domingo, 6 de octubre de 2024

Una mirada no económica al celibato

Una mirada no económica al celibato

Eduardo de la Serna



Con mucha frecuencia se escucha decir que el celibato de los curas surge a partir de intencionalidades económicas de la Iglesia. Es decir, para evitar que los bienes se disuelvan en herencias. No negaré que en muchas ocasiones algo (o mucho) de esto puede haber habido, pero no creo que lo económico esté en el origen de una institución que todavía hoy se resiste a ser removida (cuando lo económico no significaría nada, como ocurre en nuestros tiempos).

Creo que el origen (que, insisto, con el tiempo puede haber tenido nuevas razones o argumentaciones de las que no excluyo lo económico) radica en la intrusión del helenismo (particularmente platónico) en el pensamiento y el lenguaje eclesial.

Es evidente que el mundo de la Biblia es semita, pero a medida que el Evangelio se comienza a expandir por el mundo (Imperio Romano) la incomprensión que ya significaba el judaísmo para el ambiente (monoteísmo, libro sagrado, comidas prohibidas, días consagrados, etc.) se agravan con elementos idénticos a los cuales se añaden novedades (exaltación de un crucificado, insistencia en la resurrección “de los cuerpos”, fraternidad y sororidad universal, etc.). Esta incomprensión tuvo diferentes matices: desde el desprecio, el destierro a la persecución y el martirio. Los cristianos, asimismo, enfrentaron esto de muy diversas maneras: migraciones, intentos de adaptación, aceptación del martirio, apologías, etc. (dejo de lado, que también fueron frecuentes, las actitudes de abandonar la fe en aras a las dificultades y violencias padecidas). Lo que aquí pretendo señalar es el surgimiento de numerosos escritos “apologéticos”. En verdad, estos no pretendían tanto que los paganos comprendieran el cristianismo como que los cristianos tuvieran elementos para la resistencia, pero lo cierto es que proliferaron (de hecho, el segundo gran grupo de Padres de la Iglesia, luego de los llamados “Apostólicos”, por su cercanía a los tiempos de los discípulos de Jesús, fueron los “Padres Apologetas”).

Aquí juega un rol importantísimo un gran escritor: Justino (nacido a principios del s. II y martirizado en la década del 60). De buena formación filosófica en Roma, luego de su conversión al cristianismo publica sus dos Apologías (escritas en la primera mitad de la década del 50). Lo que aquí nos interesa es que Justino logra presentar el mensaje cristiano en un contexto y esquema platónico intentando explicitar la sensatez del Evangelio. Se puede afirmar que, a partir de sus escritos es que entra el helenismo en el ambiente eclesial. Y en lo antropológico, el helenismo es claramente dualista, cosa que el mundo semita ¡no es! La división “cuerpo – alma” es totalmente ajena al mundo bíblico.

A esto debe sumarse un elemento que es propio en gran cantidad de culturas (no solamente mediterráneas): para “entrar” en el ambiente divino, es necesaria una “purificación de los sentidos” (esto no implica solamente lo sexual, sino también la comida y la bebida, por ejemplo). Para enfrentar una batalla que se espera sea conducida por Dios, el ejército debe estar “puro”; para realizar una ofrenda, el sacerdote debe estar “puro” (cf. Ex 19,15.22; 1 Sam 21,5-6; 2 Sam 11,11; 1 QM 7,3-6; Yoma 1,1-8; 8,1). Debe tenerse en cuenta que se trata de “impureza”, es decir, mancha, no de pecado. Se trata de algo ritual; es “vista más que nada como una ‘contra indicación litúrgica’ temporánea”.[1]

En los textos bíblicos, que, como se dijo son semitas, no helénicos, sin embargo hay dos textos que merecen nuestra atención: es importante, para ser precisos, señalar que Ap 14,4 presenta los 144.000, que indica la totalidad de los salvados (12x12x1000). Su característica es el nombre que llevan escrito en la “frente”. Este grupo canta un canto nuevo (cf. Sal 95,1; 143,9), canto que nadie puede aprender fuera de estos 144.000. Estos tienen tres características: “no se mancharon con mujeres pues son vírgenes”; “siguen al Cordero pues son rescatados” y “en su boca no se encontró mentira”. Lo que interesa en este primer caso, teniendo en cuenta que el tema es confuso, es – además de lo señalado – que, 1. No se indica que los 144.000 sean varones; 2. El Apocalipsis no se caracteriza por la misoginia; 3. En todo el Apocalipsis no se habla de celibato; 4. No se debe olvidar que fornicación y prostitución son signo de la idolatría, del mismo modo que virginidad o pureza lo son de fidelidad a Dios. Todo indica que la mención de las mujeres “se refiere a la idolatría del culto imperial”; Roma es “la gran prostituta”, con la que “han fornicado todos los reyes de la tierra”, “en la frente llevaba un título secreto: Babilonia la Grande, madre de las prostitutas y las obscenidades de la tierra. Vi a la mujer emborrachada con la sangre de los santos y la sangre de los testigos de Jesús.  (Ap 17:2.5-6)[2].

Otro texto que merece una breve aclaración es Hch 21,9 donde se menciona a Felipe y se aclara que era evangelista, “uno de los siete” y que tenía “cuatro hijas vírgenes que profetizaban”. El tema es confuso; en los textos bíblicos, la virginidad es simplemente un momento a la espera de un futuro matrimonio que se espera, por lo que suele traducirse en muchas ediciones sencillamente como “soltería”. Es interesante que Clemente de Alejandría (ciertamente, defendiendo el matrimonio contra aquellos que lo denostan) afirma que “Pedro y Felipe tuvieron hijos y Felipe dio a sus hijas en matrimonio” (Strom. III,52.4).[3] Por los datos de los que disponemos, la “virginidad” entendida como “voto” se remonta, recién, a fines del s. IV.[4]

Hay dos textos del NT que se utilizan para “justificar” el celibato: Mt 19,10-12 y 1 Cor 7,8-9, pero en realidad, el primero está hablando del “matrimonio”, precisamente y el segundo se enfrenta al problema de qué significa “como yo” en boca de Pablo; la “soltería” es muy improbable.[5]

Es sabido que en la Biblia (Nuevo Testamento incluido) la bendición divina se expresa en la tenencia de hijos; es de notar el dolor de la hija de Jefté cuando este hizo el voto de “sacrificar en holocausto” el/lo primero que salga de su casa al regresar de la batalla (machismo evidente), lo cual ocurre con su única hija. Ella lo alienta a cumplir el voto, pero le pide autorización para “vagar dos meses por las montañas con mis compañeras y llorar mi virginidad” (Jue 11,37).

Esta actitud de pureza ritual se “suma” a la concepción helénica para la cual la inferioridad del cuerpo invita a entender como más meritorio no buscar el placer. Esto explica la primitiva mirada positiva al movimiento encratita, y la negativa al matrimonio que ya se vislumbra en las cartas pastorales (1 Tim 4,3) y vimos expresada críticamente por Clemente confrontando el gnosticismo (pero desde el neoplatonismo).

Este conflicto marca diferentes corrientes espirituales. Los neoplatónicos, por un lado, que defienden el matrimonio, pero “hay que poner brida a los instintos irracionales” (Clem. Paedag III.11:62,1) confrontando con “la tradición encratita tan arraigada en amplios sectores heréticos y del cristianismo popular (Clem. Strom III)”[6], él “sostiene una posición intermedia, que toma distancia tanto frente a un rechazo radical cuanto a una práctica libertina de la sexualidad dentro y fuera del matrimonio”.[7] Y por otro lado, los sectores encratitas, que tienen su origen en Taciano (discípulo de Justino) y plantean posturas rígidas de rechazo del matrimonio, de la carne y el vino.[8] A modo ilustrativo de esta corriente (que, a su vez, pretende separarse del ambiente griego) es de notar el escrito apócrifo Hechos de Tomás (probablemente poco posterior a Clemente), allí en los cap. 11 y 13 es interesante la propuesta de que el nuevo matrimonio dedique su noche de bodas a la oración.[9]

Creo que es muy probable señalar que una visión relativamente negativa en la valorización del cuerpo, y particularmente de la sexualidad, fue decisiva en la creciente valorización del celibato y la virginidad de los varones y mujeres en la Iglesia. Es de notar que en los dos primeros siglos no hay constancia de propiedad privada eclesial en Roma, “una corporación no podía ser nombrada heredera ya que no tenía personalidad jurídica”.[10] Durante el s. III todavía la propiedad privada en temas eclesiásticos era de “individuos”. Los lugares de culto y de sepultura fueron los primeros (s. III-IV) en los que se ejerció la propiedad eclesial. Por otra parte, el estatus social de los cristianos en Roma fue creciendo por lo que las propiedades (y sus tamaños, por ejemplo, para dar cabida a los participantes en las reuniones) fue creciente.

Vaya a modo de ejemplo un elemento más. En la Iglesia, la posibilidad de heredar fue haciéndose más “normal” con los siglos, pero el celibato fue obligatorio recién muchos años después. Sin embargo, un cura celebraba la misa ocasionalmente en el año, y era de desear que el día que lo hiciera no tuviera relaciones sexuales con su mujer (por la desvalorización del cuerpo y del placer). Pero con las reformas eclesiásticas, comenzó a identificarse el ministerio ordenado con el monacato, y – en ese caso – pasó a ser recomendable que el presbítero celebrara misa todos los días. Obviamente esto implicaba un impedimento sustancial al matrimonio de los ministros.

En lo personal creo que en estos temas, como en muchos otros (entre los que el lugar de la mujer en la Iglesia ocupa un lugar fundamental) es urgente “deshelenizar el cristianismo”; es “razonable” ser en lenguajes y actitudes más seguidores de Jesús de Nazaret que de Platón, por ejemplo.

 

Notas

[1] U. Vanni, Por los senderos del Apocalipsis, Buenos Aires: San Pablo, 2010, 239.

[2] E. Schüssler Fiorenza, Apocalipsis. Visión de un mundo justo (Agora 3) Estella (Navarra): Verbo Divino 1997, 126; P. Richard, Apocalipsis, reconstrucción de la esperanza, San José (Costa Rica): DEI 1994,147; X. Pikaza, Apocalipsis, Estella (Navarra): Verbo Divino 1999, 162-167.

[3] Clemente parece confundir a Felipe el apóstol con Felipe, de los Siete, pero es interesante señalar que – en su concepción – la virginidad de sus hijas era solamente tenida por temporal (The Fathers of the Church, vol 85. Clemens of Alexandria, Stromateis, books one to three, Washington: Catholic University of America Press, 1991, 289); cf. Eusebio, Historia Eclesiastica 3:31.3; 39.9.

[4] Bradshaw P. – M. Johnson – E. Phillips, The Apostolic Traditio. A Commentary, Hermeneia, Minneapolis: Fortress 2002, 76.

[5] El caso de Mateo no es evidente si con “eunucos” Jesús propone un modo de vida “dentro del matrimonio” o alternativo a él (partiendo del hecho sumamente probable de la soltería de Jesús), cf. J.L. Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz, Estella (Navarra), Verbo Divino 2019, 328; W. T. Wilson, The Gospel of Matthew vol.2, Grand Rapids: Eerdmans 2022,140-142; sobre 1 Corintios hemos escrito en E. de la Serna, Primera Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. Comentario, Estella (Navarra): Verbo Divino 2019, 80-83.

[6] R. Trevijano, Patrología (Sapientia Fidei), Madrid: BAC 1994, 158.

[7] H. Lona – A. Capboscq, Introducción a la historia de la literatura cristiana de los tres primeros siglos, Buenos Aires: ed. Claretiana, 2012, 271.

[8] H. Jedin, Manual de historia de la Iglesia I, Barcelona: Herder, 1966, 277; cf. P. Lampe, Los primeros cristianos en Roma. De Pablo a Valentín, Salamanca: Sígueme 2023, 339.

[9] I. Muñoz – L. Roig Lanzillotta (eds.), New Trends in the Research on the Apocryphal Acts of Thomas, Leeuven: Peters 2024, 63.71. Es importante en este texto la influencia de la lectura del libro de Tobías (6,18; 8,4); allí Sarra no puede consumar su matrimonio porque en la noche de bodas mueren los siete a quienes ella fue dada. Es interesante que en la Vulgata de Jerónimo (que no fue ajeno en algunos momentos al movimiento encratita), en la traducción al latín en ambos versículos habla de oración de la pareja tres días antes de consumar las bodas.

[10] Lampe, Primeros cristianos en Roma, 433-440.


 

Imagen tomada de https://itemadrid.net/dualismo-y-psicologia/

1 comentario:

  1. Estimado Eduardo: como analizaría la frase de Jesus sobre los eunucos?
    Por otro lado, sin duda hay capas geológicas en la teología y concuerdo que hace falta llegar al centro. Pero desde la traducción de los sesentas del AT , el cuarto evangelio y la influencia de Filon en el proto cristianismo, no forma parte de la misma ciencia de ese tiempo que ayudó a crear concepciones clave?

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