquete junto con el ministro Amán en sus aposentos. La noche anterior, no pudiendo dormir, el rey se hace leer el libro de las memorias donde encuentra una referencia a un momento en el que Mardoqueo salva la vida de Asuero (2,21-23) y nota que no fue debidamente recompensado (6,3), cosa que pretenderá, entonces, hacer. Amán se presenta ante el rey para pedir la horca de Mardoqueo pero, antes que este hablara, el rey le pregunta qué debe hacer con quien él quiere honrar (por Mardoqueo). Amán, que piensa que se trata de él mismo (6,6) le propone una honra pública (6,7-9). El rey le encarga cumplir en detalle, pero, ¡con Mardoqueo!, lo que entristece al ministro (6,12). Zeres, su mujer, le afirma que si Mardoqueo es judío “nada podrás contra él” (6,13).

Comenzado el banquete, del que sólo el rey y el ministro participan, Asuero reitera la oferta de “la mitad de mi reino”, frente a lo que Ester pide “mi vida” y “la de mi pueblo” amenazado. Cuando el rey pregunta quién propuso “semejante cosa” ella le dice que es Amán, allí presente, quien “quedó aterrado” (7,6). El rey sale muy irritado y Amán suplica compasión caído sobre el lecho de la reina; en ese momento Asuero vuelve y malinterpreta la situación (7,7-8) condenándolo a la misma horca que él había preparado para Mardoqueo.

Mardoqueo es nombrado primer ministro y se les concede a los judíos la posibilidad de defenderse [8,11] ante el ataque que se había ordenado (8,8). “Para los judíos todo fue esplendor, alegría, triunfo y gloria” (8,16); vencieron sobre sus enemigos que esperaban aniquilarlos (9,1; con lo que la “profecía” de Zeres se cumplió a cabalidad).

Para nuestra mentalidad el final resulta chocante: se celebra que los judíos mataron 75.000 adversarios además de los 10 hijos de Amán. Por esto celebran todos los años este día ya que “la aflicción se trocó en alegría y el llanto en festividad; que los convirtieran en días de alegres festines y mutuos regalos, y de donaciones a los pobres” (9,22) haciendo memoria de lo pasado (9,24-25) llamándola fiesta de purim que se celebra “de generación en generación” y en todas partes (9,28).

Debemos reiterar que se trata de una novela, porque el texto puede herir nuestra sensibilidad; pero esta no puede entenderse sino en el contexto en que fue escrito: estamos ante un texto de resistencia (el pueblo está oprimido por el imperio), y - como suele ocurrir - se manifiesta burlescamente (el débil es fuerte, el fuerte es débil, hay excesos por doquier...). El texto debe entenderse en clave irónica que pretende que los lectores festejen entre risas y fiesta desbordante un Dios ausente siempre presente en su historia. Entendiendo esto, hay varios elementos que se quieren destacar:

  •  En primer lugar, que Dios protege y acompaña a su pueblo cuando este es fiel a sus proyectos: no postrarse sino solo ante Él, el ayuno, o la “casualidad” que justo todo coincide en el mismo tiempo: que Mardoqueo sea exaltado, que el rey esa noche lea las memorias, que Amán decida su muerte.
  •   En segundo lugar, los instrumentos que Dios elige para hacerlo no son necesariamente poderosos, en este caso ante un rey todopoderoso, una débil mujer logra que el pueblo de Dios alcance la salvación (no es la primera ni será la última vez que encontramos que, para acontecimientos importantísimos, Dios se vale de “instrumentos” débiles o insignificantes para su ambiente).
  •  En tercer lugar, se “explica” el origen de una fiesta religiosa muy importante, la de los “purim” (fiesta que en cierta manera puede compararse con nuestro carnaval; con el tiempo, en esta fiesta, los judíos comenzaron a leer el libro de Ester).
  •  Y no es casualidad tampoco que esta mujer sea hermosa. En este tiempo las mujeres eran más rechazadas que en tiempos pasados; la belleza valorada era la masculina. Pero, como se ha dicho, también abundan textos de esta época en los que se destaca la belleza femenina y, jugando ellas un rol de vida o salvación: Susana, Judit, la mujer del Cantar de los Cantares… Dios no mira los instrumentos para hacer llegar a sus amigos la vida, la gracia y la paz, sólo pretende fidelidad para poder derramarla a manos llenas.


Imagen tomada de https://www.senalcolombia.tv/serie/ficcion-historica-historia-ester

miércoles, 2 de octubre de 2024

La vocación “sacerdotal” de Teresa de Lisieux

La vocación “sacerdotal” de Teresa de Lisieux

Eduardo de la Serna



A lo largo de su vida, Teresa ha pensado y repensado con mucha frecuencia su vocación. Veinte veces, en sus escritos, repite, por ejemplo “comprendí”, repensándose. Cuando niña viaja en una peregrinación diocesana a Roma con su papá y su hermana Celina y allí descubre la necesidad de “rezar por los presbíteros” [en realidad, en francés, prêtre tiene su origen en presbíteros, no en “sacerdote”] y afirma “comprendí mi vocación en Italia” (A 56rº). Pero más adelante, dirá que su vocación es ser “Carmelita, Esposa y Madre” pero en seguida acota que siente la vocación de “Guerrero, de Presbítero, de Apóstol, de Doctor, de Mártir” y aclara:

Siento dentro de mí la vocación de Presbítero (prêtre), con qué amor, oh Jesús, te llevaría en mis manos cuando, a mi voz, descendieras del Cielo... ¡Con qué amor te entregaría a las almas!... Pero ¡ay! aunque deseo ser Presbítero (prêtre), admiro y envidio la humildad de San Francisco de Asís y siento la vocación de imitarlo rechazando la sublime dignidad del Sacerdocio (Sacerdoce) [B 2vº].

En una carta a su “hermano espiritual” Adolphe Roulland, recién ordenado (el 28/6/96), le dice que “ya que no puede ser presbítera” se alegra que al menos un presbítero “reciba las gracias del Señor y que tenga las mismas aspiraciones, los mismos deseos que ella” (LT 201 [1/11/96]).

El 21 de agosto, poco más de un mes antes de su muerte reitera que le hubiera gustado ser presbítero para predicar sobre la Virgen María y destaca extensamente lo que hubiera dicho y cómo recibe ella muchos sermones. Rechaza lo que ella llama “vida supuesta”, cuestionando las leyendas ya que la vida real debe tomarse de lo que afirman las Escrituras (y no los apócrifos, por ejemplo). Se la suele mostrar inaccesible y debería ser presentada “imitable” ya que “vivió de fe como nosotros”. Y para mostrar lo que diría remite a su cántico “Por qué te amo, María” (DE 21/8/3).

A su hermana Celina le dice en junio (1897):

“Verás”, me dijo, “el buen Dios me va a llevar a una edad en la que no habría tenido tiempo de ser presbítera [muere a los 24 años]... si hubiera podido ser presbítera, sería este mes de junio, en esta ordenación habría recibido las Sagradas Órdenes. ¡Bien! para que no me arrepienta de nada, el buen Dios me permite estar enferma, así no habría podido ir allí y moriría antes de haber ejercido mi ministerio”.

Pero para entender mejor esta vocación presbiteral, es de señalar lo que ella dice, precisamente en su cántico a María:

María, tú me apareces en la cima del Calvario

De pie junto a la Cruz, como un presbítero en el altar

Ofrenda para apaciguar la justicia del Padre

Tu amado Jesús, dulce Emmanuel...

Lo dijo un profeta, oh Madre desolada,

“¡No hay dolor semejante a tu dolor!”

Oh Reina de los Mártires, permaneciendo exiliada

¡Tú derramas sobre nosotros toda la sangre de tu corazón! (PN 54:23)

Es razonable que Teresa asuma – como es propio de su tiempo, y más tarde también asumirá Edith Stein – la concepción anselmiana de la “reparación” como algo querido por Dios para la muerte de su Hijo, y presente en este “sacrificio” a María como presbítera, de pie, en el “altar” de la cruz presentando la ofrenda.

Además, visto su amor por las Escrituras afirma claramente:

Sólo en el Cielo veremos la verdad sobre todas las cosas. En la tierra esto es imposible. Entonces, incluso en el caso de las Sagradas Escrituras, ¿no es triste ver todas las diferencias en la traducción? Si hubiera sido presbítero, habría aprendido hebreo y griego, no me habría contentado con el latín, así habría conocido el verdadero texto dictado por el Espíritu Santo (DE 4/8/5).

Ciertamente hoy han quedado atrás las imágenes del “dictado” divino de las Escrituras, pero en tiempos en que la Biblia “oficial” era la Vulgata (y en tiempos en que Teresa, por ejemplo, nunca pudo acceder al Antiguo Testamento, ni siquiera en latín) la pasión de Teresa por la Biblia, donde encuentra “la verdad”, ciertamente revela una actitud crítica; la misma que se ve en su “sermón” sobre la Virgen María. Es interesante, destacar, en esta vocación “sacerdotal” de Teresa la importancia que ella da – como se ve en momentos importantes de su vida – a los sermones. No solamente se trata de la celebración de la Eucaristía (¡que también, por cierto!) sino de la importancia que ella da al sermón. Esa explicación de la Palabra de Dios, que es, a su vez, el corazón de su vocación misionera, no es sino la razón última de todas sus vocaciones: “hacer amar al amor” [la frase estaba en las Ultimas Conversaciones de julio recopiladas por sor Genoveva, pero ella misma las tachó afirmando que “no estaban en el autógrafo” y fue introducida en la Historia de un Alma de 1907; las consigno aquí por tradicionales]. Hacer amar a Jesús: “hacer amar a Dios como yo lo amo” (CJ 17/7). “Sólo tenemos que hacer una cosa durante la noche, la única noche de la vida, que no vendrá más que una vez: amar, amar a Jesús, con todas las fuerzas de nuestro corazón y salvarle almas para que sea amado... ¡Sí, hacer amar a Jesús!” [LT 96; también LT 224].

He señalado en más de una ocasión que al afirmar que la Biblia es “palabra de Dios” no se trata ni de un “dictado”, ni tampoco un “manual de cosas que se deben hacer u omitir"; se trata de un Dios que habla, se revela, porque pretende ser conocido. Sabe que, si es conocido, será amado. Dios quiere que los seres humanos, a los que quiere tanto, sencillamente, lo quieran. El Concilio ha resaltado como primordial en la vocación presbiteral la predicación de la Palabra de Dios (PO 4) … creo que es allí donde encontramos – sencillamente – el punto de partida de la vocación presbiteral de Teresa de Lisieux.


Foto tomada del archivo de Lisieux